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Un año más por Shun4Ever

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Aún conservaba el pastelillo en sus manos cuando llegaron al doceavo templo. En cualquier otra ocasión, habría sucumbido a las más de cien súplicas de Misty pero él quería conservar ese pedacito de dulce, al menos, hasta poder degustarlo en la intimidad.

- Más te vale que mañana cuando venga por ti, no te quede pastel o me enfadaré Dita – Dijo la gata cruzándose de brazos – No puedes desperdiciar algo tan rico. – Suspiró y se acercó a su amigo para despedirlo con un beso – Descansa o te saldrán ojeras – Rio escandaloso y salió del templo tras recibir la palmada en el trasero de su amigo.

Afrodita, por su parte y cuando estuvo solo, miró el pastelillo y se mordió el labio inferior. Si debía probarlo pero en el fondo le daba un poco de pena que se pudiera terminar. Lo atesoró hasta la cocina y, tras guardarlo, se dio una larga y reconfortante ducha. Con el pelo un poco humedecido y sin maquillaje alguno en el rostro, llegó a la cocina para tomar de nuevo el pastelillo con una sonrisa. Se acomodó delicadamente sobre el pequeño sofá de la estancia contigua al templo y prendió la radio para escuchar algo de música. De nuevo miró el pastelillo entre sus manos y sonrió recordando aquel abrazo que le diera a su amigo. Jugó con la cremita de color rosa que adornaba el pastel y tomó un poco con su dedo índice para después llevar éste a la boca.

- Huumm… - No pudo evitar un pequeño gemido debido a lo sabroso del pastel – En verdad está rico – Terminó diciendo tras degustar un pequeño bocado del mismo.

Se percató en ese momento, ni siquiera le había dado las gracias por ese pastelillo al segundo guardián. Suspiró y lo miró de nuevo antes de acabar de comerlo. Estaba convencido, al día siguiente, le buscaría para darle las gracias. Lo terminó tranquilo apreciando cada detalle del pastel y se dispuso a acostarte. Le costó dormirse pues no podía quitarse esas imágenes de su cabeza. Misty entre esos fuertes y amorosos brazos, pronto se convirtió en él, que ahora disfrutaba de ese calor que siempre le había faltado. Habría jurado que hasta pudo notar cierto aroma a coco y aceite de palma. Despertó con una sonrisa aún pensando en si sería ese el olor del brasileño.

Esa mañana, apenas pudo desayunar pues estaba demasiado concentrado en ese sueño extraño, tanto que no se dio cuenta que Misty llegó al templo. Se acercó a él y le abrazó por la espalda, provocando que diera un respingo en la silla.

- ¡Me asustaste Misty! – Llevó la mano al corazón por el susto y después, cuando se recuperó, besó su mejilla a modo de bienvenida – Llegaste temprano, ¿qué pasó?

- Nada, querido, tan sólo llegué antes para ver si alcanzábamos a ver ese portento que tienes de compañero – Dijo llevando su mano al pecho de manera exagerada – ¡No te maquillaste, Afrodita!

- ¿Eh? – Preguntó para levantarse de golpe. Se percató en ese momento, había estado tan ensimismado que se había olvidado de ese detalle.  - ¡Mierda! - Subió corriendo a su renovada estancia y bajó ya adecentado pero apurado para el entrenamiento. 

El entrenamiento ese día era de los corrientes, en los que los caballeros luchaban entre los del mismo rango.  Se dividirían por parejas mediante sorteo y no podían utilizarse técnicas de cosmos, por lo que sería un duro día para todos los caballeros. Las peleas dieron lugar justo cuando el sol comenzó a mostrar sus primeros rayos.  Por seguridad, se realizaban los combates en grupos de dos parejas. Todo parecía marchar de manera tranquila hasta que llegó el turno del doceavo guardián. Para su suerte o desgracia, el compañero que se le asignó en ese momento, no fue otro que Aldebarán de Tauro.

Basándose en la fuerza de ese contrincante no tenía mucho que hacer, pero aun así, él daría lo mejor de sí. No lo estaba haciendo mal pero aun por más que lo intentaba, Aldebarán era demasiado fuerte. En un movimiento y sin que se diera cuenta, el brasileño le golpeó con fuerza en el estómago, provocando que se arrastrara varios metros hacia atrás, frenando su arrastre contra la pared más cercana. Por el impacto, se quedó sin aire brevemente pero debía actuar pues su contrincante volvía a la carga. Cómo pudo esquivó su nuevo golpe, se ubicó a un costado y con toda su rabia tomó el brazo derecho del segundo guardián. Éste en un extrañamente ágil movimiento lo atrapó en sus brazos. Por un momento el rubio, sintió como esos brazos le rodeaban como el día anterior hiciera con su amigo la gata. Las piernas comenzaron a fallarle y con ello perdió la concentración de la pelea. Aldebarán aferró de mejor manera a Afrodita, de tal forma que le era imposible el escape. Un poco más de presión y estaría muerto, de no ser porque era una pelea amistosa. Se soltó de mala gana, en cuanto Aldebarán aflojó y salió casi corriendo del coliseo. Qué poco le gustaba perder y menos por un descuido tonto cómo el que él había tenido.

Llegó al templo de los peces y cerró la puerta de su estancia de un solo golpe, frustrado y colérico. ¿Cómo él, Afrodita de Piscis, se había dejado llevar por ese estúpido sentimiento que le recorrió en medio de una pelea? Fue directo a la ducha para después intentar curar las heridas, que sentía arder, en su espalda. Salió con una simple toalla rodeando su cadera y camino así hasta su cama, sentándose de una y soltando el aire de golpe. Recordó entonces el leve aroma a coco que captó en ese abrazo casi mortal. Soltó el aire de golpe y se apresuró a curar las heridas que el golpe le había ocasionado. En ello estaba cuando tocaron a la puerta de su habitación. Pensando era su amigo Misty, abrió sin siquiera preguntar o pensar que sólo llevaba una pequeña toalla en su cintura.

- Al… Aldebarán – Entrecortado pronunció el nombre del que estaba frente a él.

- ¿Llegué en mal momento? – Preguntó cortésmente bonachón de tauro – Estaba un tanto preocupado por lo de… la pelea.

Dita se quedó mirando al segundo guardián. Había acudido a su templo con ropas normales y el cabello recogido en una cola baja. Su aspecto pulcro pero un poco desaliñado provocó un leve golpe en su corazón. Se apresuró a dejarle entrar mientras pensaba en aquella sensación.

- No fue nada, solo una pelea más. – Trató de sonreír pero el rostro de su compañero le alarmó - ¿Qué sucede?

Aldebarán se acercó a Afrodita y tomó su mentón para alzar el rostro, provocando un sofocón en el último guardián, aun sin saber qué sucedía pues su mente había quedado bloqueada.

- Tu rostro. – Exclamó el brasileño - ¿Qué sucedió?

En ese instante Afrodita cayó en cuenta. Era la tercera vez que olvidaba ese detalle y todo desde el momento cariñoso de ese grandullón con su amigo Misty. Con cuidado y sin más que poder hacer, retiró la gran mano de su mentón y sonrió levemente.

- Es… - Apartó la mirada. Hablar o recordar lo sucedido siempre le hacía sentir vulnerable y aunque no le agradaba ser descubierto, Aldebarán, extrañamente, le hacía sentir cómodo - una larga historia. – El guardián de Tauro sonrió un poco y tomó el frasco de desinfectante de la mano del sueco.

- Bueno, tengo tiempo mientras te curo la espalda.

Había recorrido los lugares de entrenamiento, sintiéndose cansado y sucio. Lo único que esperaba era encontrarse con su, considerado, hermano mayor. Llegó al coliseo y buscó a Afrodita con la mirada entre los caballeros presentes. Para su sorpresa, no estaba entre ellos, sin embargo, sí estaba ahí el cuarto guardián. Sonrió ampliamente y se acomodó la ropa y el cabello para con toda su gatunería, acercarse hasta éste.

- Hola Masky!! – Se colgó del brazo un tanto sucio del caballero y pestañeó un par de veces, todo coqueto - ¿Has visto a Afrodita?

- No – Respondió todo cortante, al tiempo que separa el contacto con el rubio pues, en cierto modo, le incomodaba su presencia.

- Me dijo que estaría aquí – Respondió Misty haciendo un leve puchero.

- ¿Se te escapó la florecilla? - Para su sorpresa, DM soltó una leve carcajada y ladeo una sonrisa  - Pensé que a la gata no se le escapaba nada - Misty miró de mala gana al susodicho guardián y volteó con la intención de marcharse pero en ese momento, el cangrejo le tomó del brazo. – ¡Espera Misty! - No sabía por qué pero sintió la necesidad de detener su avance – Te cuento mientras regresamos a los templos.

Un poco indeciso, estuvo el rubio hasta que al final aceptó la propuesta. Mientras, su amigo Afrodita se había dejado hacer por las manos de Aldebarán. 

Notas finales:

Espero que os siga gustando. Lo he intentado! Lo juro! He intentado que mi lado romanticucho se quedara a un lado pero me es imposible acallar esa parte de mi XDDDD

Muchas gracias por todo y nos leemos en el siguiente. ^^


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