Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cancer por HatersLove

[Reviews - 45]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Bueno, sobretodo quiero agradecer a aquella gente que me ha dejado sus bonitos reviews ;O;

Si tenéis alguna duda, o no lo acabáis de entender, que sepáis que lo que está en cursiva es un recuerdo.

No os robo más tiempo, a leer~

Capítulo 2: Recuerdos

Durante la secundaria, Shiroyama había sido un niño cerrado, antisocial, introvertido e incluso algo problemático. Le gustaba el deporte, era lo único que conseguía distraerle y aislarlo de aquel mundo al que tanto despreciaba.  Porque él odiaba desde edad temprana, se veía incapaz de aceptar una sociedad corroída por los intereses humanos y, él, no haría nada para cambiarlo. Ya era demasiado tarde.

Practicaba fútbol, atletismo y baloncesto. En uno de sus tantos campeonatos juveniles, conoció a lo que creyó un ángel. Demasiado simpático, demasiado alegre, demasiado bueno. Un chico de cabellera castaña clara, jugador del equipo de fútbol contrario.

~*~

–¡Pásame la pelota, rápido! –Gritaba un moreno desde cerca del arco contrario.– ¡PÁSAMELA!

Recibió el balón y lo paró con la planta. Se dio la vuelta y corrió los pocos metros que quedaban para entrar en el área de tiro.

Giró la cabeza, mirando a ambos lados. Nadie.

Con fuerza, preparó su tiró echando el pie hacia atrás y, de una fuerte patada, chutó el balón lejos de su alcance, que dio de pleno en la red, esquivando al portero que no la había visto venir.

­– “¡0-2, los visitantes ganan por dos goles!” –Anunció un altavoz.

Un pitido de silbato por parte del árbitro les indicó el final del partido a los jugadores, que corrieron a celebrar la victoria y, los otros, a lamentar la derrota. Los compañeros de Yuu le felicitaron por el segundo gol, riendo alegres, revolviéndole el cabello y haciéndole cumplidos. El moreno no sonreía, no lo veía necesario, pues no se sentía feliz. Era, más bien, indiferencia; nunca perdía.

 “Eres un necio”, recordó las palabras de su hermana mayor. ¿Y qué más daba? Sabía que no era el único en el  mundo.

En la entrega de premios, como era de suponer, el equipo de Shiroyama ganó el primer trofeo. Como gesto de respeto, el grupo contrario se acercó hasta la pequeña tarima, saludando en forma de reverencia a los contrarios y, posteriormente, se dieron las manos. El moreno, altivo, no respondía a sus saludos y sonreía socarronamente cuando, alguno del equipo contrario, le escupía a los pies. Se atrevían a reprocharle su comportamiento cuando ellos actuaban igual o peor.

Pronto, tuvo a un chico castaño de facciones delicadas frente a él, que le sonrió en cuanto le vio. El ganador se quedó pasmado ante su actitud; la mayoría de sus contrincantes sabían lo ‘mierda’ que era. El castaño hizo la reverencia y extendió su mano. El otro se limitó a mirarle por encima del hombro.

–Los goles que has marcado son impresionantes, es admirable tu dominio del balón. –Agregó el chico, sonriendo más ante la actitud de Shiroyama. El ganador seguía sin abrir la boca, sin moverse, inmutable. –Gracias por este partido, me has dado una lección. Prometo no perder contra ti la próxima vez.

Ni un movimiento, silencio absoluto. Todos los presentes se habían parado a escuchar las palabras del castaño. Antes de que éste se marchase, el moreno agregó unas palabras.

–Yo no pierdo. Nunca.

–¿Seguro? No se nace sabiendo, Yuu. En algún momento se te debió de dar mal algo de lo que haces.

Después de llamarle por su nombre, después de humillarle con un juego de palabras frente a su equipo, el castaño bajó con parsimonia de la tarima con una sonrisa ladina en el rostro.

–¡Tú!

Kouyou, que era el apellido que tenía escrito  en la espalda de su camiseta, se volvió a girar hacia el moreno que le había llamado.

–Ten. –El ganador le lanzó el pequeño trofeo dorado al otro, quien lo cogió al vuelo y le  miró sin comprender. –Igual, el día de mañana cuando ya no te acepten en ningún equipo por maricón te sirva para entrar en uno femenino. Este torneo tiene mucho prestigio, piénsalo. –Dijo con sorna el moreno, sonriendo macabramente a la vez que de un salto llegaba hasta el castaño y pasaba por su lado, empujándole con el hombro.  

~*~

Después de darse una ducha en el gimnasio del estadio, el moreno salió por la puerta delantera del complejo con la inminente noche cerniéndose sobre él. No obstante, sus planes de regresar a casa lo antes posible se vieron truncados cuando un rubio casi de su altura y otro moreno se acercaron a él en cuanto cruzó la puerta de entrada. Les recordaba; eran del equipo contrario, un delantero y el portero, respectivamente. Intentó pasar de largo pero se cruzaron en su camino tirándole el bolso donde llevaba el equipo de fútbol lejos de allí.

–Presta atención, –dijo el moreno ­–yo soy el capitán del equipo contrario y no voy a permitir que nadie se burle de alguno de mis jugadores delante de mí, ¿me has oído?

Este moreno, al contrario que el rubio con una extraña banda en la cara, parecía más relajado, sin ganas de pelea. Pero el otro, estaba nervioso y tenía la mandíbula en tensión, esperando cualquier reacción violenta por parte del ganador para arremeter contra él.

–Ah, te refieres a lo que ha pasado con la maricona castaña, ¿cierto? –Contestó con superioridad el moreno.

El rubio avanzó dos pasos a zancadas hasta quedar en frente suyo, respirando cual toro agitado. Antes de que llegase a tocar al ganador, un brazo se pasó por delante de su pecho y lo echó atrás.

–Tranquilízate, Akira. –Avisó. El otro apretó los puños y apartó el brazo que le sostenía, pero se quedó quieto detrás del moreno. El contrincante sonrió socarronamente. –Shiroyama, mantente alejado de mi equipo, no quiero volver a verte la cara por aquí, ¿entendido?

–Por supuesto señor, oído cocina. –Se burló el moreno, pasando de largo para ir a recoger su bolso del suelo. –Pero no por eso vas a dejar de tener nenas como jugadores en vez de hombres. Sois todos un puñado de maricones que no hacéis más que daros por culo el uno al otro mientras que, los que son como yo, juegan al fútbol de verdad. Dais asco. –Escupió el moreno con sarcasmo mientras recogía la mochila del suelo.

Una mano le agarró del cuello de la camiseta desde atrás, tirándole al suelo y dejándole sentado en la arena. Una fuerte patada por parte del rubio fue a parar a su mejilla, tumbándole por completo sobre la áspera superficie. Dejó ir un quejido lastimero.

– ¡¿Pero qué haces, payaso?! –Se envaró el futbolista, intentando pararse de nuevo.

Pero, antes de que lo consiguiese, un golpe con su propio bolso le volvió a dejar en el suelo. El rubio, ‘Akira’, le había vuelto a golpear en la cara. Cuando éste iba a pegarle una segunda patada, el moreno cerró los ojos con fuerza con aquel botín de fútbol a pocos centímetros de su cara. Esperó el golpe, dispuesto a tragarse muchos más. Pero nunca llegó.

– ¡Dejadle en paz, él es problema mío, no vuestro! ¡Akira, aléjate!

Aquellas palabras le hicieron abrir los ojos, encontrándose con un castaño enfurecido echando a patadas del sitio a sus compañeros de equipo. Poco después, el rubio cogió del codo a Kouyou, susurrándole algo por lo bajo mientras miraba de reojo al moreno aun tirado en el suelo. El castaño se deshizo del agarré con brusquedad, empujando por la espalda al de la banda para que se marchase de allí, sin darle una respuesta.

Shiroyama se levantó de donde estaba y empezó a recoger sus cosas personales, que habían caído del bolso tras el impacto. Pronto, unas manos le ayudaron a juntar aquel destrozo. El moreno levantó la vista y se encontró con los ojos color miel de aquel al que había llamado “maricón” en un primer momento. Cuando terminaron de recoger, Shiroyama se levantó sin decir palabra y emprendió su camino hacia casa.

-Se dice gracias.- Habló el castaño a sus espaldas. El otro no respondió.- Tu instituto está antes que el mío, ¿no es cierto? –Sacó un tema de conversación el menor, siguiendo los pasos del otro futbolista.

El moreno se paró en medio de la calle y se giró hacia atrás, mirando al castaño con una ceja alzada.

–¿Me estás siguiendo?

–No, que va. Mi casa queda por allí. –Confesó Takashima, señalando hacia delante mientras sonreía, alegre.

Shiroyama volvió a caminar, acelerando el paso y doblando en la próxima esquina, queriendo así esquivar al castaño. No obstante, éste le volvió a seguir. Volvió a pararse y se giró por completo hacia atrás. El castaño, que también iba rápido detrás de él, se chocó contra su pecho y luego retrocedió, algo azorado.

– ¿Qué quieres de mí? ¿Quieres que te pida perdón o algo así? Porque si es eso lo que quieres, no lo voy  a hacer.

–No, nada de eso, tranquilo; no ibas mal encaminado con lo de “maricón”, no te reprocho nada. –Rio Takashima, moviendo la mano en el aire como si estuviese espantando algo, restándole importancia.

El moreno se quedó callado, sin saber qué decir. Era la primera vez que le respondían tan positivamente tras una de sus palabras, aparentemente, “hirientes”.

– ¿Entonces qué es lo que quieres?

–Quiero que te rías. –Dijo Kouyou poniéndose delante de él.

En ese momento, la cara del futbolista contrario era un poema. ‘¿Qué?’

– ¿Qué?

–Que quiero que te rías. Durante el partido te he visto serio, algo amargado. Sonreír… lo has hecho, aunque irónicamente. Además, por lo que he oído hablar de ti, me han dicho que eres algo solitario y no te relacionas con nadie, que nunca te han visto contento. ¿Sabías que tienes a muchos de mi instituto aterrorizados? Eso no es normal, ni siquiera te conocen. El caso es que nadie te ha visto reír y quiero ser yo el primero en verte hacerlo. –Acabó sonriendo el menor. Shiroyama hizo una mueca; hablaba demasiado.

El moreno esquivó el cuerpo alargado de Takashima y siguió su camino, sin prestarle atención.

– ¿Por qué eres así? –Cuestionó el castaño. Yuu aceleró el paso, ignorándole.

Difícil respuesta. Shiroyama la tenía clara pero, ¿para qué contársela a un mocoso como Kouyou?

Lo cierto es que el moreno, a lo largo de su vida, a lo largo de experiencias, había llegado a comprender que el mundo estaba podrido por la inmundicia humana, sus sentimientos corrosivos como el ácido, sus aspiraciones dañinas, sus falsas apariencias y que él tenía que aprender de algún modo a adaptarse a ello. Nada era lo que parecía ser. Desde pequeño, Yuu supo que las personas mentían por egoísmo, destrozaban por avaricia y arrasaban con todo lo puro, con todo lo bueno, con toda inocencia, por pura envidia. Le habían enseñado a vivir desconfiando de la gente, temiendo una cuchillada trapera, una cruel traición. Había aprendido a convivir en soledad, sin amigos, sin una ‘verdadera’ familia que estuviese ahí para él cuando lo necesitase. Podía valerse por sí mismo, él solo.

La sociedad en la que vivía no le permitía ser de otra forma.

En un principio, cuando su mente aún no había ennegrecido del todo, él decidió no ser como los demás. Él no era malo, él quería ser bueno. Amable, alegre, feliz. Pero pronto se dio cuenta de que, si no maduraba, si no se unía al “enemigo”, pronto sería corrompido como tantos otros. ‘O te los comes, o te comen’, solía decirse. No estaba seguro si aquella fachada de persona arrogante y dañina era la verdadera o tan solo una apariencia para cubrirse del mundo, pero de una cosa estaba seguro: las personas puras, en esos tiempos, no existían. Hasta el más mínimo destello de luz era apagado. Hasta la más mínima llama de calidez era sofocada.

Por lo tanto, su manera de pensar no era como la de los demás. Era compleja, rebuscada, algo irónica y enrevesada. Aquel chico no la entendería. No le entendería.

Pasó de contestar a la pregunta del castaño y entró por la puerta del patio delantero de su casa, dejando atrás al chico.

–¡Nos volveremos a ver!

El moreno suspiró, cerrando la puerta de entrada tras él.

Sonrió con pesar. A ver cuánto aguantaba aquel castaño su desagradable presencia.

~*~

Caminó por el pasillo del instituto con normalidad, sintiendo las miradas de un grupo de chicas en su nuca. Se dirigió a su taquilla y, cuando la pequeña puerta metálica cedió a la combinación correcta y se abrió, un par de papeles volaron hasta caer al suelo. Se agachó a recogerlos, viéndolos más de cerca. Se dio cuenta de que se trataban de cartas anónimas. Cartas de amor.

Se giró hacia las chicas que le miraban expectantes. Les sonrió de manera arrebatadora y las colegialas cuchichearon y rieron, sonrojándose. El moreno volvió a cambiar su expresión a una seria, indiferente, la que siempre le acompañaba. Cogió las cartas entre las dos manos y las partió con destreza dejándolas caer después, hechas trizas.

Una de las siete chicas que había allí deformó su expresión a una de espanto. Otra, de la cual  parecía que era la segunda carta, empezó a llorar desconsoladamente entre los brazos de una amiga.

Sin importarle lo más mínimo las palabras de desprecio que se dirigieron a él mientras acababa de guardar los libros en la taquilla por parte de aquel grupo de colegialas, salió por la puerta principal del instituto y caminó hasta la salida sin reparar en un alto castaño que le observaba desde lejos.

~*~

Iba a cruzar la calle cuando notó que alguien le daba unos ligeros toques en el hombro. Puso cara de pocos amigos y se giró con brusquedad, encontrándose con el gesto deformado de un llamativo castaño; se cogía de las mejillas y estiraba de ellas, sacando la lengua y poniendo los ojos bizcos, haciendo que su cara adquiriese una graciosa mueca.

El moreno, ante la sorpresa, no pudo hacer más que soltar una sonora carcajada, llevándose la mano a la boca poco después intentando reprimir la risa. Cerró los ojos con fuerza y se encogió sobre sí mismo rodeándose la barriga con uno de sus brazos, intentando apaciguar las carcajadas que parecía que no querían dejar de salir. Cuando logró tranquilizarse, pocos instantes después, levantó la vista para observar como aquel castaño sonreía.

–¿Lo ves? Tampoco es tan malo reírse de vez en cuando. –Dijo, ladeando el rostro y ensanchando su sonrisa, tiernamente. El moreno notó como la temperatura de sus mejillas aumentaba bajo su mano -que seguía estática sobre su boca-; se había sonrojado, pero no de vergüenza precisamente.

Fue en ese momento en el que se dio cuenta de que aquel chico era diferente.

Shiroyama se irguió, mirándole seriamente. Dejó caer los brazos a sus costados y se acercó al otro chico hasta quedar a pocos centímetros. Takashima se sintió intimidado y bajó la cabeza, rascándose la nuca.

–Bu-bueno, no era mi intención molestarte... –Murmuró bajito.

–Kouyou, ¿verdad?

–Sí.

– ¿Te gustaría venir a jugar a fútbol un rato conmigo?

El castaño levantó la vista, encontrándose con una sonrisa ladina por parte de Shiroyama. Abrió los ojos con sorpresa; el moreno ensanchó su sonrisa al ver aquel par de orbes del color de la miel brillar ante su propuesta.

–Me encantaría. –Aceptó Takashima, abrazando uno de los brazos del moreno, pegándose a él.

–Está bien, pero no me toques.

 

Y fue en ese momento cuando, por una mala jugada del destino, Yuu se encontraba recordando cómo y cuándo se había enamorado del Takashima. Ahora le acunaba entre sus brazos,  esperando a que su llanto se apagara y su respiración se tranquilizase.

“-Me muero, Yuu… Tengo cáncer…”

Aquella frase sonaba una y otra vez sin descanso en su mente, atormentándole a cada segundo que transcurría.

Una bomba había caído en aquella plaza, concretamente encima de un moreno que ahora lamentaba su desdicha sentado en un banco.

Había visto a su pequeño crecer, sonreír, madurar, llorar, pero nunca esperó verle morir. Aquella idea no cabía en su cabeza, no podía ser cierto. No podía ser cierto que aquél que está allí arriba, juzgando a los humanos, decidiendo su destino, quisiese llevarse aquello que hacía 24 años había dejado ir. No podía llevarse a su Shima, no podía.

Negó con la cabeza y dejó ir maldiciones por lo bajo, tragándose los sollozos y dejando que las lágrimas bajaran por sus mejillas, sin darle tregua a acabar de asimilar lo que le estaba pasando a su mundo. Porque era así, su Shima era su mundo. Si él se iba, si él desaparecía, Yuu estaba seguro que tarde o temprano, él haría lo mismo.

En aquel preciso instante, el mayor de los dos decidió que si su pequeño quería ser correspondido, lo sería. Aunque él le amase desde la primera vez que le vio sonreír, aunque él le quisiese desde hacía varios años, ahora lo demostraría. Se esforzaría como si la vida le fuese en ello, en quererle, amarle, protegerle. Porque aquél que ahora abrazaba, aquél que ahora sollozaba sobre él, era su vida; aunque éste no lo supiera aún.

Se aferró al cuerpo contrario tanto como el castaño lo hizo con el suyo. Tenía muy abiertos los ojos y de éstos resbalaban pequeñas gotas de agua salada. Su voz, al susurrarle palabras a Takashima para tratar de tranquilizarle, temblaba y muchas veces flaqueaba. No obstante, se mantenía pegado a él y no cesaba en su ligero balanceo; en aquel momento era más importante el llanto de su pequeño que sus propios sentimientos.

Shhh, tranquilo… No pasa nada, ¿está bien? Todo se arreglará, deja de llorar... –Rogaba el moreno al otro. Con cuidado, cogió al castaño de las mejillas y apoyó la frente sobre la suya, moviendo los pulgares para limpiar aquellas lágrimas que ahora bañaban el rostro de Takashima. –Takashima, por favor… No me hagas esto, deja de llorar…

Pese a su petición, el otro no dejaba de sollozar, hundiéndose en aquel par de pozos negros que ahora hacían lo mismo que los suyos propios; derramar lágrimas y más lágrimas. Ya ni sabía por qué estaba actuando de aquella manera. Se suponía que había asimilado su enfermedad, su muerte, desde hacía ya tiempo. Entonces, ¿por qué lloraba? La desesperación, la incertidumbre, el no saber qué podía pasar después de haberle confesado a Shiroyama su pequeño secreto; aquel llanto ácido que ahora compartía con su amado quizá era fruto de todo aquello.

Shima, Shima, por Dios, detén esto…

Shiroyama se estaba volviendo loco, no aguantaba más ver a su pequeño llorar. La desesperación le hizo empezar a respirar agitadamente, sintiendo como su pecho subía y bajaba con velocidad.

Con infinito cuidado y sin saber qué más hacer, el moreno buscó la boca del otro mientras cerraba los ojos, fusionando sus labios en un tierno y lento beso, algo desesperado, tratando de tranquilizar al otro, tratando de decirle con aquella acción que él iba estar ahí para él cuando el castaño lo necesitase.

Movió con extrema delicadeza su boca contra la contraria, ejerciendo una leve presión,  acallando los sollozos del menor con su propia boca. Notó como poco a poco era correspondido por el castaño y aquello le animó a posar una de sus manos en la nuca del universitario, profundizando el beso tiernamente. Notó el sabor salado de las lágrimas y degustó el amargo dolor que ahora compartían ambos.

Escurrió la lengua entre los labios de Takashima y la entrelazó con la suya, jugueteando con ella y saboreando el gusto dulce que poseía. Apretó al castaño entre sus brazos y le apegó más a él, notando como poco a poco el llanto cesaba y los temblores de su pequeño desaparecían.  Cuando le faltó el aire para continuar, se separó de él con cuidado y dejó su frente apoyada sobre la del castaño.

Mira lo que me haces hacer para que dejes de llorar… No tienes remedio. –Bromeó el moreno, abriendo los ojos. Kouyou se sonrojó y sonrió con pesar.

–Tendré que llorar más seguido…

Ni lo pienses.

–Entonces me tendrás que besar siempre que quiera.

–No me quejaré en ese caso. –El castaño se sonrojó más aun y, con timidez, le dio un corto beso en los labios al moreno.

El silencio reinó por unos minutos en aquel parque. Un silencio cómodo, tranquilo, apacible. Una ansiada calma después de la cruel tormenta.

El menor de los dos estaba feliz de poder estar al lado del moreno, de saber que pese a todos sus problemas, penas y dolores iba a poder contar con él en un futuro. Le había besado al fin y al cabo, ¿no?

Había tomado aquel beso como la confirmación que le faltaba para ser del todo feliz, para sentirse correspondido. No obstante, aún le quedaba que el mayor pronunciara aquellas palabras que tanto había esperado escuchar.

Se separó un poco del moreno y fijó su vista en aquellos ojos intensamente negros, mordiéndose el labio inferior y sonrojándose.

–Entonces, ¿me dejarás intentarlo contigo?

– ¿Lo dudas?

–No, pero necesito oírte decirlo. –Habló con calma, bajando la mirada. Yuu frunció el ceño y le cogió de la barbilla, levantándole el rostro para que le mirase.

–Escúchame atentamente porque no lo diré dos veces. –Habló el moreno muy serio y con un deje amenazante en su tono de voz. –Desde el primer momento en el que te hablé, te dejé “intentarlo conmigo”. ¿Qué te pensabas? ¿Que yo dejaba entrar a la primera que se me parase delante en mi vida así como así? No es así, Shima. Yo había aprendido a vivir con la idea de que las personas no eran buenas. Que no existía nadie sobre la faz de la Tierra capaz de amar con sinceridad, de ser bueno, de ser puro. Pero te conocí a ti, Shima; te conocí a ti y todo lo que lo que creía se fue a paseo con tan solo una sonrisa tuya. Te odié por ello, pero poco a poco, me di cuenta que en realidad aquel odio, aquella ira hacia tu persona, no era más que una simple coraza para ocultar lo que de verdad sentía. Oh, fui un completo idiota. Cuando quise darme cuenta, estaba completamente enamorado de ti y ya no podía hacer nada para remediarlo. Cuando, hace dos años, te confesaste y me dijiste que me querías fui el hombre más feliz del mundo, no podía estar más contento. Sin embargo, te rechacé de la peor forma posib... Eh, eh… No llores… –Susurró el pelinegro al ver al menor volver a llorar. Corrió a enjuagarle las lágrimas con sus dedos, tiernamente.

– ¿Por qué lo hiciste? –Cuestionó Kouyou, algo enfadado. -¡Me pasé una semana entera llorando encerrado en mi cuarto! –Hizo un puchero.

–No me interrumpas. –Habló, sonriendo ante la mueca del más pequeño. –Te rechacé porque así lograría alejarte. No soy bueno, Shima. No para ti, sabía que merecías algo mejor. Yo no tenía derecho a quererte, a amarte como lo hacía. Y mucho menos, a ser correspondido. Pero me llevé una decepción contigo: volviste a mí como si no hubiese pasado nada. Tuve que cargar con la culpabilidad de haberte hecho sentir mal, puesto que creía que rechazándote bastaría para que no quisieses volver a saber de mí. Después de aquello yo sería un infeliz, sí, pero al menos te salvaría a ti del odio que me corroía por dentro por culpa de la sociedad de mierda que tenemos que aguantar día a día. Desgraciadamente, volviste. Y desde ese instante, supe qué era lo que debía hacer por ti; protegerte, cuidarte y hacerte feliz. Te dejé permanecer a mi lado, Shima,  hasta hoy. Por eso, y por todo lo anterior, quiero que sepas que conmigo ya lo has intentado. Y has ganado.

– ¿Q-qué tratas de decir con… con eso?

–Te quiero, Shima. Te quiero más que a nada en este mundo y, probablemente, seas la única persona a la que he amado en toda mi vida. –Confesó, al fin.

Takashima no cabía en su asombro. Miraba al mayor con los ojos muy abiertos, muy brillantes. Nunca hubiese esperado tal confesión por parte del mayor. ¿Cómo pudo haber estado tan ciego durante tantos años? ¿Cómo no se había dado cuenta antes de sus sentimientos? Sin saber qué decir al respecto, abrazó sorpresivamente al pelinegro y escondió el rostro en el hueco de su cuello, aspirando su aroma con los ojos entrecerrados.

Yuu le correspondió el gesto, acariciándole la espalda con la punta de los dedos, como si se tratase de algo muy frágil que podía romperse en cualquier momento. Y se quedaron así, abrazados durante un largo rato.

– ¿Te acompaño a casa? Ya es tarde.

Takashima levantó la vista y se fijó en que ya empezaba a oscurecer. ¿Cuánto tiempo llevaban allí sentados? Con algo de pesar, se levantó de encima del moreno y esperó a que el otro se parase también.

Empezaron a caminar en dirección a casa de Kouyou, éste abrazado a un costado de Yuu.

En un momento del trayecto, notó como Shiroyama rebuscaba en sus bolsillos, sacando poco después un cigarrillo de un pequeño paquete de tabaco. Cuando se lo fue a encender, el menor se lo arrebató, lanzándolo lejos. El moreno paró de caminar y le miró, perplejo.

– ¿Qué haces? –Preguntó.

–No me gusta que fumes.

–Antes te daba igual. –Se defendió.

– ¡Pero antes…! –No finalizó su frase y sus mejillas se tiñeron de un color carmesí.

– ¿Pero antes…?

 –Pero antes no podía besarte. –Confesó, murmurando por lo bajo y apoyando su frente en el hombro contrario. Ocultó los ojos tras su flequillo, se sentía estúpido y notaba sus mejillas arder.

El moreno no pudo hacer más que soltar una ligera carcajada ante la respuesta. Guardó el mechero en uno de sus bolsillos y levantó el rostro del menor cogiéndole por la barbilla.

–Está bien, Shima. Tú ganas. –Dijo, revolviéndole el cabello.  

Reanudaron el paso y caminaron las pocas manzanas que quedaban hasta la casa del menor de los dos. Una vez allí, Yuu acompañó al menor hasta la puerta de entrada. Éste empezó a juguetear con las llaves, nervioso y sonrojado. Se acomodó un mechón de pelo detrás de la oreja, buscando las palabras que quería pronunciar concienzudamente.

Entretanto, Yuu se acercó a él y pasó uno de sus brazos por detrás de la cabeza del menor, enredando después su mano entre los sedosas hebras castañas del otro. Cogiéndole así, le acercó a él y posó sus labios en la coronilla de su pequeño. A Takashima, que aquel gesto le había pillado totalmente desprevenido, las mejillas se le pusieron aún más rojas.

–Nos vemos mañana, ¿está bien? –Habló el mayor, despidiéndose de él.

Se alejó del castaño y le revolvió el cabello, en un gesto de cariño. Se dio la vuelta, dispuesto a irse, cuando sintió como unos brazos le rodeaban por atrás, abrazándole. Tragó saliva y detuvo su paso.

–Quédate conmigo esta noche.

Los latidos del corazón de uno de los dos en ese momento, concretamente los del mayor, se pararon durante los segundos en lo que tardó en responderle.

–De acuerdo.

 

Notas finales:

Espero que os haya gustado como va avanzando el fic. El primer y segundo capítulo son algo lentos, pero a partir del tercero todo se va ir acelerando poco a poco.

Tú, Ruu, espero que te haya gustado. No tomes frío(?).

¿Reviews? ;_;


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).