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50 sombras de Gay por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Otra cita del blog: "42 usuarios (del kindle) han subrayado “el sarcasmo es la expresión más baja de la inteligencia.” Ahora entiendo muchas cosas sobre el universo, este libro, sus fans acérrimos y todas esas cosas que me quitan el sueño."

50 sombras de Gay.

Parte uno

Me miro en el espejo y frunzo el ceño. Que asco de vida. Pongo los ojos en blanco, recuérdese que tengo fruncido el ceño, asi que soy cojonudo. Haber, inténtenlo ustedes, lo de fruncir el ceño y poner los ojos en blanco al mismo tiempo. Solo me gana la niña de El exorcista.  

Me llamo Anastasio Steel y soy primo hermano de Max Steel, curiosamente, en vez de ser un héroe de acción soy héroe de homoerotica. Como se esto si soy virgen, nunca he besado a nadie, nunca he caminado de la mano con nadie, nunca he visto porno y ni siquiera me he hecho la paja es algo que no tiene importancia.

Retomo el apasionante relato de mi vida. Me miro al espejo y mi pelo, como mi cerebro, es un asco. Me peino con mi moderno cepillo de mango acojinado  y cerdas que evitan la estatica de nombre Rapunzel, porque yo soy tan lindo y tierno que les pongo nombre a las cositas como un niño pequeño con problemas afectivos. Y maldito sea Catalino Caravaca, que se ha puesto enfermo y me ha metido en este lio. No debo meterme en la cama con el pelo mojado, no debo meterme en la cama con el pelo mojado, no debo meterme en la cama con el pelo mojado, no debo meterme en la cama con el pelo mojado, no debo meterme en la cama con el pelo mojado, no debo meterme en la cama con el pelo mojado, no debo meterme en la cama con el pelo mojado… repito este mantra mientras trato de peinarme como los modelos de Calvin Klein.

Me desepero, pongo los ojos en blanco, después observo al chico palido de pelo castaño y ojos azules exageradamente grandes que me hacen lucir como si estuviera drogado o ido que me mira y me rindo. Mi única opción es aplicarme mucho gel en este pelo rebelde y confiar en estar medio presentable. Voy a hacer una entrevista, asi que lo importante es como luzca yo, por eso he dedicado estas horas de mi patética existencia a tratar de peinarme cuidadosamente que no a entrar en antecedentes sobre el millonario que entrevisto personalmente como un favor a mi amigo Catalino Caravaca.

Cato es mi compañero de piso, y ha tenido que pillar un resfriado precisamente hoy. Obviamente, un poco de cuerpo cortado y escurrimiento nasal lo convierten en un discapasitado a punto de morir, incapaz de hacer su trabajo, pero eso si, incluso al borde la tumba luce guapísimo, con su nariz hinchada y enrojecida, con sus ojos que al mismo tiempo son brillantes y verdes y llororos y enrojecidos, su pelo rubio rojizo perfectamente peinado aunque el script pone que no ha salido de la cama y usa: piyama rosa con estapado de perritos para usarse cuando tienes un resfriado, con gorrito a juego.

-Ano, lo siento. Tarde: nueve meses, que es lo que tarda gestante una hembra del genero humano, en conseguir esta entrevista. Si pido que me  cambien el dia tardare otro: seis meses (notese la concordancia de meses) en conseguirla y ambos estaremos graduados. Por favor… - me suplica Cato con su voz mormada por el resfriado.

-Claro que ire Cato, vuelve a la cama. ¿Quieres una aspirina o un paracetamol? – pregunto mandando al diablo todas las recomendaciones contra la automedicación.

-Un ibuprofeno, por favor. Aquí tienes las preguntas y la grabadora. Solo tienes que apretar aquí – me enseña el botoncito que debo apretar para grabar pues soy subnormal y no se usar los aparatos maravillosos de esta época moderna. Inclusive nunca he tenido uno, ni computadora ni celular ni mp3 ni siquiera una calculadora de las que funcionan con energía solar y sirven para sumar, restar, multiplicar y dividir: las cuatro operaciones fundamentales de la aritmética.

-No se nada de el – murmuro sin especificar persona ni tiempo.

-No te preocupes Ano, para el final de esta primera parte de la trilogía ya sabras que le gusta follar… duro, que es un hijoputa putero casi puto casi adicto al puto crack, que no se corta las uñacas de los pies , que escucha a Demien  Rice, que tiene pernil  en vez de pierna como si fuera un jamon, que cuando quieres pagar la cuenta en el restaurante grita como un macho alfa “¿Acaso quieres castrarme del todo?”, que toca el piano en una burbuja de luz, que es emo, que frunce el ceño como tu…

-Vale, vale Catalino Caravaca, córtalo, que tengo que manejar: 2 horas a la ciudad de Seattle, Estados Unidos.

-Sal ya. (pimienta después) el viaje es largo. No quiero que llegues tarde. (las construcciones gramaticales sencillas y cortas son clave para interpretar este libro, y nos dan una idea de las grandes  capacidades como autora de su autora, además de su elección narrativa en primera persona y tiempo presente. Todo dificilísimo, si se fijan.)

-Vale, vale, me voy. Te prepare una sopa maruchan para que te la calientes. Te deje una peli porno en el maravilloso aparato reproductor de deuvedés marca LG para que te la calientes.

Le lanzo una sonrisa y salgo. Solo haría algo asi por Cato. No puedo creerme que me haya dejado convencer. Pero Cato es capaz de convencer a cualquiera de lo que sea. Sera un excelente periodista, ya que no telepredicador, político, vendedor de seguros o cualquier otra profesión mas acorde a sus capacidades de convencimiento. Sabe expresarse y discutir, es fuerte, convincente y guapo. Y es mi mejor amigo. Y estoy enamoriscado de el sin darme cuenta, pues como virgen mas virgen que el aceite de oliva extra virgen y de mentalidad victoriana que no me permito expresar mis deseos sexuales es imposible que acepte mis deseos homoyuri-eroticos por Catalino Caravaca.

Conduzco prudentemente en mi viejo Volkswagen Escarabajo llamado Wanda, en honor a mi personaje favorito de Los padrinos mágicos  y la ciudad de Seattle me impacta porque soy como un campesino primitivo transportado mágicamente a la modernidad, un anacronismo andante que suelta frases anacrónicas como “recibi una epistola” para decir que me llego un email, aunque no tengo computadora.

El edificio de cristal y metal del señor Gay me parece la ultima maravilla de la arquitectura, modernísimo, de vanguardia. Yo creo firmemente que si veo la opera de Sidney me cago.  Para que ir tan lejos, con ver la Torre Latinoamericana de Mexico DF me cago.

Unas rubias producidas en serie: fruncen el ceño y me ofrecen amablemente algo que beber. Como no pedi cicuta, asi habría ahorrado a la humanidad tres libros contando mi liberación sexual. Ya verán que liberado estoy al final del tercero: embarazado, sin zapatos y cocinando para el señor Gay porque “sus pasivos cocinan”. Tambien le hago las mamadas mientras mira el futbol.

Pienso autocompasivamente que no pertenezco a un lugar tan sofisticado cuando la puerta del despacho de madera de roble con un una pequeña imperfección como si una hormiga la hubiera mordido del señor Gay se abre y los lectores y las lectoras se llevan el susto de su vida al leer que sale un hombre afroamericano, pues a pesar de tanto rollo progre contra el racismo y la desigualdad de los sexos no hubieran leído mi novela si mi coprotagonista hubiera sido un negro. Total, lo de la polla grande lo logra mi autora haciendo repetidas menciones a los largos dedos de las manos del señor Gay.

Sale el hombre de color subsahariano y aparece un megaempresario megatriunfador que es tan guapo que quita el aliento. Al mirarlo se me seca la boca, se me frunce el ceño, se me frunce el culo, se me eriza el vello y me la suda masivamente. Parpadeo.

-Adelante, señorito Caravaca.

Habla y su voz es como un bombon de chocolate y caramelo. Siguo con estas comparaciones tan lógicas, en el mismo campo semántico. Camina y su andar es como una canción de rock indie.

Estoy tan embobado viéndolo que caigo como una mierda al entrar en su despacho. Muero de vergüenza. Unas manos amables y grandes me levantan.

-Soy Christian Gay, ¿esta bien?

Muy joven, muy atractivo. Muy atractivo. Christian Gay lleva puesto de ropa: elegantismo traje gris, camisa blanca, corbata negra, pantaloneta gris y bóxer amarillo. Se puso un suave desodorante y se peino el pelo rebelde color cobrizo. Sus ojos son brillantes y grises, nada mas. No enrojecidos ni hinchados. Si este tipo tiene mas de treinta años soy bombero. Parpadeo al ritmo de los latidos de mi acelerado corazón. Parece que les hiciera señales aéreas a las moscas para que aterrizen en mi nariz, la cual, por cierto no describo.

-El señorito Caravaca esta indispuesto, asi que me ha mandado a mi.

-¿Y usted es…

Su voz es calida como una taza de cacao con marshmallows. Parece divertido, pero su expresión impasible no me permite asegurarlo. Estas complicadas expresiones faciales pueden facilitárseles de imaginar si piensan en mi como físicamente parecido a Shia Labeuf y a Christian Gay como un Daniel Craig que además recibió lecciones de actuación por Chuck Norris.

Me toma tiempo recordar mi nombre.

-Anastasio Steel, Ano para los amigos.

-Ya veo… - se limita a responderme.

En la pared de la puerta 36 cuadros pequeños forman una especie de mosaico cuadrado.

-Son muy bonitos. Elevan lo cotidiano a la categoria de extraordinario. - murmuro distraido, tanto por el como por los cuadros. Cuando acabo de conocer al guapetas de mi vida suelto frases que tratan de emular a Goethe. O a Poe: el chiste es que parezca trascendental y profundo.

Surte efecto porque Gay me mira interesadamente.  Se me cae la grabadora. Lastima de tu maravillosa Sony, Cato. Lo entrevisto. No reproduzco el contenido de la entrevista porque estoy en tratos con los editores de “El monje que vendio su Ferrari” para que dicha entrevista sea el próximo bestseller de autoayuda financiera.

Me voy al carajo.

 

Continuara...

Tal vez…

Si soporto la tortura de leer pedacitos del original…

 

 

Notas finales:

Traté de imitar al original hasta en la falta de acentos, palabras mal puestas y errores de dedo en general.

Gracias por leer. De verdad, gracias. Al original no se les ocurra asomarse a menos que tengan un cerebro a prueba de idiotizacion y estomago para todo.

Kiitos!


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