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El Regreso de los Escorpios por Nikiitah

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Notas del capitulo:

Los personajes no me pertencen, son propiedad de Masami Kurumada y Shiori Teshirogi, yo solo los utilizo por diversión =)

X.- Historia vivida

 

Radamanthys jamás creyó que llegaría el día en que daría su vida por un hombre que no haya sido Kagaho, pero el destino era tan cruel. Justo cuando más quería alejarse de aquellos recuerdos éstos venían a joderlo otra vez. Miró por encima de su hombro el rostro aniñado de Ikki, su siempre fría y a la vez caprichosa mirada había desaparecido. Sus parpados guardaban celosamente sus ojos azules, lo que daría por que estos ahora estuvieran mirándolo con su típico brillo de superioridad.  Miró de nuevo hacia adelante y siguió corriendo. Su mente era un caos al igual que su corazón. La mirada que Kardia le había dirigido minutos atrás antes de salir no era por que estuviera preocupado. Kardia sabía su pasado con Kagaho, el muy bastardo sabía cada paso que daba, y no solo de él, si no del todo el reino y eso le estaba jodiendo. A pesar de que su rey confiara plenamente en el descendiente de Arles, él no lo hacía, era como si todo hubiera sido planeado cruelmente por el destino. Decidió distraerse, dejar de pensar en Kardia, y su origen. Con cada paso que daba el cuerpo de Ikki perdía su usual calor, su respiración empezó a hacerse irregular y eso era peligroso. Por primera vez en toda su vida se le hizo tan larga la salida del reino de los hielos.

 

“Resiste mocoso…” susurró empezando a jadear. Se detuvo y miró a su alrededor. Radamanthys tenía... ¿Calor? ¡Pero si estaban en un país bajo cero!

 

“¿Ocurre algo Rada?” preguntó Aiacos deteniéndose junto a Minos. Una fuerte neblina empezó a aparecer sin dejarles ver el camino.

 

“¿No lo sienten?” ambos se miraron entre sí sin entender a qué se refería, pero en eso Minos puso una cara horrorizada y usando ‘La Marioneta Cósmica’ los quitó del camino. “¡Minos!”

 

“¿Qué te ocurre idiota?” gritó Aiacos, que había caído en los brazos de Minos.

 

“Una rosa.” Susurró con voz sombría. Aiacos parpadeó confundido mirando hacia la dirección donde miraba el peliplateado. Efectivamente, había una rosa carmesí.

 

“¿De dónde salió?” susurró frunciendo el entrecejo. Miró hacia Radamanthys y luego a Minos que miraban hacia al frente.

 

“Tanto tiempo sin verte, Minos.” La voz carente de emoción se pudo escuchar alrededor. Minos empezó a fruncir más el entrecejo que Aiacos creyó que se le partiría la cara en dos.

 

“Albafica” susurró. Un fuerte viento les golpeó la cara, dejando notar la presencia de dos hombres. Los tres cerraron sus ojos cuando la neblina empezó a arremolinarse, cuando se esfumó por fin el rostro de Minos se volvió frío.

 

Frente a ellos había un hombre de cabellos largos y celestes, su piel nívea podía competir contra la misma nieve, y sus ojos que podría compararse con los glaciares, tan fríos. Era un hombre de gran atractivo, que incluso podía competir con la belleza de la familia real de los hielos. A su lado, un muchacho de cabellos cortos azules, más alto, tal vez con dos centímetros, era todo lo opuesto. Mostraba una sonrisa burlona y sus ojos chispeaban con emoción, Aiacos apretó su mano que estaba en el pecho de Minos, no le gustaba lo que veía, en una de las manos del peliazul tenía lo que parecía ser fuego azul.

 

“¿No piensas saludarme? ¡Vaya! Creí que tenías modales.” Dijo con burla, dio un paso hacia adelante y mostró una fría sonrisa. “Veo que Aiacos te perdonó tu falta.”

 

“Maldito” masculló “¿Qué haces aquí?”

 

“Vengo a matarte.” Dijo como si nada, agarró una rosa roja, admirando la belleza de su más preciada arma “Recuerdo que hace un año te salvaste del veneno de mi sangre, pero esta vez todo será diferente.”

 

“¿De qué habla Minos?” preguntó escuetamente Radamanthys, acomodando el cuerpo de Ikki en su espalda.

 

“¿No se lo has dicho?” Albafica ensanchó su sonrisa, soltando una fría carcajada. “Éste hombre aceptó matar a una mujer, solo si yo le entregaba mi amor.”

 

Aiacos agrandó sus ojos por la sorpresa, el dolor y el odio que en ese momento sintió volvió a aparecer. Se mordió el labio inferior tratando de relajarse ¿por eso había matado a su fiel amiga?

 

“Lo hiciste por eso” susurró con voz sombría, Minos agachó la mirada, no podía verlo a los ojos. “¡Responde carajo!”

 

“Fui engañado… Aiacos yo…” al alzar la vista se encontró con la fría mirada de su amigo.

 

“Aunque me encantaría escuchar la trágica historia de amor de ustedes, te recomendaría Radamanthys que te adelantaras, la vida de ese chiquillo se extingue cada segundo que estas aquí.” Habló el hombre que estaba junto a Albafica.

 

“Manigoldo tiene razón. Nosotros solo estamos aquí por ese par.” Dijo señalando a Aiacos y Minos.

 

“Vete Rada.” Habló decidido Aiacos. “Kardia confía en ti, además diste tu palabra para salvar a ese chiquillo.”

 

“Sí…” dijo dubitativo. Miró hacia Albafica y Manigoldo y preguntó. “¿Por qué no me matan también?”

 

“Muy simple” la voz de Manigoldo se escuchó, poniendo una mano en su pecho amplió su sonrisa. “Yo soy el ángel de la vida, Manigoldo, fui encargado por la misma muerte el deber de proteger a los descendientes del reino del fuego. Y ese chiquillo que traes en tu espalda es hijo de Arles, por lo tanto es mi deber mantenerlo a salvo. Ahora… ¡Largo!”

 

Radamanthys dio una última mirada a sus hermanos de armas y se fue. Debía llegar rápido, la vida de Ikki dependía solamente de él. Manigoldo que lo miraba marcharse sonrió aún más.

 

“Ahora que se fue hay que cumplir nuestra misión” susurró Albafica, donde un aura dorada empezó a rodearle, al igual que Manigoldo.

 

Minos y Aiacos se preparaban para atacar, no sin antes Aiacos preguntar el motivo por el cual mataron a su fiel amiga.

 

“¿Por qué a Violate?” preguntó. Albafica miró a Minos e hizo una mueca indiferente.

 

“¿Se lo dices tú, o se lo digo yo?”

 

“Aiacos…” susurró Minos, captando la atención del aludido. “Él utilizó mi momento de debilidad. Violate había llegado a reino de los hielos en esa época y tú me ignorabas por estar con ella. Incluso preferías quedarte horas a su lado que permanecer al mío. Sentí celos, sentía soledad. Entonces llegó Albafica, me dijo que ella trataba de alejarte de mí, y él, prometiéndome su amor me manipuló para que la matara.”

 

 

 

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

 

 

 

HACE UN AÑO ATRÁS

 

 

 

Un grito desgarrador y sangre esparciéndose por todo el lugar. Miró sus manos pálidas, ahora manchadas por el líquido carmesí de la sangre. Una sonrisa algo torcida surcó en su rostro. Lo había hecho. Había matado a esa mujer que tantos dolores de cabeza le había causado. Miró el cadáver que yacía sobre el frío suelo rocoso a unos centímetros de sus pies. La mujer tenía los ojos abiertos y los labios entreabiertos. Su cuerpo estaba deforme, pero era normal. Su técnica le había roto todos sus huesos hasta hacerlos trizas. ¡Era toda una obra de arte!

 

Una risa fría y llena de odio resonó por los alrededores.

Se acercó con parsimonia y agarró de los cabellos color vino, su rostro blanco ahora se encontraba pálido y frío.

 

“Por fin estás muerta perra.” Susurró extasiado. Arrojó el cadáver lo más lejos que pudo, cayendo en un golpe seco.

 

Sacando un pañuelo, empezó a limpiarse la sangre de sus manos con parsimonia. Unos pasos y el crujir de una rama lo hicieron voltear. Hasta ahora, recién se daba cuenta que la había seguido hasta el bosque.

 

“Has hecho un gran trabajo.” Habló esa persona. “¡Impresionante!”

 

“Todo por complacerte, querido.” Dijo con una sonrisa maliciosa. “Ahora si podrás amarme por el resto de tu vida.”

 

El muchacho no dijo nada, acercándose hacia el cadáver de la mujer examinó con cuidado cada centímetro de la piel.

 

“¿Qué hiciste?” preguntó en un susurro con indiferencia.

 

“La torturé con mi Marioneta Cósmica.” Dijo soltando unas carcajadas. “Hubieras visto, la idiota gritaba piedad, fue maravilloso. Jamás creí que esa musculosa pudiera si quiera conocer la súplica.”

 

El muchacho se levantó sin emoción alguna, era unos centímetros más bajo que Minos pero aun así su presencia era de temer. Según había escuchado, había asesinado 9999 personas en menos de 5 años ¡Era todo un record! Aunque solo hayan sido viles ladrones o asesinos.

 

“Y dime Albafica.” Continuó hablando Minos. “¿A dónde iremos hermoso?”

 

“Vuelve a decirme hermoso, y el siguiente en morir serás tú.” Susurró sombríamente.

 

“¡Ok! Pero es inevitable no decirte así.” Se fue acercando hacia el menor, pero Albafica se alejaba con tranquilidad. “Tsk. Maté a la idiota que quería embrujar a Aiacos por ti, y ahora me rechazas. ¿Por qué?”

 

“Minos, recuérdame ¿Por qué mataste a Violate?”

 

“¡Obvio! Quería alejarme de Aiacos ¡Ya te lo había dicho!”

 

“¿Qué sientes por Aiacos?” Minos frunció el entrecejo fastidiado ¿a que jugaba Albafica? “Responde.”

 

“Lo amaba… pero ahora te tengo a ti ¿no?”

 

“¿Lo amabas?” dijo Albafica frunciendo el entrecejo. “¿Ya no lo amas?” La mirada fría y penetrante de Albafica, incomodaba bastante a Minos, que desviando la mirada, susurró.

 

“Aun lo amo.” La expresión de Albafica cambió radicalmente a una más suave, incluso le pareció ver rastros de alegría. Eso sorprendió al albino que se había quedado mudo.

 

Era la primera vez que veía sonreír a Albafica desde que lo conoció, generalmente su rostro, sus ojos, mostraban una tristeza infinita que nunca supo entender, pero ahora… era todo lo contrario ¡sonreía! Y vaya que tenía una hermosa sonrisa. Albafica miró hacia el cielo y esperó con una ligera sonrisa la llegada de ese ser. Minos no entendía nada de lo que pasaba, más cuando vio como las nubes empezaban a arremolinarse sobre el cielo, y el viento antes calmado, desatara su furia contra ellos, tuvo terror. Por alguna extraña razón la temperatura empezó a bajar considerablemente, notándose algunos bloques de hielo.

Toda su vida había crecido en el mundo de los hielos, pero jamás creyó que un una isla donde siempre el sol estaba presente se volviera en segundos un bloque de hielo.

 

“¡Albafica!” gritó el nombre del menor, que estaba rodeado por una espesa neblina. “¿Qué está ocurriendo?”

 

Intentó hacerse paso, pero era inútil. Mientras más intentaba acercarse, algo impedía su encuentro con el peliceleste.

 

“¡Albafica!” volvió a gritar, la piel empezaba a rasguñarse con cada paso que daba, era como sentir miles de cuchillas intentando penetrar su piel.

 

Cuando por fin pudo estar al lado del más joven sus ropas estaban hechas jirones y las heridas manchaban de un bello carmesí cada prenda. Albafica no tenía ni un solo rasguño, su mirada mostraba algo de ansiedad y en su rostro había una sonrisa dibujada. Siguiendo el lugar hacia donde miraba se sorprendió de ver el cielo, antes claro, ahora cubierto por un manto negro. Las nubes se habían quedado arremolinadas y el viento seguía golpeando con fuerza su rostro.

En el centro un haz de luz apareció, chocando sobre el cuerpo inerte de Violate. Minos se mantenía impactado mirando como empezaba a levitar el cuerpo de la mujer. Entonces, una figura oscura, algo borrosa, apareció sujetando el cuerpo frío de Violate. Albafica caminó despacio hasta llegar hacia el haz de luz y alzando su mano trató de tocar a la figura.

 

“¡Detente Albafica!” gritó Minos sin moverse. El peliceleste volteó su rostro, mirándolo por encima de su hombro.

 

“¿Por qué?” dijo con una media sonrisa. “He esperado tanto tiempo.”

 

La figura empezó a materializarse en ese momento, dejando ver la anatomía de un hombre alto, de cabellos azules y ojos violetas, vestido solamente con una larga y oscura túnica, representando a la muerte. Al verlo Albafica ensanchó su sonrisa, las lágrimas empezaron a anegarse a sus ojos, queriendo salir en cualquier momento.

 

“Manigoldo.” Susurró con voz ahogada, el aludido sonrió con ternura, acariciando el rostro níveo de su pequeña rosa.

 

“Albafica.” Susurró limpiando la pequeña lágrima que salió de los ojos del menor.

 

“Lo hice…” dijo con alegría “10000 almas.” El rostro de Manigoldo empezó a mostrar una mueca de disgusto al escucharlo.

 

“Alba-chan” dijo con cariño. “¿Por qué jamás me escuchas?” Albafica agachó la mirada sintiendo algo de vergüenza, aunque en su defensa no tenía otra opción.

 

“Porque te amo.” Dijo mirándolo. “Eres el único hombre que he amado toda mi vida.”

 

“Lugonis está decepcionado de ti Alba-chan” dijo con suave reproche. “Pero entiende tus razones.”

 

“¿Y tú?” preguntó temiendo lo peor.

 

“Sabes que respeto la vida… y aunque sé cuáles eran tus intenciones, no lo estoy.” Albafica sonrió y miró de nuevo el cielo. Su rostro volvió a tener su habitual seriedad e indiferencia.

 

“¡He cumplido con mi trato! ¡10000 almas a cambio de la vida de Manigoldo!” gritó con fuerza. “9999 personas padecieron por mi mano y 1 padeció por un humano con sed de sangre que mató a esta mujer que ahora te entrego por sus celos.”

 

En ese momento, el cuerpo de Violate, empezó a brillar, y unas luces blancas salieron rumbo al cielo, mientras que el cuerpo de Manigoldo empezó a materializarse frente a los ojos de Minos y Albafica. El peliazul cerró sus ojos cayendo inconsciente a los brazos del peliceleste, atrás de él la figura de un hombre con una larga túnica negra con decorados plateados apareció. Sus cabellos algo largos de color como la noche y piel tan pálida como los albinos, sostenía en su mano derecha el alma de la mujer.

 

“La vida es efímera para los seres humanos, desperdiciada para algunos y corta para otros. Está es una lección para ti Albafica sucesor de Lugonis y asesino de Manigoldo.” Dijo con voz profunda y seria. Minos que veía a ese hombre se había quedado en silencio. “Durante estos doce años espero que esto te haya servido de lección y el día de tu muerte se juzgara tus crímenes contra la vida.”

 

Dio un vistazo al lugar donde hace doce años Manigoldo murió y sonrió al ver a Minos.

 

“Jamás creí que encontrarías al humano con sed de sangre, capaz de matar sin piedad a la mujer de su amado.” Miró a Albafica que se aferraba al cuerpo de Manigoldo y sonrió, la imagen de un niño de diez años apareció, irónicamente estaban en el mismo lugar. “Hasta nunca, Albafica. El ángel de la vida estará en tus manos, no lo desperdicies.”

 

El viento sopló con más fuerza durante algunos segundos, y cuando por fin se calmó el cielo volvió a su color azul.

 

“Albafica…” susurró Minos sin saber qué diablos había sucedido. “¿Qué está pasando aquí? ¡Habla!” El peliceleste miró a Minos con indiferencia y habló.

 

“Ese hombre era Thanatos.”

 

Minos abrió sus ojos sorprendido. “El dios de la muerte, pero…”

 

“Recuerdas que una vez te mencioné al niño que jugó con la muerte.” Minos asintió con una sonrisa incrédula. “Era yo. Soy ese niño con el veneno en su sangre y asesino del ángel de la vida.”

 

“Me usaste.” Albafica levantó a Manigoldo que aún seguía inconsciente. “Soy un estúpido.”

 

“Mi familia custodiaba junto a los emisarios de Thanatos a los humanos, e interferimos cuando es necesario en la vida de los países del fuego y hielo.” Susurró sin inmutarse ante la mirada llena de odio de Minos. “Si fuera tú, mejor pensaría en una coartada para la desaparición de Violate, Minos.”

 

“Creí en ti, maldito.” Gruñó molesto. “Marioneta Cósmica” Los hilos, empezaron a penetrar la piel de Albafica y Manigoldo, la sangre empezaba a brotar entre los finos hilos.

 

“¡Es hora de pagar por tu crimen Albafica!” gritó con ira. Albafica sonrió de lado y alzó su mano libre, a pesar de sentir como los hilos profundizaban sus heridas y quebraban algunos de sus huesos, no se inmutaría ante ese hombre.

 

“Espinas Carmesí.” Gritó. Miles de agujas de sangre empezaron a clavarse en el cuerpo de Minos.

 

“Arrgh…” gritó de dolor. Su cuerpo empezó a sentirse pesado, mientras que sus ojos empezaron a nublarse, la vista le empezaba a fallar.

 

“Albafica…” susurró apenas Manigoldo, empezando a despertar. “Ya déjalo, no puedes matarlo.”

 

“De acuerdo…” Se levantó, separándose a unos centímetros del peliceleste, sacando de su túnica un frasco con un líquido transparente, lo lanzó hacia el  peliplateado y se dio media vuelta.

 

“Es un antídoto… si aún quieres vivir tómatelo.” Empezó a caminar seguido de Albafica desapareciendo en segundos.

 

Minos se había quedado unos segundos mirando hacia el lugar, donde habían desaparecido aquel par. Sin chistar bebió el brebaje y pudo sentir como el líquido aliviaba su interior. Cerró sus ojos sintiéndose sucio. Debió haberlo imaginado… pero ¿Cómo hacerlo? En su momento de desesperación Albafica había llegado y por el tiempo que se había quedado se había sentido importante. El muchacho de piel nívea había llenado el vacío que Aiacos había dejado.

 

“Aiacos…” susurró el nombre de su amigo, su amor secreto. Miró el cuerpo de Violate y se llevó una mano en la frente. Había matado a esa mujer que era tan importante para Aiacos.

 

“¡Minos!” escuchó la voz angustiada de su tormento, giró su rostro y lo vio junto a Radamanthys, ambos vestidos con sus sapuris. Hizo un intento de sonrisa, solo logrando una mueca torcida.

 

Aiacos se acercó a él y se arrodilló. Su rostro sorprendido se alivió al no encontrar heridas en su cuerpo. Soltó un suspiro cuando Aiacos se percatara de cuerpo de Violate.

 

“Hay algo que debo decirte…” susurró tratando de incorporarse. Aiacos le trató de impedir. Miró de reojo a su amigo rubio y lo vio mirando fijamente un punto en específico. Ya se había dado cuenta del cadáver.

 

“Tranquilo… luego nos dirás que es lo que te pasa.” Susurró acariciando su mejilla con suavidad. Minos lo miró por unos segundos para luego apartarlo. “¿Minos?”

 

“Lo siento… no era mi intención” Aiacos parpadeó un par de veces antes de alzar la mirada y ver el cuerpo inerte de Violate. Volteó a ver a Minos que le dedicaba una triste sonrisa.

 

“La mataste…” Minos agachó la cabeza sin decir nada. Los ojos de Aiacos se agolparon de lágrimas que se negaban en salir y trató de abalanzarse sobre Minos. Radamanthys que ya se había anticipado al problema lo agarró con fuerza. “¡Por una mierda Minos!” gritó con fuerza. “Ella era como una hermana ¡Joder! ¡A ti era quien amaba! ¡¿Cómo pudiste matarla?! ¡¿Minos?!”

 

“Lo… lo siento…” susurró evitando mirarlo. Tanto tiempo tratando de escuchar aquellas palabras ¡Maldito el día en el que conoció a Albafica!

 

“Esto no tiene perdón.” Susurró con voz sombría. Minos alzó la mirada incrédulo. Radamanthys que estaba detrás de Aiacos alzaba la ceja sin comprender lo que pasaba. “Tus disculpas no me van a devolver a Violate.”

 

Separándose bruscamente de Radamanthys se fue directo al país del hielo, sin mirar atrás. Minos sabía que su relación con Aiacos nunca volvería a ser la misma, había roto el frágil lazo que los unía.

 

“Regresemos” susurró sin emoción Radamanthys.

 

 

 

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Aiacos había caído de rodillas al escuchar de los labios del mismo Minos lo que había pasado, se llevó una mano a la boca, evitando vomitar. Anteriormente había matado a muchos hombres, mujeres y niños en nombre del rey de los hielos, pero el tema de Violate era muy distinto. Ella era la mujer más importante en su vida, la consideraba una hermana.

 

“Lo siento…” susurró Minos, Aiacos le dirigió una gélida mirada y se volvió a levantar.

 

“Calla Minos” gruñó “Debemos acabar primero con este par y luego te daré una paliza por la muerte de Violate”

 

“¿Escuchaste Alba-chan?” dijo con una sonrisa burlona Manigoldo. Albafica sonrió apenas y se acercó más a su parabatai (*) “Piensan que nos vencerán tan fácil… que tiernos”

 

“No juegues con mi paciencia” gruñó molesto Aiacos “Ilusión Galáctica” cruzó sus muñecas por encima de su cabeza y concentró su cosmo lanzándoles directo hacia Albafica y Manigoldo.

 

“Tsk” ambos hombres esquivan el ataque, dando un gran salto. Manigoldo en el aire abre la palma de su mano donde un resplandor con llamas azules aparece “Sepultura de Almas”

 

“¡¿Pero qué…?!” grita Aiacos cuando un gran estallido lo envuelve, tirándolo al suelo. Minos que corre a verificar los signos vitales de su compañero sonríe con malicia. Tomando el cuerpo de Aiacos abre las alas de su Sapuri

 

“Aleteo de Plumas Gigantescas” Minos se elevó por los aires moviendo las alas de su Sapuri. El aleteo produce un vendaval de viento huracanado que barre los  alrededores destruyendo todo a su paso, golpeando a Manigoldo y Albafica que vuelan por los aires, cayendo en un golpe seco. “¿Aun creen que somos débiles?”

 

 

 

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Radamanthys que corría a toda velocidad por fin saliendo del país de los hielos se detuvo al sentir el gran estallido de cosmo. Sonriendo de lado al saber que Minos lo tenía controlado, aunque su sonrisa empezó a flaquear cuando sintió el cosmo descontrolado de Aiacos, quiso volver, pero debía ayudar a Ikki. Él confiaba en Aiacos y Minos y sabía que ninguno de los dos arriesgaría al otro. O eso esperaba.

 

“Debo seguir…” en el camino su menté vagó hacia lo que pasaba. Había reconocido a ese par. No por nada era el más fuerte de los tres jueces (**) de los hielos. Su rey le había ordenado averiguar más acerca del pasado de Kardia, encontrándose con ese par en el camino.

 

 

 

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DIEZ AÑOS ANTES

 

 

 

Radamanthys había decidido vengarse, aunque el cuerpo le dolía y le pesaba a horrores sabía que debía ir tras Kagaho y matarlo. Aun sentía su orgullo lastimado al saber que había sido salvado por el primogénito de Arles, el hombre que había matado a sus padres. Y todo se lo debía al idiota de Kagaho. Chasqueó la lengua, furioso. Esta vez él se haría personalmente a cargo de esa familia, pero sobre todo de Kardia, en quien no confiaba del todo. No podía creer esa historia del hijo abandonado a su suerte y menos podía creer en aquella sonrisa que había enamorado a su príncipe.

 

“Tsk” se detuvo en seco al escuchar algunos gritos, ocultando su cosmo caminó hacia el lugar, encontrándose a Kardia que traía el enorme camisón que Krest le había regalado, descalzo. Frunció el entrecejo. La nieve caía sobre ellos y Kardia, quien era intolerante al frío, se encontraba tranquilo. Se asomó un poco más encontrándose a un muchacho de cabellos celestes y ojos cerrados.

 

El joven de celestes cabellos se levantó con parsimonia, vestía ropa negra compuesta de unos pantalones apegados y un abrigo del mismo color. Había abierto sus ojos asustado. Sorprendido. Ese hombre que estaba a sus pies, muerto, era la primera víctima que cobraba. Miró hacía un costado, encontrándose con los ojos azules de su maestro. Ese muchacho un año menor lo miraba con diversión. En ese momento Albafica se daba cuenta que su amigo ya estaba acostumbrado a ver la muerte muy seguido. Kardia se acercó y agachándose, verificó los signos vitales del cadáver.

 

“Me sorprendes Albita” susurró con una sonrisa. “Lo dejaste seco… ¡No hay ninguna gota de sangre!”

 

“La rosa Blanca cumple con esa función…” susurró sin quitar su mirada horrorizada del cadáver.

 

“¡Ya tranquilízate hombre! Has matado a ese asesino por una buena causa ¿o no?”

 

“¿No tienes corazón Kardia?” preguntó en un susurró, dirigiéndole una mirada de fastidio.

 

“Lo perdí desde que volví a este puto reino.” Masculló entre dientes. El viento empezó a soplar con más fuerza, empezando a juguetear con los cabellos azules y celestes, mezclándolos. “¡Mira!”

 

Ambos niños alzaron su vista sorprendidos sin mostrar temor, desde el cielo una luz dorada alumbró el cuerpo inerte elevándolo. Albafica tomó la mano de Kardia apretándola con suavidad esperando alguna reacción del cadáver. Hasta que de su boca una sustancia azul plateada, ni liquida, ni gaseosa  le salía.

 

“¿Qué es eso?” preguntó Kardia, mirando con sorpresa a Albafica.

 

“No lo sé…” confesó Albafica, de la nada atrás del cadáver, la figura de un hombre con túnica apareció tocando esa sustancia azul plateada. “¡…!”

 

“Soy el enviado de la muerte…” se presentó, en ese instante los ojos de Albafica se anegaron de lágrimas al reconocer aquella voz.

 

Radamanthys estaba asombrado. El hombre de la túnica dejó ver su rostro mirando asombrado ambos rostros.

 

“Kardia… Alba-chan…” miró el cadáver y una sonrisa amarga surcó “¿Quién de los dos acabó con su vida?”

 

“Fui yo” dijo Albafica. Radamanthys no entendía nada. Kardia lucía aquella sonrisa confiada que le crispaba los nervios.

 

“Albafica… Este hombre representa a tu primera muerte solo te falta 9999 más y el contrato con la muerte culminará.” Se levantó con el alma del muerto, ya no había necesidad de abordar. “Nos vemos en la próximas muertes…”

 

“No te vayas ¡Manigoldo!” gritó Albafica, sintiendo como su corazón volvía a oprimirse “Lo siento…”

 

“No hay nada de que disculparse Alba-chan… los accidentes siempre pasan…”

 

Hubo un silencio cuando Manigoldo desapareció. Radamanthys quiso irse, pero lo que dijo ese hombre lo ponía alerta.

 

“Entonces nos vemos luego…” dijo con simpleza Kardia “¡Vamos Albita! Volverás a ver al crustáceo muy pronto.”

 

“¿Por cuánto tiempo Kardia?” preguntó captando no solo la atención de Radamanthys sino la de Kardia, quien sonrió extrañamente.

 

“Yo te avisaré cuando el día llegue. No te preocupes por ello, amigo.” Se acercó a Albafica poniendo una mano en su hombro. “El barco está a punto de zarpar, deberías apresurarte o no podrás ir al Earthland.”

 

“Lo sé…” le regaló una sonrisa apagada, que fue correspondida por Kardia. “Cuídate Kardia… no confíes en los hombres del reino de los hielos.”

 

“Siempre” Albafica dio media vuelta desapareciendo entre la frondosa vegetación. Solo en ese entonces, la sonrisa de Kardia desapareció girando hacia donde estaba Radamanthys. “¿Nunca te han dicho que espiar es malo?”

 

“No cuando eres el hijo de Arles” gruñó “¿Qué planeas?”

 

 “Solo ayudo a mi amigo, Radamanthys.” Sonrió con inocencia.

 

“A mí no me engañas… no creas que estoy agradecido de que me salvaras aquella vez.”

 

“No espero un agradecimiento cejota.” Dio media vuelta. “Iré a ver a Degel y a Camuchis, han de estar preocupados por mí.”

 

“Kardia…” el muchacho volteó y mostró una sonrisa torcida.

 

“No te metas en mi camino Radamanthys… no soy el enemigo. No soy Kagaho.”

 

 

 

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Se detuvo para mirar alrededor. El reino de los hielos ya había quedado atrás y lo único que le faltaba atravesar es aquella barrera. Cuando apenas pisó un pie fuera de la protección la realidad lo golpeó. El Earthland era tan diferente a lo que él recordaba. Antes eran puros pueblos con gente que trabajaba bajo el sol todas las mañanas y se reunían en las noches para contar anécdotas. Los niños jugueteando con una rama y una pelota, mientras que los adolescentes varones ayudaban a sus padres y las jovencitas se convertían en mujeres y practicaban sus modales.

Saltó hacia la orilla donde el barco que lo llevaría hacia la isla del fénix lo esperaba y bajó a Ikki.

 

“Es malo hacer esperar, Radamanthys de Wyvern.” Escuchó una voz a sus espaldas. Al girar se encontró con un muchacho de aspecto inocente, de cabellos rubios y largos, con los ojos azules más puros que hubiera visto. Eso le dio cierto asco.

 

“¿Quién eres?” gruñó aferrando más el cuerpo de Ikki contra el suyo.

 

“Mi nombre es Alone, soy la mano derecha de Kagaho y vengo ante ti, Juez Wyvern, por un mensaje de su parte.”

 

“Ya estoy en camino…” dijo sin darle importancia.

 

“No es por eso” dijo con una sonrisa. “Solo es una advertencia o mejor dicho te está dando una oportunidad.”

 

“¿Qué?” Radamanthys se sorprendió ante eso. ¿Qué planeaba Kagaho?

 

“Como sabes Kagaho fue quien le hizo esto a Ikki. Y sabes que ambos son un alma dividida.” Explicó con tranquilidad Alone. “Mi señor Kagaho quiere que te unas a él y así vencer juntos a Arles y de paso asesinar a Kardia.”

 

“¿Por qué debería confiar en ustedes?” masculló escupiendo cada palabra. “No confío en Kagaho ¿Cómo no sabré si después de eso no me asesina a mí?”

 

“Por qué te ama…” susurró con voz sombría, que no pasó desapercibida por el rubio. “Te quiere a su lado. Incluso dijo que aceptara a tus amigos, Aiacos y Minos que ahora deben de estar padeciendo los ataques de Albafica y Manigoldo.”

 

“¿Qué tanto sabes de ellos?” se acercó amenazante ante Alone, que aún mantenía su rostro sereno.

 

“Muy simple mi querido Radamanthys.” Se acercó al más alto y posó una mano en su rostro. “Nada es lo que parece… y déjame decirte que si no aceptas esta unión con mi señor, muchos morirán, incluso se podría decir que sería el fin de ambos reinos.”

 

“¡Suéltame!” gritó dándole un manotazo. Alone empezó a elevarse aun manteniendo esa sonrisa en su rostro.

 

“Vendré a verte cuando pises el suelo de la isla. Espero que aceptes Radamanthys…”

 

“Imbécil…” susurró al verlo desaparecer. Miró hacia la isla que ya estaba oculta por la barrera y se dejó caer. Miró com Ikki aún seguía inconsciente y suspiró. ¿Qué iba a hacer?

 

 

 

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“¡Te lo digo Aioria! Hay algo que no me gusta en todo eso” gruñó Deathmask que lucía alterado. Aioria por su parte solo rodeaba los ojos y volvió a leer los informes que habían sido entregados por Afrodita esa misma tarde.

 

Mientras que los príncipes Ikki y Milo aun estuvieran ahí, él y Deathmask debían quedarse en el reino de los hielos hasta que se les diera la orden de volver. Para Deathmask el frío no le era tan importante, a diferencia suya que estaba tan acostumbrado al calor del reino del fuego.

 

“¡Ya cállate!” gritó exasperado. “¡Esto es una biblioteca!” su amigo peliazul iba a abrir la boca pero la volvió a cerrar. Aioria que alzó una ceja interrogante recibió un golpe en la cabeza. “¿Pero qué mierda…?”

 

“Lo mismo es para ti, hermano de Aioros.” Al reconocer esa voz no pudo evitar fulminar con la mirada a Death, que inventando una excusa salió en busca de algún libro.

 

“¿Por qué solo me reclamas a mí?  El idiota que se acaba de ir también gritaba.” Masculló entre dientes.

 

“El único que gritó fuiste tú. Y si no te gusta como son las cosas vete de una vez.”

 

“Eres un maldito aburrido Shura.” El azabache se detuvo y sonrió con ironía ¿Cuántas veces había escuchado ya eso? Giró su rostro sin emoción alguna y sacó una nota de su bolsillo entregándoselo a Aioria. “¿Qué es eso?”

 

“Un tal Seiya lo dejó para ti, dijo que era importante” se dio media vuelta y siguió su camino, bajo la atenta mirada de Aioria que suspiró.

 

Shura era el único en todo el reino de los hielos (aparte de los príncipes) que se había acercado a ellos y los había ayudado. Incluso les dio un techo donde vivir. A diferencia con Deathmask, con quien siempre solía beber algunas copas, con él era todo lo contrario. Le exigía el doble, y solo porque le debía a su hermano Aioros, su gratitud. Soltó un suspiro resignado y se le quedó mirando.

 

“¿Y? ¿Se lo dijiste?” preguntó interesado el mayor.

 

“No… y nunca se lo diré.” Se levantó de la mesa “Debemos irnos… Afrodita y Aioros nos esperan.”

 

“¿Qué? ¿Pasó algo con el reino del fuego?” preguntó sin mucho interés.

 

“No…” Death miró a Aioria interrogante y acercándose pudo saber lo que pasaba. Al parecer sus temores eran ciertos, él había llegado, pero… ¿Cómo?

 

“Tal parece que cejotas no mentía…”

 

 

 

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Kardia miraba el cielo que empezaba a oscurecer. Al parecer la pelea de Albafica y Manigoldo contra Minos y Aiacos ya había comenzado. Lo único que faltaba era esperar a que fuera el momento indicado para que todo lo que había hecho se cumpliera. Fueron los más largos 12 años.

 

“¿Papá?” la vocecita de su hijo lo sacó de sus pensamientos. Volteó sonriéndole con cariño. Su hijo sonrió y se abalanzó a sus brazos. “¡He visto a alguien idéntico a ti!”

 

“Ahhh viste a Milo… ¿por qué no vas junto a tu hermano y se presentan formalmente, Hyoga?”

 

“¡Claro!” el pequeño rubio salió corriendo hacia la puerta que fue abierta por Degel que miraba curioso como su hijo corría.

 

“¿Qué le dijiste?” preguntó al ver como Kardia miraba el jardín.

 

“Van a conocer a Milo. Después de todo es su tío.” La sonrisa de Kardia, aquella que no había visto en años, la que antes tanto temían, ahora no le incomodaba. Se acercó a su amado y dándole un casto beso lo abrazó por la espalda.

 

“Después de tanto tiempo…” Ambos compartieron aquella sonrisa, que tal vez a muchos no les gustara…

Notas finales:

Comentarios de la Autora:

¡¡Holaaaaaaaaaaaaaaa aquí yo!!

Primero quiero pedir disculpas por la tardanza u.u ayer iba a publicar pero no pude terminar a tiempo el final -3- eso y que me mandaron al último minuto a hacer un trabajo para hoy ¬¬U

Por cierto, he de decir que esta historia ya está en sus últimos capítulos OwO y que pienso acabar primero con éste fic y luego continuaré los otros, creo que avanzaré el de El Rapto de Kardia y ¿A quién Amo? (que son los fics que he avanzado mas XD)

(*) Parabatai: Los Parabatai son un par de guerreros Nephilim que luchan juntos como compañeros para toda la vida, unidos por un juramento, independientemente de su género. Su vínculo no se refleja sólo en su cercanía y la disposición a dar la vida por el otro, sino también en el juramento y un jurado delante del Consejo.

(**) A Minos, Aiacos y Radamanthys les dicen los jueces por las matanzas que cometieron por el reino de los hielos.

En fin, gracias por tomarse su tiempo de leer y no olviden dejarme un reviews para saber si les gustó o no. SOLO CRÍTICAS CONSTRUCTIVAS.

 

Se despide Nikiitah.


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