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El Regreso de los Escorpios por Nikiitah

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Notas del capitulo:

El tercer capi!!!!! 

III.- Partida

 

Sus pies caminaron con lentitud por todo el largo pasillo de su casa. Su mente aun estaba pensando en su hermano intentando recordar aquellos ojos azules tan cálidos que lo hacían sentir vivo, deseaba poder recordar más de él, pero el recuerdo de Kardia se perdía entre la vasta oscuridad, cayendo por un pozo profundo y enterrándose en lo más profundo de su mente. Los cabellos azules tan idénticos a los suyos jugueteaban entre el viento, y la fría brisa acariciaba el rostro claro. Nunca podría recordar su rostro, pero si su largo cabello alborotado, recordaba que le encantaba mirar siempre y agarrar cada hebra entre sus pequeños dedos, Kardia solo lo miraría y le sonreía y así seguirían hasta que los dos empezaban una guerra de cosquillas en donde él siempre perdía por la fuerza del mayor y caía agotado sobre el lecho, aferrado a su hermano mayor. Una solitaria lágrima recorre su mejilla al pensar en su infancia, anhelaba poder regresar a aquellos días de nuevo con su hermano. Perdido en sus pensamientos, no presta atención cuando el barco, que lo llevaba de vuelta a aquel que un día fue su hogar, anunciaba su llegada.

 

Abrió lentamente sus ojos, mostrando las turquesas que tenía, admirando cada detalle del gran castillo que se alzaba majestuoso sobre el pueblo. Los pueblerinos murmuraban entre ellos al verlo, Milo no sabía si se refería a aquella ropa extraña que llevaba del Earthland, o a que lo hubieran reconocido como el hijo menor del rey. Después de todo, su hermano siempre era el preferido por todos.

 

Las grandes puertas del castillo se abrieron dejando ver en el centro del jardín, la majestuosa estatua de Hades, se detuvo a admirar los ojos de su antiguo dios, preguntándose porque nunca más regresó a la tierra, o por lo menos porque nunca pudo librarse de su encierro. Los sirvientes que lo miraban, estaban sorprendidos, algunos lo reconocieron de inmediato, mostrando sus respetos, mientras que los más jóvenes quedaban hipnotizados por la belleza de aquel hombre, uno de ellos, el más viejo de todos, se acercó con una sonrisa amable. Los ojos de Milo brillaron con intensidad al reconocer al señor Tanaka, el único hombre que los ayudó a escapar a su hermano y a él. Su rostro marcado por las arrugas y sus ojos chispeantes no se borraban a pesar de tener algunas cicatrices en su rostro.

 

— Milo... muchacho... ¿por qué regresó a este infierno? —susurra el cansado hombre, el menor sintió como una daga se clavaba en su corazón al ver al hombre que por muchos años había velado por su bienestar y por la de Kardia.

 

— Debo encontrarlo... Kardia, sé que Arles tiene su ubicación. Kido jamás me lo quiso decir, ellos siempre han esperado por este día, pero aún así... yo no me dejaré vencer.

 

— Igual de testarudo que Kardia —rió bajito el anciano, tosiendo un poco al terminar, Milo frotó su espalda y lo mira preocupado, era difícil pensar que aquel frágil hombre una vez fue uno de los más poderosos soldados de su padre.

 

— ¿Vio a Kardia? —pero su pregunta jamás fue contestada. Dos hombres altos de pieles morenas y algo calvos se acercaron a ellos. Rápidamente los reconoció como Cassios y Tatsumi, haciendo una mueca de desagrado los siguió.

 

Si esos hombres estaban ahí, eso significaba que su padre estaba ansioso de verlo de nuevo. Por encima de su hombro mira por última vez al viejo Tanaka, suspirando con resignación al verlo caer de rodillas, siendo ayudado por los jóvenes sirvientes.

 

El castillo estaba como o recordaba, sin vida. Las paredes oscuras y los cuadros espeluznantes nunca dejaban de darles la bienvenida, sin duda alguna parecía una de aquellas casas de terror que había en el Earthland, aunque el olor putrefacto de la carne quemándose jamás se sentía en aquellas atracciones. El sonido del vidrio romperse lo sacó de sus pensamientos, carente de sentimientos mira a su alrededor, percatándose de una muchacha menuda de piel clara y cabellos plateados y ojos color miel que miraban atemorizada hacia Arles que tenía una sonrisa torcida. Con un movimiento de manos la chica fue arrastrada por los guardias, ella gritaba y pataleaba, lo miró unos segundos alzando su brazo derecho, esperando inútilmente que lo alcanzara, pero Milo se quedó quieto en su lugar, se había quedado paralizado al ver aquella escena, sintiendo impotencia al saber que no podría hacer nada, o era tan fuerte como para derrotar a Arles.

 

El hombre se levantó de su trono, dejando que los cabellos azules, cayeron como cascadas sobre su espalda y parte de su tórax. Sus rojos ojos miraban cada parte de la anatomía de Milo, no había ningún espacio en donde no fuera escaneado.

 

—Milo me alegra mucho de verte —pronunció luego de varios minutos con una sonrisa.

 

—Padre… —susurra el peliazul, sintiéndose algo idiota por haberlo llamado así, pero aún después de tantos años aún guardaba la esperanza de aquel niño que creía, que no había crueldad en el mundo. ¡Qué equivocado estaba!

 

—Tanto tiempo sin verte has cambiado mucho — dio un paso hacia adelante, logrando que Milo se tensara y le dirigiera una fría mirada. No, más bien una mirada retadora que solía ser la que Kardia le dirigió por última vez antes de desaparecer.

 

—No quiero que te me acerques Arles —sisea— Si he venido es por mi hermano Kardia, ¿adónde diablos lo enviaste?

 

—Te lo diré con una condición —sonríe maliciosamente el mayor, Milo lo miró fastidiado, harto de los juegos de su progenitor.

 

—No me acostaré contigo, así que ni se te ocurra, ya no soy aquel niño débil y temeroso de antes —Arles no quito la sonrisa, su hijo había cambiado, igual de todas formas ya se le ocurriría algo para hacerlo suyo, claro, después de todo era improbable que encontrara a Kardia, y si lo hacía no sobreviviría.

 

—Está bien, tú ganas, él está en el país del hielo —terminado de decir esto se dio media vuelta, Milo alzó una ceja, ¿Qué le pasaba a su padre? ¿No le daría más guerra?

 

—Bien mañana en la mañana iré, espero que mi habitación este tal como la deje —no esperó nada más y se dirigió a la que era su antigua habitación.

 

Por su parte Arles también se sorprendió, pensó que Milo se iría de la isla o se iría de inmediato al país del hielo. Esta era su oportunidad. La oportunidad que quería. De por fin tener debajo de él a su amado hijo, de poder hacerlo al fin suyo, de oírlo gemir como nunca. Con cada pensamiento que surgía dejaba escapar varios gemidos, sin que nadie lo viera metió una mano y empezó a masajear a su ya endurecido y excitado miembro.

 

 

 

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En otra parte del gran castillo se encontraba Milo, caminando hacia su antigua habitación. Las paredes del castillo traen viejos recuerdos y con ellas sentimientos que creyó haber enterrado. Nostalgia, adoración, esperanza. La sonrisa cálida de su madre apareció en su mente, aquella mujer que dio su vida por protegerlo que lo alegraba a su hermano y a él cuando estaban tristes. Kardia jamás le dijo que había pasado con su adorada madre, pero, aunque no se lo dijese ya tenía una vaga idea. Arles. Si no quién más sería capaz de asesinarla. Sí, porque él sabía que su padre la había asesinado. Aunque jamás entendió el por qué. De pronto como si hubiera recordado algo, se detuvo abruptamente mirando con seriedad aquella puerta.

 

Una gran puerta de color negro tallada finamente con emblemas del fénix, sabía que su padre aparte de él y Kardia, Arles tenía otros hijos, pero que por alguna razón nunca llegó a conocerlos. Se quedó viendo la gran puerta por unos segundos más que de pronto se abrió dejando ver a un muchacho de unos dieciséis años, alto elegante, con piel morena, rasgos muy masculinos y serios, ojos penetrantes que con una sola mirada lograba paralizar a su oponente de color azul, una pequeña cicatriz en su ojo izquierdo, cabello azul al igual que el suyo, el muchacho no se dio cuenta de la presencia de Milo y chocó con él.

 

—Disculpe no lo vi —una voz grave y sedosa salió de aquellos finos labios. Definitivamente era hijo de Arles. Todo un príncipe.

 

—Descuida, no debí quedarme parado. —regalándole una sonrisa habló. El más joven lo miró con cierta curiosidad, en otro momento tal vez ya hubiera matado a aquel que lo tocase, pero por alguna razón ese hombre era diferente.

 

— ¿Quién eres? —preguntó el menor frunciendo el ceño, ahora que lo pensaba no sabía quién era y por qué se encontraba cerca de las habitaciones reales. — No deberías estar aquí.

 

—Soy Milo de Skorpios, el hijo del rey Arles, soy… su segundo hijo —el menor abrió sus ojos como plato, ese muchacho que estaba al frente suyo era uno de los hijos mayores de Arles— Y… ¿Tú quién eres?

 

—Soy Ikki el Fénix, el tercer hijo de Arles.

 

Fénix, había escuchado de la familia de muchacho cuando vivía en el castillo, según recordaba, Arles había ido a la isla de la muerte para firmar un pacto para tener en su poder aquella ave legendaria, casándose con la joven hija del rey. Su hermano le había contado que tuvo un hijo con aquella mujer pero tenía prohibido acercársele. Sólo la había visto una sola vez. Era una mujer hermosa de cabellos azules claros y ojos chocolate. Que siempre tenía en su rostro una sonrisa cálida. Lo último que supo de ella era que había desaparecido en uno de los viajes que realizaba junto a Arles.

 

—Bueno creo que al fin nos conocemos, aunque creo que es hora de irme —no quería entretenerse tanto. Mañana tenía un viaje muy largo que realizar y quería estar descansado y despierto. Jamás había ido al país del hielo, pero según los rumores ese lugar solo era hielo puro. Solo esperaba no morirse de frío.

 

— ¿Por qué volviste?

 

Ikki había escuchado por algunos sirvientes, que los hijos mayores de Arles habían escapado del reino hace doce años, nunca supo el motivo, pero tal y como lo dijo una vez su padre, ellos eran considerados traidores. Él jamás creyó en aquellas palabras. Había escuchado hace tiempo que Kardia, el mayor, tenía un fuerte temperamento. Era un ser indomable y peligroso. Algo debió haber pasado para que decidiese salir –huir- de aquí y lo averiguaría.

 

—Por alguien a quien aprecio mucho. Aparte… por las personas que viven en donde fue mi hogar —no le gustaba que las personas fueran tan entrometidas en su vida pero no podía ignorarlo. Él no sabía hasta donde Ikki tenía conocimiento de él.

 

—Deberías irte, es una pérdida de tiempo.

 

—Ya lo sé, es por eso que mañana iré al reino del hielo.

 

Sin esperar una respuesta se fue directamente a su habitación. Una vez adentro se dejó caer sobre la puerta. Estaba agotado y sobre todo angustiado, nunca creyó que volvería a ese lugar, empezó a temblar hasta que escuchó de nuevo la voz de Ikki.

 

—Iré contigo. —esto sorprendió al mayor, pero no dejaría que nadie interviniera, él se encargaría de todo.

 

—No.

 

—No me importa lo que digas igual iré.

 

Y el silencio volvió, vaya que era su hermano, tenía carácter, demasiado, Milo sonrió amargamente, era igual a Kardia, ambos eran testarudos e impulsivos. Vio de nuevo el collar del Escorpión. Saga y Kanon le habían dado la joya para que cuando viera a Kardia para que se lo entregara. Una lágrima solitaria escapó de sus ojos cayendo en el dije.

 

 

-:-:-:-:-:-o…o Flash Back o…o-:-:-:-:-:-:-

 

 

Era imposible no reír ante aquella situación en la que era testigo, los siempre calmados Shaka y Mu, estaba mirándolo molestos e irritados, tal vez la influencia de los gemelos les había hecho cambiar, pero aún así Milo demostró seriedad, no iba a permitir que aquellos dos lo detuvieran. Había esperado 12 años pr reencontrarse con Kardia y ahora no se detendría. Podía confiar en ellos, después de todo, siendo la pareja de los gemelos tenía sus beneficios, y aunque la relación no duró ni un año la amistad que tenían con su familia del Earthland nunca desapareció. A veces hubiera deseado no haber nacido a finales de año, ya que los cuatro siempre lo trataban como un niño, y aunque admitía que a veces actuaba como uno, él era capaz de cuidarse por su cuenta y sobre todo, tomar sus propias decisiones. Terminando de vestirse, miró por última vez a sus ds amigos, sabía que iban a empezar a regañarlo pero debían entender que ya había tomado su decisión.

 

— Sigo pensando que has enloquecido —habló Shaka, mostrando sus ojos como los zafiros. Era la primera vez en mucho tiempo que se sentía intimidado por el rubio.

 

— Debes quedarte, o por lo menos pensar en un plan y no ser tan impulsivo —comentó Mu, ganándose una mirada de reproche de Shaka.

 

— ¡Mu! debemos detenerlo, no alentarlo.

 

— Es imposible detener a alguien tan testarudo como Milo, solo debemos ahora apoyarlo.

 

— ¡Por fin! alguien que me entiende —exclamó el peliazul. Shaka se cruzó de brazos y chasqueó la lengua molesto.

 

— Sigo pensando que es una locura... por lo menos deja que te acompañemos.

 

— No, no quisiera que Arles les hiciera algo.

 

— No somos débiles Milo, somo hombres también ¿o olvidas?

 

—Bueno... —Milo se quedó callado ante la mirada fría de Shaka, sino fuera por Mu, ya hubiera muerto en ese mismo instante. Tragó grueso y soltó una risa nerviosa, cuando iba a disculparse la puerta se abrió, dejando ver a los gemelos con rostros cansados.

 

Saludó a sus hermanos mayores que al verlo dejaron de lado su cansancio. Fue el mayor que se acercó hacia él y lo miró con el entrecejo fruncido.

 

— ¿Adónde vas? —pregunta con seriedad, Kanon que estaba detrás de su gemelo se cruza de brazos.

 

— A ver a Arles.

 

— ¡Estás loco! —gritó Kanon.

 

— Cálmate Kanon, sabíamos que este día llegaría —dijo Saga sorprendiendo a todos, su rostro se suavizó un poco, si Milo había decidido irse al país del fuego no iba a detenerlo, aunque eso le doliera y preocupara. No quería perder a otro hermano. Primero la desaparición de Kardia y luego la de sus hermanos mayores, los gemelos Aspros y Deuteros. Había sido un golpe fuerte para todos, sobre todo para él.

 

Saga que era el mayor de todos, entendía lo que Milo sentía, cuando era un niño, antes de que Kardia y Milo llegaran, Kanon desapareció, Saga desesperado no se detuvo hasta encontrarlo, solo al pensar que jamás lo volvería a ver lo hizo sentir angustiado, molesto y desesperado.

 

— Gracias Saga.

 

— Pero Saga —reclamó Kanon. Saga lo reprocha con la mirada, en ese momento Kanon entendió que era mejor acceder— Está bien hermano.

 

— Toma —Saga le dio a Milo un pequeño collar con el emblema del Escorpión— Antes de irse Kardia me dijo que te lo entregara si no regresaba y tu decidieras buscarlo —Milo agarró el objeto y con un gran abrazo se despidió de sus dos hermanos mayores.

 

 

 

-:-:-:-:-:-o…o End Flash Back o…o-:-:-:-:-:-:-

 

 

 

—Por cierto —escuchó la voz de Ikki— ¿Cómo es el exterior?

 

Salió de sus pensamientos al escucharlo. ¿Otra vez estaba distraído? Bueno por lo menos recordaba a sus hermanos. Suspiró con cansancio al saber que Ikki no se rendiría tan fácil. Sin mucho ánimo se levantó del suelo y abrió con lentitud la puerta.

 

—Adelante te lo contaré. Pero ni creas que seré niñera, cuando estemos en el país del hielo te has de cuidar solo.

 

Una sonrisa orgullosa apareció en los labios de Ikki al salirse con la suya. Ambos muchachos se sentaron encima la gran cama de la habitación del mayor, Milo le empezó a contar sobre la vida que vivía allí, que era muy diferente a la de su reino, Ikki estaba impresionado por lo que escuchaba, las horas pasaban y era hora de dormir, ambos hermanos se durmieron juntos, a la media noche Ikki se despertó viendo el rostro relajado de su hermano y sin querer se apegó más a él, sintiendo el calor de su cuerpo, el calor que le fue arrebatado.

Notas finales:

Espero que les haya gustado ><


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