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Quimeras por Katja Kitayima

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Kibum, te amo.

 

Demonios…no me siento muy bien que digamos.

Creo que elegí el peor momento y lugar para quedarme dormido. ¿Qué hora es? ¿Cuánto tiempo llevo aquí en la estación de policía? 

¡Maldición! ¿Cómo es que pude quedarme dormido?, ahora sí lo arruine todo, ya no llegué a tiempo para esperar a Key. ¿Y si él cree que ya no me importa? ¡Maldición!, ¡una y otra vez, maldición!

Pero…aún esta obscuro por aquí. Me pregunto qué hora será, ¿Acaso habré dormido tanto?, ¿estará por amanecer?, ni siquiera recuerdo cómo es que llegué aquí, pero los policías debieron haberme traído en la patrulla. ¿Y mi motocicleta?, ¿la habrán confiscado?

Este lugar en verdad es muy silencioso, además, creo que soy el único idiota al que arrestaron hoy, no escucho a nadie más en esta celda.

Y este maldito dolor de cabeza que no se me quita. Me duele el cuello, y los hombros. Creo que he estado durmiendo en una muy mala posición, ¡genial!

Sin embargo, no tenía idea que estos lugares fueran tan cómodos realmente. No parece como en las películas en donde solo hay bancas de metal. Al menos esto se siente acojinado, pero el dolor de espalda esta matando. Me pregunto si podrán darme una aspirina, vamos, no creo que sean tan crueles como para negármelo, y de paso, algo de agua; muero de sed y tengo tantas náuseas, creo que la resaca ha empezado.

Sigo sin creer como pude ser tan idiota. No debí tomar tanto, quizá entonces hubiera podido llegar a tiempo para ver a Kibum, pero nadie sabe siquiera que estoy aquí. Sigo sin saber en dónde dejé mi teléfono, y no recuerdo que me hayan dado mi derecho de llamada.

Tal vez empiecen a buscarme si ven que no regresé a clases, quizás Minho y Onew se den cuenta de que no he regresado y empezaran a preguntar por mí en hospitales, alguna morgue....o la cárcel. Espero que a ese par se les ocurra buscarme aquí, al menos creo que Minho sí lo imaginaría.

¿A quién quiero engañar?, nadie notará que no estoy.

Ni mis amigos, de los cuales dos de ellos tiene mejores cosas que hacer que ocuparse de mis tonterías, ni mi supuesta familia no sanguínea que debe de estar en alguna playa caribeña vacacionando sin recordar a la falsa oveja negra del rebaño de los Kim.

Ni siquiera...tal vez ni siquiera Kibum note que no estoy. Tal vez él ya se olvidó de mí.

¡Maldición!

¿Por qué aún tengo mucho sueño?, siento los ojos pesados, me siento tan débil, y no tengo fuerzas ni para querer moverme de esta posición, de hecho creo que el cuerpo me hormiguea.  Y el dolor, este jodido dolor de cabeza que me está taladrando los nervios, jamás había tenido una jaqueca tan fuerte y por tantas horas.

Es curioso, se supone que las cárceles no deberían ser tan cómodas, y mucho menos tan silenciosas. Aún tengo algo de frío, pero de algún modo se siente cálido, todo esto es demasiado tranquilo y confortable, no escucho ruido, ni voces, creo que no hay nadie cuidando la celda. Debe ser ya de madrugada, el cambio de turno suele ser largo a estas horas.

Creo que no es tan malo como creí, a excepción del terrible dolor que me aqueja  las náuseas.

Esperen…

Mierda, siento que vomitaré en cualquier momento. Y ese extraño olor a alcohol ha estado en el ambiente todo este rato, mi nariz arde y me duele al respirar.

No, un momento; esto es algo diferente.

No, no estoy en la estación de policía enjaulado en una de esas horribles cárceles. Esto, se siente como si estuviese recostado, pero parece más como una cama o un sillón demasiado cómodo y suave. No lo sé, no lo recuerdo con exactitud.

¡Rayos! ¿Acaso tomé tanto como para no tener ni una miserable idea de lo que hice?

¡Estúpido que eres Jonghyun! Ni siquiera recuerdas qué hiciste ni en dónde te encuentras.
¿Y si todo fue un sueño?, ¿y si bebí tanto que me quedé dormido, y simplemente soñé que iba por Kibum a la estación?

¡Doblemente estúpido! Esa realidad ni siquiera existió. Ni siquiera pude hacer algo bien y tan sencillo como estar en la estación del tren a las ocho y media en punto ¿Y si Key piensa que no fui por él porque ya no me importa?

Cielos, estoy demasiado confundido, perdí por completo la noción del tiempo y del lugar.

Todo esto en verdad se siente muy extraño. Aún si fuera mi departamento en donde estoy, nunca fue tan agradable, y mucho menos mi cama, jamás ha estado tan cálida y confortable, excepto cuando Kibum y yo estábamos en ella; sólo cuando Key esta aquí es que todo se siente de maravilla.

Un momento.

Esto, se siente bien.

Es como un ligero calor en mi mano; lo siento, y poco a poco va incrementándose, es muy suave lo que están tocando mis dedos. Esta sensación....yo la conozco.

Creo que todo comienza a aclararse por fin, la luz me lastima un poco los ojos pero al menos la cabeza ya no me duele tanto. Puedo percibir que algo extraño y pesado oprime mi pecho, siento que no puedo respirar por completo.

Joder, de nuevo ese suplicio en mi hombro, siento que mi brazo va a estallar, algo hace mucha presión contra él y no puedo moverlo. Duele, necesito algo que me calme el dolor, si pudiera tan sólo estirar mi brazo al cajón de mi buró….

Pero....un momento.

Esta no es mi habitación.

Esas no son mis cortinas; esa no es mi televisión; esas no son mis paredes llenas de cuadros; ésta no es mi cama; éstas no son mis cosas, nada de esto es mío.

¿Qué es esto?

Hay alguien más aquí, es alguien más quien sostiene mi mano, de ahí viene ese calor. ¡Yo conozco ese gorro rosa que está frente a mí!

 Yo sé quien es él.

¿Kibum?

Sí, sí, eres tú mi Bummie. Y lo sé, porque aunque no puedo distinguir tu rostro, sé que eres tú por ese horrible gorro tejido que traes en la cabeza; sé que es tuyo porque yo te lo regalé cuando cumplimos nuestro primer mes juntos. Tú me dijiste entonces que el color era “espantosamente pálido para ti” y que jamás lo usarías, pero yo sabía que te había gustado más de lo que tus palabras decían.

Key, ¿qué está sucediendo?, ¿por qué estás aquí?, ¿por qué estoy yo aquí?

 

Bummie.... —su voz fue casi como un susurro, un débil gimoteo. Aún a pesar del silencio que reinaba en la habitación, no pudo hacer que aquel sonido saliera de su garganta— Key...—dijo de nuevo en un intento por llamar la atención del rubio, quien al parecer no podía escucharle por tener la cabeza escondida entre sus propios brazos haciéndola de almohada— Kibum...

Casi gritó. Sintió la vibración en su pecho, dolorosa hasta las lágrimas cuando pudo finalmente dejarse oír. Cerró los ojos ante la sensación de tortura que le inundó el cuerpo entero. La mano que le sujetaba comenzó a cerrar fuerza contra la suya.

—Jonghyun.....—llevó la mano a sus labios, dejándole un beso que duró más que sólo un roce.

Apenas y pudo distinguir lo que tenía al frente; su visión, al principio borrosa, se fue aclarando hasta develar la imagen que tanto había ansiado ver desde casi un mes atrás. Key estaba allí junto a él, sosteniéndole fuertemente la mano entre las suyas como si temiera perderle, su rostro no tenía ninguna sonrisa en él más que un semblante de ansiedad envuelto en lágrimas que no cesaban de caer por sus mejillas.

La impresión fue demasiado fuerte: jamás había visto a Kibum llorar de esa manera tan desesperada y desinhibida frente a sus ojos. No comprendía qué era lo que le causaba tanto dolor como para no poder controlarlo.

—Kibum....—le llamó, igualmente acongojado— ¿Qué pasa?, ¿por qué lloras? —preguntó con un nudo en la garganta. No podía soportar verle sufrir de esa manera tan descomunal.

Y fue entonces que se dio cuenta de la gravedad del asunto: observó, con cierta confusión y reacción tardía, que estaba postrado en una cama de hospital, invadido de agujas e inmovilizado en la casi la mitad de su cuerpo por vendajes y algunos metales.

Pero no lo entendía, su mente en estos momentos no podía procesar dos hechos a la vez: a él y a Kibum.

—¿En verdad no recuerdas nada? —le preguntó aún sin calmar lágrimas, más que para hablar lo poco que pudiese articular.

—Yo no.....—cerró los ojos tratando de indagar algo, pero lo único que vino a su mente fue un destello de luz.

Key acarició su brazo con suavidad, sin dejar de entrelazar sus manos mientras le observaba casi en estado de hipnotismo que le abrumaba.

—Tuviste un accidente, en tu estúpida motocicleta —mantuvo el tono de seriedad a pesar de lo mucho que deseaba en ese momento de gritarle con todas sus fuerzas— conducías a exceso de velocidad y chocaste, contra un estúpido auto, porque no te detuviste cuando tenías que hacerlo. Eres un idiota Kim Jonghyun, un estúpido individuo con una estúpida motocicleta que no sabe cuando frenar.

Esa misma mano que segundos antes le tenía sujeto con suavidad, ahora le asfixiaba con la misma intensidad de las lágrimas que el rubio había dejado nuevamente fluir. Esta vez, Jonghyun las sintió caer sobre su piel, quemándole hasta los huesos.

—Perdón...—susurró ante la inminente llegada de sus propias lágrimas.

—Tú, idiota.....—finalmente explotó en llanto, se limpió el rostro lo más que pudo para hacerle frente a pesar de su evidente agonía. Su semblante no cambió a pesar de la mirada de cachorro herido que Jonghyun tenía— hace trece días, y quince horas, y cuarenta y siete minutos que estabas en coma; los doctores dijeron que probablemente ya no despertarías, pero, ahí vas tú, siempre a llevarles la contraria a todos y a todo. Te gusta eso, ¿no?

Bummie —musitó— lo siento, yo…

—Te odio tanto, Jonghyun.

No fue sólo el dolor físico que comenzó a presentar en cuanto tuvo consciencia de su realidad, así como tampoco era el hecho de que el efecto de los analgésicos empezaba a desaparecer;  este dolor que sentía provenía de mucho más adentro, viniendo con más fuerza y le estaba carcomiendo todo lo que aún quedaba de vida en él.

Jonghyun comenzó a llorar a pesar de que su pecho ardía más que el mismo infierno. No pudo contener las lágrimas ni las emociones que tenía atrapadas desde hacía tiempo, simplemente era ya demasiada tensión y dolor para dejarla guardada; su pequeña caja de Pandora había llegado a su límite una vez que escuchó a Key decirle cuánto lo odiaba.

—Lo...siento...—murmuró ya casi sin voz. Mantenía los ojos cerrados, su cuerpo temblaba y tenía el rostro hecho una piltrafa por la humedad de las lágrimas que caían. Tal vez Jonghyun sólo estaba asustado.

Lo siento, lo siento, lo siento.

Repitió la frase sin cesar como especie de tortura hacia sí mismo, a estas alturas ya no tenía fuerzas para nada más; se había herido a sí mismo y herido a Kibum en el proceso de lidiar consigo y su abismo, algo que jamás se perdonaría ni esperaba obtener.

Se estremeció. El rubio se acercó a su rostro lo suficiente como para hacer que sus frentes descansaran una sobre la otra. El toque cálido y suave de las manos de Key sobre sus mejillas le llenó de una nueva clase de escalofrío que jamás había sentido, pero que comenzó a apaciguar la agonía que le estaba consumiendo por dentro.

Esa era precisamente la magia de Kibum, el poder  de tomar algo tan notablemente podrido y dañado y comenzar a sanarlo.

—¿Tienes acaso una maldita idea de todo lo que sufrí, esperando saber si ibas a despertar o no?,  ¿del tormento de pensar en qué sucedería si te ibas? He estado aquí contigo, día y noche tomando de tu mano, sólo para que supieras que no te iba a dejar ir tan fácilmente Kim Jonghyun.  Aún te odio y estoy muy enfadado contigo por haberme hecho esto, no sé si voy a perdonarte —susurraba cada palabra mientras sus lágrimas se mezclaban con las del mayor.

—Te amo Kibum —dijo finalmente, en un tono lastimero y muy agudo para su tono de voz, tras un par de gimoteos que le llevaron a romper nuevamente en llanto.

No se le ocurría nada más que decir excepto por la única cosa que siempre tuvo clara y le sostenía de algún modo entre los monstruos de su propio ser que le estaban hundiendo.

—También te amo Jjong...

Key le acarició el rostro delicadamente con la punta de sus dedos, tratando de limpiar el rastro de sus lágrimas. Besó sus labios muy suavemente, quedándose en esa posición algunos segundos más mientras sentía que el castaño se relajaba. Repitió la operación un par de veces más hasta que supo que ritmo se había estabilizado.

Dieron las dos con quince de la mañana cuando Jonghyun finalmente había despertado, exactamente trece días después del accidente. Para ser sinceros, el médico de turno aún estaba algo sorprendido de que hubiese salido de ese estado de coma tan crítico, fue  casi como un milagro; sus heridas habían sido bastante graves, sobre todo el traumatismo en el cráneo que le había conducido a caer en ese estado, literalmente su cabeza había chocado contra el parabrisas del otro coche, golpeado y rebotado varias veces contra el pavimento antes de detenerse contra la acera.

Aún debía seguir en observación algunos días más en el hospital, pero el médico les brindó un panorama muy alentador. Fue quizá mera suerte, pues las estadísticas realmente no le favorecían; pero siempre existen las excepciones a la regla, y Jonghyun era todo un experto en esa materia.

—¿Aún sientes dolor? —preguntó, susurrando a su oído.

Key yacía recostado junto a él en la misma cama, entrelazando sus dedos con los del mayor que no estaban inmovilizados por el yeso. Llevaban poco más de una hora reposando en igualdad de  posición, observando fijamente el techo de la habitación y como la luz de la luna se reflejaba en el.

—Ya no mucho —aspiró tranquilamente entrecerrando los ojos— bendito ibuprofeno —sonrió tenuemente causando la leve risilla del rubio.

—Eres tan extraño —sonrió con ternura y ambos terminaron riendo.

—¿Cómo supiste lo que me había pasado?, pretendía llegar a la estación esa noche pero...

Le preguntó repentinamente. Key giró el rostro para observarle un instante antes de acurrucarse junto a sus cabellos.

—Me pusiste como contacto en caso de emergencias.

—Ahhhh, cierto.....esas tontas tarjetas de identificación, al menos sirvieron para algo.

Jonghyun no podía verle el rostro en ese momento, pero adivinó, por el tono de voz a punto de quebrarse, que Key aún estaba algo impactado por los hechos. Se había pasado la mayor parte del tiempo en silencio, sólo tomándole de la mano en caricias mientras permanecían sin hablar en espera del amanecer.

—Intenté llamar a tus padres —rompió el sigilo— pero nadie contestó.

Jonghyun sonrió amargamente. No le sorprendía el hecho realmente, desde hace varios años que  prácticamente había roto los nexos con su familia postiza; ni ellos lo necesitaban a él, ni él a ellos, después de todo el integrante ajeno y adoptado era él.
Dolía, sí, pero así eran las cosas y no quedaba de otra más que sobrevivir por él mismo y con sus propios recursos como lo había hecho hasta ahora.

Kibum le acarició el brazo delicadamente en toda su extensión. Notó la pequeña tensión acumularse en sus músculos al escucharle nombrar a los demás integrantes del malvado clan de los  Kim; él sabía toda la historia y no estaba de acuerdo en cómo le habían prácticamente olvidado y echado de la familia, pero, siempre había estado allí para Jonghyun cuando lo necesitara y ser su familia en esos casos en que la nostalgia y las lágrimas se apoderaban de él, o simplemente cuando necesitaba escuchar un “me siento orgulloso de ti”.

—Descuida, deben estar en alguna montaña esquiando o tomando el sol en alguna playa a miles de kilómetros de aquí. De todas formas les importa un carajo lo que me pase.

—Lo siento....

—Está bien, no te preocupes —expresó ya en un tono más suave.

—Realmente no te odio tanto como dije...lo sabes ¿no?

Key habló tras nuevamente un rato de permanecer en silencio. Esta vez el tono que usó fue más condescendiente que antes, incluso a JJong le pareció haber percibido un poco de remordimiento en sus palabras. El mayor de los Kim sonrió con dulzura, girando la vista para poder ver, aunque fuese de reojo, el rostro de finas facciones de Kibum.

—Lo sé, baby, lo sé —Jonghyun hizo más intenso el contacto de sus manos.

—Me asustaste mucho....

El menor alzó el cuerpo para poder besarle, una vez más, en los labios y recostarse de nuevo a su lado, sin perder el nexo de sus manos. Jonghyun había podido percibir su miedo, el hecho de que ahora usara un tono tan sumiso en su habla y no le estuviera regañando más sólo le indicaba lo mucho que Kibum había estado sufriendo y la cantidad de estrés acumulado por el susto.

—Lo siento mucho Bummie, nunca fue mi intención hacerte daño....

Expresó con la voz más suave que la culpa le permitió. Realmente estaba consciente de que cada lagrima derramada por Kibum era expresamente por su causa, no sólo lo del accidente, no sólo por lo del beso; ahora que lo pensaba, había cometido muchos más errores de los que creía, y en todos ellos siempre terminaba Key involucrado. Eso, en definitiva, no le agradó, y no se oponía al castigo que ahora estaba recibiendo por haberle hecho tanto mal.

Quiso esperar una respuesta por parte del menor, pero éste ya se había quedado profundamente dormido, acurrucado a su lado y descansando su rostro junto al suyo. La tensión a la que había estado sujeto finalmente le había vencido y su cuerpo no pudo soportarlo más; tampoco el de él.

El ruido matutino de las enfermeras y de la máquina anunciando que el medicamento se había  acabado terminó por despertarles. Apenas las ocho de la mañana y Jinki y Minho ya estaban allí, como todos los días desde el accidente, para un día más de visita y optimismo. Esta vez, sus plegarias habían sido escuchadas y no se inmutaron en expresar lo contentos que estaban de tener a su amigo de vuelta.

Jinki no pudo aguantar las lágrimas de felicidad que fluían cuando vio a Jonghyun sonreírle y saludarle, con mucho esfuerzo, con su mano libre a pesar de las circunstancias.

Minho, aunque carente de emociones —positivas— en la mayoría de las veces, esta vez tuvo que dejarse embrujar en el encanto y sonreírle a su amigo mientras besaba su frente y le revolvía los cabellos, y claro, finalizando con un “si vuelves a hacernos algo como esto, te juro que te patearé tan fuerte que te mandaré a China de un sólo golpe” que murmuró sobre su oído antes de levantarse y reír como idiota por las expresiones de su mejor amigo.

El cuarto ahora parecía estar lleno de vida a comparación con los días sombríos y silenciosos que habían pasado esos tres, intentando por todos los medios de traer a Jonghyun de donde sea que se encontrara: Jinki solía quedarse horas poniéndole su música favorita mientras realizaba una conversación sobre los pros y contras de cada pieza musical; Minho simplemente se sentaba a su lado y comenzaba leerle el periódico del día, mayormente enfocándose en las noticias deportivas, pero siempre tenía sus treinta minutos del día destinados, a leerle también, algunos pasajes de sus libros favoritos de Edgar Allan Poe o Franz Kafka.

Kibum prácticamente vivió allí todos esos días muy a pesar de lo quisquilloso que era para ese tipo de cosas, pero no le importó, simplemente no quería alejarse ni un minuto de su lado por temor a no estar cuando despertara. Pasaba el tiempo recostado a su lado, tomándole de la mano y acariciándole el rostro, retirando de su frente los mechones de cabello que acicalaba con ternura, “para que cuando despiertes te veas presentable y muy guapo”, le decía Kibum sin dejar de sonreírle a pesar del sufrimiento. Le hablaba de lo bonito que estaba el día o de lo mucho que estaba lloviendo y que podía verse un arco iris desde la ventana, le platicaba de cada uno de esos momentos que pasaron juntos, de las tonterías que hacían y de los problemas en los que se metían; de las risas y de los abrazos, de los besos y de las palabras de amor, de los poemas y las canciones que le había escrito y que por las noches solía cantarle al oído antes de dormir lo que pudiera.

Esos días fueron agónicos, pero ninguno quiso darse por vencido porque creían que Jonghyun era lo suficientemente fuerte para vencer, aún a pesar de la mala imagen en que él mismo se tenía y por el infierno que se había creado en su interior.

—Hierba mala nunca muere —le dijo Minho, torturándole entre juegos con los dedos sobre el rostro, a sabiendas de que el mayor no podía moverse.

—Sigues en mi lista, Choi Minho —balbuceaba molesto el castaño sin poder defenderse más que con palabras.

Afortunadamente para él, fue Kibum quien le salvaba de los martirios impuestos por Minho, regañando al más alto y consintiendo a Jonghyun con algunos besos. Jinki no paraba de reír ante la escena mientras aprovechaba para comer la sopa de pollo que había traído la enfermera para la comida del paciente.

Tras un par de horas de animosidad entre amigos, Jonghyun notó que Key estaba visiblemente cansado, lo sabía por el tamaño de sus ojeras que se hacían todavía más contrastantes con el tono de leche de su piel y por la extrema delgadez que presentaba. Y no era para más, se sentía responsable por el insomnio de su novio, por las noches en vela y de mala alimentación que seguramente había llevado a cabo por cuidarle, y de las miles de lágrimas que seguramente no le contaría que derramó mientras esperaba por él en ese cuarto solitario.

No entendía por qué parecía que Key había olvidado todo, el motivo de su huída a Daegu y los regaños propinados cuando despertó. Ahora parecía como si nada hubiese sucedido y le estuviera recompensando con mimos y cariños por algo que no lo merecía.

Suspiró sin dejar de observarle, era ahora a él a quien el miedo comenzaba a invadirle.

Pudo convencerlo de que fuese a su casa, a bañarse, a comer y a dormir; de que fuera a la escuela y se pusiera al corriente con sus materias, porque seguramente había pedido permiso para ausentarse tanto tiempo y no permitiría que Kibum arruinase su semestre de gastronomía sólo por sus estupideces.

Key aceptó, renegado y de mala gana, pero al final seducido por la sonrisa y ojos de cachorro del castaño, no sin antes hacerles jurar, casi con firma de notario, a Minho y Jinki que prometían cuidarle mientras estuviera ausente.

“Vigilaré que no salga huyendo por la ventana” bromeó Minho para tratar de suavizar el ambiente, después de todo sabía que Jonghyun se sentía incómodo por ser él la causa y razón de esos malos días.

—Te veré en un rato —le dijo el rubio con dulzura mientras sellaba sus labios con los ajenos— te amo Jonghyunnie —susurró acariciándole el rostro con suavidad.

—También te amo —respondió sólo para que el menor le escuchara.

Le miró salir de la habitación, regresándose en un par de ocasiones para sonreírle y mandarle un beso al aire. Jonghyun le devolvió la sonrisa, embelesado por su belleza tanto externa como interna a pesar de los sucesos. Kibum en verdad era especial y lo amaba demasiado como para dañarle de nuevo.

Y eso era algo que ya no se permitiría llevar a cabo porque, esta vez, sí haría las cosas correctas.

 

 

Tan sólo cuatro días fuera del hospital y el dolor ya le estaba acribillando lo poco que le quedaba de vida.

Estiró el brazo derecho con lentitud, tratando con extremo cuidado de que sus pocos huesos sanos no se rompieran al instante, literalmente pudo escuchar cómo crujían por debajo de la cantidad de músculo tonificado. Asombroso, y doloroso ciertamente.

Gimoteó, cerrando los ojos y frunciendo el ceño en cuanto sintió que llegaba a su límite de dilatación. Afortunadamente para él, había alcanzado con éxito la botella de vidrio obscuro sobre la mesa antes de quedar como un costal de huesos quebrados. La cadera le dolía tanto que aún le aterraba la idea de no volver a ponerse en pie, la espalda  le estaba matando con punzadas y comenzaba a marearse por la falta de oxígeno, cortesía del soporte ortopédico que comprimía su cuello sin piedad.

Suspiró. Sabía que se merecía todo ese castigo corporal por estúpido, pero, a veces pensaba que la vida le estaba cobrando con intereses extra, muy altos por cierto, todo aquello que debía.

La factura final: fractura de tibia, fractura de húmero y mano izquierda, múltiples contusiones y golpes en todo el cuerpo, raspones, heridas y todo aquello que le dejara marcas rojizas en la piel, y por si fuera poco, estaría confinado a usar un muy molesto collarín por al menos un par de meses. Eso sin contar los traumatismos sufridos en la cabeza por el impacto, el cual casi lo deja sin despertar. Esperaba que aquello no le hubiese afectado más a su ya de por sí dañado estado de salud mental.

—Oye, oye, no puedes tomar eso.

Casi pudo percibir el sabor amargo de la cerveza en sus labios, pero su mejor amigo se había encargado de frustrarle la tentación del modo más cruel. Protestó en un lamento con la poca fuerza que le quedaba: el chico alto le había arrebatado con gran disgusto la botella de la mano, la misma que le había costado tanto trabajo obtener tras aprovechar el descuido vigía por parte de Jinki que había ido momentáneamente a la cocina.

—Minhoooo...—se quejó lastimosamente.

—Tú no aprendes ¿verdad?

—Sólo quería un trago, tengo sed —suplicó, exagerando un poco sus gestos naturales por el dolor.

—Ahí tienes tu vaso de agua, tómatela si quieres —dijo con molestia, señalando el vaso de agua con un pajilla, para finalmente llevar la botella a su boca y darle un gran sorbo sin inmutarse ante la mirada asesina de su amigo.

—Idiota....—masculló entre dientes, tratando de recargarse de nuevo sobre el sofá entre muecas de dolor e incomodidad por no poder moverse normalmente.

—Ya deja de quejarte, tú solito te lo buscaste —dijo, tras sentir la mirada malhumorada de su amigo, casi al punto del sollozo—  Y ahora come algo para que tomes tus medicamentos.

Jinki cogió entre sus manos el pequeño platón con sopa de fideos que había preparado, tomando un poco con los palillos y acercándoselos a la boca, pero Jonghyun los rechazó apretando sus labios con fuerza ante el impedimento de no ser capaz de girar el rostro.

—Come —ordenó el mayor de todos sin dejar de acercarle el bocado. Nuevamente Jonghyun se negó con sonidos guturales.

—Eres todo un niño malcriado —le acusó Minho mientras cambiaba de canal al juego de futbol soccer y comenzaba a comer de su propio tazón.

—No tengo hambre.

Dijo como un intento de defensa de argumento, pero Onew fue demasiado habilidoso como para desaprovechar la oportunidad y le metió el bocado a la fuerza. Jonghyun ya no protestó; la limitación de sus movimientos le complicó el actuar rápidamente y tuvo que resignarse a tragar los fideos aun sin masticarlos siquiera.

—Buen chico —le sonrió el mayor de todos con esa dulzura y gentileza que sólo Jinki poseía. Intentó repetir la operación.

Onew, perdón, pero en serio no tengo hambre. Tengo náuseas, y me duele la cabeza

Se lo había dicho en un tono lastimero pero amable y muy sincero, lo menos que quería en ese momento era herir los sentimientos de su amigo, después de todo él y Minho llevaban cuidándole desde que le dieron de alta del hospital, turnándose para pasar la noche allí y atenderle en sus medicaciones y cuidados.

No era fácil, por no decir imposible, moverse por él mismo con medio cuerpo paralizado y con la otra en calidad de “frágil, manéjese con cuidado”.Tenía suerte de seguir vivo a pesar de todo.

—Si Key estuviera aquí, ya te habría hecho comer aunque no quisieras.

Y helo ahí, un largo e incómodo momento de silencio, coincidiendo, incluso, con el televisor y un instante también de inexplicable sigilo.

—¡Pero él no está aquí!... ya no más —respondió incrementando súbitamente el volumen de voz, nervioso y agitado. Jinki había tocado, sin quererlo, donde más le dolía.

—En verdad eres estúpido, Jonghyun — puntualizó el más joven sin dejar de ponerle atención al partido— él te perdona y tu vas de imbécil a decirle que “mejor no”, que estarán mejor separados. Ese golpe en verdad te afectó la cabeza —negó con la cabeza y terminó su cerveza de golpe ante la frustración que sentía en torno a su mejor amigo.

—Así tenía que ser. Sólo estaba haciéndole más daño si se quedaba conmigo —suspiró con amargura. Él sabía que tenía razón, había tomado la decisión y tenía que mantenerse firme por primera vez en su vida y no dar marcha atrás.

—Pero él te ama, tú lo amas —añadió Jinki inocentemente.

Jonghyun le observó y sonrió tenuemente. Onew en verdad era demasiado tierno, ¿cómo es que aún sobrevivía cuando su corazón era tan noble, puro y desinteresado? A veces le tenía envidia, porque Onew vivía feliz siendo quien era, viviendo de las cosas más simples de la vida; así era él, jamás se complicaba la existencia.

—A veces el amor no es suficiente. No había nada más que pudiera ofrecerle.

En algún punto, Jonghyun creyó que ya no podría ser posible el sentir más dolor que el que ya tenía, y no sólo estaba hablando del dolor físico como consecuencia de sus recientes actos; había perdido mucho más que su adorada motocicleta, el poco dinero que tenía y una gran parte de su sensible orgullo; había perdido lo único que le daba sentido a su vida y a su música: había perdido a Key, y esta vez, creía, para siempre.

Simplemente no puedes mantener algo intacto y en óptimas condiciones cuando te la pasas dañándolo con tus actos, cuando echas a perder una y otra vez los momentos que pasan juntos.

En realidad, tanto Onew como Minho quedaron sorprendidos con la decisión que había tomado Jonghyun ese día.

Ahí mismo en el hospital, tras haber cuidado de él durante todos esos días, Jonghyun le dijo a Key que lo dejaba libre, que le redimía del enorme peso de cargar siempre con él y sus problemas; le dijo que aquello no podría funcionar más, y que no era que no se amaran o que alguno había dejado de hacerlo, que era sencillamente porque le estaba haciendo más perjuicio  que bienestar y que no quería seguir arriesgándolo a lastimarlo porque no tenía el suficiente control para no hacerlo.

“No eres tú, soy yo”.

La misma excusa tonta y barata de siempre y el último recurso de los cobardes para no enfrentar lo que no pueden manejar. Pero después de todo ¿qué más podía esperar de sí mismo más que huir, esconderse y dejarse morir en su propia pesadilla?.

Y Key protestó, se enfadó e hizo rabieta. Le dijo que no podía creer que después de todo lo que habían pasado aún creyera en ese estigma de que “separados estaremos mejor”. Estaba realmente enojado, tanto así que ni se inmutó en seguir discutiendo y terminó por irse tras un último “haz lo que quieras” sin dejar de lado las lágrimas que hubo de por medio; y nuevamente la historia se repitió: después de esa última discusión no volvieron a hablar.

Sería la última vez que le hería. Jonghyun quiso creer que así todo iba a estar mejor, pero era demasiado ingenuo para pensar que no dolería tanto ahora que no le vería.

¡Cuán equivocado estaba! porque, aquello le estaba matando, más que el jodido dolor de sus huesos rotos sanando a un ritmo tan lento que le torturaba, aunque nada a comparación de lo que le estaba devorando los últimos vestigios de alma que le quedaban, porque el resto ya le pertenecía a Key, se la había dado incondicionalmente y sin esperarla de regreso.

Pero se lo merecía; se lo había ganado a pulso y con méritos por ser tan cretino y creer que era algo que en realidad jamás podría ser.

—Sigo sin entenderte —Jinki suspiró negando con la cabeza— los dos estaban bien juntos y eso era suficiente.

—¿Y para qué seguir juntos cuando uno es quien se la pasa hiriendo al otro? —enfatizó lo último, como si echara sal a la herida para que doliera más y más.

Otra vez lo mismo, ya les había dicho su razón de por qué no podía estar con Key por más que le amara. ¿Por qué no podían entenderlo, si él ya lo había hecho? De cualquier manera, lo hecho, hecho estaba, y ni modo. Key y el no debían estar juntos. Ya.

—Y te lo vuelvo a decir Jonghyun, eres un estúpido —Minho rompió la tensión y el silencio que se generó cuando el castaño no pudo reprimir un par de lágrimas que se negaba a dejar salir— Key no estaba contigo porque necesitara de un guardaespaldas o un compañero de compras, o porque fuera masoquista en todo caso, él estaba contigo porque te amaba sin exigir nada a cambio, aunque te sea difícil de creer.

De nuevo un silencio abismal que, en cierto modo, hizo a Jonghyun ponerse a reflexionar por unos segundos lo que Minho había dicho. Quería creerlo, sí, y de hecho muy en el fondo lo admitía, pero la realidad es sumamente distinta a la que solía crear con las letras de sus canciones de amor.

—¿De cuando acá te volviste tan poético? —Onew sonrió ante el sorprendente intento de romanticismo por parte de Choi. El más alto le miró como si deseara asesinarlo en ese momento.

—¿De quién crees que aprendí todas esas cursilerías, eh? —señaló a Jonghyun con la mirada— todo lo malo se pega.

Expresó con afán de burla mientras regresaba a seguir observando su partido de soccer. Aunque el gusto no le duró mucho tiempo, pues el timbre del apartamento sonó justo en el momento en que su equipo había metido un gol.

Miró su reloj, las cuatro treinta de la tarde en punto.

—Es él —dejó su tazón en la mesa y se puso en pie— vaya que es puntual el chico, o realmente está muy interesado.

Onew observó como el semblante de Jonghyun cambiaba de uno medianamente serio y deprimido, a otro de frustración y más, mucha más depresión. Su corazón latía deprisa y sentía demasiada angustia para poderla manejar adecuadamente.

—Tranquilo, sabes que esto es necesario ¿no? —preguntó el mayor de todos, pero Jonghyun sólo respondió con una mueca de desilusión. ¿Por qué rayos le hacían esto ahora?

—Ya, todo pasará en unos minutos, además, pagaron un poco más de lo que pedías por ella. Quien haya sido el comprador realmente la quería mucho, la tienes muy bien conservada —Minho rió suavemente, trayendo consigo el instrumento envuelto en su estuche de tela.

Su guitarra, su adorada y fiel compañera: la Gibson Les Paul de acabado de mármol negro y detalles en dorado, una belleza de instrumento e incomparable sonido, perfecto para el estilo Rhythm and blues que tanto amaba. Zion, como le había nombrado, había estado con él desde hacía tres años tras haber trabajado arduamente para poder financiarla por su cuenta, sin lugar a dudas uno de los modelos más caros pero que bien valieron la pena.

Amaba tanto esa guitarra que prácticamente no se separó de ella nunca, acompañándolo en sus momentos de tristeza, de enfado y de alegría, la tocaba casi a diario y fue en ella donde había compuesto las más hermosas canciones y melodías, la mayoría, por supuesto, inspiradas en Kibum; incluso, hubo alguna vez en que había intentado enseñarle a Key a tocar la guitarra con ella aunque terminó siendo un desastre de lo más agradable.

Ese pedazo de madera y metal guardaba tantas cosas que Jonghyun estimaba, siendo testigo de las etapas más decisivas de su vida hasta ahora. Eran hermosos recuerdos realmente, pero ahora dolían demasiado. 

Lamentablemente había llegado la hora de separarse de ella, necesitaba ese dinero para poder pagar sus deudas de hospital, la renta y demás cosas y no le había quedado de otra más que venderla.

—Adiós, Zión —susurró tristemente sin querer mirar la escena de cuando se la llevasen para siempre de su lado.

Minho abrió la puerta, esperando hallar al afortunado adquirente de la guitarra, pero en su lugar estaba alguien a quien realmente no esperaba ver en ese lugar, al menos no todavía.

—¿Tú? —se sorprendió— ¿Tú eres quien la compró?

Entró al departamento sin siquiera saludar al más alto, entregándole en la mano un sobre repleto de billetes escrupulosamente acomodados por denominación. En la etiqueta venía escrita la cantidad pactada por el pago del instrumento.

—¿Key? —la mención de Onew hizo a Jonghyun abrir los ojos enseguida y tratar de girar el cuerpo, lo más que su fuerza y habilidad le permitían en esos instantes.

—Luces terrible, pareces un robot destartalado y sin aceitar, das tanta lástima Jonghyun —habló el rubio sin importarle el tono tan despectivo e hiriente de sus palabras; su semblante era serio sin dejar de mirar al aludido quien tenía una mirada realmente desastrosa.

—No puedes llevártela.

—Claro que puedo, ya pagué por ella. Ese fue el trato.

—No, eso que hiciste se llama engaño —apretó los dientes, doliéndose enseguida cuando trató de girar el cuerpo para tener mejor visión y enfrentarle— tu no eres el tal… Jim como se llame, con él fue el trato.

Miró a Minho tratando de buscar una explicación, pero el más alto sólo le miraba como diciendo que no tenía idea de que Key fuese el que estuviera detrás de todo esto. Ese rubio era tan astuto como un zorro, o ellos demasiado ingenuos para haberse creído la historia del comprador anónimo.

—¿Y qué harás?, ¿me demandarás? inténtalo y pierde tu tiempo —sonrió altivo cruzándose de brazos, dejándole ver su superioridad cuando se acercó un par de pasos hacia él. Jonghyun bajó la mirada resignado sin tener más fuerza para seguir el debate.

—¿Por qué haces esto? —preguntó, mostrando la bandera blanca. Su cuerpo estaba muy cansado para presentar batalla, y menos contra Kibum.

—Porque quiero esa guitarra, porque sé cuánto la estimas.

—No tienes derecho....

—Sí lo tengo, esa guitarra tiene un valor sentimental para ambos; te guste o no me hiciste parte de ello y no voy a renunciar a eso, o a ti.

El ambiente se tensó haciéndose silencioso e incómodo para los presentes, incluso Key había pronunciado esas últimas palabras con un dejo de crueldad, casi con un nudo en la garganta cuando le miró en ese deplorable estado.

—Nosotros… iremos a la cocina —habló Jinki retirándose educadamente con una sonrisa, llevándose a Minho de la mano quien intentaba quedarse a escuchar la conversación— no se preocupen por nosotros, pónganse cómodos, por favor.

—Kibum, ya te dije que nosotros—

—¿No me escuchaste? —interrumpió sin descaro— te dije que no voy a dejarte ir. Te lo dije en el hospital mientras estabas en coma, y te lo digo ahora. ¡No creas que puedes venir y hacer que me enamore profundamente de ti para que después me dejes por una estupidez! ¡No!, ¡nadie!, ¡ni siquiera tú tienes ese derecho Kim Jonghyun!

Jonghyun sonrió tenuemente, no pudo evitarlo. Adoraba la forma de ser de Key, esa persistencia y empeño en lograr lo que deseaba, la terquedad en todo lo que hacía y en la intensidad de cada cosa con la que se topaba. Amaba a Kibum desde lo más profundo de su alma, porque era especial y único, su forma de pensar y de ver las cosas le eran extremadamente fascinantes; era inteligente, astuto, hermoso, atractivo, un cocinero extraordinario y multitalentoso y moría por pasar el resto de su patética vida junto a él; aunque fuese sólo por el placer de saber que si se aferraba a él, entonces seguiría respirando y su corazón latiendo mientras sintiera su calor en su pecho.

Lamentablemente, él era todo lo contrario a ese perfecto ser y jamás estaría al nivel requerido sin arriesgarse a las consecuencias de lastimarlo. Se rehusaba a pagar el alto precio de su egoísmo de estar con él, porque ese costo implicaba que el otro cayera dentro de su honda pesadilla.

—Tu sabes que te amo —comenzó a hablar suavemente, sonriendo con ternura pero sin levantar la vista, quería tratar de contenerse de llorar o no podría detenerse una vez que iniciara— y yo sé que me amas, pero, Bummie, no podemos estar juntos. No puedo llevarte por este camino tortuoso, no puedo y no quiero hacerlo.

Key también tuvo que hacer uso de toda su fuerza para evitar derramar más lágrimas. Había pasado muchas horas llorando por él y ya no le daría ese gusto, por más que lo necesitara. Respiró profundamente y tomó asiento a su lado, tomándole de la mano con suavidad y delicadeza, entrelazando sus dedos largos con los más pequeños y de piel rasposa de Jonghyun.

—Si estamos juntos, estaremos bien, ¿recuerdas? —murmuró lentamente. Había dejado recargar su frente contra la cabeza del mayor, sintiendo de nuevo esa perfecta conexión y seguridad. ¿Cómo es que Jonghyun no podía sentirla también?

—No....

—¿Por qué no? —gimoteó— No entiendo qué es lo que quieres Jonghyun, dímelo —su otra mano rozó la mejilla del castaño, notando lo caliente que estaba por la tensión.

—Sólo mírame Key, no puedo ni conmigo mismo —abrió los ojos, estremeciéndose al observar sus brillantes pupilas gatunas— No puedo darte lo que tú mereces, no soy suficiente para ti.

Ya, no más. No podía más.

Key no sabía qué más decirle que no supiera ya. Comprendía que ya no dependía de él, ni de lo mucho que se amaran o de lo bien que se complementaban; a partir de ahora era Jonghyun quien tenía la decisión y no podía presionarle.

El hecho de ser el uno para el otro no implicaba tener que participar en batallas que sólo uno puede pelear; Jonghyun debía primero combatir ante sus quimeras y ganar para seguir adelante, quizás de su mano, por el camino.

—Te amo, JJong —dijo, besándole en los labios por algunos segundos de intensidad y ternura, sabiendo que sería la última vez que lo haría.

El rubio se levantó, dejando una última caricia sobre su rostro. Se acomodó la chamarra de mezclilla y acicaló sus cabellos para quedar de nuevo presentable. Tomó la guitarra en sus manos y salió del lugar tan dignamente como había entrado.

Jonghyun escuchó cuando la puerta se cerró y no pudo seguir reteniendo más la sensación.

Lloró, en serio e intensamente; sentía su cuerpo colapsar y ya no distinguía entre su dolor físico y el emocional, simplemente dejó que las lágrimas salieran, tal vez llevándose consigo todo lo que lo estaba envenenando.

No pensaba, no quería hacerlo. Ya no deseaba ponerse a reflexionar en los “y si yo hubiera”, “y si hiciera”, “y si pudiera”, “y si quisiera”; estaba mentalmente agotado lo mismo que físicamente y sólo se dejó llevar por lo que la naturaleza e instinto le dictó.

Lloró por el resto de la tarde, acompañado por Minho y su mano acariciándole los cabellos, y por Onew reposando a su lado en el sofá tomándole de la mano de manera confortable. No tardó mucho tiempo en quedarse dormido, tan pronto le recostaron cerró los ojos y durmió profundamente.

Tal vez de ese modo los monstruos que le acosaban estarían apaciguados por un rato, ayudando a ser custodiados por sus dos inseparables y fieles compañeros que durmieron a su lado esa noche.

 

 

Y dicen por ahí, que el tiempo cura todas las heridas.

Algunas llevan más tiempo que otras puesto que no todas sanan de la misma manera; muchas otras te dejan cicatrices, grandes o pequeñas pero que te recuerdan, todos los días, que sigues vivo; otras, desgraciadamente nunca llegan a sanar completamente, porque son tan profundas y viejas que constantemente vuelven a abrirse y sangrar, sin embargo aprendes a vivir con ellas y controlarlas, para evitar que el daño sea el menor posible y pase casi desapercibido.

Jonghyun creía que poseía, al menos, una de cada tipo; y podría sonar extraño o bizarro, pero él atesoraba cada una de ellas como símbolo de triunfo, como trofeo de que había librado la batalla y vencido en cada caso. Le enorgullecían sus heridas de guerra.

Nueve meses habían pasado desde el accidente de motocicleta en que casi, y de milagro, no perdió la vida. Los huesos rotos sanaron pero tuvo que recurrir a la rehabilitación física para poder recuperar el movimiento —casi— normal de sus extremidades; su espalda y cadera tuvieron  múltiples operaciones a lo largo de esos meses para buscar una mayor recuperación. Todo eso por supuesto traducido en días de dolorosa recuperación.

No fue fácil en todo ese tiempo, y no estaba siendo tan fácil aún ahora, pero con cada paso que daba por mejorar, iba ganando cada vez más motivación para seguir, porque esperaba poder hallar de nuevo la mano de con quien deseaba recorrer ese trayecto hasta el final.

Respiró profundamente y sonrió antes de entrar.

Camino por los pasillos de la universidad hasta el salón de música, un poco temeroso pero emocionado por el inicio de semestre; lamentablemente había tenido que darse de baja en el pasado, pues literalmente no podía pararse por su propio pie sin sufrir de dolores constantes o trasladarse de un lugar a otro sin ayuda; su recuperación requirió de tiempo completo aún si eso significó tener que pausar sus estudios temporalmente.

Su música, su banda; tampoco nada de eso quedó durante el tiempo que estuvo confinado en su departamento, salvo escribir y escribir, palabras, frases, todo aquello vivido que deseaba fervientemente poderlo plasmar para el día en que pudiese regresar a su mundo.

Y ese día era precisamente hoy.

Tomó una de las guitarras acústicas que estaban colocadas a los lados de las sillas, colocándola en su regazo mientras terminaba de apretar las cuerdas. Tal vez sus dedos dolerían un poco y no tocaría con la misma habilidad de antes, pero, su oído y voz habían quedado intactos y prontamente pudo reconocer todas y cada una de las notas mientras terminaba la afinación.

Tocó un par de acordes acompañadas de algunos ad—libs de voz que hicieron de la armonía una experiencia satisfactoria a sus sentidos. Cerró los ojos y sonrío para si mismo, Jonghyun sentía que por fin estaba de vuelta tras meses de ausencia.

Tuvo una sensación extraña pero confortable que le obligó a mirar hacia su derecha: allí junto a la puerta vio a Kibum parado, sonriéndole y con sus manos delicadas aplaudiendo muy suavemente.

Solo unos le segundos bastó para reaccionar, ponerse en pie y correr hacia donde se encontraba el aún rubio; sus cuerpos se encontraron al mismo tiempo en un abrazo que duró indefinidamente, sin pensar si estaba bien o mal, o si era propio hacerlo en ese momento o no. No hubo necesidad de hablar, pues aquello fue tan espontáneo que ambos estaban seguros de que su conexión prevaleció a pesar de todo.

Las manos de Jonghyun le tomaron por la cintura, subiendo y bajando por su espalda mientras dejaba algunas caricias, moviéndose al ritmo que su emoción le dirigía.

Kibum sonreía y él lo hacía también; él reía y Key lo secundaba.

Aun sin palabras entendían lo que el otro sentía en esos momentos, basados sólo en miradas, caricias y gestos. No había duda, eran el complemento perfecto.

Y fue entonces que Jonghyun volvió a presionar de nuevo la tecla de “play” que permanecía en pausa desde el accidente. Lo hizo y de nuevo la música se escuchó en sus oídos y a su alrededor.

—Me gusta tu cabello —le comentó el menor mientras sus dedos repasaban suavemente los mechones de color castaño claro que caían sobre su frente— te queda muy bien.

Key le sonrió con cierta coquetería, recargado sobre su pecho descubierto y apoyándose sobre sus brazos; Jonghyun respondía con una risilla nerviosa sin dejar de acariciar en círculos la extensión desnuda de su espalda. Ambos reposaban apaciblemente sobre la cama de Kibum tras haber hecho el amor un par de veces, tan espontáneo y necesitado como la primera vez.

—Hace tiempo, alguien me dijo que me vería bien de rubio.

—¡Ah! debe ser un genio quien te haya dicho eso —sonrió altivo, sus dedos delineaban el mentón del mayor con apenas la punta.

—Lo es —le abrazó por la cintura con delicadeza, cambiando de posición con un movimiento ágil para quedar ahora encima de Key. Nuevamente sus labios comenzaron atacar los ajenos con toques suaves y profundos— además, es....lindo —un beso—, increíblemente atractivo, sexy y con el mejor trasero que haya visto —dos besos y ríe secundado por Kibum— gracioso, tierno, adorable y muy talentoso.

Tres besos más y la sonrisa del rubio se amplió, mordiendo su labio inferior cuando le susurró al oído que “es perfecto y se llama Kibum”

Key se estremeció, pasó sus brazos alrededor de los hombros anchos de su compañero mientras sus labios emitían una sonrisa placentera, Jonghyun ahora besaba su cuello sin piedad.

—Hey, espera, espera —le cortó la inspiración entre risas, empujándole suavemente hacia atrás mientras hacía que ambos se levantaran.

Bummie —expresó haciendo una pequeña rabieta de frustración.

—No seas tan quejoso, hay algo importante que quiero mostrarte.

Se levantó vistiéndose con la camisa en tono azul cielo que pertenecía a Jonghyun, el cual no podía despegar la vista de las formas tan precisas que se formaban en aquel delicado cuerpo. Caminó hasta el closet frente a ellos mientras el mayor le miraba expectante.

Sonrió, casi al punto de soltar un par de lágrimas al ver que Kibum traía consigo a su fiel compañera, intacta y perfectamente conservada a pesar de los meses.

Jonghyun la tomó entre sus manos, tocando con suavidad las cuerdas, acariciando los detalles y sintiendo de nuevo la textura lisa de su material. Aspiró profundamente sin poder ocultar lo conmovido que estaba por poderla tener de nuevo entre sus manos. Alzo la vista y Key sintió morir de ternura al ver la maneta en que aquel par de ojos curiosos brillaban entusiasmados cuando tocó un par de acordes.

—La compré hace tiempo, pero no sé tocarla —se sentó a su lado sin dejar de observarle— tal vez podrías enseñarme.

Jonghyun le sonrió, besándole profundamente un par de veces sin apartarse de su rostro.

—Sólo a ti te enseñaría —habló con voz queda, volviendo a besar esos labios que tanto había extrañado— después de todo somos un equipo.

El menor asintió con una sonrisa, embelesado de esa mirada dulce y llena de vida nuevamente.

—Tú y yo, por siempre.

 

FIN

Notas finales:

Para ser sincera, este no era el final real, el que ya tenía contemplado desde que surgió la idea de la historia, pero, por (mi) salud mental y emocional preferí no hacerlo, aún no estaba del todo bien como para escribirlo sin sentirme peor de lo que ya estaba.

Quizá después me decida y lo escriba, quien sabe.

Gracias por leer :)


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