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El Cuartel del Metal por HitchNoDanna

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Notas del capitulo:

Hola, hola! He aquí mi trigésima entrega de El Cuartel del Metal. Lo sé, lo sé, tardé un poco más de lo esperado, pero neta las vacaciones me cortan la inspiración. Lo bueno fue que solo duraron una semana, por lo que ya estaré publicando con regularidad.

 

Notas preliminares:

Como dije en el episodio anterior, iniciaré un corto que se enfocará un poco en cada integrante de Exilieth. Por esta razón los episodios ya no serán consecutivos, al menos hasta que termine el corto. Será algo parecido a los primeros cortos que inicié, donde trataba el caso de cada pareja por separado, pero esta vez estarán más enfocados a los integrantes de Exilieth, por lo que me gustaría que me dijeran en qué orden quisieran que tratara los casos de Shinobu, Hotaru y Nowaki (Misaki y Shinnosuke no, porque ya los tengo definidos).

ADVERTENCIA (más que advertencia es un aviso, la mayoría no hace caso de las advertencias, XD): Lemon.

Por otra parte y por la razón ya expuesta, los episodios serán un poco más cortos.

 

Bien, sin más de mi perorada sólo me queda decir: ¡A leer, se ha dicho!

 

Disclaymer: Junjou Romantica y sus personajes no me pertenecen.

Golden Knight no baai: Una cuerda rota rompe a un metalero

 

Primer día de vacaciones. Harto de estar en la cama sin hacer nada, se levantó y fue al desván. Pensó que sería bueno aprovechar el tiempo para escoger entre tantos cacharros cuáles debía tirar definitivamente. En cuanto abrió la puerta y encendió la luz no pudo evitar sentir cierta repulsión al ver tantas cajas apiladas y cubiertas por una gruesa capa de polvo de más de un año, además del olor propio de un desván. No era que fuera holgazán, pero la escuela, su tesis, el trabajo de tres veces por semana como cajero de un minisúper, los ensayos y sus presentaciones con Exilieth en El Cuartel del Metal, no le dejaban el suficiente tiempo para pensar siquiera en limpiar el desván.

 

En fin, bajó las primeras cajas y luego de abrirlas se topó con sus primeros comics de The Justice League así como figuras de acción, todos comprados por él mismo. Luego de limpiarlos y apartarlos, procedió a hacer lo mismo con el árbol armable y los adornitos navideños y otras cosillas como revistas, videojuegos, y DVD's que guardaba desde hace años, o ropa que dejó de usar y que aún no botaba. Algunas horas más tarde ya tenía un cuarto de sus cosas separadas del resto, la mayoría destinadas a ser vendidas en Internet. Sin embargo lo siguiente que encontró casi le saca el alma del cuerpo: un álbum de fotografías, algunas con él de pequeño, algunas otras de sus días de secundaria y los primeros años de preparatoria, y otras más con una de las tres personas que amó y que ahora detestaba con el alma.

 

CINCO AÑOS ANTES

 

Verano. Un jovencito de unos 15 años, de cabellos castaño medio y ojos color ámbar, salía de la escuela como alma que lleva el diablo, dispuesto a irse a casa y atiborrarse de golosinas mientras jugaba en la consola. Iba tan entusiasmado pensando en qué juegos compraría con el dinero que llevaba que no se percató de unos pandilleros que le seguían los pasos, sino hasta que fue halado y arrastrado hacia un callejón solitario.

 

Su instinto de supervivencia le dijo que no se resistiera y entregara sus pertenencias, pero no contaba con que estos buscaban más que dinero y un móvil: las asquerosas y ásperas manos se escabullían bajo sus ropas, los nauseabundos alientos a alcohol, tabaco y drogas le cortaban la respiración; esas húmedas y calientes lenguas mojando cada rincón de su piel, pero en especial esa zona prohibida y sensible, quemaban peor que el fuego; las palabras obscenas murmuradas a su oído destruían su dignidad y su persona… en fin, era el infierno en la Tierra. Quiso gritar por ayuda, pero su boca fue silenciada por un golpe; una cruel intromisión en su interior le arrancó un grito de un dolor indeseable para nadie, y las lágrimas corriendo por sus mejillas solo hicieron que el juego continuara. El tiempo se le hizo una eternidad a pesar de ser apenas unos minutos, y justo cuando deseó con toda el alma morirse… él apareció: con golpes precisos y movimientos casi elegantes fue abatiendo uno a uno a esos repugnantes seres, hasta que todos quedaron inconscientes. Por inercia se había puesto en cuclillas y cubierto la cabeza con las manos, por lo que apenas si pudo reaccionar cuando fue rodeado por dos protectores brazos. Levantó la vista lentamente hasta toparse con unos profundos y aprehensivos ojos grises (1).

 

–¿Estoy muerto? –inquirió, pensando que era el ángel de la muerte quien lo liberaba de su tormento.

–No, pequeño –una risita burlona salió de labios de esa persona– No estás muerto y no soy un ángel –luego agregó con tono triste, pero sin perder la sonrisa: –Pero sí algo cercano a un demonio.

 

Lament of a mortal soul
Who am I?
Only dust in the blowing wind
Am I dying?

(Lamento de un alma mortal
¿Quién soy yo?
Sólo polvo en el viento que sopla
¿Me estoy muriendo? ) (2)

 

Los días consecutivos fueron quizá los más largos y tediosos de su corta vida: algunos testigos habían oído el alboroto que se armó, y por ende la policía no tardó en interrogarlos a los dos, y en el caso suyo, también a someterse a exámenes médicos y terapias psicológicas. Sin embargo, gracias a eso supo que su salvador era un joven universitario de unos 22 años, llamado Ijuuin Kyo… nadie más ni nadie menos que el creador de su manga favorito, The Kan. En fin, en principio aceptó los cuidados de sus padres, sin duda los necesitaba, pero con el paso del tiempo aquello ya se volvía sofocante para él: no lo dejaban salir siquiera a comprar golosinas si no era en compañía de uno de los dos, ya no podía ir a los videojuegos con sus amigos ni al parque acuático al que había sido invitado más de una vez, ya había jugado con todos sus videojuegos ocho veces al menos y las vacaciones se le estaban yendo encerrado en casa. Para colmo, en ese entonces no tenía computadora ni Internet.

 

No obstante, un buen domingo por el medio día llegó su salvación, por decirlo de alguna forma.

 

–Etto… konnichiwa… ¿Se encuentra Tödö-kun? –decía, frente a la puerta de su casa.

–¿Quién lo busca? –inquirió su padre con cierta desconfianza.

–Ijuuin Kyo.

 

Agradecía de sobremanera el haber sido salvado por él, pues de cierta manera les daba confianza a sus padres de que nada malo le pasaría estando con él. Por primera vez en tres largas semanas de vacaciones lo dejaron salir de casa, con la promesa de que volviera temprano.

 

–Gracias, sensei –farfulló despacito una vez que estuvieron bajo el umbral de la casa del mayor– gracias por salvarme –y sin poder refrenarse, sus brazos rodearon a aquel azabache de ojos plateados, sin medir las consecuencias que ese simple gesto traería.

 

 

Cuatro meses. Habían transcurrido cuatro meses desde que le conoció. En ese tiempo las visitas entre ellos se hacían más frecuentes y por ende había aprendido algunas otras cosas de su salvador: por ejemplo, que aprendió artes marciales más por obligación que por gusto; que su desayuno perfecto era algo tan simple como crepas con queso crema y mermelada de zarzamora acompañadas de jugo de zanahoria y naranja, y que detestaba las coles de Bruselas, a pesar de que su padre era un reconocido chef; que se basaba en las enseñanzas culinarias de éste último le dio alguna vez, para crear cada volumen de The Kan, pero que no tenía una motivación en especial; y que fue bajista y vocalista de una banda de hard rock en la preparatoria, pero su género favorito era el metal –en especial melodic death metal–, etc. (3).

 

Como cada domingo, se encontraba en casa de Ijuuin ayudándole a ordenar mientras él dibujaba, pues a veces solía desanimarse tanto que dejaba un desorden de dimensiones colosales. Al término ambos se encontraban en el patio trasero, el uno enseñando al otro artes marciales, so petición de los padres del más joven. Algunas horas más tarde ambos tomaban un descanso.

 

–Has mejorado, Shinno-tan –el mayor revolvió cariñosamente los cabellos de su discípulo, quien por alguna razón se estremeció y sintió arder sus mejillas.

–A-arigato… -luego hubo un breve silencio– etto… sensei…

–¿Pasa algo?

–emm… etto… –titubeó un poco, pero luego respiró hondo y prosiguió con tono determinado– Quiero que me enseñes a tocar el bajo.

–¿No quisiste decir la guitarra? –inquirió el pelinegro con su habitual sonrisa burlona.

–No, yo quiero tocar el bajo, como en la intro de For whom the bell tolls (4)

–¿Así que te diste cuenta?

 

Make his fight on the hill in the early day
constant chill deep inside
Shouting gun on they run through the endless grey
on they fight for the right
Yes but who's to say

(Luchan en la colina temprano por la mañana
Escalofrío constante por dentro
Arma que grita, siguen corriendo por el gris interminable
Continúan luchando, porque tienen razón
Si, pero ¿quién puede decirlo?) (5)

 

Ocho meses. En otros ocho meses ya había aprendido bastante sobre aquel instrumento para el poco tiempo que llevaba, y ya tenía una identidad definida en cuanto a gustos musicales. Sin embargo esto ya le empezaba a parecer extraño a sus padres y conocidos, y el hecho de que fuera a casa de sensei a esperarle después de la escuela todos los días no era para menos. Pero eso no le importaba a él, no: la convivencia con el mangaka poco a poco despertaba sentimientos que no había experimentado con otras personas, ni siquiera con sus padres, y aunque no estaba seguro de lo que era, estaba dispuesto a averiguarlo hasta las últimas consecuencias.

 

Un viernes como todos los días se sentó en la escalinata de la entrada principal a esperar a su sensei, y al verlo llegar le provocó una especie de revoloteo en el estómago.

 

–Hola, Shinno-tan –saludó el pelinegro, algo desganado para ser él, pero no le dio mucha importancia.

–¡Sensei, a que no adivinas qué ha pasado! –exclamó con el entusiasmo propio de sus apenas 16 años. Kyo asintió, instándolo a continuar– ¡Gané la regional de Tae-kwon-do! –dicho esto le mostró el trofeo de primer lugar que se le dio.

–Me alegro por ti –el mangaka le dedicó una sonrisa sincera que hizo a su corazón acelerarse a mil por hora– ¿Qué dijeron tus padres al respecto?

–Errr… etto… tú eres al primero al que se lo digo –balbuceó, evidentemente ruborizado. Pero no era el único, por alguna razón al mayor también le apareció un ligero rubor.

–Felicitaciones, Shinno-tan.

 

El sentir el mismo cálido abrazo que cuando lo conoció fue todo lo que necesitó para saber que se había enamorado de su ídolo y amigo, Ijuuin Kyo. Sin embargo no tenía idea de que esto no sería visto con buenos ojos por sus padres.

 

 

Vacaciones de verano. La horrenda pesadilla vivida hace un año había sido relegada al olvido gracias a la compañía de sensei, y ahora en lo único que pensaba sería en cómo declararle sus sentimientos: sí, hace unos días se armaba de valor y ahora con la frente en alto se dirigía a su casa. Últimamente sensei llegaba un poco más tarde de lo habitual, así que tenía suficiente tiempo para pensar bien lo que iba a decir. Entró a la casa con la copia de la llave que Ijuuin le dio y en lo que esperaba, una loca idea cruzó por su mente. Se dirigió al estudio donde hacía sus dibujos para The Kan, pero lo que vio en una pared de la habitación a la que entraba por primera vez lo dejó sin habla: un lustroso bajo Lakland 55-94 Deluxe Koa (6) se encontraba adherido a la pared, sobre una especie de pedestal. Algo había dicho sensei de él: ese lujoso instrumento era herencia de su padre, quien también fue un músico. En fin, aquellas cinco cuerdas (7) dispuestas a ser tocadas lo incitaban, y aunque en principio sabía que estaba mal, quiso probar suerte y luego de conectarle los aditamentos necesarios, tocó la primera cuerda. Sin embargo y sin saber cómo, ésta se rompió y no conforme con ello hubo un corto circuito debido a que el tomacorriente al que lo conectó estaba averiado. Para empeorar la situación justo en ese momento Ijuuin entró.

 

Una mirada silenciosa y un gesto sombrío lo hicieron caer en cuenta del gran problema en el que se había metido. Más rápido que un acorde, Ijuuin-sensei le quitó el bajo, luego le sacó la cuerda rota y lo colocó en su lugar; hizo lo mismo con todos los aditamentos, en un silencio que le causaba escalofríos. Su declaración había sido frustrada por su ineptitud, y ahora tendría que pagar las consecuencias: una, la inminente ira de Ijuuin Kyo, dos, remplazar el costoso pedal también averiado, y tres… perder su amistad.

 

No obstante lo que vino fue completamente inesperado: el joven de los ojos color plata ató la cuerda rota alrededor de su muñeca derecha con un nudo que se veía difícil de quitar (8); después fue tomado por ambas muñecas y recargado bruscamente contra el sofá color crema; el cuerpo de su mentor sobre el suyo le impidió toda escapatoria, su mirada filosa y su gesto carente de cualquier expresión se sentían como quien es condenado a la guillotina; la otra mano se colaba peligrosamente debajo de su camiseta de Children of Bodom; una de sus piernas frotándose constantemente contra su miembro era toda una tortura; el aire le empezaba a faltar; los labios de su sensei se unían con los suyos en un beso fogoso y demandante; su lengua se introducía en su boca e iniciaba una batalla entre ambas; luego debilitaba un poco su agarre para lamer su cuello y morderlo levemente, sacándole suspiros audibles.

.

–Espera… sensei… –esto estaba mal, esta no era la manera en la que tenía planeado estar con su mentor.

–Te daré un castigo que nunca olvidarás –susurró a su oído con un tono profundo y sensual que destruía sus defensas. Cuando acabo de hablar mordió su oreja suavemente provocando que se estremeciera.

 

La polera de Children of Bodom fue a dar a alguna parte, sus manos ascendían poco a poco sobre sus pezones, luego estos eran pellizcados; su boca mordía su piel expuesta, y seguramente las marcas durarían unos días al menos; de nueva cuenta el mayor apresaba sus labios con desesperación; más tarde lamía sus botoncitos y al mismo tiempo una mano acariciaba su torso y la otra se colaba debajo de su bóxer.

 

"¡Esto no está bien! ¡Detente!" su consciencia le gritaba que debía parar, pero su corazón pudo más que la razón y se dejó hacer, soltando jadeos y gemidos ante las caricias y atenciones de su mentor "Solo por esta noche…"

 

Después de un rato el mangaka dejo su tarea para terminar de desnudarlo y luego desvestirse el. Kyo tomó el miembro de Shinnosuke para lamerlo lenta y tortuosamente, de la punta a la base y viceversa; de a veces se centraba en la punta y lo sorbía con fuerza, haciéndolo gemir de placer; y sin darse cuenta condujo sus manos a los cabellos de su maestro incitándolo a que siguiera.

 

–Se siente bien ¿no?

–Aaaahh… sen-sei… sen-sei…

 

Ijuuin separo más las piernas de Shinnosuke para tener un mejor acceso y siguió con su labor hasta que su láctea esencia saliera y llenara su boca. Un poco de esta escurrió por su comisura, por lo que la tomó y la untó alrededor de esa rosada entrada. Por un momento el menor recordó ese horrible incidente y quiso que todo se detuviera, pero ya era demasiado tarde, su corazón estaba por encima de su consciente y solo tuvo que esperar unos segundos para sentir una intromisión en su interior. Sin embargo, y muy al contrario de lo que pensó, el dolor que experimentaba resultaba sumamente placentero.

 

–Aaaahhh… sen-sei…

 

Los labios de su maestro silenciaron sus quejidos en un beso; sus manos no dejaban de acariciar su piel desnuda, e inconscientemente él hacía lo mismo con la amplia espalda; las embestidas en su interior al principio eran lentas, pero lograban arrancarle gemidos que cruzaban la delgada línea entre el dolor y el placer. De nueva cuenta Ijuuin lamió el lóbulo de su oreja, su cuello, sus finas clavículas y los hombros; al mismo tiempo aumentó la velocidad y la fuerza de sus estocadas.

 

–Shinno… Shinno-tan… –los gemidos casi guturales de su ídolo y maestro mandaban su cordura a cualquier parte.

–Kyo… Kyo-san…

 

El calor del momento hacía de las suyas con sus sentimientos, y presentía que Ijuuin lo sabía. Justo cuando sintió que ya no podría más, intentó correrse, pero el de los ojos color plata presionó la punta de su miembro, impidiéndoselo.

 

–Aaaahhh… onegai… aaahhh…

–Te dije que… te daría un castigo… que nunca olvidarías…

 

Los gemidos de ambos llenaron toda la estancia, pequeñas gotas perlaban sus acaloradas pieles, sus respiraciones agitadas resonaban como eco al igual que el latido de sus corazones, las pulsaciones en el miembro del más joven dolían tanto que sentía que en cualquier momento desfallecería. No obstante Ijuuin no se la ponía nada fácil, aunque unos instantes más tarde su interior se contrajo de una manera tan brutal que el mayor lo llenó con su caliente esencia, y por inercia liberó el miembro de su uke y su tortura al fin terminó.

 

–Sensei… –fue lo último que alcanzó a decir antes de caer en la inconsciencia, y antes de darse cuenta de que el verdadero juego apenas comenzaría.

 

 

CONTINUARÁ…

 

Notas finales:

1. La verdad desconozco de qué color sean sus ojos, así que para finalidades del fic serán de este color.

2. Lament of a mortal soul, de Arch Enemy, del álbum Wages of Sin (2001) (CD 1). Una observación: la vez pasada me equivoque en los datos del cover de Starbreaker. El intérprete y álbum es el mismo que este, solo que no viene en el CD 1 sino en el CD 2.

3. Todos los rasgos son inventados, y la parte de que era bajista de una banda de hard rock explica un poco de dónde conoce a Kai Shinoda y los otros.

4. y 5. For whom the bell tolls de Metallica, del álbum Ride the Lightning (1984). Ya había usado antes esta canción como tono del primer teléfono de Misaki en los primeros capítulos, pero la retomé porque su intro suena como guitarra, pero en realidad es una distorsión de bajo, ejecutada por su entonces bajista Cliff Burton. Por eso lo admiro tanto y hago alusión a él en algunas frases de Misaki.

6. y 7. Este modelo es uno de los más caros que encontré, tiene más o menos un valor de 402 211, 600 yenes, o bien, 3920 dólares, o 51 058,784 pesos mexicanos (la coma viene siendo el punto decimal). Además tiene 5 cuerdas en vez de cuatro como la mayoría de los bajos, aunque hay algunos otros que tienen hasta siete.

8. Esta idea la saqué de un amigo que hizo una pulsera de una cuerda de su guitarra y me la regaló en mi cumple… debieron ver mi cara de emoción ^u^.

 

En fin, espero que les haya gustado el cap, porque neta sí me costó uno y la mitad del otro escribirlo. En cuanto a los caps, de verdad necesito que opinen, pues como dije en los primeros caps, ustedes de cierta manera definen el curso de la historia. Si no me dicen nada, asumiré que están totalmente de acuerdo con lo que he explicado anteriormente.

Bueno, sin más de mi perorata, chaito.


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