LA FAMILIA COMPLETA
Luego de salir del hospital la rutina que repetíamos todos los días era la siguiente: Despertarnos, arreglarnos, desayunar juntos. Luego Gaara me llevaba al hospital a ver a mis niños y él se iba al trabajo. Yo pasaba todo el día en el lugar. Las horas de visitad eran dos, pero no quería irme a casa. Me quedaba allí, charlaba con las enfermeras y doctores, con otras madres o padres donceles. Algunas veces Dei me acompañaba, otras veces mis amigas. Así fue durante casi un mes, un mes viendo a mis bebes crecer de a poco, un mes para poder llevarlos a nuestra casa.
- Estoy tan nervioso – le dije a Gaara la noche anterior a ese día, el me sonrió y me atrajo hacia su pecho - ¿crees que seré un buen padre? Me muero de miedo de fallarles.
- Vas a ser un gran padre – dijo besando mi cabello – y si te equivocas, que es algo normal en todos los padres, yo voy a estar para ayudarte a compensarlo – suspire – vamos a ser un gran equipo amor, no te atormentes.
- De ti no tengo dudas – confesé, Gaara era bueno o mejor en todo lo que hacia – yo soy el problema.
- Eres perfecto no te preocupes además si en algún momento no sabes que hacer, para eso estoy yo – mi incorpore para mirarlo.
- Me da miedo consentirlos tanto que después se conviertan en personas egoístas y caprichosas.
- Eso no va a pasar bebe, ¿te parezco del tipo consentidor? – lo medite unos instantes y luego negué.
- Eres del tipo dictador Gaara, eso es obvio.
- Gracias mi rey – no se sintió ofendido para nada – aunque no se porque te quejas si a ti te consiento en todo y mas.
- No en todo – susurre y el suspiro.
- Ya lo hablamos – respondió.
- No, tú lo hablaste, yo solo escuche y tuve que estar de acuerdo.
- Es por tu bien.
- Es por el tuyo, yo se lo que quiero.
- No voy a discutir esto de nuevo, ya te lo dije si estas excitado voy a hacerte sexo oral y listo – se coloco sobre mi - ¿eso es lo que quiere mi rubio hermoso?
- No – lo empuje – hasta que no estés dispuesto a llegar hasta el final no vas a tocarme – me acomode para dormir – ya no me basta con eso solamente, lo quiero todo.
- Eres un caprichoso.
- Y tu un idiota – me cubrí hasta el cuello con las frazadas, no quería hablar ni verlo. El maldito me había rechazado tantas veces que tenía mi podre ego destruido. ¿No se supone que los matrimonios tienen sexo? Quizás otros si, pero el mio no. El imbécil ni siquiera me dejaba tocarlo, ni si quiera se desvestía. Era un insensible, rechazar a un doncel que se le ofrece en bandeja de plata debería ser delito. Porque se sentía realmente mal. Pero no podía hacer un berrinche porque el siempre lo solucionaba con sexo oral. Y ya me tenía cansado. No que no me gustara, me encantaba pero quería mas, mucho mas y el controlador obsesivo de mi novio no me lo daba. Y eso me tenia de muy mal humor. Me dormí pensando en todo eso. A la mañana siguiente me levante antes que el me llamara, no tenia ganas de hablarle. Fui a tomar una ducha y me quede mirándome en el espejo. Era verdad que no estaba en mi mejor momento. Aun tenía el vientre algo inflamado, pero casi nada. La cicatriz de la cesaría casi ni se notaba. Quizás necesitaba un nuevo corte de cabello y nueva ropa. Suspire y decidí que le pediría a mi hermano consejos para conseguir que mi vida sexual aumentara de nivel. Ya que Saso y Dei se la pasaban follando cada vez que podían. Hice un puchero, yo también quería eso. Y no porque fuera un ninfómano, no. Yo estaba enamorado de un hombre que me enloquecía completamente. Y es que como no hacerlo si mi granadita era pura fuego. El hombre más sexi que había visto en mi vida. No estaba siendo ilógico, cualquiera en mi lugar querría lo mismo. Pero el no, él quería estar seguro de que yo estaba “apto” para el sexo con penetración. Estúpido, estúpido, mil veces estúpido.
- Amor ¿ya sales? – pregunto al otro lado de la puerta.
- Saldré cuando salga – respondí aun furioso, el no dijo nada. Porque el señor era demasiado maduro y racional como para seguir las discusiones sin sentido que yo empezaba. O sea que si yo quería pelear peleaba solo, el ni siquiera me miraba - ¡AH! – grite de pura rabia arrojando la esponja al piso, por lo menos ahora que vendrían mis niños tendría menos tiempo libre para pensar en el y su rechazo. Cuando me sentí menos molesto, porque tranquilo no iba a sentirme hasta que ese idiota me hiciera suyo, me fui a vestir y a controlar que todo lo de mis bebes estuviera en orden. Luego baje a desayunar ignorando al pelirrojo que leía el periódico. Al parecer él había decidido ignorarme primero. Era tan injusto que ni siquiera en eso podía ganarle. Desayune en silencio, Hana, la señora que nos ayudaba con la casa nos miraba sonriendo. Ella ya estaba acostumbrada a nuestras no-peleas.
- ¿Emocionado por la llegada de sus pequeños? – me pregunto Hana y no pude evitar sonreírle.
- No sabes cuanto Hana dattebayo, estoy contando los minutos para tenerlos conmigo – ella sonrió.
- Recuerde lo que le dije de mi sobrino, él puede ayudarlo con los niños es un niñero excelente – asentí.
- Seguramente cuando regrese a clases voy a necesitarlo, pero por ahora quiero hacerme cargo yo mismo – ella me dio la razón.
- Si veo que la situación se le va de las manos, llamaremos a su sobrino – hablo el cabeza de cerillo sin dejar de leer.
- La decisión voy a tomarla yo Hana, cuando yo le diga – puse énfasis en el yo – vamos a llamarlo – Gaara bufo y bajo el periódico para mirarme serio.
- ¿Vas a seguir con esa actitud infantil? – no le respondí, me di el lujo de ignorarlo, untando mermelada en mi tostada, bebiendo jugo. Pero no podía pasarlo porque sentía sus penetrantes ojos atravesándome - ¿vas a ignorarme mucho tiempo mas? – pregunto y de reojo vi que sonreía de medio lado. Se estaba burlando de mí. Tenia ganas de agarrar todo lo que tenia a mano y lanzárselo en la cabeza. Cuando se puso de pie me tense un poco. Él se coloco detrás mio y apoyo la cabeza en mi hombro para luego susurrarme.
- Amor, quedan ocho días – el que me hablara al oído me hacia estremecer, estaba haciendo grandes esfuerzos para no comenzar a gemir del placer que me provocaba – y cuando esos días pases, voy a amarrarte a la cama y a follarte tanto y tan fuerte que no vas a recordar ni como te llamas así que deja de ignorarme y comportarte como un niñito malcriado o me obligaras a castigarte – sentía la sangre hirviendo, la piel ardiendo y ni hablar de mi sexo. Estaba tan excitado que con solo un roce en mi mano hubiera acabado - ¿has entendido?
- Ocho días – susurre casi ahogándome de la desesperación. Ocho días me parecían una eternidad. El rio y me beso la coronilla.
- Para mi también es una larga espera pero sé que valdrá la pena – lo mire aun con las mejillas sonrojadas – no te das una idea de lo mucho que te deseo, pero tengo que cuidarte, no me lo hagas mas difícil ¿si?
- Lo siento mucho, solo estaba pensando en mi – el me beso los labios castamente.
- Acaba el desayuno así nos vamos, ya casi es hora – asentí y termine de desayunar, un poco mas tranquilo. Ya no estaba enojado con el, pero aun ardía del deseo por que me hiciera el amor. Suspire para despejar mi mente. Ya había esperado tantos meses, podía con ocho días. Al terminar de comer partimos rumbo al hospital. Deidara, Sasori y Ayame estaban allí también. Pain y Nagato iban a esperarnos en casa, para darles la bienvenida a los bebes. Temari y Kankuro igual, ellos tenían pensado hacer una parrillada para celebrar. La doctora nos hizo pasar a mi pelirrojo y a mí a su despacho. Nos dio las recomendaciones pertinentes, firmamos los papeles del alta y luego fuimos por nuestros niños. Yo tome a Takeshi y Gaara a Akira. No pude evitar que lagrimas de pura felicidad salieran de mis ojos. Me sentía completo, feliz, increíblemente feliz. Tenia a mis niños sanos y en mis brazos y tenia a mi lado a un hombre maravilloso, el mejor de todos los hombres, del que estaba locamente enamorado y por si fuera poco me amaba también. Dei nos iba tomando fotos desde que nos dieron a los bebes hasta que salimos del lugar. Nos saco algunas “espontaneas” y otras posando. En casa nuestros amigos nos recibieron también felices. Incluso mis amigos del colegio estaban, al igual que Iruka y Kakashi sensei. Todos se tomaron fotos con los pequeños. Ellos de lo más tranquilos. Solo sollozaron un poco cuando tuvieron hambre, pero después eran unos niñitos muy calmados. La enfermera nos había explicado que eso pasaba con la mayoría de los bebes de incubadora. Eran más tranquilos que los otros. Comimos en medio de risas, bromas y anécdotas. Estuvimos hasta la tarde con ellos, y no se fueron sin dejarnos la casa limpia. Los mejores amigos y la mejor familia del mundo - ¿se durmieron?
- Si, son unos angelitos – acababa de acostar a los bebes y ahora iba a hacer los mismo yo. Gaara ya estaba en la cama. Apoye la cabeza en su pecho y el me rodeo con sus brazos.
- Me tome lo que queda de la semana, para que nos adaptemos a ellos – asentí – son muy tranquilos.
- Lo se, ni siquiera conozco su llanto – sonreí - ¿eso es normal? Es decir los bebes deberían llorar.
- Si, los bebes llorar y ellos van a hacerlo cuando sea necesario – me abrazo mas fuerte y apago la luz – la doctora Tsunade dijo que todo estaba bien con ellos, no hay que preocuparse.
- Lo se, lo se – cerré los ojos – estoy muy feliz Gaara.
- Y yo mi amor, soy el hombre mas feliz del mundo – comenzó a acariciarme el cabello y de a poco me fui hundiendo en el mundo de los sueños.