Ciel tuvo un accidente, en el que por desgracia su padre y él no salieron ilesos, arrebatando a su vez la vida de Rachel. Pasado casi un año el joven despierta, y la cruel realidad desgarra sus mejillas, había pasado todo ese tiempo postrado en la cama de un hospital, viviendo en el mundo ilusorio de sus sueños; en ellos, su imagen distorsionada daba vida a un joven conde acompañado por un hombre de tez muerta y aterciopelada sonrisa, vistiendo un frac negro y acariciando un crudo y maquiavélico secreto con esos dedos enguantados, un mundo en el que los demonios desarrollaban pactos, y te devolvían el aliento luego de intercambiar una mirada carmesí.

Al despertar de aquella ensoñación, fue a ver a su padre de manera que pudo percibir la presencia de un hombre alto de gabardina oscura, y todo señalaba que él había sido quién cubrió los gastos de ambos durante su estadía. ¿Quién era ese hombre? ¿Por qué mirarle a los ojos le traía tanta melancolía? Le robaba el aire, y le ocasionaba aquel ardor que escuece en toda su piel.

Permanezcan leyendo, y descúbranlo en el primer capítulo de « A cielo abierto »