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Dieciocho por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

D es de Dieciocho

Dieciocho es Hibari

D es de Dino

(? 

Pareja: 1859, dedicado a Erza. Será un profesorxalumno

+Día siguiente+

         −No, no, no, no, no –Dino Cavallone daba vueltas por toda su habitación. Estaba en la alta torre y no había podido conciliar un buen sueño, no desde lo que había hecho anoche. Besó al príncipe del castillo… se sintió un criminal, se mordía los labios por la creciente culpabilidad asoladora de mentes depravadas –, estás enloqueciendo, Dino Cavallone, ya basta, no debes… -y entonces, en modo flash, le vino la imagen de verse a sí mismo abrazando al rey para besarle. El color subió a sus mejillas y se cubrió la boca mirando a una esquina del cuarto.

         −Tócame más… -le había dicho en un sueño húmedo. Dino se golpeó la cabeza contra la pared −Maldita sea, no podré contenerme mucho más –dijo mirando a la nada, escuchando a una avecilla cantar.

         Un pajarito, tierno, de color amarillo, ojos negros y piquito encantador se había posado en la ventana de forma de triángulo.

Hibari, Hibari –repetía el animalito. Dino sintió que eso era directo a su sentencia. Parecía perseguirle como una maldición. El ave fue dando brinquitos hasta que terminó en el piso, a los pies de Dino.

−¿Por qué repites ese nombre que me destroza? –preguntó tomandolo en su dedo índice, el parajito movió la cabeza y aleteó un par de veces.

Alguien llamó a la puerta.

−Voy en seguida… -decía encaminándose hacia allí, pero su ahondamiento fue mucho cuando la puerta se abrió sola y aparecía el soberano de Rivacio con el cuerpo sudoroso. Las prendas blancas se pegaban con demencia en su pecho. Dino sintió que ese día no era bueno.

−Mi ave… -dijo, mirando a su cuentacuentos en primer término, pero al encontrarse con la mirada parda, sintió un nerviosismo estúpido y decidió que lo mejor era contemplar a su fugitiva mascota.

−Ah, ¿Es suya su majestad? –el avecita comenzaba a cantar chillonamente en himno extraño. Los dos se quedaron en silencio.

−Sí no lo fuera no vendría por ella… -respondió después, en su típico tono neutral.

−Cierto –el rubio se encogía de hombros y se acercaba al Rey, pero este retrocedió en automático dos pasos –¿sucede algo? -¡Claro que sucedía algo! Pero ninguno iba a dar razones completas de su actuar ¿o si?

−No es nada, Hibird no suele llevarse bien con los extraños –comentó sinceramente alzando la mano derecha para que el avecita fuese hacia él.

−¡Vaya nombre más curioso! –comenzó a reírse el mayor. El rey le miró molesto –, quiero decir, es sumamente original, emprendedor ¡Nunca había escuchado invención tal! –empezó a toser esquivando las dos joyas asesinas.

−Mejor no digas nada –respondió el rey virándose para no mostrarle al cuentacuentos su nerviosismo.

Hibari feliz, Hibari feliz –cuchicheó Hibird.

−¿Qué dijo?

−Nada –el rey mandó a Hibird a volar muy lejos (xD) –, esa cosa habla puras incoherencias.

−Ah, ya veo –y Dino se tragó ese cuento. Patético –¿Y que hacía usted corriendo? –el rey respingó.

−Hibird salió de su jaula pero se vino directamente aquí, y no sé por qué; tuve que perseguirlo por temor de… porque quise hacerlo.

−¿Por temor a qué, su majestad?

−Nada que te incumba –fue la respuesta directa que el rey le dirigió –, es hora del desayuno –terminó para querer salir de la habitación, pero en la cómoda cercana a la puerta, encontró una fotografía –¿qué es esto? –dijo acercando su mano para poder tomarla, a Dino le entró un absceso de pánico, y para evitarlo abrazó al rey.

−¿Qu-Qué haces? –fue un gran error. Ahora estaban pegados uno al otro. Escuchaban las respiraciones contrarias. Y se olvidaron de la dichosa imagen.

−Puede darle gripe sí sigue con esa camisa… -se culpó por dar una excusa tan estúpida. Dino se sentía como colegiada enamorada, intentando enamorar a un crío.

−Iré a cambiarme…

−No –le tomó de la muñeca –, tendría que caminar por todos esos pasillos hasta llegar a su alcoba –le susurró al oído. Hibari se estremeció –, sé que para usted es poca cosa, pero –le tomó la mano y se dirigieron al pequeño armario del cuentacuentos –, tome –le brindó una camisa que a leguas de viaje se notaba que le quedaría grande, era blanca y de manga larga –, me daré la vuelta –murmuró, viendo que el Rey parecía molesto. Dino se dirigió a la ventana, juntando toda su fuerza de voluntad para no voltear. Apretó sus puños, de reojo podía verse la difusa quitándose la camisa. Cerró los ojos. Su corazón golpeteaba sordamente contra su pecho. ¿Qué tanto se podría tardar en ponerse eso?

−Puedes virarte –dijo el Rey, Dino reaccionó de inmediato y, maldición, se veía tan tierno con esa ropa floja –, así está mejor –comentó, viendo que Dino había vuelto la mirada a la ventana.

−Si-Si, tiene usted la razón –el rubio se rascó el mentón –, ahora puede regresar.

−¿Qué acaso tu mandas aquí? –alegaba el menor enarcando una ceja y cruzándose de brazos –, mírame cuando te hablo.

−No puedo, su alteza –dijo en un tono bajito que Hibari no escuchó –, será mejor que vaya a tomar un baño –se encaminaba al cuarto de lavado dando pasos como robot. Eso le pareció divertido al soberano.

−Já, -soltó inocentemente –, eres un torpe.

−Lo sé –se rascó la nuca, patosamente.

−Oye, cuentacuentos, tengo frío –dijo con una maldad nueva tallándosele en los ojos.

−Le pasaré de inmediato una…! –se quedó sin palabras cuando se dio cuenta de que Hibari se había acostado en su cama. Todo empeoraba.

−Arrópame y cuéntame un cuento –ordenó.

−De-De acuerdo –ese endemoniado tartamudeo del infierno ya le tenía harto. Se fue acercando, pasando saliva con dificultad. Agarró la sábana blanca y la pasó con cuidado sobre el cuerpo del rey, el cual ya permanecía con los ojos cerrados. Dino se sentó en el suelo, sumiendo la cabeza entre los hombros, apretando sus dedos contra su pantalón –, bueno, todo empezó una tarde lluviosa…

++++{Cuarto Cuento}++++

         Gokudera Hayato, ese era su nombre, estaba desesperado, llevaba horas buscando a su mascota. Un gato bastante huraño de nombre “Uri”. El dueño ya estaba cansándose, la lluvia había disminuido considerablemente, pero el tenía cada rincón y cada pliegue de su piel empapado. Estornudó audiblemente. Y por sus tenis terminó derrapándose en la acera. Se golpeó la cabeza.

         −Maldición –acarició el nombre del diablo con verdaderas ganas. El sol aún amenazaba con no salir.

Besa mis labios, profesor depravado.

Pareja: Hibari x Gokudera

         “Despertó en un apartamento que ni era suyo. Se sentía cálido, con una frazada acogedora sobre él, teniendo una banda húmeda en la frente. Fue abriendo los ojos con lentitud, dejando que se acostumbrasen a la luz. El sol debía apuntar cerca del medio día.

         “Y ese maldito gato del infierno le terminaba de levantar con un par de hipócritas lamidas en su mejilla derecha.

“−Hunnn, Uri, ya cálmate, ya desperté –dijo jalándolo del pellejo y poniéndolo en su regazo. El dueño del maquiavélico gato tenía cercanos quince años. Sus cabellos eran de un lindo color plata y sus ojos eran poderosas joyas llamadas esmeraldas –¿dónde estoy? –la cama era de dimensiones bajas y amplias, había grandes pilas de libros en cada esquina, y  un par de pequeñas esculturas prehispánicas en una gran vitrina hecha en caoba. Quiso levantarse y averiguar lo necesario, pero se sentía débil, y fue entonces cuando empezó a escuchar pasos, venían subiendo las escaleras y al abrir la puerta se encontró con la imagen de un conocido, pero esa palabra se queda corta…

“−Vaya, hasta que despiertas –masculló un hombre de veinticinco años. Traía una charola con sopa caliente (típico, ya lo sé, pero estoy desvelada XD y Sadu y Ángel se pelean por un pavorreal ¬w¬)

“−¡Pro-Profesor! –se levantó de inmediato. Así era. El dueño de la casa, ese guapo hombre que hospedó a Gokudera, de cabellos cortos y negros, era su profesor en la preparatoria a donde asistía.

“−¿Esperabas a alguien más? –soltó con su acostumbrado tono neutral, pero que apuntaba a uno de “Ah, pero cómo jodes”. Dejó la bandeja en la mesita de noche y se acercó a su estudiante, el cual vibró nervioso por la cercanía, y se fue alejando, pero su debilidad le marcó de nuevo una tajante brecha para poder lograrlo.

“−Lo-Lo siento –tuvo que ser sostenido por la mano morena del mayor –, en verdad yo… -su sonrojo nunca fue producido por la fiebre. El profesor no dejó pasar desapercibido aquel gesto, y sin pensarlo dos veces, lo cargó sin pedirle permiso y lo depositó en la cama, lanzándole las sábanas de nuevo.

“−Quédate allí hasta que se te baje –ordenó dándose la vuelta. Gokudera, cuando estuvo solo, se cubrió la cabeza y dejó que todo el humo se disipara en pequeñas dosis. ¿Cómo rayos había acabado allí?

“Ni siquiera rebuscando en su confusa mente dio con resultados buenos. Terminó por dormirse de nuevo. Si, algo en su subconsciente se lo había marcado. Ese olor. Era la colonia de Hibari Kyoya.

“Gokudera rodó varias veces, y entresueños apretaba la almohada. Su euforia no podía mantenerse a raya. Por más que quisiese encerrarla en algún cajón de por allí. No.

“¿Por qué rayos había tenido que terminar en la casa del tipo causante de su primer amorío?

“En sueños recordaba aquel verano en el que Hibari llegaba para empezar a impartirles clases por el reciente retiro de un dinosaurio, perdón, de un veterano que sobrevivió a la muerte de Osama y que no quería soltar el trabajo hasta que llegó Kyoya gritándole “Le morderé hasta la muerte sino se va”

“Y entonces empezaron las complicaciones. Gokudera era un chico problemático, y el que no lo sea a esa edad no es ser humano, casi se podría asegurar sin temor de equivocación, aunado a eso, Kyoya no era nada paciente con ese tipo de personas. Surgieron los choques de personalidades, y siempre salía perdiendo el estudiante, claro, toda la maldita escuela le daba el lado al nuevo profesor.

“Aunque Gokudera trató hacerle la vida imposible, nunca pudo hallar una brecha por la cual colarse y dar con el punto débil del poderoso profesor.

“Parecía un problema sin fin.

“Se volvió su obsesión real, presente, inevitable. Al punto en que ya no había día o momento en el que su mente no estuviese ocupada con fraguar algún plan contra su catedrático. Se dio cuenta de que le gustaba cuando vio una vez sonreír a ese sujeto de traje negro, de una manera para nada sarcástica. Supo posible la existencia de un Hibari casi humano, y eso le llevó a creerse un demente por estar enamorado de esa estupidez.

“Con el tiempo todo había empeorado. Había escuchado que el profesor tenía un gato, y allí tienen a Gokudera, comprando un maldito felino traidor para por lo menos tener algo en común con su amor platónico.

Dino paró el relato por un rato. El rey le miró de reojo, sintiendo extraño todo aquello, pues una sombra de tristeza cruzó los ojos del cuentacuentos.

“−No sólo por ser hombre, sino que también estaba la barrera de la edad. ¿Cómo se iba a fijar un adulto exitoso como él, en un donnadie que ni siquiera se podía mantener a sí mismo un mes completo?

“Y ahora, aquí estaba. Siendo atendido por un enfermero inexperto en una casa que siempre había deseado conocer. En múltiples sueños se había imaginado visitándola con la credencial de mayor de edad luciéndose en medio de sus más socarronas sonrisas, pero no estaba ocurriendo así.

“De nuevo un trapo húmedo en su frente le hizo regresar fehacientemente.

“Para empeorar las cosas, Hibari chocó su frente con la del estudiante.

“−¡¡¿Qu-Qué rayos haces?!! –inquirió, realmente alterado, apartándose y poniéndose en el rincón más aleado del profesor que chasqueó la lengua exageradamente.

“−Todavía que estás de polizón te pones a rechistar, ¿eh? Parece que aún tengo muchas cosas que enseñarte –dijo levantándose y tronando los dedos entre sí en medio de una sonrisita.

“−¡Puedo contigo!

“−No en tu estado.

“−¡Entonces te aprovecharás de que me encuentro enfermo!

“−Yo te veo bastante mejorado –refutó el mayor burlándose del débil intento de fortaleza del otro hombre.

“−¡No tengo por qué perder el tiempo contigo! –y en eso, el estómago de Gokudera reclamó todo lo que no comió en algún tiempo. La vergüenza fue tan grande que el menor se calló de sopetón y Hibari se echó a reír.

“−Te preparé otra cosa –comentó mirando sobre su hombro –, sí quieres puedes comerlo, después de eso, te largas.

“−¡E-Eso iba a hacer! –se sentó en el suelo, le dio la espalda y se puso a comer desenfrenadamente. Y a la última cucharada de la sopa, se dio cuenta de una cosa: le ardía la lengua como mil infiernos -¡¡¡Ahhh!!! –masculló con su musculo enrojecido. Tratando de echarse aire con ambas manos, pasando una mayor desgracia al tener que recibir ayuda del tipo que “detestaba” tanto.

“−Eres un idiota –le dijo Hibari, le jaló del mentó, Gokudera se quedó mudo por tenerle a cinco centímetros de su boca. Y se quedó estúpido cuando el profesor le besó. Surcando su lengua para palpar la lastimada zona. El menor apercibido de ser golpeado por algo que él no causó, intentó escapar, pero Hibari le jaló del cuello y de la cintura con ambas manos. ¿Cómo podría zafarse?

“El shock, después de eso, duró horas.

“El de cabellos plata permaneció con los ojos fuera de sus orbitas por tiempo que no se molestó en tomar.

“−Con eso será suficiente –dijo el maestro antes de liberarle.

“−¡Eres un! ¡Eres un! –se levantó de golpe, ignorando el abundante mareo que le causó hacerlo -¡Un maldito desgraciado! ¡Te odio! 

“−Woow –soltó, parecía muy divertido del asunto. El moreno se cruzó de brazos –, esto era parte de mi paga por cuidarte por dos días enteros, realmente deberías agradecerme –levantó el mentón propio a manera de reto.

“Gokudera padeció varias cosas a la vez: dolor, impotencia, pena, ira. Parecía querer sucumbir, y de nuevo caer al suelo, pero no iba a darle esa satisfacción al engreído catedrático. Con el orgullo que tenía, cargó a Uri y salió corriendo de esa casa la máxima velocidad que le permitían sus piernas.

“Ignoró cuánto debió pasar para dejar de dar vueltas alrededor del parque con Uri en brazos. Acariciándolo con aire ido. Se sintió decepcionado. Pero es que realmente había sido un ingenuo.

“Y ahora creía saberlo todo, si, su maestro, a quien le había creado un espacio en su corazón solitario, era un canalla.

“Cansado y aún no recuperado de lo anterior, se sentó en una banca blanca. Un par de nubes se empezaban a conglomerar en su contra.

         “Uri se le volvió a escapar. Gokudera llevaba viviendo solo casi cinco años, después de la muerte de su madre, nadie se había interesado en él. Y su único amigo era ese tonto gato que siempre regresaba sin que lo llamasen. Desde aquel verano ya casi no se sentía solo…

         “−Sí quieres volver a enfermarte, hazlo lejos de mi colonia, mocoso –aparecía Hibari, con Uri en brazos. Gokudera no pudo hacer o decir algo. Pasmo total.

         “El estudiante agachó la mirada y se fue. O así hubiera sido de no ser porque Hibari había ido a detenerle. Leves chispas se hicieron presentes en la tierra.

         “−Eres un idiota –murmuró Gokudera queriendo quitarse de encima aquella molestia.

         “−Más lo eres tu –bufó el mayor –, sí no querías que te quitara tu primer beso, no hubieras estado mencionando mi nombre mil veces entre sueños –dijo entregándole a su gato. Dejando que todo surtiera efecto en el ojiverde.

         “−¿Qué? –y con todo, y mascota en brazos, Hibari bajó la cabeza para volver a besar a Hayato.

         “−Lo que oíste, me has causado muchos problemas, volvamos a casa –dijo en claro tono de orden.

“−Yo-Yo no pienso volver –murmuró sin ganas. ¿Era real?

“−Entonces tendré que cargarte de nuevo –amenazó poniéndose en guardia y pasando sus brazos por detrás de las rodillas del estudiante.

“−¡Ah! ¡Ba-Bájame! ¡Maldita sea! ¡Que me bajes! ¡Maldito! ¡¿Qué planeas hacerme?!... ¡Violador!

“−Aún no te hago nada y ya armas tremendo alboroto, no me cabe la menor duda de que eres todavía un crío.

“−¡Cállate! ¡Yo no pienso pagarte con cuerpo absolutamente nada!

“−¿Quién te dijo que con eso me daría por compensado? –respondía en medio de una sincera sonrisa.

Dino terminó el relato. Viendo que el rey se había sumido en un profundo sueño.

El cuentacuentos le arropó de nuevo perfectamente. Con algo de timidez decidió tocarle los cabellos. Se le veía tan sereno, tranquilo. Sumiso…

−No –repitió esa palabra que tanto le taladraba la mente –, yo no puedo obtener las cosas tan fáciles como “ese” Hibari –sonrió amargamente -¡oh! –murmuró muy bajito fingiendo que ya no sufría nada –, este estado emocional me recuerda bastante a un niño que sufría por estar viviendo al lado de la persona que quería, pero no podía tocar… –pasó el revés de la mano propia por el delicado pómulo del moreno

 

Notas finales:

El siguiente va para mi Sadaharu09! El Okumura Incest!!!


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