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Corazón Indómito por sue

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Notas del capitulo:

 

 

¡Hola! ¿Cómo están mis queridos y amados lectores? ¡¡¡¡FELIZ AÑO A TODOS!!!! ¿Cómo me pasaron esas fiestas? Éste año venimos con pilas nuevas… yooooooshhhh!!!! ^o^0 (inner: y nuevas locuras… -.-Uu) je je ahora si!!! a leer se ha dicho!

 

 

 

 

 

 

En la hacienda Mink, las cosas se estaban volviendo un poquito enredadas…

 

 

- ¡Señor Katze! Uno de los nuevos herró mal al caballo. No hace más que levantar la pata constantemente debido al dolor – Aclamaba alarmado el hombre.

 

 

El pelirrojo llegaba a supervisar.

 

 

- ¡Pero si éste caballo estaba enfermo! No podían usar cualquier tipo de herradura. Tenían que usar una a base de pegamento… ¡Hay que retirarla de inmediato! – Resumió.

 

 

Los otros trabajadores miraban todo esto con ojos desaprobatorios.

 

- Esto no hubiera pasado si estuviera Riki. Él siempre andaba pendiente de que los nuevos no cometieran burradas… a todas éstas ¿Por qué lo habrán despedido? – Se preguntaba uno de los que conocía de trato al muchacho.

 

 

- Ni idea. Pero de aquí… él era el mejor en el trabajo  – Aseguraba otro – A pesar de que él…

 

 

- ¿? – Quedaron en silencio. Expectantes a que tuviera el valor que ellos no tenían para hablar sobre el tema - …

 

 

¿A pesar de qué? ¿Qué sabes? ¿Qué has escuchado?

 

 

Parecían preguntar esos segundos en silencio.

 

 

- A pesar de… - El hombre miró de un lado a otro, temeroso – De todo lo que se cuenta.

 

 

Todos estaban al tanto, pero nadie se atrevía hablar de ello. Del evidente romance de Riki y el patrón. El muchacho no se las daba de amo y señor por tener al Mink a sus pies, y eso, era lo que mantenía a los hombres quietos. Si no se metía con ellos, no tenían porqué atacarle. Lo que hicieran en la cama, no tenía que importarles en lo absoluto

 

 

***

 

A pesar de que apenas hubiera transcurrido unos días desde su despido, Riki sentía añoranza. No estaba acostumbrado a quedarse sin hacer nada.

 

 

- ¿Ya te vas?

 

 

- Sabes que las actividades comienzan desde que sale el sol – Katze se ponía las botas.

 

 

- Mmm… - Murmuró - ¿Y qué se supone que hagas mientras no estás?

 

 

- Sólo no hagas ningún destrozo con mis muebles…

 

 

- ¡No soy ningún cachorro!

 

 

El muchacho bufó. Aquel hombre le trataba con bastante frialdad.

 

 

- Vuelvo al anochecer.

 

 

Cuando Katze le hubo dejado solo, el pelinegro sintió como si le cayera encima todo el silencio y la soledad. Dormitó un rato, luego se sentó en el sillón con ambos brazos detrás de la cabeza. Cerró los ojos y se relajó. Fue así cuando empezó a cavilar en sus propios pensamientos.

 

 

 

- … ¿Qué estará haciendo Iason en éste momento?  

 

 

Le comía la curiosidad. En su mente, se formó la imagen del rubio, según tenía entendido iba a adquirir algunos terrenos, así que se lo imaginó de ésta forma: En una especie de reunión con el dueño de la parcela - tal vez tomando un café o almorzando - Ambos hombres charlan, hacen uno que otro comentario fuera del tema, se ríen un poco ¿Por qué no? De éste modo, el ojiazul muestra su lado más sensual, al dejar al descubierto lo hermoso de su sonrisa. Con esto, el hombre se siente más en confianza, incluso trata de coquetear con el Mink, Iason por cortesía le responde y ambos deciden irse a otro sitio más “íntimo” para concretar la venta/compra de las tierras…

 

 

Riki aún con los ojos cerrados, frunce el seño y aprieta los dientes, con bastante enojo.

 

 

 

 – ¡Tsk! – Se levantó de golpe.

 

 

Trató de distraer la mente admirando las pieles de reses que tenía el pelirrojo. Pero sus ojos negros, a pesar de que se hallasen clavados en aquellas extensiones de piel sin vida, para nada enviaban esas imágenes a su cerebro. Era como si estuviera aún perdido en la ilusión que había visto estando en el sillón, en el mundo especulado de su imaginación.

 

 

***

 

- No te muevas de aquí.

 

 

Aquellas, eran las constantes palabras de Katze.

 

 

- Hum… - Riki suspiró – Y ahora… ¿Qué se supone que haga?

 

 

***

 

 

Se la pasó viendo a su alrededor, perdiéndose entre la decoración de la casa, en los detalles del techo… hasta que por fin, su conciencia le habló:

 

 

- ¿Por qué tengo que hacerle caso? – Se dirigió hasta la puerta. Pudo abrirla, pensó en terminar de largarse a Ceres de una vez ¡Los chicos estarían contentos de verle! Hasta podría ser que se fueran de juerga para celebrar… más algo lo detuvo ante la idea de irse ¿Y si Katze tendría problemas por su culpa? – Maldición – Cerró la puerta, haciendo un ruido estruendoso. Lo menos que quería era sentir esa tediosa sensación de  culpa por algo así. 

 

 

Claro qué, otra sensación también le instaba a irse de inmediato… sentía hormigueo hasta en las plantas de los pies de tan sólo pensarlo: La llana idea de volver a ver al Mink lo tenía entre intranquilo y desesperado. Por ende, siempre ganaba la opción de quedarse ¡Santa valentía la de Riki!

 

 

 

Se dirigió hacía la ventana. Abrió la misma. En ese instante, los pájaros que se hallaban cerca se ahuyentaron. Riki dio un pequeño salto por la impresión, más quedó maravillado ante el volar de las aves. Fue hasta la cocina y después de unos minutos de búsqueda, logró conseguir algo para colocarles a los pájaros. Pronto los mismos volvieron. El pelinegro se recargó sobre la ventana, admirando a los animalitos comer frente a él ¿Ante el gesto, habían olvidado aquella sensación de peligro que tuvieron? Mientras los miraba picar el pan en migas, el joven se percató de que aún así, ellos estaban pendientes de cada uno de sus movimientos. Riki abrió un poco la boca, con levedad… como si fuese a soltar un pequeño susurro… llevado ante la sensación de formar parte de ellos ¿Lo dejarían acercarse más? ¿Quizás… tocarlos? El moreno levantó la mano, en un movimiento completamente sordo, más las aves volaron al instante, totalmente despavoridas.  Riki sintió una extraña sensación en el estómago, al darse cuenta de que él no podía irse tan lejos. De qué a pesar de todo, no era completamente libre ¿Existía la posibilidad de que algo lo hiciera volver a la hacienda Mink, muy distinto a la sabiendas de que se había cometido una injusticia con él?

 

 

Creyó que enloquecería. Un muchacho de pueblo no suele hacerse reflexiones tan profundas como esas.

 

 

 

 

Las horas pasaron.

 

 

*Check*

 

 

- ¿Diga? Oh… - El muchacho miró para ambos lados, cuando estuvo seguro de que nadie lo espiaba, notificó: – Enseguida lo comunico - Colocó el teléfono de modo que pareciera que estaba colgado con toda cautela, no quería que la señora ni ningún sirviente, se diera cuenta de la llamada. Fue en busca de Katze lo más rápido que pudo.

 

 

 

- Señor… si… todo en orden. Comprendo. Cuente conmigo. 

 

 

No podía confesarle que Riki ya no estaba viviendo en la mansión. Al parecer, Iason iba a retrasarse más de lo pensado y si se enteraba de ello, no perdería tregua en regresar sin firmar los contratos.

 

 

 

- “¡Que conveniente!” – El pelirrojo trancó el teléfono con brusquedad. No importándole para nada que se dieran cuenta de su presencia.

 

 

 

*Clank!*

 

 

 

La atención del joven Riki fue llamada por las habitaciones “¿Qué tal un poco de exploración?”

 

 

 

Su curiosidad lo llevó a cada cuarto, revisaba sin pena alguna las cosas, tratando de buscar algo lo suficientemente interesante como para sacarlo de su aburrimiento. Pronto encontró algo que llamó su atención.

 

 

 

- Oye… ¿Una carta? – Un sobre para ser más exactos. Procedió a leer, obviando que estaba violando la privacidad de Katze – “Para: Riki”… ¿Qué demonios? – Revisó el papel por todos lados, se hallaba totalmente en blanco - ¿Por qué éste sobre va dirigido a mí? – Miró el escritorio, allí pudo notar un cajón bastante sospechoso. Trató de  abrirlo sin éxito. Al parecer necesitaba una llave para hacerlo. Muy ingenioso, pensó. Dirigió la vista hasta la papelera llena, al parecer al pelirrojo se le había olvidado vaciarla. Cogió uno de los papeles arrugados. En el momento en que pensaba leerlo, algo lo empujó con fuerza descomunal sobre el escritorio.

 

 

- ¡¿Qué se supone que haces?! – Preguntó iracundo - ¡¡Responde!!

 

 

- ¡Solo buscaba de distraerme! ¿Está bien? – Katze aplastaba su cabeza sobre la madera.

 

 

- ¡No debes hurgar en las cosas de los demás! – Mantenía los brazos del muchacho en su espalda. Tomó el papel y lo regresó a la papelera.

 

 

- ¡De acuerdo! ¡Ya entendí! ¡Tranquilo! – Empezaba a sudar, el mayor le apretaba con fuerza – Suéltame, tampoco tienes que ser tan agresivo… no he hecho nada malo…

 

 

- ¡Debería darte una zurra para ver si escarmientas! – Le dio un manotazo fuerte en la cabeza, que lo zumbó (o tiró) a un lado – ¡Anda a bañarte que la cena ya está casi lista! – Le gritó.   

 

 

 

Riki salió sin pensarlo dos veces de la habitación. Lo mejor era que no volviera hacer enojar a Katze.

 

 

 

Ya solo, el hombre suspiró. Muy poco había faltado para que Riki le descubriera.

 

 

 

***Flash Back***

 

 

 

- ¿Quiere que intervenga el correo de Riki? – No daba crédito a lo que escuchaba.

 

 

 

- En efecto Katze. Quiero que leas y memorices hasta la última de las cartas que le llegan, y si es necesario, que las edites. Comprenderás que éste trabajo sólo puedo dejártelo a ti, que eres de mi entera confianza y un excelente falsificador.

 

 

- Pero, señor… ¿Me está pidiendo que suplante la identidad de alguien más?  

 

 

- No te pido mucho, sólo que quites y pongas una que otra palabra. Tú sabes, si dice que necesita que regrese pronto, coloca que no hace falta que se esfuerce tanto en volver. Si le notifica que todo está marchando bien, que ya no necesita que le mande dinero, escribe que tiene problemas financieros y que necesita con urgencia que le ayude… ¿Has entendido?

 

 

- Señor Iason… - Opinó – Perdone mi imprudencia, pero ¿De verdad vale tanto la pena que haga todo esto por ese muchacho?

 

 

El Mink le miró. En ese instante, Katze pudo dilucidar en su mirada, la respuesta a esa pregunta.

 

- Comprendo. Lo haré - El pelirrojo asintió. A pesar de todo, no le era grata la idea. Un sabor amargo se instaló en su boca.

 

 

- Escucha Katze, de ahora en adelante lo que hagas en ésta hacienda no vale nada. “Bajo ningún motivo permitir que Riki se vaya de la hacienda”, esa es tu única prioridad ahora… - Se había aproximado hasta el hombre, lo suficiente para introducirse en su cuello, tomarle de los cabellos y susurrarle con dulzura al oído. El pelirrojo cerró los ojos – No me defraudes… Katze…

 

 

***Fin del Flash Back***

 

 

 

El pelirrojo procedió a emanar el humo del cigarrillo que instantes antes había encendido. Echó sus cabellos a un lado de su rostro. Dirigió la vista hacía el cajón que sabía, contenía cada una de las cartas que iban dirigidas hacía el muchacho – originales e inventadas -, un poco más y Riki las hubiese encontrado todas.

 

 

 

Salió de la habitación y encontró al moreno completamente húmedo sobre el sillón. Cómo el que se baña y directamente se coloca las ropas, sin molestarse en utilizar una toalla. Dejando que las gotas se secaran sobre el cuerpo.

 

 

- ¿Qué? – A Riki no le gustaba que le miraran tanto tiempo sin dirigirle la palabra.

 

 

- Eso fue rápido… ¿Te lavaste bien?

 

 

Riki hizo una mueca con los labios. Sonrió cínico. Ah… ¿Quería hacerle rabiar?

 

 

- Seguro… - Se llevó la mano a la entrepierna, allí tomó su miembro sobre la tela y lo apretó un poco – Me lavé muy bien por donde no pega el sol, si eso es lo que preguntas. 

 

 

- “Ordinario hasta los huesos” – Levantó una ceja.

 

 

El pelirrojo le hubo enseñado la cajetilla de cigarros.

 

 

- ¿Quieres uno?

 

 

El moreno no se resistió. Tomó uno de los cigarrillos junto al encendedor que Katze tenía en la mano. Luego de dar una gran chupada, Riki soltó el humo con ganas, como cuando lo hacía luego de tener un “buen orgasmo”.

 

 

- Jo… me hacía falta uno de estos – Sonrió.  

 

 

- La cena se enfría – Espetó el pelirrojo.

 

 

Luego de que comieran, los hombres se dirigieron hasta el pasillo que llevaba a las habitaciones.

 

 

- Bien… Buenas noches – Mencionó el pelinegro para luego, buscar de meterse en el cuarto que le destinaron como suyo.

 

 

- …

 

 

- ¡!

 

 

Aquello lo tomó por sorpresa. Katze le había tomado de nuevo del brazo y con mayor brusquedad, lo hubo arrojado sobre la cama.

 

 

Riki permanecía aturdido, mientras el hombre que estaba arriba de él, le impedía cualquier tipo de huída. Tragó grueso, sentía como sus poros empezaban a emanar el sudor frío.

 

 

- ¿Qué es lo que…?

 

 

Katze trató de desabrocharle los pantalones.

 

 

- ¡Espera…! ¡No irás a…! – Trató de retorcerse, pero de nuevo la fuerza del mayor se hizo evidente.

 

 

- ¿Me dirás que hay diferencia entre el patrón y yo? – Mencionó – Óyeme bien… si me das una razón para no follarte, una razón válida y que me satisfaga por completo, te soltaré sin tocarte ni un pelo ¿Comprendes?

 

 

- ¡¿Qué?! – Riki empezó a moverse de un lado a otro, tratando de quitarse al pelirrojo de encima - ¡Razones mis polainas! ¡Voy a molerte a golpes si te atreves a hacerme algo!

 

 

El pelirrojo sonrió.

 

 

- ¿Estando en éstas condiciones aún tienes el descaro de buscar riña? ¿No te das cuenta de cual es tu situación muchacho? – Se burlaba, estaba más que claro que el mestizo no tenía ninguna oportunidad si decidía tomarlo a la fuerza – Dame razones… ¡Anda! – Exclamó con fuerza.

 

 

- ¡Te has vuelto loco! ¡Esa es una razón!

 

 

- No estoy para bromas… ¡¡Responde!! – Llevó su mano hasta la hombría del muchacho y la acarició sobre las telas - ¿No te excita?

 

 

- Ah… - Riki reprimió su gemido. 

 

 

- Te lo advierto. De hacértelo, no tendré ninguna clase de piedad contigo. Te daré una cogida  que no podrás moverte durante días…  Créeme… desearás mil veces haberme dado esa razón ¿Ves lo sencillo qué es?

 

 

El muchacho sudaba frío, por más que intentaba luchar no lograba encontrar salida alguna, Katze lo tenía a su entera merced. El pelirrojo no sonreía interna  ni externamente, de hecho, se tomaba todo con extrema seriedad. Luego de acariciar lo suficiente – hasta despertar el miembro del moreno -, buscó de quitarle los pantalones.

 

 

- ¡Deten…! – Trató de poner pelea de nuevo.

 

 

- Basta de quejas. Ya sabes lo que quiero.

 

 

Riki estaba en aprietos ¿Qué le ocurría a Katze? ¿Por qué de repente le salía con esas? ¿Realmente tenía pensado hacérselo a la fuerza?

 

 

 

Pero el pelirrojo estaba muy distante de querer satisfacer su deseo sexual con el muchacho. Es más, Riki ni le atraía. Lo que estaba buscando el mayor era descubrir si los sentimientos del moreno eran tan fuertes como los de su señor. Quería tanto a Iason que lo enojaba ver como el mestizo se tomaba a la ligera lo que el Mink sentía por él. Lo detestaba… ¡Se estaba burlando de ese amor! Simplemente no podía tolerarlo.

 

 

“¿Por qué se ha enamorado de un cretino como él?”

 

 

- ¡No…! ¡Espera! – Llamó su atención.

 

 

- ¿Y bien?

 

 

- … ¡Tsk!… - Desvió la mirada. Su rostro estaba completamente rojo, por la excitación de querer zafarse – Me la pagarás…

 

 

Katze le miró fijamente. Respiraba tan sumiso bajo suyo.   

 

 

- Bien… como quieras…

 

 

El mayor se abalanzó sobre el mestizo buscando de lamerle el cuello. Riki cerró los ojos.

 

 

- ¿? ¿Qué tienes ahí? – Le obligó a que abriera las manos, al darse cuenta de que apretaba con fuerza algo entre ellas - Esto…  - Al ver de que se trataba, comprendió – Ya veo…

 

 

Riki fue testigo de cómo el pelirrojo se levantaba y se marchaba.

 

 

- Duérmete ya – Fueron sus palabras antes de dejar la habitación.

 

 

Riki se limpió el sudor de la frente, tenía húmedas hasta las axilas. No tenía idea del porqué se marchó, pero decidió no pensar mucho en eso. Se había salvado por poco. A pesar de que se acostó buscando el sueño, no pudo pegar un ojo en toda la noche. Tal vez en estado de alarma ante cualquier eventualidad.

 

 

 

En su habitación, Katze mantenía una pequeña sonrisa, algo había pasado, para ser más específicos, había visto la razón por la cual no podía tocar más a allá al moreno. En el instante en que decidió a violarlo por su imprudencia, pudo notar cómo Riki se aferraba al anillo que llevaba en el cuello.

 

 

 

¡Aquella era la razón que tanto buscaba! Katze había acompañado a Iason cuando hubo mandado a hacer el anillo, anillo que sabía sería obsequiado al mestizo. Sabía cuanto significaba aquel objeto para el Mink. El ver al muchacho de ese modo, apretándolo así en aquel momento… el pelirrojo retiró la sonrisa que instantes antes se hubo formado en su rostro, había descubierto que tal vez el muchacho si sentía algo por su señor, pero le molestaba que el mismo no fuera capaz de admitirlo, de darse cuenta… si seguían de esa forma, Katze estaba seguro de que el Mink terminaría sufriendo… y eso era lo último que quería.

 

 

 

- Realmente, ese muchacho es… un estúpido – Vociferó a la nada.

 

 

En la hacienda Mink, la mujer se hallaba de lo más tranquila tomando un baño en la tina, al tiempo que degustaba una copa de vino.

 

 

- Cuanta paz…. ¿No lo crees Daryl?

 

 

- “Riki…” – Daryl se hallaba de pie sosteniendo la toalla de la dama, completamente melancólico. La ausencia de Riki se sentía en aquella casa. Realmente lo extrañaba.  

 

 

 

 

- ¡Esto es vida! – Kirie se arrojaba sobre la cama de Riki y con los zapatos, ensuciaba la misma – Ya tengo el camino despejado. Ahora lo que falta es que regrese el señor Iason… y así, continuaré con mi plan, je je… esa molesta de Mimea estará muy contenta al escuchar mis avances…

 

 

Katze trató a Riki normalmente. El moreno para nada sacó el tema de lo ocurrido aquella noche. Había decidido que  para la próxima que intentara tocarle – Si es que se atrevía a hacerlo -, no dudaría en asestarle un puñetazo en la cara. 

 

 

Llegó la hora de la cena.

 

 

- Déjame ayudarte.

 

 

- No será necesario – Katze continuaba en lo suyo – Lo arruinarás todo. No era su intención, pero el modo de ser del mayor rayaba en lo insensible.

 

 

- ¡Oh vamos! Daryl me enseñó unas cuantas cosas – Y Riki se caracterizaba por ser anti parabólico en ese aspecto, por lo que constantemente le resbalaban las patadas de Katze.

 

 

 

- ¿Daryl? – Suspiró – Por lo visto ese muchacho es demasiado bueno para ser verdad.

 

 

Para Riki era algo difícil hablar con Katze. Luego de unos minutos se sentaron a cenar.

 

 

- Oye… sé que me has dicho que no te hable mientras comes, pero… ¿Podría hacerte una pregunta?

 

 

El muchacho casi no había degustado de su comida. El pelirrojo siempre que se sentaba a comer se colocaba como en modo “automático”, de modo que si Riki le hablaba, para nada le prestaba atención. Era semejante a un animal salvaje que no quiere que le toquen en un momento tan preciado como aquel.

 

 

- … ¿Qué quieres saber? – Tal vez si lo complacía lo dejaría comer tranquilo. Tomó otro bocado de lo que había en su plato.

 

 

- Esto… ¿Cómo era Iason de pequeño?

 

 

- ¿? – Katze lo miró y mostró el grado de su extrañeza quedándose sin masticar la comida.

 

 

- Es que… - Trató de apurarse con su alegato, el mayor lo miraba de manera acusatoria - Lo que recuerdo de él es que era muy serio, con sus ojos cansados y siempre solitario – Se rascó con levedad la mejilla – No recuerdo mucho. Era muy niño… así que tú, que lo conoces más que yo…

 

 

- En esa época Iason estaba muy ocupado con sus obligaciones, como cualquier muchacho a esa edad…

 

 

- Ya… supongo que ha estudiado mucho ¿No? – Se mostraba entusiasmado.

 

 

- Siendo de buena familia no es raro que sea un hombre tan culto.

 

 

- Vaya, yo no seguí en la escuela porque era muy burro… supongo que es… sorprendente.

 

 

El pelirrojo lo detalló, analizaba al menor, quien sonreía levemente luego de haber escuchado un poco sobre el Mink. Fue así como comprendió el grado de los sentimientos de Riki, sin que éste tuviera que confesárselos. Era tan evidente en lo que hacía y decía. Con eso era suficiente.

 

 

- Come muchacho que se te va a enfriar la comida – Llamó su atención.

 

 

- Eh… si… - Se dispuso a seguir comiendo.

 

 

***

 

Finalmente, el día llegó… Iason se apareció en la hacienda.

 

 

- Katze ¿Alguna novedad durante mi ausencia?

 

 

- Señor Iason, tómese con calma lo que voy a contarle… - El pelirrojo hizo una pausa, no sabía muy bien que reacción tendría su patrón, conociendo con exactitud el interés de él por el mestizo – Su madre echó a Riki.

 

 

En el momento en que las palabras fueron codificadas por su cerebro, el Mink quedó helado, no pudo evitar abrir de más sus hermosos ojos azules.

 

 

- ¡¿Qué ella hizo qué?! – Vociferó en una reprimenda ahogada - ¿Dónde ésta él?… ¿Volvió a Ceres? – Preguntó con extrema preocupación y a punto de ponerse rumbo al pueblucho ese.

 

 

- No se preocupe señor. Está en mi casa.

 

 

El Mink sintió que el alma le regresaba al cuerpo.

 

 

- Me lo esperaba de ti mi buen Katze – Le dio el visto bueno a su modo de proceder - ¿A qué esperamos? Vayamos directo para allá.

 

 

Cuando llegaron a Katze le extrañó no escuchar ningún ruido. Mala señal. Entró a la casa, buscaron en todas las habitaciones pero no le hallaron.

 

 

- “Maldición… realmente el estúpido lo hizo”  - Pensaba Katze alarmado– “A buenas horas viene a salir con éstas el muy…”

 

 

- ¿Y bien? – Le interrumpió.

 

 

- Lo siento señor Iason… al parecer, el muchacho se ha ido – Se excusaba.

 

 

Cuando escuchó aquello, instantáneamente un sentimiento parecido a la cólera se instaló en el ojiazul ¿Se habría ido a reunir con aquel hombre llamado Guy? ¡No se lo permitiría! Sin siquiera pasarse por la casona, salió como alma que lleva el diablo, dispuesto a encontrar a Riki y a traerlo, así tuviera que hacerlo a rastras.

 

 

 

Continuará…

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

Jo jo… ¿A dónde se habrá metido Riki? ¿Logrará Iason encontrarlo antes de que se pierda en la llanura? xD Muchas gracias a todos por haber leído el capi y por cualquier comentario que deseen dejar :p Les dejo muchos besos dulces y abrazos cariñosos!!! ^////^ Hasta la próxima!! Bye Bye!!

 

 


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