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Habitación Apollo 13 por Vampire White Du Schiffer

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Capítulo II. ¡Peligro! ¡¿Encerrados en el paraíso?!

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En la alberca, escondida, del hotel.

−Humm… si… así… más adentro –un botones que antes cargaba ropas negras estaba dentro del agua, siendo penetrado brutalmente por un botones que poseía ropajes blancos, previo a este encuentro apetecible.

−Eres delicioso, Mukuro-kun –la piscina tenía luces alrededor, vistosas lámparas de moldes griegos que mantenían el aura romántica.

−Mmm, deberías, Ah, estar trabajando –se aferraba a su cuello y le dama lamidas para saborear el agua sobre la piel.

−Fufufu, debería decir lo mismo –se continuaban besando, con calma, aunque a veces les daba por ser arrebatados y dejarse llevar por una bien conocida pasión.

En eso.

¡Splash!

Cayó al agua un cuerpo.

Mukuro y Byakuran tuvieron que terminar ese beso a fuerza, y ver quién iba a hacerles compañía allí.

−Cúbrete –ordenó el albino al otro botones, le pasó una toalla y ya que la alberca era enorme, tuvieron que forzar en cierta medida la vista para darse cuenta que el visitante flotaba bocabajo –, será mejor que llamemos a Cavallone-chan.

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Por órdenes superiores, se prohíbe la salida a cualquier persona, así como la entrada de ajenos civiles. La policía y un grupo de detectives estarán investigando cualquier anormalidad. Se trata de un robo a gran escala, por lo cual se les mantendrá en el Salón de fiestas hasta que se les escolte a cada uno a sus habitaciones donde permanecerán encerrados hasta nuevo aviso.

−¿Qué clase de grosería es esta? –se preguntó más de un inquilino, era algo realmente faltante de respeto.

−Escuché que ocurrió un asesinato.

−¡¿Eh?! ¿Es eso posible? ¿Aquí, en Apollo?

La fiesta había terminado en total fracaso. Hibari estaba cruzado de brazos en el despacho, hablaba con uno de los detectives de Scotland Yard.

−¿Cuánto tardarán en resolver esto? –inquirió con el ceño entre fruncido –. Ya no aguanto este escándalo.

−Lo entiendo, joven Cavallone –respondió Corónelo –, pero esto será más tardado de lo que se podría usted se podría imaginar. Se necesita explorar el Hotel de arriba abajo. Interrogatorios a las mucamas, botones y…

Llamaron a la puerta. Ingresaron por ella Reborn y Dino, junto con dos botones semidesnudos.

−¿Se puede saber…? –empezó Kyōya, pero vio la sonrisa burlona de Byakuran y decidió callar –. Ah, olvídenlo –se masajeó la frente –¿Qué ocurrió ahora? –preguntó a su marido y al otro detective.

−El inútil de su cuñado se lanzó desde el decimoprimer piso –dijo Reborn con extrema calma y el suspiro de Dino lo confirmó.

−No me sorprende –respondió, resignado –. ¿Qué han descubierto?

Todos tomaron lugares, Reborn permaneció de pie junto a Corónelo. Dino al filo del escritorio a un lado de Kyōya y los botones en el sofá.

−Lo vimos caer, bueno –se encogió de hombros Mukuro –, lo escuchamos cuando se estampó contra el agua –todavía sus cabellos índigos estaban húmedos. Lo que podría sorprender era la desfachatez de esos dos sirvientes.

−¿Seguros que fue del decimoprimero? –preguntó Corónelo.

−Sólo de ese piso se tiene la oportunidad de caer a la piscina, ya que es de ese nivel en adelante es donde se tiene vista con balcón hacia allí. Los niveles inferiores tienen contemplado alfeizares de gran tamaño pero hacia la izquierda –respondió Byakuran secándose el cabello con otra toalla para después colocarse una camisa blanca –. Y La Habitación 13 está cerrada a posibilidades de salto extremo.

−Entonces pudo ser del decimosegundo.

−Es probable –respondió Byakuran –, de cualquier forma, tuvo suerte.

−Hummm –murmuró Reborn y miró a su pareja por un segundo –. ¿Cuáles son los que se encargan de la limpieza en la habitación 13?

−La pequeña hermana de Mukuro –respondió Dino –, ella está junto con las demás muchachas, ayudando a las testigos.

−Es cierto –dijo Kyōya –¿Qué lograron sacar?

−Resulta que tenían planeado una pequeña orgi-fiesta en esa habitación, fueron llamadas por una persona misteriosa a través de una grabación y cuando llegaron, encontraron el cuerpo.

−Ah, mujeres de cascos ligeros –masculló Dino, estaban en un menudo problema. La reputación del Hotel disminuía estúpidamente rápido y vio la preocupación en los ojos de su amado esposo –, acompañaré a Kyōya a la alcoba –les avisó –necesitas descansar.

−Lo que necesito es tener aquí al mequetrefe ese –alegó enojado –, si quieres vete tú, yo me quedo hasta que el alborotador salga de este Hotel hecho puré. De eso me encargo yo.

−Joven Cavallone –murmuró Corónelo riéndose ligeramente nervioso y se rascó la nuca –, se le parece algo, Reborn, kora.

−Un par de gerentes cansados no me sirven –dijo Reborn mirándoles fijamente –, déjenos a nosotros el trabajo de investigar, en un par de horas les iremos a dar los informes completos. Corónelo se encargará de vigilar a los huéspedes y de organizar su retorno a cada habitación. Yo por lo mientras interrogaré a las mucamas. Oigan, ustedes –se dirigió a los Botones –, estarán conmigo. Vístanse, rápido.

−De acuerdo~ -cantó Byakuran.

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El moreno le dio la espalda todo el camino a su habitación. Dino sabía lo enojado que estaba, porque era un sentimiento que también cargaba él. Aprovechó que Kyōya se había detenido en la puerta, para cargarlo en brazos.

−Bájame –ordenó fríamente.

−Nop –logró llevarlo hasta la cama, y caer sobre él con algo de fuerza.

−Pesas –se quejó, pero ante la insistencia de su marido tuvo que ceder. Puso sus manos níveas alrededor de la espalda del italiano, pudiendo así tranquilizarse un poco.

−Todo saldrá bien, Kyōya –dijo con seguridad, sonriéndole y besándole lentamente –, después haremos una fiesta de gran magnificencia, invitaremos a los dueños de otros Hoteles. Y te haré el amor entre sábanas de satín rojo, cubierta de pétalos.

−Woow, estás muy imaginativo en este tiempo cruel –quiso ser despectivo, pero el intento de Dino por hacerle sentir mejor, funcionó.

−Te bañaría en chocolate ahora mismo –le mordió la oreja.

−Sufrirás de diabetes –bufó.

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−Descártalos, ellos no pudieron haber cometido el asesinato –dijo Reborn, mirando a su pareja. Estaban en una pequeña habitación sin ventanas. Con mesa y sillas.

−Pero –comenzó –, es común ver este tipo de actitudes en un Hotel, Kora. Recuerda el Caso en Frankfurt. Ya sabes, rencores guardados.

−Sí, lo sé, pero en él la mente maestra fue el Dueño aquí ninguno goza de antecedentes –hizo una pausa –, hablé con los trabajadores, todos aseguraron que no existen roces de los Gerentes con alguien más, al mismo tiempo alaban a los Cavallone por el empeño que le han puesto para lograr el ascenso de la categoría del Hotel, los conocen desde siempre, ya que la base de empleados se recolecta con minuciosidad; ninguna razón para sospechar de Kyōya ni de Dino Cavallone.

−Bueno –se acomodó la banda militar –, propones una treta externa para hacer caer a Apollo, volvemos al principio.

−Si –respondió simplemente.

-Aun así los tendré bajo mi vista, puede que alguno de los dos esté tramando algo.

−Tú mismo lo dijiste –refutó –, se parece a mí. Nadie con una mentalidad parecida a la mía se arriesgaría tanto por un simple Hotel.

−Existe lunáticos, kora –se levantó y fue hasta donde estaba el moreno – y gente todavía más loca –le tomó de las mejillas – que es capaz de seguir a los lunáticos con la fe de un ciego –y chocó sus labios para después separarse –. Es hora de rendir cuenta a los Cavallone –sonrió –. Por cierto, ¿dónde dejaste a tus nuevos ayudantes? –preguntó con ligera burla.

−Esos dos son algo especial –miró la mesa, había una carpeta con los nombres de varios empleados, cada uno con fotografía –, Ambos letrados y astutos. Demasiado para laborar como simples botones.

−Estaban divirtiéndose en la alberca, y por lo que vi desde antes de la fiesta. No pudieron ejecutar a la señorita, que, por cierto, resultaba estar aquí de polizón –Reborn le dirigió una mirada interrogativa –, kora, ¿no lo sabías? La víctima estaba sin permiso. Era una impostora.

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−Dijeron que debíamos descansar –decía Kyōya con calma, dejando suspiros al oído de Dino.

−Solo un poco más –imploró, relamiéndose los labios –, yo así recargo energías –y se movía acompasadamente, las sábanas les cubrían apenas un palmo. Kyōya frunció la boca y ladeó el rostro.

Era excitante. Siempre terminaba así. Era imposible resistirse a la maestría de su esposo. Ah, por eso se le había declarado hacía tantos años. El moreno abrazó el cuello de Dino, prestando cooperación para dejar entrar la virilidad del rubio más profundo.

−Ahhhh –un gemido varonil y sensual, de esos que tanto enloquecían a Cavallone. Orgulloso estaba de poder tenerlo a su merced. Le decía frases extravagantes al oído, aumentando su nido pasional. Los dedos del moreno se respingaron al sentir el punto presionado. Se repartieron un ósculo lleno de amor y humedad. Surcando el Mar de la lujuria con la determinación de Aquiles –. Más –le apremió poniendo sus piernas alrededor de la cintura del italiano.

−Te amo, Kyōya –soltó en un quejido sensual.

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Un voyerista estaba pegado a la puerta como mosca en la pared. Miraba por la ranura del piso que la cama se movía sexualmente.

−Jejeje~ -y abría más los ojos –. También quiero –y sacó un peluche malhecho y le habló confidencialmente –mira, mira, peluche-sama, allí hacen cosas –al muñeco ya hasta le faltaba un ojo, y el restante colgaba de un hilo amarillo. El dueño de ese peluche estaba aún mojado y con vendas en su cabeza.

Un golpe le dio de lleno.

−Espera, Mukuro-kun –dijo Byakuran –, creo que le pegaste a alguien –se detuvo de su marcha, emprendían camino a la Alcoba Cavallone para decirles que los detectives deseaban hablar con ellos, y de paso entregarles una merienda ligera, por ende, llevaban un carrito, pero Mukuro no prestaba atención ya que su amante le venía toqueteando las nalgas.

−Oya –soltó el botones de cabellos azules –, no debió ser nada –y continuó con el carrito, pasando por un terreno elevado, como tope, y al final tocaron la puerta ignorando completamente la cabeza castaña que estaba bajo a sus pies.

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−¡¿Otro asesinato?! –no se podía creer. Había sido privado de la vida un muchacho. Colgado en la horca,  en una habitación sencilla. Pero no había sido suicidio, la causa de muerte fue una bala incrustada en su cabeza. El asesino estaba siendo descuidado a propósito.


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