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Enséñeme Hibari-Sensei por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo: 22/01/12

Clase III. El Director.

+ : : POV Profesor : : +

Guardó la serenidad de siempre. Después de todo, no era su problema. Se encogió de hombros mientras le seguía hablando. No aguanté la habitual grosería de Reborn y me marché sin añadir más. Nuestra relación siempre había cantado de esa manera. Estúpida, sin coherencia. Me sentí ligeramente aliviado al estar fuera de su oficina. Ya el horario de trabajo estaba finito, así que emprendí camino al edificio donde vivo. Esperando, con ese simple hecho, poder calmarme absolutamente.

Me equivoqué. Talves dos horas después, ante mi puerta apareció mi Jefe, suspiré pero no tuve mas remedio que dejarle entrar. Dejó su sombrero negro en el perchero de la entrada del departamento. Y hablamos de negocios. Tal y como todas las noches hacemos desde que vine a trabajar a Namimori.

+ : : Lo Recuerdo Así : : +

−Entonces –dijo con extrema calma, quitándose la camisa cuando estuvo arriba de mi cintura – ¿Recompensaras tu ausencia?

−Fue durante el periodo vacacional –respondí –. No tengo porque hacerla de tu prostituta cuando no trabajamos.

−Es cuando más debes atenderme, idiota –encajó la rodilla entre mis piernas, abriéndolas. No tengo claro exactamente qué dije en ese instante, lo que si supe con certeza era que no se iba a detener. Así que no vi otro camino que acceder. Rodé para quedar arriba de él. La cama era algo utópico, ya que al Director no le era importante el lugar. A mi en lo personal, era lo más cómodo.

De una u otra forma, ya estaba acostumbrado, Reborn se quedó callado, emitiendo solamente esa ladina sonrisa suya. Tan resuelta, tan satisfecha que en múltiples ocasiones me enferma. Pero que también me provoca. Es divertido. Porque somos hombres, adultos, que saben lo que hacen.

Bajé la bragueta posterior a desprender el botón de su pantalón, y tuve que ser realmente insistente en lamerle de arriba abajo, aún con ropa interior en pie, para despertar algo. Lo demás fue cuestión fácil, mi cabeza subía hasta que la punta de mi lengua rozaba la cúspide de su hombría, y luego descendía hasta que esa misma elevación tocase mi garganta. Era lo que más le gustaba. Así continué hasta que mis labios se tornaron blancos. Jugamos con varias maniobras más, el había traído velas, y rayos, quemó mi piel desnuda varias veces. Especialmente vació la cera en mi vientre. Mi cabeza no se detenía de dar vueltas con frenesí. Era una tortura placentera, pues cuando el fuego se congelaba, él lo quitaba con los dientes, mordisqueando la zona roja de paso.

Y cada que llegábamos al predecible orgasmo, debía ser yo el que se movía. Reborn alegaba estar cansado, yo no me quejé. Así quedó sellado el pacto entre los dos.

+ : : : : +

En el presente, yo estaba molesto. Porque él no mostró ningún signo de sorpresa, ni hace horas, ni ahora cuando se lo repetía mientras nos encontrábamos en el sillón de cuero blanco que existe en mi sala. Yo entre sus piernas, de nuevo, siendo penetrado con calma, con la prestación de mi trasero, por supuesto. Debía moverme para llegar al tope de su virilidad conocida. Mis labios no resistían y hablaban por sí mismos. Gemía.

−Hazlo –me dijo al terminar.

−¿Qué? –inquirí, realmente descontrolado –. Que me vuelva la zorra de ese mocoso, ¿estás aceptándolo?

−Ya lo eras, incluso antes de que yo te domara –yo fruncí los labios y me miré con sentimiento asesino –¿qué tiene de malo compartirte? Y mira que le dejaré las cosas bien preparadas –salió de mi cavidad, arrancándome la última sensación placentera –ya lo sabías, Hibari, algún día esto iba a pasar, me alegra estar vivo todavía para ver de qué más embrollos eres provocador –se retiró tan campante como arribó.

Yo tomé la artesanía que antes ostentaba la mesita de centro y la estrellé al piso.

+ : : POV Estudiante: : +

No pude dormir ¡Otra noche más no lo aguantaré! Y para el colmo de las cosas, para fastidiarme seguramente, se cruzó el fin de semana. Pero no podía cambiar, es más, no lo haría. Me iría al infierno de ser necesario, pero no existía una palanca de reversa. Mi corazón latía de pura ansia. Como una hoguera. Me quemaba la ansiedad. Ténganlo por seguro. Miré el techo de mi habitación y llevé la mano a mi pecho, estos absurdos diecisiete años llenos de perversión no me sentaban bien, ¿o si? Ah, me estremezco del simple pánico cada que viene a mi mente, cosa que sucede seguido, la imagen del profesor relampagueante en ira.

Me revolqué en la cama. Soy ambiguo. Deseo. No lo deseo. Me encojo ante la posibilidad.

Seamos amantes. Seamos amantes.

La propuesta se repetía locamente, como grabación macabra. Recordé al payaso de mis pesadillas y me cubrí de pies a cabeza. Pedir asilo a mi hermano no sería buena idea. Así que, con frustraciones y todo. Me quedé aquí. Ya mañana sería domingo, y tendría que ir a hacer las compras.

+ : : Lo que pasará será así : : +

Me quedé absorto, hecho piedra. ¡Dios, diablo, cualquiera que logre captar mi súplica, ¿por qué me lo envían justo ahora?!

−Wooow, con que me tuve que topar contigo, tonto herbívoro –tan inmutable como siempre, yo casi hundo mi cabeza en el piso, tal como avestruz, me di la vuelta pero el me detuvo por el hombro y me obligó a encararle –¿qué? ¿Primero hablas y luego huyes?

−No-No, profesor, es que –tartamudeo, tartamudeo, ¿algún día te superaré? – no esperaba verlo aquí.

−Como cualquiera, necesito ir al centro comercial –me soltó y enarcó una de sus preciosas y negras cejas. Lo miré desde la punta de pie hasta la cabeza, y cielos, me gusta ¡Qué plato! Aunque no me imaginaba que aún fuera de la escuela el profesor Hibari anduviera con ropa elegante. Bueno, de seguro es de buen dinero. Y de muy buenas, otras cosas.

Bajé la mirada. No soporté el flash de imágenes eróticas que me vinieron a perjudicar la tarde. El seguramente debió darse cuenta de mi sonrojo, porque en un momento se echó a reír. Estábamos en medio de tanta gente, algunas nos veían con curiosidad, otras muy por en contrario siguieron su bienaventurado camino. Quise balbucear una despedida, pero ya era tarde. El demonio me tomó por la muñeca y me arrastró a uno de las callejuelas del centro.

−Bien, charlemos –dijo, lanzándome a la pared contraria a la que él permaneció con gesto de diversión –¿Estabas siguiéndome?

−¡No! ¡Nunca haría nada como eso! –aseguré, me sentí ofendido –. ¿Qu-Qué es lo que ha pensado sobre…? –ya me estaba preparando para la paliza de mi vida –, he de decirle que sí aun planean expulsarme dejé una nota con un amigo y la entregará sí eso pasa.

−Vaya, saliste algo ingenioso, y pensar que eres el mismo bobo al que mantuve en primer grado.

−¡No me recuerde eso, por favor!

−Responde, ¿para qué carajos quieres meterte en mas problemas? ¿Tienes la sola idea de lo que ocurrirá sí esto se da?

−Eso no me importa –respondí –. Yo hablé en serio –lo dije con tanta seguridad y calma que casi me la creo.

−Hummm, de acuerdo.

¿Escuché bien?

−¿E-Es en serio? –pregunté con una cara de idiota que debió ser acreedora al premio del año. Lo confirmé al verlo asesinarme con sus ojos. Tragué pesado, en una situación normal, sí hubiera llegado a tener una novia fija, le besaría y estrecharía entre mis brazos, pero~ aquí surgía el verdadero problema ¡¿Qué se debe hacer cuando tu amante recién proclamado es tu profesor?!

+ : : : : +

Buena la has armado, Dino. Estas al final de un callejón sin nombre, seguiste a tu maestro a su casa, pero casi te echas para atrás, entonces, tu maestro enfurece, te arrastra hasta aquí, te baja los pantalones después de darte el beso de tu vida, para proseguir a lamerte la entrepierna hasta que inevitablemente… te pones duro.

Gracias, conciencia mía, por esa introducción. Es la verdad, esa es mi situación actual. Maldita desgracia que azota mis pasos. Este lugar es tan oscuro, ya es de noche, y por todas las furias del Hades, el profesor me besa la punta de la hombría. Me estremezco alertadamente. No puedo creerlo. Esto es el paraíso, jamás pensé que Hibari-sensei tuviera una lengua tan… tan…

−Ghh –es un leve quejido el que emite –. Qué sensible –se burla al pasarse la lengua por los labios, terminando de beber todo mi semen ¡Esto es una locura! ¡Que alguien lo detenga por favor! –. Ahora, muévete, inútil, seguiremos esto en mi casa.

Dios. Sé que siempre te molesto con mis estúpidos y frenéticos ruegos de adolescente, pero esta vez he de pedirte: ¡Mejor no detengas a nadie!

Clase IV. El Salón.

+ : : POV Estudiante : : +

Entré como debía entrar, fijándome dónde pisaba, con cuidado. Tratando de no romper nada por sólo respirar. Me quité los zapatos, dejándolos en quién sabe qué situación, pero de seguro no lo hice correctamente; el fruncimiento de ceño que recibí algo me dejo. Me rasqué la nuca y apenas bajé de nuevo la mirada al lustroso piso de madera, vi mi desorden en el pantalón, traté de fajarme de nuevo la camisa, pero…

−¿Para qué lo haces? –mientras caminaba, dándome la espalda, se iba desprendiendo del saco y dobló hacia la izquierda –. De todos modos te la quitarás –escuché perfectamente, me estremecí bruscamente y una gota de frustración corrió por mi cabeza. Tenía razón, en un momento deberé des-desnudarme.

Aún no he empezado a soltar mis boberías, eso es buena señal. Siempre me va a cohibir estar en una misma habitación con él. Espera. Espera. Dino, ¿tienes idea de dónde estás? ¡En su casa! Oh ya, cierto. Mejor fue tranquilizarme y en cuanto me senté en el sillón él llegó con su mirada desafiante y sonrisa lúbrica. Al inclinarse para darme un beso, me eché a atrás, tuve miedo, ¡Parece un t-rex! Su respuesta fue un bufido y me tomó en seguida del cuello, posicionándose sobre mis muslos, apretando mi quijada y entregándome finalmente el ósculo. Fue brusco, y no negaré que me gustó. Más porque descubrí que el profesor no pesa demasiado. Debí habérmelo imaginado, su cuerpo es tan… delgado. Me ruboricé en seguida.

−¿En qué piensas, tonto caballo? –inquirió, mirándome todavía desde arriba, con altanería y gozo.

−Usted es muy hermoso –solté de repente, fundidos mis ojos sobre los suyos ¡Fue lo primero que se me vino a la mente!

El profesor Hibari guardó silencio, sin mostrar emoción alguna. Al segundo, chasqueó la lengua y pasó sus dedos por cada botón de mi camisa, deshaciéndose de ellos en movimientos simples.

−Terminaré contigo más tarde –susurró a mi oído y mi vientre gritó «Alerta, te calientas». Así de fácil, su mano se paseó por mi fecho descubierto, deslizó la camisa hasta que cayó en el sillón, y al llegar a mi zona baja retomó mi intimidad.

Ladeé el rostro y apreté mis dientes. No de nuevo. Me iba a perder sino tenía el mapa a la mano. En eso, le regresé un jugoso beso, lamiéndole el labio inferior, lentamente. Y me calenté por algo, quiero decir, me alegré, él guió con rudeza mis manos hasta sus nalgas, y por pura inercia las apreté. Fue la sorpresa, en serio, así reaccioné.

+ : : POV Profesor : : +

Me tenía cansado de sus pueriles intentos por desvestirme, así que hice el trabajo por él. No me quité la camisa, pero el pantalón y ropa interior quedaron lo suficientemente lejos para que…

Ah, profesor –jadeó; todavía le estaba apretando la hombría como si tratara con un terco picaporte. Tomé su mano derecha y escupí en ella. Lo obligué a masturbarse hasta dejar lubricado. No hubiera pensado la herramienta que cargaba este bobo sentimental, sólo hoy.

No debería decir que siento algo raro. Estoy acostumbrado a otros tratos. Y este inútil herbívoro es tan… pasivo. Sin más, decidí hacer lo demás. Y cuando me dejé penetrar por él, me di cuenta. Es tan torpe que intempestivamente cerraba los ojos, tratando de controlar sus emociones y sentires. Me moví de arriba-abajo lentamente, disfruté en serio de su gesto contorsionado. Es todo. Sus ojos pardos estaban vidriosos, y los entreabría cuando creía que yo me había detenido, pero fue sólo para morderle la barbilla y más tarde el lóbulo de la oreja izquierda. Es estúpidamente sensible. Y yo, que pensé que no podía empeorar, sí lo hizo. Él gemía mi apellido, acompañado del título, una y otra vez. Las manos las tuvo empuñadas todo el tiempo, a sus costados respectivos. No estuve conforme con ello.

−Hey, ¿se supone que debes quedarte como idiota? –paré mis elevaciones para lamerle el cuello, y luego morderlo sin espera de dejar marca, él respondió con un lento movimiento de cabeza, me exasperé y le agarré de las manos, con tal de aferrarlas de nuevo a mi trasero o a alguna parte de mi cuerpo, lo que fuera.

Entendió el mensaje, y con timidez recorrió mi cintura. Y quizá haya sido esa misma actitud la que provocó en mí un poco de placer. Pero esa misma delicadeza me terminaría hastiando. Ya me encargaré de ello. La meta es. De instante a otro, el mocoso me miró diferente, se mordía el labio inferior y sus ojos cambiaron. Se lanzó a besarme, sin preámbulos, intenté separarme, no me agradó. Pero su insistencia mermó mi enojo, hasta que dejó a su lengua visitar la mía. Suave y húmeda, vaya novedad. Fue cuando arrastró mis caderas hacia él cuando gemí. Ligeramente, pero audible. Él se sonrojó más. Sus fuerzas aumentaron sobre mis nalgas, e impuso su ritmo. Su respiración se descontrola y su vaho estalla en mi cara. Su aliento no me asquea, pero poco falta.

Profesor –gimoteó un par de veces, besándome con verdaderas ganas. Hasta que explotó. Me rodeó con vehemencia y bajé la mirada, terminé por masturbarme frente a él. Sintió pena, quizá. Poco me interesa.

−Listo –dije –. Ahora lárgate –quise ponerme de pie después de decirlo, pero él me jaló por las muñecas –¿Qué crees que haces?

−No –replicó en seguida y sin tartamudeos –. Yo lo lamento –sus mejillas estaban rojas –. Me… me corrí dentro –pareció echar humo.

−Ah, eso –lo acepto, lo había olvidado –. Ya lo dije: lárgate.

−¡No, espera, profesor! Quiero decir, espere, yo debo responsabilizarme –todo eso y yo aún arriba de él.

−Le diré al idiota de Verde que te repruebe, deberías saber que por una estupidez como esa yo no –pero me interrumpió.

−¡No me tome a la ligera! –gritó con pasión y mirándome con seriedad.

−Haz lo que quieras –me cansé de liar con él –. Date un baño, yo haré lo mismo –me levanté y me refugié en la ducha quién sabe por cuánto tiempo.

Al salir mantuve el anhelo de que se hubiese ido el estorbo. No. seguía aquí y con la cabeza entre las rodillas, lamentándose cosas sin sentido.

−Ah, profesor –se incorporó con nerviosismo –. De nuevo, lo siento. No quería irme sin decir adiós.

Tonto.

−Ya lo hiciste –corté –¿Qué? –inquirí cuando su mirada se cayó sobre mí.

−¿Es su…piyama?

A veces, su nivel de bobería, logra sorprenderme.

−Si tienes algo mejor que preguntar, no te cohíbas, adelante –repuse, sardónico.

−Eh… pues… verá, tengo un par de dudas –sonrió –¿Qué clase de relación tiene con el Director?

−No es asunto tuyo.

−Ci-Cierto –se echó a reír –. Creí que eran algo así como oficiales –me miró de reojo pues ya se dirigía a la salida. Yo enarqué una ceja.

−Nada de eso –respondí, en tono burlón –. Ni él ni yo buscamos cuerdas. Puro libertinaje sin ataduras. Pero quién mejor que tú para entenderlo –y di con el blanco, de inmediato su mirada se oscureció. Qué diferente a la mirada de antes.

−No, yo no –comenzó, más fue mi turno de interrumpirlo.

−Es lo mismo, hasta que te canses cumpliré tus fantasías. Es todo.

−¡No! –se alebrestó y corrió hasta me alcanzó por los hombros. Me mantuve sereno, esperando que él entendiera su arranque, y al hacerlo retrocedió con espanto –. Yo no lo sé –admitió al final –. Quisiera que fuera de otra manera.

−Vaya forma de decirlo –repliqué –. Se requiere valor para pedir otros resultados siendo que me chantajeas. Sin duda sigues siendo un mocoso.

Más ignoró mi comentario. Eso entendí.

−¿Cuándo lo veré? –preguntó con la cabeza cabizbaja.

−La escuela –respondí, con obviedad.

−Claro –consintió y me miró a los ojos –. Descanse, profesor –se talló los cabellos rubios, al punto que desplegaron luz por la lámpara. Qué incómodo. 

+ : : Tercero : : +

Exhalé el humo del cigarro. Me di cuenta de que la cosa no había cambiado. Allí seguía. Ése era su apartamento y las calles seguían siendo monótonas y aburridas. Fui subiendo los escalones sin mucha prisa, pero en el momento en que estuve a punto de tocar la puerta, lo recordé. Sería mejor una sorpresa más excitante. Una que le haga enojarse y enojarme de buen paso. Quizá la distancia de kilómetros y años ha operado en mí una especie de masoquismo absurdo. Tener más de la veintena cumplida no basta, por más que se quiera. Seré inmaduro y estúpidamente incoherente cuando de él se trata. También algo de insoportable, toque es especial para una persona explosiva. Así que decidí alejarme por ahora.

Me pregunto si seguirá siendo la prostituta de Babilonia.

Mejor no.

Pateé la puerta, o ése era mi plan. Pues al lanzar el pie, éste terminó justo en la cara de un joven de cabellos rubios.  

−He vuelto –dije, sosteniendo el cigarro en alto –. ¿Esta es tu nueva mascota, Hibari? –me incliné ante el muchacho apaleado y miré a Hibari a los ojos.

−Gokudera Hayato –soltó sin inmutarse –. ¿Qué buscas?

−Tú bien lo sabes.


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