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Hijo en común por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

Esto será muy rápido, falta de explicaciones, de divagues, sólo el fin que...

Afuera del restaurant.

−¿Cómo van? –llegó “B” ante el guardián de la lluvia.

−Viento en popa, capitán

−Humm –murmuró aferrando su mirada azulina hacia el lugar espiado.

−¿Algo mal? –le inquirió el moreno.

−No, no sé –el niño, reflexivamente, se mordió el pulgar –, un calofrío me recorre la espina; creo que Mamá está sensible.

−Jejeje ¿Será qué…?

−Es pronto para cantar victoria –le interrumpió mirándole con sus orbes azules -¿Se  quedarán a comer?

−Si eso no funciona –dijo Yamamoto –, todo está listo en el Hotel.

−Perfecto –sacó una lista e iba tachando unas cosas –, por cierto, encárgate de ese guardián –señaló, sin ver, a Gokudera que estaba amarrado en una silla.

−¡Será un placer, señor capitán! –respondió el moreno llevando su mano izquierda a la frente para emitir un saludo.

+ Dentro +

−¿Te parece?

−De acuerdo –respondió Mukuro, sin ganas ¿Pero qué otra opción tenía? –. Que empiece el contraataque.

+ Hora después +

−Entonces, permanecieron viéndose por cincuenta minutos, fijamente, sin parpadear, y su padre, Byakuran, suspiraba cada cinco minutos –rendía su reporte.

−¿Co-Comieron siquiera? –le preguntaba al otro lado del teléfono, el jefe Vongola.

−Ni siquiera tocaron los cubiertos.

¿Y el paquete? Recuerda que debe contener el “ya sabes qué”.

−Ah, cierto, iré ahora a entregarlo. Cambio y fuera.

Y entonces, dejando a Gokudera amarrado, todavía, cargó con su disfraz y una cajita en color dorado con un moño color plata.

Mientras, los dos tortolos seguían mirándose, sosteniendo una mirada y sonrisa permanente.

−Me está doliendo la quijada –masculló Mukuro, poniendo su mentón en la mano –. Llevamos horas así, ¿qué más quieres?

—Que lo hagas desde el corazón –se burló quedamente para evitar un disgusto enorme en Mukuro.

—Faltaría una buena ronda de explicaciones –bufó el guapo guardián de la niebla.

—Podría darlas, pero te apartarías inmediatamente para ir a asesinarlos, ¿cierto?

—Dedicarles muchas caricias con mi tridente –respondió, imaginándose el lindo cuerpo del Jefe Vongola ensartado en los relucientes picos plata. Manchado en sangre, ardiendo en la desesperación de morir a manos de un acérrimo enemigo.

+ Mansión Vongola +

—¡Achú!

—Salud, Tsuna –dijo Dino Cavallone que apenas tenía cinco minutos de llegar junto con cierto guardián de la nube –. ¿Cómo van las cosas?

—Todo bien, aunque –siguió estornudando y al final se puso a temblar – deseo que Mukuro no se dé cuenta de lo que estamos haciendo –se sentaba en el sillón del líder, justo detrás del escritorio donde Dino le miraba.

—Oh, pero vamos –como siempre, con aire animado, cual rayo de sol –. Esto es por el bien de la humanidad, ¿no? Ya sabes que Kyoya y yo haremos –escuchó un sonido gutural –. Bueno, que yo haré lo que esté en mis manos –asintió fuertemente.

—Gra-Gracias, Dino-san, por el momento Gokudera-kun y Yamamoto están –en ese momento fueron interrumpidos por una llamada –. ¿Aló? ¿Qué sucede Yamamoto? –se levantó el Jefe, con extraño gesto.

Los dos acompañantes, Kyoya y Dino guardaron silencio, y el moreno tenía el oído lo bastante agudo para captar la conversación. El rubio, Cavallone, se percató de un signo de interés en su amado Hibari y se rascó la cabeza en medio de un profundo suspiro.

—Parece que ya se dieron cuenta –dijo Hibari Kyoya sacando sus poderosas tonfas y emitiendo llamas color morado –. Vamos, Cavallone, hay que morder a un par de herbívoros hasta la muerte.

+ En las afueras de Italia +

Como el capricho de una princesa, Mukuro Rokudo se negó a ir al dichoso Hotel que Byakuran tan ansioso estaba de visitar. Así que usando sus artimañas ilusionistas escapó, o al menos eso intentó, porque el poderoso Gesso ya se sabía el aura esquiva del guardián. Así que los tenían en un precioso bosque, lleno de árboles tan frondosos en ligera nieve, el invierno en Italia no había sido tan crudo como años anteriores, talves se debía a un evento especial. Algo cálido.

—Aprovechemos que me seguiste como perro faldero –empezó Mukuro, frunciendo el ceño con verdadero antojo de asesinar gente.

—Supongo que estas dos cartas –le mostró los sobres con el sello Vongola aún legible  en pedazos – te dirán algo.

—Creí haberla destruido –dijo refiriéndose al papel que Tsuna le había entregado –. Y pensar que por un momento… -se metió de nuevo en una reflexión que le causaba molestia, Byakuran no perdía señal de nada –. Tú idea me causa vómito –soltó sin pensarlo.

—Fufu, ya lo sé, o por lo menos, ya me lo intuía –el varonil Gesso se cruzó de brazos y miró el cielo lavanda, ya estaba a punto de oscurecer y un par de aves surcaban la bóveda directo a sus casas –. ¿No te aburre la soledad, Mukuro-kun?

—Por supuesto que no –contestó virándose y queriendo caminar por un sendero ligeramente dibujado en la tierra –. Para personas como yo es de lo mas conveniente –se echó a reír y se encogió de hombros.

—Sip, ya lo noté, pero sí te llegas a aburrir de eso… llámame.

—¿Eh? –cuando Mukuro se dio media vuelta, el albino había desaparecido –. Será mejor así –se dijo a sí mismo sin muchos problemas para continuar con su camino. Quiso seguir a pie, perdiéndose entre los follajes que misteriosamente perdían la poca nieve que tenían a una velocidad increíble, esto causó curiosidad.

El bicolor aguardó unos segundos; logró calmarse al fin, pues ya era libre de tanta bufonería. Recordó lo que sucedió en el restaurante y se quitó las ganas de volver a reírse sobre su persona. Qué raro, pensó, al salir del local se dio cuenta de la presencia concreta del guardián de la lluvia y quiso reñirle, luchar hasta las heridas mortales, pero el chico de cabellos blancos de nuevo no lo dejó consumar su deseo. Total, al saber perfectamente que ir al Hotel significaría otra ronda de boberías, Mukuro prefirió ahorrárselo, por ello quiso tener una última conversación con Byakuran, éste se negó a cualquier intercambio de saliva que no fuera en besos y sacaba argumentos válidos y convincentes. Ya atraparemos a todos a su debido tiempo, le dijo Gesso, de cualquier forma nos divertiremos, ¿nop?

Y cada fonema, cada oración, proliferada  por la boca del italiano remordía la consciencia de Mukuro.

Sin querer, la mente volvió al encuentro con “B”. Los fijos, inteligentes, ojos de ese mocoso le recordaban a los suyos, y algo más. Andando tras ese flujo de ideas, remembró el color de cabello del niño y…

Elevó la mirada, apartándola del sendero que tenía frente a sí. Y miró por donde había desaparecido Gesso. La sorpresa no podía ser mayor. Las dos cartas, justo después de tener una buena vida de fugitivo, el paseo, el restaurante, el hotel. Éste último lugar se convirtió en la nueva meta del guardián de la niebla.

—¿Sabe que…?

+ Hotel Apolo +

—Fufu, Hibari-chan es un chico divertido –estaban en la azotea de un prestigioso edificio cinco estrellas. El anillo de la familia de Gesso brillaba con fuerza, al igual que el de Vongola. Llamas naranjas contra moradas.

—Quédate quieto, Herbívoro –dijo el moreno agarrando las tonfas con mayor ímpetu, hacía mucho que no se encontraba con un rival tan divertido como el albino. Y Dino sólo esperaba que su querido Hibari no se emocionara demasiado y terminara por destruir otro hotel.

Cabe remarcar que había varios baches en el piso a estas alturas. Cinco minutos bastaron para hacerlos.

Se lanzaron uno contra el otro de nuevo. Las flamas fueron tan estoicas que parecieron truenos propagados para una noche de tormenta. Ya estaban sacando un par de armas especiales cuando…

Apareció un tridente en medio de los dos. Los dos contrincantes se echaron para atrás y derraparon en el piso.

—¿Qué se supone que hacen, inútiles? –dijo Rokudo.

—Wao, eso sí fue rápido –se burló el moreno, enfilando más las tonfas.

—Yare, Yare un total de cuatro personas en un lujoso Hotel y no es para montar una orgía –comentó el ecuánime ojo lavanda.

—¡Los morderé hasta la muerte!

—¿Por qué el maldito interés de tenernos juntos? –Mukuro soltó la pregunta, aún en medio de los dos luchadores,  no iba a permitir que nadie hiciera nada hasta que se confirmaran sus sospechas –¿qué tiene que ver este sujeto –apuntó a Byakuran con el tridente, ligeramente – con el mocoso de nombre “B” que me guió hasta Vongola?

—No tengo idea –respondió Hibari con desesperación, ver a Mukuro le revolvía el sistema digestivo, aún recordaba el parque de diversiones.

—Por favor, cálmense todos –terció Cavallone.

—¡Tú no te metas! –gruñó Mukuro y poco después por los cielos llegó el detestable décimo junto con todo el séquito –. Justo a ti te quería ver –maldijo cosas bajo una sonrisa hipócrita –. Más te vale que hables –se puso contra el castaño que estaba en modo “hyper”

 —Lamento en serio que tuviera que ser así, Mukuro, pero nos vimos obligados.

—Dime quién no te puede obligar a ser algo, patético líder.

—¡Ya díganle a esos dos lo que estaba planeado! –gritó Gokudera blandiendo un par de dinamitas en medio de su coraje, al no ver respuesta rápida por parte del décimo –. ¡Ustedes dos se deben quedar juntos porque si no…!

—Calma, calma, Gokudera –reía el beisbolista apretando la boca del guardián de la tormenta que pataleaba por acabar con todo esto de una vez por todas, igual que Gesso y Rokudo.

—¡Perfecto! –dijo Byakuran –. En lo personal acepto casarme con Mukuro-kun.

—Nadie está hablando de eso, tonto Byakuran –ninguno de las dos víctimas se daba cuenta, pero ya estaban cerca, era como ellos dos contra el mundo entero –. Sí dijera que detesto a este sujeto –le dijo a Tsuna –, ¿qué tendría de malo?

—Que… -no sabía cómo empezar, “B” contaba con él –, es que… los necesitamos que se lleven bien para que… en el futuro…

—¡Se forme una buena alianza! –interrumpió Cavallone siendo apaleado por Hibari, la furia que quería morder hasta la muerte.

—Eso carece de lógica –alegó Rokudo, enarcando una ceja –. Preferiría, entonces, que “B” me explicara las cosas –dijo al final y Tsuna fue el único que disimuló la sorpresa.

—Está bien –declaró el jefe –. Dejaré que B-san les diga todo.

—¡Espera, Tsuna! –quiso detenerlo más de uno.

—Pero primero deben terminar el recorrido que teníamos para ustedes esta tarde.

—Fufu, por mi no existe problema –respondió el bien calmado Byakuran, poniendo la mano sobre el hombro del encabritado guardián de la niebla –. Anda~, Mukuro-kun –lo peor de todo, la sonrisa de Gesso fue lo único que lo hizo aceptar la oferta.

+ Bienvenidos a Apolo +

Un par de ilusiones bastaron para dejar el Hotel como nuevo, por lo menos hasta que verdaderos arreglos se hicieran.

En la habitación, Mukuro estaba sentado en la cama, con los codos sobre las rodillas mirando la enorme ventana que enseñaba la preciosa cuidad bañada en luces. Byakuran se servía champagne y luego invitaba al guardián, pero lo negó. En eso, Gesso se encontró con una caja, “el paquete”, lo abrió y quiso mostrar el contenido al guardián, pero no pudo. Primero va la conveniencia propia.

—¿Por qué regresaste aquí? Sabías que la nube estaría esperándonos.

—Prefiero enfrentar los problemas sin inmiscuirte en ellos.

—¡Alabable! –dijo con sorna y levantó la cabeza –. ¿Qué es lo que te hace seguir con esta piltrafa? –exigió saber, mirándole fijamente –. ¿Qué es lo que sabes?

—Se que –se sentó al lado de Mukuro, manteniendo un par de centímetros – Tsunayoshi-kun es divertido, que Hibari-chan es buen peleador y que el guardián de la niebla de Vongola es problemático, orgulloso e interesante de una manera magnética.

—Estás frente a un fugitivo de las dos leyes. La civil y la mafiosa –se encogió de hombros –, ¿qué tiene de favorable una persona que se la pasa escondiéndose?

—Que desea ser libre –fue todo lo que dijo antes de tomar la mejilla de Mukuro para darle un fugaz beso. El contacto fue tan esperado. El guardián intentó apartarse, pero Byakuran fue más rápido y le terminó por atraer por la nuca, bajándolo hasta chocar la espalda en la cama de suaves telas –. Niégamelo.

La mirada, tan bella y segura, incluso de cierta manera sádica, despertó en Mukuro el sentimiento de confianza que jamás tendría con alguien más. Fue entonces que decidió lanzarse al vacío. Se abrazaron, y se besaron mucho tiempo hasta que se olvidaron de los modales, grabando en las bocas un gusto precario, pero que sin duda se transformaría en llama pasional. Los dos tan jóvenes que podrían rendirse cuentas placenteras toda la noche, pero:

—Quisiera hacerte de todo esta noche –dijo sonriente, marcando un sendero en la clavícula de Mukuro –, pero no –suspiró con decepción –. No hasta que esté seguro de que nadie nos ve.

Mukuro se volvió de piedra y se dio cuenta de que en varios lugares brillaban foquitos rojos provenientes de cientos de cámaras de vigilancia.

Esa noche, Apolo dejó de existir.

+ Día siguiente +

Enojado, tanto que no terminó de desahogarse hasta que la mitad de la mansión Vongola estuvo hecha trizas. La respiración era alocada por la lucha, y es que todos, incluyendo a Ryohei, habían peleado con Mukuro hasta el amanecer. El sol abría los brazos.

—¿Por qué no le detuvo, Byakuran-san? –lloraba Tsunayoshi pensando en que el tutor negro le obligaría a reparar la casa sin ayuda de nada ni nadie.

—¿Eh? Pues –fingió meditarlo –, es bastante simple, Mukuro-kun quería apartarse del estrés; yo no se lo pude quitar anoche; ustedes estaban aquí tan desocupados~; y sin tomar en cuenta de que causaste todo esto te está yendo bien –y remató con una sonrisa de burla.

—¡Pero habíamos acordado en el paquete que…! –comenzaba a arrancarse los cabellos, “causalmente” le llegó un mensaje por celular que cantaba: “Inútil Tsuna, voy en tu búsqueda”

—Kufuf, ¿de qué paquete habla? –quiso saber pasando sobre un par de cuerpos inertes y queriéndose enfrentar de nuevo a Hibari y a Dino.

—Ah, ¿no te lo dije Mukuro-kun? Verás, es una propuesta mil veces mas interesante que la de enterarnos del plan inicial.

—Habla por ti mismo, Gesso –riñó el guardián girando el tridente.

—Tu permiso fue revocado –dijo Hibari en medio de una sonrisa y se limpiaba el polvo de la mejilla adjuntado en combate –. Será mejor que te eches a correr de nuevo.

Eso fue inesperado.

—Maldito Vongola –Mukuro apretó los dientes y en su precioso ojo rojo se empezaba a vislumbrar el juego de la ruleta –, dijiste que sería más largo. Me largo de aquí –sinceramente aún no estaba satisfecho, pues la venganza estaba incompleta, pero sí realmente quería seguir fuera de la cárcel…

—Espera Mukuro-kun –se puso el impecable Byakuran de ropas blancas y gesto amable frente a él –. ¿te importaría escuchar una súplica mía?

—No me interesas –chocó los hombros respectivos en signo desdeñoso.

—Sí aceptas lo que ofrezco, desaparecerás de la lista Vindicare.

Eso lo detuvo en seco.

—Sólo sí aceptas formar parte de mi familia. Claro, dejarías de ser Rokudo Mukuro, para pasar a contemplarte a mi lado.

—Primero muerto –pero ni así se atrevía a lanzar mas veneno.

—Y prometo serte fiel, amarte, adorarte toda la vida, fufu, ah, y lo más importante, prometo destruir Vongola en el futuro.

Justo en ese momento se carcajeó tanto Mukuro como “B”.

—Kufufu, perfecto.

—¡HIII! ¡No, eso no! ¡Byakuran-san yo confié en usted!

—No, no, Tsunayoshi-kun –movió el dedo índice en modo en el que se regaña a un niño. Aún así no perdía de vista a todos los demás guardianes que se ponían listos para atacar al traidor –. La verdad es que viéndolos tan divertidos, sí me uno a ustedes en santa paz sería muy aburrido, lo mejor será que seamos enemigos, y junto con mi Mukuro-kun ir destruyendo a Vongola poco a poco…

—¡No, nooooo! –Tsuna estaba en problemas, y “B” salió de su escondite –¡B-san, explícales! –le imploró a los pies del mencionado.

Fue la primera vez que “B” se encontró con Byakuran. No se necesitó decir más.

—Tal y como lo había planeado –canturreó B-chan –. Tienen razón, jóvenes Gesso y Rokudo, Vongola es una familia patética y sólo digna de ser destruida.

—Estoy de acuerdo con el mocoso.

+ La verdad +

B en un principio tenía planeado juntar a sus padres de una manera pacífica, empero, conocía los conocía a la perfección. Así fue como Gesso se añadió de Millfiore y Rokudo para ser enemigo declarado de Vongola. Mukuro se libró de cualquier aprehensión no por Tsuna, sino por su nuevo “aliado”. Y B jamás se presentó como debería. Porque ya llegaría a conocer a esos en corto plazo.

El resultado fue el esperado.

Y cinco años después. La verdadera noche de bodas se celebró. El amor entre estos dos necesitaba de tiempo. Byakuran estaba mas que dispuesto, pero se necesitaba trabajar en el otro lado. Sin mas que agregar, un bebé adornó una cuna de sábanas azules y almohadas blancas. 

Notas finales:

Dedicado a Erza, a Chikori, My Angel, Socrelle, Tania, Neosan,

quedó abierto y sin lemon xDD por causas de Byakuran Principito, lo estoy  poniendo así de sumiso ewe 

hasta la próxima. 

Atte. Sebieth Suzakuran


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