Tony supuso que era casi dulce —de una manera claro, un poco nauseabunda— ser testigo de cómo Thor adoraba y cuidaba a su enfermizo hermano. Sin estarse quieto, como si de un tigre enjaulado se tratara, el rubio a cada instante merodeaba en la habitación, deteniéndose de vez en cuando únicamente para sentarse junto a su hermano, o para limpiar las gotas de sudor que brillaban en su frente. Cuando lo hacía, sus movimientos eran lentos, casi tímidos. Era como si para Thor, Loki fuera una criatura frágil a la cual tenía miedo de lastimar; como si fuera un pequeño pajarito, tan diminuto que incluso podía observar los latidos de su corazón agitando su pecho.
Loki probablemente merecía lo que había recibido, pero a Tony le resultaba difícil ser vengativo al notar lo pálido y pequeño que se veía, acurrucado y tiritando bajo las mantas blancas. Sin su casco, su capa y sus característicos comentarios sarcásticos, el Tramposo parecía disminuido. Vulnerable.
Accesible.
—¿Podrías cuidarlo un momento? —le preguntó Thor desde la puerta, haciendo su mejor esfuerzo por sonar tranquilo, como si no estuviera preocupado.
Tony tarareó una afirmación, parpadeó, y luego le preguntó:
—Espera, ¿a dónde vas?
La puerta ahora vacía no le ofreció ninguna respuesta.
Frunció los labios, suspiró y se quedó observando a Loki por un largo y silencioso momento, era como si estuviera esperando a que el Tramposo saltara y gritara «¡sorpresa!» demostrándole que todo esto era únicamente una de sus bromas más inofensivas. Loki tembló y se sacudió en sus sueños, sus ojos se movían rápidamente bajo sus párpados cerrados, pero aparte de esto, no se movió, exhalando cortas y estremecidas respiraciones.
Tony estiró sus hombros para aflojar un poco sus músculos y se deslizó en la silla que Thor había arrastrado cerca de la cama. Tamborileando sus dedos sobre su rodilla, completamente consciente de cada uno de los segundos que parecían pasar lentamente y a falta de algo más por hacer, se quedó mirando fijamente el rostro de Loki, estudiando cada uno de sus rasgos característicos. El hombre tenía facciones bastante agradables, tuvo que admitirlo, con grandes ojos, finos pómulos y cabello oscuro que contrastaba perfectamente con su pálida piel y con aquellos ojos que sabía bien eran verdes, muy verdes.
Debía ser un éxito con las chicas, pensó Tony, solo si dejaba de intentar volar cosas de vez en cuando. Ser un demente y usar capa definitivamente contrarrestaba con su atractivo.
Incluso mientras lo observaba no pudo evitar pensar en la posibilidad de usar una él también. Verde desde luego no contrastaría con el traje, y rojo, bueno el rojo por estos días era usado en exceso; pero dorado se vería bastante llamativo, supuso. Únicamente tendría que tener cuidado con las puertas automáticas.
—¿Thor?
La mirada de Tony se había perdido al igual que sus pensamientos, y cuando miró en dirección a la cama, todo lo que vio fueron los ojos de Loki que ahora estaban completamente abiertos, vidriosos por la fiebre, pero mirándole fijamente. Cuando habló, su voz fue casi un susurro, pero aun así le pudo escuchar perfectamente.
—Oh —dijo Tony, buscando desesperadamente las palabras—. Hola. —Fue lo único que pudo pronunciar.
Loki parpadeó lentamente, completamente aturdido, y articuló algo que sonó como:
—Agggabaaadaghjgasd.
Tony parpadeó.
—¿Otra vez? —Se inclinó acercándose, mirando con recelo al Tramposo. Justo como antes, el pelinegro murmuró algo que Tony dudaba era inglés, mientras su mano que se movía nerviosamente trataba de alcanzarlo, pero estaba tan débil que, antes de llegar hasta Tony, se desplomó nuevamente sobre la cama.
—Oh sí, fascinante —murmuró Tony, rodando los ojos, alejándose un poco mientras observaba como el pelinegro empezaba a caer sobre las sábanas. Al hundirse en ellas, sus ojos nuevamente se cerraron, e incluso ahora, mientras dormía, continuó murmurando más incoherencias.
Sin prestarle demasiada atención al Tramposo y a sus sibilancias, Tony entonces sacó su teléfono celular de su bolsillo y decidió sin mucha prisa enviarle un mensaje de texto a Pepper, pidiéndole como siempre que se encargara de ordenar pizza.
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Al otro lado de la ciudad, Thor limpiaba cuidadosamente los restos de entrañas de serpiente que tras el corto combate se habían esparcido por su martillo y armadura, sintiéndose bastante satisfecho con el trabajo que había concluido.