Gruñendo, Loki tomó entre sus manos la almohada en la que había estado apoyando su cabeza y la giró para que el lado más frío, el que antes se adhería a la cama, quedara contra su mejilla. La fiebre casi se había extinguido, pero le había arrebatado gran parte de su fuerza. Ahora debería estar de pie, al otro lado de Midgard, preparando nuevos proyectos e intrigas para demostrarle a los Vengadores que no estaba indefenso.
—Deberías levantarte —se decía cada cierto lapso de tiempo, articulando las palabras suavemente, perdiéndose un poco en el confort de la almohada. Sin embargo, cada vez que lo hacía, segundos más tarde desactivaba aquella alarma en su cerebro. Su próximo plan podría esperar unos cuantos minutos, decidía, e inmediatamente su exhausto cuerpo se aferraba a aquel suave colchón como si fuera un amante al que hubiese perdido desde hacía mucho tiempo.
Diez minutos más tarde, el ciclo empezaba de nuevo.
—Tienes que levantarte —volvía a murmurar mentalmente, y una vez más, después, detenía la alarma en su cerebro.
Así estuvo por un largo rato hasta que finalmente Thor interrumpió el patrón. Mientras dormitaba, el rubio situó una de sus grandes y ásperas manos contra la frente de su hermano, peinando suavemente hacia atrás los salvajes rizos de su negro cabello. Loki suspiró y medio dormido le dio un manotazo apartando la mano de su hermano. Thor, sin oponerse, la retiró.
—Parece que tu fiebre se ha ido.
Loki, como siempre, no se impresionó por los increíbles poderes de «observación» de su hermano.
—Parece que los omelets del señor Stark tienen poderes curativos —murmuró de mala gana, abriendo sus ojos para mirar a su hermano, quien ahora se cernía sobre su cuerpo como si fuera una gallina cuidando de sus pequeños polluelos.
Thor sonrió.
—Es bueno saberlo, ya que eso es lo único que sabe cocinar.
Loki tarareó vagamente una respuesta, parpadeando con cansancio.
—¿Puedo ofrecerte algo? —le preguntó Thor, el tono de su voz era inusualmente suave.
A decir verdad, Loki ya se encontraba suficientemente recuperado como para marcharse —¡lo último que necesitaba era que su hermano le tratara como a un inválido!— pero Thor le estaba mirando de una forma tan peculiar, con sus azules ojos resplandeciendo completamente de pura alegría, como si fuera un cachorro que únicamente quería complacer a su amo, sentado mansamente, esperando por su aprobación.
Como si estuviera desesperado por complacerlo.
Sin duda esto era algo inusual, además de ser una oportunidad extraordinaria como para dejarla pasar por alto. Loki decidió entonces que era momento de realizar una pequeña prueba.
Con dificultad, Loki obligó a su cuerpo a levantarse para de esta forma sentarse sobre la cama, exagerando todos y cada uno de los síntomas que antes habían expuesto su debilidad, moviéndose lentamente, añadiendo un ligero temblor a sus manos. Cuando Thor trató de ayudarlo, Loki le dejó hacerlo con una débil mirada y un pequeño forcejeo. Una vez dispuesto con la espalda apoyada contra la cabecera, suspiró con cansancio, frunció el ceño y miró sus manos como si estuviera irritado y avergonzado por aquella muestra de debilidad.
—Podrías... —Miró a Thor por unos segundos fijamente y después apartó avergonzado su mirada—. No importa. Es... no es nada.
—Dime —dijo Thor gentilmente, pausadamente—, yo decidiré si en realidad «no es nada».
Loki suspiró pesadamente, como si Thor le estuviera coaccionando.
—Bueno, es solo que —comenzó—, tengo la garganta irritada y toda la tarde he deseado un poco de helado midgardiano —dijo apenado, sonriendo tímidamente mientras de nuevo observaba a Thor.
Thor empezó a reír a carcajadas y palmoteó el hombro de su hermano. Esta vez, Loki no necesitó fingir la mueca de dolor que se dejó ver en su rostro tras el golpe, ya que este era, de hecho, su hombro recién curado.
—¡Así será! —dijo. Su sonrisa era completamente desproporcionada mientras se marchaba, y Loki no pudo evitar pensar nuevamente en un pequeño y ansioso cachorro. Lo único que le faltaba era menear la cola.
Cuando Thor regresó con veinte helados de diferentes sabores, disculpándose profusamente por no saber cuál era el sabor preferido de su hermano, Loki supo que se divertiría hasta no tener fin.
****
La mañana siguiente, Loki se encontró vagando por los pasillos de la mansión de los Vengadores con la expresa intensión de fisgonear en cada uno de los lugares en donde se suponía no debía hacerlo. Sí, esto era lo que deseaba hacer por cada rincón en el que se dirigía, pero esto no quería decir que mereciera aquella mirada llena de sospecha y desconfianza con la que Tony Stark le observaba por cada paso que daba.
Sin verse afectado, le devolvió la mirada con una sonrisa totalmente inocente, haciendo algunos cambios mentales en su agenda. Aunque fisgonear era divertido, molestar a los Vengadores sería ahora su única prioridad en su lista de maldades. Y precisamente allí estaba Tony, el infame Hombre de Acero, en toda su gloria de Vengador.
Estaba buscando problemas.
Recordó cuán susceptible había sido Thor ante su falso acto de vulnerabilidad. Se preguntó si esto se trataba de un rasgo común en todos aquellos tipos que se auto proclamaban superhéroes y decidió que era tiempo de hacer otra prueba.
Al pasar junto a Tony en el pasillo, Loki fingió marearse y tambaleándose llevó una de sus manos hasta su cabeza. Tony desaceleró sus pasos y se detuvo para observarlo.
—¿Te sientes bien? —le preguntó. La forma en que hablaba indicaba que únicamente había dicho esas palabras como una formalidad —sentido del deber que le llamaban— pero no por que estuviera realmente preocupado. Dándose cuenta de esta forma que Thor le había pedido a los demás Vengadores que le trataran bien.
Decidió subir la apuesta.
—Yo... —Respiró débilmente, antes de fingir desmayarse en dirección a Tony, esperando a que el mojigato le atrapara.
No lo hizo.
Antes de chocar contra el suelo, Loki logró situar sus manos debajo de su cuerpo para evitar tragarse un bocado de baldosa, pero aun así el impacto estremeció sus manos y rodillas. Tony no se había movido ni un solo milímetro.
—Se suponía que debías atraparme —espetó Loki, lo cual hizo que se ganara una sonrisa del Vengador. Trató de levantarse, tropezando esta vez vertiginosamente debido al abrupto cambio de altitud —ahora no estaba fingiendo— rezando para que Tony tomara esta muestra de debilidad como una más de sus actuaciones.
—No me lo creí —contestó Tony, cruzando los brazos sobre su pecho—. Aunque no me sorprende que quieras que te ponga las manos encima. —Movió las cejas sugestivamente.
Loki esnifó remilgadamente, simulando retirar las pelusas imaginarias que se adherían a su ropa.
—¿Cómo es que ustedes los mortales dicen? ¡Por favor, perra!
La risa de Tony rápidamente se convirtió en un vergonzoso ataque de tos. Controló su expresión en una más severa y le preguntó:
—¿Se puede saber dónde aprendiste eso?
—En la Internet.
Tony asintió lentamente, después se detuvo a considerar aquello.
—Dios mío —dijo, con los ojos totalmente abiertos, en shock—. ¿Descubriste la Internet?
—Así es. Ese «Google» es realmente educativo. Al igual que Facebook.
—Facebook —repitió Tony, con los ojos todavía cómicamente abiertos.
—Así es —respondió Loki alegremente—. Deberías hacerte amigo de Thor.
Los ojos de Tony se estrecharon con recelo.
—No sabía que Thor siquiera entendiera el concepto de Facebook —dijo lentamente.
Loki sonrió diabólicamente.
—Por supuesto que no lo entiende.
Tony lo miró fijamente, con los labios fruncidos como si quisiera reír pero no quisiera alentar al Tramposo.
—¿Supongo que todo esto es parte de tu próximo plan maligno? —le preguntó.
Al parecer, otra vez Iron Man se estaba burlando de él. Aunque más bien era al revés.
—Por supuesto —respondió Loki—. Las redes sociales hacen que todo sea mucho más fácil.
Tony pasó una mano por su rostro.
—Eso... es algo aterrador.
—No tienes idea.
Loki decidió que Tony Stark era el menos insoportable de todos los Vengadores. No se ajustaba en absoluto a los parámetros del estereotipo de héroe justiciero, y Loki encontró aquello... intrigante.
—Por supuesto, mi último «plan», como tú dices, ha sido increíblemente exitoso —continuó Loki. Examinó sus uñas despreocupadamente y esperó a que Tony mordiera el anzuelo.
Tony lo miraba con recelo.
—Probablemente me arrepienta por preguntarlo —suspiró—, pero, ¿cuál es este plan?
Tras siglos de burlarse de Thor, Loki había perfeccionado esa expresión sombría, seria, que se dibujaba en su rostro segundos antes de entregar su respuesta. Miró a Tony a los ojos y dijo sin rodeos:
—En realidad, yo soy Lady Gaga.
Tony lo miró fijamente durante un momento antes de nuevamente tragarse una pequeña carcajada.
—Eso fue gracioso —dijo, y después su risa sonó un poco nerviosa—. ¿Tú no eres realmente...? —Miró a Loki, considerando seriamente la idea antes de soltar otra carcajada—. No —dijo con firmeza—. No puedes ser.
Loki sonrió inocentemente.
—¿Eres...? No. No, eso es ridículo. ¿Cierto? Oh, Dios mío, eres... No, tú no eres, ¿no es así?
La sonrisa de Loki se ensanchó, pero no dijo nada. Tony parecía más confuso a medida que pasaba el tiempo.
—Yo no... Dios, Loki, haces que me duela la cabeza —dijo, llevando las palmas de sus manos hasta sus ojos.
Satisfecho con el trabajo que acababa de hacer, Loki solo procedió a apartarse de la pared en la que se había estado apoyando y prosiguió su camino por el pasillo. Al llegar a la puerta de la cocina, intencionalmente empezó a cantar en voz alta: «My my my my poker face, ¡my my my my poker face!»
Tony lo miró, moviendo su cabeza. Después, cuando su teléfono sonó, encontró que su ring tone había sido cambiado por «Telephone» de Lady Gaga.
Esperaba que Loki pronto se recuperara completamente.