Me pasé la tarde y toda la noche caminando sin rumbo por el lugar. Llegué a una especie de parque y me senté en una fría banca de metal. Era de madrugada y en el cielo aún se podían apreciar algunas estrellas. Me recoste en el incómodo asiento y cerré los ojos unos momentos, estaba muy cansado y hace apenas unas horas había dejado de llorar, el viento soplaba frío, y movía las copas de los árboles haciendo que cayeran unas cuantas hojas sobre mi. Estaba pensando, pensando en que era lo que haría, en que ya no tenía nada, en que definitivamente todo había llegado a su fin; suspiré y cerré los ojos con fuerza, el viento movió mi cabello y el sonido me recordó al que escuché en el parque de Death City, aquella vez en Soul, cuando estábamos juntos; su imagen se apoderó de mi mente y con él todos los recuerdos. Por un momento pude sentirlo, lo sentí a mi lado podía escuchar sus cabellos plateados revolotear por el viento. Me quedé dormido un rato, pero los primeros rayos de sol me despertaron. Me levanté y ya tenía mis pensamientos más tranquilos, saqué mi celular y en la pantalla marcaba más de 30 llamadas perdidas y 10 mensajes, comencé a abrirlos y todos eran de Maka. En varios me preguntaba dónde estaba y en otros tantos pedía perdón por Black y Lizz e intentaba convencerme de que hablará con ellos. Leí el último mensaje y éste era algo diferente: "Kid, los chicos y yo hemos regresado a Shibusen, Lizz también ha regresado con nosotros, lamento todo lo sucedido, espero verte de nuevo". Cerré el celular y miré la hora, eran casi las siete de la mañana, no sabía para donde quedaba mi casa, aún no sabía bien que proseguía pero lo principal era volver a casa. saqué a Beelzebub y comencé a desplazarme lentamente por sobre la ciudad, después de unos minutos reconocí el lugar donde me encontraba y me dirigí rumbo a aquel lugar. Llegué y aterricé en el patio trasero, antes de entrar me aseguré de que no hubiera nadie, rastreando sus almas desde afuera, la casa estaba totalmente vacía. Entré y había una carta sobre la mesa, era de Lizz, pero nisiquiera me molesté en leerla, no quería saber nada, subí las escaleras y entré a mi habitación. Las cosas de Lizz y el bebé ya no estaban, sólo estaba una carreola que yo había comprado para él. Sentí la tristeza y la ira nuevamente y salí cerrando la puerta, entré en la habitación de al lado y saqué la foto de Soul que tenía en el cajón. Me recosté en la cama y la apreté contra mi pecho quedándome profundamente dormido. Pasaron unas horas y una sensación de hambre me saco de mi descanso, había dormido unas cinco o seis horas, tomé la fotografía en mis manos y bajé a la cocina con la esperanza de encontrar algo de comer. En el refrigerador había unos pedazos de pizza y unos trozos de carne congelada. Tomé lo que podía comer crudo y lo mal calenté en el horno. Me senté en la mesa y mientras me disponía a comer mi celular comenzó a vibrar sobre la mesa. En la pantalla aparecía el nombre de Maka, así que decidí contestar.
-Bueno…- dije en voz baja como si no quisiera que me escuchara.
-¿Kid…? ¿Cómo estas?- dijo con preocupación en un tono suave.
-si, estoy bien…- dije con voz fría.
-oye… Kid… ¿donde estas?- preguntó más calmada.
-estoy… en mi casa…- dije y suspiré profundo.
-¿no piensas volver…?- dijo dudosa
-¿para que…? No tiene sentido que lo haga…- dije desanimado.
-¿estas seguro que no tienes motivo para volver?- agregó y yo no entendí de momento, no sabía a que se refería con “un motivo”.
-¿de qué hablas Maka…? acaso…- dije y mi cabeza comenzó a hacerse ilusiones de un momento a otro.
-yo solo te diré una cosa Kid… creo deberías volver…- dijo y me colgó. Me quedé boquiabierto pensando en lo que me había dicho, estaba seguro que por algo me había dicho eso, me estaba dado a entender algo apropósito. De mi cabeza no podía salir la idea de que Soul ya estaba al tanto de lo que había pasado y que tal vez estaba dispuesto a perdonarme. No sabia que hacer así que me quedé sentado unos minutos contemplando el pedazo de Pizza seco frente a mí, la felicidad invadió mi mente y mi cuerpo, mi corazón comenzó a acelerarse y en mi rostro se dibujó una sonrisa cuando en mi alma se sembró una esperanza. No quería hacerme ilusiones cuando no tenía nada concreto pero no pude controlarme. No se cuanto tiempo pasó y yo permanecía ahí sentado sin moverme, no sabia que hacer. La pizza que había frente a mi ya estaba fría y tiesa nuevamente, pero después de pensarlo mucho llegué a una conclusión, tal vez no sabia con claridad que hacer, pero estaba seguro que lo amaba y que haría todo por recuperar su amor. Me levanté y sin pensarlo un poco mas tome la foto y la metí en mi bolsillo, corrí hacia afuera y me paré a la mitad del patio.
-¡Beelzebub!- dije con tantas ganas como si nunca lo hubiera dicho. Subí y comencé a avanzar lo más rápido que podía, no podía aguantar las ganas de verlo y sabía que si viajaba sobre mi Beelzebub llegaría más rápido que en avión. No conocía el camino a Shibusen pero dejé que mi instinto me guiara. Pasaron un par de horas, que se me fueron volando, estaba ansioso pero a la vez no dejaba de sentir una extraña inseguridad, no sabía como actuaría Soul pero estaba decidido a verlo y enfrentarlo. Miré finalmente a Death City en el horizonte, pronto Shibusen comenzó a verse más y más grande, mis nervios fueron aumentando al igual que el ritmo de mi corazón. Bajé enfrente de Shibusen y estar ahí me hizo sentir bien, me sentía nuevamente en casa, mi cuerpo aún actuaba con inseguridad pero tomé fuerzas y en un momento ya estaba corriendo a toda velocidad en dirección a la casa de Soul, no sabía que le diría pero no me importaba, no pude detenerme sólo quería volver a verlo. Atravese todas esas calles, mis pensamientos comenzaron a revolotear como locos y todos mis sentimientos comenzaron a vibran nuevamente, atravese finalmente por el parque y pasé un par de calles más, me detuve del otro lado de la carretera enfrente del edificio, ya no tenía aliento y necesitaba recuperarme, agaché la cabeza apoyando mis manos en mis piernas, cerré los ojos y me concentré para pensar bien que era lo que había, pero la presencia de su alma me interrumpió haciendome emocionar y me incorporé de inmediato. Miré al frente y hay estaba el, seguía exactamente igual, estaba hay parado enfrente de la puerta del edificio, tenía cargando un par de libros en su brazo, quería correr y abrazarlo pero mis piernas no respondieron, tal vez por los nervios o la adrenalina, me quedé fijo en el, parecía estar buscando la llave en su bolsillo y yo no podía ni parpadear, quería grabarme su imagen, su perfecta imagen. Mis sentimientos eran los mismos que antes, nunca imaginé que volvería a verlo y estar así de el me hizo inmensamente feliz. Detuvo su búsqueda en su pantalón y se quedó quieto, sentí que mi corazón se saldría de mi pecho cuando se giro hacia mi y me miró fijamente, pude sentir como cada poro de mi piel se erizaba, le sonreí aún sin poder decir palabra, noté como sus ojos se llenaban de lágrimas, pero parecía feliz, a pesar de que sólo nos separaban los metros de la carretera que había entre nosotros ya lo sentía cerca, ninguno de los dos pudo moverse de momento y todo parecía ir en cámara lenta. Las flores de los cerezos revoloteaban sobre nosotros moviendo delicadamente las ramas de los árboles, y los pétalos, arrastrados por el viento, se extendían por sobre toda la calle llevándose a su paso su perfume. Nuestras miradas estaban fijas, perdidas una en la otra, unidas como nunca habían estado, sus ojos, sus ojos me lo decían todo, parecía como si pudieramos leer nuestros pensamientos, estaba seguro, me seguía amando, igual que antes, pero su mirada me decía algo más que eso, me gritaba desesperadamente que me perdonaba, sabía que esto era verdad, sabía que esto funcionaría y sabía que a partir de ese día estaríamos juntos para siempre... por que nuestra historia apenas comenzaba.
Fin.