Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Reflejos por Syarehn

[Reviews - 37]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

IV

Situaciones Extrañas

. »« .

.

.

Harry se detuvo junto a la puerta del invernadero oculto bajo su capa de invisibilidad y asomándose con cuidado de no hacer ruido.

Lo primero que vio fueron plantas pero en el fondo pudo notar las siluetas de dos personas sentadas así como los murmullos suaves que indicaban que estaban conversando. Se acercó un poco más y las figuras y no le fue difícil corroborar que eran Draco y Astoria. Él miraba hacia el techo distraídamente y ella estaba recargada en el hombro de Malfoy mientras jugueteaba con una extraña flor de purpureo.  

—¿Hace cuánto fue? —cuestionó la voz femenina y tranquila de Astoria.

El día que inició el curso. Fue muy perturbador… —Harry se sorprendió al notar el tono sereno y casi sedoso de Malfoy.

—Cariño, yo creo que actuaste como ameritaba la situación —dijo ella.

En realidad no podía hacer otra cosa.

Sólo espero que ese tonto Gryffindor no haga nada estúpido —murmuró Astoria y Harry cerró los puños. ¿Estaban hablando de él?

No lo creo, parecía… ¿conforme? —dijo Draco dubitativo—. Incluso su vena «valiente» salió flote con tan solo verme. Pero eso no importa ahora; es tarde y debemos de irnos antes de que nos descubran —comentó levantándose y ayudándola a ella a incorporase.

Astoria se  sacudió la tierra de la ropa y lo miró sonriente.

Odio que éste sea el único momento en el que podemos conversar tranquilos.

Harry rodó los ojos al verla abrazarlo. Draco posó sus manos en la cintura delgada como queriendo responder el abrazo pero arrepintiéndose al momento.

No siempre será así, lo sabes —le aseguró Draco acariciando el largo cabello de Astoria en un gentil pero rápido ademan, como si algo lo limitara a hacerlo.

Me adelantaré para asegurarme de que Slughorn o Filch no estén cerca. Prometí contribuir  con tu «pulcro historial» —le recordó ella con una cálida sonrisa bailando en sus labios.

No es necesario, Astoria. —Draco parecía inquieto por alguna razón y Harry lo atribuyó a que él ya no era prefecto y aunque Astoria sí, tal vez no quería meterla en problemas.

Necesario o no quiero hacerlo, después de todo estás fuera de tu dormitorio por mi culpa. —Harry vio al rubio negar con la cabeza—. Me harás sentir mejor… —insistió Astoria.

De acuerdo —murmuró Draco. El pelinegro no creyó que de verdad estuviese viendo a Malfoy besar la frente de Astoria y parpadeó confundido.

Luego observó a Greengrass acariciar el pálido rostro de Draco para separarse y comenzar a avanzar hacia la salida donde pasó frente a él sin que notara su presencia, desapareciendo de vista después de un rato.

Harry entró de lleno al invernadero sin quitarse la capa, sólo para toparse con Draco hablándole despacio a la planta de largos pétalos con las que jugaba Astoria minutos atrás y cuyos tonos había pasado de morado a un  negro brillante.

—Así que tenemos un invitado  —le dijo Draco a la planta—. Déjame adivinar: es Potter. —Y su tono de voz cambió; volvía a ser hostil y frío, especialmente al decir su apellido—. ¿Ahora qué quieres, Potter? No tengo tiempo para ti y tus banalidades.

Harry apretó los puños y se quitó la capa.   

—Pero si tienes tiempo para hechizarme, ¿no? —le increpó molesto. Draco lo miró como si le hablará en una lengua irreconocible, pues no entendía a qué se refería el moreno con eso.

—¡Por Merlín! Cada día eres más idiota —comentó Draco con falso pesar y ocultando lo indignado que se sentía ante la acusación.

—Malfoy, sé lo hiciste aquel día en el baño de prefectos.  

—¿Bañarme? —ironizó el rubio—. Vaya, aparte de imbécil, voyerista. Eres una caja de monerías, Potter.

Mendacium —dijo Harry apuntándolo con su varita.

Por la mente de Draco no pasó la posibilidad de que Harry pudiera hechizarlo y se maldijo internamente por eso. Ahora se vería obligado a no mentir, por lo que sólo esperaba que Potter no le preguntase cosas demasiado íntimas.

—¿Qué hechizo utilizaste en mí, Malfoy? —cuestionó Harry con seriedad.

—Ninguno —contestó Draco con fastidio—. No desperdiciaría mi magia en ti.

—¿O fue una poción? ¡Dime! ¿Qué fue lo que me hiciste?

—¡Joder, no te hice nada, Potter! Nada aparte de anhelar que desaparezcas de mi vida y me dejes en paz —respondió con hastío.

—¿Y tus amigos? ¿Fueron ellos? ¿O quizá fue Greengrass? —Draco resopló.

—No lo sé, no soy su nana —siseó molesto.

Draco quiso marcharse pero Harry lo retuvo tomándolo por el brazo con fuerza, fue ahí cuando el ojiverde notó la diferencia entre la envolvente temperatura de Malfoy y la alucinación que había tenido en el baño. Definitivamente aquello había sido una burda imitación.

—¿Entonces de qué hablabas con Greengrass? —exigió saber Harry, siendo consciente de que muy probablemente el tema no era de su incumbencia. Su motivo ahora era simple curiosidad.

Draco se jaló liberándose del agarre.

—No te importa —espetó molesto.

—¿Hablaban de mí? —inquirió Harry mientras Draco lo miraba como si fuese un animal rabioso y repugnante acercándose a él.

—¡Claro que no, idiota! ¿Por qué malgastaría mi tiempo con Astoria hablando de ti?

Harry resopló cansado, admitiendo que Malfoy tenía un buen punto.  

—Pero tenía que ver con alguien de Gryffindor, ¿cierto? —le increpó, tratando de buscar una nueva excusa para conseguir información—. ¡Dime qué planeas! —Draco guardó silencio—. ¿Se trata de alguno de mis amigos? —cuestionó recordando a Hermione.

Draco se mordió los labios, no podía decirle. No podía.

—Sí —afirmó el rubio contra su voluntad.

Harry no supo si preocuparse por ese hecho o sentirse victorioso por estar consiguiendo información.

—¿Se trata de Hermione? ¿De Ron? ¿Ginny?

—¡No! —rugió Draco exasperado—. No tiene nada que ver con ellos. ¡Deja ya de hacer esto!

El rubio intentó huir de nuevo pero Harry lo retuvo con facilidad, corroborando que era más fuerte que Draco al acorralarlo contra una de las mesas repletas de plantas, permitiéndose aspirar el aroma de las flores combinado con la indescriptible fragancia del rubio.

—Dime quién es y de qué se trata —le exigió Harry con firmeza, pero dejándose envolver por las sensaciones que le producía la proximidad entre ambos—. No te dejaré ir hasta que no sepa qué planeas —amenazó.

Draco se removió queriendo alejarse pero Harry afianzó el agarre.

—Longbottom —respondió el rubio resignado después de un rato—. Y no quiero hacerle nada de lo que sea que estés pensando. Si quieres más detalles deja que él te los cuente en privado.

Harrylo miró desconcertado.

—¿Qué quieres decir con «en privado»? 

—¿En verdad debo enseñarte el significado de la palabra, idiota? —Draco lo empujó y Harry resintió un poco la lejanía del calor corporal, admitiendo que ahora creía un poco más en las palabras de Draco.

Balbus —susurró Harry deshaciendo el hechizo.

Draco le dedicó una de sus más grandes miradas de odio mientras Harry sentía la necesidad de volver a tener cerca al rubio. Y entonces la respuesta que buscaba le cayó encima como una burda revelación: existía la posibilidad de sus fantasías no fueran producto de la magia sino creaciones de él mismo.

Miró aquel pálido rostro una vez más. ¿Sería verdad? ¿Sentía atracción por él? Y rememoró la textura de sus labios deseando muy en el fondo probarlos de nuevo. Inconscientemente se acercó un paso pero Draco retrocedió, intimidado por la fijeza con la que Harry lo miraba.

—Espero que ahora por fin me dejes en paz. —Fue lo único que dijo Draco antes de soltarse para luego pasar de largo a toda prisa.

Harry lo vio salir de la invernadero y fue consciente de que tal vez Draco Malfoy le gustaba.

 ¡Cuánta contradicción puede tener la vida y usarla para burlarse de ti! Pero, después de todo, siempre era  difícil averiguar quién tenía la razón entre el cerebro y el corazón.

.

. »« .

.

El día siguiente, para Harry fueron obvias las evasivas del rubio, quien se alejaba de él como si se tratara de una peste. Y aunque Harry deseaba fingirse indiferente, la realidad era que entre más le rehuía Draco él más deseaba acercarse.

No obstante, esa no era la cuestión que llevaba todo el día atosigándolo: le preocupaba más lo que sea que estuviera pasándole a Neville de acuerdo a lo que Malfoy le había dicho. Después de todo, el hecho de sentirse atraído por aquel engreído no quería decir que confiaba en su aparente cambio o que borraría de tajo las todas injurias pasadas. 

Harry pensó abordar a Neville en el comedor pero decidió seguir el «consejo» de Malfoy y hacerlo en privado, así que lo buscó después de que éste salió de Herbología.

—¡Ey, Neville! —saludó Harry, haciendo que el joven se sobresaltara un poco por la sorpresa.

—Harry, qué sorpresa verte aquí. ¿Necesitas algo? ¿Una planta o…?

—En realidad me gustaría hablar contigo —admitió Harry mirando distraídamente el verdor del lugar.

—Eh… Claro. ¿Qué ocurre?

—¿Neville, tú…? —titubeó sin tener idea de qué preguntar y mucho menos cómo hacerlo. En realidad no tenía nada certero que decirle o cuestionarle, por lo que se sintió estúpido, pero era un Gryffindor y eso no lo detendría—. ¿Has… Te has sentido algo extraño últimamente? —preguntó dubitativo—. ¿O has notado algo… anormal?

Neville lo miró confuso.

—No entiendo a qué te refieres —comentó Neville—. Pero creo que hay algo extraño en los baños, siento como si alguien nos observara y…

—¿Crees que tenga que ver con alguien de Slytherin? —A Harry no le pasó desapercibida la repentina tensión de su amigo—. ¿Qué ocurre, Neville?

—N-no, nada. Todo está bien —tartamudeó sin sostenerle la mirada.

—Neville —le llamó para hacer énfasis en qué podía confiar en él, pero el debate interno del chico era obvio y Harry se sintió un poco mal por el estado en que se veían los nervios del chico.

—Y-ya lo sabes, ¿cierto? — inquirió Neville. Harry enarcó una ceja—. ¿Cómo te enteraste? Viste algo en el pasillo, ¿verdad? —volvió a preguntar, comenzando a hablar muy rápido, a tartamudear y a mover las manos sin finalidad alguna más que calmar sus nervios—. Oh, cielos, sabía que no sólo había sido Malfoy. Le dije que…

—¿Malfoy? ¿Qué ocurre con él? —le interrumpió el moreno.

—¡Él lo sabe! —dijo preocupado, caminando en círculos—. ¡Al igual que tú! Esto es un caos. —Neville parecía al borde del colapso.

—Neville, cálmate. ¿Qué sabe Malfoy? —Neville detuvo sus movimientos desesperados para ver fijamente a Harry.

—¿Harry, qué fue lo que viste? —cuestionó temeroso, en un susurró ahogado.

—¿Qué vi de qué?

—¿No viste nada? —Harry lo miró interrogante y Neville le devolvió la mirada confundido—. ¡Entonces Malfoy te dijo! —El ojiverde parpadeó. ¿De qué iba todo eso? Quizá era mejor explicarse.

—Malfoy dijo que debía hablar contigo en privado, supuse que te hizo algo —comenzó Harry, extrañándose cuando Neville suspiró claramente aliviado, al tiempo que negaba con la cabeza. Potter vio a su compañero cerrar los ojos un momento para pensar y cuando los abrió había algo nuevo en ellos.

—Él no hizo nada más que caminar por el pasillo en el momento equivocado —dijo Neviille. Harry enarcó una ceja exigiendo una mayor explicación—. Harry, no sé cómo vayas a tomarlo…

—¿Tomar qué? —preguntó. Comenzaba a cansarse de los rodeos. Neville inspiró profundo y fijó su vista en la mandrágora que tenía enfrente.

—Estoy saliendo con Theodore Nott —dijo por fin, y Harry sintió un alivio inmenso al saber que no era nada de lo que se había estado imaginado, su amigo estaba bien y al parecer Draco no mentía.

Después procesó la información y su mente entró en stand-by.

¡Nada te prepara para una bomba como esa!

.

. »« .

.

Había pasado ya una semana desde que no paraba de darle vueltas al asunto, en realidad a todos los asuntos, comenzando con las molestas visiones que tenía de Malfoy en todos lados, luego estaba aquella escena «romántica» con la rubia Greengrass. ¿En verdad el insensible Draco Malfoy la amaba? ¿Y ella amaba a alguien como él? ¿Aquella chica elitista –pero al parecer razonable– estaba enamorada del impertinente, engreído, fastidioso, petulante, racista y molesto Malfoy? ¿Por qué? Y para coronar las rarezas incómodas estaba la relación de Neville y el extraño Theodore Nott.

¿¡Qué clase de mundo paralelo era ese!?

Pero regresando a su perturbación mayor, le parecía demasiado extraño que de un día para otro alguien cambiara. Vale, la guerra era un motivo más que válido, pero ¿enserio a ese grado? Él nunca había visto a Malfoy tan cercano a alguien y Greengrass jamás había dado señales de sentir algo por Draco. Aunque estaba la posibilidad de que la chica no estuviese enamorada del Draco que él recordaba o del lado de éste que él había conocido. Quizá ella tenía acceso a alguien a quien valía la pena conocer, de quien, al parecer, era posible enamorarse…

—Harry —llamó Hermione, pero el moreno no la escuchó, seguía ensimismado dándose cuenta de que en realidad no conocía al rubio y, por primera vez,  sintió curiosidad por hacerlo—. ¡Harry! ¡Pon atención! —le regañó de nuevo con voz autoritaria pero susurrante.

Entonces recordó que estaban a mitad de la clase de transformaciones, con McGonagall al frente explicando.

—Lo siento, estaba distraído.

—Lo noté. ¿Ocurre algo? —inquirió preocupada.

—No —contestó de inmediato, dubitativo—. Bueno sí. Bueno, en realidad no pero sí… —Detuvo su perorata sin sentido cuando la castaña enarcó una ceja—. No lo sé —admitió—. ¡Es culpa de Malfoy! —Se quejó en un susurro desesperado.

—Harry, Malfoy ni siquiera ha notado tu presencia. —El pelinegro resopló sabiendo que era verdad, aunque indirectamente su distracción sin era culpa del rubio—. Ahora pon atención.

Suspiró cansado. Toda esa semana había estado tratando de omitir la existencia del rubio, al igual que Draco hacía con él sin dificultad alguna. No obstante, el problema radicaba en que consciente e inconscientemente estaba al pendiente de Malfoy.

Mirar a Draco era ya una costumbre que comenzaba a arraigarse en él y debido a eso –desgraciadamente– había notado demasiadas cosas del rubio, por ejemplo, ahora sabía que pociones era casi su don natural, que siempre había una pera en su desayuno, que suspiraba constantemente, que ya no reía de forma socarrona –de hecho no lo había visto reír desde que regresaron–, que las únicas medias sonrisas que dirigía iban dedicadas a Zabini, Astoria y minoritariamente a Parkinson y Nott. También se percataba de que, fuera de sus allegados, sólo se comportaba condescendiente y casi amable con Hermione, Neville y, por alguna razón desconocida e inconcebible, con Luna, al resto –él incluido– los  miraba como si se tratara de objetos de orden común.

Y por otro lado, también era ya un hábito toparse con el pálido rostro de Malfoy cada mañana al mirar cualquier material reflejante. E incluso, en sus ratos de mayor aburrimiento, era él mismo quien lo buscaba con la mirada.

Lo peor era que aquello estaba haciendo mella en su calidad vida, comenzando con que dudaba de su estado mental y porque sentía que aquella situación estaba alejándolo de Ginny y él lograba hacer nada para evitarlo.

En esa semana había tenido más de una discusión con la pelirroja, siempre sobre el mismo tema: atención. Ella argumentaba que Harry siempre estaba en otro mundo y la ignoraba deliberadamente por lo que, para remediarlo, habían decidido pasar tiempo juntos. Eso había sido peor. En sus ratos juntos todo era color rosa hasta que miraba a Malfoy en cualquier superficie reflectante y él volvía a perderse en la enormidad de sus pensamientos. Todo aunado a la reciente amistad de la pelirroja con un chico de Ravenclaw.

Las discusiones se habían vuelto su pan de cada día.

Resopló sintiéndose perdido y sin ser consciente de sus acciones se reacomodó en la silla mirando discretamente hacia atrás, observando de reojo que Malfoy estaba nuevamente al fondo, solo. Su mirada quedó fija más tiempo del normal y aquello no pasó despercibido para Draco –que se removía incómodo en su lugar conteniendo las ganas de gritarle a Potter–, ni a Hermione, quien desarrollaba una teoría tras otra buscando entender lo que ocurría con su amigo.

.

. »« .

.

—Hola —saludó Hermione sentándose junto al rubio en su habitual sitio al fondo de la biblioteca. Draco le regresó el saludo con un breve asentimiento y un intento de sonrisa cordial.

Después de una semana de compartir libros y debates sobre Aritmancia, Hermione ya se había adaptado a la distante actitud del chico así que se sentó a su lado, y aunque aquella acción era extraña se estaba convirtiendo cotidiana. No es que hablaran demasiado pero si lo suficiente como para saludarse con la mirada en el gran comedor, hecho que tenía furibundo a Ron.

—¿Encontraste lo que estabas buscando de Transformaciones? —cuestionó ella sólo por hacer conversación, buscando cómo preguntarle sobre la actitud de Harry hacia él.

—No —suspiró Draco dejando de lado la pluma para reclinarse en la silla y frotarse la cara con ambas manos. Hermione se mordió el labio sopesando la posibilidad de prestarle el libro en el que ella había obtenido la información—. En fin, dejé marcadas las páginas que donde está lo que se necesita para el ensayo de Shum—concluyó Draco distante, sin mirarla. Luego se levantó dispuesto a marcharse.

—Gracias. —La chica sonrió levemente para sí misma y sin poder creer del todo la situación—. Malfoy —le llamó antes de que se alejara, después sacó un libro de su mochila y se lo tendió—. La mayoría de lo que pidió McGonagall está allí —explicó tratando de restarle importancia.

—“Transformaciones avanzadas para magos especializados” —leyó el título sorprendido—. Escuché de él cuando lo publicaron, hicieron una preventa temática hace un año ¿no? Recuerdo que tenía un slogan ridículo: “Compra, lee y transfórmate.” —Ambos concluyeron la frase al unísono.

Esa fue la primera vez que Hermione escuchó la risa sincera del rubio, rompiendo con ello un poco más la barrera que había entre ambos tras años de odio mutuo y dando pie al inicio de una conversación trivial aunque amena entre ambos. Sin embargo, la curiosidad de Hermione era más grande.

—Malfoy, sé que no es de mi incumbencia y que seguramente no te importa, pero… —suspiró, provocando que el rubio regresara a su actitud defensiva— Harry actúa extraño, sé que lo has notado. ¿Ocurrió algo? —Draco no pasó por alto el hecho de que la chica de Griffyndor no lo culpara ni siquiera indirectamente, por lo que decidió contestarle lo mejor que pudo.

—Tu paranoico amigo piensa que alguien lo ha hechizado y cree que fui yo —explicó indiferente, notando los cambios en las facciones apiñonadas, esperando un reclamo que nunca llegó.

—Ese idiota —siseó indignada. ¿Harry creía eso y no le había dicho nada? ¿No se suponía que eran amigos y se tenían confianza?— ¿Por qué no me dijo nada?

—Ser amigos no lo obliga a decirte todo —argumentó regresando a su lectura. Hermione enarcó una ceja, ¿Malfoy estaba defendiendo a Harry?

En realidad no era así, Draco simplemente repasaba su situación propia en muchos sentidos, desde la depresión y conflictos internos que no quería compartir con nadie hasta lo ocurrido con Theodore, con quien sería injusto molestarse únicamente por no haberle hablado de su relación con Longbottom.

Una de las tantas cosas que le había enseñado la guerra era que cada quien era libre de decir o no lo que hacía, sentía o pensaba. Eso debía ser una regla social general ¿no?

—Más que amigos somos confidentes —replicó la chica, acomodándose el cabello—. Hemos pasado tantas cosas juntos que me indigna que no tenga la confianza para decirme que está pasando por un mal momento, especialmente algo tan delicado como un hechizo —se quejó, pero guardó silencio de golpe cuando notó que estaba desahogándose con Draco Malfoy.

—No sé cómo sea su relación y de hecho no me interesa, sin ofender —aclaró—, pero hay cosas que deseas compartir y otras que, a pesar de lo relevantes o estúpidas que puedan llegar a ser prefieres guardarlas para ti.

Luego siguió con su lectura diciéndose que era un tonto por “aconsejar” a quien había tratado como basura por años.

Por su parte, Hermione reflexionó un poco, llegando a la conclusión de que, increíblemente, Malfoy tenía razón, pero seguía decidida a hablar con Harry cuando se diera la oportunidad; necesitaba saber que estaba bien.

—Y… ¿lo hiciste? —Hermione retomó la palabra, preparándose para las quejas y ofensas que pudieran salir del rubio, aunque por su actitud actual bien podría sencillamente volver a ignorarla.

—¿Hacer qué? —cuestionó mirándola confuso.

—Hechizar a Harry —expresó con cautela.  Draco resopló y Hermione esperó a que la sarta de maldiciones llegara, pero no fue así.

—No —contestó seco—. En todo caso habría hechizado a la comadreja por meterse con mi padre —reconoció con fría sinceridad. Hermione asintió—. Y tampoco lo hicieron mis retrasados amigos por si te lo preguntas.

—¿Cómo es que sabes no te mienten? —inquirió desconfiada.

—De ser así me lo habrían dicho para hacer extensiva la burla. Además, Potter molestó tanto con el asunto que tuve que investigar por mí mismo —sonrió orgulloso pero sin arrogancia, y Hermione aceptó internamente que ésta le sentaba mejor que su sonrisa pagada de sí mismo o la mueca de indiferencia que se cargaba ahora.

—¿Y tú método es confiable?

—Infalible —reconoció—. Un poco de veristarum en su jugo, una par de preguntas casuales y el resto es sutileza. Nunca lo notan. —Entonces su sonrisa se borró al notar que estaba hablando de más. Callándose antes de decir que tenía el mal hábito de ocultar algunas pociones y emplearlas por “precaución” cuando lo considerase necesario, aquello sólo lo sabían Narcisa y Astoria, nadie más tenía por qué saberlo.

Hermione sonrió internamente, ese Draco Malfoy era mucho más agradable que el mocoso presuntuoso que conoció.

.

. »« .

.

Distrito de Berea, Lesoto

—¡Por favor, es sólo una niña, por favor! —Los gritos de una hechicera de piel ébano fueron desoídos por la rubia que tomaba a una pequeña de ocho años de la mano y le apuntaba con su varita—. ¡Te daré lo que quieras!

—Ya tengo lo que quiero. —La voz de Lena era fría como la nieve de su natal Kazán.

—¡Déjala ir! —exigió la madre de la niña mientras conjuraba un hechizo en una lengua que Lena no comprendió.

—No me estorbes. —Lena recitó unas palabras al tiempo que movía su varita; no la tomarían desprevenida. Y tras unos segundos apareció un escudo frente a ella, justo a tiempo para desviar el hechizo de la dama africana.

Lena sonrió satisfecha pero su escudo mágico comenzó a cuartearse. La mano con que sostenía la varita comenzó a temblar sintió como sus fuerzas se iban lentamente; el escudo estaba absorbiendo su magia para mantenerse.

—¡Suelta a mi hija! —repitió la africana y el resplandor cobalto que salía de su varita se intensificó, logrando romper el escudo de Lena.

 La rubia fue lo suficientemente rápia para evitar el impacto de la magia y vio sorprendida como ésta hacía añicos las paredes de la casa en la que se encontraban y continuaba destruyendo todo objeto a su paso hasta que el resplandor se extinguió paulatinamente a muchos metros de distancia, denotando que se trataba de magia demasiado antigua y poderosa; debía terminar pronto con eso o no saldría viva de allí.

Lena miró a la niña, asustada y temblorosa, oculta bajo la mesa. Cerró los ojos un momento tomando el valor necesario y la apuntó.

—Tienes dos opciones, querida —le advirtió a la dama morena—: o la dejas venir conmigo o la asesino aquí mismo. 

—¡¿Estás loca?! ¡No dejaré que toques a mi hija! —Un nuevo ataque se hizo presente y la rubia no tuvo más opción que lo inevitable.

Avada kedavra. 

.

Notas finales:

Ojala lo hayan disfrutado ^^ 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).