Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dieciocho por Vampire White Du Schiffer

[Reviews - 129]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Esto será muy largo, (?) Pongan atención, esto será muy fumado, pero hoy hay más enredos que deshacer. 

+ : : Siguiente cuento : : +

«Éste cuento tendrá muchas altas y bajas, su alteza, pero me encanta verlo sufrir mientras trata de averiguar qué es verdad y qué es mentira de mis historias. Porque intento darle pistas, detrás de mis cuentos hay retazos de verdad que se unen a su historia. Quizá este relato está más enlazado a usted de lo que se imagina, ¿quién sabe? Soy sádico y cruel, si me compara con el pobre y torpe humano que huyó sin volver la vista atrás. Aún me causa un suspiro de cansancio cada vez que lo recuerdo.

Ya llevamos ¿qué? ¿Cuántos días sumiéndonos ambos entre estos almohadones? Usted esperando que continúe, pero alejándose prudencialmente de mis garras… incluso sus sirvientes ni piensan moverse de cada lugar en el que puedan vigilarme. Pues bien, volviendo a lo que nos atañe… ¿le parezco un brujo vanidoso?

«Pues hubo una vez un hombre con una ambición… parecida a la mía.

+ : : Historia del Inquisidor : : +

«El lugar era conocido como La Villa, cualquiera lo sabía, si te perdías en el bosque entonces estabas muerto, pero si lograbas por algún milagro de dios muerto toparte con el camino ah, entonces te encontrabas siempre con una persona en dirección contraria a la tú pretendías.

—Disculpe –comenzó con voz alegre de haberse topado con un humano después de días de vagabundeo con categoría de perdido –. ¿Por éste camino va hacia La villa, kora?

—Sí –gruñó por respuesta, y siguió caminando, dejando al joven plantado en medio del sendero –, pero será mejor que vuelvas tus pasos por donde viniste.

—Eh, ¿y eso?

—¿Qué no sabes? –se viró para verle como quien mira a alguien que hace una pregunta muy estúpida –. Las cosas están feas allá, mejor regresa a tu cama, métete en ella y olvídate de cruzar negocios en la villa, muchacho, sé lo que te digo –la persona que le regalaba la advertencia debía rondar ya por los cuarenta años y de verdad carecía de felicidad, incluso de equipaje ostentoso –. Yo no pienso volver a la villa, semejante parda de monstruos –fue lo último, se ajustó la bolsa al hombro y dejó más que prejuicioso al otro.

—Pero ni qué hacerle –se rascó la nuca y tomó su pueril saco en el que contaba con sus pocas ropas y dinero que había decidido cargar –. No tengo opción, kora –soltó con resignación.

«Sus ojos eran azules, de ese azul que es difícil de encontrar en otro, a menos que mires el cielo. Era joven, en efecto, y por ello muy estúpido, debía rondar por cerca de dieciséis años.

«De este pequeño ingenuo trata mi historia.

+ : : : : +

«No piense mal, el tipo me cayó bien al instante en que lo percibí, y es que a pesar de su corta edad ya ocupaba un alto rango militar, gracias a su madera de soldado, escalando y ocupando de la poca suerte que se le heredó, quedó al servicio de un Rey, mismo que le encomendó la tarea de remitirle reporte de todo lo que ocurría en La Villa lo más pronto posible.

«El Rey sabía que ése lugar se estaba volviendo zona peligrosa, ya no se podía comerciar pero eso no era lo peor, el pueblo entero se estaba negando a pagar impuestos, cosa que el reinado obviamente no iba a seguir permitiendo; aunado al poco pintoresco paisaje, la gente de la Villa se iba convirtiendo en devota de la religión y no había día en que se quedara limpia la plaza. Siempre había alguien a quien quemar en la hoguera.

«Claro, el rey pudo haber enviado al militar con todo un ejército para acabar el problema, pero prefirió la discreción y el Colonnello de dieciséis años le pareció perfecto para el trabajo.

«Cuando nuestro héroe arribó, todos le miraron con cuchillas en vez de ojos, pero como no tenía pinta de absolutamente nada más que de un mentecato con capucha y encogido, decidieron encomendarse a lo suyo: escuchar el sermón del párroco.

¡Hijos del pecado, venid a mí! ¡Yo sé bien lo que ustedes piensan! ¡La muerte nos asecha en cada rincón de éste pútrido mundo! –y se escucharon olas de murmullos que se calmaban cuando el orador proseguía –hemos podido librarnos del rigor del Rey, hermanos –y levantó una octava la voz –, pero ¡¿Acaso hemos logrado librarnos de la mano de satán?! ¡De ése usurero que planea arrancar la piel de cada uno de ustedes y usarla para limpiarse el trasero! Les digo que…

«Colonnello comenzó a entender por qué la advertencia hubiera sido buena para obedecer. Continuó caminando, esquivando a la gente que seguía reuniéndose en rededor del párroco, se internó en un tugurio, le pareció extraño que la legión de fanáticos no lo hubiese destruido ya, pero después se dio cuenta de que no era un bar ni una taberna, era una posada con cara de prostíbulo.

«Pidió una comida mesurada y quiso ver la clase de gente que todavía no había sufrido la ira de la religión y que por eso se resguardaba allí. Hombres viejos, hombres menos que viejos, iban y venían. Por los primeros minutos de su estancia llamó la atención, era inevitable, pues suponía el primer viajero en mucho, realmente, mucho tiempo. A lo que la posadera con maquillaje corrido costado para parecer campesina se le acercó para ofrecerle algo más, intervino con un comentario como el del hombre que se encontró en el camino.

—Sería buena idea que terminase de comer y se marche –dijo con sarcasmo, encimando la mano sobre la mesa y luciendo, a decir verdad, un corte escote que relataba la verdadera historia –, pronto volverán a reparar incluso en mí y me quemarán –murmuró sin un tono en particular, retiró los platos y se alejó con un movimiento de caderas que remembró sus buenos tiempos.

—Le pediré que me dé una habi…r13; frenó sus caballos, porque vio a alguien pasar junto a él, creyó que iba a estorbarle y que pasaría un momento bochornoso. No se equivocó.

«Chocó con él. Colonnello retrocedió e intento disculparse, al levantar la vista no pudo hablar. Por dos cosas, una que derivó de la otra: los ojos del hombre con el que tropezó eran tan negros como el alma de lucifer, y por ello le costó volver hilar sus ideas.

—Lo siento, kora –dijo en tono bajo, tomando camino hacia la barra de destartalada madera en la que la posadera estaba.

—Estúpido –soltó el de ojos negros. Colonnello lo escuchó claramente, pero lo ignoró, lo que quería era investigar de cabo a rabo la situación de la Villa, no salir peleado en su primer día.

—Escuche, kora –comenzó –, es un poco tarde para que retome mi camino, y… necesito un lugar donde pasar la noche.

—Mis piernas ya no están disponibles, mi señor –sonrió la mujer que apenas si guardaba algún diente en su boca –, todo mi esplendor que todavía podría dar fue destruido con mi esperanza para pensionarme –repuso con un suspiro –, hágame caso y váyase –indicó en confesión –, le digo que hasta el camino de noche es más seguro que una noche acá.

—Correré el riesgo, kora –insistió.

—Bueno, bueno, hay una alcoba donde no hay mucha rata… si no le molesta.

—La tomo, kora ­r13;sacó un par de monedas –, le pago por adelantado –dijo, pero la mujer le tomó la mano y escondió el dinero.

—Es peligroso, mi señor –susurró y miró sobre el hombro del rubio si alguien los acechaba –, será mejor que me siga.

«Subieron a la primera planta y Colonnello vio que la mujer no mentía, en el suelo vagaba alguno que otro animal que no era doméstico.

«Cuando estuvieron en la deplorable habitación la mujer empezó a hablar.

—El dinero no debe exponerse como si cosa normal fuere –remarcó –, muchas cosas que para usted parezcan cotidianas aquí ya no lo son y cualquiera que pida oro es tachado de usurero. He mantenido este lugar a flote a pesar que me despojaron de mis chicas y mis clientes… es todo por ése párroco demente –se dirigió hacia la única ventana que daba a la calle y corrió la empolvada cortina –, le digo, pronto recordarán que yo era puta antes de cocinera y vendrán a freírme sin escuchar nada.

—Es horrendo todo lo que me dice, kora –y tomaba nota mental de todo –, debería marcharse, como recomienda, empezar en otro lugar.

—No –le interrumpió –, eso no –puso la mano en el marco de la ventana –, este lugar es todo lo que me queda, este destartalado edificio es lo único que he amado de verdad, y dejarlo nada más porque le temo a la parvada de fanáticos no es muy de mi estilo –sonrió con suficiencia.

—Tengo una pregunta, kora –dijo, aunque no era una de índole laboral –, el tipo con el que me topé allá abajo…

—Otro consejo y tómelo gratis –se apartó de la ventana y se plantó frente al rubio que permanecía sentado en la cama –, ese hombre es muy parecido a los de mi clase, pretensioso y ruín, también es de los pocos que decidió ver cómo se resuelve todo esto –se cruzó de brazos –, ¿por qué lo pregunta?

—Nada en especial, kora –mintió –, entonces será mejor que no me lo vuelva a encontrar, kora. –la mujer movió la cabeza en signo afirmativo –. Aunque sea una lástima, kora.

«La mujer le miró durante un rato y luego suspiró con fuerza.

—Será mejor que duerma pronto, así la noche pasará rápido y podrá irse de esta pesadilla… -fue hasta la puerta –, no debió venir aquí nunca, mi señor.

—¿Eh?

—No sé, lo presiento –respondió incluso algo contrariada de sí misma –. Usted se ve bueno, y me sentiría mal que alguno de nosotros le causase problemas –paró y luego agregó –, si algo ocurre durante la noche será el primero en saberlo, lo sacaré de aquí en seguida.

—Gracias, kora –no sabía qué más decir. Sentía empatía por ella, en general, y era algo tonto, hasta por aquellos vagos que intentaban mantenerse en este último resguardo del fuego. Se preguntó si los borregos no vendrían en próximas horas a incendiar la posada. Esperó que no. Estaba muy cansado.

«Se quedó dormido casi de inmediato, sin quitarse nada de encima, cayendo dormido al instante.

«Soñando con el hombre de negro que lo miró como si quisiera matarlo.

+ : : : : +

«Le diré con lujo de detalles lo que realmente soñó porque no pienso hablarle de las abejas y las flores por resultarme tremendamente falto de descriptiva... Ya sabe que radica una posibilidad para controlar los sueños, Colonnello al ser tan joven todavía no perdía la habilidad. A eso le atribuyó lo siguiente:

«La puerta rechinaba al ser abierta. Al ser cerrada. Pasos rápidos sobre la madera vieja. El colchón acomodándose bajo otro peso. Sus cabellos siendo tocados. Se dio la vuelta y quedó bocabajo. Mala idea. Le tocaron la nuca y se le erizó la piel al instante. Fue un roce lento, tan delicado como si temieran presionar un botón rojo.

«Un peso ajeno sobre su espalda. Una respiración cálida contra su oreja. Respiró con profundidad. Nunca había sentido algo así de íntimo, sin tomar en cuenta las chiquillas que le lanzaban declaraciones nocturnas. Pero esto no era así, las chicas podían ser salvajes, pero no podrían haberlo tocado así… con... Era diferente, la presión, sí, ésa misma presión en su nuca y el instinto se lo decían. La mano se deslizó por su columna, lentamente, apreciándolo a cada centímetro, calculando el espacio entre él y la cama, entre él y el otro. Desliz por sus montañas de carne, apretón sin ánimo de trabar amistades sino sobornar la entrada.

«Así. Lento. Incluso cuando sintió un beso en la cabeza olisqueando sus cabellos.

+ : : : : +

«Al día siguiente, y por soñar con su muerte a manos de sabrá el diablo quién, despertó poco antes de que el sol intentara penetrar por la pobre cortina. Se talló los ojos, descubrió que tenía hambre y bajó rápidamente. No percibía mucho ruido así que pensó que la estancia estaría vacía, por ende tranquila y podría conversar sin impedimentos con la posadera que bien lo había tratado sobre los temas que perjudicaban a todos.

«Fue sorprendido, pues en allí, sentado frente a la barra, estaba de nuevo el hombre de negro. Éste reparó de inmediato en él y sus miradas se mantuvieron un instante hasta que llegó la posadera.

—Iba a despertarlo antes, pero tuve otros trabajos –dijo ella, más él no le prestó importancia, sentía la mirada dura del otro hombre acribillarlo.

—No hay problema, kora –se sentó a distancia prudencial del hombre y recibió un humilde desayuno que devoró con gusto.

—Es lo bueno de ser joven, engordar no importa –le dijo la dueña, el rubio sólo sonrió pues no le gustaba tener que hablar con el hombre de negro presente.

—Creo que iré a dar un paseo antes de irme, kora –todavía no terminaba la oración y la mujer mostró pánico.

—¡Está usted loco! ¡No ha entendido nada sobre lo que le he dicho!

—Claro que sí, por eso tendré muchísimo cuidado, me alejaré de la congregación de idiotas, kora –se levantó del banco y simuló ignorar todo movimiento del hombre de negro.

«En parte sí respetó su palabra. Se mantuvo lejos. Escondido, mejor dicho. Evitando contacto visual con cualquiera que aspiraba a ser el mejor devoto de la semana. Seguía con sus notas mentales, pero se cansó al mediodía, decidió internarse en el bosque al lado oeste de la Villa para descansar y meditar sobre la situación.

«Ya sabía de sobra que el pueblo entero estaba loco. Salvo sus excepciones menos honorables. Y que si su Rey esperaba lograr algo…

—Jamás recomendaría una masacre, kora –farfulló dejándose caer contra un árbol. El fastidio pudo más y se dedicó a mirar el cielo cruzado por nubes sin intenciones de jugar con la imaginación.

Sus pensamientos se interrumpieron cuando escuchó las hojas crujir bajo las pisadas de una persona.

—¿Qué vino hacer a este infierno un soldado de mierda como tú? –dijo el hombre de negro –. Responde rápido.

Colonnello no pudo responder, estuvo seguro que nadie lo siguió. Se equivocó. Estaba creído que nadie sospechaba su origen. Otro error. Se levantó rápidamente sacando una navaja de su pantalón intentando atrapar al hombre de negro, pero éste lo atrapó primero contra el árbol.

—Te acabas de delatar –murmuró, le apretaba el antebrazo hasta lastimarlo en serio, más Colonnello no se quejó, estaba molesto.

—No te conviene tratarme así –dijo, a lo que el hombre de negro atinó a reír.

—¿Por qué? –lo empujó contra el árbol y le dejó libre –. ¿Creíste que al saber parte de tu identidad me lanzaría en cantos para alabarte? –preguntó con un sarcasmo tan obvio que resultaba ofensivo.

—No, kora sólo pensaba que podrías verlo como una opción para regresar a tu vida anterior –escupió al suelo y se mostró desafiante –, pero si no quieres ayudar puedes apartarte kora.

—Veré cómo te queman en la hoguera.

—¡Si dices algo los dos arderemos, kora! –caminó hasta él, mostrando su coraje… y en ése momento empecé a hacer de las mías.

«No olvide que yo aquí participo»

«Colonnello recordó en ese momento el sueño erótico y retrocedió instintivamente. Ese flash de caricias tiernamente salvajes lograron colorearle el rostro por un segundo, hasta que se recuperó lo suficiente como para recuperar la calma.

—Puedes hacer lo que quieras, kora no me interesa –se cruzó de brazos –, todos morimos algún día –se dio la vuelta.

—Debe ser demasiado tu pánico como para huir así –replicó con saña –, quién diría que los militares de hoy en día sean unas maricas lloronas –escupió, Colonnello se estremeció.

—Me rindo kora ¿qué rayos tienes contra mí kora?

—No te sientas tan importante. Sé perfectamente las ideas que cruzan por tu podrida mente.

—Querer salvar a gente como tú del bote de basura puede ser una idea pútrida, tienes razón, kora –se burló, pero sabía a lo que el hombre de negro hacía alusión, se dio la vuelta para verle –. ¿Querer yacer contigo es pretensión kora? ¿O lo usas como imán kora?

—Jamás me buscaría semejante excusa para ser quemado vivo. Prefiero que se me acuse de usurero y pérfido a… sodomita, a ellos los pasan por la cuna de Judas –lo entonó con sorna –, la mujer tiene razón, vete antes de que te frían para la próxima cena.

«Colonnello jamás se había sentido tan humillado. Al principio su rango, luego su sexualidad, y todo embadurnado de honor pisoteado. Definitivamente odiaba al hombre de negro.

—De seguro antes del celibato permanente gustabas de garcharte cuanta puta te rondase, kora

—Incluso la dueña del prostíbulo, ¿envidia? –sonrió.

—Asco, kora.

—Es recíproco entonces.

«El militar decidió que había sido suficiente y comenzó a caminar en dirección contraria a la villa.

—Te perderás –advirtió el hombre de negro.

—Ojalá –masculló Colonnello y se fue.

«Mientras el soldado iba evitando peñascos y apartando ramas, apretaba los labios con fuerza. No lloraría, sería como darle el más grande honor a aquel bastardo. Era joven, pero hombre. Buscaba un medio para deshacerse de su coraje e impotencia. Caminó por mucho tiempo, incluso se oscureció, al final recabó en que había actuado infantilmente, no de acuerdo a su rango y misión. No podía fallarle a su Rey ni a sí mismo, lo mejor era regresar y terminar de conversar para conseguir los nombres que necesitaba para el reporte final.

«Pero era imposible ver por dónde había llegado. Con un suspiro de remedio se quedó sentado cerca de un río, si tenía suerte sería el mismo que cruzara por el lado norte de la villa y con eso regresaría sin problemas. Dio un primer paso hasta que las palabras del hombre de negro, todas de golpe, le regresaron.

«Cuando era pequeño, un niño-mocos todavía, su padre fue sincero con él y le dijo que antes de conocer a la mujer con la que lo engendraría, estuvo enamorado de un hombre, un compañero de la guardia real. Tal información derribó un par de muros que el infante tenía por concebidos naturales, porque al ver a su progenitor hablar de aquello con una sonrisa en los labios y alegría en los ojos… una persona así emana sentimientos acogedores capaces de actuar como borrón. A Colonnello no le importaba el amor, ni con quién lo lograría obtener, sólo sabía que habría que experimentarlo algún día aunque las consecuencias fuesen malas. Así era la vida, sus altas, sus bajas. Sus mentiras y verdades.

—¿Qué se cree ese imbécil, kora? Yo sólo venía a ayudar, ojalá le corten esa lengua tan filosa que… -su sonrojo fue virgen. La lengua pudo bien haber sido la misma que anoche le bailaba sobre la piel.

+ : : : : +

—Hey, Reborn escuché que desapareció el niño rubio tras los matorrales esta mañana, ¿sabes algo? –inquirió un hombre regordete que bebía café a falta de vino.

—¿Por qué habría yo de saber sobre un crío que apenas sabe caminar por sí mismo? –respondió –, pudo haber sido listo y huir de esta pocilga.

—Cuidado con tu boca –advirtió la mujer.

—Sólo respondía con sinceridad –repuso con afabilidad falsa.

—Si en lugar de cañón tuviese flor seguramente sería de tu tipo, ¿ah? –cuestionó otro hombre cerca de la barra –. Con esos ojos bonitos casi podría engañarme si fuera de noche.

—Y si estuvieras estúpidamente ebrio –agregó el hombre de negro.

—Bah, dentro de poco todos nos iremos a la mierda, y luego de ver al resto del populacho perdiendo la razón ya he perdido mis prejuicios, así que si yo fuera veinte años más joven… ése crío que apenas camina, como tú dices, dejaría de caminar –se empezó a reír al tiempo que agarraba su entrepierna.

«Reborn miró la taza de café a medio beber.

+ : : : : +

«Colonnello se quedó mirando el reflejo de la luna sobre el agua.

 + : : : : +

«Tanta melancolía en sus pensamientos, vaya que era fácil de leer, fue lo que me impulsó a entrar en la escena.

—Kufufu, si lo que quieres es conseguir a aquel hombre de negro yo podría ayudarte –aparecí justo detrás de él, recargado en un árbol, sosteniendo mi tridente.

«Se levantó con las reacciones típicas: sorpresa, cautela y preguntas bobas. ¿Quién eres, kora? ¿Qué quieres, kora?

—Soy la respuesta a tus traviesos deseos –respondí entre risas –. Tú vienes de la Villa, debes saber exactamente que soy… la criatura a la que tanto persiguen y aseguran quemar cada tarde.

—Un brujo, kora –puse las palabras en su boca y sonreí.

—Exacto, puedo torcer el mundo a mi placer, claro, con algunas limitaciones que ofenden el intelecto pero ¡qué remedio! Te he estado viendo todo este tiempo dando tumbos en la oscuridad pensando qué deberías o no hacer y no tienes más que perder tratando de entenderme –desaparecí para ponerme justo frente a sus ojos –, en un parpadeo, ¿ves? Y en otro –volví a desaparecer, jugando en el espejo del agua, pisándola sin hundirme –, yo también tengo negocios pendientes en la villa, bueno… en general con todo éste reino y quiero que tú me ayudes a cambio de la ayuda que yo te dé.

—No puedo confiar en ti, kora –se echó hacia atrás.

—¿De seguro preferirías confiar en un devoto de allá, no? –lo vi apartar la mirada.

—Ya conseguí lo que necesitaba de aquél lugar, kora –respondió, eludiendo la cuestión –, haré caso a la mujer y me iré, kora.

—¿Seguro que lo conseguiste? –me senté en la tierra –quizá la información sea suficiente para que tu Rey sepa qué hacer, pero lo que tu corazón quiere es venganza por el hombre de negro. Y no me equivoco.

«Obviamente se alebrestó, interrogándome cómo podía saber todo aquello. Le resulté extremadamente peligroso, y tenía razón en tener precaución. Pero era cierto que el tiempo nos apremiaba, debía conseguir su voto cuanto antes.

—No soy un espía, aún no –declaré dibujando un circulo frente a él, creando un espejo en el que Colonnello se vio reflejado –. Eres joven, mucho más que yo y me agradas, sé que quieres ver humillado al pretencioso hombre de negro, entre otras cosas –moví la mano, restándole importancia –, pero no lo puedes lograr con esa forma –chasqueé los dedos, haciendo la imagen del espejo cambiar –. Soy maestro de las ilusiones, mientras los aldeanos puedan creer que eres una cándida mujer devota no te harán nada, y si el hombre de negro te ve no se negará en nada. Conozco a los de su clase.

«Mientras me escuchaba, vi la sorpresa invadir sus ojos. Allí estaba, disminuido a la figura del espejo. Una persona con facciones femeninas y ropas grises.

—Nunca me ha gustado rebajar a un hombre a algo indigno de él, quiero decir, un hombre que no deja de serlo por éste tipo de artilugios.

—¿Qué puedo ganar yo con ésa apariencia, kora? –inquirió al fin apartando la vista de su falso yo.

—Eso lo tendrás que averiguar tú –respondí y me puse de pie, apareciendo a su lado, poniéndole una mano al hombro –. Una de estas píldoras te dará la imagen por doce horas, nada en ti cambiará, sólo la forma en que los mundanos te ven. Es todo.

—¿Es parte de tus límites como brujo, kora? Esto suena tan estúpido como el cuento del sastrecillo valiente, kora ­–dijo, sosteniendo los chismes que le entregué.

—¡Sólo los inteligentes podrán verte! –me eché a reír –, ingenioso. Pero no, lo del sastre resultó una sarta de charlatanería, pero yo soy real y esto funciona tanto como que el sol vuelve a salir. Sólo que su efecto también depende de ti, tarde o temprano las personas pueden romper las ilusiones, aunque no hay nadie en aquél lugar infernal que pueda contra mis poderes.

—¿Qué es lo que pretendes, kora? –inquirió enarcando las cejas –, ¿qué quieres a cambio de esto, kora? –levantó el puño donde sostenía las pastillas.

—Lo diré cuando nos volvamos a ver. Eso es un hecho –sonreí –, pero descuida Colonnello, mis peticiones no serán nada comparado con lo que tú puedes conseguir.

«Por el momento, era todo. Lo dejé sólo con una sola mención más. Es tú decisión, siempre puedes volver a la seguridad de tu Rey.

+ : : : : +

«Tomó la primera en cuanto estaba a media hora de llegar a la villa. El primer impulso que tuvo para regresar fueron sus cosas, aunque era mentira, nada de lo que había cargado valía la pena, pero con eso quiso engañarse. Si recordaba bien, la mujer del espejo era bonita, con sus mismos ojos azules y sus mismos cabellos rubios. Sólo que parecía menuda y casi frágil, cosa que no le agradaba. Las ropas de la ilusión podrían pasar por las de una viuda de religión. Otra vez ocurrió lo que al principio, se encontró con una persona en dirección contraria.

—Disculpe, kora –intentó aplacar su nerviosismo, no sabía si iba a funcionar, así que guardó cautela y su cabeza con la capucha –. Se va de la villa.

«Esta vez se trató de un anciano que asintió en silencio.

—No vaya, están locos, señorita –y se marchó. Eso no fue prueba suficiente para Colonnello, necesitaba la prueba plena. El hombre de negro.

«Arribó a la posada con extrema discreción, si los pueblerinos lo veían de nuevo podría haber suposiciones nada favorables contra suya.

—Bienvenida –dijo la mujer, mirándole con extrañeza.

—¿Sucede algo…? –estaba por agregar su muletilla de la suerte, pero si quería que esto funcionara debía eliminar ciertos rasgos –, busco lugar para pasar este día.

—Entiendo, pero eligió un pésimo lugar, mi último cliente se fue dejando sus cosas, le daré una habitación sencilla –ofreció, Colonnello debía caminar entre todos los vagos que seguían mirándolo, no había apartado la capucha hasta que alguien que le puso el pie impidiéndole el paso se la quitó a la fuerza.

—Te confundí con alguien más –dijo el hombre de negro, mirándolo fijamente.

«Colonnello bajó la mirada rápidamente sin mediar palabra, pretendía seguir a la posadera cuando el hombre de negro le tomó del brazo.

—Estoy seguro de haberte visto antes.

—No lo creo –murmuró por respuesta.

—¡Oye Reborn, no acapares a la señorita y preséntala! –alguien gruñó detrás de ellos.

r13;¡El mundo todavía no se acaba Reborn el conquistador vuelve!

—Cierren el hocico –advirtió el hombre de negro volviendo su vista a la apariencia falsa de Colonnello, cuyo corazón latía rápidamente, todavía no lo dejaba ir –. Ignora la vulgaridad de esos perros.

—Eso intento –era difícil dejar atrás la muletilla, casi se mordía la lengua para terminar cada oración –, si me disculpa…

—Yo la llevo a su habitación –dijo el hombre de negro a la posadera que casi lo asesina con la mirada –. A menos que sigas permitiendo que la traten como ahora –agregó.

—Si no le molesta –dijo la mujer –, él la guiará, no debe preocuparse él ladra pero ya no muerde.

«Colonnello trataba de regular su respiración, se apartó del hombre de negro para empezar a caminar frente a él mientras subían las escaleras, cuando estuvo frente a la habitación le abrió la puerta.

—Dime tu nombre –pidió. Colonnello estaba atrapado en el torbellino de pensamientos, todo se había desenvuelto favorablemente y no podía cometer errores.

C. –agradecía nunca haber mencionado su nombre completo en la villa, era un punto de su lado –, le agradezco –le costaba trabajar el volumen de su voz, si la subía podría pasar por grave.

—Quiero verte esta tarde –puso la mano contra el marco de la puerta impidiéndole el paso –. Hay un claro del lado norte de la iglesia –retiró el obstáculo y le tocó la barbilla –. Te esperaré allí.

«Colonnello se apresuró a entrar, cerrando la puerta inmediatamente. Los latidos eran tan fuertes que golpeaban con la fuerza de un martillo contra su pecho. Cuando escuchó los pasos del hombre de negro alejarse, se deslizó hasta quedar en el suelo de madera. Se cubrió la cara con los antebrazos apoyados en las rodillas. Esta tarde, pensó. Revisó sus bolcillos y allí estaba la magia comprimida en cápsulas. Sonrió, esperando la llegada de la tarde.

+ : : : : +

«El pueblo, los fanáticos, entraron en estado de reposo. Como zombis sin carne que comer, se dedicaban a vagar de aquí allá, aunque la mayoría decidió lo mismo que el párroco, encerrarse a meditar. Por ello las calles estaban tranquilas, como ya hacía tiempo que no ocurría. Colonnello llegó a la iglesia a cerrada a cal y canto, pasó sigilosamente, ocultándose bajo la capa que yo le había hecho llegar a su habitación en la posada. Habrá tardado quince minutos caminando en lo que a lo lejos divisó el claro en el que se vería con el hombre de negro. No había nadie. Se sentó ligeramente decepcionado, pensó que el maldito sería puntual, después de todo la cita la había propuesto… no, la había sentenciado él, casi dictándole una orden, lo mínimo que podría esperar era entonces puntualidad.

«Se quedó meditando sobre la estupidez que envolvía todo esto. Pensó que estaba aún a tiempo de echar la farsa abajo, irse, volver con su Rey y contarle lo que aquí ocurría. Con ello, si se apresuraba quizá podría salvar a los vagos de la posada, a su dueña y si todo marchaba bien el hombre de negro también…

—Menudo idiota eres, kora –murmuró para sí, cruzándose de brazos y mirando al cielo. Ya habían pasado diez minutos y el hombre de negro no apareció –. Lo imaginé –respiró profundamente y se incorporó.

«Comenzó a llover.

«El bosque permanecía en silencio, las gotas se escurrían por las hojas verdes, los árboles se sumergieron en un sueño profundo. Colonnello apreció todo eso, se imaginó el lugar arrasado por las llamas de aquellos locos que juraban ser el pueblo de dios en la tierra. Por primera vez en mucho tiempo se cuestionó esa existencia, pero sus pensamientos no pudieron tomar forma filosófica porque el hombre de negro llegó.

—Debiste refugiarte –regañó con el ceño fruncido.

—Tú también –replicó. Quería saber qué le parecía la ilusión a aquel hombre que lo penetraba con la mirada –. Sería mejor que suspendiéramos la… ¿charla?

—No lo creo –se le acercó –. No dudaste en venir –le miró de reojo –, sígueme.

—¿No son terrenos demasiado abruptos los que pretendes? –el asunto de la muletilla era molesto. Casi le dolía reprimir cada «kora».

—Podría caer un rayo –miró la copa del árbol –, y eso sería una pena –sonrió, como sólo él, un ladino, puede.

+ : : : : +

—Incluso puedo fingir que no percibo las mentiras –dijo, sentándose, viendo llover. Oliendo la húmeda tierra. Cerca del hombre de negro.

—No nos engañemos –comenzó, a lo que Colonnello respondió con un estremecimiento –. ¿Sucede algo? –inquirió sonriente.

—No, nada, evitemos pecar, ¿quieres?

—¿Pecar? –arqueó las cejas –. Hablas igual que ellos, sin embargo –le tomó la barbilla –, no te pareces a ninguno.

«La profundidad de esos negros podría tragarlo. Perderlo para siempre. Se apartó, quitándole la mano.

—¿Quién eres? –preguntó el hombre de negro.

—Lo que ves –mintió –, ¿y tú? Ni siquiera sé tu nombre y me aventuré a seguirte a este templo pagano, ¿no?

—Si mi nombre tuviera importancia para ti, te lo diría… pero ya lo sabes –le quitó la capucha.

—Tienes cierta afición por desprenderme de ella –dijo con fastidio.

—Sólo hablo cara a cara –replicó –. Por lo que no entiendo tu ánimo de ocultarte siempre.

—La Villa es peligrosa, es obvio que tema –se encogió de hombros.

—Te equivocas –le encaró –. Temes erróneamente.

—¿Ah, sí? –inquirió fingiendo sorpresa –¿Hay algo que me recomiendes para salir corriendo? –se burló. El hombre de negro tomó eso como provocación, se le fue encima –. Es-Espera –le puso las manos inmediatamente sobre el pecho –¿Qué haces?

—A mí –fue lo único que dijo antes de besarle. Colonnello abrió los ojos desmesuradamente. Le lengua del hombre de negro se coló en su boca.

«Cuando se separaron fue lo interesante. El estado caótico fue breve, pero bastó para que Colonnello perdiese concentración. O quizá fui yo, jugando la broma. El hombre de negro vio fugazmente el rostro enrojecido del rubio idiota, no el de una jovencita. Movió la cabeza, rápidamente recuperando el aliento y allí estaba otra vez la imagen de la chica. Debió ser su imaginación, pensó. Qué equivocado estaba.

«Por su lado, Colonnello sabía que si hablaba podría tartamudear. Y no quería, se cubrió los labios sutilmente y se apartó de Reborn, empujándolo con mayor fuerza que la de una mujer cándida puede tener. El hombre de negro se sorprendió.

—Lo siento –se disculpó, aunque no tenía razón para ello. Vio al hombre de negro, sentado bajo la lluvia, completamente empapado y lleno de lodo. Sin evitarlo, se echó a reír.

«Me siento poeta esta noche, por lo que diré: y su sonrisa parecía iluminar el cielo.

—¿Te parece divertido? –inquirió, tangiblemente molesto.

—Claro –respondió sinceramente, sin ocultar nada.

—¿Ah, sí? –se aproximó hasta él y lo jaló hasta que ambos terminaron en la misma situación. El hombre de negro todavía vio la media sonrisa en el rostro de la ilusión. Hasta que le volvió a besar.

«Colonnello encontró el amor en medio de la nada»

+ : : : : +

Si continuaban de esa manera, mirándose sin espacio ni tiempo de por medio enfermarían, por lo que fue Colonnello quien rompió el silencio.

—Debo volver.

—No –le cortó el hombre de negro. La ilusión era perfecta, no por nada yo soy su creador. Pero, y ahora que lo pienso, se me pasó un detalle de suma importancia decirle a Colonnello que…

«El hombre de negro le agarró por la cintura, ya se había dado cuenta. No era la cintura menuda de una mujer.

«Por supuesto, las ilusiones son vistas. Pero yo nunca dije nada acerca del tacto, ¿o sí?

+ : : : : +

Frunció el entrecejo, pero no dijo nada.

—Te llevaré a la posada –resolvió. Llevándoselo a cuestas –. Dirás que te lastimaste el tobillo, ¿entiendes?

Notas finales:

El décimo capítulo tendrá la conclusión de este, y otro. Necesito compensar en lo que les he fallado. Muchísimas gracias por sus comentarios, aunque sean pocos los amo. Gracias por darse el tiempo y leer. 


 


Este brote tan largo de inspiración se lo debo a mi mejor amigo y confesor, mi garrote metafórico, cuasimarido. Un tal Konosuke, no sé. Se lo debo. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).