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El vínculo por -Raiden-

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Notas del capitulo:

Nuestros personajes acaban de salir de una relación complicada pero solo sera para ver un nuevo comienzo.

 

Lo dividi en dos partes, ya que es muy largo.

 

"Sufrimiento: Aquellos que entre la oscuridad buscan la luz.

Pero cuando ellos encuentran esa luz, lo único que pueden sentir es una luz que lastima sus ojos.

La verdad es igual: Algún día tus ojos te advertirán que te alejes de la luz y conozcas la oscuridad eterna."

-¡Que magnífico resultado! - hablaba en voz alta el científico en su laboratorio.

 

Los resultaron revelaron que los leucocitos en la sangre de la niña mutaron, haciéndola inmune a bacterias, virus y cualquier microorganismo desconocido depositado en su cuerpo, pero eso no era todo, lo que realmente llamo la atención del desquiciado científico, fue que su cuerpo liberaba neurotransmisores conocidos como adrenalina y noradrenalina, en su torrente sanguíneo y además en grandes cantidades, haciendo que él estuviera en contacto con ella, a través de los tejidos blandos, respirándolos e incluso inyectándolos, liberaran dopamina en la víctima haciendo activa las respuestas emocionales, los comportamientos adictivos y las experiencias placenteras en su máxima expresión; dándoles un estado de excitación temporal.

 

-La droga actúa a nivel endocrino y cerebral. Se ha aumentado las capacidades físicas y psíquicas, los efectos secundarios se adaptaron para la supervivencia del individuo. - relataba sus resultados en una pequeña grabadora, mientras miraba en el microscopio la sangre.

-Shororororo, por fin el guerrero oscuro, mi más grande creación. - reía por lo maravilloso de su experimento y lo mejor de todo era que si pasaba las últimas pruebas de aprendizaje y aplicaba las nuevas habilidades podría producirlos en masa y hacer un ejército invencible y nadie los tocaría ni siquiera el puñetero gobierno.

 

-...-...-...-...-

 

El hospital Red Line era el mejor de todo el ejército. Sólo los mejores doctores, enfermeras y personal de la salud entraban por su excelente conocimiento y enorme capacidad para ejercer su amada profesión.

Estaba en una cuidad conocida como Enies Lobby, muy popular por estar cerca de la sede del gobierno mundial.

 

Las puertas de la sala de urgencias se abrieron ruidosamente, dejando pasar la camilla con un par de hombres y su ahora paciente.

-Paciente consciente, con herida en tórax. Ha perdido mucha sangre sus vitales constantes descienden rápidamente. - decía el paramédico al residente mientras lo cambiaban a otra camilla.

El personal presente permaneció en silencio por el nuevo paciente, era un conocido del médico en turno, que ahora se relajaba un poco por doblar turnó ese día.

Al ver al joven en la camilla desangrándose, una linda enfermera se dirigió a una puerta al final del pasillo.

 

Un ruido tenue despertó a Trafalgar Law, de su ligero sueño.

La luz del pasillo decía que alguien había entré abierto la puerta del cuarto de descanso.

 

-Lo necesitan en urgencias Trafalgar-san. -la rubia enfermería le dijo un tanto preocupada por haberle despertado. Pero era importante.

-Claro... Cony-ya, voy en un momento. - dijo un poco adormilado pasando una mano por su despeinado cabello negro.

 

La tímida enfermera cerró la puerta del cuarto, dejándolo nuevamente con la tenue luz del sol entrando por la ventana, como cuando estuvo en ese breve momento de tranquilidad.

Se sentó en el sofá donde había intentado dormir, bostezando y viendo a su alrededor.

Perezosamente se puso su bata, acomodó su corbata y tomo el estetoscopio de la mesa.

Presentía algo, pero quizás era sólo sus nervios o el hecho de que no había dormido mucho esa semana; por lo que sus ojeras estaban más pronunciadas que de costumbre.

 

Camino a paso tranquilo. Ese día no habían tenido pacientes con nada grave, sólo un niño con un traumatismo por haber jugado en las malditas escaleras del segundo piso, resbalando, haciendo que cayera de cabeza, y por lo tanto que tuviera una fisura craneal.

Lo bueno de eso era que su interno, el pasante de medicina Tony Tony Chooper quien pudo atenderlo de forma eficaz, a pesar de ser un joven de unos 20 años tenía la vocación en su sangre, era muy inteligente y aplicado en todo el tema relacionado con los infantes. Algún día sería un gran pediatra de eso no había duda.

 

La cortina de una de las habitaciones se corrió dejando ver la cabeza del nuevo paciente.

El color verde de la cabellera hizo que apresurara el paso preocupado, sólo había una persona que él conocía con ese característico color.

Las pequeñas manchas rojizas en el suelo lo despertaron totalmente.

Prácticamente corrió para llegar hasta donde estaba, y desplazo al médico que lo revisaba.

 

-Roronoa-ya... Maldito imbécil... ¿Quién te hizo esto? - dijo el joven médico en un susurro entre enojado y preocupado. Sabía que era un necio cuando se trataba de un asunto de la mafia y seguramente siguió a su puto instinto para cazar a esos mal nacidos él sólo.

-Tra... falgar... Lo vi... "ojos... de... halcón"... - decía con dificultad al tratar de respirar pesadamente.

 

Pero no tardo mucho en empezar a toser sangre y la herida terriblemente grande y profunda a simple vista dejaba confirmar lo que le había dicho.

 

-¡Roronoa-ya! ¡Llévenlo a cirugía de inmediato! ¡Voy a operarlo!- grito al ver que su amigo perdía el conocimiento frente a él.

 

Las enfermeras y camilleros se apresuraron a llevarlo, no lo habían visto así desde que el hermano de otro de sus amigos lo atravesó una bala de metralla dejándolo bastante grave pero él lo salvo. Tardando más de 36 horas en esa cirugía, pero todo el esfuerzo y sus conocimientos dieron frutos.

 

Todo aquel al que atendía se libraba de una muerte segura, todos en el hospital lo conocían como "El cirujano de la muerte" por tener un pacto con ella y no dejar que se los llevara, bueno eso decían los rumores, pues su talento en la medicina era inigualable.

 

"No puede ser... Shanks tenía razón" ese pensamiento se coló por su mente cuando le llamo esa madrugada.

 

Corrió al quirófano cambiándose en tiempo récord y empezó a lavarse las manos para salvar una vez más a una persona querida para él.

 

-Trafalgar-san, permítame ayudarle. - comento Cony empezando a imitarlo lavándose con un cepillo sus blancas manos.

-Gracias Cony-ya. - acepto su propuesta un poco aliviado, la verdad ella era la única que le seguía el ritmo en una cirugía y era una enfermera muy dedicada, siempre estaba ahí cuando más la necesitaba.

 

Unas horas antes...

-¿Que pasa? - contesto su celular malhumorado el pelinegro, mientras bebía un poco de café.

-Buenos días a ti también Law-san, me encanta tu tono por la mañana. - decía melosamente la voz por el teléfono.

-Tks... ¿Me vas a decir porque me llamaste Shanks-ya? - su tono se volvió frío y dándole a entender que no tenía tiempo para sus jueguitos. Ya que tenía pacientes por revisar.

-Está bien... Tranquilo... Supongo que Smoker no te ha comentado nada sobre la mafia y el caso que está investigando. - empezó a relatar un poco desconfiado, no era consciente de que tanto sabía el moreno del trabajo de su amante.

-Supones bien, y francamente no me interesa. Si es importante él me lo dirá. - contesto secamente Law.

-La confianza es lo que mantiene una relación, y bueno ese bastardo sobre proteger a las personas más cercanas a él. - quizás no era de su incumbencia pero su amigo peligris al ser tan cabezota, seguramente no le comento que un gran peligro se avecinaba.

-Déjate de estupideces, y dime lo que sabes. - ahora ya estaba molesto, ese comentario de Shanks le afectó de sobré manera, porque era la verdad, casi no le comentaba nada respecto a ese asunto.

Había un hueco en su relación con Smoker por falta de comunicación sobre los peligros de su trabajo, y eso le dejaba una pequeña desconfianza, aunque infundada no dejaba de ser una molestia emocional.

-Escucha... Es sólo un rumor, pero al parecer las cosas se van a complicar y puede que llegues a tener más pacientes con graves heridas... - sonó bastante serio incluso para él.

-Eso quiere decir que Smoker-ya está haciendo bien su trabajo. Y sobre las posibles bajas, no necesitas preocuparte. - seguía enfadado el médico pero estaba consciente de la situación.

- Escucha... cuando quieres algo, estás dispuesto hacer lo que sea por ese algo... incluso darías tu vida por ello. - dijo Shanks ahora un poco preocupado.

El sabía perfectamente porque lo decía, y la prueba de esa terrible frase estaba impregnada en su ojo izquierdo.

-Si eso es todo... debo volver al trabajo. - término diciendo serio Law cortando la llamada.

Golpeó la mesa con su puño cerrado por ser tan idiota y dejarse llevar por lo que le dijo Shanks, no era normal en el preocuparse, pero lo que lo carcomía por dentro era la maldita incertidumbre, de no saber lo que pasa realmente con su amante y la horrible idea de que algún día lo atendiera en el hospital al borde de la muerte; era una posibilidad ahora más grande; y sobre todo las cosas que no le decía. Esas cosas que uno omite por evitarse peleas absurdas y que no tiene caso comentarlas si no se puede hacer nada al respecto.

 

 

-...-...-...-...-

 

 

Sólo faltaba pasar por el laboratorio antes de salir a los campos de tiros atrás de la fábrica.

Ya se dirigían hacia allá, estaban bastante animados, sería la primera prueba para determinar cómo se desenvolvería la niña y ver cuál sería su afinidad: armas a corta distancia, rifles o ametralladoras, o quizás las armas blancas, aunque también debían enseñarle ataques cuerpo a cuerpo y como acabar con la vida de un ser vivo sin titubear ni sentir remordimiento, pero su alegre caminar fue interrumpido.

 

Salió un joven de cabello rosa, de una puerta limpiándose la boca con una mano, las lágrimas que caían por sus mejillas.

-Coby. ¿Estás bien? - la curiosidad de Marco lo llevo a preguntarle qué era lo que tenía.

-s... si... tengo que seguir limpiando - dijo rápidamente, alzando los objetos de limpieza del suelo.

Kidd y Alexander veían como se apresuraba para salir corriendo de ahí con lágrimas en sus ojos a través de sus anteojos, viendose como un gatito asustando huyendo despavorido.

-¡Oi Coby! Puedes limpiar el último cuarto del área norte. - le grito el rubio al ver que prácticamente salió corriendo ocultando su temor en sus rápidos pasos.

El joven sólo asintió y siguió corriendo para terminar con sus tareas de ese día.

-¿Qué mierda pasa ahora? - pregunto Kidd a Marco, como si el supiera.

-No lo sé, pero mejor sigamos. - Marco no tenía la menor idea.

 

La puerta del laboratorio se abrió de par en par dejando ver al trío y asustando a Caesar dando un brinco en su asiento.

-Alexander este es Caesar Clown. - ahora el pelirrojo lo introdujo para que el científico se acercara, pero no se movió ni un poco, sólo sonreía o al menos eso aparentaba.

-Sí, si, ven acá pequeña, tengo algo para ti. - Caesar sólo hizo un movimiento con su mano para que se acercara.

El jodido científico era tan blanco de piel que parecía un fantasma y más con su negro cabello largo haciendo juego. Llevaba una bata blanca y tenía unos guantes de látex en color azul; su presencia desprendía un aire pesado y parecía que en cualquier momento se volvería loco.

 

La niña no quería acercarse pero sus pies se movieron solos llegando hasta el lugar del científico.

 

-Extiende tu brazo. - pidió maliciosamente el cientifico.

Ella sólo obedecía a cuanto le ordenaba sin decir nada.

Caesar tomo una jeringa con un líquido transparente, y se inyectó haciendo que la niña temblara un poco.

Marco y Kidd sólo observaban enojados al ver como la trataba. Para el, sólo era un experimento más y nada le gustaba más que jugar con sus conejillos de indias.

Saco nuevamente la agujas y la sangre salió, la limpio con una servilleta de papel, arrugándola al instante para depositarla en su mano.

-Ahora, quiero que se lo des a quien tú quieras. - dijo el maldito pelinegro refiriéndose a la servilleta que le dio.

Alex sólo asintió y regreso con sus ahora cuidadores.

No sabían porque ese imbécil era así, pero quienes eran ellos para cuestionarlo. El ser un fiel sirviente con el jefe te da ciertos privilegios.

Salieron más rápido de lo tardaron en llegar, y fueron a su destino preferido: los campos de tiro.

 

 

-...-...-...-...-

 

 

Los jadeos desesperados por oxígeno hizo que los dos hombres interrumpieron el pasional beso.

 

-Ahh... Smoker-ya, no tardaste en llegar. - dijo abrazándolo por el cuello.

-Tenía ganas de verte, Trafalgar. - correspondió el abrazo tomándolo por la cintura.

-Mentiroso... Viniste a ver a Roronoa-ya, ¿No es así? - se dibujó una sonrisa torcida en su rostro.

-Me quedaba de pasó también. - reconoció, zafándose del tierno abrazo del moreno.

 

El pelinegro sólo se separó un poco triste y tomo unos papeles de la mesa en la habitación.

Era cierto lo que sospechaba y ya predecía el resultado de esa conversación que tantas veces se repetía en su cabeza.

-Roronoa-ya sufrió una herida profunda, pero afortunadamente no dañó ningún órgano. La gran pérdida de sangre fue lo que casi lo mata, pero con los paquetes sanguíneos se repondrá en una semana como mínimo, tendrá que quedarse aquí. - daba el reporte medico para mirar a su amante.

-Ese idiota... le advertiré que no fuera sin Shanks... - dijo sus pensamientos en voz alta, el pálido hombre.

 

Trafalgar frunció el ceño al escuchar sus palabras.

 

Ese mal nacido de Shanks...

Sabía que pasaría eso y aún así no hizo nada para evitarlo. Zoro era su amigo y no hizo nada.

 

-Trafalgar... - le llamo al verle ese semblante. - Tenemos que hablar... - dijo Smoker serio.

El "cazador blanco" no le temía a nada, pero si le dieran a elegir entre discutir con el moreno o estar en medio de una lluvia de balas.

Prefería mil veces el campo de batalla, no había nadie ni nada que calmara al joven doctor cuando empezaba con su sarcasmo e indirectas con tal de tener la razón.

Y lo peor de todo es que él lo había incitado a tener esa estúpida conversación. Para el ya no tenía caso, pero para Trafalgar Law, tenía todo el jodido sentido del mundo.

 

-No... No quiero que digas nada... - el moreno hablo antes del él.

"Esto no es bueno... "mal dijo mentalmente Smoker, ese cabronazo de Trafalgar ya no quería escuchar excusas y no lo dejaría explicarse.

 

-Oye... - el mayor fue interrumpido por la persona que tuvo la osadía de entrar a la habitación sin tocar.

 

-¿¡Zoro?! ¿Dónde está Zoro?! - se escucho la voz desesperada de un pelinegro.

-Luffy-ya, el está bien. - ahora el moreno se aparto de su amante para llegar hasta donde estaba el pequeño.

Monkey D. Luffy, un joven bastante enérgico y tierno, ahora estaba a punto de sacar sus lágrimas contenidas por el terror de perder a su novio.

-Está en terapia, pero puedes visitarle. - Law lo tomo por los hombros para tranquilizarlo.

Las lágrimas por fin salieron de sus hermosos ojos negros de Luffy, haciendo que sus mejillas y nariz tomarán un color rosado.

Estaba a punto de abrazar al enternecedor chico cuando una segunda voz interrumpió en la habitación.

-Mira que eres idiota. Te vez terrible, seguramente has estado trabajando más de 3 días seguidos. - dijo con falso enojo.

-Yo también te extrañe Portgas-ya. Y dime, ¿como está tu herida? - empezó con su clásico sarcasmo.

Ace sólo frunció el ceño y abrazo a su hermano para tranquilizarlo un poco.

La verdad estaba agradecido por haberle salvado la vida de ese desafortunado disparó que le dio de lleno en el pecho.

Todo por salvar la vida de su hermano. Había quedado en medio de una lluvia de balas cuando salió por comida. No había día que no lo recordara, pero aún así no se arrepentía y lo volvería hacer con tal de verle vivo y sonriendo como siempre lo hacía.

El amor de hermanos era lo único que les quedaba después de sus padres fallecieran a manos de la mafia.

Por esa razón Ace y Luffy pidieron a su abuelo, que los dejaran entrar en el ejército, para que lo que ellos sufrieron no le pasara a nadie más. Ese sufrimiento de perder a tus seres queridos es una cicatriz que el tiempo no puede curar, podrás engañar al dolor pero al final siempre este te acompañara.

Ya sólo se escuchaba un sollozo cuando Luffy alzó su cabeza para separase de su hermano y caminar hacia donde estaba su querido novio.

Ace no dijo nada, ni siquiera lo detuvo, sólo lo observo alejarse y sonriendo de medio labio.

Era el orgullo que tenía su pequeño hermanó lo que siempre lo mantenía a flote cuando se derrumbaba la barrera de su tierno corazón.

Volvió su vista para ver a Smoker y Law como se quedaban en silencio viendo detenidamente lo que acaba de pasar.

 

-Coronel Smoker, lo necesitan en el Cuartel General. - dijo el pecoso al recordar porque estaba ahí. Aunque en parte también era para ver a Zoro, su deber tenía prioridad.

-Si... espere afuera. Saldré en un minuto. - ordeno a Ace, para que fueran, a lo que sea que les necesitarán.

Seguramente una soberana estupidez de replegar tropas o alguna chorrada por el estilo. Pero él sabía que una vez, que habían dado con el paradero de algún miembro importante de la mafia, se desvanecía como humo en el aire. No sólo desaparecía su rastro, sino todas las pistas que conseguían se volvía inútiles y sólo gastaban tiempo y dinero en ese jodido operativo.

 

Volvió a su actual problema, el joven médico para intentar explicar la situación pero nuevamente el moreno se le adelantó.

-Y en conclusión seguimos siendo dos estúpidos, que al final del día se buscan cuando uno necesita del otro... ¿no? - el tono fue tan frío que Law no necesito verlo a los ojos para confirmar esa oración.

-Así que... Se jodido la cosa... - camino el peligris hacia la puerta sin mírarle tampoco.

-Si a eso le llamas a nuestra relación, si. - el moreno estaba conteniendo su enojo y tristeza para no verse estúpidamente débil.

-Lamento no poder salvar algo por lo que había decidido morir... - se detuvo en el marco de la puerta sin voltear a ver al pelinegro.

-No más que yo... - susurro el joven doctor apretando los dientes y cerrando los puños tan fuerte que empezaban a ponerse blancos sus nudillos.

Y con eso, Smoker salió de la habitación dejándolo sólo, con un sentimiento de odio y desesperación.

 

"Ya sabía el resultado de esto..." pensó Law ahora divertido, eso sólo era un hermoso sueño.

 

Siguió con su trabajo de ese día. No quería seguir lamentandose, no era una maldita nenaza, y el trabajo siempre es un buen distractor.

 

 

-...-...-...-...-...-

 

 

El cuarto era iluminado por los rayos del sol entrando por una de las ventanas. Se escuchaba la tranquila respiración del espadachín, aunque no dormía tenía los ojos cerrados meditando lo que había sucedió esa mañana.

 

Flash back.

-Al fin te encontré... "Ojos de halcón"... Esta vez no escaparas... - dijo sonriente el peliverde al sacar sus tres katanas y tomando una posición de ataque.

-Cuanta confianza, será agradable ver como la pierdes. - el espadachín pelinegro saco una espada que traía en su cintura.

Zoro sonrió al ver que le estaba subestimando, le enseñaría que nadie quedaba inmune ante la familia Roronoa, y más por el hecho de que él era el único sobreviviente de esa horrible masacre hace más de 15 años.

Mihawk sólo permaneció serio, analizando a su atacante. No sabía a qué venía eso, el jamás huía del campo de batalla y sin embargo el moreno lo había mencionado.

El primero en atacar fue Zoro, se lanzó rápidamente para partirlo en dos pero su oponente fácilmente lo esquivo.

El ruido del metal chocando, las rápidas pisadas se escuchaba perfectamente y las gotas de sudor que resbalaban por la frente de ambos decía que ninguno querían rendirse.

La verdad Mihawk lo disfrutaba pero ya se estaba cansado de contenerse, ese espadachín no era rival para él.

-Es hora de terminar con esto... - dijo Mihawk guardando su espada y sacando la gran cruz negra de su espalda que resultaba ser su mejor espada y la más letal.

-Esa es mi línea... - dijo sonriendo Zoro, al ver que las cosas se estaban poniendo serias.

El hecho de que sacara aquella temible espada significaba que le reconocía como un gran espadachín, y por tanto sería un gran espectáculo, ya que no pensaba perder, no cuando su orgullo de guerrero fue pisoteado y manchado cuando era un niño.

Su venganza pronto llegaría a su fin, el derramar la sangre de su enemigo en un combate justo e igualitario era lo que más anhelaba. El orgullo de todo espadachín.

Los dos espadachines tomaron su posición de ataque.

-Santoryu Ogi: Sanzen Sekai (Estilo de Tres Espadas Secreto: Tres Mil Mundos) - menciono Zoro corriendo hacia él.

Mihawk sólo empuño su espada e hizo un corte diagonal.

Zoro cayó al suelo con una enorme herida y Mihawk de pie junto a él.

-Aún es demasiado pronto para que te mueras. - susurro el pelinegro al ver a su oponente derrotado.

-¡Aaghh! Esto... no ha... terminado... - siseo el peliverde, con una furia y dificultad. La herida le ardía como el mismo infierno y sentía un calor emanando de su cuerpo. Era la consecuencia de estarse desangrado.

-Al parecer... Tu destino no sea completado... - dijo serio viéndolo con sus fríos ojos amarillos.

Pero al ver los refuerzos venían, el bravo espadachín se retiró para evitar llamar la atención del ejército y matar innecesariamente a la escoria que le acarrearía más problemas que beneficios.

Fin del flash back

 

El ruido de la puerta abriéndose lo altero un poco pero sólo abrió los ojos en busca de lo que lo alerto.

 

-¡Zoro eres un idiota! - entro el moreno como alma que lleva el cuerno, y se plantó a un lado de la cama. Tenía los brazos cruzados y el odio en su frase revelo lo cabreado que estaba.

-Lo siento Luffy... He metido la pata... - reconoció un poco dolido el peliverde, ya que tenía razón su pequeño pelinegro.

-Más de lo que crees... - digo serio. - Ya no puedo soportar esto... No puedo dejar de preocuparme por ti a cada instante... - su tono de volvió triste y sus brazos se posaron en la cama donde yacía el herido espadachín.

-Todo aquel que tiene una razón para vivir puede soportar cualquier forma de hacerlo. - dijo Zoro, tomando la mano de su novio, acariciándola con sus dedos.

-Esta vez no Zoro... - esto preocupo al peliverde quien soltó su mano confundido, pero el moreno continuo. - Se acabó... No quiero volver a verte... Ninguno de los dos necesitamos sufrir... - las lágrimas se resbalan por sus mejillas mojando ligeramente sus manos que aún estaban apoyadas en la cama. Luffy estaba devastado pero quizás así el dolor ya no sería tanto. 

-Tal vez sea lo mejor... - Zoro no quería seguir lastimándolo con sus acciones egoístas, y el moreno necesitaba algo mejor que él. Alguien que no lo hiciera sufrir, alguien con quien compartir una vida alegre, algo que él no podía darle.

Sin decir más Luffy salió de la habitación sollozando pero más aliviado de que esa relación tan deteriorara no lo consumiera más.

Amaba a Zoro, pero no quería verlo autodestruirse por la venganza que ocupaba gran parte de su corazón.

Siempre estuvo en los buenos y malos momentos, pero desde que descubrió al autor de su desgracia, no pudo evitar caer en el abismo de la venganza. Era un camino por donde no lo podía acompañar, por más que se esforzaba, el sendero era muy angosto y sólo podía observar cómo se alejaba cada vez más.

 

Notas finales:

Gracias por leer.


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