Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Tú... por LatexoHPo

[Reviews - 127]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Espero que les guste. Me he tardado un poquito, pero me vine unos días a casa de papá y es imposible poner atención a algo más que no sea mi adorable viejo... ¿por qué les cuento esto? No lo sé... lean y ya me cuentan qué les pareció, ¿vale?

 

“Entonces sólo se multiplican los kilos por metros y se divide entre los segundos al cuadrado…”, musitó Steve. ¡Joder! Era tan sencillo.

“Exacto”, sonrió Bruce.

Ambos chicos estaban de pie frente a la pizarra del aula de Física. Bruce había decidido que comenzarían con el sistema internacional, y una vez que Steve comprendiera las unidades más importantes, sería el turno de estudiar los tipos de energía, que era el tema principal del parcial.  Si no le ponía mucha atención, Steve podría seguir interpretando los números y las letras como chino mandarín, pero la manera de explicar de Bruce las convertían en algo entendible, de hecho.

Bruce se quedó mirando al rubio con una sonrisa tranquila. Siempre le había gustado ver cómo llegaba la comprensión a sus pupilos, eso facilitaba su propia tarea.

“¿Puedo preguntarte algo, Steven?”, dijo de pronto.

“Claro”, respondió el rubio sin dejar de mirar la pizarra.

“¿Por qué estás aquí?”

Steve ahora sí puso su atención en Bruce. Le vio quitarse los anteojos y mirarlo con curiosidad. Él sin embargo arrugó el entrecejo.

“Me refiero a la Facultad de Ciencias”, aclaró Bruce. “No es mi intención ofenderte, pero estas cosas se aprenden en la secundaria, y tú…”

“Lo sé, soy patético, ¿cierto?”, interrumpió el rubio recargándose en la parte limpia de la pizarra, que era muy poco espacio a decir verdad. Largó un profundo suspiro. “Supongo que no seguí a mi buen juicio. En realidad quería entrar al Ejército, pero digamos que… ciertas circunstancias me obligaron a venir a SHIELD. La beca es buena y mamá dice que es mejor forjarse una carrera antes de empuñar las armas. Pienso pasar decorosamente al menos el primer año, después me iré al Ejército como siempre quise”.

Bruce sólo asintió. Pasó por su mente que eso de ‘ciertas circunstancias’ tenían nombre y apellido, uno muy conocido.

“No eres patético”, dijo para intentar quitar la cara de desaliento en el rostro del rubio. “Con un poco de esfuerzo lograrás tu objetivo. Bueno, ya llevamos aquí casi dos horas”, añadió poniéndose de nuevo los anteojos y mirando su reloj de pulsera. “Te daré el nombre de los títulos de dos libros con los que podrás reforzar lo que vimos hoy, si quieres”.

Steve asintió y mientras veía a Bruce apuntando en un pedazo de papel los títulos, mientras le veía acomodando sus cosas en su alforja y ajustando su fajo de papeles, no pudo evitar darse cuenta de que el chico genio en verdad era muy lindo. Tal vez si no vistiera tan apocadamente y no llevara esas gruesas gafas realmente se vería atractivo. Y su pelo, su pelo invitaba a pasar los dedos por entre los rizos. Steve tuvo que desviar la mirada para no seguir con esos pensamientos, porque no sólo era la idea de descubrir en Bruce su atractivo natural, también la idea de salir con él solamente para molestar a Tony. Y eso era ya una idea muy descabellada. Steve no era así; habiendo sufrido acoso en su infancia gracias a una salud precaria, se prometió que nunca haría algo así con nadie. Nadie merecía ese tipo de trato. Y mucho menos por un motivo tan egoísta y banal como darle celos a alguien. Ese era el estilo de Tony, no el suyo.

Salieron juntos de la Facultad y se despidieron en el camino bifurcado, uno hacia la biblioteca y otro hacia la salida del campus.

Bruce ya estaba a unos metros de la reja cuando algo chocó contra él, tambaleándolo y haciendo tirar sus papeles. Frunció los labios fastidiado, ya era tarde y era sábado. Mala idea estar en el campus a esa hora. Se acuclilló para tomar sus papeles, e intentó obviar un resoplido cuando escuchó la carcajada a su lado.

“¿Qué haces aquí, marica? ¿Tan asquerosamente sabelotodo que hasta en sábado vienes a estudiar?”

Bruce alzó un poco la mirada para ver la mueca hilarante de Logan Howlett. Prácticamente desde que entró a la Uni Logan se había convertido en su matón oficial. Bruce estaba acostumbrado a gente como Logan, así que hacía uso de su increíble autocontrol para no fastidiarla.

Logan recogió el balón con el que había golpeado a Bruce y, mirando que el guardia en la entrada no estuviera viéndolos, tomó a Bruce del cuello de la camisa y lo jaló hacia una jardinera. Bruce resopló cuando distinguió el aliento alcohólico.

“La gente como tú me desagrada, mariquita. Así que procura que no te vuelva a ver a estas horas. Después de clases no tienes nada que hacer aquí. Pero no te preocupes, te daré otro recordatorio”.

El golpe llegó, por supuesto. Bruce cayó sobre su trasero, con un levísimo quejido. Logan se marchó cuando un grupo de chicos se acercaron a ellos. Eran sus amigos, así que simplemente le hizo un gesto con el medio dedo y se largó con ellos.

Bueno, pensó Bruce, pudo haber sido peor. Buscó sus anteojos entre el pasto, la oscuridad le dificultaba un poco la tarea, pero al fin los halló y descubrió que estaban rotos del puente. Un poco de celo estaría bien hasta que pudiera mandarlos a arreglar, los lentes estaban bien y eso era suficiente. Se levantó limpiándose la sangre de la boca, Logan le había partido el labio. Se entretuvo acomodando sus papeles para calmar el ritmo de su corazón y respirar larga y profundamente. Tenía que calmarse antes de que sucediera un desastre.

Steve estaba a  poca distancia de la biblioteca, inspeccionado la letra de Bruce en el papelito que le había dado con los nombres del par de libros que le había sugerido. Pensaba sacarlos de una vez y dedicarse al otro día a estudiar un poco. La letra era estilizada y bonita, sonrió al leerla una vez más.

 “¿Una carta de amor?”

Steve alzó la mirada para encontrarse con Tony, recargado en una de las paredes de la biblioteca. Hizo una mueca y siguió su camino; no le apetecía hablar con él.

Pero una mano de Tony en su antebrazo lo detuvo. El lugar estaba prácticamente desierto, pocos eran los que iban a la biblioteca los sábados a esa hora de la noche, los matados, los cerebritos… no la gente ‘normal’ que ocupaba sus sábados para embriagarse en escandalosas fiestas que organizaban los de tercero.

“Déjame en paz, Stark”, dijo soltándose bruscamente del agarre del otro.

“¿Ahora soy Stark? ¿Qué pasó con simplemente Tony, o Cariño o Amor?”, le dijo Tony posándose delante de él, cortándole el paso.

“Necesito ir a la biblioteca. Ve a entretenerte con Virginia o Laufeyson, ¿quieres?”

“Me encanta cuando estás celoso, Steve”, ronroneó Tony y miró a la izquierda y la derecha, cuando vio que el único ser humano visible estaba bastante lejos, se acercó a lamer los labios del rubio. “¿Qué tal una cita clandestina en mi habitación? Por los viejos tiempos”, agregó apretándole el trasero.

Steve se alejó del toque y lo miró de mal modo.

“Sabes a cerveza. Y no, gracias, tengo que estudiar. Yo sí pienso aprovechar mi estancia aquí”.

Tony se rió sin convicción.

“¿El juntarte con Banner te ha cocinado el cerebro, Steve? Me decepcionas… de verdad me decepcionas. Es decir, ¿Banner? ¿De verdad crees que un bicho raro como Banner puede competir conmigo? Recuerda que eres mío.”

Steve tuvo suficiente.

“No soy una cosa para que creas que soy de tu propiedad, Stark. Y no hables de esa manera de Bruce Banner, porque hasta donde lo he conocido, es mucho mejor que tú… en todo sentido”, añadió con énfasis lo último, aunque fuera mentira, no conocía bien a Bruce.

Tony abrió la boca pretendiendo decir algo más, pero las palabras no salieron. Se limitó a sonreír abiertamente, con sarcasmo. Y luego le dejó el paso libre para marcharse. Steve le siguió con la mirada, una parte de él queriendo correr tras Tony y aceptar la oferta de la cita clandestina y otra martillando su cerebro diciéndole que había hecho lo correcto. Simplemente no podía seguir siendo el juguete de ese chico, por mucho que lo amara.

Se dio media vuelta para seguir observando a Tony, pero al hacerlo desvió la mirada hacia la reja que separaba el campus con la carretera. Y vio a Logan Howlett riendo con su bola de amigotes, uno de ellos señalando hacia atrás. Steve siguió por instinto el señalamiento y vio una figura en el pasto junto a la reja. Cuando vio bien descubrió que era Bruce. Sorprendido, Steve encaminó sus pasos en esa dirección, y cuando vio que Bruce se limpiaba el rostro y la luz de la farola le iluminó lo suficiente para darse cuenta que lo que se limpiaba era sangre, Steve aceleró sus pasos.

Bruce maldijo en voz baja, la sangre no paraba y ya había manchado su suéter. No quería un interrogatorio por parte de Peter, ya era suficiente con que el chico le tratara a veces como si él fuera tan frágil como el cristal.

“¡Hey, Bruce!”

Bruce se giró para ver a Steve caminando apresuradamente hacia él. ¡Genial! Por fin alguien que le trataba más o menos con normalidad y ahora lo veía de esa manera.

“¿Estás bien?”

Bruce asintió tapándose los labios con la manga del suéter. Total, ya se había echado a perder, ¿no?

“Déjame ver”, le dijo Steve quitando su mano para ver el corte. Pero Bruce dio un paso atrás.

“Estoy bien, sólo quiero ir a casa”, dijo un poco rudo. No quería la lástima de nadie.

Steve se detuvo abruptamente, y luego vio que la otra mano de Bruce, la que apretaba sus papeles, estaba algo manchada también y sostenía febrilmente sus anteojos partidos a la mitad.

“Irás a casa cuando arreglemos este desastre. Ven aquí”, le dijo resueltamente, sin un ápice de la lástima que Bruce creía que le tendría. Lo tomó de la mano libre, otra vez, y lo obligó a caminar junto a él.

“¿Siempre tienes una actitud tan condescendiente hacia idiotas como Howlett?”, preguntó el rubio en el camino; sabía perfectamente la clase de matón que era el hijo del entrenador, de esa clase de gente que él odiaba.

“Intento que no sea algo importante, sólo eso… No lo es, no es importante”, contestó Bruce con firmeza una vez salió de su letargo por la sorpresa, sin añadir el ‘estoy acostumbrado’ que ya estaba en la punta de su lengua.

Steve resopló pero ya no dijo nada. Llevó a Bruce hasta los dormitorios de los varones. Bruce tragó saliva, pensó que lo acompañaría a la enfermería, algo a lo que se habría negado porque traería preguntas que él no tenía tiempo ni ganas de responder; quizá un acta administrativa contra Howlett, tampoco quería eso. Pero no esperaba que lo llevara ahí… ¿a su habitación tal vez?

Se detuvieron frente a una habitación. Los pocos chicos que estaban en el edificio les seguían con la mirada, pero a Steve parecía no importarle en absoluto. El rubio soltó a Bruce para tocar la puerta. Bruce se llevó otra vez la mano libre a los labios, notando que la sangre seguía escurriendo y ahora con la cabeza más fría, comenzaba a sentir el ardor.

“¿Ni siquiera puedes abrir la puerta? ¡Eres el colmo de la vaguez, Barton!”

El grito sorprendió un poco a Bruce, que se encogió un poquito tras Steve. Era la habitación del chico Laufeyson. El pelinegro miró entonces a los visitantes y alzó una ceja.

“Por tu grito deduzco que Clint está ahí dentro, necesito verlo”, dijo Steve con un poco de altanería.

Loki Laufeyson sonrió con la misma altanería y abrió más la puerta.

“Tienes visitas, princesa del desastre”, dijo internándose en la habitación para dejarlos pasar.

Steve miró a Bruce y asintió con la cabeza para indicarle que lo siguiera. Un poco indeciso, Bruce se obligó a caminar.

“¡Hey, Stevie! ¡Cuánto tiempo sin verte…!”, Clint detuvo su exclamación cuando vio entrar no sólo al rubio en la habitación. Frunció el ceño cuando vio a Bruce.

“Un labio roto”, dijo Steve sin más, posando una mano sobre la espalda de Bruce para adelantarlo hasta el castaño que hasta entonces había estado desparramado en su cama.

“Siéntete como en casa, Banner. Haz llegado al lugar indicado”, sonrió Clint y le hizo una seña para que se sentara en la cama.

Bruce miró a Steve, y cuando vio que el rubio le sonreía tomó asiento. De nuevo se sentía como en un mundo paralelo. Clint sacó algunos materiales de curación de un cajón de su mesita de noche. En un momento procedió a curarle la herida.

Steve tomó de las manos de Bruce los papeles y los lentes rotos. Dejó los papeles a un lado en la cama y se encaminó hacia el otro lado de la habitación con los lentes en la mano. Tomó la silla del escritorio de Clint y caminó con ella hasta posarse junto a Loki, en su respectivo escritorio.

“Puedes arreglar esto, ¿cierto?”, preguntó con ese tono de enojo.

Loki alzó el rostro de sus deberes y miró a Steve con una expresión indescifrable.

“Puedes dejar de hablarme en ese tono, Rogers. Lo que viste ayer fue cosa de Stark. Sabes que Thor me succionaría las bolas no sólo a mí, también a él, y aunque sería divertido no está en mis planes lo primero”, dijo Loki tomando los antojos rotos.

“Sólo dime si puedes arreglarlos”, contestó Steve, pero definitivamente su tono de voz había cambiado a uno más flexible.

“Quince dólares”, asintió Loki después de mirar minuciosamente el desastre.

Bruce iba a protestar, él no tenía quince dólares disponibles, no ahora mismo. Pero sólo salió un quejido de sus labios. ¡Eso dolió!

“No te muevas, Banner”, le recriminó Clint Barton mientras pasaba otro algodón empapado en una sustancia que Bruce no conocía.

“Dando y dando”, dijo Steve.

Loki se dispuso a arreglar los lentes.

Bruce supuso que habían sido los quince minutos más extraños en su estancia en la Universidad. Él y Steve ya caminaban de regreso a la salida del campus, instalados en un silencio cómodo. Steve llevaba el fajo de papeles, Bruce le veía de reojo, ya con sus anteojos decentemente arreglados y no con simple celo. Loki había usado un pegamento muy potente. No sabía que decir, ya había dicho ‘gracias’ muchas veces. Estaba confundido, Steve le había ayudado, Clint le había ayudado, Loki le había ayudado (aunque cobró por ello), pero al parecer todo sin más afán que verdadera camaradería. ¿Había estado tan metido en sí mismo como para notar que no todo el mundo tenía segundas intenciones?

“Te pagaré los quince dólares el lunes sin falta”, al fin abrió la boca. Ni siquiera le dolía el labio y al verse en el espejito que Clint le había facilitado descubrió que no era muy notorio. El suéter lo había guardado en su alforja para lavarlo al otro día sin que Peter lo notara.

“No te preocupes por eso”, sonrió Steve.

Habían llegado ya a la salida, el guardia los miró un poco receloso, pero nunca hacia preguntas.

Y entonces llegó a sus oídos el ruido de voces y risas embriagadas, literalmente. Steve vio al grupito de Howlett a lo lejos, y entre ellos a Tony. Negó con la cabeza, seguramente se habían topado anteriormente y ahora su ex se divertía de lo lindo con la anécdota, compartiendo alcohol en el proceso.

“Te llevaré a tu casa”, dijo resueltamente.

“No es necesario…”, protestó Bruce con nerviosismo. “Ya me has ayudado hoy lo suficiente…”

“Somos amigos, ¿no?”, inquirió Steve con el ceño fruncido. “Además Howlett no está muy lejos, y no quiero una detención por partirle la cara”.

Bruce abrió los ojos como platos. Steve acababa de decirle que eran amigos, bien, eso podía digerirlo después. Pero el que le dijera que le partiría la cara a Howlett por él… No, eso ya rayaba en lo bizarro.

“Puedo defenderme solo”, dijo sin que el nerviosismo asaltara su voz, o al menos lo intentó.

“Discutiremos tu manera de defenderte solo después, Bruce. Mientras tanto, te llevaré a tu casa. Son casi las diez y la carretera está atestada de estudiantes borrachos que aprovechan la noche del sábado para convertirse en trogloditas. No sería la primera vez que asaltan el camión sólo para molestar”.

Bruce pensó en ello. Bueno, Steve tenía razón. Pero…

“Deja de pensarlo, no aceptaré un no”, añadió el rubio tomando su mano de nuevo para desviarse al estacionamiento.

“¿Hay alguna razón por la que te gusta tomarme de la mano, Steve? Puedo caminar solo también”

“Tus manos son suaves”, dijo Steve sin pensar, con una sonrisita.

Bruce agradeció la oscuridad de la noche, estaba mortalmente sonrojado, eso seguro. Pero no se soltó de Steve, no hasta que llegaron junto a la moto del rubio. Se colocó con duda el casco ofrecido y cuando Steve se instaló en el asiento y le miró para que se sentara tras él, Bruce quiso que se lo tragara el casco por completo. Pasó saliva sin embargo y tomó sus papeles para apretarlos en una mano, mientras con la otra, temblorosa, rodeaba la cintura del rubio.

“Agárrate fuerte”, advirtió Steve.

El camino hasta su casa se le antojó demasiado corto. Y entonces se sorprendió por ello; Bruce nunca había subido a una moto, no una de verdad, con su velocidad y el aire frío colándose en cada rincón. Pero era agradable, tan agradable como su agarre en la cintura de Steve, como sus gritos en el oído del rubio para indicarle el camino. Era una muy bienvenida adrenalina a su sistema. Y no sólo por la sensación de viajar en una moto, sino porque Steve estaba ahí, delante de él, le había ayudado, le había presentado a dos chicos agradables, le había dicho que eran amigos. Sí, eso era lo más sorprendente.

Cuando al fin llegaron a su casa y Steve se despidió diciéndole que se verían el lunes para la siguiente tutoría, Bruce se descubrió sonriendo como idiota. Sería un domingo muy largo, pensó.

“¿Tengo que acostumbrarme a llamar al rubiales cuñado?”

Bruce se giró para ver a Peter. El chico tenía una sonrisa enorme en el rostro mientras chupaba una paleta de caramelo.

“¡Dios, Bruce! Podría freír la cena en tu cara”, añadió comenzando a reír.

“¿Cómo te fue con Gwen?”

El descarado cambio de tema tuvo el efecto esperado. Peter amplió su sonrisa y caminaron juntos por el jardín, el chico contándole entusiasmado su cita.

 

 

Notas finales:

Y se viene lo bueno!!!: El jueguito de Tony. Si creen que su actitud fue linda... Pff!!!

Besos y gracias por leer!!!

Látex.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).