Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cincuenta y seis R's por Vampire White Du Schiffer

[Reviews - 25]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

16/Jun/14 Como siempre mi consultor Konosuke tiene participación activa en esto. Unos drabbles dejaron de serlo por su extensión, pero para mi es un reto contener lo que quiero expresar, aprovechándome de que esta pareja para mi sigue tan viva como mi amor por El poeta y el péndulo

Drabble XVIII.

Enfermedad.

Un día decidí hacer una fiesta en MafiaLand, sin motivo alguno, pero sólo entre adultos, no quería que ningún pupilo mío o de cualquiera de mis compañeros interrumpiera. Era noche de bohemios, por no decir alcohólicos mayores de edad. Sin embargo, me arrepentí que quedara invitada Bianchi, pues al término de la cena, se llevó a Reborn y vi claramente el momento en que sus viperinos labios chocaron con los de ése menudo imbécil de patillas de tirabuzón. Estaban en el elevador, y ella se dio perfecta cuenta cuando los vi, por ello le rodeó el cuello con sus féminas manos, susurrando quién sabe qué cosas absurdas al oído. Fue lo último que vi antes de que las puertas se cerraran, por lo que a mi concierne ese pelafustán podía hacer lo que le viniera en gana… pero no en mi área de trabajo, justo en mis narices. Está por demás decir lo furioso que me puso aquella arpía y sus artimañas de seducción siempre enfocadas al objeto de su deseo… y el mío-kora.

Dejé que todos siguieran disfrutando de la velada y salí al balcón que da frente al mar, la brisa me reconfortó y el aire salino me adormecía, eso o la cerveza. En lo que medité, creí necesario ir a romper costales de box. Sino, iría a buscar a Verde, y una charla entre vino, calor y celos entre él y yo no iba a terminar bien.

Me ejercité como loco. Dejé que el sudor se desprendiera de cada poro como si cada gota fuera la analogía del golpe que gustoso le habría de dar a esos dos que se atrevieron… en mi propia casa…

Al término me saqué la playera y fui hasta el río, cuando estaba por sacarme los pantalones apareció él tan campante.

—¿Tanto te tardaste-kora? –inquirí en medio de una sonrisa burlona.

—Te estuve buscando –contestó con el ceño fruncido –¿Nos viste? –preguntó, con molestia. Qué barbaridad.

—Qué descaro-kora –dije –. Tienes a un hombre que te ama muy considerado por eso los dejé solos-kora –me crucé de brazos.

—Quería ver qué tan lejos llegaba.

—Te he dicho que las excusas conmigo no funcionan-kora –repliqué –, si quieres acostarte con alguien que no sea yo sólo notifícamelo y terminamos.

—Ja, hablas igual a chica de colegio –se echó a reír.

—Tú actúas igual al todasmías-kora. Ya hemos hablado de esto-kora –suspiré –. Sólo creí haberte dejado claro que en mi territorio –no me dejó terminar, se acercó y metió la mano en mi pantalón entreabierto.

—Me excitan los celos –me mordió la oreja, pero cuando estaba a punto de besarme viré la cabeza –. No seas ridículo.

—Acabas de besar una víbora, tú eres inmune al veneno porque despides uno igual-kora –le miré enojado.

—Detesto hacerte preguntas como si pareciera que tienes opción pero –sus fríos ojos, cual témpanos de hielo, taladraron mis ojos, casi me sentí vencido –¿te dejarás follar? –claro, el arco iris más fuerte quedó insatisfecho.

—No-kora.

—Perfecto, será a la fuerza.

 

 

 

 

 

 

 

 

Drabble XIX.

Perspectiva.

No soy de los que pierden fácilmente la calma, siempre es preferible el análisis frío, uno calculador que haga sucumbir cualquier intento de ir en mi contra, pero Bianchi, especialmente esa noche, me hizo perder los estribos al punto que le golpeé la mejilla por la siguiente razón.

—¿¡Él te ha cambiado de esa manera!? No eres un marica Reborn –ese fue la causa de mi enojo –. Siendo que a mi puedes tomarme cuando quieras –decía al tiempo que comenzaba a llorar –. Eres el hombre con quien toda mujer quiere estar y tú… tú…

—Dilo de nuevo, anda, te reto.

—¡No son más que unos…! –ni siquiera la dejé terminar —¡Cómo te has atrevido! –bramó, sosteniéndose el pómulo mientras continuaba en la cama.

—La conversación había terminado hace mucho, el problema es que nunca entiendes un no.

—¿Qué es lo que lo hace diferente a mi eh? ¡Dímelo!

—Un culo de ensueño –me reí, echándole a perder el pueril ego –. Es uno de los más fuertes de la familia… además de otros dos motivos, que me atan a él, demasiado fuertes y que te serán difíciles de descifrar.

—¿Lo amas? –sus lágrimas me producían arcadas.

—No te incumbe, bien sabes. Te lo dije una vez, de llegar a caer en esa fatalidad nunca lo expresaría.

 

 

 

 

Drabble XX.

Penalidad.

Un día en que la lluvia preludiaba el día, Luce llegó a casa de Reborn con un par de noticias que no eran desagradables.

—Me alegra al fin verte –comentó la mujer mientras cargaba en sus brazos a su pequeña y recién nacida bebé que sería la heredera de su poder… y maldición.

—Igual –respondió con la afabilidad que la mujer se había ganado con el tiempo –. Quiero preguntarte una cosa –miró al bulto casi humano –¿cuándo podrás…?

—Qué apresurado –sonrió Luce –, espera un par de meses te lo suplico –agregó con el mismo tono alegre –. Sé cuánto añoras esto –aludió dando un beso en la frente a la niña –, pero también merezco reposo y no soy tanto como una máquina de bebés.

—No quise hacerte pensar eso –alegó.

—Sé que no –suspiró –, pero siempre es bueno hacerte enojar –se burló.

Reborn no podía enojarse, por lo menos con ella no. Era algo así como inmunidad diplomática lo que Luce tenía ante el poderoso arco iris amarillo, por ser una magnífica y poderosa mujer, además de que había aceptado hacerle el favor de lo siguiente.

—En cuanto Verde lo indique me podré embarazar de tu hijo y te aseguro que no habrá ningún arrepentimiento de tu parte.

—No será sólo mío –corrigió, se recargó en la silla y miró por el amplio ventanal donde se veía el agua caer a cántaros.

—Por supuesto –rodó los ojos –. A todo esto, he de suponer que ya se lo has pedido a Colonnello.

—¿Pedir? –esta vez le tocó sonreír –. Yo de él no tengo que pedir nada. Lo tomo y ya.

La declaración hizo feliz a Luce y sintió algo de envidia, que le hizo saber al moreno.

—Quiero que sepas algo, en ocasiones codicio tu relación con Colonnello, pero la manera en que lo tratas puede provocar que lo pierdas, ¿no lo piensas? –se aventuraba a hacer ese tipo de conversaciones por lo mismo de su indulto eterno. Reborn chistó la boca y la miró a los ojos.

—Cuando emprendí esta empresa le dije al rubio idiota que de esta no se salvaba hasta que me hartara…

—Hasta que uno de los dos –corrigió.

—… Como sea, lo aceptó. Lo único que hago ahora es uso, goce y disfrute –con toda la desfachatez del mundo.

—Jajaja, de acuerdo, no puedo hacerte cambiar –se detuvo a pensar –. Por lo menos yo no.

—Quizá el mocoso sí –miró de nueva cuenta al bebé.

—De nueva cuenta te insto a que hables de esto con él. No es una mascota ni un arma nueva que puedes ir a la juguetería a comprar –esta vez usó un tono más duro –. Y si la criatura tendrá ADN de Colonnello pues…

—Está bien –bufó –. Buscaré el momento indicado.

—Por favor –bufó ella ahora en clara burla –. Eres Reborn, tú no buscas la oportunidad. La creas.

 

 

 

 

 

 

 

 

Drabble XXI.

Punto.

Era una venta de sirvientes. Vaya idea tenía el nuevo jefe de la mafia.

Tsuna sabía que en ocasiones sufriría golpes a la familia, pero no golpes como falta de dinero, y con toda la pastosidad de la que es dueño se las ingenió para ordenar a sus subalternos organizar una especie de subasta entre las familias aliadas. Mukuro, Hibari, Yamamoto, fueron los elegidos como víctimas por el lado de los hombres, que fueron adquiridos por plausibles cantidades de dinero por Byakuran, Dino y Gokudera, respectivamente, por supuesto que éste último tuvo que endeudarse con su propia familia. Pero como el Jefe consideró menester algo que llamase más la atención del público, al final, como joya de la corona, se dispuso a vender como esclavo por un día a Colonnello, que valga la situación, aceptó porque Lal se lo pidió. Del lado de las mujeres fueron rentadas Lal y Bianchi, cuya monta no interesa para la trama.

—Empezamos con diez mil –pero la cifra palideció con la primera oferta consistente en seis cifras a cargo de la familia Corleone, pero seguida de esa, se aumentó varias veces por otro, y otro. Tsuna estaba tan encantado y Colonnello tan sorprendido del efecto de dicha maquinación que no vieron venir la última y definitiva oferta.

—¡Vendido! –se declaró sin ni siquiera esperar otra puja. Colonnello estaba pensando en el castigo que le caería encima si Reborn se enteraba, pero cuando vio a su comprador…

—¡Re-Reborn-kora! –sus mejillas se encendieron por el bochorno y por el hecho de enterarse de que él había sido la persona que despilfarró tal cantidad de dinero sólo por él. Miles de pensamientos cruzaron su cabeza, y todas le provocaban rubor.

—Silencio, esclavo –ordenó en la confidencialidad de la habitación ocupada con el sólo propósito de quemar el cartucho de la compraventa –. Ahora, ponte en cuatro en el borde de la cama.

—Escucha-kora.

—No te he dicho que hables –se desanudó el cinturón –. Te enseñaré cómo y cuándo hablarle a tu dueño –amenazó, sosteniendo el cuero en alto, luciendo el pétreo color del objeto que Colonnello presentía que adornaría sus nalgas en azotes.

El rubio sabía que Reborn estaba enojado y lo peor de todo: terriblemente caliente, así que acató con resignación sintiendo el primer golpe en su trasero, que le hizo respingar. Una docena de precisos y duros ultrajes, la saña con la que cada uno era impreso en la piel acanelada casi lo hacía desfallecer, era momento de empezar a usar las armas para detener la masacre, así que con lágrimas empezando a salir de sus ojos azules, viró la mirada hacia Reborn y en vocecita necesitada exclamó un amo, lo quiero dentro mío.

Fue cuando la armadura de Reborn se desquebrajó. Penetró a Colonnello igual de rudo y sin piedad, lo hizo llorar, efectivamente, pero de un infinito placer que nubla los ojos y que hace olvidar cuál es el color del cielo.

—¿Cuál es tu fundamento para haber hecho esta estupidez? Contesta rápido, sino esto te lo haré diario –dijo pasando la yema de los dedos por las melladas nalgas del soldado.

—Annh… Mmm… L-Lal me lo pidió-kora –logró decir entre los gemidos guardados por la sábana.

Eso logró que el moreno lo embistiera a lo bruto.

—Me vas a matar-kora.

—Te haré recapacitar tus lazos de obediencia –continuó meciéndose dentro del rubio –. Sólo a mí me obedeces, ¿lo sientes? –talló su pelvis y mordió el cuello de su propiedad con maldad.

—S-Sí-kora –temblaba ante la hombría que se abría paso dentro de sí, estaba masturbándose hasta que el moreno le quitó la mano.

—El único que va a disfrutar esto soy yo, ¿me oyes? –se lo dijo quedito al oído. Le dio la vuelta, penetrándolo con fuerza nuevamente, acercaba sus labios a modo de juego, haciéndolo sufrir como nunca. Le permitió arrugar las sábanas y nada más, veía con regocijo los labios ansiosos del rubio, con deleite el sudor corriéndole de la garganta, los ojos empañados, un cuadro que podría apreciar de no ser un salvaje, pero lo era.

Yes master –pronunció con sensualidad, perdiendo la cordura pero asiéndose con desesperación a ese instante en que todo su cuerpo sucumbía por Reborn.

 

 

Drabble XXII.

Quiebre.

En la cafetería había mucha gente, pero gracias a que un amigo de Colonnello trabajaba allí, consiguieron un lugar tranquilo y privado para una charla de suma importancia, a decir de Lal Mirch, una conversación que no podía postergarse y que decidiría el futuro de la relación que Colonnello y Reborn sostenían desde hace tiempo, eterno para Lal.

—Luce va a tener un hijo –informó Lal.

—¡Me alegra escucharlo-kora! –sonrió con sinceridad –. Vaya-kora –se recargó en el respaldo de cuero blanco –, no puedo creerlo, no ha pasado mucho tiempo desde que su niña nació y ahora…

—Es que no entiendes –bajó la mirada y dejó la taza de humeante café en la mesa, sosteniéndola con ambas manos, apreciando la difusa silueta dibujada en el brebaje.

—¿Qué-kora? No veo el punto que esto sea mala noticia-kora –extendió la mano para tomar la mano de Lal –¿te ocurre algo-kora? Estás pálida –porque a pesar de todo lo que Lal pudiere hacer o no, para Colonnello ella era alguien muy importante en su vida, y se preocuparía por ella siempre.

—Luce tendrá otro hijo –recapituló con nerviosismo, con miedo del seguro daño que iba a causar a su pupilo –… y será de Reborn.

Colonnello soltó a Lal lentamente, abrió los ojos de golpe y se levantó de un salto.

—¿Eh-kora? –miró al vacío.

El resto de la plática fue pura palabrería sinsentido que Colonnello no escuchó, sólo le parecía percibir una verborrea incorregible en Lal, algo como me tienes a mí, olvídalo, déjalo, te daña. Pero el soldado no tenía nada que decir.

Colonnello decidió irse a MafiaLand, para no regresar.

 

Drabble XXIII.

Pausa.

Cuando suceden las cosas tan rápido… llegado el punto, a veces no se entiende cómo se dejaron acaecer sin intervenir con más inteligencia. Algo así pensó Cavallone cuando se estaba cansando de albergar a su antiguo mentor en su casa.

—¿Cuánto tiempo más vas a postergar las cosas, Reborn? –le inquirió mientras lo veía recostado en el sillón de su despacho –. Tsuna llama a diario –se rascó la nuca con cansancio. Desde hacía mucho que podía mantener una conversación con su tutor de igual a igual, pero aun así a Reborn se le tenía que tratar con pinzas, cuanto y más cuando el juguete de éste había huido a MafiaLand sin dar aviso y sin que Tsuna lo haya ordenado.

—El inútil de Tsuna sabe qué es lo que quiero devuelta –lo miró de soslayo –. Si quiere que retome mi trabajo sólo tiene hacer lo que le digo.

—Como si fueras el Jefe –entrecerró los ojos y en seguida recibió una mirada reprobatoria –. Escucha –quiso sonar conciliador –, me imagino lo que pasas, pero no eres ningún niño taimado para hacer este tipo de berrinches.

El moreno se incorporó y empezó a fumar, ignorando completamente a Dino.

—Como quieras –se encogió de hombros y estaba por retirarse cuando agregó –. Escuché que serás padre, felicidades –dejó a Reborn que en una milésima de segundo supo por qué Colonnello estaba molesto, suspiró y decidió fraguar un plan. 

 

Drabble XXIV.

Régimen.

El sol brillaba, la luz perpetuándose entre las persianas, la suave y fresca brisa de la mañana. Alguien se encargó de informarle que había dos personas enviadas por el Jefe esperándolo en una de las salas, cansinamente se alistó, colocó la banda verde militar alrededor de su frente y por un exiguo segundo apreció su cara en el espejo, tenía ojeras. Había pasado mucho tiempo entrenando a los nuevos soldados y a otros prospectos muy prometedores para el futuro de la familia, pero no era todo, por las noches dormía poco y convertido en un adicto al trabajo para no detenerse a pensar en lo que lo acomplejaba, pero de todo aquello ya mellado su espíritu y cuerpo quiso saber si era estaba bien el drama montado.

Estaba tan cansado y caminaba apesadumbrado que no se percató de la presencia de sus huéspedes hasta que los tuvo justo enfrente.

—¡Lu-Luce-kora! –no sabía qué sentir al verla. Esa mujer que apreciaba casi al mismo nivel que Lal se había enrolado con Reborn hasta el punto que engendró un hijo con él y eso no podía soportarlo. Comenzó por una ira que Luce casi pudo tocar con los dedos.

—Hemos venido a verte, no te ves en tu mejor época –intervino el otro invitado. Verde.

—No quiero hablar con nadie, creí haberlo dejado claro-kora –contestó moderando el volumen de su voz.

—Vamos a hablar, por favor –instó Luce, con esa actitud que enternece a cualquiera –. Ha habido un malententido y hemos venido a arreglarlo.

—Con ustedes no es mi problema-kora…

—Te equivocas –interrumpió Luce –. Estás casi asesinándome con la mirada, es más que obvio que el problema también es mío.

—Antes de que empiecen una lucha titánica por culpa del Príapo de los Arcobalenos –figuró Verde en tono de burla –, tengo hambre, tomemos el almuerzo en la terraza.

Cuando terminaron con el postre que el rubio ni siquiera tocó, Verde fue el mediático del debate.

—Es culpa de Fran que Lal se haya enterado de todo, ese estúpido niño a pesar de ser mi ayudante tiene la bocaza suelta, ya me aseguré de que recibiera su respectivo y merecido castigo.

—No debiste-kora –se recargó en la mesa, apoyando la barbilla en la mano mirando hacia el océano –. De cualquier forma me iba a enterar-kora –frunció el ceño.

—Partiendo de otro punto –retomó Verde –, me parece que esa maestra tuya está más que empeñada a destruirte para recoger los pedazos –envenenó.

—¡No permitiré que hables mal de Lal-kora! –estalló ambas manos en la mesa, haciéndola temblar.

—Le das demasiada credibilidad a sus palabras de mujer dolida y desesperada –replicó el científico, mirándolo con severidad –. Además, controla tu estúpida ira, podrías alterar a Luce.

—¿Por qué habría de importarme si se molesta-kora? –inquirió con saña –. Después de todo el bastardo no es mi problema-kora –apretó las manos –. En todo caso el interesado es ese imbécil de Reborn –chasqueó la lengua de sólo pronunciarlo.

—Ese bastardo, como lo has llamado, es hijo tuyo y de Reborn –habló al fin Luce. Colonnello quedó en silencio por un tiempo que sintió muy largo –. Verde se encargó de todo, yo sólo me presté para el favor –puso la mano sobre su vientre fecundado –. Así que estoy embarazada de ti, tonto.

—No comprendo-kora –se dejó caer en la silla.

—Por supuesto que no –se molestó Verde –. Si en estado óptimo eres un pelele, mírate, no has dormido en quién sabe cuántos días –respiró profundamente –. Si yo me decidí por formar parte de esto fue por una buena causa: investigación y desarrollo. A petición de ese patilludo –se inclinó en la mesa –acepté porque el feto tendrá tus genes, los de Luce y los de ese idiota por el que derramas saliva. Sin duda un espécimen que la Mafia y yo estaremos orgullosos.

—Y los tuyos –agregó Luce bebiendo tranquilamente el café, cerrando los ojos. Cada palabra era como un martillazo que a Colonnello lo hundía en la tierra.

—Eso no tiene porqué saberlo el idiota de cejas negras –recalcó el arco iris verde.

—¡También de Verde-kora! –soltó más sorprendido, si se podía. Se llevó una mano a la frente, estaba mareándose –. Lo sabían, y también conocen mi posición ante esta experimentación monstruosa, no…

—No me salgas con tu rollo moralista, esto está ¿cómo diría el filósofo? Más allá del bien y del mal. Por otro lado –extendió la mano –, estoy seguro de que no te habrías opuesto si el idiota de Reborn te hubiese dicho desde un principio. Si, en lugar de todo este espectáculo, te hubiera agarrado de la mano, hincado ante tus pies y dicho en voz somera y principesca ¿quieres tener un hijo conmigo? En su rol de macho encantador de serpientes.

Colonnello se arrellanó en la silla, con un puchero digno de niño reñido.

—Luce, lamento lo que dije-kora, yo no… realmente no sé qué rayos pasa conmigo-kora. No debí insultarte aunque resulte que yo… no quiero que te utilicen de esta manera-kora –quiso tomarla de la mano, pero se sentía asqueado de sí mismo y la retiró, a lo que Luce le agarró con rapidez y ternura.

—Estás enfermo, ¿no? El amor es esa especie de pena, dicha y locura. No necesito disculpas sobre eso –sonrió –. Si supieras cuánto me insistió Reborn, es una larga historia, pero en cuanto Verde aceptó y comenzó los preparativos dijo que habría vientre sustituto –frunció las cejas y miró de mala gana al científico que simplemente se encogió de hombros –, Reborn no aceptó eso y fue cuando entré en escena. Ningún hijo de los hombres más fuertes ajenos al Hampa –recalcó Luce, porque si bien era cierto Reborn era de los Vongola, los arco iris tenían puestos neutrales –, debía nacer en un tubo de ensayo, sino de mí.

—Hasta ella lo entiende –dijo Verde.

—Lo que todavía no alcanzo a entender-kora… ¿por qué no vino él-kora?

—¿No es obvio? Es un macho, él no explica, él envía emisarios.

—Espera-kora ¿No estará esperando que vaya y me disculpe de algo que es totalmente su culpa, verdad-kora?

—Eso es justamente lo que quiere –se burló Verde –. Me deja anonadado que todavía no sepas sus deseos de inmediato siendo que te comes su semen.

—No seas vulgar –le riñó Luce, notando que Colonnello enrojecía por el enojo.

—Si tanto nos detestas no entiendo por qué estás de hipócrita en esta situación-kora –escupió.

—De nuevo te falta poder de deducción –lo taladró con la mirada –. La oportunidad de tener un hijo tuyo y mío es una oportunidad que no voy a desperdiciar –se levantó de la mesa y los dejó solos.

—Espera, espera, espera, espera-kora –no paraba de parpadear –¿Verde dijo qué-kora?

Luce empezó a reírse a carcajadas, muy a su estilo.

—Tienes a un científico y a un asesino prendados de ti, vaya que tienes suerte en esto del amor, ¿no, querido? Ya quiero ver las reuniones familiares y cómo nos pelearemos por tu atención.

—Bu-Bueno, creo que empezaré por preferirte a ti –se mesó los cabellos, se sonrojó ligeramente –. Eres la única equilibrada-kora.

—¿Y qué harás ahora? –preguntó con genuino interés.

—Iré a pedir clemencia-kora –suspiró –. Ahg, aunque, sino lo hago, ¿qué podría resultar-kora? ¿Se va a suicidar-kora? No lo creo, es incapaz de cometer una locura… kora.

—Yo que tú me apresuraba a reconciliarme –respondió –. Amenazó con renunciar a su puesto de arco iris amarillo, asesinar al actual jefe para volverse tu amo inmediato y gobernar el mundo. Algo así se le antoja para mañana.

—… Kora, ¿en qué líos me he metido-kora? –miró el vientre de Luce y sonrió –. Supongo que no hay de otra-kora –se levantó con energías renovadas –. Es hora de volver a someterme a su yugo-kora.

 

Notas finales:

Tanta shalalés en un día me dejó bjkldsoidbaofbofsdfosbfosafosfsf. Me faltan 32. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).