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Dieciocho por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

¡Han pasado más de seis meses! 8D Y soy medio descarada. 
Como prometí, acá termina el cuento más largo hasta la fecha y está el décimo que es completamente dedicado a mi analogía del amor 10069, a Chikori. Con mucho cariño porque te has convertido en alguien sumamente importante para mi, aunque a veces soy muy estúpida como para demostrarlo. 
  Creo que mi estilo otra vez cambió. AwA

«Ese coqueteo les llevó una semana; siete encuentros diarios que eran demasiado prolongados, incluso sofocantes para la posadera que desde el inicio reprendía a Reborn por ser tan cabeza hueca y no huir con la mujer que pretendía conquistar.

—No lo entiendes –dijo, mirándola a los ojos –. Aún no es tiempo.

—Lo que quieres es tirártela para seguir viendo con tranquilidad lo que aquí pasa, ¿no? –se puso las manos sobre la cintura.

—No –respondió –. Es diferente.

—Pues si no te vas tú tendré que correrla para que se salve, el maniático religioso ya se encargó de mis mejores clientes, tú no vas a tener la misma suerte, deja de estar desafiando a la muerte, idiota.

—No te atrevas –advirtió –. Son innecesarias tus lecciones de moralidad así como tus amenazas.

—… Espera –se echó para atrás con los ojos ligeramente abiertos por una sorpresa –¿Estás gestionando tu salida de esta Villa? –la seriedad del hombre de negro se lo confirmó en silencio –. Oh vaya, vas  en serio con esta, entonces –suspiró –. Sólo apresúrate, no quiero que salga dañada.

—Soy su protector –declaró engreído.

«Sin embargo, Colonnello, la causa de esa plática y del cambio en Reborn, tenía sus propios problemas. El alcalde de la ciudad también se fijó en la hermosísima ilusión de ojos azules… y comenzó a seguirla, a tal punto que Colonnello prefirió quedarse en la posada, escondiéndose. Por miedo, debía admitirlo, pero un miedo que un fanatismo encarnado representa. Ese alcalde de cabeza castaña y ojos avellana se obsesionó inmediatamente con la falsa imagen de Colonnello, pero el problema era el contexto en el que esa obsesión fue desarrollándose, el clima de fanáticos religiosos iba empeorando a cada día y el alcalde era fiel al empeño, cosa que disgustaba enormemente a Colonnello.

—Creo que ya he perdido mucho tiempo-kora –reflexionó estando en la alcoba –. Ah, recordé cuando ardió el cuadro de Botticelli-kora –se perturbó de un maquiavélico recuerdo en que una horda de fanáticos hacía quemar las obras de arte paganas. Y eso que todo medio de expresión material fue pagano para esas criaturas. Se preguntó cómo quemarían estos en la Villa y un calofrío le recorrió la columna, fue en ese momento en que Reborn, sin tocar la puerta, entró –. Me asustaste –ya estaba acostumbrándose a la ausencia de muletillas ante el moreno.

—¿Lal no ha venido a verte?

—Eh… no, ¿a qué viene eso? –se sentó en la silla que daba frente a la pequeña ventana.

—Creí que te habría metido ideas estúpidas sobre irte –respondió pero el leve respingo en la figura rubia le causó mala espina y fue hasta pararse enfrente –. Si estás mintiéndome –le sostuvo la barbilla con fuerza y ojos enojados – lo sabré, no te vas a ir nunca, ¿lo entiendes?

—C-Claro –soltó con sorpresa, no entendía a qué venía esa resolución machista pero no quería discutir con él. Menos ahora que se sabía estúpidamente dependiente y enamorado –, hay locura en las calles, no me atrevo a salir.

—Estaba por prohibírtelo –se acercó todavía más, casi tocando las narices –. Sólo me obedecerás a mí.

—De acuerdo –respondió ansiando un beso, que llegó poco después.

Pero no podía entregarse por completo a ese placer, estaba el asunto del alcalde colándose en su lista de prioridades.

Tengo que arreglar esto si Reborn piensa seguir en este infierno.

«Por supuesto que sabía que toda esta pérdida de tiempo en la Villa podría interpretarse como fallo en la misión que su Rey le había encomendado, pero… dioses, qué cómodo estaba con Reborn encima de él. Y usted, su majestad, ya habría sabido lo que ese ese inalterado gozo si dejase de tenerme miedo… en fin.

«Colonnello era un estúpido idealista, muy ingenuo como ya he dicho. Y cuando recibió una carta del alcalde, que averiguó obviamente su locación, supo que había llegado el momento de hacer algo.

«Fue la dueña de la posada quien se la entregó no sin cierto recelo y estuvo presente cuando Colonnello la leyó en voz alta.

—Ese bastardo –chilló Lal apretándose el delantal con ambas manos, una furia de madre –. ¿Cómo es que se atreve?

—Por favor –se levantó de la cama, él también estaba preocupado y dolido por estar causándole tanta pena en medio del caos –. Yo arreglaré esto, pero no debes decirle nada… a él.

—Pero no puedes salir –resopló –. Y jamás me atrevería a dejarla salir, ¿qué podría hacer usted para salvar este último recinto de la perdición? –inquirió con sarcasmo –, sin ofender, perdone.

—Puedo someterme a sus demandas y ya –respondió rápido, pero no sabía si de esta saldría librado.

—¡No diga tonterías! –se escandalizó –. Reborn irá a matar al alcalde y… y… quizá eso sea lo mejor, pronto usted y él podrán irse de este purgatorio –le tomó de las manos, por primera vez en toda la historia y se sorprendió al sentir las varoniles manos, pero no dijo nada, su mente trabajó rápido –. No puede y no debe hacer nada, no tiene idea de lo que representa para mi y para ese idiota que ha cambiado desde su llegada –casi imploró.

—Reborn no siente nada por mi –sonrió –. Esta es sólo una etapa que él considera su última conquista antes de ser absorbido por las llamas de la inquisición.

—Se equivoca, no sea ciego –dijo y se mordió la lengua –. No sea ciega.

—Escucha, no hay tiempo que perder, iré a hablar con ese extorsionador y sólo eso, después volveré aquí y nos iremos. Con o sin Reborn.

«La mujer que ya había entendido la verdad detrás de la ilusión asintió con lentitud, estaba ligeramente ofendida por el engaño, pero no era ninguna santa como para merecer más. Sabía que al regreso de Colonnello, si es que regresaba, ella no se iría. Jamás.

«Y no se equivocó, ella murió cuando su casa ardió, apenas una hora después que Colonnello había asistido a la cita con el alcalde. Pero nos estamos adelantando.

Cuando Colonnello apareció en la puerta del hogar del alcalde estaba cubierto por una capa y entró rápidamente.

—Bien, estoy aquí-kora –se desprendió de la capa y el hombre que siempre es enfrentó al anfitrión.

—Pero ¿qué diablos? ¿Tú quién eres?

—El hermano de quien intentas cortejar-kora –se cruzó de brazos –. Escucha, mi hermana ya ha partido y no va a volver aquí y… -el alcalde lo estrelló a la pared –¿Qu-qué-kora?

—Pero si eres tú –sus ojos febriles bailaban en el deleite de una locura segura –. Sabía que vendrías –en seguida intentó estampar sus labios pero el rubio rehuyó –. No tengas timidez, tú y yo nos divertiremos mucho.

—Estás loco-kora.

—En esta mierda de villa todavía me siguen teniendo respeto porque fui yo el primero en pagar al fraile para que empezara a envenenar a las personas, ¿no te das cuenta? YO controlo la Villa, soy aquí Dios en la tierra y si te quedas conmigo…

«Colonnello lo empujó.

—He venido a rechazar la anterior propuesta y la que estás ahora diciendo-kora –se molestó –. Es increíble que estés sacando provecho de un grupo de enfermos-kora –escupió, pero el alcalde sólo escuchaba a medias.

—Si no te quieres quedar por las buenas, tengo otros medios, te quiero aquí conmigo.

—Ni sueñes-kora –estaba por largarse cuando recordó –. Deja a la pobre dueña de la posada, no ha hecho nada que merezca… -se dio cuenta de que el loco cargaba un arma y estaba apuntándole directamente al pecho.

—Sé que estás intentando proteger a esa puta… y a todos los que están dentro de ese burdel –sonrió sombríamente –. Y sobre todo, sé que quieres salvar a ese hereje que una vez fue mi maestro –ladeó la cabeza –¿pero qué es lo que has visto en Reborn, eh? Es un vicioso y engreído. Totalmente perdido en el juego y el alcohol.

«Eso no le gustó en absoluto.

—¿Tú que podrías saber de él-kora? ¡Eres la peor alimaña que he conocido! Ahogándote en tu locura y hundiendo a todos contigo en una enfermedad colectiva que se extiende y contagia como la peste-kora, no eres ni la sombra de Reborn –apretó las manos hasta volverlas puños.

—Al parecer le tienes mucha fe –dijo con obvia burla –. Te diré lo poco que le importas –balanceó su peso sobre un pie y continuó sonriendo en su maldad –. A Reborn lo embrutecen dos cosas, el dinero y las mujeres, tú sólo representas para él una abertura, incluso él puede aburrirse de una presa tan terca como tú y por eso no dudó en aceptar el dinero que le ofrecí y el salvoconducto para largarse de una vez por todas, ¿no lo ves? Te dejó a mi cuidado porque no te ansía más. En cambio yo…

—¡Cállate-kora! –no quería creerlo, pero era cierto que el moreno no había aparecido desde ayer por la noche.

—¿Por qué? –ladeó la cabeza –¿Por qué te he dicho la verdad? Puedes ir corriendo de extremo a extremo de la Villa y no lo encontrará jamás. Se ha ido. Y ahora, conmigo te quedas.

«Se tuvieron que enzarzar en lucha corporal. Tsunayoshi, el alcalde, no prestó atención a la varonil fuerza que Colonnello oponía, tal era su estado irracional que aguantó los golpes y comenzó a disparar con toda la intención de dañarlo, pero también recibió un gran daño y cuando Colonnello logró escapar juró que lo mataría.

«Fue cuando Colonnello se dio cuenta que la posada ardía desde hacía varios minutos, se dejó caer en la tierra de rodillas y por más que gritó el nombre de Lal o de Reborn, sin importarle que estaba sin el efecto de mi magia, nadie le respondió. Solo en silencio los fieles del oscuro culto lo fueron rodeando, sin dejarle brecha y se lo llevaron sin que luchara. Era su culpa, todo había sido una trampa, y el cayó fácilmente. Tsunayoshi sólo quería dañarlo por el desprecio. Y lo logró. Estaba solo, esperando la sentencia arbitraria de un tribunal enfebrecido por la histeria.

«Pasó la noche en una de las celdas de la que antes había sido usada para criminales y actualmente para herejes.

«Porque ahora fue acusado y declarado formalmente un brujo que con su magia herencia del diablo había engañado a todos con su encanto. No era más que un diablo seductor, digno seguidor de satanás y sus demonios que debía arder en la hoguera.

«El Inquisidor lo había decretado con sumo deleite, más cuando todo resultaba tan obvio. Y el espectáculo lo ansiaba la gente. La pira se preparó en el centro de la Villa, en la plaza, y los fieles se congregaban, pugnando por conseguir los mejores lugares donde ver y oler la muerte del proscripto.

«Colonnello no tenía mucho por lo que pelear, no se entregó totalmente a la derrota, pero sabía que era inútil oponerse. Lo que corría por sus venas era una actual resignación. Nada más. De cualquier forma su fallo le pesaba sobre los hombros y la solución de cobardes era dejarse lamer por las llamas.

«Reborn no se apareció ni siquiera cuando Colonnello se hallaba en la cruz rodeada de leña bañada en aceite.

—Claro-kora, el sólo recuerda la ilusión-kora –sonrió y agachó la cabeza con pesar. Había que aceptar una cosa, se llevaba las caricias de ese hombre y sus sonrisas descaradas llenas de orgullo. Estaba satisfecho, iba a morir conociendo la sensación en el estómago de emoción por amor. Pero…

«Pero nunca tuvo la oportunidad de entregársele, de sellar con sus labios un pacto silencioso, de rozar completamente su piel con la de él. Miró el amplio cielo. Una indignación de pronto nació en él. ¿Qué se creían estas personas el estar juzgando sin justicia? ¿Quién les daba la potestad de condenar a suplicio semejante?

«Colonnello levantó un ostentoso grito lleno de frustración e ira.

¡Penitenciagite!

¡Que sepan esos demonios que hoy probarán las llamas de la justicia!

¡Penitenciagite!

¡Que su plaga pasará de largo!

¡Penitenciagite!

¡No importa que nos envíen hechiceros, nosotros venceremos al mal!

¡Penitenciagite!

 

Vaya patraña.

—Si te dejas matar de forma tan patética me decepcionas –aparecí justo a su lado.

«Fue dada la orden, porque al parecer un demonio de cabellos índigo apareció en ayuda del crucificado… Kufufu, ¿no lo ve? Los seres humanos son algo sencillamente patético y fácil de impresionar, no sabrían encontrar la diferencia entre liebre y conejo porque son muy estúpidos.

—Podemos definir las condiciones del contrario a mi favor, si gustas –reí evadiendo el fuego –. De todos modos ya me debes un favor –el humo comenzaba a elevarse.

—Lo que sea-kora –sus ojos estaban llenos de enojo.

—Bienvenido a la familia entonces –me eché a reír y al segundo desaparecí.

«Unas enormes alas se levantaron como blasfemia contra el cielo y todos sus santos. La ráfaga de viento provocó que todos cayeran de bruces en el suelo, empezaron a temblar de miedo. El alcalde no salía de su sorpresa, empezaba a reírse y quería retroceder cuando en un parpadeo, Colonnello habiéndose liberado, terminó con su inepta vida.

«Así con todos. La pira de ejecución era una fogata en comparación al fuego que Colonnello creó. ¿Sería muy inhumano decir lo mucho que se divirtió al ejecutarlos a todos? No hace falta reproches, fue un trabajo limpio, ¿Qué no acaso el fuego purifica?

¡Créame, no hay lugar más puro desde el incendio de Pompeya!

Y así, su joven alteza, termina esta historia. Hasta donde sé, Colonnello continúa vagando bajo las órdenes de su Rey.

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En Rivacio, pero lejos del castillo…

Colonnello existía en la misma realidad que Dino-cuentahistorias y Hibari-mimado, al igual que Reborn y Mukuro. La historia era cierta. Y aunque le tomó mucho tiempo a Colonnello acostumbrarse a sus habilidades y esconderlas para encontrar a Reborn estaba satisfecho con el resultado.

Lo arrojó a la cama. Ambos desnudos y ya no hubo mucho que apartar, salvo el rencor que Reborn podía todavía guardarle. Se lo dejó saber en cada penetración que Colonnello sintió tan fuerte y placentera que sólo tenía que gemir contra las sábanas, restregando su trasero contra la pelvis de Reborn, recibiendo su aliento lanzado a la nuca. Ése aliento caliente y sensual que le desbarataba los sentidos, que le embotaba las sensaciones, que lo enloquecían. Pedía más y más. Mirándolo frugalmente, pidiendo besos, mimos más salvajes y prontamente húmedos con el sabor a sal en sus cuerpos.

Era la maravilla, nublándose los pensamientos, olvidando las responsabilidades. Sólo disfrute. Reborn le golpeaba de vez en cuando, le apretaba las nalgas, le mordía la espalda, los hombros, con una furia casi inhumana. Reborn quería que Colonnello lo sintiera, hasta el fondo de su endemoniado y maldito ser, dejar la patente bien marcada, las condiciones del encuentro, todo escrito como cincel en la piedra.

El rubio tornaba los ojos en blanco, pues la espesura de la hombría que le perseguía podría tener vida propia. Mancilló su propia gallardía clamando el nombre del moreno gruñéndolo como si del diablo se tratase.

—Te gusta, ¿no? –masculló, pasando las lápidas de marfil por la blanca piel –. Di cuánto.

—Me encanta –farfulló el otro –, fóllame más, Reborn… Ahhh –se mordió el labio inferior cuando el empuje resultó más profundo. Con los ojos entrecerrados y los labios ya rojos, Colonnello eyaculó hasta mancharse la propia barbilla, compartiendo el resultado entre su dueño en un tango entre sus lenguas.

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            —Debo irme –susurró a tinte de labios húmedos por el beso, con las manos sobre el pecho del otro, sintiendo ya la amargura embargándole la felicidad recuperada en tan pocas horas.

—¿Tienes idea de cuánto he estado esperándote? –reclamó, con ojos vueltos carbones ardiendo.

—Tanto como yo a ti, eso es seguro, kora –quiso sonar socarrón –. Debo terminar mi trabajo para tener derecho y volver aquí.

—Quédate. Es todo –le robó un rápido beso –. Que se joda el mundo.

—No puedo hacerlo, kora –negó de inmediato –. Tengo un trato y lo voy a cumplir.

—Y en todo eso, figues seguir sirviendo al idiota que intentó quemarte vivo en la plaza –se apartó tan obviamente enojado que Colonnello sintió las palabras contra su cuello como si daga estuviera cortándole.

—Fue la villa entera la que quiso asesinarme Reborn, kora –refunfuñó –, a pesar de todo, sigue siendo el Rey de mi tierra natal –admitió con sequedad –, y si él no me hubiera asignado como Coronel a su servicio jamás me habrían enviado a La Villa a controlar los escándalos por pueblerinos fanáticos y… no te habría conocido, kora.

—Ya cállate –se aproximó a un sillón individual en el que se acomodó al empezar a fumar –. ¿No te largabas?

—Sigues como el macho egoísta que tanto me gusta –rio –. Engreído y  cambiante de humor, hasta hace dos minutos estabas dispuesto a declararme tu amor, otra vez, kora –se cruzó de brazos y caminó hasta ponérsele de frente –. Ahora soy el Capitán General de sus ejércitos, debes imaginarte lo que planeo hacer.

—¿Golpe de Estado? Qué original –bufó, vio que Colonnello se le sentaba a horcajadas.

—Haré que te sorprendas, kora –lo miró con intensidad, a través de sus ojos azules quiso transmitir todo lo que sentía, incluyendo la pequeña diversión que deparaba cada acto de celos marca Reborn –. Eres más posesivo de lo que me agradaría.

—No finjas –sonrió, dejó el cigarro extinguirse en el cenicero –. Así te encanta –le agarró las nalgas.

Reborn era nacional del país de Hibari. Y junto a Colonnello se verán orillados a compenetrarse a la historia original.

 

Siguiente Cuento.

 

«Como ya se ha vuelto un gusto, comenzaré alegando que el anterior cuentachistes carecía de encanto, y que sus historias intentaban narrarle algo que a mi gusto sonará tedioso. Una verdad detrás de todas esas fantasías. En cuanto a mí, como ya habrá empezado a darse cuenta, intervengo mucho en los cuentos, y lo hace todo más divertido… y real. En esta ocasión, me encontraba realmente aburrido, y por andar astralmente buscando un alivio a tan ocioso tiempo, me topé con una persona torpe… hasta estúpida. Loca. Profundamente loca por amor.

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«Sawada Tsunayoshi tenía una vida comprada. Logró con sus estudios un trabajo suficiente como para no pasar por pobre. Aunque tampoco lograría pasar por un millonario. Siempre gustaba de pasear, ir por las calles de su hermosa ciudad imaginándose cuanta historia posible le viniera a la cabeza. De imaginar las vidas detrás de aquellas personas con las que se cruzaba mientras transcurrían los pasos y los días. Le era divertido crear en su mente variable. Sobre si aquella mujer bonita le sonriera, o si aquel guapo muchacho se volviera su amigo de copas. Cosas así se triviales, pero es por eso mismo, su alteza, que las necesitaba. Su vida rayaba en lo común. Pero si había algo que le iluminaba la realidad era Rokudo Mukuro, patente pendiente, que era un joven y buen muchacho hijo de alcurnia y abolengo de la sociedad parisina. Y si también había algo de cierto en esa relación tan poco fundamentada, era que hay mucha oscuridad cuando dos amantes se entregan a un amor indigno sin percatarse del resto del mundo.

«Su alteza, este cuento es sobre una persona enferma.

«Sin tratar de sonar melancólicos y sin que el síndrome de Estocolmo se actualice… cuando Mukuro fue raptado y encerrado en una mazmorra creyó que era el fin. No porque pensase en morir, sino en su dignidad como hombre, ¿cómo es que se había dejado atrapar tan fácil?... no, es que no fue eso. El punto es que el malhechor no fue cualquiera intentando jugarretas de cuerpo impío, este sujeto que lo subyugaba era listo, rápido y cruel.

«Estaba sentado en el pétreo suelo con sus manos siendo alzadas por los grilletes encadenados al techo. Le ardían las muñecas y tenía hambre, pero cuando escuchó la puerta de hierro, que se oía pesada y chillona, sintió frío recorriéndole el cuerpo. Alguien le sostuvo el joven mentón mientras una risa se despegaba hacia cada rincón.

—Qué hermosas piernas tienes, Mukuro-chan –dijo recorriéndole los muslos, suavemente hacia abajo, hacia arriba. Cerciorándose de que lo dicho era cierto. Mukuro guardó silencio, se sentía asqueado pero debía guardar precaución –. Sólo no intentes huir con ellas, ¿eh? Que eso me podría enojar mucho.

Porque mira, aquí tengo un cuchillo y no quiero verme forzado a cortártelas.

«Lo desencadenó. Mukuro tenía frente sí a un joven hombre de cabellos blancos y sonrisa ladina. Le hubiera parecido guapo de no ser la situación actual, porque actualmente lo odiaba. ¿Qué clase de engreído taimado se creía para retenerle así?

Haré que tus alas bajen, así no podrás volar más.

Estaba loco, Mukuro pudo constatarlo con cada amenaza que su captor hacía sin dudar y sin derramar ni una gota de sudor. Era presa de un lunático, si me permite la expresión poco acertada, quizá le guste más como suena sociópata.

Te quiero exclusivamente para mí, Mukuro-chan. Mira te traje hermosos vestidos, póntelos… ah, ¿no los quieres? Pero no hay necesidad de que me los arrojes a la cara; vamos, no seas malo y ven aquí, siéntate en mis rodillas…

«Los días pasaron a ser dolorosas semanas, empezó a sentirse culpable de la segura preocupación que estaría causándole a su pequeña hermana Chrome y a Tsunayoshi.

Ah, Mukuro-chan, eres tan rudo. Mira, todos mis dedos ya tienen mordidas tuyas. Sabía que eres esa especie de sádico que me encantan. No me equivoqué al traerte aquí, pero como eres un niño malo te reduciré tu hermoso cabello y tu espacio.

Una celda de oro para una preciosa ave como tú.

«Esa clase de amor se puede profesar, ¿no lo cree?

Te amo, Mukuro-chan, siénteme así, dentro de ti. Oh vamos, no me des la espalda o te golpearé de nuevo tan fuerte que tardarás en despertar.

«Así, cadenciosamente Mukuro cayó en el pozo de la esclavitud.

Recuerdo perfectamente el día en que te conocí, quedé prendado al instante de ti, cuando chocaste en mi pecho por tener prisa de salir; esa fiesta para mi pintaba también muy aburrida. Por eso supe que eras perfecto para mi y por eso te seguí. Aunque grande fue mi sorpresa que no te importó la lluvia que caía en silencio por las calles adoquinadas, mucho menos el perderte en aquellos sucios callejones para encontrarte con… ¿quién era?

Ya lo he olvidado.

«Efectivamente llovió ese día. Y Mukuro se citaba con Tsunayoshi cada que podía, a escondidas, no querían que los vieran porque así las cosas transcurrían con tranquilidad, sin embargo nadie contaba con el cálculo frío de Byakuran Gesso y sus múltiples habilidades.

Tu rostro asustado es tan bello. Quiere decir que tendrás que pensarte dos, o mil veces, el intentar abandonarme en esta preciosa jaula. Es una emoción muy grande la que siento. Voy a comer tu corazón mientras penetro en ti. Por completo, serás mío. Tu pie izquierdo con el grillete pinta perfecto. Tus muñecas lastimadas, tu cadera torcida, incluso tus ojos que están perdiendo su brillo… oh no, Mukuro-chan, ¿dónde está esa mirada desafiante? ¿Qué quieres? ¿Qué deseas que te traiga para que vuelvas a mirarme? Ah… ya sé.

«Byakuran investigó la persona que al aparecer inició una investigación exhaustiva en pos de Mukuro, se trataba de un simple morón, Sawada Tsunayoshi. Se lo topó en el mismo corredor en el que éste y Mukuro se habían reunido un día sin saber lo que ocurriría.

—Oh, hola –saludó Tsunayoshi –. Estaba pegando estos carteles, ¿no lo habrás visto? –le extendió una hoja que Byakuran tomó para el segundo siguiente tirarla al suelo y pisarla.

—Por supuesto.

—¡¿En serio?! ¡Debes decirme dónde está!

—En mi casa, pequeño Tsunayoshi, lo encontré y ansía verte.

«Sawada estaba desesperado e ignoró todas las señales de peligro que ese hombre de blanco emanaba.

«Fue trágico el momento en que Tsuna lo entendió todo, estaba en la sala y Byakuran se le acercó con un cuchillo.

—En seguida te llevo con Mukuro-chan.

«… Respire, joven príncipe, Byakuran cumplió su palabra. En partes.

«La primera parte que llevó Byakuran a la jaula de Mukuro fue la mano, después la otra, los pies, las piernas y la joya de la corona fue la cabeza sangrante de un castaño que por locura de amor fue asesinado. Pero el telón se cerró cuando dejó caer múltiples cabellos y un parche negro a sus pies. Chrome también estaba muerta.

Ahora no tienes a nadie que te ame, Mukuro-chan, salvo yo. Mírame, mírame sólo… ah, claro, esa furia y tus lágrimas que saben a sal son deliciosas. Es un deleite para mí… ¿por qué golpeaste mi mejilla? Creí que todos estos regalos te harían feliz, eres un ingrato Mukuro-chan. Yo que te amo tanto…

Pero si no quieres, te mato y guardo tus restos en mi cámara de juegos, con las otras siete personas que no supieron apreciar mi cariño.

«Su alteza, ese es el final. Nunca espere de mí finales dignos de cuentos para niños.

«Esto es la realidad. 

Notas finales:

Gracias a todos por sus comentarios y a Mei por irme a jalar las greñas a otro fanfic instándome a actualizar. Prometo responder todo pronto. 
Besos sucios de chocolate.
El fanfic estuvo basado en La tragedia de la Cepa en el castillo, de Vocaloid. 
Inspirándome en Breaking Benjamin.
¿A alguien más le prende Beethoven rapeando? ¿O soy la única insana?
Ah, Mai si se te antoja algo me dices. Sólo que no tenga nada de Tsuna, porque me muero.


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