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El Hijo de Milo por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

Cuarta parte.

Quería pensar que era broma, una de las tantas bromas que solía hacerle, pero en un momento delicado como el que vivían, semejante declaración más bien era morbosa.

Pestañó, sus tupidas pestañas limpiaban la imagen, y le daba tiempo de analizar si su esposo bromeaba. Pero él la miraba serio, con el ceño ligeramente fruncido y notablemente preocupado. Estaba asustada, por lo mismo llevó su mano a la altura de su corazón y friccionó, como sintiendo la desesperación de su niño en su propio interior.

 

- Mi hijo… nuestro hijo – Se corrigió.

 

La mirada del hombre pasó de la preocupación al asombro, la estudiaba, escrudiñando cada gesto de su mujer, ella por primera vez se sintió nerviosa ante tremenda mirada.

 

- ¿Estas embarazada? – Dijo para casi al instante suavizar su rostro y sonreírle.

 

- Milo… ¿Qué haces? Nuestro hijo ha desaparecido y actúas como si no te importara.

 

- ¿Pero de que estás hablando Camille? Fuiste tú quien nombro a un hijo, por eso supuse que estabas embarazada ¿No es cierto?

 

Esta vez fue su turno de fruncir el ceño y mostrarse furiosa. Se incorporó de la cama, haciendo caso omiso a su marido y se dirigió dónde estaba el cuarto del pequeño. Milo la siguió. Cuando abrió la puerta un mareo estuvo a punto de tirarla al suelo, se sujetó el estómago descompuesta, mientras llevaba su mano a su boca, incrédula.

 

- ¡¿Qué sucedió aquí?! – Gritó completamente desquiciada.

 

En el cuarto se encontraba una biblioteca, unos cuantos cuadros y un escritorio, con un ordenador encima, unos sillones de cuero junto al ventanal, y una mesa circular de roble, entre medio, con una fina alfombra color ámbar. Milo no entendía la reacción de su mujer, parecía fuera de sí, como descolocada, desequilibrada. La notó llorar mientras ingresaba al cuarto, pero lo que le asustó fue la siguiente reacción de su mujer.

 

- Camille…

 

- ¡¿Dónde están las cosas de Camus?! ¿Dónde están sus cosas? ¡Maldita sea contesta!

 

Gritaba mientras arrojaba objetos al suelo, y destruía las cortinas del mismo color que la alfombra. Aventaba los libros contra la pared mientras se desgargantaba gritando el nombre de Camus una y otra vez, hasta quedar casi sin voz. Tomó el ordenador, que en la pantalla se leía un ensayo firmado con su nombre y lo estrelló contra el piso. Se arrojó de rodillas al suelo incapaz de mantener el equilibro, apoyando sus palmas en la alfombra.

Milo, horrorizado, no supo qué hacer ante tal escena, prácticamente era una desconocida para él, quien en sus diez años de conocerla, jamás la había visto perder la calma, incluso ante situaciones extremas, por lo que sus ojos no daban crédito a lo que veían.

Lentamente se fue acercando a la destruida mujer, hincándose para quedar a su lado, la tomó del rostro y la obligó a mirarlo, se encontraba desesperado, ambos lo estaban.

 

- ¿Qué sucede amor? Me asustas, tú no eres así, ¿Por qué hiciste todo esto?

 

- Milo, nosotros tenemos un hijo, por favor Milo ya basta de esto, quiero a mi Camus de vuelta, ¿Por qué sacaste sus cosas? Este es su cuarto, siempre lo ha sido.

 

Milo pensó que su mujer necesitaba ayuda profesional, no entendía que fue lo que la llevó a perder la cordura de esa manera.

 

- Cami, escúchame, por favor, nosotros no tenemos ningún hijo, esta habitación siempre ha sido tu estudio, desde que compramos la casa – Ella se negaba a creer lo que escuchaba.

 

- Ayer estábamos en el parque, y un agujero negro se tragó a nuestro hijo ¡tú mismo trataste de salvarlo pero no pudiste!

 

- ¿Te estas escuchando? Es totalmente absurdo lo que dices, no tenemos ningún hijo Camille, creo que es momento de que veas a un profesional – Le dijo cambiando su tono severamente.

 

- Desgraciado, te has olvidado de Camus, y me quieres hacer creer que nunca existió… Yo te demostraré lo contrario.

 

Tomó impulso y se incorporó corriendo escaleras abajo, Milo la seguía preocupado de que cometa otra locura, más grave.

 

Ella corrió al recibidor, hasta donde recordaba, el lugar estaba repleto de portarretratos con fotos de los tres, desde que Camus naciera hasta fotos recientes. Pero al llegar solo encontró algunas fotos de ellos dos en lugares que no recordaba haber estado. Todo estaba poniéndose demasiado siniestro.

 

- ¿Y las fotos? – Preguntó.

 

- ¿Qué fotos? – Le respondió su marido.

 

- Las de Camus, ¿dónde están sus fotos? – Milo suspiró ya harto de ese juego, o paranoia o vaya a saber que delirio de su mujer.

 

- No hay fotos, porque no existe ningún Camus.

 

Ella lo observó aterrada, Milo también la observaba con mezclas de preocupación y enfado.

 

Camille se preguntó ¿Qué estaba sucediendo? ¿En verdad se había inventado la historia de un hijo? Entonces, ¿por qué lo sentía tan real en su corazón?...

 

**********

 

- ¿La Diosa Athena? – Ciertamente el pequeño había escuchado su nombre, su historia, sin más él era ateniense – ¿Visitaremos el Partenón y las ruinas?

 

- No, ese lugar está cerca de aquí, pero…  – El francés hizo una pausa pensando cómo explicarle al pequeño que la Diosa existía y que ellos mismos eran parte de una orden de guerreros a su servicio – Veras, Milo y yo, tanto como Saga y los demás somos Santos, caballeros que luchan por proteger el planeta y sobre todo proteger y servir a la Diosa Athena.

 

- ¿Son como los policías? ¿Qué cuidan las calles de personas que roban? – Preguntó algo tímido, no entendía muy bien lo que había escuchado.

 

- Algo así, pero nosotros tenemos el poder de nuestro cosmos interior, que nos ayuda a ser fuertes y enfrentar a enemigos más poderosos.

 

- ¿Cómo Superman? – Dijo emocionado el pequeño. Camus no sabía a quién se refería, y Milo se echó a reír.

 

- Somos más fuertes que Superman – Le dijo el rubio, guiñándole el ojo.         

 

- ¡Oh! ¿De verdad? ¿Yo también tengo cosmos? – Preguntó emocionadísimo.

 

- ¡Claro! Todas las personas poseen cosmos, pero no todos pueden encenderlo para hacerlo arder y  así generar el poder.

 

- No entiendo – Les dijo.

 

- Observa Camus – El galo estiró su palma, formando una pequeña bola de luz, ante el asombro del pequeño que abría sus ojos maravillado.

 

La esfera iba tomando forma hasta que se convirtió en una pequeña figura de una mariposa de hielo. Camus la hizo flotar alrededor del niño y luego la posó en sus manitas.

 

- ¡Es increíble! ¡Eres como un mago de hielo! – Le dijo al tiempo que inspeccionaba la mariposa, y sonreía abiertamente. Milo observó a su novio divertido ante el calificativo que le había dado el pequeño.

 

- ¿Tú también puedes hacer hielo pa…? ¿Milo? – Le preguntó a Milo.

 

- No, mis poderes son otros – Como explicarle que sus ataques, atacaban los nervios y destruían la cordura de sus oponentes.

 

- ¿No eres fuerte como él?

 

- ¡Claro que lo soy! – se defendió el heleno, Camus sonreía divertido.

 

- Entonces, ¿Por qué no me muestras? – Insistía el menor.

 

- Es que…  – De pronto se le ocurrió una idea y observó a su novio devolviéndole la sonrisa, pero está más descarada.

 

- Ni lo pienses – Le dijo el galo adivinando sus intenciones.

 

- ¡Oh vamos Camus! Sino pensará que soy débil – Le rogó – ¿Dejarás que me vea débil ante el pequeño, hijo nuestro en algún lado? – Camus rodo sus ojos.

 

- ¡Que no!

 

- Una sola aguja, lo prometo – Le dijo juntando las palmas – No dolerá.

 

- Recuerdo muy bien el dolor de una sola aguja, no utilizaras la Aguja Escarlata en mí – Milo ya había sacado el aguijón de su dedo, el pequeño Camus se asustó un poco por ello.

 

- ¿Y qué tal la Restricción? – Camus suspiró.

 

- Está bien…

 

- ¡Perfecto! Observa Camus, tal vez este ataque no es tan atractivo y bonito como la mariposa esa, pero yo puedo paralizarla, provocando que experimente temor.

 

El pequeño presto atención mientras vio asombrado como las pupilas turquesas de Milo se volvían rojas, al tiempo que unas ondas se dirigían hacia Camus, quien al sentir el ataque, su cuerpo se paralizó por completo, entumeciéndolo.

 

- Este ataque es sencillo, pero efectivo ante los enemigos – Le dijo al niño que asentía a cada palabra del escorpiano.

 

- ¡Maldición Milo! Dijiste que no dolería – Le gritó el pelirrojo que experimentaba un horrible hormigueo en todo el cuerpo.

 

- Creo que se me paso la mano – Le dijo por lo bajo al pequeño, quien junto sus manitas en la boca, ahogando la carcajada – Cálmate amor ¡ya pasará!

 

Y veinte minutos más tarde, iban los dos Santos y el pequeño rumbo a la sala del Patriarca. Camus todavía sentía un poco entumecido su cuerpo, pero no lo diría, eso solo inflaría el ego del Escorpión (si es que se podía) aún más.

 

- Así que son Santos de Oro, es como los guerreros de la antigua Grecia, ellos luchaban por su Dios y buscaban igualarse también – Comentaba el pequeño.

 

- Efectivamente, nosotros descendemos de ellos, y llevamos el legado de miles de guerreros de la antigüedad – Le decía Milo.

 

- Y también hay de Plata y Bronce…

 

- Si, cincuenta y dos Armaduras de Bronce, veinticuatro de Plata y las Doce de Oro, cada Armadura representa a una de las ochenta y ocho constelaciones.

 

- Es bastante increíble – Les decía mientras seguía observando a los dos Santos, que justamente portaban sus Armaduras.

 

El pequeño que de por sí ya estaba fascinado con todo, quedo sin habla ante las imponentes Armaduras que vestían.

Llegando al Templo de Piscis se aliviaron que Afrodita no se encontrara allí. Deseaban mantener al menor, lo más discretamente posible, para no generar más confusión entre sus compañeros. Cruzaron sin problemas.

En poco tiempo ya estaba a la entrada de la Sala Patriarcal, dos soldados custodiaban las inmensas puertas.

 

- Anúncienos ante el Patriarca, es urgente que lo veamos – Le dijo Milo con voz autoritaria.

 

- Si señor Milo, enseguida – Y ambos soldados partieron de inmediato. Para el pequeño no pasó desapercibido el  enorme respeto y hasta temor que enfundaba su “padre”. Momentos después regresaron – Pueden pasar el Patriarca los espera.

 

Y sin decir nada ingresaron cuando ambos soldados abrieron las puertas para ellos. Los hombres rasos notaron la presencia del menor, pero no dijeron nada, pensando que podría ser algún aprendiz nuevo.

Camus iba caminando entre medio de los dos mayores moviendo su cabeza de un lado a otro, observando cuán grande era ese lugar, pero que no llevaba lujo de ningún tipo, más que la alfombra roja en el camino. Un hombre con una túnica azul y casco dorado se encontraba sentado en una especie de altar.

Shion, debido a su rejuvenecida apariencia, ya no llevaba la máscara. El Gran Pope se incorporó en cuanto vio llevar a sus Santos, le extraño la presencia del infante, pero suponía debía tener alguna explicación, así que no dijo nada hasta que ambos jóvenes lo hablaran. Camus y Milo llegaron a los pies del altar y reverenciaron.

 

- Patriarca, aquí Milo de Escorpio.

 

- Y Camus de Acuario.

 

El pequeño pelirrojo quedo un tanto confundido por la forma en que se comportaban ante ese señor, claro que le habían comentado que él era quien dirigía al Santuario y transmitía las órdenes de Athena en su ausencia, y que todos los Santos y soldados le debían respeto y obediencia.

 

- Pueden ponerse de pie, Camus y Milo – Esperó a que ambos estuvieran erguidos para continuar hablando – ¿A que debo su convocatoria? ¿Y por qué han traído a un infante con ustedes?

 

- El pequeño es el asunto importante a tratar – Le dijo Milo.

 

- Los escucho atento, entonces.

 

Y ambos Santos procedieron a contar cada detalle del incidente, transmitiendo todo lo que Saga y Aioros les habían contado y lo que le niño también había experimentado.

 

- Por lo que llego a entender, Camus, tú piensas que el movimiento en la órbita de Saturno está relacionado directamente con la aparición de este niño, creo que puedes estar en lo cierto. Pero – Y la mirada del Patriarca se tornó seria y alarmante – Eso puede ser un gran problema, los portales dimensionales no se abren porque sí, alguien tuvo que manipularlo.

 

- Shion está en lo cierto al sentirse preocupado – Dijo una voz, y segundos después la Diosa de la guerra hizo aparición.

 

- ¡Athena! – Dijeron al mismo tiempo la pareja y volvieron a inclinarse en respeto a su Diosa.

 

El pequeño Camus quedo sorprendido. Cuando le dijeron que conocería a la Diosa Athena, nunca pensó que se encontraría con una muchacha joven, y tan bonita, con aspecto de frágil.

 

- Shion, creo que es necesario actuar de inmediato, debemos ir a Star Hill y descifrar la causante del portal, jugar con el tiempo y el espacio es peligroso. Es algo que solo Cronos puede manipular, ni los Dioses del Olimpo tienen ese derecho.

 

- Comprendo, partiremos de inmediato hacia Star Hill entonces – Dijo el Patriarca.

 

- Diosa Athena, que debemos hacer nosotros mientras tanto – Habló Camus.

 

La Diosa descendió hasta ubicarse en frente de los presentes, y le sonrió al pequeño, mientras acariciaba su cabellera.

 

- Deben proteger a este niño, como si fuera su propio hijo – Luego se dirigió al mencionado – Eren un niño muy bonito – Camus se sonrojó.

 

- Mi… mi papá me ha contado mucho de su historia, él es muy creyente de su sabiduría, de sus hazañas como Diosa, que era imbatible en las guerras, por ser justa, estratega y sabia.

 

- Tus palabras me halagan… Camus, Milo, para mañana sabremos qué hacer, por el momento solo descansen, sé que han tenido un difícil día.

 

Dicho todo, Santos y niño se retiraron, y el Patriarca junto con la Diosa, partieron a reconocer las estrellas.

 

**********

 

- Ya se ha dormido – Dijo Camus entrando a su recamara, Milo se encontraba observando el cielo desde la ventana de la habitación.

 

- Me pregunto si las estrellas tendrán la respuesta…

 

- Confiemos en que si – Milo se volteó a verlo, y por un momento solo se miraron, sin decir nada.

 

- Bueno, creo que es mejor que me retire a mi Templo, en verdad necesito descansar – Dijo Milo.

 

- Si, será hasta mañana, no creo que Camus de problemas.

 

Milo se acercó y depositó un beso en los labios galos, exclamó un buenas noches, y se disponía a retirarse. Iba a cruzar la puerta cuando Camus lo llamó.

 

- Milo…

 

- ¿Qué?

 

- Quédate conmigo…

 

Camus le sonrió suavemente, y el escorpiano respondió el gesto.

 

- ¿Estás seguro?

 

- Siempre tendré miedo, siempre pensaré que no estoy listo, por más que el deseo me gane, solo podré pensar que no sabré tocarte, que no podré satisfacerte, y que mi cuerpo no te guste – Camus hablaba sereno – Pero todo eso no podrá borrarse de mi cabeza a menos pase. Porque en algún momento tiene que pasar.

 

- No tiene que ser hoy, nada me hace más feliz que poder dormir a tu lado como tu pareja al fin, el estrecharte contra mis brazos y que descanses en mi pecho.

 

- Quiero ser un hombre completo para ti, y entregarte todo lo que soy… Porque yo te amo Milo.

 

- Camus…

 

El rubio no pudo más con su corazón enamorado y prácticamente corrió a estrechar ese delgado cuerpo contra el suyo. Aspirando el aroma que desprendían sus cabellos, embriagándose de la esencia de Camus, lo besó.

Bebió de sus labios cual sediento en el desierto, tomando posesión de cada rincón de la cavidad, provocando el temblor del cuerpo amado entre sus brazos. Al alejarse un poco para tomar aire, Milo sintió que era momento de hacer su confesión.

 

- Camus, hay algo que me gustaría que supieras.

 

- ¿De qué se trata?

 

- ¿Sabes por qué estuve siempre tan seguro de que el pequeño no era mi hijo?

 

- Yo nunca dude de tu palabra, no te creo una persona capaz de abandonar a un hijo.

 

- Eso me reconforta, pero la verdad es que…  – Y en este punto el de Escorpio se ruborizó – A pesar de que siempre fui de seducir, y que en algunas ocasiones haya besado a otras personas… la verdad es que yo también… yo soy…

 

- ¿Tanto te cuesta decir que eres virgen? – El heleno sonrió.

 

- Yo me había guardado para ti.

 

- ¿Y si pasara que no me gustaras?

 

- Te habría violado – Le dijo mordiendo el lóbulo de su oreja.

 

- ¡Milo!

 

- Es broma… Cuando era adolescente, y estaba algo confundido con mis sentimientos Aioria quiso que probemos con unas mujeres, pagándoles…

 

- Cortesanas… – Milo asintió.

 

- Esa noche le dije a Aioria que le había hecho el amor cuatro veces a la mujer con la que había estado… Pero la verdad es que nunca pude hacerlo, porque, bueno… en un principio estaba nervioso y cuando me resigne a que no despertaría, me  di cuenta que no podía hacerlo con una persona que no conocía – Camus se rio con ganas imaginando la situación – ¡No te burles! Y prométeme que nunca le dirás lo que te acabo de contar al gato, se burlaría de mí hasta después de muertos.

 

- Te lo prometo ¿Y luego por que no estuviste con nadie más? – Camus quería oír esa respuesta.

 

- Porque me enamore de ti, porque falleciste y te juré fidelidad, como lo hago ahora.

 

- Gracias – Y lo abrazó por el cuello para besarlo una vez más.

 

Se encontraban en su cama pegado el uno al otro, entregándose a besos y fricciones que empezaban a excitarlos en demasía. Camus se recostó sobre el imponente cuerpo de su novio, besando su cuello, mordisqueando su clavícula, y descendiendo con la lengua hacia su nuez. Mientras sus manos acariciaban sus brazos y su pecho, Milo solo atinaba a dejarse querer, mientras acariciaba la espalda del aguador. Tomó su playera y la subió, mientras pasaba las yemas de sus dedos por la sedosa piel. Camus se incorporó, y ayudo levantando sus brazos para que la playera abandonara su cuerpo, el acuariano quedo sentado a horcajadas sobre la cadera de Milo, mientras este acariciaba su pecho y se deleitaba con la imagen que le brindaba el cuerpo  etéreo de su novio. Pero Camus quería también contemplar el trabajado cuerpo de su novio, por lo que levantándolo un poco le quitó la camisa, y ambos se encontraron desnudos de la cintura para arriba.

 

- Eres hermoso – Le dijo Camus, al tiempo que bajaba y probaba por primera vez el dulzor de la piel de su pecho, sintiendo como se erizaba a su contacto.

 

- No más que tú – Y Milo levantó un poco sus caderas para frotar su ya excitada masculinidad, con la de Camus, que crecía a cada roce.

 

Se escaparon pequeños gemidos de sus gargantas, Camus se inclinó para besarlo una vez más, todo estaba dispuesto pero en ese momento la puerta se abrió de golpe. Camus rodó, producto del empujón que le dio Milo para quitárselo de encima. En la entrada estaba el pequeño Camus.

 

- No puedo dormir… Ese cuarto me da miedo, me gusta este.

 

- No, debes regresar a tu habitación y dormir allí, se un niño bueno – Le pidió Milo ansioso, el pequeño había interrumpido en el mejor momento.

 

- ¡No quiero! Quiero dormir aquí – Le dijo entre sollozos.

 

- De acuerdo, quédate aquí y nosotros dormiremos en la otra habitación – Tomó la mano de Camus para arrástralo consigo hacia la habitación continua, pero el pequeño estaba renuente a quedarse solo nuevamente.

 

- No quiero dormir solo…

 

- Camus… ¿Quieres dormir aquí con nosotros? – El mayor de los Camus le preguntó.

 

- Si, por favor – Y sin pedir más autorización se trepó por la cama, acomodándose entre medio de los dos. Milo le lanzó una mirada de reproche y el francés elevó sus hombros resignado. Esa noche no pasaría nada más entre ellos.

 

- Duerme, mañana las cosas se solucionaran – Le dijo el galo.

 

Y el pequeño se acurrucó en el pecho de Milo, éste lo observó con una sonrisa y le acarició el cabello, miró a Camus y estiró un poco su cabeza para robarle un beso.

 

- Buenas noches Camus.

 

- Buenas noches Milo.

 

Y así los tres se dispusieron a pasar la noche.

 

**********

 

- Athena…

 

- Debemos informarles de inmediato Shion, la existencia del pequeño corre peligro…

 

Camus despertó cuando sintió un cosquilleo en su nariz, al abrir sus ojos, se encontró con el pie del niño que se encontraba atravesado en la cama, con la cabeza en el pecho de Milo y su mano en el rostro de éste. Camus pensó que se veían adorables, por lo que se incorporó de la cama sin hacer mucho ruido, se dirigió al baño a asearse y luego a la cocina, a preparar el desayuno para los tres.

Solo había pasado un día desde la llegada del pequeño, pero era innegable que se había encariñado con el infante, pensando que podría acostumbrarse a esa vida de familia. El convivir con niños  no le era desconocido, seis años al lado de Hyoga e Isaac le bastaban para tener la suficiente experiencia.

Aun así, deseaba que el Patriarca y Athena encuentren la solución, Camus necesitaba regresar con su familia, no pertenecía a esa realidad, a su dimensión.

Dispuso las tazas en la mesa, dos con café y una con leche, unas galletas y mermelada de higos, cuando regresó a la habitación vio que ambos ya estaban despiertos, pero algo extraño sucedía, eso pudo adivinar por el rostro de su pareja.

 

- Buen día, ¿descansaron bien? – Les preguntó.

 

- Si, le decía a papá que deberíamos ir al parque en fin de semana, ya que solo nos falta terminar de pintar el barrilete – Dijo el menor, el francés se quedó de piedra y observó a Milo, que también estaba consternado.

 

- ¿Puedo hacerte una pregunta Camus? – Le dijo el francés, el niño asintió.

 

- ¿Sabes en donde estás? – El menor lo miró extrañado pero luego sonrió.

 

- En tu habitación papi, sé que me asusté anoche, pero es que vimos un especial de Drácula en la tele con papá y ya no pude dormir… iré al baño – Y dejando a dos Santos confundidos salió de la habitación.

 

- ¿Qué está sucediendo? – Dijo Milo.

 

- Esto no me gusta nada… Camus está perdiendo los recuerdos de su realidad.

 

- Tenemos que ir con el Patriarca urgente – Camus asintió.

 

- Papi solo me has preparado leche – Le dijo el niño entrando a la habitación, sobresaltando a los adultos – Me prometiste que me harías un batido de frutas ¿Es por qué dormí con ustedes? – Dijo apenado.

 

- No, claro que no, debí haberlo olvidado, lo prepararemos después, ahora Milo y yo debemos ir a la Sala del Patriarca, confió en que te portarás bien.

 

- ¡Claro que si papi!

 

No perdiendo más tiempo, se encaminaron a hablar con sus superiores, esperando que hayan podido encontrar algo de todo este embrollo.

No necesitaron anunciarse, porque ya lo estaban esperando, haciendo las reverencias ceremoniales se presentaron ante Shion y Athena.

 

- Milo, Camus, que bueno que estén aquí – Dijo Athena.

 

- Patriarca, Diosa Athena, debemos informarle de algo que ha sucedido, al parecer el niño comienza a perder sus recuerdos vividos en su realidad, y reconoce al Santuario y a nosotros como sus padres – Hablaba Camus – Es como si nuevos recuerdos de vivencias en nuestro tiempo los hayan remplazados.

 

- Lo sabemos, el pequeño Camus corre el riesgo de perder toda memoria de cómo fue su vida hasta ahora, incluso sus padres comenzaran a olvidar quien fue, hasta que en su realidad no quede rastro de su existencia – Habló Shion – Esto también lo afectara a él directamente, olvidando su pasado, construyendo recuerdos nuevos del lugar en donde se encuentra ubicado, en este caso el Santuario, y a ustedes como sus genuinos progenitores, tomará uno o dos días más para que todo sea irreversible.

 

- ¿Qué fue lo que causo esto? – Preguntó Milo.

 

- Los movimientos en las orbitas saturninas, fueron creados por espirales de tiempo, causantes de poderosas manchas solares, los espirales abrieron portales, dejando atrapados a nuestro presente y un mundo paralelo. El problema radica en el niño, Camus fue absorbido por un portal y arrojado a esta dimensión, increíblemente parecida a la suya. Los portales distorsionan realidades y borran existencias, el que dos realidades se mezclasen, puede producir terribles consecuencias en las orbitas eclípticas, creando caos en los movimientos de los planetas y galaxias… Lo que daría lugar al inicio de la Gran Implosión, destruyendo el universo como lo conocemos. Incluso los Dioses no podrían hacer mucho ante esa catástrofe.

 

El problema era serio, mucho más terrible de lo que pudieran haber imaginado, pero Milo pensó que tendría una solución fácil.

 

- ¿Entonces solo debemos transportar al niño de nuevo a su dimensión? Eso es bueno – Dijo Milo – Contamos con Mu para ello, él podrá hacerlo – Camus asintió, estando de acuerdo en las conclusiones del heleno.

 

- Desgraciadamente no podrá ayudarlo, el único camino que podrá transgredir un espirar formado por manchas solares, es el portal de los Dioses, y allí solo un Dios puede entrar – Habló la Diosa – Pero incluso para nosotros los Dioses es difícil acceder, un Dios puede perderse fácilmente en él.

 

- Athena ¿Qué debemos hacer entonces? – Dijo Camus sumamente preocupado.

 

- Aunque sea difícil, debemos intentarlo, junto con Saga abriremos el portal con la ayuda de la Otra Dimensión, e ingresaremos, un mínimo descuido y vagaremos eternamente sin tiempo y espacio, pero es un poco comparado con la extinción de nuestro amado universo, no se preocupen, como su Diosa los guiaré y juntos salvaremos al universo.

 

Camus y Milo se observaron un momento con sus miradas firmes y serias, asintieron, estaban dispuestos a salvar al mundo y a su pequeño “hijo”.

 

En algún lugar de las vastas dimensiones Camille lloraba, y el recuerdo del pequeño Camus se perdía en el olvido.

Notas finales:

Bueno, aqui la continuacion, el proximo sera el ultimo capitulo.

Grracias por leer. 


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