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Volver a Empezar por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

Aqui el segundo capitulo, espero sea de su agrado.

Irremediablemente la noticia se había esparcido por todo el Santuario. Nadie conocía los detalles, ni siquiera Kanon, que a pesar de estar enterado de la falla de Milo, nunca le preguntÓ acerca de eso, y como a los demás, le había sorprendido la repentina desaparición del rubio.

Camus había empeorado con los días, imaginando que el dolor conforme el tiempo pasara, se haría menos intenso, pero era todo lo contrario. Sentía que cada aspecto de su vida era un desastre, que lo ocurrido lo había afectado de tal manera, que ya había dejado de ser él. Aun así, intentaba con todas sus fuerzas salir adelante, no dejarse vencer por algo tan superficial y mundano: los sentimientos.

Su aspecto físico, muy a pesar del esfuerzo de Aioria, había empeorado, estaba delgado, y las ojeras surcaban su rostro, delatando las claras noches de insomnio y llanto. La desesperanza se apoderaba de sus alumnos que preocupados, habían arribado al Santuario para acompañarlo. Pero Camus no salía de su Templo, temeroso de las miradas ajenas.

 

Y Aioria estaba ahí, al pie del abismo, tratando de recuperar al menos un ápice de lo que alguna vez fue Camus. Iba todos los días, y buscaba la forma de que hablara… Sabía que separarse de Milo le había dolido demasiado, pero su estado era por mucho alarmante. Quería ayudarlo y no sabía como, preparaba su cena, le ayudaba en todo lo que podía, pero Camus era una sombra.

 

- Camus, buen día – Dijo Aioria entrando a la habitación del aguador.

 

Un bultito se escabulló por su costado y fue a parar a la cama, saltando y prendiéndose del francés.

 

- ¡Tío Camus! – Dijo Filippo.

 

- Hola Fili, ¿Qué haces aquí? – El niño ya se había entretenido con una lámpara de lava que tenía Camus en su habitación.

 

- Afrodita y Death me pidieron de favor si podía cuidarlo, tienen que ir hasta Italia por – Aioria rascó su cabeza – Bueno se me olvidó, pero regresaran en la noche. Pensaba llevarlo al parque ¿Quieres ir? – Le dijo sonriendo el León.

 

- Gracias, pero no estoy de ánimos – Dijo suspirando.

 

- Vamos, te hará bien salir un poco, llevas demasiado tiempo encerrado aquí – Camus lo observó, Aioria le sonreía franco y sus ojos resplandecían de frescura.

 

- Está bien, los acompañaré.

 

- ¡Que bien! Oíste Fili, el tío Camus irá con nosotros – El niño dio un brinco de alegría y se le arrojó a los brazos al francés, sacándole una sincera sonrisa.

 

- Siiiiii.

 

Aioria y el niño esperaron en la sala mientras Camus terminaba de asearse y cambiarse. Al llegar junto a ellos, el León no pudo reprimir su acelerado corazón. Camus llevaba un pantalón náutico color azul, y una camisa blanca, con cordones en el cuello, los zapatos también blancos, estaba mas delgado, si, pero a sus ojos era hermoso.

 

- Te ves muy bien – Le dijo el castaño. Por alguna extraña razón Camus se ruborizó.

 

- Gracias ¿Nos vamos?

 

Aioria asintió y los tres emprendieron el descenso hacia el pueblo. Conforme iban bajando, Camus no podía evitar sentirse tenso por las miradas de sus compañeros, quienes respetuosos, solo saludaban y le dedicaban una sonrisa al niño. Se aterró al llegar a Géminis, pero para su suerte, Kanon no estaba allí, Aioria también suspiró aliviado de no encontrarlo.

 

Llegaron al pequeño parque y se ubicaron en una banca cerca de los juego, Filippo, corrió a subirse a un columpio.

 

- Me alegra mucho que estés aquí – Dijo Aioria.

 

- Si, bueno… No es gran cosa.

 

- Sabes que conmigo no es necesario fingir, han pasado casi tres meses desde que Milo se marchó y…

 

- Y nada Aioria… Milo se marchó, llevándose lo que alguna vez sentí con él… Eso ya es pasado – Dijo serio, con la mirada limpia y el rostro sereno, como siempre lo había sido.

 

- Disculpa – Se apenó el León. Camus se le quedó observando.

 

- ¿Por qué eres tan bueno conmigo? Es decir… Te preocupas demasiado.

 

- Eres mi amigo, no me gusta verte mal, eso es todo – Mintió en parte.

 

Camus iba a decir algo, pero el pequeño llegó hasta ellos, tomándole de la mano para que le columpiara, el pelirrojo se incorporó y fue tras el niño, lo sentó en la hamaca y comenzó a columpiando divirtiéndose con las risas infantiles, ignorante de que era observado por varias mujeres que también habían llevado a sus hijos, a quienes les arrancaba suspiros de enamoradas.

Aioria quien si veía la escena, comenzó a reír,  pensando en el rostro de su amigo si llegara a notar esas sugestivas miradas, se apenaría y mucho, de eso estaba seguro. Y efectivamente Camus escuchó a una decir lo hermoso y fuerte que se veía, sacándole tonalidades rojas a su rostro. Aioria llegó hasta él sin contener la risa.

 

- ¡No te burles!

 

- Vamos Camus, eres el objeto de deseo de todas ¡Que envidia!

 

- Cállate – Le dijo avergonzado, dándole un pequeño codazo, y sonriendo después. Se sostuvieron la mirada y estallaron de risa. Que decepción se llevarían si supieran que a él, le gustaban los muchachos.

 

Después de un buen rato, yendo y viniendo de cada juego que el pequeño Filippo quería, decidieron ir a una confitería a tomar algo. Se ubicaron en una mesa de las que se encontraban afuera y pidieron para el niño un batido de frutas, y para ellos una cerveza.

 

- ¡Puaj! Esto tiene sandía – Dijo con cara de asco el pequeño.

 

- ¿No te gusta?         

 

- No, quiero uno de vainilla como me hace mi papá.

 

- ¿Death te prepara batidos de vainilla? – Dijo asombrado Aioria.

 

- ¡Si! – No tuvieron más opción que pedir uno de vainilla, que el pequeño se tomó a regañadientes, porque “no sabia a los de su papá”

 

- La semana que viene será cumpleaños de Alde – Dijo de pronto el castaño – Piensa hacer una fiesta ¿Te gustaría ir?

 

- No lo sé, nunca me gusto el barullo, pero… – Camus se quedó mirando a la nada por un momento, era momento de dejar de ser un mártir – Si, claro, ¿Por qué no?

 

- Papá le compró un cuerno de goma, para regalárselo – Dijo el niño. Ambos adultos se miraron pálidos.

 

- ¿De goma? – Preguntó Camus.

 

- Si, dijo que es para que se divierta a lo grande en soledad… yo no me divierto solo, prefiero jugar con mis papás o con Kiki, también con Seiya y de vez en cuando con el tonto de Shoryu… Shiryu debería educar mejor a su hijo – El pequeño se cruzó de brazos e hizo una mueca muy al estilo DM.

 

A los mayores se les resbaló una gota de sudor, se quedaron asombrados, primero por la insinuación de ese cuerno, y luego por el lenguaje del pequeño, tenía tan solo dos años y hablaba como todo un jovencito.

 

- En fin – Dijo Aioria evadiendo el tema del cuerno – Me alegra que vayas, si quieres podemos ir juntos.

 

- De acuerdo.

 

Camus no lo tomó como una cita, pero Aioria saltaba de alegría, luego volvieron a pasear por el parque donde pasaron la tarde entre charlas y juegos. Cuando el sol comenzaba a ocultarse, emprendieron el regreso a las Doce Casas, el niño ya venía dormido en brazos del León. Pasaron sin problemas, pero esta vez no contaron con tanta suerte y Kanon estaba en la entrada de su Templo, junto a Saga y Aioros. Los tres vieron llegar al par con el niño en brazos. No pudieron ocultar la cara de asombro al ver al acuariano.

 

- Hola Camus, que bueno es verte – Le saludó amable el arquero.

 

- Hola Aioria, Saga… Kanon, es bueno verlos – Dijo tratando de ocultar la desolación al ver al gemelo, no sabía porque le afectaba tanto, Kanon no tenía la culpa de nada.

 

- Así que saliendo en pareja ¿He? Quien te viera tan recuperado – Dijo irónico el gemelo menor. Saga y Aioros casi lo asesinan con la mirada, Aioria no ocultó su malestar.

 

- Camus me ayudó a cuidar de Filippo, porque es un gran amigo, que tu mente este podrida es otra cosa – Observó a Camus que lo miraba asombrado – Vamos, seguramente Afro y Death ya llegaron.

 

Siguió caminando y Camus después de saludar con un gesto, dejó a los mayores de la orden.

 

- Eres un idiota, ¿cuándo cambiaras Kanon? – Le reprobó su hermano.

 

- ¡Bah! Solo fue una broma, no se aguantan nada – Dijo refunfuñando y se metió al interior del Templo.

 

- Espero que Aioria no este alimentando falsas esperanzas… – Dijo Aioros, Saga le tomó la mano compartiendo el sentir.

 

Camus y Aioria habían dejado al niño en Piscis y ya se encontraban en la cocina de Acuario, el galo preparaba unas botanas y disponía dos latas de cerveza en la mesa. Aioria estaba sentado, con sus brazos recargado en la mesa, observándolo embelesado.

 

- Me he divertido hoy, tengo que agradecértelo.

 

- No tienes por qué, sabes que somos amigos Camus, y me gusta verte recuperado.

 

- A mí me gusta más – Le dijo y levantó su lata, Aioria chocó la suya en un improvisado brindis – Iré a Siberia por unos asuntos, regresaré la semana entrante, llegaré justo para el cumpleaños de Aldebarán – Camus se quedó en silencio un momento, no sabía porque le había dado esas explicaciones.

 

- Te estaré esperando…

 

Ambos tomaron el último sorbo de cerveza y Aioria se despidió. Camus se quedó observándolo hasta que su figura se perdió. Sonrió de lado al recordar la sonrisa del ateniense.

 

Y como había prometido, Camus regresó al Santuario la noche antes del cumpleaños de Aldebarán, había llegado de madrugada, y cuando iba cruzando Leo, sintió la necesidad de avisarle de su regreso, pero se contuvo y siguió el ascenso.

Un fuerte estrujón le atravesó el corazón cuando cruzaba Escorpio, preguntándose donde estaría Milo, si se encontraba bien… Si pensaba en él…

No supo porque, pero se dirigió a la habitación del rubio, un agudo dolor le invadió al ver la cama, y algunas pertenencias. Automáticamente se dirigió a la cama y se sentó en ella, acarició la almohada y el llanto hizo aparición. Había tratado de arrancárselo, y aunque ya no pensará tanto en él, estar ahí, donde tantas noches compartió esa cama con Milo, le dolía. Le apretaba el corazón y le arrancaba las amargas lágrimas.

 

- ¿Dónde estarás Milo? – Dijo en un lamento.

 

Se levantó de golpe y secó las lágrimas con su mano, salió rápido de ahí, y no se detuvo hasta estar tirado en su cama.

 

- Te olvidaré… Como tú lo hiciste conmigo – Se prometió.

 

**********

 

Eran alrededor de las ocho de la noche, Camus había pasado todo el día descompuesto, por la reciente ola de tristeza en su interior, ir a la recamara de Milo había avivado todo lo que pensaba enterrado. No tenía ánimos de ir a la fiesta, pero tampoco quería faltar al compromiso con Aioria, su amigo había hecho hasta lo imposible para animarlo, le debía por lo menos su palabra.

Con todo su pesar se dispuso a bañarse, eligió un jean oscuro y una camisa azul, zapatos negros.

Cuando hubo terminado se observó en el espejo, sentía que a pesar de ser él, ese reflejo no lo representaba. Algo había muerto, su confianza tal vez…

Se colocó colonia y partió en búsqueda de su amigo, contrario a lo que pensó, al pasar por Escorpio no sintió nada, eso le alivió, no quería que Aioria se sintiera mal por su culpa. Llegó al quinto Templo y se anuncio.

Aioria apareció, radiante con unos jean ajustados algo desgastados, y camisa blanca, abierta, dejando ver parte de su pecho. Camus se sintió hipnotizado por un momento. Aioria lucia especialmente apuesto esa noche.

 

- ¡Hola Camus! ¿Cómo estuvo el viaje? – Le dijo al tiempo que lo abrazaba. El francés pudo sentir la fresca colonia que usaba.

 

- Bastante bien, fue agradable regresar a Siberia, ¿Cómo has estado tú?

 

- Perfecto, aunque aburrido sin ti, te extrañé – Camus se ruborizó, y el castaño igual, tarde se dio cuenta de sus palabras.

 

- ¿Vamos?

 

- ¡Claro!

 

Descendieron, platicando de cosas sin mucha importancia, los demás Templos ya estaban vacíos, todos ya estaban reunidos en Tauro. Cuando llegaron, fueron el centro de miradas por un momento. Apenados buscaron rápidamente al festejado para saludarlo.

 

- Feliz cumpleaños Alde ¡Que bien te ves! – Le elogió el ateniense. Recibiendo un cálido abrazo de parte de su corpulento compañero.

 

- ¡Aioria, Camus, que alegría que hayan venido! – Dijo feliz.

 

- Gracias por invitarnos, feliz cumpleaños Aldebarán – Le dijo Camus y le tendió el obsequio, Aioria se apenó dándose cuenta que él no tenía uno para dar, pero Camus se adelantó a una posible disculpa por parte de su amigo – No es la gran cosa, pero va de parte de nosotros dos – Dijo con una sonrisa. El de Tauro sonrió gratamente, Aioria se ruborizo aún más.

 

- ¡Muchas gracias amigos! Pero no se queden ahí pasen y diviértanse.

 

- Gracias… soy un tonto por olvidar el obsequio – Le dijo el castaño a Camus una vez solos.

 

- En realidad cuando compré ese obsequio, pensé más en ti, que en Alde… Por eso decidí que lo compartiríamos – El castaño se ruborizó hasta el infinito, y Camus se divirtió por esa acción. Se fue en busca de bebida, dejándolo con el rostro rojísimo. Aioria quería saber que contenía el paquete.

 

- Alguien esta feliz – Dijo Aioros acercándosele.

 

- Al parecer Siberia le sentó muy bien a Camus – Se sumó Saga.

 

- ¡Ya! No molesten – Dijo tratando de calmar su propia emoción.

 

- Camus parece mucho más animado, tu ayuda de verdad ha sido importante – Aioros le sonrió sinceramente, al tiempo que posaba una mano en su hombro.

 

Pero a los tres se les borró la sonrisa de inmediato, cuando notaron que Kanon se acercaba al pelirrojo.

 

- Hola Camus – El galo se sobresaltó al ver al gemelo a su lado.

 

- ¡Kanon! Hola ¿Cómo has estado?

 

- Bien, gracias por preguntar – Se quedó en silencio un momento calibrando las palabras a usar – Camus… Sé que yo no tengo mucho que decir… y que a estas alturas ya no sirve de mucho, pero… lo siento. En verdad, lo siento – El galo abrió enormes sus ojos.

 

- ¿Por qué te disculpas?

 

- Por lo de Milo… Yo lo sabía… Estuve ahí, y no lo detuve… Saga, Aioros y hasta Aioria piensan que yo le incité a hacerlo… pero…

 

- Kanon – Le interrumpió – Lo que pasó con Milo, es enteramente su culpa, si, me molestaba un poco que salieran tanto, pero tú eres un hombre soltero, y no le debes explicaciones a nadie. Él en cambio estaba conmigo, por eso yo no te culpo de nada, no necesitas pedirme disculpas, y ciertamente… Lo ocurrido con Milo ya pasó, es historia… Ya lo olvidé – Terminó de decir, sorprendiendo al gemelo.

 

- ¿En verdad?

 

- No tengo otra alternativa, él se fue, y la vida sigue, no me detendré más por Milo.

 

- Solo quería aclarar ese asunto, no quiero que haya incomodidades entre nosotros, sé que no somos cercanos ni mucho menos, pero me gustaría que sepas, que no soy tan detestable como todos me pintan…

 

- Es bueno saberlo – Y se estrecharon la mano ante la mirada atónita de los otros tres.

 

Después de eso, y por alguna extraña razón, Camus se sintió mucho mejor, regresó donde estaba su amigo, y le ofreció un vaso con cerveza. Aioria se moría de ganas por preguntarle que tanto hablaron, Camus, sonriendo, se dio cuenta.

 

- Quiso disculparse por lo de Milo… Pero le hice entender que no tuvo culpa en ese asunto – El castaño asintió, y no dijo más nada, temiendo incomodar a Camus.

 

- ¡Es hora de abrir los regalos tío Alde! – Gritó el pequeño Filippo. Afrodita se moría de vergüenza ajena por el regalo de su esposo.

 

- Que conste que yo no tengo nada que ver con ese obsequio – Dijo el pisciano.

 

Aioria y Camus se miraron divertidos, querían ver la cara que ponía Aldebarán al ver su regalo, y Aioria quería ver ese obsequio de Camus.

 

- Es un cuerno de goma tío Alde – Dijo el pequeño, que cambio sus facciones a una de decepción, en realidad no le veía la forma de cuerno al objeto – Papá creo que te estafaron, eso no es un cuerno – Le dijo a Death.

 

Y todos se echaron a reír con ganas, el Toro incluido.

 

- ¡Ya quisieras tú, conocer mi Gran Cuerno Death! – Dijo entre risas el de Tauro y las risas siguieron. Abrió otros tantos obsequios y por fin levantó el de Camus – Este es de parte de Camus y Aioria veamos que es…

 

Todos simultáneamente arquearon una ceja ¿Un regalo compartido? Eso es de parejas…

 

Y el objeto no era más que un osito polar de peluche, con los brazos cruzados y un casco de vikingo, que se asemejaba muchísimo al de Tauro. El brasileño quedo encantado, pero Aioria no entendía que tenía que ver él con ese oso.

 

- Oye Camus ¿Por qué ese peluche te hizo acordar a mí? – Le preguntó.

 

- Es que cuando éramos niños siempre me decías que querías un oso polar, Cada vez que regresaba de Siberia me preguntabas si te había traído tu oso. Al verlo me acorde de aquellas épocas – Terminó de decir con una sonrisa. El ateniense se sonrojó, ese detalle no lo recordaba y que Camus si lo haya hecho le alegraba el corazón.

 

El resto de la noche fue agradable, algunos bailaban, y bebían en cantidad, los muchachos de Bronce se encontraban animadísimos, y Camus se ruborizó enormemente al ver a su discípulo a los besos con Shun.

 

- ¡Vaya! Esos dos si que no pierden el tiempo – Se burló Aioria, a punto de llorar de risa.

 

- Están en una edad bastante critica – Acotó.

 

- Vamos, ni que fuéramos tan mayores…

 

- Creo que yo me retiro – Dijo.

 

- No quieres confesar que estas ebrio Camus – Volvió a estallar de risas el heleno.

 

- Creo que el ebrio es otro – Se defendió, y ambos comenzaron a reír a carcajadas. Desde otro punto del salón, Saga y Aioros los observaban divertidos.

 

- Creo que tu hermano puede comenzar a esperanzarse – Le dijo Saga, Aioros, colgado de su cuello, asintió.

 

Iban los dos abrazados, escaleras arriba, solo cuando el fresco de la noche les dio de lleno en la cara, se dieron cuenta de los ebrios que estaban. Iban a las risitas, mientras se hacían cosquillas como un par de niños. Recordando esos tiempos de aprendices cuando andaban siempre juntos… Los tres.

 

- Creo que no tomaré más… por un buen tiempo – Dijo el León ya dentro de su Templo.

 

- No toleras muy bien el alcohol al parecer.

 

- ¡Oh! Habló el señor experiencia en bebidas – dijo con marcado sarcasmo, y otra ronda de risas sonoras le siguió.

 

- Me divertí mucho hoy, deberíamos salir más seguido.            

 

- Cuando quieras – Le sonrió. Era momento de despedirse, y ambos lo sabían.

 

¿Qué esperaba Camus? Un apretón de manos, era lo correcto ¿Qué esperaba en verdad? Su corazón palpitaba y por primera vez desde que lo conoció, posó su mirada en los labios carnosos del ateniense, el rubor se extendió del puente de su nariz y cubrió gran parte de sus mejillas ¿Qué esperaba?

 

- Buenas noches Aioria… Que descanses.

 

- Camus…

 

¡Bésalo! Bésalo, bésalo, bésalo…

 

Es lo único que le gritaba su conciencia, es lo único que le gritaba su corazón, y era lo único que deseaba hacer. Se acercó con algo de torpeza, Camus atinó a abrir enormes sus ojos, en vez de cerrarlos. Entre la sorpresa y el anhelo, no coordinó los movimientos. Aioria pensó que lo había asustado, eso lo desanimó e hizo retroceder en su faena. Lo abrazó, y se despido, entrado a su habitación.

 

¿Qué esperaba aún allí?

 

No había puesto cara de pánico… ¡Era de ansiedad! Internamente estaba desilusionado. Esperaba el beso.

 

Idiota.

Debe ser el alcohol. Si maldito alcohol… culpémoslo.

 

**********

 

Aioria se despertó con jaqueca, clara consecuencia del alcohol, pero nada que una buena ducha fría solucionaría. No pudo evitar sonreír, sentirse feliz y animado. Está bien, no llegó a besarlo, puede ser que lo haya asustado, pero avanzaba. Avanzaban juntos, estar a su lado se había convertido en su prioridad, procurar cuidarlo, procurar que se encontrara bien, no le importaba llevar su vida de ese modo. Si Camus era feliz, él también lo sería, nada es más bello que verlo sonreír, que adivinar el brillo oculto en esa laguna nocturna que tiene por ojos, descubrir cuando algo le molesta porque levanta su ceja izquierda al tiempo que un hoyuelo aparece cerca de la comisura de sus labios… Lo infinitamente sexy que queda cuando usa sus lentes.

 

Aioria, si era posible, consiguió enamorarse mucho más.

 

Salió del año, renovado y fresco, se vistió con ropas holgadas y cómodas y se dirigió hacia el onceavo Templo, habían acordado juntarse para entrenar. Pasó por Sagitario, saludó a su hermano y a Saga, y siguió camino. Shura y Marín se encontraban en el Templo de Capricornio por lo que amablemente los saludó y conversaron de trivialidades un buen rato. Estaba feliz. Pero aquella felicidad se desvaneció al entrar a Acuario y sentir unos sollozos desde le interior, caminó con sigilo y el corazón le dio un vuelco al comprobar que efectivamente, Camus estaba llorando. Lo que vio casi lo mata de dolor.

Camus se encontraba en el suelo con una caja a su lado y montones de fotos esparcidas a su alrededor, todas de él y Milo.

 

- Camus…

 

- Estaba buscando mis calentadores, y la caja cayó… La había buscado hace tiempo y no la encontraba – Dijo entre gemidos dolorosos. Aioria no supo que decir.

 

Solo se arrodilló a su lado, y con suma delicadeza le quitó la foto que tenía en manos. En ella estaba Milo sosteniendo en sus brazos a Camus bajo la Torre Eiffel.

 

- Déjame ayudarte a juntarlas, y las guardaremos, son bonitos recuerdos, pero no creo que en estos momentos te haga bien verlas, más adelante, cuando estés listo, sabrás que hacer con ellas – Le dijo con voz conciliadora, Camus lo observó con sus ojos empañados, y Aioria trató de no verlos, o él mismo se largaría a llorar.

 

- Aioria… ¿Qué haría sin ti? – El griego apretó sus ojos y rogó a Athena que le diera la entereza para no flaquear y besarlo en ese momento.

 

- Solo quiero tu bien, eres mi amigo y me importas.

 

- Gracias.

 

- Ya te he dicho que no me agradezcas… Vamos, entrenar te hará bien, al menos te mantendrá la mente ocupada – Le sonrió, y Camus sintió que a su corazón lo estaban meciendo, esa sonrisa fue demasiado especial.

 

- Lo lograré Aioria, lo arrancaré de mí ser…

 

El griego no dijo nada, pero ese era su sueño más anhelado. Salieron de Acuario en silencio.

Notas finales:

Gracias por leer. Actualizare prontito :)


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