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Volver a Empezar por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

Tercer capitulo. Espero lo disfruten.

Periodo de paz, periodo de felicidad, de armonía y tranquilidad. Eso no importaba, las reuniones semanales con su Diosa era estricta obligación.

Algunos se quejaban de los absurdos temas a tratar, o de las largas charlas entre Shion, Dhoko y Athena, que para cuando se percataban, algunos Santos ya cabeceaban haciendo enormes esfuerzos para no dormirse, mientras que otros dormían a pierna suelta.

 

- Eso es todo por hoy mis queridos Santos, será hasta la próxima reunión – No terminó la última silaba que algunos ya corrían escaleras abajo.

 

- Estos no aprenden – Dijo Shion meneando su cabeza desaprobatoriamente.

 

- Y cuéntanos Alde ¿Te ha servido mi regalito? – Le dijo Cáncer con picardía.

 

- ¡Death! – Lo retó Afrodita, los demás Santos reían.

 

- Afortunadamente mi estimado amigo, no necesito de tu obsequio – Dijo de lo más divertido.

 

- ¡Vamos Aldebarán! Deberías de probar nuevos horizontes, no sabes lo bueno que es para la excitación los juguetitos, yo…

 

- ¡DeathMask de Cáncer, una palabra más y ese juguetito será lo único que verás por un tiempo! – Dijo el sueco con los brazos en jarra y mirada seria. Death tragó saliva, su querido esposo sabía la manera justa para hacerlo callar.

 

- Ya escuchaste mi cangrejo amigo ¿Te lo devuelvo? – Le dijo Aldebarán pasándole el brazo por los hombros. A todos les pareció divertida la sumisión del sádico italiano ante Afrodita.

 

Los Santos de oro se despidieron de Afrodita y DM que se quedaron en Piscis.

 

- Camus, ya que vamos de camino aprovecho para pedir prestada tu biblioteca – Le pidió amablemente Mu – Me gustaría buscar unos libros para Kiki.

 

- ¡Claro Mu! Busca lo que necesites – Dijo sonriente, para la sorpresa de sus compañeros, que rara vez veían tal encanto en el acuariano.

 

Algunos ojitos conocedores se posaron en Aioria, él  siempre sonreía ¿Será el León, el motivo de felicidad en Camus? Se habrán preguntado.

Cuando entraron al Templo de la Vasija, quedaron sorprendidos por un gran, gran ramo de rosas de un rojo aterciopelado, sujetas en un moño plateado, que se encontraba en medio del Salón. Camus levantó el ornamento y leyó la pequeña tarjeta que llevaba.

 

“Humilde es este ramo de rosas ante usted Santo de Acuario, espero y lo acepte. Su admirador.”

 

Camus se sonrojó furiosamente, y buscó alguna respuesta en sus compañeros.

 

- ¡Vaya! Así que tienes un admirador Camus, mírate ¿He? Todo un Casanova – Le dijo Aldebarán, palmeándole la espalda y riendo.

 

Saga y Aioros se observaron, luego a Camus y por último a Aioria. El León tenía el ceño fruncido y los puños apretados.

 

- ¿Qué piensas hacer con el ramo y con tu admirador? – Se interesó Shaka.

 

- Nada… – El francés buscó con la mirada a Aioria, pero no lo encontró, giró un par de veces su cabeza hacia todas direcciones, el castaño ya se había ido. Algo muy en su interior, se desilusionó.

 

Aioria había llegado a su Templo y descargó su furia contra un pilar, prácticamente desintegrándolo en polvo.

 

- Menuda mierda – Dijo. Ese daño debía pagarlo de su bolsillo ahora.

 

- ¿Fuiste tú? – La voz de su hermano lo tomó por sospesa.

 

- ¿Tú que crees?

 

- Claramente no has sido tú, ¿Por qué te fuiste de repente?

 

- ¿Y que pretendías que hiciera? Maldita sea, sí llego a encontrar al que le envió esas rosas, yo…

 

- ¿Qué? ¿Qué harás? Has pasado demasiado tiempo jugando al niñero, al protector, que no te das cuenta lo que ocurre.

 

- Aioros – El menor se sorprendió por las palabras tan duras de su hermano.

 

- Lo digo por tu bien Aioria, dime ¿Qué harás cuando Camus despierte un día y sienta que puede empezar a conocer personas? ¿Qué harás si un día va por las calles de Rodorio, de Siberia o aquí en el Santuario y encuentra el amor? ¿Si encuentra una persona a quien amar nuevamente? Dime Aioria… ¿Qué piensas hacer si esa persona no eres tú?

 

Cruel, cruel y crudamente cierto.

 

- No lo sé…

 

- ¿No lo sabes? ¡Vamos Aioria! Deja eso… A este paso te quedarás sin nada, solo esperando a que esa persona lastime o desilusione a Camus, para correr a socorrerlo, protegerlo y dejarlo listo para un nuevo amor, mientras tú te lastimas y te destruyes internamente… yo no puedo permitir eso, ésto tiene que parar – Le dijo severamente.

 

- Tengo miedo del rechazo, de que me odie o sienta asco de mí, prefiero morir a ser despreciado por él… ¿Qué haré sin Camus? – Le dijo al borde de las lágrimas.

 

- Sobrevivir… Seguir adelante – Dijo Aioros tranquilo – ¿Acaso no es lo que le repites hasta el cansancio a Camus? – Aioria suspiró resignado – Deberías seguir tus propios consejos… – Guardaron silencio un momento, Aioros respetuoso y preocupado del dolor de su hermano, quien ya comenzaba a gimotear.

 

- Me aterra pensar en eso…

 

- Tal vez no sea hoy, ni mañana… Pero ese ramo de rosas es un comienzo… Te pusiste a pensar que tal vez quien se las envió fue…

 

- Milo – Dijo en un susurro – Es lo primero que pensé al verlas – Aioros suspiró agotado.

 

- Díselo.

 

- No tengo el valor para hacerlo…

 

- Aioria, sincérate ante Camus, no permitas que se entere por otros medios, otras voces que no son la de la verdad, la de tu propia voz. Se sincero con él, y deja que las cosas transcurran… Pero ya no guardes ese sentir, porque tal vez, quien termine más herido en esta historia, serás tú – Dijo y posó una mano en el hombro de su hermano menor, Aioria se pegó a su cuerpo y lo abrazó.

 

- Lo intentaré – El de ojos azules sonrió.

 

- Camus quedo preocupado porque te fuiste de repente – Otro suspiro por parte de Aioria.

 

- Iré a su Templo, alguna excusa me inventaré en el camino.

 

- Creo que Camus se hizo muy dependiente de ti.

 

- Te equivocas, quien depende de Camus soy yo, para ser feliz, solo dependo de él…            

 

**********

 

Abatido por la charla con su hermano, Aioria ingresó al Templo de Acuario, sintiendo una oleada de frustración e ira, al ver el ramo puesto cuidadosamente en un bello jarrón sobre la mesa. Las hubiera preferido en la basura o que nunca hayan aparecido mejor. Camus al sentir el cosmos de su amigo fue de inmediato hacia donde estaba.

 

- ¿Así que te gustaron las flores después de todo? – Dijo Aioria y se recriminó por el tono celoso en el que habló. Camus se encogió de hombros desinteresadamente.

 

- Solo las puse en agua, Afrodita dijo que no son de su jardín – Comentó.

 

- ¿Le preguntaste a Afrodita? – Aioria se sentía cada vez más frustrado.

 

- Si, dijo algo así como que, esas vulgares y corrientes rosas no salieron de mi bello jardín – Dijo Camus imitando al pisciano, Aioria no pudo reprimir la risa – Y agregó algo más de que quien sea él que las envió, tiene un pésimo gusto por las rosas.

 

- Y aun así, tú las guardas…

 

- Si quieres, las desecho – Aquello sonó raro. Camus frunció ligeramente el ceño y Aioria dio un largo suspiro pidiendo voluntad.

 

- Es tu obsequio Camus, has lo que quieras – No pudo hallarla.

 

Un cosmos interrumpió la enrarecida atmosfera en que se habían envuelto, momentos después apareció el portador.

 

- Santo de Plata, Argol de Perseo, puedes pasar – Dijo Camus automáticamente, pensando que el caballero se dirigía hacia la Sala del Patriarca.

 

- Le doy las gracias Santo de Acuario, pero antes quisiera saber si le ha gustado mi obsequio – Dijo con una sonrisa de medio lado. Aioria y Camus abrieron enormes sus ojos. El primero apretó los dientes.

 

- Así que fue usted…

 

- Así es, y quisiera agregar al presente, mis intenciones de salir con usted ¿Qué le parece? – Camus calló, Aioria se quería morir – No me responda aún, efectivamente tengo que ir con el Patriarca, me gustaría saber su respuesta a mi regreso, si es posible, a solas – Dijo eso último mirando al León, quien le dedicó la más fiera de sus miradas. Luego hizo una reverencia y prosiguió hacia la salida de Acuario.

 

- Esto si que no me lo esperaba – Dijo Camus después de pasados los minutos de estupefacción.

 

- ¿Qué piensas hacer? – Y esta vez no quiso ocultar su miedo. Camus pensó un momento que decir.

 

- Ciertamente es un hombre apuesto – Dijo.

 

Tierra trágame y arrójame al averno…

 

- Pero no me interesa…

 

¡Eros no juegues así con mi corazón!

 

Aioria suspiró, sintiendo que su alma regresaba.

 

- Yo solo vine a ver como te encontrabas, creo que regresaré a mi Templo – Dijo, sin saber bien que decir después de todo – Aparte… Querían privacidad contigo – Se permitió bromar.

 

- ¡Idiota! – Le dijo con fingido enfado.

 

Aioria salió del Templo, pero ni de broma se iría, quería ver la cara de ese desgraciado cuando Camus lo rechazara, así que ocultando su cosmos, se escondió tras unas columnas y esperó a que el de medusa regresara.

Camus sintió cuando el Santo de Plata regresaba, se removió un tanto nervioso, esas situaciones le eran completamente desconocidas.

 

- Camus de Acuario, ¿tomó su decisión? – Preguntó sin más Argol.

 

- Si, y rechazaré su oferta, no me interesa – Dijo sin variaciones. El saudita, curvo sus labios y lo miró de forma despectiva.

 

- ¿A que le tienes miedo Acuario? Podríamos divertirnos en grande… sin cuernos de por medio – Dijo soez. Camus entonó sus ojos y frunció el ceño. Aioria desde su escondite apretaba sus puños.

 

¿Cómo se atrevía a tratarlo de esa manera?

 

- ¿Divertirnos dices…? – Camus lo observó con ojos gélidos, tan imponentes y avasallantes, que hizo tragar grueso al de Plata – Tú no puedes divertir ni a un soldado raso…

 

- Es cierto lo que dicen de ti – Le desafío con la mirada – Eres un frígido pedazo de hielo, ahora entiendo al Escorpión – Escupió y se acercó casi pegando al rostro de Camus que ni se inmutó – Te haría gozar Camus, piénsalo.

 

Antes de que pudiera besarlo, su cuerpo salió despedido por un fuerte destello de luz dorada y chocó contra varios pilares del Templo. Aioria estaba de pie en la entrada con el rostro furioso y sus ojos verdes refulgían. Y sin que los ojos de el Santo de Plata pudiera apreciar, ya se encontraba delante de él, lo tomó por el cuello y le dio otro golpe en la cara que lo dejo atontado.

 

- Agradécele a Athena que te deje con vida miserable, ahora lárgate, y no pises las Doce Casas si es que aprecias tu vida – Dicho eso lo arrojó Templo afuera, y el rubio cayó rodando por las escalinatas. Luego se dirigió a Camus – ¿Te encuentras bien? – Le dijo suavizando su expresión.

 

Camus no dijo nada, se mantenía con los ojos entonados y el rostro impasible, pero Aioria notó como fruncía el ceño a medida que se acercaba a él.

 

- ¿Por qué hiciste eso? – Le preguntó. Aioria notó el severo tono de voz.

 

- Camus, ese idiota te faltó el respeto, yo solo…

 

- ¿No crees que soy completamente capaz de enfrentarlo? – Aioria no dijo nada, era cierto, con tan solo un soplido, lo hubiera mandado de regreso al Hades – No necesito que me defiendas Aioria, yo se cuidarme perfectamente solo. No necesito de tu ayuda – Y dicho eso, dio media vuelta y desapareció en el interior de su Templo.

 

Aioria apretó sus labios e inclinó su cabeza apenado y desolado.

 

- Ahora si la jodí – Se dijo.

 

Y Camus se dejó caer en su cama boca abajo para ahogar el grito de rabia. Había sido humillado y había lastimado a su amigo por su propia frustración.

 

Al día siguiente cuando se vieron en el Coliseo, ambos hallaron el arrepentimiento en la mirada del otro.

 

**********

 

Isla Chatham, Océano Pacifico.

 

- Pensé que serías más divertido ¡Vamos muestra un poco de dignidad!

 

-¡No por favor! Seré su sirviente, su esclavo, haré lo que usted quiera pero no me mate – Dijo el hombre aterrado.

 

- ¿Y tú consideraste alguna vez ser un Santo? No eres más que un parasito, ya me cansé de ver tu horrendo rostro – El escarlata brilló con fulgor en su dedo.

 

- ¡No! ¡No! ¡Por favor!

 

- ¡Ya cállate! Me das asco – Y quince estrellas se impactaron de lleno en su cuerpo, produciéndole un dolor sin comparación – Basura – Escupió al suelo.

 

La Isla estaba limpia.

 

- Cada vez falta menos – Su capa ondeó impoluta, y el sol hacía brillar cual oro a sus cabellos – Camus… – Susurró al viento – Camus, falta poco para que regrese ¿Cómo estarás? ¿Ya me habrás olvidado? ¿Me esperarás? – Una lágrima recorrió su rostro – Solo un poco más, tan solo un poco más y regresaré a tu lado, solo espero que aun me estés aguardando…

 

Y las compañeras de la salina gota no tardaron en caer.

 

- Solo un poco más y te recuperaré mi amor…

Notas finales:

Salio un poco cortito... Pero ya casi, ya casi... 

¿Aioria podra confesarse? Ya lo sabremos.

Gracias por leer.


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