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Notas del capitulo:

Bueno les dejo el quinto capitulo. ya que tenia un ratito libre, aproveche a actualizar.

espero lo disfruten.

El sol griego brillaba en su máximo esplendor, bañando con sus haces de luz la totalidad del Santuario.

Aioros se había ofrecido esa mañana para encargarse de buscar los registros de nacimiento de su hermano y Camus, papeles que eran importantes para lo que se vendría. Y por supuesto Saga lo acompañaba, aunque no de muy buena gana, el gemelo había planeado pasar el día recostado en su cama, ya que la noche anterior había vuelto de una pequeña misión encomendada.

 

- Explícame un vez más por qué nos ofrecimos a esto – Dijo Saga con gesto resignado.

 

- Porque los queremos, los apoyamos y deseamos que todo salga tal y como lo planearon – Le dijo su ahora esposo, Aioros.

 

- Agregaría que son un par de tontos y que sí por ellos fuera, el casamiento sería un desastre – Se burló el gemelo mayor. Aioros estaba a punto de reprocharle cuando una voz, que pensaron salió de ultratumba, los sorprendió.

 

- ¿Quién se casa?

 

Un fantasma… No, un espectro o tal vez el peor de los Dioses enemigos…  No, ninguno de ellos se hubiera llevado tales caras de espanto. Se quedaron pasmados, estáticos, procesando lo que sus ojos veían.

 

¿Justo ahora?

 

- Mi… Milo – Dijo casi en un susurro Saga, como no creyendo que el rubio estuviera parado frente a ellos.

 

- ¡Vaya! No esperaba tan efusivo recibimiento – Dijo el heleno con sarcasmo.

 

- ¿Qué haces aquí? – Preguntó Aioros.

 

- ¿Qué, que hago? Regreso donde pertenezco ¿Qué les sucede?

 

- Claro, disculpa, pero es que como no regresaste cuando se cumplieron los dos años, pensamos que tal vez…

 

- ¿Qué estaba muerto? – Dijo incrédulo.

 

- ¡No! Solo que no regresarías…

 

- Para su desdicha, he regresado – Dijo ya molesto.

 

Estaba consciente de que no tendría un cálido recibimiento, pero que sus compañeros lo trataran de esa forma le molestaba. Aunque hizo eso de lado, estaba curioso por saber quien se casaba.

 

- Discúlpanos Milo, fue una sorpresa verte de repente, sólo estábamos conmocionados, pero es bueno saber que estás bien y de regreso – Dijo Saga, Aioros lo observó confundido ¿Era bueno?

 

- Como sea… No me respondieron, ¿Quién se casa? Acaso son ustedes, Shura… ¿Mu y Shaka ya se declararon? Porque no creo que sea Kanon – Trató de bromear, pero su sonrisa no duró mucho cuando vio los rostros de sus compañeros pálidos mientras se observaban indecisos en responder. Algo le daba mala espina, muy mala espina…

 

- No, nosotros nos casamos hace un año… Quien se casa es…

 

- Soy yo – Los tres buscaron al dueño de esa voz, que descendía hacia ellos. Era Aioria.

 

- ¡Aioria! ¿Cómo has estado? – Se alegró de verlo Milo – Con que eres tú, ¿y quien es la afortunada?

 

- Afortunado – Le corrigió – Te ves bien Milo, ha pasado tiempo – Dijo con la más cínica de sus sonrisas. Aunque por dentro se estaba desarmando.

 

- ¿Afortunado? – Milo sintió como si el mundo comenzara a caérsele ante sus pies, ¿acaso…?

 

Y la situación se volvió tan irreal, más por la voz harta extrañada, que Milo y todos escucharon.

 

Había llegado el momento.

 

- ¡Aioria! Te olvidaste el…

 

Y el cielo, la Tierra y el universo entero se desplomaron a sus pies.

 

- Camus… – El nombre del francés escapó de los labios de Milo.

 

Ahí, parado unos escalones más arriba, estaba el pelirrojo por quien soñó durante toda su ausencia.

 

Camus se quedó de piedra observando lo que él pensaba era un espejismo, uno muy cruel. Milo, su Milo, aquel por quien lloró, aquel a quien amó, estaba de pie a la salida de las Doce Casas, con su rostro de príncipe espartano, con sus turquesas de fuego, con su sonrisa de perdición ¿Era real? Su aliento pareció abandonarlo, el tiempo se congeló y su corazón vibró a un ritmo que sentía, no duraría mucho más.

El aire espeso, comenzó a envolverlos y la situación se tornó incomoda. Saga y Aioros querían huir de ahí, pero permanecieron, esperando las reacciones, y tal vez contener a Aioria.

 

- Milo, regresaste – Camus sonó quebrado, y se reprimió por eso.

 

- Si, ansiaba verte, te ves radiante…

 

Milo quedó desarmado por la mirada penetrante de Camus, no lograba interpretar que pasaba por su mente, quería tirar todo al diablo y correr a abrazarlo, besarlo, cargarlo, hacerle el amor y pasarse la vida entera redimiéndose.

 

Y Aioria, a un costado, sentía su sangre hervir, y las incertidumbres inundarlo. Ahora que Milo regresó, ¿Camus volvería a sus brazos? ¿Dejaría de amarlo? El terror se hacía presente a cada instante de silencio atronador.

 

Camus caminó sereno, y llegó hasta donde estaba Milo, estaban frente a frente, después más de dos larguísimos años.

 

- Es bueno que estés sano y de regreso Milo de Escorpio – Y le extendió su mano.

 

Milo miraba aquella mano y a su dueño, la estrechó, sintiendo que se desvanecía al volver a sentir el contacto con su piel.

 

- Gra… gracias…

 

Y el rubio quiso decir algo más, pero las palabras se murieron en su garganta, ante la fría mirada del aguador, esos ojos nunca le parecieron tan fríos como en ese momento. Y Camus ignorando a todos se dirigió a su futuro esposo.

 

- Aioria, solo bajé porque olvidaste la lista con los sastres que debes visitar – Le entregó la esquela y le sonrió, Milo pudo notar un brillo extraño en sus azules ojos.

 

- Gracias Camus, volveré en la tarde – A decir verdad Aioria no tenía la mínima intensión de marcharse y dejar solo (aunque sea unas horas) a su novio.

 

Quiso darle un beso, pero notó lo tenso que estaba Camus, así que sólo dio un suspiro y emprendió el camino al pueblo.

 

- Yo también me retiro – Dijo Camus y comenzó a subir.

 

- ¡Espera Camus! Te acompaño, ya que debo ir con Shion – Camus dudó un momento, después asintió y ambos, comenzaron el ascenso. No pudo dejar de pensar en lo irónico de que; su presente descendía y su pasado ascendía… con él.

 

- Aioros, espero equivocarme, pero… se aproximan problemas.

 

- Si Camus está seguro de sus sentimientos, no creo que deba haberlos – Dijo Aioros observando hacia donde había ido su hermano. Saga observaba perderse de su vista a quienes alguna vez compartieron un amor, que pocos conocerían…

 

**********

 

Iban en silencio, como dos completos desconocidos, Milo lo observaba de reojo buscando aquello que lo hacía distinto a como lo recordaba ¿Tenía el cabello más largo? ¿Estaba más delgado? ¿Qué tenía Camus ahora, que no tenía antes?

Estaba hermoso, a sus ojos el aguador era incluso más de lo que recordaba… Ese brillo en su fría mirada… Su mirada, había cambiado cuando se dirigió a Aioria, hasta juraba que lo había visto sonreír, con esa forma especial que tenía, curvando la comisura de sus labios hacia la izquierda.

 

¿Qué era entonces?

 

La lista de sastres…

 

Casamiento…

 

Sonrisas, miradas…

 

Milo buscó con el corazón apunto de salírsele del pecho la mano de Camus, y allí, en su dedo anular brillaba el anillo… Un anillo de compromiso.

 

Su pecho comenzó a contraerse con furia, mientras respiraba agitadamente y de manera rápida, se estaba hiperventilando. Se sujetó el pecho con las manos y cayó de rodillas. Camus se alarmó al verlo en ese estado y se arrodilló para ver que le sucedía, y Milo al sentir su presencia y el aroma de su piel se desvaneció completamente.

 

- ¡Miloo!

 

Despertó en su Templo, eso pudo reconocer cuando enfocó bien su mirada, su habitación estaba tal cual la había dejado. Giró su cabeza y vio que Camus estaba sentado a su lado en una silla.

 

- Despertaste, vaya susto me diste – Le dijo con suavidad.

 

- Disculpa, no sé que me pasó…

 

- Ya te revisó el medico, estarás bien, bueno yo me retiro ya que estás mejor – Amagó a levantarse pero Milo le sujeto el brazo.

 

- Camus… perdóname, no sabes cuanto lamento todo lo que sucedió entre nosotros, me fui pensando que era lo mejor, aunque no lo creas, me fui por ti, no quería causarte más daño… yo…

 

Camus mantenía sus ojos cerrados, tratando de mantener su calma.

 

- Así que fue lo mejor para mí… Creo que tienes razón, las cosas sucedieron por algún motivo, ya no estoy enojado contigo, esa etapa ya la superé Milo, no necesitas pedirme perdón, y sí eso quieres oír, está bien, te perdono, lo que pasó ya quedó en el pasado…

 

- Entonces, ¿nosotros…?

 

- Nosotros también estamos en el pasado…

 

- Te casarás con Aioria ¿No es así? – Dijo en un hilo de voz.

 

- Si… Aioria y yo estamos juntos.

 

Milo giró su rostro al lado contrario, tratando de procesar esas palabras, pero lo único que consiguió fue las lágrimas que desbordadas, comenzaban a caer de sus ojos.

 

- Vete – Dijo destruido.

 

- Milo no quiero que pienses que…

 

- ¿Qué, que? ¿Que disfrutas verme así?, ¿qué te regocijas ante mi patético estado? Corriste a los brazos a Aioria para vengarte ¿Es eso? – Las lágrimas eran tantas que se ahogaba en ellas.

 

- Jamás haría algo así – Hablaba lo más calmado que su corazón le permitía, pero también estaba afectado. Milo se incorporó de la cama.

 

- Yo aún te amo Camus, nosotros teníamos planes, íbamos a casarnos tener hijos, envejecer juntos…

 

- Y en algún momento entre tu engaño y tu partida, esos planes se rompieron… No quiero actuar como un mártir, pero sufrí mucho tu ausencia, pensé que moriría de dolor y soledad, hasta que descubrí, que no estaba solo, que tenía un amigo quien me apoyaba, y quien fue mi gran sostén en todo este tiempo…

 

- Tú querías lo mismo, me lo dijiste en varias oportunidades, habíamos soñado juntos…

 

- Y lo sigo pensando Milo, quiero casarme, tener hijos y envejecer con la persona que amó… – Hizo una pausa – Pero esa persona ya no eres tú, Milo.

 

- Camus, por favor… – Tuvo el impulso, la desesperación de arrojarse a sus brazos y tratar de fundirse en él.

 

Camus correspondió el abrazo, e inevitablemente comenzó a llorar. Y es que esa persona que tenía en brazos había sido su amor por años, había sido quien le enseñó absolutamente todo, y a quien amó incondicionalmente, su corazón aun latía de emoción al tenerlo tan cerca, pero ya nada era como antes.

Con suavidad lo apartó de su lado y limpió sus lágrimas con las manos.

 

- Tú me arrojaste a los brazos de otro, Milo… sólo yo sabré cuanto te amé, y soñé vivir el resto de mi vida contigo… Sólo yo sé cuantas noches pasé soñando que regresabas y me decías que me amabas, que me abrazabas y que ya nada más importaba – Las lágrimas de Camus caían limpias de su ojos, pero él se mantenía sereno – Pero fueron sólo eso Milo, sueños… las cosas no siempre son como quisiéramos – Se incorporó de la cama y caminó hacia la puerta – Sólo espero que tú también encuentres la felicidad, así como yo pude hallarla con Aioria. Te deseo lo mejor – Y salió de aquella habitación, dejando a Milo que en vida, estaba muerto.

 

**********

 

Desde que su vida había tomado color nuevamente, dejó de pensar en ese día. Dejó de pensar en que sentiría, en como actuaría, cuando Milo regresara, dejó todo eso de lado, en el pasado, porque Aioria le había demostrado que el presente era mucho mejor.

Pero allí se encontraba sentado en su cama con el semblante triste y los restos del reciente llanto. Verlo había sido un golpe bajo, y removió en su interior emociones que pensaba completamente superadas, al instante de cruzarse con su mirada nuevamente, todos los recuerdos vividos con Milo lo habían golpeado con una fuerza descomunal. ¿Qué le estaba pasando?

 

- ¿Cómo estás? – Aioria llevaba un buen rato observándolo en silencio, y viendo que su novio no había sentido su presencia, largo un suspiro y habló.

 

- Algo conmocionado… – No quería mentirle.

 

- Ambos sabíamos que tenías que enfrentarte a esta situación tarde o temprano, pero…

 

- Le dije que estamos juntos y que vamos a casarnos – Le interrumpió.

 

- Y lo dices como resignado ¿Lo estas dudando? – Aioria no quiso sonar tan enfadado, pero sus miedos no podían ayudarlo. Camus le dedicó una mirada ofendida – Discúlpame, creo que también estoy conmocionado.

 

- El que está dudando eres tú, yo te amo, lo que pasó con Milo ya es pasado, y no podemos evitar enfrentarnos, porque él también es un Santo Dorado y estará aquí, por lo que es mejor que te acostumbres a verlo todos los días – Dijo serio.

 

- Tú también deberías irte acostumbrando…

 

Aioria salió de la habitación, no quería discutir, no quería darle ese gusto a Milo. Y Camus desde adentro temió no poder acostumbrarse nunca a su presencia.

 

Aioria ingresó a Sagitario encontrándose con Saga, quien se encontraba sentado en el sillón de la sala, leyendo un libro. El castaño se sentó a su lado apoyando sus codos en sus muslos y tomándose el rostro con las manos. Saga dio un imperceptible suspiro y cerró el libro. No hacía más de media hora que habían regresado de sus diligencias con su esposo, por lo que buscaba un momento de tranquilidad, pero al parecer Aioria lo necesitaba.

No dijo nada, conocía al hermano de su esposo y sí se encontraba allí era porque necesitaba hablarle, por lo que aguardó el momento en que hiciera su descarga.

 

- Tengo miedo – Dijo al fin.

 

- ¿Hablaste con Camus? – Le preguntó con tono apacible.

 

- No, no quiero discutir, no quiero enterarme que aún lo ama, no quiero saber que me dejará y volverá con Milo – Se frotó el rostro con insistencia, perdiendo los estribos.

 

- Aioria, ¿Acaso no confías en Camus? – Si bien a Saga le preocupaba la situación, la desconfianza de Aioria le sorprendía.

 

- ¡Claro que confió en él! No se porque dije eso, todavía sigo algo impresionado.

 

- Deja que las cosas se calmen, que Camus se acostumbre a tener a Milo cerca, y que Milo asimile su relación – Saga posó una mano en su hombro – Aioria, tú y Milo eran buenos amigos, desde pequeños que se conocen y se estiman.

 

- Algo se quebró aquel día que se fue… Ya no es lo mismo.

 

- Intenta reparar esa relación, que ustedes se lleven bien será un gran alivio para Camus, y eso lo ayudará a llevarse bien con su pasado.

 

- ¿Alguna vez pensaste que no volverías a estar con mi hermano?

 

- Bueno, Aioros es muy perseverante cuando se propone algo – Le dijo con una sonrisa, de esas que Saga se guardaba sólo para cuando hablaba del arquero – Cuando él murió, me prometió que nos volveríamos a ver. Y yo pasé los siguientes años luchando contra mí mismo para mantener esa promesa – La mirada del gemelo se ensombreció en ese momento – Cometí muchas equivocaciones, muchas bajezas… Por lo que no me consideraba digno de estar con Aioros… Pero ya vez, en eso tu hermano tuvo la última palabra… Aioria, Camus te ama sinceramente, y sí se muestra confundido es tan solo porque su relación con Milo fue especial, y tú sabes eso, ellos estaban juntos desde niños, y vencieron muchos obstáculos y caminos truncados para estar juntos de la manera que estuvieron – Aioria no quería escuchar esa parte, pero todo lo que le decía Saga era cierto – Pero hasta los amores más fuertes se terminan desvaneciendo por el engaño… Fuiste paciente, cuidadoso y respetuoso de él, y Camus sintió todo eso, no olvides eso Aioria, tú eres su presente y futuro, Milo quedará con el recuerdo vivido, y él también tendrá que aprender a reconstruir su vida.

 

- Dices que te equivocaste y cometiste bajezas, pero Aioros te perdonó y hoy están juntos y casados… ¿Por qué sería distinto en ellos?

 

- Porque Aioros no es Camus, ni yo soy Milo, y nuestra historia nada tiene que ver con lo que ellos pasaron… Yo no me emborraché y me acosté con alguien siendo consciente – Tenía que decírselo lo más crudamente posible, así Aioria entendería. El castaño dio un suspiro, en eso tenía razón.

 

- Es cierto, disculpa la comparación, sé lo mucho que sufriste durante ese periodo… Gracias Saga, hablar contigo me ha tranquilizado – Le dijo con una pequeña sonrisa.

 

- Ve, ve con Camus, y háblale sinceramente, no dejes que haya dudas entre ustedes, mucho menos cuando están a punto de casarse Aioria.

 

- Sí, gracias – Dijo más animado cuando salió de Sagitario rumbo a Acuario.

 

Cuando ingresó al Templo de la Vasija, buscó a Camus, se encontraba en la cocina, el olor dulzor llegó hasta sus fosas nasales y supo que estaba por beber té. Camus lo tomaba con azúcar.

Camus observó el vibrar de la bebida con el movimiento de la cuchara, dio un sorbo degustando, le gustaba la combinación de té verde y frutas, se dio vuelta, y se topó de lleno con la figura de su novio, Aioria le sonreía, tomó la taza de té de entre sus manos y la depositó en la mesa, para después abrazarlo.

 

- Quiero pedirte disculpas, fui un bruto… No puedo hacerme una idea de lo que sientes, pero quiero estar a tu lado para apoyarte, como siempre – Camus enredó sus brazos en su cuello, y lo besó suavemente.

 

- ¿Quieres saber lo que siento? – Aioria asintió – Ansiedad… No veo la hora de dar el … Te amo Aioria, discúlpame también, es cierto, me sentí confundido, pero creo que es normal, no siento enojo, ni rencor hacia Milo, me alegra de que este bien, nada más.

 

- Eres una persona maravillosa ¿Lo sabías? – Dijo al tiempo que lo tomaba de los glúteos y lo alzaba. Camus se prendió del cuerpo griego.

 

- Tú lo eres… Tengo una sorpresa que comentarte – Aioria lo observó curioso – Mi padre llegará mañana – Eso si que sorprendió al castaño.

 

Camus era de los pocos Santos que tenía a alguno de sus padres vivos, Aldebarán y Shura tenían a su madre.

 

- Si que es una sorpresa, pensé que no vendría, al menos eso te había dicho él.

 

- Lo convencí, es una persona mayor y no le gusta salir de su Marsella, pero dijo que hará una excepción, además quiere conócete un poco más. Mañana iremos a recogerlo del aeropuerto – Camus tuvo que reír por la cara de espanto de su prometido – Tranquilo, le caerás bien – Y le dio un casto beso.

 

Podía ser que eso suceda, o que termine por resignarse. Aioria sabía de la adoración del papá de Camus hacia Milo. Las pocas veces que estuvo en Grecia, el rubio se llevaba su atención, y Milo siempre acompañó al pelirrojo a Francia, primero como amigos, después como pareja, alegrando el corazón del hombre, porque sus “dos hijos” estaban juntos… Suspiró.

Y justamente Milo había regresado, sin él presente, se le hubiera hecho más fácil.

 

- Eso espero – Y lo abrazó.

 

**********

 

“…Pero esa persona ya no eres tú, Milo…”

 

Esa frase retumbaba en su cabeza como taladro, Camus había dejado de amarlo y todo por su culpa ¿Cuán distintas hubieran sido las cosas, si no se hubiera marchado? Fue cobarde, lo fue y lo reconocía, había huido y no luchado por recuperarlo, había pensado en dejar que las cosas se enfriaran, que Camus asimilara la traición, y esperaba que a su regreso le diera la oportunidad de redimirse. Pero nunca pensó que Camus reconstruiría su vida.

 

¿Por qué no? Era lo correcto, además de ser el hombre más jodidamente hermoso sobre la Tierra, hombres no le faltarían, a Camus no le interesaban las mujeres. Fue un idiota al pensar que el aguador lo estaría esperando, que lo recibirá con los brazos abiertos y que le diría que todavía lo amaba con locura. Así como Milo lo amaba a él. Había soñado cientos de noches con la blanca piel, con su suavidad y exquisito aroma. Había soñado con sus besos, con sus ojos oscurecidos de placer, Milo había soñado cientos de noches con su reconciliación. Y no pensó en que el hombre a quien le había entregado el alma, ya no le pertenecía.

 

- No me la creí cuando Saga me dijo que regresaste – La voz lo sacó de su ensimismamiento. En el umbral de la puerta estaba recostado Kanon, de brazos cruzados.

 

- ¡Kanon! Es bueno ver un rostro amigo – Dijo sentado al borde de su cama.

 

- Los amigos avisan si se van por periodos largos, me tenías preocupado – Le dijo acercándose y abrazándolo después. Milo correspondió, un instante después se separaron y Kanon se sentó a su lado.

 

- Al parecer, eres el único que se preocupó por mí mientras no estuve.

 

- No, te equivocas, el que estén algo alarmados por tu llegada no quiere decir que no estaban preocupados por ti. Debiste regresar hace tiempo, incluso yo pensé que te había sucedido algo. Shion envió varios grupos de rescate.

 

- Le avisé a Shion que tardaría un tiempo más.

 

- Si, lo sé, el Patriarca me lo hizo saber, quedamos más tranquilos después de eso, nadie más se enteró, pensando que seguían las búsquedas – Se quedaron un momento en silencio, Kanon sabía el tema que vendría a continuación.

 

- Sinceramente, hubiera preferido no regresar, era medianamente feliz con mis sueños… – Milo se llevó las manos a su rostro, Kanon amagó a posar una mano en el hombro, pero se quedó donde estaba.

 

- ¿Qué esperabas que hiciera? Milo, siempre me sentí culpable de lo que sucedió…

 

- ¿Tú? No Kanon, aquí el culpable soy yo, yo fui quien lastimó y engañó a Camus, es solo que… No sé, nunca me hubiera imaginado que reconstruiría su vida junto a Aioria…

 

- El gato siempre lo quiso, eso lo sabes.

 

- Sí…

 

- Sufrió mucho – Milo lo observó – Camus sufrió mucho, los primeros meses parecía un muerto viviente, y hasta el Patriarca se preocupó. Los mocosos esos de sus alumnos lo visitaban siempre, y Aioria… Él fue quien estuvo todo ese tiempo a su lado – Kanon se calló viendo como su amigo comenzaba a llorar, y esta vez lo volvió a abrazar por los hombros – Ahora es tu turno – Le dijo. Milo levantó su mirada sin entender.

 

- ¿Mi turno?

 

- Si Milo, es tu turno de reconstruir tu vida, debes aprender a olvidar a Camus, así como él aprendió a olvidarte.

 

- Suena fácil – Dijo con ironía. Kanon le sonrió.

 

- No lo será, pero puedo ayudarte… – Y lo observó intensamente. Milo algo alarmado se removió inquieto de sus brazos y se apartó un poco.

 

- No te burles de mí, Kanon – Dijo algo molesto.

 

- No me burlo, es en serio… Yo estoy aquí contigo, si tú quisieras…

 

- ¡Kanon! Basta, deja eso, somos amigos, y sinceramente me asusta tu actitud… ¿No que solo te gustaban las mujeres?

 

- Así es, me gustan las mujeres… y tú – Milo abrió enorme sus ojos. Kanon comenzó a reír –  ¡Oye! No te espantes así, no es nada grave, no estoy enamorado de ti ni nada, pero bueno, como ahora estás solo…

 

- No es gracioso Kanon, acabo de enterarme que la persona que amo se casará con otro y tú me vienes a proponer una noche de sexo – Kanon rio un momento más y después de superado el ataque, volvió a la seriedad de siempre.

 

- Sé que no te acostarías conmigo Milo, pero no quiero verte sufrir, ¿No crees que dos años y medio fueron suficiente? Empieza a vivir de nuevo, y cuando menos te lo esperes habrás conocido a otra persona, y Camus solo pasará a ser un bonito recuerdo en tu memoria – Milo suavizó sus expresiones.

 

- No solo bonito, sino el mejor… Entonces, ¿No es verdad lo que me dijiste antes? – Kanon levantó sus hombros desinteresadamente.

 

- No perdía nada con intentarlo – Milo puso los ojos en blanco.

 

- Tú nunca cambias…

 

**********

 

El aeropuerto en Atenas estaba concurrido, miles de turistas y griegos corrían para alcanzar su vuelo, o descender de ellos. El papá de Camus llegaría a las ocho de la mañana. Aioria observó su reloj, ocho menos cuarto, habían llegado a tiempo. Le hubiera gustado usar su cosmos y velocidad para no tener que tardar, pero Camus prefería hacer todo al estilo clásico, a su padre no le gustaba mucho eso de los superpoderes, como le llamaba.

Había aceptado el destino de su hijo, lo había entregado a tan temprana edad para ser entrenado, pero seguía sin gustarle que su hijo arriesgara su vida.

Camus había muerto tres veces, y de ninguna se había enterado, no era un hombre tonto y sospechó la primera vez, cuando quiso comunicarse con él y Milo le había dicho que estaba en una misión importante y que tardaría en regresar, pero el francés mayor vio la inmensa tristeza en los ojos del griego, pero prefirió callar y la mentira a la desgarradora verdad.

 

Vieron en la pantalla que se anunciaba el arribo del avión proveniente de Paris. Aioria se puso nervioso, y Camus le tomó la mano para tranquilizarlo. Fueron hasta el recibidor, una gran cantidad de personas salían, y allí apareció Charles-Albert Lefebvre. Un hombre ciertamente mayor, con el rostro severo, semblante serio, y ojos azules que congelaban, ya sabían de donde Camus sacó esa especial mirada. El cabello negro, y la piel blanca, con las arrugas de los años vividos, era alto y delgado, a pesar de su edad, era un hombre imponente y elegante como todo francés.

En cuando divisó a Camus, éste ya venía a su dirección, dándose un abrazo de bienvenida.

 

- ¡Bonjour mon fils! Pero que bien te ves – Dijo en un casi perfecto griego, Camus sonrió.

 

- Gracias padre, ¿Cómo estuvo el vuelo?

 

- Ya sabes… en las nubes – El hombre posó sus ojos penetrantes en Aioria, que de inmediato se tensó.

 

- Papá, recuerdas a Aioria ¿No? Él es mi prometido – Dijo el pelirrojo, haciéndole un gesto al castaño para que se acercará.

 

- ¡Oh si! Él que siempre me preguntaba si los franceses eran todos serios y aburridos – Aioria se ruborizó hasta lo imposible, de niño era un idiota, pensó – ¿Lo comprobaste? – Le preguntó.

 

- ¿A qué? – Aioria se quería enterrar vivo, al tiempo que notaba como el hombre comenzaba a carcajear, eso lo confundió, y enarcó una ceja.

 

- ¡Vamos, no te pongas tan nervioso! Ven dame un abrazo – Y el hombre tomó a Aioria y lo abrazó fraternalmente. Aioria correspondió el abrazo observando por detrás del hombro francés a Camus que reía por la consternación de su novio, un momento después el hombre se separó y le palmeó la espalda – Gran muchacho, muy apuesto, me da gusto tratarte Aioria, espero y sean felices con mi hijo – El griego espera todo, menos lo que estaba viviendo, pensó que lo rechazaría, o lo trataría con desprecio o hasta y lo ignoraba.

 

- Gracias señor Lefebvre, soy muy feliz junto a Camus – Dijo ya más relajado.

 

- Charles, muchacho, que seremos familia, deja la cortesía para los ancianos – Y volvió a reír, ese hombre era todo un personaje y Aioria se contagió de su risa.

 

- ¿Nos vamos? – Dijo Camus, el hombre asintió y emprendieron el regreso al Santuario.

 

Camus había pensado en hospedarlo en algún hotel de Atenas o de Rodorio, que estaba más cerca, ya que no creía prudente que a su edad caminara todas las escalinatas hasta Acuario, incluso Leo le parecía demasiado. A Charles le pareció bien, pero de igual manera quería ir al Santuario, le gustaba ese lugar, y se sentía afortunado que siendo un simple humano, se le permitiera conocerlo.

Aioria manejaba su auto, su suegro iba en el asiento del copiloto y Camus en el de atrás.

 

- Hijo, espero y me visiten ustedes la próxima vez, yo ya estoy demasiado viejo para estos viajes tan largos.

 

- Así será papá, te prometo visitarte más seguido, ahora que estamos en periodo de paz.

 

- Así que periodo de paz ¿he? Pues la verdad me alegro, no me gusta ver que arriesgues tu vida, sus vidas. Son demasiado jóvenes y todo por delante.

 

- Justamente para eso luchamos – Dijo de repente Aioria captando la atención del mayor – Si luchamos arriesgando nuestras vidas, es para tener un futuro, lleno de esperanzas y sin maldad. Por eso estamos junto a Athena para defenderla, defender la Tierra, y darles a los seres humanos la paz que siempre han buscado, a decir verdad es un orgullo llevar esa responsabilidad – Charles sonrió.

 

- Eres una persona con sentimientos sinceros y puros, entiendo tus palabras y es por eso que dejé que Camus se convirtiera en Santo, estoy orgulloso de ello – Camus se sentía feliz y orgulloso de su novio y su padre.

 

El auto se estacionó cerca del Santuario, los ocupantes descendieron y comenzaron el ascenso hasta el sagrado lugar. Lo primero que se presentaba ante sus ojos era el imponente coliseo, donde algunos soldados rasos y Santos entrenaban en ese momento.

 

Kanon había convencido a Milo de entrenar un poco para desgastar frustraciones, el rubio de mala gana había aceptado, estaba indeciso pero cuando vio que ni Aioria ni Camus se encontraban ahí, suspiró aliviado, pero se entristeció después pensando que podrían estar durmiendo juntos.

 

- Estuviste más de dos años pateando traseros y no puedes con un simple golpe – Se le burló Kanon, dado que el menor había recibido un puñetazo que fácilmente pudo haber esquivado.

 

Pero Milo no respondió, y Kanon entendió después el por qué. A pocos pasos venían la feliz pareja y un hombre anciano, que vagamente recordaba como el padre de Camus. Tragó saliva y sus ojos volvieron a enfocar a su amigo que se incorporaba y se situaba a su lado.

 

- ¿Milo? – Dijo el padre de quien fuera su novio.

 

- Charles… – Dijo Milo con una amarga sonrisa.

 

- Pero mira nada más, que alegría verte – Y lo abrazó.

 

Milo se sintió la peor basura del mundo, Camus inclinó su cabeza para no encontrarse con la mirada del rubio. Aioria y Kanon intercambiaron miradas.

Notas finales:

Bueno no queda más que decir, gracias por leer.

Nos vemos en la proxima. Y ahora si ya no estare por aqui hasta el fin de semana (si todo sale bien)

Gracias por leer.


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