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Volver a Empezar por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

Este pequeño epilogo puede o no agradar, pero es el final que pense.

Aioria y Camus se amaron incondicionalmente en vida, y compartieron sus mejores años.

Pero ya era hora de cumplir con la promesa que Milo le hizo años atras.

El paisaje estaba cubierto casi en su totalidad por el blanco inmaculado, durante la noche había comenzado a caer una copiosa tormenta de nieve, misma que no se detenía aun a esas horas… Pareciera que el cielo lo estaba anunciando.

 

El tenue rayo de luz se coló por las hendiduras de su persiana, acariciándole el rostro, saludando su piel. Estiró un poco el cuerpo, sintiendo el crujir de sus huesos, no prestó importancia al reclamo que le dio debido al movimiento.

Giró hacia su izquierda, ya no hallando los brazos protectores de quien fuera su compañero, hacía años que ya no los encontraba, hacía años que la cama comenzaba a parecerle gigante. Pero con todo se encorvó sobre el lado que le pertenecía a él, recargando su cuerpo, mientras lo imaginaba dándole los buenos días.

Se había despertado melancólico, sabiendo que ya las cosas no regresarían, aun así, se permitió estirar sus arrugados labios en una fresca sonrisa, evocando cada día de su pasada vida junto a su amor…

 

Aioria descansaba en paz. Le había tocado su turno ya.

 

Lo sintió, supo que era él al momento de sentir la cálida brisa, imposible dada las condiciones climáticas, pero es que su tacto siempre lo había sido. Cerró sus ojos para perderse en aquella sensación de bienestar.

 

- Sí que te tardaste tus buenos años – Le escuchó decir. No abría los ojos aun, no lo hallaría después de todo.

 

- Tenía cosas que hacer todavía…

 

- Eres un hielo duro de roer… Cuando supe de la muerte de Aioria, pensé que ya llegaría nuestro momento… te tomaste treinta años más… Comenzaba a desesperarme…

 

- No podía dejarlos solos…

 

- Tus hijos ya están grandes, y tú los criaste bien…  – La intangible imagen sonrió – Debes estar muy orgulloso ¿No es así? Tirso de Acuario, hijo del legendario Camus de Acuario y de aquel gato pulgoso, nombrado Patriarca del Santuario… Y tu hijo menor custodia a Leo.

 

Camus sonrió con orgullo, un orgullo enorme.

 

- No te refieras a mi esposo de esa forma – Se quedó callado un momento, últimamente hasta hablar le dolía – Es increíble que sea tu hija la que custodie el Templo de Acuario ahora…

 

- Bueno… Me casé con una acuariana – Sonrió pícaramente – Cosas del destino…

 

- Eso no hubiera garantizado nada – Le rebatió el ya anciano francés.

 

- Por eso mismo, los Dioses quisieron que de alguna manera, sigamos unidos… Han pasado cien años ya… Quien diría que tuvieras tanta resistencia.

 

- Ahora sólo queda Mu… Y Shion que hace bastante se exiliaron en Jamir.

 

- Los lemurianos sí que son personas longevas… – La figura desvió su vista hacia el horizonte – Tus hijos están llegando, deben haber sentido tu cosmos disminuir, también siento como Hyoga e Isaak se acercan, a esos tampoco les falta mucho para acompañarnos – Dijo burlesco.

 

- ¡Milo! – Le retó.

 

- No faltará mucho tiempo para que el mal vuelva a atacar, ellos deben estar preparados.

 

- No creo que Hades intente nuevamente gobernar la Tierra.

 

- No será Hades, aquí entre nos – Dijo susurrando como si contara un secreto inconfesable – Lo tienen a raya en el Inframundo, Perséfone es una Diosa de temer… Y él que se jactaba de que el amor no existe y que sólo es una mentira – Se burló, pero luego volvió a su seriedad –  Pero hay muchos otros Dioses aguardando un descuido para tener una oportunidad…

 

- Sabrán llevar a Athena a la victoria – Dijo seguro.             

 

 - Creo que ya es hora… – Vio la tristeza en los azules ojos – Sé que estás triste por Aioria, él decidió descansar en paz y sin recuerdos, creo que no le gustaría la idea… Pero él esta feliz, compartió lo más importante contigo Camus, su vida, tu vida, tuvieron dos hijos maravillosos…

 

- Sí, son realmente maravillosos… lo he extrañado cada día de su partida – Se permitió derramar la lágrima para su adorado León.

 

- ¡Oye yo me fui antes! ¿No me extrañaste? – Fingió enfado.

 

- Lloré el día de tu muerte… Ese día tuve el agrado de conocer a tu hijo menor, solo conocía a Maya.

 

Camus volvió a sentir la cálida sensación en su rostro, sabía que Milo lo acariciaba.

 

- ¿Fuiste feliz?

 

- Inmensamente feliz – Dijo con una sonrisa – ¿Y tú?

 

- Lo fui, encontré una extraordinaria mujer, la amé mucho, y criamos dos maravillosos hijos…

 

- Me alegra saber eso…

 

- Pero ahora nos toca ser felices juntos… Sabes, quiero que lleguemos ya, para poder hacerte el amor – Camus notó la picardía en su voz, y soltó una carcajada, que lo cansó mucho.

 

- ¿Y los fantasmas hacen el amor?

 

- No lo sé, pero podemos averiguarlo ¿No?

 

- Podemos – Concilió.

 

- Además no somos fantasmas, seremos dos almas… Almas gemelas.

 

Camus levantó su mano sólo para enredarla en la incorpórea figura a su lado, cerrando sus ojos, mientras disfrutaba de las últimas imágenes que su viva mente le daría…

 

Su Armadura, sus alumnos, sus hijos y Aioria… Su Aioria.

 

Camus fue feliz.

Notas finales:

Despues de todo, si son almas gemelas, en algun momento deberian volver a estar juntas.

Camus no dejó ni dejara de amar a Aioria, pero le llegó el turno de vivir la muerte junto a Milo.

Espero lo hayan disfrutado, ahora si el fic esta terminado.

Puede que si no les guste, lo dejen en el capitulo anterior, pero me parecio un buen final para todo.

Gracias por leer.


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