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Camus y sus Griegos por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

Bueno les dejo el AU de esta pareja.

Espero lo disfrutren.

La primavera estaba en su apogeo, y el calor ya se hacía sentir, Atenas era así, Grecia era así, calurosa, muy calurosa, rara vez hacía inviernos fríos, de esos que calan en los huesos. Las personas disfrutaban en esos días para realizar sus caminatas diarias, sus actividades al aire libre, disfrutaban de la calidez que regalaban esas tierras mitológicas.

 

Dos amigas conversaban mientras iban a paso rítmico por la acera, una de ellas llevaba una botella de agua para calmar el calor, la otra una toalla para limpiarse el sudor. De risas y charlas, pasaron al estupor, cuando una ráfaga, empujó a una al suelo… – ¡Lo sientooo! – Se escuchó al vuelo.

 

—¡Maldición, maldición!—Se le escuchaba entre dientes, ya que llevaba un pequeño portafolio sujetado con sus dientes, y a la carrera se colocaba una chaqueta—.Quién me manda a ser tan imprudente… No vuelvo a hacerle caso a Ángelo nunca más… O no vuelvo a beber la víspera del viernes nunca más…

 

Dobló la esquina al trote y corrió lo más rápido que sus atléticas piernas le permitieron, tratando de esquivar a las personas, para no tener que atropellar a otra con su torpeza. Giró su rostro a la izquierda para comprobar que el semáforo le daba paso y continúo con su ardua maratón. La universidad estaba cerca,  sólo dos cuadras más.

Volvió a doblar a la derecha y ¡zaz! Papeles, portafolio y personas se desparramaron por el suelo.

 

—¡Disculpe, disculpe! Es que llevo prisa—gritaba mientras juntaba sus papeles y recogía los que le entregaban, sin mirar a nadie.

 

Cuando terminó de meter todo en el portafolio, salió corriendo.

 

—¡Oye espera!—Le gritaron.

 

—¡Lo sientooooo!—Se disculpó por milésima vez en lo que iba de la mañana.

 

En el baño de la universidad, se lavó el rostro y acomodó los cabellos largos, el flequillo estaba húmedo y pegado a su frente por el sudor que despidió en su maratónica llegada. Suspiró, era un desastre…

 

—Que remedio…

 

Llegó al salón, aliviado de ver que el profesor todavía no había llegado, buscó con la vista a su compañero quien parecía divertido ante su lamentable aspecto.

 

—¿Fuiste tragado por un huracán? ¿Qué te pasó? Eres un desastre.—Se le burló.

 

—Ni me lo recuerdes Ángelo, todo es tu culpa por querer terminar ese juego maldito y comprar tantas cervezas—decía, mientras tomaba asiento a su lado y se frotaba las sienes.

 

—Nadie te obligó a beberlas Camus.—Se defendió.

 

—Creo que en esta, le tengo que dar la razón.—Se sumó otra voz. Shura, otro de sus compañeros y amigos de “juerga”.

 

El de cabellos turquesas dio un resoplido de resignación, mientras se disponía a sacar los papeles del portafolio y acomodarlo ya que en su revuelta, los había metido sin orden alguna. Cuando sacó las carpetas y demás, notó con mucho horror, que faltaba algo importante: El trabajo final para esa materia.

 

—¡Oh, no! ¡Tiene que ser una broma!—revisó cientos de veces todas sus cosas, pero el trabajo allí no estaba—.Si lo metí, estoy seguro que puse la carpeta con el trabajo—Se desesperaba.

 

—Camus…

 

—¡Tengo que aprobar ésta materia o me quitarán la beca!

 

—Camus… el profesor llegó…

 

—¿Por qué a mí? Soy buen alumno, una noche que me descontrolo…—Se lamentaba casi al borde de un ataque, sin hacerle caso a sus compañeros.

 

—Señor Lefebvre…

 

—Sí profesor… Deme un minuto, sé que debo tener el trabajo—decía sin levantar la vista.

 

—Señor Lefebvre, escúcheme…

 

—¡Por favor! Yo lo traía.—Una carpeta se posó sobre sus narices, haciendo palidecer al joven francés.

 

—¿Es éste su trabajo?

 

Camus levantó su mirada, y casi se le olvida como respirar, cuando un hombre de semblante serio y enigmático le observaba. Llevaba su azulina y ligeramente alborotada cabellera larga, el flequillo y los mechones que caían a cada lado, enmarcaban su rostro de una forma elegante, resaltando unos fuertes rasgos y el verde profundo de sus ojos. Camus tragó grueso, ese no era su profesor.

El hombre curvó sus cejas y después carraspeó girando un poco su rostro. Camus pensó que tal vez se había puesto nervioso, debido a su inoportuna mirada.

 

—Sí, es… mi trabajo—dijo al fin.

 

—No me dejaste disculparme contigo, iba tan distraído buscando el edificio, que para cuando pude darme cuenta, ya habíamos chocado—dijo con una voz que le hizo temblar de emoción—.Y como saliste tan a prisa, te olvidaste ésto, que por lo visto era muy importante.

 

Camus no podía creer qué la persona que había atropellado a su carrera, era ese bello hombre enfrente de él.

 

—Muchas gracias, y soy yo quien le pide disculpas… Iba con prisa.

 

—Eso pude notarlo.—Le dijo con una sonrisa, haciéndolo sonrojar.

 

Luego giró y volvió a su escritorio.

 

—Camus…Deberías limpiarte la baba que derramaste por el profesor nuevo.—Le dijo por lo bajo Ángelo, a modo de burla.

 

—Si amigo, y esconde esos colmillos, que pareces bestia a punto de atacar.—Le siguió Shura.

 

Camus ni siquiera escuchó, absorto en la figura de ese perfecto adonis.

 

—Buenos días, el profesor Manigoldo no podrá presentarse por un tiempo debido a una operación que lo tendrá inactivo, así que yo seré su sustituto hasta que se reincorpore—hizo una pausa—.Me presento, mi nombre es Saga Argyropoulos. No se preocupen por sus trabajos, tengo entendido que eran los finales, esos los corregirá Manigoldo. Bueno, comencemos….

 

Para la mayoría de los presentes, la clase nunca fue tan entretenida como hasta ahora. Pasado las dos horas la clase culminó.

 

—Camus ¿Tienes un minuto? Me gustaría hablar contigo.—Le dijo Saga cuando se iba retirando junto a sus amigos.

 

Ángelo y Shura le hicieron muecas picaras, y se marcharon dejando a alumno y profesor solos en el salón.

 

—¿Dé qué desea hablar profesor?—Le preguntó con timidez.

 

—Es sobre tu trabajo, tuve el atrevimiento de revisarlo, y, aunque técnicamente es correcto, me temo que no alcanza—dijo serio.

 

—Me esforcé mucho en ese final… El profesor Manigoldo es muy exigente, un trabajo “correcto” no le será suficiente—dijo con pesadumbres.

 

—Lo sé, también fue profesor mío, de estudiante, y sé lo exigente que es—luego se calló un momento, para acomodar algunas cosas en su portafolio—.No es muy ético pero te puedo ayudar, si lo deseas…

 

Camus abrió sus ojos enormes, por un momento le pareció ver un chispazo de deseo en esas esmeraldas que llevaba por ojos.

 

—Me encantaría—dijo sin dudar.

 

—Esta tarde estoy libre, toma, esa es mi dirección, te espero y arreglaremos ese trabajo para que quede en condiciones…

 

Saga le sonrió y se marchó, dejándolo de piedra en medio del salón.

 

**

 

Cuando llegó a la dirección que le habían anotado, se encontró con una residencia elegante, de dos pisos, con balcones llenos de flores de todos los colores, y un jardín delantero, donde también había vegetación bien cuidada. Camus se lamentó, imaginando que esa residencia era muy familiar para una sola persona.

Pulsó el timbre, y el dueño de la casa no tardó en aparecer. Saga abrió, la puerta con una sonrisa, genuinamente alegre de que el galo haya decidido ir.

 

—Buenas tardes Camus, me alegra que hayas venido—dijo mientras le extendía la mano para saludarlo, el peli turquesa correspondió el saludo.

 

—En verdad estoy muy agradecido de su ayuda profesor Argyropoulos—dijo el menor.

 

—Saga, sólo dime Saga.—Y lo invitó a ingresar.

 

El lugar era tal y como se lo había imaginado, muy hogareño. El salón estaba lleno de fotos, retratos de los que parecían una familia, Camus vio una de ellas, en la foto se apreciaba a Saga junto a una mujer de cabellos lila y a un pequeño parecido a él.

Se entristeció, su bello profesor tenía esposa e hijo. Saga notó que la vista del francés estaba fija en la foto.

 

—Ese es mi hermano Kanon, es mi gemelo—le dijo al tiempo que tomaba el portarretrato y se acercaba al menor—Seguramente pensaste que era yo ¿No es así?—Se enterneció con el sonrojo de Camus—Ella es mi cuñada Saori y mi sobrino Aspros, Deuteros no quiso salir ese día en la foto, es muy bravo, también son gemelos.

 

—Entonces ¿Tú no estás casado?—Le preguntó

 

—No, no he encontrado todavía con quien hacerlo—le dijo mientras dejaba nuevamente el portarretrato en su lugar—.Bueno acomódate a tu gusto, regreso en un momento.

 

Camus tomó asiento en uno de los sillones que decoraban la sala, tomó del portafolio su trabajo, lo dejó en la mesa, y luego dejó el portafolio a sus pies, mientras aguardaba que Saga volviera. Se encontraba nervioso por saberse solos en esa casa grande, tenerlo cerca hacía que todo su cuerpo temblase por sentirlo.

 

Casi da un grito de terror, cuando unos brazos se cerraron alrededor de su cuerpo, paralizándolo. Pasado el pasmoso momento, sintió un cálido aliento en su nuca y un agradable aroma que provenía del hombre que lo tenía prisionero. Volvió a temblar por imaginarse lo que ocurriría.

 

—No puedes imaginarte las ganas que tenía de tenerte en mis brazos, desde que me miraste en el salón… eres hermoso Camus—pegó los labios en el cuello del francés que cerró sus ojos y jadeó—Di que me correspondes Camus, porque me volveré loco si no te tengo.—Le dijo ya completamente ronco.

 

—No puedo sacarte de mi cabeza… Imaginando todo lo que podemos hacer juntos.—Le dijo.

 

Saga lo tomó de los hombros para hacerlo incorporar y así poder devorar esos labios que lo dejaron enloquecido. Se besaron con fervor, y se tocaron por todos los rincones a los que sus manos tenían acceso. Saga lo apretó contra sí, y friccionó sus manos en las nalgas vestidas de Camus, las apretó con fuerza y frotó para que sus caderas se sintieran, para que el francés comprobara hasta que grado lo tenía a su merced.

Pasaba sus manos por los brazos y acariciaba sus dedos con los suyos. Se sonrieron, mientras las manos de uno despojaban de la vestimenta al otro. No pensaron en lo rápido del asunto, sólo se dejaron sentir.

Camus, de un empujón sentó a Saga en el sillón subiéndosele encima, con sus dedos comenzó a repasar cada pliegue entre esos torneados músculos que poseía como abdomen. Culebreó con su lengua sobre las tetillas, ensalivando todo el camino que las separaba, el griego respondía con suspiros cada vez más intensos, delirando por lo que ese joven comenzaba a provocarle.

Se bajó de su regazo sólo para seguir explorando la piel tersa de su profesor, pasó su lengua por el vientre, mientras sus manos separaban los muslos, mordió uno, luego el otro, lo tomó de las manos para que se incorporara, mientras el galo arrodillado en el suelo se paseaba con sus labios por las piernas de Saga, quien increíblemente había tomado la postura pasiva en el asunto, abandonándose al mero goce que le brindaba el francés, le acariciaba los cabellos y de vez en cuando volvía la vista hacia abajo, sólo para encontrarse con los azules y profundos ojos de Camus fijos en él.

 

—¿Qué más te imaginaste?—Le preguntó con una media sonrisa cargada de deseo.

 

—Lo increíble  que es tu sexo.—Le dijo mientras se lo metía a la boca sin ningún pudor.

 

A Saga le temblaban las piernas, se encorvó un tanto, sujetándose del hombro de Camus para no desfallecer en ese momento, por la experiencia que estaba viviendo. En su vida había estado con un hombre tan directo y atrevido como Camus y eso lo llenaba de placer.

Gemía, mientras echaba su cabeza hacia atrás y apretaba el hombro que sujetaba. Camus se esmeraba en probar ese miembro que le sabía a gloria, no le cabía del todo en la boca, por lo que se ayudaba con la mano para hacer mejor las succiones. Su propio sexo palpitaba apresado entre sus muslos, al encontrarse hincado, por lo que presionando un poco más sus piernas se frotaba para darse placer mientras seguía con su faena.

 

—Camus… voy a…—dijo en un grito.

 

Saga trató de apartar al francés, quien al sentir la primera oleada cálida, sacó el miembro de su boca para terminar con el resto de la simiente en su rostro, ante la mirada completamente dilatada de Saga, quien por poco y vuelve a acabarse ante tan pornográfica imagen.

Le extendió su camisa para que se limpiase mientras se dejaba caer en el sillón y trataba de  recuperar algo de la cordura perdida. Pero Camus no pensaba detenerse allí, ese hombre había activado su lado más salvaje, ansiaba tomarlo para morirse en él.

 

—¿Cansado?—dijo sentándose a su lado.

 

—Eres increíble.—Le respondió mientras sonreía.

 

Volvieron a besarse incapaz de acallar ese fuego que comenzaba a quemarles por dentro. Comenzando con una sesión de nuevas y más provocadoras caricias, sobre el cuerpo cubierto de sudor. Saga entreabrió los ojos y volvió a encontrarse con esos ojos azules que se le clavaban en el alma, dándole a entender sus nuevas ambiciones y deseos, y él se las permitiría todas, estaba completamente loco por lo que vivía junto a ese francés de aspecto delgado y recto, coraza que envolvía a la más ardiente de las bestias placenteras.

 

Sacó del cajón de la mesa, sobre el costado del sillón el preservativo “extra lubricado” decía en la caja, y se lo entregó con una sonrisa cargada de deleite. Camus lo tomó y sin dudarlo se lo colocó mientras Saga se acomodaba de rodillas en el sillón sujetándose del respaldar y abriendo sus piernas para darle total albedrío sobre su cuerpo. Camus, maravillado por esa ancha espalda, y por las gotas atrevidas que iban a parar en su trasero, resopló con ardor. Jugueteó con el orifico, circulando su dedo, sintiendo para su propio goce, como ese hombre se retorcía y gemía impaciente por tenerlo dentro. Hundió un dedo, luego dos... tres… Camus mordió sus labios por lo responsivo y dilatado que era ese canal, y los gemidos graves y furiosos que daba su amante ante sus caricias.

Fue su propio miembro quien respondió por él, al vibrar de emoción por hundirse definitivamente, así que posicionándose entre esas blancas piernas, arremetió contra ese seductor ano que lo llama a poseerlo.

Camus dio un ronco jadeo de satisfacción cuando lo penetró, mientras Saga se aferraba al sillón acallando el grito de dolor y placer que ese exquisito miembro le provocó. No se detuvieron, ni pensaban hacerlo, comenzando con una salvaje embestida que movía el mueble donde estaban ubicados. Golpetean sus caderas, y se enterraban en el paraíso, no queriendo escapar nunca más. Gimiendo con fuerza, Saga le apretó el brazo.

 

—Tócame Camus, por favor.—Le pidió desesperado por atención

 

Deliraban entre los jadeos, la mano francesa se encargaba de masturbarlo quedando ensamblados perfectamente para poder compartir besos y aliento caliente, que se escapa desde lo profundo de sus entrañas.

Saga contrajo todos sus músculos mientras gruñendo volvía a derramarse, Camus ahogó su grito en el hombro mordiéndolo por la desquiciada necesidad de gritar con fuerza.

 

El acto terminó, se observaron en relativa calma, y con confianza se abrazaron para compartir unos besos balsámicos.

 

—Mañana estoy libre a la tarde, podemos terminar el trabajo que quedó pendiente—dijo Saga con una enorme sonrisa.

 

Camus no necesitaba pensarlo dos veces.

Notas finales:

¿Que les pareció? XD

Nunca fui de expresar muy bien el lemon... aunque creo voy aprendiendo :D

Si no hay inconvenientes, en la semana estaré actualizando la siguiente pareja, que seria Con Milo...

(El mejor para lo ultimo *cofcofAioriacofcof*) XD

Gracias por leer, y por los review, son hermosos!! 


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