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Camus y sus Griegos por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

Bueno tendría que publicar la historia de AU de Milo y Camus. Pero siendo un día especial, publico en el día de su cumpleaños este fic.

Va dedicado especialemte a Karori, quien quería de la pareja.

Espero lo disfruten.

¡FELIZ CUMPLEAÑOS ARQUERO HERMOSO!

Camus se movió con agilidad esquivando un golpe lumínico que ese ser hecho de luz lanzó contra su cuerpo, corrió por las cavernas, tratando de no caer en los pozos que se encontraban alrededor, no sabía cuán profundos podrían llegar a ser. Se internó más en las grutas, aventajándose de su adversario, siendo lumínico podía ver cuando iba a atacar, pero el sujeto se movía con gran velocidad.

 

—¡Cuidado Camus!—Le gritaron desde el otro lado de la gruta.

 

El galo reaccionó a tiempo para agacharse antes de que aquel rayo lo atravesara.

 

—Maldición, ¿Qué es esa cosa?—observó hacia arriba y vio unos picos de rocas sobresalientes—Aioros ¡Las rocas!—Le gritó.

 

Su compañero entendió y lanzó su Rayo Atómico directo sobre los picos, que comenzaron a desmoronarse y desprenderse de las rocas que formaban el techo de la cueva. El sujeto esquivo con agilidad esos picos, pero éstos sólo representaban una distracción, Camus lanzó varios Anillos de Hielo que inmovilizaron al ser, y Aioros le lanzó su Flecha, atravesándolo.

Un grito que pareció sonar de todos lados, menos de su adversario, hizo temblar por completo el lugar, mientras ése ser explotaba lanzando miles de haces de luz a todas direcciones.

 

—¡Oh, no!—gritó Camus, viendo que el lugar se desmoronaba sobre sus cabezas.

 

—¡Camus, hay que salir de aquí!—Le gritó el griego.

 

Y haciendo uso de su velocidad de luz, pronto se encontraron fuera de la gruta, la cual hacia estremecer la montaña entera, y las aguas a su alrededor se agitaban.

Camus utilizó su Ataúd de Hielo para sellar todas las entradas y así evitar que el lugar produjera un sismo, y también previniendo la salida de otro ser misterioso.

 

Se arrojaron en la costa exhaustos, y algo consternados. La misión sólo era de exploración, pero ése ser había salido desde el interior mismo de las rocas, atacándolos, no sabían qué era, ni a quién respondía, pero debían reportarlo de inmediato. Por lo pronto habían detenido el peligro, aunque no sabían si representaba otro más grande.

 

—Estuvimos cerca… ¿Qué habrá sido eso?—dijo Camus sentándose en la arena.

 

—Sea lo que sea, debemos tener cuidado por nuevos ataques ¿Te encuentras bien?—Le preguntó viendo que Camus sangraba de una ceja.

 

—Sí, es sólo un corte, alguna roca logró golpearme, nada importante—dijo viendo como Aioros se quitaba la banda roja que siempre traía en su cabeza y la sumergía en el agua para luego sacarle la diadema y pasarle la tela por la herida y así limpiarla.

 

—Aunque sea un simple corte hay que limpiarlo, no querrás que se infecte—dijo mientras ataba la banda sobre la herida—.No te queda nada mal—dijo con una sonrisa a lo que Camus se ruborizó.

 

—Gracias…—dijo apenado.

 

—Tienes un gesto muy gracioso en el rostro—Le dijo mientras lo observaba con diversión—, tu ceja partida se abre y te sale un hoyuelo aquí—Le señaló el lado izquierdo de la comisura de sus labios, Camus se alarmó ante el contacto y la cercanía.

 

Aioros se arrojó de espaldas y se recostó sobre la arena, cruzando sus brazos por detrás de su nuca.

 

—Sí, Milo me ha dicho lo mismo en varias oportunidades, dice que es el gesto más marcado en mí…

 

—Ustedes dos se llevan muy bien… Recuerdo cuando eran unos niños, siempre haciendo travesuras… ¿Siguen haciéndolas?—Le preguntó al tiempo que giraba su rostro y lo volvía a observar. Camus se ruborizó todavía más.

 

—No, ya no somos niños, las travesuras quedaron de lado—dijo tratando de sonar serio.

 

—Creo que entiendo, ¿Son pareja?—Está vez Camus combinó el color de su rostro con el de sus cabellos.

 

—¡No! No, sólo somos amigos, bueno en realidad Milo es mi mejor amigo, y yo lo soy para él, pero nada más… Milo está interesado en otra persona—dijo imitando la postura de su compañero.

 

—¡Oh! Disculpa, no quise ser indiscreto… siempre pensé que ustedes, bueno, es lo que parece cuando están juntos—dijo algo apenado, a lo que Camus soltó una risita suave.

 

—Milo es cariñoso con las personas que estima, lo es conmigo y con Aioria…

 

—Y con Kanon… Creo que ahora comprendo—sonrió—Al menos el gemelo le corresponde—Camus lo observó.

 

—¿Tú y Saga…?—Se animó a preguntar. Aioros se echó a reír con ganas ésta vez.

 

—No, al igual que tú y Milo; nosotros somos buenos amigos, aun estamos tratando de limpiar asperezas. Bueno Saga es el que sigue lamentándose, yo no tengo rencores, siempre estuvimos juntos y no me agrada la idea de que eso cambie, Saga es importante para mí...

 

Un silencio se instaló entre los Santos. Fue raro verse en una amistad, pero la realidad era que se llevaban muy bien, tenían muchas cosas en común y desde la primera misión juntos, sintieron la química. Ahora con varias misiones en sus hombros, ya se adelantaban a los pensamientos del otro y sus movimientos eran perfectamente sincronizados.

 

—Creo que ya deberíamos regresar—dijo Camus rompiendo el agradable silencio.

 

—De acuerdo—Ambos se incorporaron y dispusieron a marcharse—.Oye Camus ¿Cuál es tu fruta favorita?—Le preguntó de repente el griego, Camus arqueó una ceja consternado y Aioros sonrió satisfecho—Hice que apareciera otra vez—Le sonrió más ampliamente ante el desconcierto de su amigo—, tu hoyuelo, apareció otra vez, me gusta como te sienta.

 

Camus desvió su mirada al frente para que no se notara su enorme sonrojo, carraspeó un poco y tomando su siempre postura de seriedad le respondió.

 

—Bueno, me gusta mucho el melocotón, creo que es mi fruta favorita—Le sonrió y comenzó a andar.

 

Aioros rio por lo bajo y le dio alcance.

 

**

 

Camus se encontraba entrenando con Aioria esa mañana, el día anterior cuando arribaron de nuevo al Santuario dieron un detallado informe al Patriarca quien envió a un grupo de soldados a vigilar esa entrada, mientras averiguaban qué podía ser, tal vez sólo se trataba de un guardián del lugar, y como los Santos habían invadido su territorio, sólo se defendió, empero no podían descartar que fuera algo más peligroso.

 

Camus lanzó un golpe y Aioria Inclinó su cabeza para esquivarlo, pero al moverse un objeto se estrelló contra su cabeza.

 

—¡Auch! ¡¿Quién fue el idiota?!—dijo molesto.

 

—¡No llames idiota a tu hermano!—dijo Aioros acercándose a ellos, con una bolsa de papel en su brazo—Disculpa, no quise lastimarte, se la había arrojado a Camus.

 

El francés se sorprendió al ver la fruta en manos del griego menor.

 

—¿Un melocotón?—preguntó Aioria extrañado.

 

—Bueno, fui por algunas cosas al pueblo y recordé que dijiste que te gustaban, por lo que te traje uno—Le sonrió el de ojos verdes, Camus volvió a ruborizarse.

 

—No debiste molestarte Aioros, pero gracias por el gesto—tomó la fruta de manos de su amigo, Aioria entrecerró los ojos, ahí sucedía algo más.

 

—De nada y no es ninguna molestia, voy de subida, nos vemos después—Ambos se despidieron del arquero.

 

Aioria observó a Camus quien seguía fijo en las escaleras.

 

—¡Estás enamorado!—gritó otra voz que se acercaba al par. Camus y Aioria voltearon a ver, era Milo.

 

—¿Qué dices?—Camus se sorprendió de esa declaración.

 

—Digo mi amigo que a ti te gusta Aioros… ¿No lo crees así Aioria?—El pelirrojo abrió sus ojos sorprendido y descubierto.

 

—Ahora que lo dices… Está ruborizado…

 

—Y sus cejas partidas se levantaron…

 

—Y le salió el hoyuelo…—Los griegos comenzaron a reír por el nuevo gesto de su amigo, para nada amistoso.

 

—Par de idiotas—Les dijo, dando media vuelta para comenzar a subir a su Templo. En su mano llevaba la fruta.

 

Se encontraba en la cocina de su Templo sentado y con los brazos cruzados sobre la mesa, tenía el mentón apoyado en estos. Observaba la fruta que se encontraba en el centro de la mesa ¿Significaba algo? ¿O sólo fue un gesto amable por parte del castaño? Aioros era una persona demasiado amable y siempre atenta, por lo que darle demasiada importancia a una fruta le estaba pareciendo ridículo. Pero por otro lado, no podía comerla porque era un regalo de él.

Se rascó la cabeza, se incorporó, caminó unos pasos y fue a apoyarse sobre la encimera, esa condenada fruta lo estaba torturando… ¿Qué significaba?

 

—¿Qué…?

 

—¿Camus…?

 

El francés dio un respingo cuando vio a Aioros sobre la entrada de su cocina. El castaño lo observaba entre divertido y curioso, y él se sentía un idiota al verse descubierto.

 

—Aioros, disculpa, no te escuché entrar…

 

—Me anuncié, pero al parecer estabas muy concentrado… ¿Pensé que te gustaban?—dijo tomando el melocotón—Había elegido el que me pareció más jugoso… Y a decir verdad, éste me recordó a ti, porque tiene esas tonalidades rojas que se parecen a tus cabellos—Aioros se acercó a Camus y tomó un mechón de cabello entre sus dedos—¿Ves? Es igual…

 

Camus estaba de piedra ¿Desde cuándo le parecía tan atractivo? Esos ojos verdes oscuros, que eran resaltados por el increíble bronceado natural de su piel, los rizos castaños que le daban un aire salvaje e inocente a la vez… Tragó saliva, y sus mejillas le ardían.

Aioros lo observó directo a los ojos, estos parecían sonreírles también, todo en Aioros era una sonrisa pura, incluso él sonreía más cuando lo tenía a su lado…

 

¿Milo tenía razón?

¿Estaba enamorado de su compañero de misiones?

 

Sacudió su cabeza tratando de calmar sus emociones, que comenzaban a consumirlo. La cercanía de ese hombre lo ponía en alerta, su olor le llegaba hasta el cerebro y transmitía descargas eléctricas a todo su cuerpo… Y esos labios…

 

—Esperaba…—dijo con la garganta cerrada, hasta tragar se le hacía difícil—esperaba compartirla… contigo…

 

Y Aioros brilló, brilló aún más intensamente que ése ser al que se habían enfrentado. Aioros se ruborizó al sentirse como un adolescente ante la persona amada… Es qué en cierta forma él lo era. Era un joven de catorce años, en el cuerpo de un adulto. Bilógicamente ahora tenía veintinueve, pero él no podía olvidar que su vida había acabado catorce años atrás, y en sí no había madurado lo suficiente, por eso creía que no podía llegar a estar con ese francés que transmitía una madurez tremenda, todo Camus era maduro y sensato. Un hombre con todas las letras, y toda la belleza…

 

Su cuerpo se movió sin voluntad, acercándose, para poder oler los cabellos, Camus se alarmó cuando la nariz de Aioros rozó su oreja, erizando la sensible zona de su nuca, con la respiración intensa de ese hombre, para cuando se percataron, ambos estaban a escasos milímetros de distancia, observándose intensamente.

 

—Camus… me gusta tu hoyuelo.—Le dijo con su perenne sonrisa.

 

Posó sus labios sobre la comisura de los finos labios franceses, allí donde se producía la hendidura que tanto lo enloquecía y Camus tembló de emoción y ansias, y todo el aire de sus pulmones fue vaciado en un intenso jadeo, cuando la lengua del castaño recorrió todo el pequeño orificio.

Giró un poco su rostro para atrapar los labios y compartir un primer beso algo torpe por las emociones al extremo que sentían. Aioros tomó de la cintura a su compañero y Camus enredó los brazos en el cuello, produciendo una descarga en ambos cuerpos cuando se vieron completamente pegados.

Camus abrió su boca y la lengua griega por fin invadió territorio galo, y lo conquisto sin esfuerzo, su compañera  se rindió al estimulante baile, al excitante intercambio de saliva y a los sugerentes choques con sus dientes. Ese beso los estaba enloqueciendo.

 

Instado por el placer, Aioros tomó los glúteos de Camus y lo elevó para sentarlo sobre la encimera, mientras abría sus piernas para ubicarse allí, los brazos le acariciaban de arriba abajo la espalda, colándose entre la playera, sintiendo esa tersa piel, enloqueciendo por ese simple contacto. Chocó sus pelvis, se frotó contra el francés, quien enredaba sus dedos en la cabellera y daba suaves jalones, provocando gruñidos que lo atizaban más.

 

—Aioros… Yo…

 

—¿Quieres estar conmigo Camus?... ¿Lo deseas tanto como yo?—dijo pasando su lengua por el cuello, al tiempo que le elevaba los brazos para retirarle la playera.

 

—Sí… Lo deseo… Te deseo Aioros—jadeó.

 

El castaño se inclinó para seguir con su recorrido y pasar su lengua por el pecho, donde dio lengüetazos a los rosados y duros pezones, Camus gimió y se apoyó con las palmas en el mármol de la encimera, mientras arqueaba su espalda y se dejaba hacer, lo estaba disfrutando demasiado, y su entrepierna ya comenzaba a doler. Una mano la rozó, Aioros se había incorporado sólo para sacarse la molesta playera, y Camus se deleitó con ese cuerpo griego, un cuerpo aguerrido, con cicatrices de guerra que le daban un aire indomable a ese hombre que lo volvía loco. Se observaron un momento, Aioros tomó la fruta de la mesa, he hizo que Camus le de un mordisco, luego se pegó a sus labios con un beso chorreado.        El trozo de fruta danzaba entre sus lenguas y el sabor le daba aún más dulzor al ardiente beso.

El castaño pasó el melocotón, con la parte de carne expuesta, por el cuello y los hombros de Camus, se lo fregó con movimientos circulares sobre los pezones, el pelirrojo deliraba por ese frío y suave contacto, la fruta se esparcía por su piel y el olor lo embriagaba… Luego fue la lengua del arquero.

Aioros comenzó a lamer todos los restos de fruta por sobre el cuello y pecho de Camus, mientras acariciaba la entrepierna por sobre las telas de su pantalón, el miembro de Camus vibraba apresado, llevó sus manos a los hombros de Aioros y los acarició bajando por sus brazos y volviendo a subir para abrazarlo, y llenarse de un nuevo beso.

 

Tomó el pantalón de Aioros y lo deslizó por sus piernas, mientras se incorporaba de la encimera y dejaba que las manos del griego lo despojaran también del suyo. Desnudos se observaron y sonrieron con el corazón acelerado y el fuego en sus rostros, las pieles ardían y necesitaban sentirse. Se abrazaron, y acariciaron con dulzura, apaciguando el desenfrenado momento de hace unos instantes.

 

—Me gustas mucho Camus… No quiero que sientas que esto es sólo sexo… para mí no lo es—Le dijo con suavidad dándole tiernos besos en el hombro derecho.

 

—Lo sé, tú también me gustas Aioros…

 

Azules y verdes se observaron, viendo la verdad en esas iris hermosas, de joyas que en esos momentos compartían con mismo deseo, querían pertenecerse, amarse recorrerse y conocerse hasta lo más íntimo.

Los miembros chocaban, produciendo vibraciones que escapaban de sus labios, Aioros lo giró, Camus apoyó sus palmas en la encimera y sintió como los labios del castaño recorrían su espalda, y sus manos acariciaban su pecho, se sentía increíble,  echo su cabeza hacia atrás, gimió.

 

Aioros tomó su sexo y comenzó a acariciarlo suavemente, sus labios ahora recorrían sus muslos internos y su mano se esmeraba en abarcar toda la longitud de ese rosado pedazo de carne. Metió su cabeza por los muslos, Camus tiró su cadera hacia atrás y dejó que esa boca lo transportara lejos, cuando sintió la humedad engulléndolo. Gimió con fuerza abrió sus piernas y Aioros bajo él, succionaba con fuerza el miembro, de vez en cuando dejaba su faena para besar y dar suaves chupadas a los testículos, logrando que Camus gritara ahogadamente. Las piernas comenzaron a flaquearles y su vientre comenzaba a sentir los espasmos del orgasmo.

 

—Aioros…

 

El griego se incorporó, lo abrazó por la espalda y movió sus caderas de manera circular sobre sus glúteos, rozando su miembro duro sobre su entrada. Camus giró el rostro y besó mientras los dedos del arquero se perdían entre el pliegue de su trasero.

 

—Necesito más de ti Camus…—Le susurró desesperado. Y Camus asintió con la misma necesidad.

 

Con un brazo tomó la pierna izquierda de Camus, por el pliegue detrás de su rodilla y la elevó, mientras se ayudaba con su otra mano a introducirse en el francés. Cuando la punta de su miembro se introdujo en la masculina entrada, lo soltó y tomó la cadera de Camus, quien seguía con sus dos palmas sobre el mármol. En esa posición comenzó a penetrarlo suavemente, jadeando por el apremio, y escuchando como Camus suspiraba efusivamente por la mezcla de dolor y placer.

 

Ambos gimieron cuando se encontraron unidos. La mano soltó la cadera y se enredó con la de Camus, así, comenzó a moverse. El aliento le quemaba la oreja al galo, que gemía sufridamente y de vez en cuando soltaba un Aioros suave y sensual que enloquecía al griego de ojos verdes.

 

La cabeza de Camus inclinada hacia atrás, los ojos cerrados y la boca abierta era un espectáculo que Aioros tenía sólo para él, ese sentimiento lo hizo vibrar, y moverse con más fuerza, golpeaba sus muslos, y sus testículos rebotaban contra el francés.

La posición comenzaba acalambrarlo por lo que salió con suavidad de Camus y bajó su pierna, buscó una silla se sentó en ella e hizo que Camus se sentara sobre él de espaldas. El miembro volvía a introducirse en el pelirrojo que subía y bajaba ayudado por las manos de Aioros, el vertiginoso vaivén pronto cobró un ritmo fuerte y candente que los hacía gritar, Aioros sentía que no duraría mucho más, cada estocada amenazaba con ser la última, por lo que tomó en sus manos el miembro de Camus y comenzó a masturbarlo. El francés apoyó toda su espalda en el pecho del griego y se movió sacando casi al completo el sexo y luego introduciéndoselo completamente. La sensación era exquisita y lo llenaba de un sentimiento de saciedad que nunca había experimentado.

 

Pronto sus músculos al completo se tensaron y el calor bajó desde su pecho hasta su vientre y explotó en su sexo derramándose en la mano de Aioros, mientras seguía moviéndose por resonancia, haciendo que Aioros gruña con intensidad y libere un grito grave antes de vaciarse en el interior de Camus. Lo abrazó con fuerza y besó el cuello, mientas las respiraciones se calmaban, se mantuvieron unidos por esos instantes.

 

—Sabes Camus—dijo mientras el francés se incorporaba, de su posición, sólo para sentarse en su regazo nuevamente pero de frente, y poder compartir dulces y tiernos besos—, creo que el melocotón es mi nueva fruta favorita.

 

Dijo con una sonrisa enorme, esa misma que adoraba Camus y que hacía aparecer al instante ese pequeño hoyuelo capaz de enamorar aún más al griego de ojos verdes que tenía a su lado.

Notas finales:

Espero lo hayan disfrutado. 

Gracias por leer


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