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Camus y sus Griegos por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

Aquí estoy con el siguiente capitulo de esta ardiente pareja.

Ya lo tenía escrito, por lo que me decidí a subirlo. A quienes lean "My Way" Estaré actualizando en estos dias, como no he tenido tiempo, no me he sentado a terminar el capitulo y corregirlo. Tambien porque en mi ciudad hace un calor de los demonios! y como buena acuariana, no lo soporto, por lo que me pone de mal humor, que ni escribir me calma XD

Bueno, sin más, espero les agrade la lectura.

Siendo una era donde la digitalización lo es todo, y que en internet puedes hallar de películas mudas hasta el último estreno del año, la vieja tienda de video del barrio era sólo eso… una vieja tienda.

Claro que traía las novedades, los estrenos y los nuevos formatos de reproducción. Pero tenía ese misticismo de la vieja escuela, el negocio de su padre quien amaba el cine y era conocedor de tanto que a veces se sentía un ignorante.

Había tomado el turno de noche, cuando las personas más se acercaban a la tienda. Tres, cuatro, tal vez diez en sábados… Todo iba en decadencia, y lo sabían, pero trataban de mantenerla, era su tienda, veinte años dedicados a ella, su padre la adoraba y él no lo entendía… le gustaba el cine, pero no era fanático.

Era jueves en la noche, dos personas escogían entre la de acción y la de terror, le preguntaron por cuál debían decidirse, cuál era mejor… Sin mucho ánimo les recomendó la de terror, buenos efectos, excelente banda de sonido y la actuación era acorde a lo que se esperaba de ella, en fin, un buen film.

La pareja se fue satisfecha y él quedo solo nuevamente en esa tienda.

 

Salió de detrás del mostrador para recorrer los estantes con las muestras de portadas que se ofrecían al público, tres estantes dedicados a las de acción otros tantos al terror y así todo catalogado según su genero; romántico, comedia, clásicos… y detrás de una pequeña cortina, el cartel de “adultos”, películas triple X.

Volvió su vista hacia los clásicos, tomó algunos títulos, los leyó y sonrió, dejándolos donde estaban, pero inmediatamente volvió a tomarlos, y acomodarlos. Esos clásicos estaban caratulados como  “cine clásico francés”. Títulos tan raros como las clasiquísimas Le Voyage dans la Lune, Le Diable Noir, Mauprat y otros tantos que ni siquiera conocía. Directores como Georges Melies,Jean Epstein o Germaine Dulac, eran parte de los anaqueles. Nadie reparaba en ellos, a nadie le interesaba, salvo a una sola persona.

                                        

Observó el reloj y suspiró, eran las diez y cuarenta de la noche… no vendría.

 

Cada jueves a las ocho treinta llegaba, saludaba con un gesto e iba directamente a esa sección, se llevaba algún título que no había visto, a veces dos, a veces repetía la misma película dos semanas seguidas, seguramente demasiado interesante como para verla una vez.

Cada jueves a las ocho y cuarenta, pagaba y se marchaba con un gesto igual de parco que al ingresar. Y su cabello se perdía en la oscuridad de la calle.

 

Era lo más interesante que tenía su trabajo, y hoy no había ido…

 

Eran las once y quince minutos, ya nadie más ingresaría, por lo que por esa noche había decidido cerrar, sintió algo de desazón, esperaba por lo menos animarse a cruzar palabras, un saludo, escuchar más que el gracias escueto que le dedicaba siempre. Fue hasta el pequeño despacho a buscar las llaves, cuando sintió la campanilla de la puerta sonar. Extrañado y hasta asombrado de tener clientela, fue a atender, pero nadie había allí, inconscientemente miró hacia el lado de esas clásicas películas, y como si de un fantasma se tratara, allí estaba él. Con el rostro ceñido y algo ¿Nervioso? Notó que lo observaba de reojo, y sintió algo de pudor por esos ojos penetrantes, pudo ver que también se ruborizaba eso le asombró demasiado. Tenía una película en la mano, pero titubeaba. Pensó en acercársele, en preguntarle si necesitaba algo, si podía ayudarlo…

Si le dejaba desnudarlo y hacerle el amor ahí mismo…

 

Arqueó una ceja, ¿había visto hacia la cortina?... se movió hasta la esquina del anaquel, esa que pegaba a la entrada de la sección porno… lo vio observar el cartel y ruborizarse furiosamente. Sus ojos se clavaron nuevamente en su persona, y vio un fuego que lo consumió sin siquiera tocarlo, él suspiró e ingresó, no sin antes voltear una vez más a observarlo…

 

¿Era una invitación?

 

Observó la hora… once y treinta. Observó la puerta de entrada… sigilosamente se dirigió a ella y tratando de no hacer ruido que lo evidencie, la cerró, cambió el cartel a cerrado y apagó las luces del cartel de la calle. Sus ojos trémulos observaron las cortinas. Se dirigió a esa crepuscular habitación.

La luz era tenue y roja, era pequeña, dos estantes que cubrían ambas paredes, y un pequeño cubículo detrás, no recordaba que estaba allí, ni que función cumplía en la tienda… ¿Era para dar clandestinidad?

El corazón le bombeaba feroz, queriéndole escapar del pecho, tragó saliva, allí estaba él, viendo hacia una parte de los estantes sin animarse a voltear o moverse siquiera. El rojo de las luces podían camuflar sus mejillas coloradas, pero como todo estaba en completo silencio, sus respiraciones parecían retumbar en las paredes con decibeles escandalizados.

Lo observó y por primera vez desde que pisara esa tienda, lo vio sonreír. Tembló.

 

Él se le acercó, cerca… tan cerca…

 

Sus labios le rozaron el lóbulo, su aliento le hirvió la piel, su sangre bullía.

 

 —¿Cuál es la recomendación de la noche?—Le susurró.

 

Tan suave, tan sensual... tan… extranjero…

 

Sus ojos centellaban como diablo, sus cabellos se encendían con las luces, era un ser de otro planeta… era tal su belleza.

 

Para que dudar, si ya estaba claro que quería él… Y estaba seguro que se lo entregaría todo, la mejor película, la más porno de todas allí… y las más clásica de todas allá…

 

Lo vio recargando el peso de su cuerpo en los estantes, que temblaron, decidido caminó los pasos que lo separaban, su corazón volvía a palpitar inhumanamente. Cuando estuvieron frente a frente lo observó,  esos ojos que por la luz parecían más oscuros, ¿o era acaso que ya estaban dilatados? Delataban deseos, se relamía y mordisqueaba su dedo índice en un gesto de perversa inocencia… nada de lo que le haría, era inocente.

Lo tomó por la cintura, se pegó al delgado cuerpo, tanto que ni el aire pasaría entre ellos, quiso decir algo, cualquier cosa, pero estaba mudo… tan mudo como esas películas que su anónimo amante disfrutaba ver…

No pensó, esos labios finos invitaban y él aceptó encantado. Mordió el inferior, lo tironeó y lo besó con la ansiedad, como si nunca en la vida hubiera besado… de eso estaba seguro ahora, después de probar esos labios, ya no besaría a nadie más.

Los brazos de su amante se deslizaron por su cuerpo, se aferraron a esa trabajada espalda, algunas películas caían al suelo por la brusquedad de los movimientos sobre los estantes. Estaba tan exaltado como nublado, quería hacerle todo, absolutamente todo, por lo que tironeaba de la ropa, mientras besaba el cuello. Mordía de la oreja, mientras le acariciaba la entrepierna, y todo ello se potenciaba por los gemidos endiabladamente sensuales de ese joven.

Volvió a buscar un nuevo beso, arremetiendo contra esa boca, sus lenguas jugaban dentro, sin saber quien tenía el control, no le importaba tampoco, sólo quería llenarse de ese hermoso desconocido, escuchando como su respiración se hacía más profunda, más ronca, le sujetó la cadera para pegar sus pelvis, para menearse uno contra el otro y sentir cuán duros estaban.

Estaba fuera de control, sus camisetas hacía rato que decoraban el suelo, y las cuatro manos se ayudaban a deshacerse del último atavío. Lo empujó, lo separó de él porque necesitaba llenarse la vista de su figura, empapar sus sentidos de ese hombre. Jadeaba, el pecho le subía y bajaba desbocado, el otro estaba igual. La mortecina luz le daba a esa piel un aspecto fantasmagórico, el sexo le palpitaba, le daba suaves respingos… su vista se posó definitivamente en el sexo de su amante, era digno de admirar, y degustar, babeaba, estaba seguro de que babeaba, pues la cantidad de saliva que se le acumulaba, su boca no podía retenerla.

 

Él tenía la vista fija en su persona, en sus ojos. Le intimidaba un poco, porque más allá de esas palabras, ya no había vuelto a hablar, sólo hablaban sus pulmones, su pecho, que emanaba intensos suspiros. Estaba hecho de fuego, y necesitaba quemarse… quería quemarse el miembro dentro de él.

Se acercó, él seguía observándolo, su vista enfermiza no paraba de buscarlo, de perforarlo. Lo vio inclinar la cabeza para seguir contemplándolo, mientras se arrodillaba quedando de cara al enhiesto miembro. Se veía delicioso con ese brillo de gotas que se escapaban sin control… demasiado excitado, sabiendo lo que vendría a continuación.

Lo escuchó bramar y gruñir de éxtasis cuando sus labios se cerraron sobre su carne, las piernas le temblaron, y sujetándose de su cabeza, se meció con suavidad evitando así ahogarlo.

 

Era tal cual lo había imaginado, o más. Delicioso, demasiado, su lengua lo recorría de palmo a palmo, sus labios besaban su glande, y su garganta lo acogía con dulzura. Era una felación endemoniada, pero no sólo eso, le estaba realmente besando el sexo, no sólo lo chupaba, lo besaba… y eso lo desquicio. Fuera de sí embistió la boca.

Se apartó cuando la primera arcada le advirtió un posible vacío de estomago, elevó su mirada, él lo observaba queriéndose disculpar de su arranque de locura… pero esta vez el de la locura sería él.

Lo tumbó de boca al suelo, elevó la cadera y perdió nuevamente el rostro entre los glúteos. Chupeteó desde el esfínter hasta los testículos y volvió ensalivando todo. No esperaría, la excitación ya le dolía… así que enterró sus dedos en la carne de su cadera y enterró su carne en las entrañas extrañas…

 

Por un momento, un simple momento, no se movieron, no respiraron y es que esa sensación los tomó de sorpresa, era exquisita, sublime… el estrecho canal, el palpitante miembro, la unión de sus cuerpos… Los envolvía un calor, una sensación que ninguno había experimentado jamás. Temblaron, jadearon… cabalgaron.

 

Los movimientos eran delirantes, y el calor en esa habitación se tornaba insoportable, quería seguir hasta la muerte, y tal vez más allá. Quería permanecer de esa manera para siempre, pero los espasmos en su vientre le recordaban que el final estaba cerca. Se agachó sobre la blanca espalda, soltó la cadera y deslizó la mano por los cabellos, el rostro, gruñendo de pacer cuando la boca le chupaba los dedos. La mano siguió el recorrido por todo el pecho hasta por fin tomar el sexo y menearlo para que acabasen esa tortura… pero una idea perversa le surcó la mente.

Lo soltó, salió de su interior y lo tendió boca arriba, se giró sobre el cuerpo tendido y le restregó el sexo en la cara. Lo vio sonreír lascivo mientras el sexo se perdía en la boca de ese amante sin igual. Él hizo lo propio y comenzó a succionarlo con fuerza, los gemidos se escapaban entre cada estocada que su boca y cadera daban, la saliva escurría y la expiación de sus deseos se presentó… explotando en un grito ahogado entre semen y saliva… fue una locura total.

 

Nunca había experimentado algo igual…

 

Giró para tenderse en el suelo mientras sus pulmones recogían todo el oxigeno que podía... Cerró sus ojos, porque la habitación le daba vueltas, ese orgasmo fue devastador. Volvió a abrirlos cuando sintió un peso sobre su bazo y un beso sobre su hombro. Él se había acurrucado a su lado, dándole suaves y limpios besos, desprovistos de toda lujuria. Lo observó a los ojos, porque eran un imán de potencia extrema. Así, sudado, enrojecido y con los cabellos alborotados, le pareció la criatura más hermosa del planeta.

Acarició el rostro, viendo como su amante cerraba los ojos agradecido por el gesto. Buscó los labios para darle un beso suave y con amor… sobre todo con amor.

 

—Ha sido la mejor experiencia de mi vida.—Le dijo a ese joven mientras le sonreía.

 

—Tú eres la mejor de mis experiencias Aioria… Te amo…

 

No le sorprendió escuchar esa declaración, pero siempre que lo oía su pecho se llenaba de un calor que lo abrigaba, era tal el amor que sentía hacia esa persona, estaba agradecido de tenerlo a su lado, de que lo llenara de alegría y que compartiera esas locas ideas que tenía. Un año más era el que se cumplía de conocerse. Y seguía amándolo como el primer día en ese mismo local, cuando le preguntó si tenían clásicos entre las portadas… ese día en que le sonrió y le regalo el corazón…

                                                                                                                

—No más que yo Camus… Estaré agradecido siempre a tus gustos por las películas raras, que sólo aquí pudiste conseguir…

 

El francés le sonrió y volvió a besar mientras se abrazaba al pecho de su novio.

 

—Creo que tendremos que limpiar todo, no puedes devolverle la tienda así a tu padre—dijo con una picara sonrisa.

 

—Mañana… Ahora sólo quiero ir a casa para hacerte el amor en nuestra cama…

 

Se besaron, entre películas y ropas esparcidas sobre esa tienda que los vio enamorarse. 

Notas finales:

Bueno, ¿Que les parecio? Espero lo hayan disfrutado. Terminaré el fic con la historia de KAnon, que ya la tengo pensada, sólo me resta escribirla XD.
Gracias por leer. Les dejo una pequeña reseña de las peliculas y directores que nombré. El cine francés siempre ha sido uno de mis favoritos... ¡Son tan bizarros!
 
 
 
El viaje a la luna (Le Voyage dans la Lune) 
Año:1902 
Director: Georges Méliès 
Genero: Ciencia ficción. Fantástico  
Sinopsis: 
Seis valientes astronautas viajan en una cápsula espacial de la Tierra a la Luna. La primera película de ciencia-ficción de la historia fue obra de la imaginación del director francés y mago Georges Méliès (1861-1938), que se inspiró en las obras "From the Earth to the Moon" (1865) de Julio Verne y "First Men in the Moon" (1901) de H. G. Wells. Se trata de un cortometraje de 14 minutos de duración realizado con el astronómico presupuesto para la época de 10.000 francos, suponía nada menos que la película número 400 del realizador francés, y abría al mundo del cine una nueva puerta para contar historias fantásticas y de ciencia-ficción mediante el uso de trucos y efectos especiales.
 
El diablo negro (Le diable noir) 
Año: 1905 
Director: Georges Méliès 
Genero: Fantástico. Comedia 
Sinopsis: 
Un diablillo se aparece en la habitación de una posada. 
 
Mauprat 
Año: 1926 
Duracion: 88 min. 
Director: Jean Epstein 
Genero: Drama 
Sinopsis: 
La acción transcurre antes de la Revolución Francesa y muestra el ingreso a la adultez de Bernard de Mauprat, un noble huérfano, criado por aristócratas renegados y criminales, que es salvado de la horca por su prima Edmée y por su padre, el Caballero Hubert de Mauprat. El regreso de Bernard provocará tensiones desconocidas en el seno de la familia Mauprat, a cuyos refinados modales querrá adaptarse sólo para ganar el corazón de su prima Edmée (prometida del Caballero de La Marche) después de haber ganado ya su promesa de fidelidad bajo una cierta amenaza de violación. 
 
 
 
 
Georges Melies(París, 1861 - id., 1938) Director y productor de cine francés. En 1895, fecha en que era director del Teatro Robert-Houdin e ilusionista profesional, asistió al estreno de las primeras películas de los hermanos Lumière, inventores del cinematógrafo. 
 
Jean Epstein (Varsovia, 25 de marzo de 1897 - París, 3 de abril de 1953) fue un teórico y director de cine francés de origen polaco. 
Epstein fue uno de los creadores del nuevo arte cinematográfico en una época en la que el cine estaba buscando formas nuevas. Recibió la influencia de las vanguardias y el surrealismo
 
Germaine Dulac (Amiens, 1882 - París, 1942) Crítica y directora cinematográfica francesa que llegó a ser, junto con Louis Delluc, una de las figuras clave de la vanguardia francesa de los años veinte, fundamentalmente en la denomanida Escuela Impresionista.


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