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Forjando una Familia por LatexoHPo

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Hacía frío.

Demasiado frío.

Steve tragaba intentando mantener a raya el frío que calaba sus huesos. Se concentraba en mirar a su alrededor para no perder detalle en la hiriente oscuridad mientras su propio vaho se arremolinaba frente a él. Los nudillos de la mano en la que sostenía su escudo estaban blancos de tanto aferrarse a él. Sentía la piel de gallina bajo el traje y sus cabellos  húmedos no terminaban de secarse a pesar de que el camino por el puente había sido largo; eran las aguas de aquél río mezclandose con el sudor que el miedo le provocaba.

Steve Rogers había sido un niño enfermo, un adolescente con problemas, un joven adulto con ansias y un soldado respetado. Las leyendas, los fantasmas, los muertos vivos habían pasado por su cabeza como si de un libro de leyendas de horror se tratase. No más allá. Nunca más allá. Ni siquiera cuando aquél ser malvado que tenía por rostro una calavera roja en lugar de piel se había posado frente a él para luchar por la libertad y la paz del mundo. Cráneo Rojo había sido un hombre; solamente un hombre condenado a la autodestrucción.

Ahora los lamentos que ya se alcanzaban a escuchar le helaban la sangre. Inframundo, le había llamado el guardían de las puertas de Asgard y los Nueve Mundos. Infierno era una mejor descripción para él.

Steve creció en una familia creyente. Recordaba ahora como un punzante tic tac en su cabeza las hórridas palabras del sacerdote durante los crudos años de la Depresión, palabras que sentenciaban a terrores horribles a aquellos que desafiaban a Dios; el infierno era el único pago por servir al demonio. El lago de Fuego… No. Era el lago de humedad y frío. Un frío insoportable como aquél que sintió cuando se estrelló contra las aguas del mar del norte o cuando, inesperadamente, lo sacaron del hielo después de 70 años. Volvía a su infierno de hielo, ese que pobabla sus pesadillas. Y aquellos lamentos eran como los de los miles de soldados Aliados y del Eje que morían día con día en la guerra.

Estaba aterrorizado, y sabía que no era el único.

Thor bien pudo haber escogido a Tony para resolver el enigma de la giganta, y seguramente sabía la respuesta aún antes de que aquél ser grotesco siquiera terminara la pregunta… pero Thor eligió a Clint y Natasha.

Steve suspiró ante un nuevo temblor que recorrió su cuerpo. En la Tierra, en su vida mundana, era fácil ver a Thor como un niño grande que, como él, aprendía cosas nuevas. Steve sin embargo tenía nociones, todo era nuevo pero no desconocido; entendía los conceptos y los aceptaba como mejoras. Thor no. Thor era un extranjero de su mundo. Aquí, sin embargo, Thor era el conocedor, el que con sublime determinación tomó la batuta de la situación para salvar a quién amaba. Steve lo comprendía muy bien, todos lo hacían. Estaba seguro de que si fuera Tony o alguno de sus hermanos el que estuviera atrapado en ese mundo oscuro y frío no dudaría, como ahora, en lanzarse al rescate.

Por eso Thor decidió que fueran él y Tony los que lo acompañaran en el último camino, ese que estaba seguro sólo tenía dos salidas: victoria o muerte. Era la guerra. Una diferente, pero guerra. Y esta vez el objetivo no era sólo paz y bienestar, era el asegurar que la familia estuviera a salvo. Thor era consciente de que él y Tony no cejarían en protegerse mutuamente a costa de cualquier cosa, no dudarían en proteguer lo que habían ganado en los últimos meses y lo que habían fortalecido en las últimas semanas. Era por Bruce, era por Loki,  y era por ellos mismos. Era por la familia.

Él y Tony eran fuertes en espíritu, y unidos lo eran más. Thor era sabio, acababa de descubrir Steve. Y no podía sentirse más orgulloso.



El final del puente ya estaba cerca. La atmósfera enrarecida comenzaba a ser difícil de respirar. Ni siquiera estaba seguro de cómo mierda podían respirar todavía. Si no fuera porque lo estaba viviendo en estos momentos, Tony se habría carcajeado y admirado de la basta imaginación de aquél que se atreviera a afirmarle que esto era real. Tony Stark era un hombre de ciencia, lógica, estádistica y beneficio.

Nunca le había importado nada ni nadie tan profundamente; nadie, ni siquiera Pepper o Rhodey se habían adentrado tanto en él; y no era que no amara a Pep o a su incondicional amigo. No, el problema siempre había sido él. Tony Stark se valía por sí mismo. Nadie nunca lo había necesitado tanto. Hasta que Bruce se convirtió en una pequeña cosa indefensa. No recordaba nada que lo hubiera conmovido tanto como esa mirada triste que gritaba en silencio que lo necesitaba.  Y Tony supo quién era en realidad él mismo bajo la máscara, no del héroe, sino del hombre.

Tony era a su vez un hombre necesitado de afecto. Pero no sabía qué era eso. No fue sino hasta ahora que comprendía esas miradas extrañas que alguna vez le dedicó Howard, o las caricias que él pensaba frías que le dio Maria. Las sonrisas que tía Peggy le regalaba aquellas escasas veces que le visitaba. El apego de Jarvis, el hombre, antes de que muriera. Los regaños de Rodhey o las palizas mentales de Pep. Las palabras de Yinsen… Tony había entendido el concepto: 'No desperdicies tu vida',  pero no profundizó. Él se conformó con acabar la construcción masiva de armas para la guerra, se conformó con crear un traje de oro y acero para proteger… no sólo al mundo, sino a él mismo y a su literalmente partido corazón.

Era una gran metáfora, pensó Tony mientras se acercaban al final del puente. La armadura, el exoesqueleto poderoso que lo cubría era una perfecta alegoría a su ser. Tony Stark no necesitaba a Iron Man para esconderse y protegerse porque la armadura estaba en su piel.

Estaba vivo sin embargo. Aquellos tres meses secuestrado y vilipendiado le habían enseñado muchas cosas, pero las guardó en el traje de Iron Man. Ahora las sacaba. No importaba que lo vieran llorar, dejó de importar en los brazos de Steve. Ya no importaba decir lo que sentía,  no importó cuando su amada Pepper lo descubrió. No importaba aceptar y confiar en la rendición de otrora villanos; Loki era la prueba. Y sólo necesitó un detonante: alguien que lo necesitara más de lo que él mismo se necesitaba.

Vio temblar a Steve y se acercó más a él. ¡Qué ironía, puta vida!, exclamó en su mente con una sonrisa. Si hubiera dejado que esa armadura metafórica siguiera cubriendolo se habría perdido de la sonrisa de Steve, de sus ceños fruncidos, su valentía, su rectitud, sus valores chapados a la antigua, de su amor incondicional. Se habría pérdido de tener la familia que ahora tenía; se habría pérdido de vivir de verdad. ¿Qué esto era la muerte? No, pensó Tony dispuesto a luchar hasta las últimas consecuencias. Esto era la vida. Luchar por quién amas. Morir si es preciso por aquellos seres que le enseñaron a vivir de verdad; si eso era el precio de vivir, por todos los dioses reales e imaginarios que pagaría ese precio. El verdadero valor de la vida. No billetes o un nombre o un cerebro privilegiado. Por su corazón, ese que palpitaba tan fuerte bajo el arc-reactor.

Steve sintió el frío menguar cuando la mano metálica del traje de Iron Man envolvió la suya. Tony no lo miró, pero el rubio vio satisfecho la sonrisa en ese rostro que amaba. Y entonces se relajó. La nueva guerra había comenzado, y ésta sería hasta el final junto a Tony Stark. Porque si ganaban ésta guerra, cualquier otra en su mundo podría ser ganada. Cualquier villano sería derrotado si ahora derrotaban su propio miedo en pro de su amor. Lucharían no sólo con sus habilidades y sus armas, lucharían con el corazón.


~*~


¡Corre! ¡Corre pequeño niño hasta que ya no puedas más! ¡Hasta que tus pequeños pies sangren en la carrera de la guerra!

¡Corre, Loki! O ellos te atraparán. Está tan oscuro y hace frío; puedes sentirlo en cada centímetro de pálida piel, en el aire que mueve tus cabellos oscuros.


Tan diferente.

No como él. Él es perfecto. Su piel rosada que se baña del anaranjado del sol después de una batalla; sus cabellos dorados como el horizonte en el cénit del bello Asgard. Donde todo brilla y es dorado y es hermoso y hay color. No como en tu lugar, tu verdadera casa donde todo es negro y pálido al mismo tiempo, donde no brilla ese sol ni hay un puente arco iris que te muestre las maravillas del Universo.  Donde no hay una madre amorosa y maestra ni un padre Rey que te indique el camino correcto a menos que sea destrucción.



¡Corre! ¡Corre pequeña niña que asustada fuíste separada de los cálidos brazos de tu padre! ¡Corre hasta que tus  pequeños pies se vuelvan oscuros como ese nuevo mundo al que sólo darás Muerte!

¡Corre, Hela! Porque tú eres Muerte. Eres diosa que da y quita; eres creadora de aguas mortales y habitaciones venenosas. Eres mecenas de guardianes antíquisimos que encontraron refugio en tu hogar para no languidecer. Tus brazos levantaron caminos de piedra yerta y aquello que alguna vez creíste haber amado se convirtió en el odio hacedor de tormentos. Tus dedos formaron paredes y laberintos de mansedumbre y miseria. Tu aliento quita vida y castiga al impuro. A eso te condenaron, para eso naciste.

Él está cerca… muy cerca. Es valiente y arrojado. Y es sabio. Ha aprendido, ha luchado, ha encontrado el significado. Se ha rodeado de aquellos otros que él llama familia. Uno fue eximido porque ya atravesó el Infierno, su propio infierno. Dos han caído pero sólo en un sueño del que es posible que despierten. Dos siguen con él y le abrirán el camino hasta el centro de tu alma aunque ello les obligue a quedarse en tu reino.

¿Por qué no huyen? No deberían estar aquí. Ninguno. Ni el dios dorado ni sus hermanos humanos. ¿Por qué se arriesgan? Ellos no tienen nada que pagar aún. No pertenecen aquí… pero están. Y están y seguirán y lucharán y…

Hela dio un grito ahogado que heló la sangre de Loki.

Nada podía verse ahora del gran dios del engaño y la mentira. Loki había dejado de engañar y mentir. Ahora era sólo carne, hueso y sangre que se estremecía ante su castigo. Lo merecía. Era redención y tendría que pagarla por el resto de su existencia.

¿Por qué desperdiciaste tanto tiempo, Loki hijo de Laufey? ¿Por qué preferiste odiar a amar? ¿Por qué no redimiste su camino y el tuyo? Él no te ama. El perfecto Aesir, superior a ti. ¿Cómo osaste pensar que podrías competir con alguien como él? ¿O siquiera pensar que él podría amarte y verte como un igual para compartir el trono?

Estúpida golondrina que perdió su vida por El Príncipe. Pero aquello era un cuento. Esto no. No hay final feliz ni absolución. Porque ese dios es Amor; tu rey no. Nunca para ti.  

“Está cerca”, murmuró la fría voz de Hela. “Lo he dejado vivir. Aún falta una prueba más, la definitiva. Tal vez…”

Loki tembló en respuesta y alzó un poco el rostro. Las voces se habían apartado lo suficiente en su mente para poder concentrarse en lo que decía Hela. Sus ojos apenas se veían por entre largos mechones húmedos de pelo negro. Tenía la boca seca y la garganta en llamas y si pudiera bebería un solo sorbo del agua del Gjöll. Quizá podría matarlo en un golpe de suerte. Pero no la tenía. Era el prisionero de su propia hija. No, se dijo, era el prisionero de sus propios pecados. Su castigo y tormento en vida. Porque ni el consuelo de la muerte merecía.

Hela posó su atención en los ojos verdes apagados. Sonrió entonces. Había ternura y frialdad en ese mueca dirigida al hacedor de sus días.

“Está dispuesto a desafiar el Destino”, susurró. Loki la miró confuso, ¿de quién hablaba? Ella pareció adivinar su pregunta acallada. “Es él. Tu precioso príncipe dorado. Thor hijo de Odín, príncipe de Asgard… Ha vuelto por ti”.

Loki se estremeció al comprender de lleno esa información. ¡Estúpido! ¡Estúpido Thor!

“Y no vino solo…”, concluyó la diosa sin dejar de sonreír.

“Mi familia…”, susurró Loki apenas con un leve movimiento de labios. Cerró los ojos y dejó que las voces se apoderaran de nuevo de su mente ya hecha añicos. No quería saber nada de esto. Quería perderse en su propia mente para no ver el mar de cadáveres en dónde seguramente muy pronto vería a esos tontos humanos con las almas perdidas por su culpa.


~*~



“¿Tienes una respuesta?”

Los ojos marrones de Bruce no parpadearon por un momento. Frigga lo miraba de igual manera, y entonces ella desvió la vista hasta el fruto dorado en las manitas de aquél humano adorable. Los ojos de Bruce también miraron el fruto. Aún estaba límpido tal y como lo había descolgado del árbol. Era un regalo, le había dicho la mamá de Thor y Loki. Y él debía aprovechar ese regalo como él quisiera.  Antes de probar el fruto debía tomar una desición.

El pequeño frunció el ceño en confusión. Había tenido un sueño muy bonito donde había visto y escuchado a su mamá. Y él había estado muy contento de verla otra vez y escuchar su dulce voz como cuando… (hace mucho tiempo  o hace poco, no está seguro)  ella le cantaba para dormir y le acariciaba los rizos y le sanaba las heridas. Ella le había preguntado algo. La dulce y suave voz de Rebecca estaba en sus oídos todavía.  Después despertó en brazos de Thor y dejó de tener miedo. Algo se había ido con mamá. Y ahora todo era confuso en su cabeza.

Sabía que era pequeño. Lo sabía porque recordaba a Tony jugar con él, a Steve consólandolo en un parque, a Clint dándole un baño, a Natasha llenándolo de besos, a Pepper ayudándole a pronunciar la “r”; a Loki leyéndole un libro y los estruendosos ronquidos de Thor en las noches tranquilas. Pero eso no era normal, ¿verdad? Él no era pequeño en realidad.

Negó con su cabecita y miró a Frigga con el rostro afligido. La hermosa mujer no se molestó ante su indecisión, simplemente sonrió con cariño y revolvió sus cabellos.

“Cuando ellos vuelvan debes tener una respuesta. Hasta entonces no muerdas el fruto. Es un regalo, ¿recuerdas? Y esta clase de regalos deben aprovecharse con sabiduría, pequeño Bruce.”

Bruce sonrió ante la manera en que ella le nombró. Así le decía Thor.

“¿Van a tardar más?”, preguntó mientras ella le tomaba una manita para seguir el paseo en ese camino tan bonito.

“Lo suficiente”, respondió ella sonriéndo a los sirvientes que la miraban a ella y al pequeño humano con curiosidad.

“¿Inia está con ellos?”, volvió a preguntar Bruce mirando fascinado el cielo anaranjado sobre sus cabezas.

“Piensa en ella cuando debas tomar tu decisión”, concluyó Frigga enigmáticamente.


~*~


En Nástrad se tornó la puerta del norte
Caen gotas de veneno desde los agujeros del techo…

 

Thor al fin adelantó a Steve y a Tony y con un gesto les indicó que se detuvieran. Asintió con la mirada cargada de voluntad.

Steve se puso derecho y adelantó su escudo, compañero fiel de batalla tras batalla. Tony bajó la máscara del casco y el arc-reactor brilló con más intensidad. Aquí no tenía a JARVIS para indicarle cuánta energía tenía disponible. Pero no importaba.

Una extraña brisa enrareció aún más el aire y un resplandor grisáseo los envolvió. El puente había terminado. Era una playa, efectivamente. La arena que pisaban era gris oscura y el agua con un pesado y lánguido oleaje tenía un color azul pálido, sin vida. Todo estaba muerto. Debían atravezar el mar, supieron de inmediato cuando sus ojos alcanzaron a ver un muro negro no tan lejano que cortaba las aguas. La puerta de la que había hablado Thor debía estar ahí.

Entonces una gota espesa cayó en el hombro de Steve haciéndolo saltar y exclamar dolorosamente. Thor y Tony miraron hacia arriba. Sus respiraciones se aceleraron.

El techo estaba cubierto por serpientes que se movían viscosamente una sobre otra, enredándose y enroscándose. Soltaban una especie de baba de sus bífidas bocas. Era veneno, ese que había hecho un agujero en el traje de Steve y que ya había manchado el traje de Iron Man.  Los tres héroes tragaron grueso.

“En cuanto pisemos las aguas despertarán”, advirtió Thor. “Al menos eso era lo que nos contaba mi madre cuando quería asustarnos a Loki y a mí.”

“Espero que sea un cuento para asustar niños”, musitó Tony.

Thor fue el primero en pisar la ensenada y pronto sus botas se sumergieron en las frías aguas del mar. Un estruendoso síseo les taladró los oídos al instante. No era un cuento. Las serpientes comenzaron a moverse como locas y aunque no bajaban del techo (parecían estar pegadas a él) sí que soltaban su veneno dejándolo caer o escupiendo a sus objetivos.

Steve no se lo pensó dos veces. Lanzó el escudo hacia las serpientes pero sólo rebotó y cayó en sus manos escurriendo líquido viscoso que ya comenzaba a quemar el escudo. Pero no por completo. Sólo raspaba la pintura pero no traspasaba el metal. Vibranium, había dicho Howard cuando lo creó.  

“Thor, tómalo”, ofreció su arma al Asgardiano, porque la malla de cota de su traje estaba siendo carcomida por las gotas de veneno. “Eres tú el que debe llegar al otro lado de la playa.”

El traje de Iron Man parecía más resistente y sólo la pintura estaba desvaneciéndose. Sí, se dijo Tony, él podría proteger a Steve y a sí mismo  mientras Thor avanzaba.

Thor iba a protestar, si aceptaba el escudo Steve quedaría a merced del veneno. No pudo escapar sonido de su boca porque en cuanto dio un paso vacilante en el agua algo se enganchó a él y lo tiró de lleno.

“¡Thor!”, exclamó Steve pisando también la mar.

Una mano gris… una cabeza emergiendo… dos… tres…

La mar, como si de un cementerio pesadillesco se tratara, expulsó lentamente miles de cadáveres. Gemían y plañían como si estuvieran en una horrible agonía.

“¡Mierda! Pensé que ‘playa de cadáveres’ era sólo un lindo nombre”, exclamó Tony ayudando a Steve a levantar a Thor.

El Asgardiano dio una patada y la mano lo soltó.

“Vamos, vamos, Musculitos. Nosotros abriremos camino. Steve, sobrevolaré sobre ti, usa tus puños, cariño. Yo los alejaré con los propulsores.”

Thor, temblando de frío y mojado de pies a cabeza, sostuvo fuertemente en una mano a Mjolnir (también podía participar) y con la otra aceptó el escudo de Steve; se lo llevó por sobre la cabeza y una enorme sonrisa apareció en sus labios.

“Hora de divertirse”, musitó.


~*~


Miraba los grilletes en sus muñecas apretándose cada vez más. Las voces en sus cabeza había callado por completo, y se lo habían llevado.

No pensaba más en lo que sucedía a su alrededor. Sentía la cara pegajosa, debió haber llorado mucho, supuso. El dolor seguía sin embargo. Era como una garra que apretaba su pecho y le hacía jadear de vez en cuando buscando un poco de pureza en el aire cargado que tenía la osadía de respirar.

Estaba vacío. Loki era una cáscara vacía de emociones reales.

Hela aún conservaba su cordura y lucidez. Pero estaba agotada mentalmente. Siempre pensó que él era simple y vano como todos los Jothun o en su justa medida como todos los Aesir.

 Contemplaba a Loki mirar intensamente los grilletes. Podría soltarse tan fácilmente, podría huir si su astucia no se hubiera marchado ya. ¡Vaya! Loki hijo de Laufey y padre de Hela de Niflheim resultó ser tan débil.

Por eso ella odiaba el amor. El amor hacia débiles y estúpidas a las almas. Los cuerpos sucumbían a lujurias y entregas. Los corazones se ablandaban y las manos caían derrotadas ante el amor. ¿Entonces por qué dolía también? Él dijo ’Te perdí a ti sin que pudiera evitarlo'… ¿Acaso luchó? ¿Acaso bajó hasta su reino alguna vez para llevarséla? No. Nunca lo hizo.

Pero Loki había sido subyugado. Eso lo tenía claro. ¿Era verdad que no pudo evitarlo? ¿Entonces por qué ahora luchaba contra un Destino al que se había rendido hacía siglos? ¿Era por el pequeño y valiente humano? ¿Era un reflejo como él mismo pensaba? ¿Era por Thor? Sí, concluyó Hela. Cargante Amor que él sí tuvo oportunidad de sentir.

Ella ya estaba pérdida desde el mismo momento en que aceptó su propio Destino. Ella tenía que continuar gobernando el Reino de los infieles e impuros. Él… podía quedarse. O podía irse. Ahora estaba convencida, él tendría la última palabra.

 El tiempo pasaba relativamente en Helheim. Pudieron haber sido horas o minutos. Hela sonrió cuando escuchó las puertas abrirse. ¡El maldito lo había logrado! El príncipe dorado y sus hermanos humanos seguían con vida. El eco de las voces desgarradas llegó hasta sus oídos. Pobres de sus descarnados, pensó desdeñosamente. Estaban muertos, pero todavía sentían dolor. El aroma salado de sus aguas inundó sus fosas nasales; los pasos firmes de Thor hicieron eco en los suelos de su propiedad.

Miró de soslayo a Loki. Ni siquiera se había inmutado. Estaba perdido.

Hela se levantó de su lecho de cárambano y sus pies desnudos caminaron al encuentro del príncipe.

Thor jadeaba y su semblante pálido le dijo a Hela que la lucha había sido basta. Sus ropas, que debían hacerlo lucir imponente, estaban un tanto desgarradas. Veneno que había hecho ajugeros en la armadura; piel lacerada en varios puntos. Botas gastadas y minimizadas por la salinidad del mar. Hilos de sangre a lo largo de los brazos, piernas y rostro. Cargaba el martillo legendario y un escudo carcomido. Era Thor reducido por… Amor.

Su rostro varonil y armonioso mostraba determinación, sin embargo. Hela mostró sus dientes afilados en una sonrisa terrorífica y sarcástica.

“Has luchado con valentía, Thor hijo de Odín. Te has ganado tu premio. Loki es tuyo, te lo entrego y te lo entrego al completo. Su vida, sus poderes, su cuerpo, todo es tuyo porque te ha pertenecido desde que tu arrogante padre lo llevó a tu reino. Llévatelo.”

Thor frunció el ceño intentando comprender. No podía ser. Tanta mansedumbre por parte de Hela no era normal. Ella no era buena. Madre siempre dudó de la diosa. Padre siempre tuvo una palabra de desdén para ella.  Desvió la mirada para encontrar a Loki y lo halló en un rincón. Parecía un fantasma. Sus cabellos despeinados le tapaban el rostro y sus manos largas y pálidas parecían congeladas en un extraño rito de plegaria.

“¿Cuál es la trampa?”, inquirió Thor posando su vista en Hela y su sonrisa socarrona.

“No hay trampa. Él es tuyo. Tómalo y llévatelo… si puedes.”

Thor cerró los ojos un momento y sus hombros bajaron en un gesto de derrota. No lucharía contra Hela. Lucharía contra Loki, contra su propia culpa. Pero ya estaba ahí, había arriesgado la vida de sus hermanos y hermanas. No regresaría con las manos y la vida vacías.

Respiró con decisión y tiró su martillo y el escudo al suelo.  Se retiró un mechón de cabellos mojados del rostro y comenzó su lento caminar hacia Loki, temiendo asustarlo. Pero nada pasó. Loki no lo miró, parecía que ni siquiera había notado aún su prescencia.

Thor se mordió los labios y se agachó hasta quedar frente al ser que amaba. Tomó sus manos con delicadeza, envolviéndolas en las suyas para brindarle un poco de calor. Thor estaba helado, pero no era comparado con el glacial que emanaba de Loki.

“¿Loki?”, murmuró lánguidamente. Se atrevió a levantar el rostro amado con un suave toque de sus dedos. Y fue entonces que esos ojos verdes lo miraron un momento. Estaba perdido. Loki no estaba ahí. “Vamos, vuelve…”, musitó Thor con las lágrimas indundando sus ojos. “Loki, vuelve”.

Loki no se movió. Sus ojos dilatados  miraban a Thor sin reconocerlo, sin provocarle ninguna emoción. Ni siquiera de desprecio. Thor hubiera soportado eso como lo había hecho ya; hubiera soportado el desprecio y el odio de Loki como antes. Pero esto no.

Con un profundo respiro, Thor tomó entre sus manos los grilletes en las muñecas de Loki. Quemaban su piel pero no le importaba. Enfocó toda la fuerza que aún tenía para desprender las cadenas, pero no podía… Hela rió divertida.

“¿En serio crees, hijo de Odín, que esas cadenas pueden ser destruidas por ti? Ingenuo”, declaró la diosa.

Pero Thor no se rindió. Sus manos dolían y sentía su fuerza marcharse en oleadas.

“Vamos, Loki. ¡Vamos! Vuelve… vuelve conmigo. Madre quiere verte, padre ha perdonado… Vamos, Loki… Vamos, amor mío…”, susurraba Thor con las lágrimas cayendo en cascada por su rostro. “Si quieres el trono te lo doy. Si quieres volver a Midgard lo  haremos. Vuelve. Nuestra familia nos necesita.”

“¡Patético!”, exclamó Hela intentando distraer a Thor. “Le ofreces el mundo cuando ya se lo has arrebatado, arrogante dios idiota. ¿No fuíste tú el que lo ilusionó y el que robó su inocencia? ¿No fuíste el primero que tomó su corazón y su cuerpo sólo para romperlos en tus manos?”

Thor no cejaba en su intento de romper los grilletes. Pero las palabras de Hela se adentraron profundamente en él. Era cierto. Era arrogante y estúpido y había roto a Loki…

“Perdóname”, le dijo al ser inmóvil frente a él. Daba miedo, sin moverse, sin parpadear… sin un atisbo de emoción. Nada… “Perdóname, amor mío. Vuelve… Compensaré cada error, cada lágrima, cada dolor que te provoqué antes u hoy. Vuelve por favor…”

Hela disfrutaba del espectáculo frente a sus ojos. Tan vulnerable y trágico. ¿En eso podían convertirse las almas y los cuerpos con su dichoso Amor? ¡Qué asco!

Thor gritó una maldición completamente derrotado. No podía romper los grilletes. Sus manos sangraban y sólo se le resbalaba el frío metal. Tomó sin embargo el rostro de Loki con cuidado de no manchar demasiado la piel con su sangre y entonces le besó. Tal vez… como en los cuentos que esa voz había leído al pequeño Bruce… por favor.  Pero fue como besar a uno de los cadáveres de aquella playa. Tan frío, tan distante… Habían llegado tarde. Había perdido a Loki para siempre. Se desplomó en el cuerpo de Loki y lloró en su cuello, temblando horrorizado.

“Has perdido, hijo de Odín. Te doy la oportunidad de irte. Daré la orden de que te dejen ir a ti y a tus humanos en paz. Soy compasiva como puedes ver. No lo desaproveches”, dijo Hela en tono gélido.

Pero Thor se aferró al cuerpo inerte de Loki. Alzó el rostro y miró esos ojos vacíos y sin brillo.

“No”, dijo. “Da la orden de que mis hermanos se vayan en paz. Yo me quedo. No será tuyo porque ya es mío. Y yo soy de él…”, Thor se interrumpió un momento cuando vio la mueca hilarante de Hela. Y entonces, como una luz en su mente, visualizó al pequeño Bruce el día en que llegó a sus vidas, escondido bajo escombros… Thor se abalanzó de nuevo a Loki. Lo abrazó apretadamente, como queriéndo fundirse con él. Acarició sus cabellos desordenados y húmedos y acercó sus labios a su oído. “Arriesgaré todo para protegerte”, susurró esperanzado. Por favor, por favor…

Fueron las palabras que Loki había susurrado cuando se llevaron a Hela. Fueron las mismas palabras que lograron sacar al pequeño Bruce de su refugio bajo los escombros, las mismas que lo tranquilizaban cuando se asustaba y que nadie más que ellos cuatro habían escuchado.

Y entonces Thor sonrió y no dejó de aprisionar a Loki entre sus brazos, porque sintió de pronto el latir en el pecho ajeno. Sintió el imperceptible jadeo escapar de esos labios.  Sintió en su sien el cosquilleo de las largas pestañas que al fin bajaban en un parpadeo.

“Thor…”, fue el susurro apenas audible en la voz amada. El lánguido movimiento de las manos bajo los grilletes. “Estúpido Thor. Era mi mente prisionera, no mis manos”. Thor sollozó una vez más y mezcló su llanto con su risa.

“La familia nos espera en casa”, musitó el rubio ahogadamente.

Loki abrió los ojos y miró a Hela de pie tras ellos. Su mueca era de nuevo indecifrable. Aún les esperaba el camino de regreso.

 

 

Notas finales:

¡Hola everybody!

Nuevo capítulo y ya más cerca del final!!!

Pff! Creo que estoy sacando muchas cosas en éste fic. Así que si lo ven extraño o confuso... Lo siento u-u

¿Saben qué me encanta? Que el título del fic no pudo ser más perfecto para mí. A lo largo del proceso de escritura y updates nosotros también forjamos una familia =) ¡Muchas gracias por eso!

Si gustan, he creado un blog para platicar sobre... cosas. Los Vengadores y el Fandom, por supuesto. Si quieren visitarme allí, ésta es la dirección.

Como siempre, mil gracias por seguir leyendo a pesar de mis inconsistencias y bajones. Gracias a quiénes me escriben un review y alegran mi vida real. Para ustedes sigo escribiendo.

Un besazo enorme para tod@s y cada un@ de ustedes.

Látex.


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