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Música radioactiva por Layonenth4

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Notas del capitulo:

desclaimer en la ficha del fic.

Capítulo 2

El mundo bajo bellos ojos

 

 

No hubo necesidad de más, con el timbre de libertad tenia John para tomar su mochila utilizaba como almohada sobre el mesa-banco, y salir cual bala hacia la salida, ignorando las miradas penetrantes en su espalda mientras trepaba muros para poder alejarse de la multitud del instituto. Típico: no quieres entrar a clase y los pasillos parecen desolados, quieres salir de la instalación y a todos  se les ocurre amontonarse ese justo momento  para platicar de sus inestabilidades hormonales. Él lo entendía, pero justo ahora no quería ser el “John toda bondad” e hizo uso de su fuerza física para abrirse paso entre los salvajes.

Claro que tuvo que contenerse a maldecir y simplemente pedir “disculpa” o “lo siento, ahora no”. Sus compañeros confiaban mucho en sus habilidades de entender (a estudio duro) lo que sea que hayan enseñado en el salón de clases, pero al parecer los tenía tan convencidos de ser un buen samaritano (cosa que en realidad no le molestaba) y no notar que, ¡llevaba prisa!

Apenas salió del perímetro escolar y subió al autobús, pudo dar permiso al aire de entrar en sus pulmones y que la sangre bajara de sus pómulos por la agitación y el ejercicio. No pudo evitar mirar su reloj y notar que apenas y si a Dios no se le ocurría poner algo más en su contra. Pero Dios sabía que ese año él había sido bueno, ¿verdad? ¡¿Verdad?!

Sin paranoias John.

Pero es que no podía evitarlo y menos, si al ponerse los auriculares gastados y conectados al reproductor de música que por maravillas del universo, ha vivido cinco años a su lado. Era su bebe. Pero ahí no iba el rumbo inicial de su pensamiento, claro que no, eso iba dirigido mañana, tarde y noche a una sola persona que por extraño que parezca no pudo evitar conmemorarle todas las horas de su actual existencia.

Y no había sido de lo más cliché o romántico, en ese tiempo estaba seguro que su sexualidad se regía como heterosexual. Y no, no era bisexual no gay, solo era… bueno, es complicada la situación para explicarla, aunque estaba seguro que ni explicación tenía.

Por qué lo repetía, él no era gay, solo que no evito que un chico un año menor le impresionara, después hiciera odiarlo, después terminara nuevamente impresionándolo y al final en esos momentos, no saber en qué categoría de su vida o hueco de su corazón ponerlo. Simplemente no sabía porque no podía ponerlo en un solo lugar cuando sabía que era insignificante, pero abarcaba todo de todo sobre él.

Y eso desde que empezó a trabajar en la clínica de su tía Sara, media hermana de su padre y con quien tenía buena comunicación. La falta de dinero y el que su progenitor decidiese dejar de mandar creyéndolo un robot o un mago para sacar dinero bajo el sofá, Sara fue su única opción. Su bachiller era químico laboratorista por lo cual tenía el vasto conocimiento para trabajar en un laboratorio y por la ayuda de su pariente, pudo quedarse a trabajar. Claro, que se decía que era por su necesidad de dinero y Sara no castizaba gastos con él por su eficiencia y compartimiento genético, pero solo era una fachada para quedarse en ese lugar más tiempo.

Y es que aun recordaba ese primer día tedioso de servicio donde no lo dejaban de tratar a él y a Mike como mandaderos; “ve a entregar eso, vete por aquello, acomoda eso, sube eso y no uses el elevador porque está reservado…” se volvieron unos verdaderos abusadores y su tía solo atinaba a reírse de su miseria. Una clara venganza tal vez porque ya no quiso seguir su carrera de médico. Mujer de la maldad.

Pero fue en uno de esos tantos encargos, mientras estaba en la recepción organizando las carpetas de los doctores escuchando claramente a un trio de enfermeras que se notaban nerviosas

— Yo no quiero ir. Me da miedo ese mocoso. — dijo la pelirroja regordeta

— Esta sedado después de su escapada de ayer. — hablo la segunda

— Oí que corto el tendón al guardia que lo sujetaba, con sus dientes.

— No, no. Fue al enfermero de guardia y lo hizo con las uñas, las mismas que uso para bajar el árbol hasta el suelo. — la rubia más bajita se sonrojo ante su nuevo dato informativo, pero su nerviosismo parecía fundamentado según sus compañeras

— Si no fuera por todo el dinero que da su hermano al hospital, ten por seguro que a ese engendro ya se lo hubieran llevado de aquí. — no escucho a la pelirroja que empezó con alguna teoría loca, porque de verdad, esas mujeres estaban muy mal.

¿Un paciente era tan agresivo? ¿Y no lo llevaron a otra instalación? Conocía bien a su tía y de antemano sabia como ella se apegaba a las reglas para resguardar su hospital, mas con el área de psicología y psiquiatría y maternidad, así que si ese paciente tuviese esos ataques y escapara tan fácil, ya no estaría ahí ni por que fuera el hermano del mismo gobierno británico.

— Pues fuese como fuese, yo no pienso ir.

— ¡No es mi piso! Pero tampoco debes dejarlo sin sus análisis; dicen que su sobredosis no fue extrema como la última vez, pero los necesita. — la rubia pequeña, que era muy linda en realidad (admitía que pensó en pedirle una cita) lucia nerviosa pero muy apegada a su juramento de enfermera. Aun así, la gorda y la pelirroja no menguaron su mirada de asco.

— Pues me rehusó. ¡Me da miedo! — la pelirroja cruzo sus brazos y frunció el ceño, pero moviendo su peso a su otra rodilla también ladeo la cabeza, entrando él en su campo de visión. Y pareció que a la enfermerita se le prendió el foco estilo animado, porque sus ojos brillaron apenas lo vieron.

John sintió la necesidad de agachar la cabeza, pues en su inocencia creyó que pensarían haberlo cachado observándolas y escuchando, o en el peor de los casos, que las creía locas y necesitaba el número de la rubia linda. Pero no, no hizo caso a su instinto de supervivencia y ahí se quedó, acomodando carpetas hasta que sintió otro cuerpo a su lado

— Oye tu — a su lado ella llamo su atención, y cuando le respondió el pedido esta parecía toda una cretina de verdad. Ante su caballerosidad, no mostro su total disgusto a la mujer — ¿eres el estudiante en servicio, verdad?

— ¿Necesita algo? — un enjuague bucal, por ejemplo.

— El paciente del a habitación 402 en psiquiatría necesita una extracción de sangre, ¿saber aplicarlo? — el rubio asintió con la cabeza y la mujer como si nada, le dio la carpeta de dicho paciente aunque no le serviría de nada — Hazlo y llévalo a laboratorio, yo pasare a recogerlo.

La mujer no evito sonreírle ofrecida y mover las caderas con exceso de movimiento. John soltó un largo suspiro pero sujeto la carpeta con firmeza, pensando una y otra, y otra vez porque no escogió Humanidades. Harry lucia tan feliz cuando aplicaba su servicio en esas oficinas, aunque posiblemente se debiese a Clara… bah, que más daba ahora.

Subió por el ascensor valiéndole un pepino lo que su supervisor haya dicho, pues él no pensaba subir hasta el área psiquiátrica que se encontraba olvidada en la mera punta del edificio, ya hacia ejercicio con Greg, muchas gracias.

Llego al pasillo mandado y de una vez tomo el carrito de utensilios para su labor, para seguir caminando hasta llegar a la habitación que estaba en el centro de dicho pasillo. Con algo de desgana, respiro profundo y compuso su rostro a uno más amigable, de ese tan natural en el que nadie podía reconocer su odio interno. Tomo el pomo de la puerta y abrió la habitación, dando un paso adelante a un simple trabajo clínico     

— Buenas tardes señor Holmes, le realizare sus análisis por hoy. — no recibió respuesta por lo que supuso que el paciente estaba dormido, pero cuando dio la vuelta después de haber cerrado la puerta, la maravilla fue que dicho enfermo no estaba en su cama sino en el sillón negro que daba a su ventana con barrotes, observando a la nada.

En la ficha decía que tenía 17 años recientes, pero lucia tan flaco y pálido, con rizos azabaches infinitos invadiendo su cabeza y unos labios rosas a pesar de estar tan resecos, que le hacía parecer aún mayor. Claro, que su vestimenta de pantalón y playera sin mangas en tonos grises tristes no le favorecían en nada.

— ¿Señor Holmes? — señor no era exactamente lo indicado para llamarlo, al menos no para el que le torturaba ver a un chico en ese estado. Pero este parecía ignorarle por completo.

Esta loco John, ¿recuerdas? ¿Área de psiquiatría? Pero entonces, ¿Por qué lo volvieron a meter en esa habitación si había sufrido en menos de 24 horas una sobredosis? ¿No debería estar en observación? Pero ese era punto y aparte, necesitaba sus análisis ahora

— Señor Holmes… — no, no le hacía caso. Dejo su material en el buro del lado de la camilla y tomo solo leyó sobre la carpeta rosada el nombre de su oyente — ¿Sherlock? ¿Te puedo decir Sherlock?

Idiota, no le contesto tampoco, aunque si el que haya pestañado fuese un milagro y una contestación ante su descaro y poco profesionalismo, se daba por bien servido. Pero volvió a parpadear dos veces y sus brazos que encerraban sus piernas se dejaron caer a sus costados sin peso. El rubio trago seco al ver todas las marcas de piquete en ambos, siendo tan pálidos, aún más notorios. Le pareció un horror.

Tomo la su ficha clínica ahora con total interés y empezó a hojearla, llevándose una completa sorpresa ante todo ese historial clínico y criminal. ¡Criminal! Y no pudiéndolo creer releyó todo de nuevo, cada palabra en cada estrofa planteada en las hojas blancas, como si fuese un error de codificación militar que de no estar correcto, mataría muchas vidas en una guerra. ¿Adicción a la cocaína y éxtasis desde los 12 años? ¿Comercio de metanfetaminas? ¿Sociópata agresivo-hiperactivo? ¿Intento de suicido a los quince? ¡Y jamás había salido de ese hospital desde su internado! ¡¿Qué le pasaba al chico?! ¿Qué estupideces pasaban por su mente?

Se rasco la frente y soltó la ficha sobre la camilla, simplemente tomando los guantes de látex y yendo hasta el jovencito a tomar la maldita muestra.

Necesitaba tranquilizarse pues su pulso estaba inestable, y tampoco quería hacerle daño al paciente. Bueno, en realidad si quería hacerle daño por hacer tremendas tonterías. ¿Es que el mundo no puede vivir sin esa porquería? ¿Cómo alguien puede destruir su vida? Si bien había escuchado tenía un hermano, ¿no pensaba en él y el resto de su familia? ¡¿Por qué-las personas-son-estúpidas?!

John estaba consiente que ese odio iba más para su inestable familia que para el mismo afectado, pero es que nunca ha evitado sentir desprecio por las personas que desgastan así su vida; no soportaba la mediocridad como la de su madre al permitirse ser maltratada por su padre ni la autodestrucción que el mismo sujeto y su hermana se sometieron cuando los problemas siempre los orillaban. Para el todo siempre tenía una solución, y esas, eran de las más fáciles y estúpidas que pudiesen permitirse la gente.

Pero entonces el momento de lucidez llegó a sus ojos, ¿cómo podía juzgar al chico si no lo conocía? Si no conocía a los fantasmas de su pasado.

Tomo un nuevo suspiro y con total tranquilidad y lleno de curiosidad insana y entrometida, se dirigió al azabache que no tenía ni la más mínima intención de moverse de su lugar. Se acercó con movimientos lentos y con una rápida observación a su entorno por precaución al ser atacado por el chico, apenas rozaba con la yema de sus dedos aquel huesudo brazo. Oh dios, lucia tan mal…

— La comida de aquí sabe muy mal, ¿eh?   — una broma tonta, demasiado tonta, pero no tuvo efecto ni de gusto ni disgusto. Apretó sus labios mientras pasaba la cintilla por el antebrazo superior. Se sentía tan feo ser ignorado. ¡Él tenía carisma y jamás fue ignorado! Esto ya era personal.

Okey no.

Suponiendo que el chico solo se dejaba hacer, el mismo tomo el atrevimiento de bajas sus dedos hasta la palma del menor y cerrarla en un puño. Sintió la tensión del otro y su mirada desconocida, pero no quiso subir su vista por miedo a perder su mirada fija. ¡Ya tenía su atención, ya tenía su atención! (Resulto que sí era personal)

Omitiendo la felicidad por lograr el primer paso de su cometido inesperado (lo acaba de procesar hace menos de cinco segundos) tomo el botellín de bolitas algodón remojados en alcohol y paso suavemente el frio textil sobre la ubicación de su arteria radial o cúbica, sintiendo nuevamente la tensión del otro y su mirada.

Aun no le veía los ojos, ¿de qué color serian para sentirlos tan penetrantes? ¿Negro odio? Pésima broma otra vez.

— Se sentirá más doloroso de lo normal, pero permanece quieto por favor. — dejo el puño alvino y tomo el brazo a la altura correspondiente, haciendo uso de su habilidad para insertar por orden el vacutainer  y por último los tubos de vacío donde empezaba a drenar la sangre. Espesa e insólita sin el brillo de un rojo sano, todo por culpa de las malditas porquerías en su sistema.

Termino de drenarse la suficiente y con delicadeza pero rapidez procedió a quitarle todo eso de ahí. Todo bajo su atenta mirada y tensión.

— Ya, solo déjate el brazo inmóvil un rato para que descanse, tu condición podría adormecerlo. — John limpio nuevamente con suavidad el piquete de la jeringa, le puso un curita higiénico circular sobre el piquetito rojo y doblo el brazo con lentitud, con la esperanza de que este se mantuviera pegado a su otro extremo para que el pedacito de papel no se callera. Bingo, ahí donde lo dejo se quedó.

Entonces como si fuese su rutina, elevo la mirada para desear el resto de un buen día y retirarse con su muestra feliz de la vida, pero se topó con el mayor descubrimiento de sus 18 años, unos bellos ojos para su mundo brillante; no podía distinguir el celeste de las motitas esmeraldas, aunque su contorno era gris levemente. Ya había escuchado de aquella enfermedad benigna llamada heterocromía, pero era la primera vez que reconocía la belleza de una tan única. Y estaban brillando, a pesar de toda la miseria en su sistema, brillaban de curiosidad y leve molestia bajo las cortas pestañas rizadas. Y esa mirada era por él, para él y porque de seguro hizo algo estúpido que trajo a la vida a ese chico.

Por primera vez, agradecía haber hecho algo estúpido.

Hipnotizado, tal vez atontado, soltó una leve sonrisa ante aquella mirada. Entonces paso lo que jamás creyó que le pasaría con un hombre: se sonrojo. Se sonrojo, porque aquel chico que decían era agresivo y futuramente asesino serial, ladeo la cabeza revoloteada de rizos y frunció los labios en son de berrinche, luciendo por fin una mirada adorable e infantil.

— Ah, etto… ¡te veo mañana! — sin pensar en lo que dijo, solo tomo las muestras y salió despavorido del lugar, incluso olvido la ficha clínica.

Ya refugiada en el tercer escalón del tercer piso debajo de psiquiatría, oculto en las frías, acogedoras, oscuras y seguras escaleras se abrazó a sí mismo y a los tubos con la sangre. Seguro y era una escena de lo más terrorífica si alguien lo veía con esa cara de maniaco y sangre contra su pecho utilizadas como escudo, pero realmente necesitaba sentir algo para saber que nada era irreal.

Repaso y repaso lo que acababa de pasar, y aunque se aseguraba de que no fue nada extraño, su corazón y sexto sentido no dejaba de bombear a mil… ¿acaso le dijo que lo vería mañana?

¡Oh Dios!

 

Oh si, su primer día fue magistral, pero nada como el que siguió, cuando su tía lo acorralo en su oficina apenas llego puntualmente a cumplir su horario

— ¿Qué hiciste? ¿Qué dijiste? ¿Mycrfot Holmes te pago? — apenas entro a su oficina, su tía se abalanzo sobre el haciéndolo encogerse en su sillón

— ¿Qué? ¿Quién? —no es que fingiera demencia, lo juraba, de verdad no entendía nada. Además el escuchar ese apellido por segunda vez en su vida le ocasiono escalofríos y euforia, con una extraña necesidad de volver a detallar esos ojos cuyo recuerdo seguía fresco en su mente. Claro que se soltó una bofetada mental por tan poca atención a su problema actual

— John Hamish Watson, esto es serio. — la castaña caoba no parecía creerle, pero por más que John moviera la cabeza con negatividad tampoco la convencía por su nerviosismo.

— ¿Qué se supone que hice? — no había coqueteado de más, no se había perdido más que dos veces y nadie fue testigo cuando resbalo con la charola de instrumentos, así que no pudo estar seguro que fue lo que ocasiono ese ataque de desesperación en su tía. ¡Ni siquiera pidió el número de las tres únicas enfermeras decentes del lugar!

Sarah renuncio a su mirada inquisitiva y cerro sus ojos, levantando su cuerpo que prácticamente estaba sobre su sobrino y se sentó en su escritorio, sobándose la sien con paciencia y en busca de paz. Respiro y respiro, por fin controlándose y notando la mirada de miedo y culpabilidad en el rubio, aunque ya era seguro que el chiquillo no sabía ni porque estaba siendo interrogado

— Ayer con Holmes, sucedió lo impensable John. — ¿no abra vuelto a escapar o sí? Por supuesto que el rubio tuvo que darse la segundo bofetada mental ante su poco sentido de prioridades en sus preguntas. Además Sarah parecía emocionada que se volvió exasperada, seguro ante su mirada por no entender nada.  — ¡Hablo John! ¡Sherlock hablo!

— ¿Aja? ¿Y? — hurra. Wi. ¿Harían fiesta porque un joven hablara a sus diecisiete años? Esos comentarios debieron ser claros en su rostro y el bailar de sus ojos, porque su tía elevo las manos sin paciencia y las sacudió con énfasis

— ¡Sherlock Holmes no habla, John!

— Sarah, tranquilízate primero y explícate, ¿cómo que no hablar y como que lo hizo ayer recién? — el rubio tomo las manos femeninas e hizo que la doctora tomara asiento a su lado, volviéndola a tranquilizar. Ella se tomó sus minutos para poder tomar aire y mantenerlo para hablar lo más clara y concisa que podía

— Jamás ha hablado frente a nadie, ni siquiera con su hermano. En toda su infancia se le creyó autista y cuando lo internaron en Rusia por un año presencio un asesinato, lo que revelo un trastorno de conducta antisocial pero un muy inteligente cerebro. El test de 200 apenas soporto su IQ — el rubio mantuvo la boca abierta con una muy sincera mueca de sorpresa y queriendo gritar ¡¿Acaso es Tony Stark o Charles Xavier?! ¡Eso era impresionante! Su miserable resultado de 155 que lo había llenado de orgullo, ahora le daba vergüenza.  

¡Era un maldito genio! ¡¿Y aun así lo mantenían encerrado?! Deberían ponerlo a curar el cáncer o algo por el estilo, aprovechar esa mente, ¡no dejarla podrirse! Pobre, seguro se la pasaba aburridísimo encerrado, aunque pudo notar varios estantes de libros y demás cosas, seguros traídos por sus padres o hermano para mantenerlo ocupado. Bueno, ahora entendía porque había de cortarse las venas si no te dejaban pensar. Aunque recordando su estudio de sociópata, seguro y preferían prevenir a tener otro Jack destripador al que jamás pudiesen atrapar…. Pero en realidad, ¿era por eso?

John pareció relajarse pensando en sus adentros, mientras su tía suspiraba de alivio al suponer que su sobrino no había hecho nada para despertar a un delincuente de su mente pasiva. Cuando le dieron el puesto de jefa en el hospital, rápidamente le advirtieron de dicho paciente que llevo a dos doctores a la enfermería por heridas menores, pero al fin y al cabo con intención. Controlarlo le había llevado casi la carrera, pero por las extremas donaciones de los Holmes para mantenerlo ahí, no había podido deshacerse de él. Y el saber que quería ver a su sobrino, su amado y adorado sobrino, le dio un ataque de terror y paranoia de tal solo pensar que su rubio estaría con ese sujeto.

Entonces le pareció de lo más normal terminar con su relato añadiendo el último detalle

— Y ayer justamente cuando pasaban a darle sus medicamentos nocturnos, le dijo a la enfermera que te quería a ti. — concluyo la mujer también dejándose caer en el silloncito

— ¿Cómo su enfermero? ¿Específicamente yo o…? — Sarah abrió los ojos lentamente y miro amenazante a su sobrino, quien le dio una corta sonrisa inocente. La mujer rechino los dientes al saberse equivocada y que John SÍ se involucró con el paciente.

— ¿Lo necesitas por escrito? ¡Pues lo cito! “No me toques bruja, quiero a John Watson”.

— Si es la enfermera pelirroja, si es una bruja… — el rubio se rio de su propia broma y Sarah le aventó un bolígrafo ante su poca muestra de interés

— ¡John!

— Tía, Sarah o jefa, lo que seas en este momento, calma. Sí el me necesita…

— ¡No te necesita un demente! — ella se puso de pie nuevamente alterada, pero su sobrino se paró clemente y dirigiéndose a la salida

— Si él quiere, así será. No lo puedes impedir… ¡y no es un demente! ¡Actúa profesional! — recrimino el estudiante aun con su brillante sonrisa y paciencia

— Su hermano debe de aceptar primero que un estudiante clínico atienda a su hermano menor. Creme que Mycroft Holmes es muy sobreprotector. — amenazo la jefa cruzándose de brazos con superioridad, pero John le dio una mueca victoria antes de salir por la puerta de la oficina

— No se te olvide decirle que un estudiante clínico hizo hablar a su hermano.

Y cerró la puerta.

Y destruyo el sistema nervioso de su tía.

Y estaba seguro que también su vida daría un giro complementario ahora.

— Hola Sherlock. — saludo cuando sin pensarlo ni toarlo, sus pies lo habían llevado a cruzar la habitación del otro ya con los vasitos desechables de las dos pastillas que debía tomar a esa hora, quien seguía en el mismo lugar que ayer. ¿Eso era posible? — ¿No pudiste armar menos polémica para tener mi atención?

La sonrisa en sus labios esta vez no se esfumo, simplemente se quedó viendo la reacción del otro quien sin mirarlo, elevo y bajo sus hombros restándole importancia a lo recién mencionado. Al parecer el chiquillo seguiría callado, por lo que el rubio servidor se acercó  con el estetoscopio en manos dejando el vasito de pastillas en la mesita más cercana a ambos.

— Oh vamos, ¿si le hablaste a la bruja pero no hablaras conmigo? — se acercó al azabache cuya mirada estaba frente a la ventana con barrotes, ignorándolo a él. John le escucho la respiración y todo lo rutinario, pero el silencio siempre le incómodo y el moreno no tenía ni la más mínima intención de volver a hablar con él.

Alejo el instrumento de la espalda del paciente y se paró erguido con total autoridad.

— Haber Sherlock, si me quieres aquí necesito saber por qué. Me estoy ganando muchos problemas y como ganancia, al menos quisiera que nos conozcamos si yo seré quien realice tus estudios. Créeme, te sentirás mas cómodo si al menos sabes mi nombre…

— John Hamish Watson-Sawyer, estudiante técnico-bachiller en su segundo año y estás haciendo tus servicios aquí. A pesar de ser un hospital de renombre y varias áreas especializadas, seguramente con el favoritismo de la doctora Sawyer te hizo entrar, quien sería tu pariente materna. — John iba a replicar lo dicho, pero Sherlock no tuvo botón de apagado — Sueles desayunar cereal aunque apenas y te queda tiempo para ducharte después de tu ejercicio, correr seguramente y pocos días acompañado por algún amigo, eso demuestra tu falta de ánimo y que hoy lo hiciste solo. Padre militar que resulto alcohólico y maltrato a tu madre, pero murió tras ahogarse con el mismo vino, seguramente tú lo viste y por eso dimitiste la idea de seguir sus pasos.

»Tocas la guitarra y perteneces a una banda, eso explicaría el tatuaje de gema detrás de tu cuello cuyo nombre es de tu hermano mayor a quien seguro extrañas, lo que demuestra que no lo ves mucho después de que tu padre lo corriera de la casa y ahora te encargas tu solo de tu madre, la cual sufre de depresión tras el fallecimiento de tu padre.

»Las manchas en tus codos son de tinta, lo cual significa que a pesar de haber llegado tarde a casa después de aquí te pusiste a tocar tu instrumento y seguro a componer algunas canciones y se te olvido, por lo que sus borrones simples significan que solo te tallaste sin precaución. «

A John se le cayó el estetoscopio de las manos y no aparto la mirada de aquel ser humano. No, ¡un mago! Tal vez el adivino al que se le rompió su lámpara mágica y ahora estaba varado entre los mortales. Sin embargo y tras haber tenido esas ideas fantasiosas, se despabilo de sus tontas ideas y se tuvo que sentar en el reposabrazos del sillón del moreno.

— Eso ha… ha sido fantástico. — admitió el rubio todavía pasmado, pero con una sonrisa larga en su rostro.

John jamás se lo había contado a nadie, manteniéndose fuerte y distante con sus amigables sonrisas y un sentido de la justicia y humildad intacto, que impedía que todos vieran su lado oscuro. Si alguien supiese que se rio en el fúnebre velorio de su padre o que se enojó por un momento el no haberlo asesinado él… que Greg se enterara de eso fue un mero plus tras una explosión de emociones por perder un importante partido de rugby. Que Sherlock lo supiera era… fantástico.

Por segunda vez en sus encuentros, Sherlock volteo a verlo con notable sorpresa en sus facciones, tampoco creyéndose el hecho de recibir esa respuesta. Con los vagabundos que utiliza para sus comunicaciones con sus “vendedores”, había recibido varias lecciones de golpe y luchas sucias, solo por decir las verdades obvias del os pobres. Jamás lo había intentado con alguien fuera del entorno callejero, pero al parecer el rubio no parecía querer golpearlo.

Fijo sus ojos en los azules celestes, ignorando el sonrojo del hombre rubio, solo descubrimiento fanatismo y sinceridad en ellos. El tipo era muy transparente ante él, pero no lo creía.

— ¿En serio?

— ¡Sí! ¿Cómo lo has hecho?

— Observo y deduzco. Cualquiera lo podría hacer si utilizara el cerebro. — John hizo un mohín de querer saber más, y sin explicación Sherlock no le dio un puntapié, en cambio tomo aire y lo miro con altanería —; tu tatuaje lo hiciste consiente porque es de gema y no te avergüenza mostrarlo, lo que seguro significa que fue apuesta o broma entre amigos pero no tomaste, ni tomas, seguro por traumas con alguno de tus padres lo que explica la muerte de este y tu cansancio físico y emocional tras cuidar al otro.

»Eres cordial y amigable pero tu postura es militar y las marcas tras tu oreja significan que apenas decidiste dejarte crecer el cabello, lo que nos lleva al desistimiento de seguir una carrera militar. Naturalmente, esas decisiones son heredaras o aplicadas de padre a hijo, las mujeres militares son más hormonales con la maternidad, por lo cual tu padre era el ejemplo de la guerra pero termino con tu sueño tras golpear a tu madre, seguro porque lo dieron de baja y necesitaba descargar furtivamente su furia.

»Lo de tu hermano se explica solo con todo lo demás, aunque se fue de la casa porque o era un bebedor que peleaba con tu padre constantemente o era homosexual y humillación para un veterano.

»Corres para mantener tu físico, no eres narcisista porque no te importa confiando en tus encantos para flirtear seguro, pero lo haces por tus enseñanzas militares y prefieres hacerlo acompañado. Tu humor lo demuestra, ayer estabas menos tenso y hoy si lo estas de tus hombros, posiblemente por un contratiempo con tu compañero. ¿Falto algo? Creo que no.  «

— No todos tenemos un IQ de 200, ¿eh? ¡Eres fantástico! — el rubio rio con ganas ante su fanatismo para con el otro, quien se sintió inexplicablemente avergonzado de aquella juguetona mirada infantil. Voltear el rostro a la ventana nuevamente no cubrió su rubor como lo esperaba

— El tuyo apenas pasa el 100. — replico el avergonzado rizos.

— 155. — John debió de haberse ofendido, pero en vez de eso le respondió con orgullo nuevamente por no sentirse tan idiota.

— Inútil. Pero pasable. — admitió el rizos sin saber que más decir, solo observando las acciones de su proclamado enfermero.

— ¿Ah, geniecito? Pues te equivocaste en algo. — John siguiéndole el juego mudo, le tendió el vasito desechable con las pastillas. Sherlock hizo una mueca ante ellas, pero las tomó a regañadientes cuando el otro las acerco más a su rostro.

— No esperaba acertar en todo… ¿en qué? — sin ser obvio y muriéndose por saber en que cometió un error, no tomo las pastillas

— Harry. Fue mi padre quien la corrió de la casa por su homosexualidad y mamá por defender a su marido ante los ataques de Harry. Yo también por su adicción al alcohol y me arrepiento de no apoyarla. 

— Detalles, detalles. — Sherlock movió su esquelética mano quitándole importancia al hecho, pero el rubio ensancho más su sonrisa de victoria sabiendo que el chico “deductor” no había dado con el clavo

— Harry es el diminutivo de Harriet. — oh si, la gloria de saberse ganador de un reto que nadie impuso, era fabuloso.

— Harriet. Tu hermana. — murmuro con los dientes apretados, pero cuando sintió los dedos de John sobre su mano incitando a que se tomara las pastillas de una buena vez, perdió la sensación de odio hacia el muchacho.

Fijo su mirada en la celeste quien dejo su sonrisita de niño-con-juguete-nuevo y ahora solo le pedía con esos ojitos que tomase las malditas pastillas. Sin despegar su vista tras esa mirada inquietante se tomó el medicamento y después el chorro de agua, todo bajo esa conexión ocular. Posiblemente por primera vez en mucho tiempo, se sintió algo más que protegido, se sintió como un objetivo con propósito, y solo por primera vez el mundo dejo de ser gris… ahora era azul como aquellos ojos bajo pestañas doradas.

John se sintió atrapado de nuevo, pero eso ya no le provoco terror o incomodidad, fue una suave ventisca de apoyo y protección lo que le brindo la mirada heterocromatica. Saberse necesitado por el muchacho drogadicto no fue tan repugnante como lo sintió el día anterior, se sintió un héroe con una misión; si lograba que Sherlock dejase aquello seria el mayor logro de su vida, porque necesitaba seguir viendo esa anormal mirada.

 

Ese día para John significo demasiado, y los siguientes que se vieron venir fueron aun mejores.

Sherlock mejoro su salud, aunque su humor era igual de agrio. Pero había logrado que subiera de peso y ya no se vieran sus huesos tras su piel, que sus rizos recobraran fuerza, brillo y sedosidad fue su regalo, y que sus ojos brillaran vivos fue un milagro.

Seguía sin hablarle más allá de lo necesario, más bien, el que le contaba todo lo que hacía era el rubio y recibía muecas de fastidio o superioridad del otro. Pero con eso bastaba, porque por extraño que pareciese, se estaban satisfaciendo entre sus silencios. Sherlock solo necesitaba escuchar algo que le dijese que la vida no volvería a ser gris y John se sentía importante al hablar y hablar sin el miedo a decir algo mal. Porque entre ellos nada era malo, todo era mejor.

Las horas de su servicio fue repartido entre apoyar la clínica y cuidar a Sherlock como su enfermero personal. Incluso el mismo alvino le tendió una vez un cheque dejado por su hermano con una suma bastante alta, la cual le hizo ofenderse y maldecir al mayor de los Holmes. Pero fue la primera vez que escucho reír a Sherlock, y riendo de verdad, no con sus espabiladas sonrisas macabras. Fue tan emotivo que termino carcajeando con él, pero por estar disfrutando de una sonrisa tan genuina y divertida, contagiosa y tranquila, que no le dejo desaparecer su sonrisa boba del rostro y se ganó burlas de sus amigos.

También rompió en pedacitos el cheque y después Mike, Molly y Greg le dieron con el estuche de un teclado.   

 

Pero llego ese día, a seis meses de conocerlo.

Donde no pudo seguir hablando con Mike en el pasillo de la entrada para irse al ensayo de la banda tras un largo día de servicio, por ver que una ambulancia bajaba el cuerpo inerte de su madre con heridas abiertas en su antebrazo. Su tía atendió a su madre con precisión y él sólo estaba viendo como la reanimaban por tercera vez tras la ventanilla de urgencias.

Al parecer la mujer no podía seguir sola y solo quería seguir al hombre que la golpeaba hasta casi matarla solo por la humillación injustificada que sentía hacia el mismo. Una mujer que se mostraba débil.

Pero no era tristeza o preocupación la que se veía en sus ojos y las palabras de aliento de su amigo no le ayudaban en nada. No, no era el sentimiento típico de todo hijo con la idea de perder a su madre, era más bien el sentimiento de un resentido que quería ver a todos muertos.

¿Muerta? ¿A mamá?

A la mujer que lo pario, lo crio y sin duda alguna sabía que solo tenía un problema de depresión que la cegaba y la mantenía inerte en el mundo. ¡¿Qué clase de hijo tenía esa clase de pensamientos de su madre?!

No lo soporto, ni la angustia de saberse un monstro o la desesperación por la ira que no quería irse. Salió corriendo del lugar y no supo a donde hasta que se halló a si mismo subiendo por los escalones hasta el último piso, pero no se detuvo, siguió corriendo a su refugio.

Llego al último piso y después a la habitación central, donde abrió la puerta y  la cerro a sus espaldas para recargarse en ella tras su corrida por todos los pisos. Mantuvo cerrado sus ojos y con el puño cerrado golpeaba suavemente la madera como un tic para relajarse, pero no lo lograba.

No abrió los ojos hasta que sintió una mano sobre su hombro, encontrándose con Sherlock y una analítica y preocupada al mismo tiempo.

— Perdón Sherlock, no quería despertare. — eso no era tanto cierto, de todos modos el rizado jamás dormía por mucho que se haya esforzado en convencerlo.

Pero el azabache cambio su mirada a una comprensiva, tal vez dando al fin con el problema de toda la situación que estaba enfrentando. No era una mirada de lastima, lo cual agradecía porque había ido con él para no soportar las de Mike, pero tampoco quería que el chico lo analizara por esa vez, y sólo por esa vez, él quería gritarlo todo. Pero no sabía cómo hablar del tema, jamás lo había hecho y ahora había perdido todos los diálogos que frente al espejo viejo descargaba para no hacerse daño.

Agacho la mirada derrotado, sintiéndose nuevamente inhumano pues ya no sabía cómo mostrarse ante el mundo. Ni recordaba como llorar en el hombro de alguien, porque siempre lo hizo encerrado en su closet tras haber limpiado y acostado a su padre y curar a su madre. El ya no sabía cómo pedir consuelo. Y añadiendo otro gesto a lo patético, estaba en la habitación de un paciente con el que paneas y podía hablar porque este tenía sus propios problemas con la sombra de su pasado. ¿En que estaba pensando? ¿Cómo Sherlock, un adicto y maniático, podía consolarlo?

— Déjalo ir  — escucho la voz del hombre frente a él, pero negó con la cabeza, frenético. Escucho el chasquido de una lengua enojada, y la voz demandante. — Déjalo ir.

— No puedo. — confeso el rubio apenado.

Entonces ocurrió lo impensado, lo inimaginable y lo que marcaría el destino a estar juntos por el resto de sus vidas. Sin exageración o dramatismo, era cierto, pues el moreno abrazo al rubio dejando que sus brazos pegaran ambos pechos y sus manos descansaran en la cintura y omoplato contrario.

— Déjalo ir. — susurro contra el odio del otro, quien abrió sus ojos que por fin derramaron las lágrimas que guardo por tanto tiempo. Sorprendido no por el acto en sí, sino por el calor que le brindo apenas sentir el cuerpo del otro enrollándolo. Cubriéndolo del feo mundo que se volvía cruel con los mas inocentes.

— ¿Sherlock? — inseguro de que eso no fuese un delicioso sueño ambicionado, parpadeo varias veces tras perder la visibilidad entre tanto líquido ocular. ¿Era cierto? ¿Ese hombre que le brindaba luz a sus días malos, por muy egocéntrico que fuese al darle la espalda como crio chiquito cada que le toca una inyección, lo estaba abrazando?

— Te estas volviendo gris John. No quiero que seas gris, tu no. — no veía la cara del otro, pero el sonido de su voz contra su oreja le indicaban que imploraba, lo cual le hizo quedarse tieso ante la petición. ¿Qué de importante sería que el fuese gris como el resto del mundo?  —. Si dejas de brillar John, me dejas otra vez en la oscuridad.

 Ante eso último y en un arranque por miedo a perder a un paciente, un amigo, un amante o lo que sea que fuese Sherlock Holmes en su vida, se aferró al abrazo que le brindaban y enterró su rostro en el largo cuello del otro, dejando huellas húmedas de lo que significo toda su vida. Lloro y lloro todo lo que pudo dar en el mismo lugar y después el moreno lo llevo a la camilla donde permanecieron recostados, ambos cansados por tantas emociones en el día, pero aunque estaba medio dormido con la visión borrosa, vio la sonrisa en los labios del otro.

El maldito sonreía y no sabía porque, pero el termino por relajarse por completo en él y también sonreír, aunque menos sabia el porqué.

No se dieron cuenta o tal vez lo ignoraron, que un lazo más profundo que cualquier categoría mortal se había trazado cuando sus manos y dedos quedaron entrelazados, marcando un final para ellos y su búsqueda de paz.

 

Oh si, ese día su madre quedo internada por siempre en Barts acompañando a Sherlock en el piso de psicología y tratamiento contra adicciones. John la visitaba una vez a la semana, pero realmente no se tomaba tanto tiempo en cuidarla como en sus últimos tiempos. Y Sherlock ya hablaba con normalidad aunque fuese para quejarse de todo el personal, pero le divertía las cosas que decía, otras lo regañaba por ser tan imprudente, pero jamás le hacía caso.

Nunca de hecho.

Ingrato.

Pero no importaba, porque estaba junto a él y a palabras textuales y lo citaba tal cual: “era su brillo. El único ser con color en su vida y al único que quería en ella.” ¿Demasiado raro para dos hombres? Muy cierto, pero eran Watson y Holmes, Holmes y Watson, la historia los recordara como dos raros de todas maneras.

Por fin amado sea el universo, bajo del autobús y se encamino al hospital donde se puso su uniforme verde horrible perteneciente al de enfermería y salió disparado al primer piso. Sherlock seguía tomando medicamento una vez al día y solo John se lo podía dar. Por ejemplo, cuando tuvo un proyecto importante y no pudo ir a verle, Cristina-bruja-roja tuvo que dárselas y termino llorando y maldiciendo por decirle que su novio le engañaba con su vecino. Vecino. Esta de más decir la obligación de no volver a faltar ningún día.

Entonces caminando en su misma dirección pero contraria, los rizos cortos y excelentemente peinados hacia atrás se notaban bajo la luz blanca. Reconocía esa presencia, así fuese en un cementerio.

— Oh, buenas tardes Mycroft… — el mayor de los Holmes pasaba por el pasillo a paso rápido, y a su lado casi lo tumba si es que no se quita. Se veía molesto. Muy molesto.

John puso los ojos en blanco y se apresuró al cuarto del sujeto que aún no descubría como no lo había asfixiado todavía.

— ¿Qué le hiciste a tu hermano? — el acusado elevo los hombros y puso una mueca ofendida ante tal acusación sin fundamentos. John no hizo más que sonreír ante ese cretino de apariencia angelical y acercársele.

Y eso era todos los días con ese sujeto que le daba una vista hermosa del mundo tras sus bellos ojos.

Notas finales:

1) Aquí su querida escritora estudio un bachillerato técnico de Químico laboratorista, biotecnología y piensa seguir la carrera medica militar así que tiene los conocimientos y la práctica para la extracción de sangre, más sin embargo y está de más decir NO LO HAGAN ni lo tomen a LA LIGERA. Omití muchos pasos de higiene y no desarrolle bien el tema práctico, por mera flojera la verdad. Así que si quieren evitarse derrames y manchar el tapete favorito de su madre, no se saquen sangre solitos. Jamás. Nunca. O créanme que con un simple temblor su vena se ponchara y duele de la chingada. Hablo en serio y con experiencia (Maestra Torres, aun la odio -.-).

2) Los test de IQ universitarios y más suplementados en la actualidad solo llegan a medir al 200. Al menos que seas ciertamente el profesor X o Iroman, dudo mucho que alguien si quiera llegue a sobresalir ese número en esta década.

3) Siempre presentan a Sherlock con el nombre completo de Sherlock William Scott u Alexander, lo cual no estoy seguro de haber leído en los tres únicos libros que conozco de Sir Arthur, pero utilice los dos primeros. Si esto es perteneciente a algún escritor en general, pido perdón por no solicitar su permiso primero, pero si sirve de algo, aclaro que la idea del nombre completo no fue mía y me quito los créditos ante el hecho.

 

DAAAA esta seria como la introduccion al Johnlock, ya en el siguiente cap veremos el amor entre Myc y Greg aksjdkajda amo a esos dos *-*


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