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Tú... por LatexoHPo

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Notas del capitulo:

¡Ah! Estoy bien bruta, en serio... por alguna razón pensé que ya había actualizado éste fic y resulta que no. ¡Auch! Pero bueno, aquí está ya :P

 

Preparen pañuelos para derrame nasal y para lágrimas y risas... y ya dejo de divagar. Sólo que llegamos a la parte cachonda del relato jijijiji.

Un enorme trueno en el cielo allá afuera les hizo separarse apenas unos milímetros, pues los vidrios de las ventanas se habian cimbrado.

A Steve le parecía que el ambiente era especial, aún con el ruido de la tormenta. Quizá era que tenía al fin a Bruce sobre él completamente desnudo; movió las manos para recorrer suavemente los muslos de Bruce, rozando con las yemas ese suave vello.

Bruce abrió los ojos lentamente y le obsequió a Steve una pequeña sonrisa. A la par de la caricia del rubio, el chico de rizos deslizó una de sus manos hasta el rostro del otro. Estaban reconociéndose de verdad, lenta y suavemente. Porque ambos sabían lo que vendría, lo que querían desde hace tiempo. Necesitaban el suave tacto de sus pieles antes de dejarse llevar completamente por la pasión. Bruce se inclinó una vez más y besó lánguidamente a Steve, éste se dejó hacer y sus manos siguieron el recorrido desde los muslos hasta llegar a las nalgas de Bruce, donde apretó y disfrutó plenamente ahora sin ninguna prenda que le estorbara. Bruce jadeó en su boca.

Lentamente el rubio se incorporó para cambiar las posiciones. No por idea alguna de dominar el menudo cuerpo de Bruce, sino para arrullarlo a besos y caricias por entero. Bruce se relajó ahora con la espalda contra el colchón; sonrió de nuevo cuando Steve abandonó sus labios para ir bajando por su barbilla y cuello, cuando mordió con suavidad el lóbulo de su oreja y siguió bajando.  Entrelazó su mano izquierda con la derecha de Steve, mientras que la otra del rubio recorría su pecho a la par que sus labios. El rubio besó cada pedacito de piel de su chico, maravillado con esa entrega y con la dulzura de su sabor. No se entretuvo mucho tiempo en los pezones, pero los adoró, y adoró más el gemido que escapó de Bruce, el leve arqueamiento bajo él.

Pronto llegó a dónde pretendía llegar con el camino de besos a todo lo largo del estómago. Se soltó suavemente del agarre de Bruce y ubicó ambas manos en los muslos, separándolos un poco más hasta que su rostro quedó a milímetros del miembro ya erecto de su chico. Sopló primero, enviando un electrizante vaho cálido, sonrió cuando sintió los muslos de Bruce temblar bajo sus manos. Entonces besó despacio y no tardó en lamer el orificio del glande. Bruce tuvo que cerrar los ojos y enroscar los dedos de sus pies en la sábana, además de dejar escapar el avergonzado sonido de sus labios. Llevó ambas manos a los cabellos de Steve, sosteniendo sin apretar.

Pronto toda la calidez de la boca de Steve estaba rodeando su miembro, las manos grandes y candentes acariciaban muy despacio sus muslos, las caderas y de vuelta… siempre lento, igual que el vaivén de la boca del rubio sobre su miembro. Bruce se atrevió a bajar un poco la mirada para ver entre penumbras cómo su miembro era degustado por Steve como si fuera un postre delicioso. Su propio estómago bajaba y subía por el acelerado bombeo de su corazón. Afuera hacía frío, pero Bruce podía quemarse ahí con Steve entre sus piernas, y si había pensado que el ruido que surgía por las atenciones de Steve habría sido vergonzoso, ahora comprobaba que era muy sexy, que le provocaba alzar un poco las caderas para que Steve no se detuviera… El fuego quemaba, sus entrañas se contorsionaron, su pelvis hormigueó, todos sus músculos se contrajeron y de su boca salió un grito ahogado mientras sus manos jalaban un poco los cabellos de Steve.

Steve mantuvo su boca rodeando el pene de Bruce mientras éste se vaciaba, mientras disfrutaba del temblor que sacudió el menudo cuerpo de su chico y su propio pene saltaba desesperado al escucharlo gemir de esa manera. No tragó todo, dejó que un poco de la mezcla de saliva y semen resbalara más abajo del escroto de Bruce, recorriendo el perineo hasta llegar a su entrada. Ahí Steve utilizó sus dedos, introdujo uno suavemente. Tan apretado y caliente. Bruce se contrajo al sentir la presión y mudó otro grito. Por supuesto que quería esto, pero aún así era incómodo y extraño. Pronto dejó de pensar demasiado porque Steve volvió a lamer y presionar con su lengua justo en medio entre sus testículos y su entrada sin sacar su dedo. Eso se sentía maravilloso y alzó un poco más sus caderas; tuvo que soltar el cabello de Steve porque no quería lastimarlo, así que llevó sus manos hasta la sábanas y las apretó todo lo que necesitaba apretar.

Steve introdujo un dedo más cuando sintió a Bruce relajar los músculos de su entrada; se enfocó de nuevo en el pene que ya descansaba laxo en el pliegue de la pelvis, lamiendo justo en la separación del glande y el tronco. Eso hizo que Bruce volviera a arquearse y a Steve sonreír. El rubio sentía su propio éxtasis a punto de llegar con sólo sentir los movimientos de Bruce, con sólo escuchar sus gemidos y jadeos, su nombre susurrado con tanta necesidad en la dulce y ronca voz de su chico. Pero quería darle todo el placer que pudiera, así que se llevó rápidamente una mano a su entrepierna para apretar un poco la base y retrasar el venirse, quería hacerlo pero dentro de Bruce. Se concentró en prepararlo con toda la suavidad y cariño que podía; no quería que ésta, su primera vez, fuera algo doloroso y rápido.

Bruce comenzó a temblar de impaciencia. Tenía ya dos dedos dentro de él, y Steve comenzó a doblarlos suavemente hasta que alcanzaron su próstata. Bruce gritó con fuerza y se contrajo de placer. La caricia se repitió unas veces más y Bruce sintió su pene erguirse de nuevo. La vergüenza pasó a segundo término y dejó escapar todos los ruidos que su garganta exigía. Comenzó a suplicar por más… más…

“¡Más! Steve…”

Steve atrapó un testículo de Bruce y lo succionó un poco, sonriendo. Besó el otro, besó el pene semierecto… Subió a besos por la pelvis, el ombligo, el estómago que se contraía, el pecho que palpitaba a mil, el cuello que se le ofrecía. Besó y lamió sin sacar sus dedos. Pronto lo hizo porque Bruce buscó sus labios y se entregaron en un beso dulce y apasionado a la vez. Con la luz de la farola Steve alcanzó a distinguir los ojos acuosos de Bruce cuando rompieron el beso. Era hora, tenía que poseerlo o se iba a volver loco de placer. Se incorporó para tomar una almohada y ponerla bajo la espalda baja de Bruce, sería más cómodo para ambos. Bruce alzó las caderas y posicionó sus piernas en la cintura de Steve mientras éste tomaba su miembro y lo alineaba en la entrada de su chico. Bruce aferró sus manos en los costados de Steve y cerró los ojos. Pronto el pene del rubio comenzó a invadirlo, muy lento y tortuoso pero placentero a la vez. Bruce sintió cómo el miembro abría despacio un lugar que nunca había sido tocado… y ardía y por instinto apretó.

Steve bajó con cuidado y obsequió a Bruce besitos por su mandíbula y su cuello.

“Relájate, bebé… Estamos haciendo el amor, déjame amarte.”

Bruce asintió apenas mordiéndose los labios. Se mentalizó en ello. Estaba haciendo el amor con Steve; Steve le estaba haciendo el amor. Las manos calientes del rubio tomaron sus nalgas y lo alzaron un poquito más; Bruce se relajó lo suficiente respirando profundamente y pronto su entrada fue invadida con más intensidad.

Un gemido de dolor escapó de Bruce sin que pudiera evitarlo y estuvo seguro que dejaría alguna marca en la espalda de Steve, pero lo atrajo al mismo tiempo dándole a entender que quería seguir con esto, porque Steve se había detenido. Pronto el rubio volvió a besar a Bruce tranquilamente y siguió su camino dentro de él, deleitándose con la calidez y la estrechez que estaba abriendo.

Cuando la cabeza de su miembro estuvo por entero dentro de Bruce fue más fácil deslizar lo demás. Bruce jadeó al primer empuje rápido. Estaban unidos por fin. El perfecto cuerpo de Steve estaba sobre de él, y el gemido placentero del rubio le hizo relajarse todavía más. Seguía siendo extraño y doloroso, pero había una atmósfera de dulzura rodeandolos. Se permitieron unos momentos para acostumbrarse uno al otro mientras Steve volvía a besar a Bruce y Bruce se adaptaba a mantener las piernas alrededor de la cintura de su novio y al ardor en su entrada, respirando profundamente.

Fue Bruce el que subió una de sus manos para posarla en los cabellos rubios, atrayendo los labios húmedos del otro y entregándose en un beso profundo mientras se empujaba un poco. Fue la señal que Steve entendió como la bienvenida a la posición y comenzó a salir lentamente para volver a adentrarse un momento después. Fue lento y suave al principio, sus alientos se mezclaban mirándose intensamente uno al otro; pronto el ceño fruncido de Bruce se disolvió y cerró los ojos empujando su cabeza hasta enterrarla en la almohada. Steve sostenía las caderas de Bruce, acariciando sutilmente, entrando y saliendo con lentitud para permitir a Bruce acostumbrarse mientras besaba y lamía ese cuello, mientras mordía ligeramente la manzana de Bruce, que se agitaba; mientras se deleitaba con los lentos y sosegados gemidos.

Poco a poco el vaivén se hizo más intenso; Steve seguía siendo suave y delicado, pero aceleró un poco con cada embestida. Le excitaba aún más ver el cuerpo de Bruce moviéndose al compás que él dictaba, dejándose empujar dócilmente, sus jadeos sin resuello. El aliento cálido de Bruce se estrellaba en su rostro, y pronto en su cuello cuando le nació abrazarlo más, como queriendo fusionarse con él.

Pronto estaban moviéndose con más fuerza. Bruce se unió al movimiento empujando sus caderas y apretando a Steve, disfrutando de los gruñidos del otro, de sus besos y sus caricias. Entonces una mano del rubio abandonó sus caderas y se coló entre los dos. Su miembro fue atrapado y la mano subió y bajó al ritmo con el que se movían sobre la cama, ritmo que aceleró cuando Steve se sintió llegar.

“Bruce…”, susurró con sensualidad en el oído de su chico. “¿Confías en mí?”

Bruce jadeó más fuerte y asintió sin ser capaz de dar una respuesta oral, ya se sentía todo pegajoso por el sudor, su miembro escurría preseminal y él no podía creer que volvería a correrse tan pronto.

La caricia en su pene aceleró, igual que las caderas de Steve y pronto fueron un lío de movimiento y jadeos y calor entre los dos. Bruce sintió la nueva quemadura cuando Steve hizo círculos con su cadera, pero pronto gritó, se arqueó y se sostuvo del rubio entrelazando sus piernas para no derrumbarse; Steve estaba golpeando su próstata otra vez y sólo bastaron unos cuantos golpes para venirse en la mano del otro, derramándose en ambos estómagos. Steve aprovechó la boca abierta de Bruce para atraparla e introducir su lengua; Bruce sintió ahogarse pero era delicioso, y tan placentero y ardiente… Sus ojos se apretaron y sintió una lágrima deslizarse. Era el placer, el ardor, la situación, el saber que estaba teniendo intimidad con Steve, que estaban unidos al fin, que estaban teniendo sexo, haciendo el amor, entregándose por completo; que eran uno del otro.

Entonces Steve empujó con fuerza exclamando una maldición. Bruce apretó los dientes y casi enterró sus uñas en la espalda del rubio. Éste repitió el empuje certero un par de veces más, y pronto Bruce sintió cómo se tensaban los músculos de Steve, cómo su vientre se contraía sobre su pene, cómo entró completa y avasalladoramente dentro de él… el caliente líquido le inundó y se sintió… genial.

“Te amo. Te amo, Bruce… ¡Mierda! Te amo tanto…”, gimió Steve mientras se derramaba dentro de Bruce.

Bruce había escuchado que hacerlo era como entrar al paraíso, como morir un poco… Y era cierto. Se sintió desfallecer cuando Steve gruñó entre espasmos y se derrumbó sobre él, besando entre jadeos su cuello, temblando de placer. Bruce fue consciente hasta entonces de que él también temblaba, que todo su cuerpo era sostenido por pura determinación.

Se quedaron así por un instante, intentando recuperar el aliento. Sus cuerpos se habían pegado por el sudor y se despegaron cuando Steve se separó sólo lo suficiente para sacar su miembro, dejando la entrada de Bruce palpitando adolorida y mojada. La almohada bajo su espalda fue retirada y sus piernas bajadas con sutileza y cariño. Steve se dejó caer de nuevo para besar a Bruce, para repetirle en un murmullo que lo amaba. Bruce no podía encontrar su voz, sentía la garganta seca de tanto gritar y jadear. Tragó saliva y lo único que pudo hacer fue decirle a Steve todo con un beso apasionado y salivoso.

Cuando Steve se deslizó a un lado acariciando el rostro de Bruce, una enorme sonrisa adornaba sus labios. Bruce se lamió el labio inferior y correspondió la sonrisa. Las hebras rubias de Steve se pegaban en su frente, y Bruce sabía que estaba en iguales condiciones.

Aún había calor alrededor de ellos, por lo que no se preocuparon por el viento frío que se colaba por la ventana. Steve bajó su mano para acariciar ahora el hombro desnudo de su chico, le giró un poco.

“Ven aquí”, susurró atrayéndolo ahora con la mano en una nalga.

Bruce se movió pero sintió la quemadura en su trasero y gimió un poco adolorido.

“¿Te duele mucho?”, preguntó el rubio preocupado, acariciando la nalga suavemente.

Pero Bruce negó con la cabeza y se acomodó en el pecho de Steve. Éste lo recibió con cuidado y besó sus rizos.

“Arde un poco”, jadeó Bruce encontrado su voz ronca por fin. “Pero es normal, ¿cierto?”

Steve sintió derretirse al escuchar por fin la voz de Bruce, tan cansada y satisfecha. Limpió el rastro de la lágrima que todavía quedaba en su mejilla y alzó su rostro para besarle fugazmente en los labios.

“Sí. Tienes que acostumbrarte. Yo te acostumbraré”, musitó el rubio con una suave sonrisa.

Bruce sonrió y besó el pecho de Steve. Se acurrucó un poco más sin hacerle caso al dolorcillo que ahora sentía en las caderas. Fueron minutos increíbles abrazandose uno al otro, sintiendo la suavidad de sus pieles, arropandose con ellas. Steve besó entonces la frente de Bruce y habló.

“Bruce, no fue sólo el éxtasis o el momento. Lo dije en serio… te amo. Te amo muchísimo y yo…”

“Lo sé”, murmuró Bruce divertido. Cuando Steve no contestó, alzó el rostro para encontrarlo con la boca ligeramente abierta y el ceño fruncido. Seguramente habría querido explicar todo con palabras, pero para Bruce había sido suficiente con lo que acababan de hacer. Enterró su rostro en el cuello de Steve y atrapó su lóbulo.“Te vi gritándolo en medio de una multitud fuera de la facultad de Ciencias”, susurró.

“¿Cómo…?”

“Loki lo grabó. Él y Natasha me lo mostraron. ¿Y sabes qué? Yo también te amo. Te amo más que a nada.”

Steve ya no preguntó nada. Bruce volvía a decirle que lo amaba, y eso era lo único que necesitaba. Se acurrucaron todavía más porque el sueño comenzaba a hacer mella en ambos. Habían tenido un par de días emocional y físicamente agotadores, y esto había sido la deliciosa cereza en el pastel.

Steve sin embargo siguió arrullando con sus labios la frente y los rizos de Bruce hasta que lo sintió más flojo y su respiración más acompasada. Comenzó a adorar la sensación de tener la suave piel de Bruce pegada a la suya, así todos pegajosos y húmedos. Así era perfecto. Suspiró sonoramente y cerró los ojos para entregarse él también al sueño.

Y entonces la luz se prendió. Steve parpadeó. Cierto, había sido un corte y ahora regresaba. Bruce se removió y gimió hundiéndose en su pecho como queriendo evitar la repentina luminosidad.

“Voy a apagar la luz”, susurró Steve en el oído de Bruce. Éste asintió todavía medio dormido y se quedó de espaldas sobre el colchón deshecho.

Steve se levantó y decidió tapar el cuerpo de Bruce con la colcha, ya comenzaba a colarse la temperatura baja del exterior. Además se deleitó con la imagen su chico, de sus piernas, sus muslos suaves, su trasero redondo y perfecto… y entonces Steve dejó de sonreír. Allí, justo en medio de la espalda baja de Bruce había una marca. Dejó la colcha a medio camino de las nalgas y miró con más atención.

Tragando saliva y sintiendo un calor que no tenía nada que ver con sensaciones placenteras, se atrevió a deslizar un dedo sobre la marca… no, la cicatriz.

Bruce se removió en la cama y se inclinó un poco sin entender por qué Steve tardaba tanto para volver a su lado.

“¿Steve…?”

“¿Quién te hizo esto?”, preguntó Steve conteniendo la ira.

Bruce parpadeó confundido. ¿Quién le había hecho qué…? Entonces, como si algo invisible le hubiera abofeteado, se inclinó más y arrebató la colcha de la mano de Steve para cubrirse y girarse.

“Nadie… no… Fue hace mucho tiempo, por favor… no quiero… Steve…”, balbuceó atropelladamente. ¡Había sido un imbécil! ¡Había olvidado que eso estaba allí marcando su piel!

“¡Mierda, Bruce!”, exclamó Steve llevándose las manos al rostro. “¡Mierda! ¿Quién te hizo esto?”, repitió enojado intentando arrebatar la colcha.

Pero Bruce gimió una negativa e hizo una mueca de dolor cuando se sentó en la cama. Steve lo dejó. Cerró los ojos un momento, desesperado. Respiró hondo para tranquilizarse y fue a apagar la luz.

Bruce pensó por un momento que Steve tomaría sus ropas y se marcharía, pero no. Steve seguía resoplando y volvió a la cama. Recostó a Bruce hasta acomodar su cabeza en la almohada. No iba a presionarlo, pero Bruce sentía su enojo salir en oleadas. No. No quería que Steve se enojara con él, no después de lo que acababan de hacer.

Tragó en seco y se deslizó hasta volver a acomodarse en el pecho ajeno, pensando que Steve no se lo permitiría; pero lo hizo. Lo abrazó con fuerza y acomodó con una mano la colcha sobre los dos. Bruce comenzaba a temblar, pero no era el frío.

Se lo debía. Tenía que darle una explicación.

Suspiró.

“Mi padre…”, dijo en voz muy bajita, temerosa.

Steve abrió los ojos de golpe.

“¿Qué?”

“Mi padre. Él lo  hizo”, repitió Bruce.

“¿Por qué?”, inquirió Steve en un murmullo sorprendido. Pero Bruce resopló una risa melancólica en su cuello.

“Porque eso era yo para él. Siempre fuí eso para él… un raro… un monstruo.”

Steve se movió para mirar a Bruce a los ojos. Parecían idos. Tal vez así era porque continuó hablando.

“Fue una mañana de Navidad. Él había invitado a algunos compañeros a celebrar, yo no pude dormir en toda la noche porque hacían mucho ruido y porque estaba emocionado. Bajo el árbol había un gran paquete sólo para mí. Ya había amanecido cuando el ruido cesó; yo bajé a la sala lo más silencioso que pude, y abrí mi paquete”, Bruce sonrió un poquito ante el recuerdo; Steve lo atrajo un poco más. “Era lo que quería, lo que le había pedido a mamá: un juego completo del sistema solar para armarlo. Ella se unió a mí un rato después, a pesar de estar cansada y de que no había dormido, y me llevó chocolate caliente con malvaviscos. Amaba a mi mamá y ella a mí. Y entonces… tal vez hice mucho ruido, porque él apareció gritando que no lo dejabamos dormir. Mamá intentó tranquilizarlo mostrándole lo que había hecho, ya casi tenía armado el sistema… Pero él se molestó más, gritó que yo era un raro que no debía hacer cosas que eran para niños mayores… Pateó mi juguete y lo rompió. Yo comencé a llorar y mamá le gritó.”

Bruce hizo una pausa y Steve no podía entender qué era lo que estaba escuchando. Se negaba a entenderlo. Sentía la sangre bullir hasta su cabeza al imaginarse a un pequeño Bruce y a un verdadero monstruo, su padre.

“Ese fue el error de mamá. Él se puso como loco y la golpeó, entonces yo le grité y fue a peor. Me arrastró hasta su estudio, mamá nos seguía suplicándole que me dejara en paz, pero le cerró la puerta en la nariz. Iba a golpearme, yo sabía que ese era el castigo por atreverme a enfrentarlo. Me giró en sus piernas, pero  no tenía a mano un cinturón, así que tomó lo primero que vio: el abridor de cartas. Dijo que así no me olvidaría de lo que verdaderamente era. Que mi madre había engendrado a un raro, y que me iba a hacerlo recordar siempre…”

Bruce jadeó y Steve sólo pudo abrazarlo más.

“¿Cuántos años tenías?”, preguntó en un susurro ahogado el rubio.

“Cinco.”

Steve se abstuvo de maldecir al bastardo aquél.

“Dime que tu madre lo denunció.”

Bruce soltó un ruidito que pretendió ser una risa, pero salió un rugido lastimero.

“Le tenía miedo. Ambos le teníamos mucho miedo. Mamá dijo que pronto nos libraríamos de él… pero no sucedió hasta unos años después.  Él se había vuelto más controlador que nunca, amenazó a mamá con matarme, y ella sabía que podía hacerlo. Un día llegó la oportunidad, mamá me dijo que nos iríamos. Él había salido de casa, pero cuando estábamos en la calle… Nos descubrió. Gritó a mamá y cuando ella trató de defenderse él la empujó, ya en el pavimento la tomó de los cabellos y… sangre. Sangre por todas partes. La escuchaba gritar… y luego ya no la escuché… Mamá se había ido. Él la mató. Y yo… él surgió, el otro… la mató…”

Bruce ya estaba murmurando lo último agitadamente y Steve se incorporó hasta sentarse en la cama, llevándose a Bruce con él. Parecía más ligero y febril que nunca. Le acarició el rostro hasta que Bruce comenzó a respirar normalmente. Tenía los ojos vidriosos pero no derramó ninguna lágrima. Steve le abrazó con fuerza y susurró cosas tranquilizadoras en su oído. Pronto Bruce se relajó en sus brazos y dejó caer la cabeza en su hombro. Bruce temblaba pero respiraba tranquilo. Y  no lloró. Steve sentía que él podría gritar y llorar y estrellar contra una pared al padre de Bruce o hacerlo pedazos con sus manos desnudas. Pero Bruce no lloró.

“Lo siento…”, musitó Bruce unos momentos después.

“Shhh… Yo lo siento, amor. Lo siento mucho”, dijo Steve sintiéndose mal.

“No… Yo… Eché a perder esta noche, debió haber sido… Lo siento…”

“Bruce”, dijo Steve separando un poco a Bruce para mirarlo a los ojos. “No echaste a perder nada. No sólo me entregaste tu cuerpo, también tus secretos. Y yo sigo amandote”.

Bruce apretó los ojos y los labios. Todavía quedaba algo, pero ahora estaba agotado. No más. Ya no más. Asintió y esbozó una sonrisa triste que Steve correspondió.

“Llora si quieres”, le instó.

Pero Bruce negó con la cabeza. No quería llorar.

“Sólo abrázame, ¿sí? Sólo no te vayas…”

Steve besó una vez más su frente y sus labios. Asintió y volvieron a recostarse, se apretaron y Steve acomodó la colcha encima. Entrelazaron sus piernas y con un beso más en los labios se dispusieron a dormir. Bruce lo hizo pronto, tal vez más relajado al desahogarse y tan cansado. Steve no pudo hacerlo por varias horas. La lluvia había menguado por completo cuando sintió los párpados demasiado pesados y sus dedos se deslizaron de los rizos de Bruce.

 

~*~

 

Cuando Steve abrió los ojos parpadeó y frunció el ceño, la luz del día estaba dándole de lleno en la cara. Sin embargo sintió el cuerpo caliente que se abrazaba al suyo; cuando bajó el rostro descubrió los ojos abiertos de Bruce, más brillantes y bonitos de lo que recordaba. Quizás era que estaban sonriendo, y la sonrisa se extendía a sus labios.

Una suave mano de Bruce acariciaba su mejilla. Steve recordó de pronto la noche anterior; la entrega de Bruce y luego su confesión. Pero ahora estaba sonriendo y no quería que esa sonrisa se disolviera. Así que correspondió a la sonrisa y se estiró un poco ronroneando.

“Hola”, musitó Bruce en un murmullo.

“Hola”, respondió Steve besando su mejilla. “¿Dormiste bien?”

“Sí. Aunque desperté mejor”, dijo Bruce con un tinte de picardía en su voz.

Steve evitó fruncir el ceño. Era como si Bruce no recordara la última parte de la noche, lo que habían hablando. O tal vez era que no quería recordarlo, como parecía no querer recordar la cicatriz que tenía en su espalda. Las letras que conformaban borrosamente la palabra ‘raro’. Steve había notado que Bruce en serio no las recordaba hasta que él las notó. Era como si su memoria suprimiera esos recuerdos, y era algo que había leído respecto a la enfermedad de Bruce; otras personalidades eran las que tenían vívidas los recuerdos dolorosos. Lo más probable es que ‘el otro sujeto’ fuera el que tuviera presente ciertas cosas, y sólo dejaba a Bruce recordarlas cuando no tenía alternativa. Se preguntó con una opresión en el pecho si habría más. ¡Dios! ¿Qué había hecho de malo alguien tan dulce y extraordinario como su Bruce para merecer una vida así?

Pero él estaba allí, ¿cierto? Había visto mucho más allá del chico… diferente que conoció hacía meses. Y Bruce se había abierto ante él como seguro no lo había hecho con nadie ajeno a su pequeño círculo; le había permitido conocerlo realmente. Y Steve no iba a defraudarlo, menos cuando estaba plenamente seguro de lo que sentía. Tal vez Bucky tenía razón y tenía un severo caso de sobreprotección, pero Bruce merecía ser  sobreprotegido. ¡Y a la mierda si era extraño o no! Él, Steve, protegería a Bruce de cualquier otro daño.

Así que amplió su sonrisa y se inclinó para besar a Bruce, posándose ligeramente sobre él. Bruce rió y sus mejillas se tiñeron. Steve encontró eso más adorable que siempre, porque los rizos despeinados totalmente le hacían parecer como un muñeco de felpa que podría estrujar contra su piel una y otra vez. Comenzó bajando por el cuello, que era algo que al parecer Bruce disfrutaba mucho de acuerdo a los ruiditos de satisfacción que comenzó a soltar.

“¿Sabías que el sexo por la mañana es el mejor?”, preguntó el rubio con lascivia divertida, mordiendo una oreja de Bruce.

Bruce se retorció.

“Podemos probarlo”, respondió juguetonamente.

Steve se entusiasmó y giró a Bruce hasta posarlo encima de él. Era realmente excitante sentir esa piel sobre la suya, el roce del vello de Bruce, sobre todo el que rodeaba su sexo. No tardó en bajar las manos y acariciar con las puntas de sus dedos su camino hasta las nalgas, sin tocar el lugar dónde estaba la cicatriz, no quería más que consentir a su novio y hacer que se sintiera bien.

Fue Bruce el que ahora besó y lamió el cuello de Steve, y luego giró un poco la cabeza y vio la hora en el reloj digital. Jadeó y se separó para mirar a Steve a la cara.

“¿Qué?”, preguntó el rubio sin dejar de acariciar el trasero de Bruce bajo la colcha.

“Peter. Dijo que llegaría más o menos a la una…”, gimió Bruce inconforme.

“¿Y?”

“Steve, es casi mediodía. Creo que dormimos mucho”.

Steve miró el reloj. Diablos, era verdad. Hizo una mueca molesta y Bruce sonrió ampliamente.

“Bien. Todavía recuerdo que me amenazó con asesinarme si te hacía daño… Creo que no sería nada comparado si me encuentra tomándote hasta el cansancio.”

Bruce soltó una risa ligera. Steve amaba verlo así.

“Bueno, podemos darnos una ducha… juntos.”

“Eso me gustaría”, sonrió Steve.

Así que se levantó con pesadez pero dispuesto a disfrutar una vez más del cuerpo de Bruce bajo el agua de la regadera. Se estiró al darse cuenta de que su cuerpo dolía. Por supuesto, la tensión, el partido y hacer el amor le estaban pasando factura. Cuando vio a su chico que todavía estaba en la cama, le descubrió mirándolo intensamente de pies a cabeza. Steve sonrió internamente, era agradable saber que su cuerpo le gustaba a Bruce.

“Vamos”, le instó para que saliera de la cama.

Bruce asintió y se levantó, sólo que con la colcha rodeándolo. Steve negó con la cabeza y alzó una ceja.

“Nada de esto. Después de lo que hicimos anoche no tienes que ser pudoroso”, le dijo desenvolviendo la colcha. Pero Bruce se arqueó hacia adelante una vez que Steve deslizó la tela. “¿Qué pasa?”

“Es que…”, comenzó Bruce acariciando el pecho de Steve. “Eres tan perfecto…”

Y Steve comprendió. Bruce estaba inseguro de su cuerpo. Tonterías.

“Oye, tú eres hermoso. Mis manos y mis labios pueden dar fe de ello.”

Y no dejó que Bruce se enroscara, lo tomó de la mano y se fueron al baño entre besos y abrazos.

El agua tibia bajaba en cascada sobre ambos. La espuma del jabón resbalaba y se perdía en la coladera bajos sus pies. Era también genial tocar sus pieles húmedas por el agua, y perfumadas por el jabón, las caricias se hacían más suaves y tragaban agua cuando se besaban.

Bruce decidió entonces que podía devolver un poquito el placer que Steve le había dado la noche anterior. No estaba seguro de querer volver a ser penetrado tan pronto, sobre todo porque el agua y el movimiento le habían recordado el ardor en el trasero. Y ciertamente sus caderas dolían un poco, como si hubiera hecho muchísimo ejercicio. Pero era un dolor muy agradable, sobre todo por lo que significaba. Pero sí estaba seguro de querer seguir amando a Steve. Así que se inclinó un poco en el abrazo que tenían y fue capaz de alcanzar uno de los pezones de Steve, lo acarició con su lengua mientras acariciaba el otro con una mano. Steve echó la cabeza hacia atrás y recargó su espalda en la pared de azulejos.

Bruce comenzó a bajar una vez se extasió con los pezones del rubio. Regó besos por todos los pectorales, por el esternón, succionado piel y agua. Steve recargó su trasero en la barra dónde descansaba el jabón y la botella de shampoo, así que Bruce sólo necesitó bajar un poco y no arrodillarse para alcanzar los bucles dorados que coronaban el miembro grueso de Steve. Besó con adoración y enseguida se hizo de él, repitiendo lo mejor que podía lo que el rubio había hecho con él la noche anterior. Era un poco complicado respirar por la nariz con el agua cayendo mientras ocupaba su boca en dar placer, pero los jadeos roncos de Steve eran su recompensa. Cuando el vientre bajo de Steve comenzó a contraerse, éste levantó a Bruce con suavidad.

Bruce jadeaba y tragaba agua, pero Steve lo besó de todas maneras. Invirtió las posiciones y recargó a Bruce en la barra (la botella de shampoo cayó) y tomó ambos miembros con una mano que había enjabonado, comenzando a subir y bajar en un movimiento rápido y certero. Bruce frunció las cejas y abrió la boca, dejando que el agua lo mojara por completo. La mano libre de Steve tomó una de él y la subió por encima de su cabeza, lamiendo el brazo interno hasta la axila. Eso se sentía muy, muy bien. Bruce decidió ayudar a Steve con lo que pasaba bajo sus caderas y ahora eran las dos manos, la suya y la de Steve, la que recorrían los miembros hasta que ambos se estremecieron. Steve fue el primero en venirse, pero Bruce le siguió unos segundos después. La mejor ducha de sus vidas.

No ocuparon más tiempo en recuperarse totalmente, porque Bruce dijo que estaban desperdiciando el agua, y además ya estaba saliendo fría. Terminaron de enjuagarse y se apresuraron a secarse uno al otro.

Unos minutos después ambos estaban listos. Steve tuvo que ponerse de nuevo la ropa del día anterior, pero estaba limpia y no le molestaba en absoluto. Mientras Bruce terminaba de peinarse frente al espejo del baño, Steve estaba en la habitación; sus ojos encontraron el dibujo hecho a mano que había visto anteriormente sobre el escritorio de Bruce. Era un buen dibujo de una mujer, Steve pensó que no era tan artístico, pero sí realista. Y entonces notó la suave sonrisa y la profundidad de los ojos.

“Mi madre”, dijo  Bruce que estaba en la puerta de la habitación mirando a su novio. Cuando Steve se giró y lo miró, Bruce sonrió y se acercó hasta él para ver también el dibujo. “No retrata lo verdaderamente hermosa que era, pero se parece.”

“¿Tú la dibujaste?” Bruce asintió. “¿No tienes fotografías de ella?”

“Sólo una. Pero es bastante vieja, así que preferí dibujarla para no maltratar la foto”.

“Era muy hermosa. Y tú te pareces a ella”, dijo Steve atrayendo a Bruce hasta sus brazos pensando en que le pediría la foto algún día para hacerle un cuadro resaltando lo bonita que debió haber sido. Era algo que a Steve le gustaba hacer, pero que ya no hacía por las clases.

A los pocos minutos el ruido de un auto estacionando fuera de la casa los separó. Bruce sonrió más ampliamente y tomó la mano de Steve para bajar juntos.

Peter había vuelto, y Bruce pensó que quién le llevaría a casa sería el chofer de la familia Osborn.

“¿Osborn? ¿No son los dueños de Industrias Osborn en Manhattan?”, preguntó Steve. Recordó que Tony le había hablado alguna vez de los problemas que su padre tenía con Norman Osborn.

“Sí. Harry es muy amigo de Peter”, sonrió Bruce abriendo la puerta. Pero su sonrisa vaciló un poco cuando vio que no era el chofer de los Osborn. Era el Capitán George Stacy, el padre de Gwen y jefe de la policía local de Essex.

Pronto recuperó la sonrisa cuando Peter corrió hasta él y lo abrazó.

“¡Bruce! ¡Fue increíble!”, exclamó el chico muy contento. Gwen iba tras él y saludó con una sonrisa a Steve, y cuando Peter soltó a Bruce, a él le dio un beso en la mejilla.

“Me alegra que te hayas divertido”, dijo Bruce revolviendo el pelo de su hermano.

“Veo que tú también”, respondió Peter palmeando un brazo de Steve. Eso provocó que el rubio carraspeara, que Bruce se tornara colorado y que Gwen casi le pellizcara un brazo a Peter.

“Bruce, él es mi padre. Tenía muchas ganas de conocerte”, presentó la chica a su padre que también había bajado del auto.

“Un placer, señor Stacy”, saludó Bruce un poco nervioso.

“El placer es mío, Bruce. Peter habla mucho de ti y de… Steve, supongo”, agregó mirando al rubio.

Steve saludó también y después de algunos intercambios de palabras y de que Bruce agradeciera a los Stacy el haber llevado a Peter a casa, éstos se retiraron.

Peter comenzó a hablar como perico sobre su viaje, pero Bruce seguía un tanto incómodo con la mirada que el señor Stacy le había dirigido. Comprendía que Peter no pusiera mucha atención al peligro que ello conllevaba, pero aún así…

Steve se quedó a almorzar, y después dijo que tenía que volver a SHIELD; había pasado demasiadas horas fuera del campus, y aunque las vacaciones de verano ya estaban a la vuelta de la esquina, todavía tenía que cumplir con el requisito de no dormir fuera del campus. Esperaba que sus amigos, como habían prometido, distrajeran al decano Coulson.

Se despidió de Bruce más efusivamente que nunca. Estaban reconciliados, se amaban muchísimo y habían tenido una noche estupenda. La mejor en la vida de Bruce y la más especial en la de Steve.

Cuando Bruce regresó a la sala después de ver a Steve partir en la moto, Peter lo miraba alzando las cejas divertido.

“¿Entonces…?”, comenzó el chico con toda la intención de incomodar a su hermano.

Bruce sonrió ampliamente sin embargo.

“Tu cama es muy cómoda”, dijo encogiéndose de hombros y se marchó a la cocina a limpiar un poco riéndose.

“Espera… ¿qué? ¿Mi cama? ¡Bruce! ¡Te dije que no lo hicieran en mi habitación! ¡Voy a matar a Steve!

Steve estornudó a medio camino en la carretera.











 

Notas finales:

¡Oh! Son más de las tres de la mañana... odio  mi vida >-< y odio a criminales feos que se escapan de las cárceles y que me hacen actulizar hasta éstas bárbaras horas de la noche.

Pero bueno, muchas gracias por seguir leyendo! girlutena: va para ti especialmente que me recordaste que no había actualizado!!! ¡Besotes!

*Látex caer dormidota en el teclado*


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