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LAS MADRES DE HARUKA Y MICHIRU por lilytenoh23

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Notas del capitulo:

SI YA SE AUN NO TERMINO MIS FICS PROPIOS Y YA ESTOY SUBIENDO OTRO PERO ES UN BUEN FIC,TENIA QUE SUBIRLO BESOS

Parece que el farol ha salido bien, después de todo" 
comentó Atlantis tumbándose sobre su cama de forma pesada. 
Estaba exhausta, al igual que Rhea. 
La estrategia forjada durante las dos noches anteriores 
había salido bien. Habían dejado boquiabiertos a la Reina, 
a Lady Venus y a Lord Urano. 
"¿Desde cuándo tienes poder sobre el tiempo, Rigel?" preguntó Tetis, 
echada en la cama de Rigel. 
La princesa de Plutón sonrió con superioridad. 
"Ya hace unas semanas. Os dije que confiárais en mí, chicas" 
contestó la morena princesa echándose el pelo hacia atrás. 
"Yo no pensé que íbamos a necesitar tu poder hasta ese punto, 
Rigel" confesó Atlantis, frunciendo el ceño. 
"¿Y quién contaba con la presencia de un centauro?" 
exclamó Rhea, acostada junto a la joven princesa de Neptuno. 
Se sentó en la cama y encogió los hombros. 
"Se supone que los enemigos contra los que se enfrentan los 
que se someten a la prueba son seres inferiores, no peligrosas 
criaturas con una fuerza sobrenatural." 
"¿Creéis que nos preguntarán qué sucedió realmente en Hebe?" 
preguntó Tetis tímidamente, sonriendo con ligera culpabilidad. 
Rigel se echó a reir. 
"Ni siquiera se habrán dado cuenta de que he podido 
parar el tiempo. Como mucho, pensarán que el ataque de 
Rhea y Atlantis, unido a un ataque tuyo, 
ha acabado con la bestia." 
Contestó la princesa de Plutón. 
"Seguramente vieron cómo te preparabas para atacar." 
"No tienen nada que reprocharnos. 
Hemos cumplido con la misión y con el objetivo de la prueba. 
Asunto concluído" acabó Rhea echándose hacia atrás 
y cerrando los ojos. 
Rigel se echó a reir y cogió su abrigo del armario. 
"¿Te vas?" preguntó Tetis. 
"Voy a contarle a mi madre cómo ha ido la prueba, 
aunque seguramente ella ya lo sabe." Contestó Rigel, con orgullo. 
"Además, estoy segura de que os vendrá bien perderme de vista" 
añadió mirando de reojo a Rhea y Atlantis. 
Rhea parecía haberse quedado dormida y Atlantis estaba 
semi-incorporada, ligeramente sonrojada. 
"Todas estamos cansadas. Quédate esta noche y descansa. 
Ya hablarás con tu madre mañana." Musitó la princesa de Neptuno, 
acariciando el cabello de Rhea de forma distraída. 
"No, gracias. Yo ya he cumplido con mi parte. 
Pero tú, Tetis, puedes dormir en mi cama si quieres." 
Repuso Rigel sonriendo dulcemente por primera vez durante 
aquella charla. Caminó hasta la puerta y la abrió. 
"me ha gustado mucho nuestro ataque en equipo." 
Tetis y Atlantis sonrieron. 
"Buenas noches, Rigel" dijo Atlantis. 
"Hasta mañana" susurró Tetis acurrucándose entre las sábanas. 
"Descansad" contestó Rigel guiñándoles un ojo y 
cerrando la puerta tras de sí. 


Atlantis se encontraba realizando bocetos de unas aves 
que habían anidado en uno de los sauces del jardín del Palacio. 
Rhea salió con la esperanza de encontrarla y se vio recompensada 
cuando la localizó sentada cómodamente bajo la sombra del árbol, 
retocando sus dibujos con la imaginación como único recurso. 
Se detuvo a unos pasos de ella y notó que su joven amiga estaba 
tan concentrada en su tarea que no se había percatado de su presencia. 
Se permitió el placer de admirar la belleza tranquila y serena 
de su amada. Sus cabellos verdosos brillaban como las olas del 
mar de Neptuno bajo el benigno influjo del Sol. 
Sus ojos verde intensos estaban entrecerrados, 
forzando a la memoria a recordar lo que había visto hacía unas horas. 
Sus manos, delgadas y suaves como el terciopelo trazaban 
ligeras sombras sobre el papel, retocando el contorno de 
las aves representadas. Se mordió el labio, en un gesto que Rhea 
ya conocía y le había visto hacer cuando se esforzaba en algo que 
le interesaba. Tenía el ceño ligeramente fruncido 
y unas bellas arrugas le conferían una madurez que le 
costaba encontrar en ella cuando bromeaba. 
"¿Molesto?" se atrevió a susurrar, intentando no sorprenderla demasiado. 
Sabía que la pintura era la pasión principal de Atlantis y no 
querría provocar una línea innecesaria en el papel a causa de 
un susto involuntario. Atlantis sonrió y las arrugas del 
entrecejo desaparecieron. Sus ojos resplandecían como esmeraldas 
guardadas en una caja que, de repente, es abierta bajo la luz del sol. 
"En absoluto" contestó en voz baja, sin dejar de sonreir, 
mirándola con una dulzura infinita. 
El corazón de Rhea parecía a punto de explotar en su pecho. 
Se sentó al lado de su amiga y contempló el trabajo de toda una tarde. 
Silbó de manera apreciativa. 
"Buen trabajo" dijo besándola en la mejilla de forma afectuosa. 
Atlantis se sonrojó, dejó los carboncillos a un lado y pasó la mano, 
nerviosa, a unos milímetros del papel. 
"La Luna tiene unas aves tan bellas que, cuando las localicé, 
al principio de la primavera, me propuse inmortalizarlas en un lienzo. 
Todavía estoy con los primeros bocetos pero quizás la semana 
que viene comience a pasar todo esto al lienzo." 
Dijo Atlantis con la vista fija en los dibujos y las chispas 
de la pasión iluminaron su rostro. 
A Rhea le encantaba encontrar aquella pasión en su compañera. 
Atlantis ponía su alma entera a disposición del arte y a ella 
le fascinaba aquella faceta creativa. 
"Es genial" apenas pudo susurrar. 
"¿Tú crees?" preguntó tímidamente Atlantis. 
Rhea asintió, acariciándose la barbilla de forma pensativa. 
"Has captado toda la belleza de las aves... 
mira, por ejemplo, la elegancia del petirrojo lunar en pleno vuelo. 
Cuando miro este dibujo tengo la sensación de que sé qué pasa 
por la mente de este pájaro cuando, desde el aire, ve las llanuras 
de la Luna." Musitó levantando la vista, mirando a su compañera a 
los ojos. "Eres muy buena, Atlantis y disfrutas con lo que haces. 
Te admiro". 
"No tienes por qué, no hago nada especial. Además, 
tan sólo estoy dibujando estas aves porque tú me has hablado de ellas 
tantas veces que pensé que te gustaría tener un dibujo de ellas 
en tu habitación." 
Rhea la miró sorprendida. 
"¿De veras? ¿Lo hiciste por mí?" 
Atlantis dejó la libreta de bocetos a un lado y le cogió la mano, 
apoyando la cabeza tímidamente en su hombro. 
"Yo haría cualquier cosa por ti, Rhea." 
Susurró y la joven princesa de Urano notó tristeza en el tono 
de voz de su amada. 
Se incorporó y levantó la barbilla de Atlantis con una mano, 
forzándola a mirarla a los ojos. 
La melancolía se estaba apoderando de su mirada esmeralda. 
"¿Qué te sucede?" preguntó preocupada. 
"Dentro de poco tiempo nos nombrarán Guerreros" 
contestó Atlantis acariciando su mejilla. 
"Y no podremos volver a estar como ahora." 
Rhea la miró confundida. 
"¿A qué te refieres? No va a cambiar nada." 
Atlantis se puso en pie y se acarició el brazo derecho en 
un intento por darse calor. La fresca brisa del atardecer 
le hacía temblar. 
"He estado leyendo el Código de los Guerreros del Milenio 
de Plata. Hay una ley que prohibe las relaciones sentimentales 
entre Guerreros. Podemos enamorarnos de cualquier miliciano 
excepto de un compañero de nuestro rango." 
Rhea se puso en pie y pasó un brazo por los hombros de su 
compañera, con el corazón en un puño. 
"¿Cuándo se creó esa ley? ¿Por qué?" 
"Cuando nos nombren Guerreros estaremos infringiendo esa ley, Rhea." 
Abrazó a la alta princesa de Urano con fuerza y hundió el rostro en 
la larga y dorada cabellera. "No quiero que nos separen." 
Rhea sentía toda la vulnerabilidad de Atlantis en sus brazos y notó 
que una súbita ira comenzaba a crearse en su interior. 
¿Por qué se había creado una ley tan estúpida? Los Guerreros 
estaban destinados a pasar buena parte de su vida juntos, era 
normal que pudiera surgir una relación entre alguno de ellos. 
¿No estaba prohibido enamorarse de la Reina pero sí de un compañero 
de fatigas? Qué estupidez. 
"Hablaremos con la Reina Serenity, no tiene sentido tener una ley 
como ésa." 
Atlantis se separó de ella, visiblemente asustada. 
"No lo hagas, Rhea. Si lo haces, la reina sabrá que estamos enamoradas 
y nos obligará a separarnos." Dijo forzándose a contener el llanto. 
"Te quiero, Atlantis, y ninguna ley va a acabar con eso." 
Dijo Rhea besando fugazmente los labios de Atlantis. 
"actuaremos con discreción y nadie sabrá nunca lo nuestro." 
"¿Y Rigel y Tetis? Ellas ya lo saben..." 
"Son nuestras amigas, les pediremos que nos guarden el secreto." 
"¿Tendré que fingir que no te quiero, Rhea?" 
Atlantis miraba con tristeza a su amada, 
que tenía un nudo en la garganta y no podía articular palabra. 
Se limitó a asentir con la cabeza y a dejarse abrazar. 
Sabía que era arriesgado fingir que solamente eran amigas 
pero aún faltaba tiempo para que las nombraran Guerreros. 
Quizás podían provocar la desaparición de esa ley que les 
prohibía estar juntas. 

"¿Habéis acabado de leer el Código de los Guerrros?" 
preguntó Lady Venus a sus alumnas. 
Todas asintieron. Rhea y Atlantis se miraron en silencio 
durante un segundo. 
"¿Por qué es la Tierra el único planeta del sistema solar 
con el que no tenemos trato?" preguntó Chryse a su madre. 
"Porque los habitantes de la Tierra siempre se han mostrado 
hostiles, porque están menos adelantados que nosotros y porque 
la familia real de la Tierra se niega a unirse al Milenio de Plata." 
Contestó Lady Venus con facilidad. 
La corte del Rey Athor comenzaba a ser fructífera. El príncipe 
heredero, Hiperión, apenas tenía los 16 pero parecía ser un joven 
merecedor de tan alto rango. A pesar de todo, la Tierra todavía no 
estaba preparada para el esplendor del Milenio de Plata. De hecho, 
muchos humanos de la Tierra ignoraban la presencia de vida en los 
planetas del sistema solar. La Reina Serenity pensaba que si los 
terrestres eran tan egocéntricos que no aceptaban la posibilidad 
de encontrar vida inteligente fuera de su atmósfera, tampoco merecía 
la pena rebajarse a ofrecerles un puesto en el Milenio de Plata. 
Los Guerreros opinaban igual y ningún planeta de la Alianza del 
Milenio había establecido una ruta comercial o turística destinada a 
la Tierra. 
"¿Por qué sigue existiendo la pena de muerte, Lady Venus? 
Estamos en tiempos de paz desde hace años." Comentó Asaph, la morena 
princesa de Marte. 
"Sé que no está justificada, quizás el Código debería revisarse... 
pero ésta tan sólo es mi opinión. La pena de muerte tan sólo se 
aplica en excepcionales casos de traición. Hace siglos que no se 
realiza y posiblemente revisemos esta ley y la eliminemos." 
"¿Por qué no se elimina también esa ley que prohibe las relaciones 
sentimentales entre Guerreros? No creo que tenga razón de ser" dijo 
Atlantis. 
Rigel y Tetis se dirigieron miradas cómplices y miraron de reojo a 
Rhea y a la joven princesa de Neptuno. 
"Hace siglos, un antepasado de Asaph y uno de Chryse y mío se 
enamoraron. Se trataba de una relación fuerte pero tempestuosa. 
Lord Marte y Lady Venus debían separarse, a veces, durante largas 
temporadas y ambos sufrían lo indecible. Esas separaciones les 
impedían realizar bien su trabajo, no podían concentrarse y en la 
lucha se preocupaban más del bienestar de su pareja que del bien del 
Milenio de Plata. Esa relación les condujo a la muerte y la Reina 
Serenity de entonces decidió que no podíamos perder a dos Guerreros 
de golpe de una manera tan estúpida. Creó una ley que prohibía las 
relaciones románticas entre Guerreros, debido al carácter solitario 
de nuestro trabajo y a cuestiones hereditarias y nadie ha puesto en 
duda esa norma." 
"No creo que una ley pueda prohibir algo que surge de forma natural. 
Si... no sé... si Lord Urano y tú os hubiérais enamorado... 
¿podría esa ley haberos separado?" preguntó Tetis. 
Rhea la miró sorprendida. ¿Su padre y Lady Venus? Qué pregunta 
tan estúpida. La dama venusiana sopesó la pregunta y se echó a reir. 
"Hablaré con la Reina para revisar esa ley también pero no creo que 
debáis preocuparos por eso. Hace años que no surge un problema de 
este tipo." 
"Deberíamos anticiparnos a esa posibilidad, Lady Venus" respondió 
Rhea sin pensar. 
La rubia Guerrero de Venus sonrió y asintió con la cabeza. 
"Quizás tengáis razón, chicas. Debatiré estos temas en la siguiente 
reunión con su majestad."

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