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Por ti, cachorro. por OnlyYou

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-Háganlos pasar.- Autorizó el castaño mientras tomaba asiento en su trono, cruzándose de brazos mientras sus guardias escoltaban a un par de campesinos hasta el salón real donde se encontraba junto a Joey, Serenity y Tristán, quienes hacían acto de presencia junto al futuro rey. Había llegado un mensaje de alguien desconocido de que quería reunirse en el salón real junto a Seto para hablar y entregarle un paquete muy importante. Cuando aquellos dos hombres aparecieron en el palacio, el futuro rey, su prometida y sus guardias fueron a ver qué era tan importante.

Los hombres iban vestidos como campesinos comunes, con ropas sencillas, y llevaban un baúl de color marrón y cerrado con un candado. Avanzaron por el salón tranquilamente, agachando la cabeza respetuosamente cuando estuvieron a unos metros del príncipe, dejando el baúl cuidadosamente en el suelo y sacando una llave plateada.

-Alteza, nos han enviado para que le demos éste obsequio. Aquí tiene la llave.- Habló uno de ellos, quitándose la llave que llevaba al cuello y extendiéndola a la vez que se arrodillaba, siendo Joey quien se adelantó para abrir aquel baúl y ver que no contuviera nada peligroso para Seto. Tomó la llave con cuidado, arrodillándose frente a aquel contenedor, abriendo la cerradura con seriedad, teniendo una mano sobre una de las dagas que tenía guardadas en su cinturón por si a alguien se le había ocurrido llevar una serpiente venenosa. Levantó la tapa del baúl, viendo que había algo cubierto por unos trapos blancos. Confundido y con cuidado, tomó los trapos y los levantó, sintiendo cómo el alma se le iba del cuerpo al ver la cabeza de su padre allí.

Sus ojos se abrieron con horror, cayendo sentado de la impresión que le dio aquello, llevando una mano a su boca para contener las ganas de vomitar y el llanto. La cara de su padre estaba sucia y desalineada, había rastros de lágrimas secas en sus mejillas y sus ojos estaban abiertos.
-Pa…papá…- Susurró a media voz, sintiendo un enorme nudo en la garganta que le impedía hablar. Sus ojos se llenaron de lágrimas en un segundo mientras que estiraba sus manos temblorosas hasta la cabeza de su progenitor y la agarraba con extremo cuidado, sacándola de aquel baúl. La abrazó contra su pecho con fuerza, rompiendo a llorar en medio del salón sin reparar en que uno de aquellos hombres había sacado una daga y se disponía a apuñalar al rubio.

Seto había quedado en completo shock al ver aquella escena, pudiendo escuchar también la exclamación de horror de Serenity y luego el llanto de su querido cachorro.
-¡Guardias! ¡Quiero que los encierren!- Gritó, levantándose de inmediato cuando vio lo que se proponía el hombre, sin poder llegar a tiempo a detener el ataque, aunque tampoco tenía con qué detenerlo. Uno de sus soldados se había adelantado a él, bloqueando el ataque dirigido al rubio cortándole la mano donde el hombre sujetaba aquella arma blanca. Tristán se apresuró a atacar al otro, quien sin ningún tipo de arma se dejó someter sin oposición. Aquel soldado desconocido alzó su espada una vez más y de un solo golpe, acabó con la vida de aquel asesino.

Serenity se encontraba abrazando a Joey con fuerza, quien lo único que hacía era abrazar la cabeza de su padre y llorar desconsoladamente. Todo era culpa de Seto, si no fuera por él habría ido a ayudar a su padre, no tendría que estar pasando por aquello, su padre no merecía morir de una forma tan cruel e inhumana…Apretó los ojos con fuerza, apartándose de la castaña, cerró los ojos de su padre con cuidado y volvió a depositar la cabeza dentro del baúl, irguiéndose. Cargó el pesado contenedor por él mismo, sin girarse a ver a su castaño, quien siempre había sido su apoyo. Un sollozo ahogado escapó de sus labios antes de comenzar a caminar hasta la salida, sin ser detenido por ninguno de sus compañeros, era la primera vez que veían al rubio tan destrozado…y no era para menos.

-Soldado, ¿cuál es tu nombre?- Preguntó el castaño una vez que Joey había abandonado el salón real, viendo cómo aquel hombre se quitaba el yelmo y se arrodillaba frente a Seto.

-Mi nombre es Bakura, su alteza.- Respondió éste, levantando su vista para observar a su príncipe. Con eso seguro ganaría más confianza para con ellos.

 

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Seto tocó la puerta suavemente, sin sorprenderse al no obtener respuesta de Joey. Suspiró, acariciando su nuca antes de girar la perilla e ingresar en la habitación en completa penumbra, donde el rubio miraba de forma perdida la cabeza que seguía en aquel baúl. Sus ojos estaban hinchados e irritados por el largo llanto, e incluso en ese momento, cuando ya habían pasado un par de horas, el castaño pudo ver como las lágrimas seguían bajando de sus orbes.

-Cachorro…- Lo llamó con dulzura, acercándose a él luego de cerrar la puerta, sin obtener ninguna respuesta del rubio. Se lo esperaba. Se sentó a su lado, observando por un momento al señor Wheleer, uno de sus más fieles sirvientes. No merecía haber acabado así… Una mueca apareció en su rostro, estirando una mano hasta apoyarla en el hombro de Joey, quien reaccionó con eso.

Golpeó la mano de Seto con brusquedad, quitándola rápidamente de su hombro y sorprendiendo al castaño, quien alzó una ceja. La mirada del menor había cambiado totalmente a una de rabia, observando a al contrario como si fuera su peor enemigo.
-¡Es tu culpa que mi padre esté muerto! No quiero que vuelvas a tocarme jamás.- Exclamó, levantándose de la cama para alejarse del castaño, mirándolo con rabia. -¡Si me hubieras dejado ir a ayudarle esto no habría pasado!- Gruñó.

Seto se quedó un momento en silencio, frunciendo el ceño antes de levantarse y encarar al rubio. –A mi no me gritas, perro, ¿escuchaste?- Le dijo, molestándose por la forma tan altanera en la que le hablaba, sólo se había preocupado por él. –No puedes hablar sobre el “hubiera” es improbable. ¿Y si hubieras muerto tú también? ¿Qué? ¿No lo pensaste?- Cuestionó, dando un paso hacia Joey, tenía unas enormes ganas de golpearlo…y besarlo.

-¡Pero al menos habría hecho algo! No quedarme aquí, protegido mientras que a mi familia le hacían quién sabe qué cosas.- Contestó, sin preocuparse en cuidar el tono de voz. Le daba igual, que todos los escucharan, le importaba menos que nada. –Y te hablaré como quiera, eres un maldito egoísta, Kaiba. ¡Lárgate de mi habitación!- Gritó, empujando al castaño hacia la salida, queriendo estar completamente solo.

Retrocedió gracias al empujón, apretando los puños con rabia antes de girarse y abrir la puerta de golpe, encontrando detrás de ésta a Serenity, quien sólo parecía querer visitar a Joey para ver cómo estaba, encontrándose en una incómoda situación. Los colores subieron al encontrar a su futuro esposo discutiendo con su guardia y amante y, lejos de sentir indignación, sintió tristeza y algo de vergüenza cuando Seto le dirigió una mirada de pocos amigos. Se corrió de inmediato de su camino, dejando pasar al furioso príncipe con la cabeza agachada. Al levantarla, vio la mirada de Joey que mezclaba el enojo, la tristeza, la vergüenza y la culpa.

-Lo siento, princesa…- Se disculpó rápidamente, arrodillándose frente a ella. Aquellas disculpas iban más dirigidas gracias a que sentía culpabilidad por ser el amante del prometido de ella, y ambos lo sabían aunque no dijeran nada. La castaña negó con la cabeza antes de sonreír de forma amable, pidiendo permiso para entrar a la habitación que obtuvo de inmediato y se acercó al rubio para entablar una conversación y distraerlo.

 

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Entró a su habitación y azotó la puerta con fuerza, por demás de frustrado y furioso con Joseph y con el imbécil que había atacado Casterly Rock. Arrojó su corona a la cama, sentándose en ella mientras escondía su rostro tras sus dos manos, soltando un profundo suspiro de fastidio. Se acercó a la ventana, abriéndola y respirando profundamente el aire frío de la noche, necesitaba salir a cabalgar un rato y relajarse, estaba demasiado molesto.

Bajó de su habitación hasta encontrar a algunos de sus sirvientes, ordenándoles que fueran a preparar su caballo y fueran a buscar al tal Bakura y un par más de soldados que lo acompañaran en el paseo. A los pocos minutos ya estaba saliendo por las puertas del castillo acompañado de sus soldados y por primera vez, sin Joey.

 

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Seto y sus soldados volvieron en el atardecer del día siguiente, o bueno, Seto y sólo uno de sus soldados. El castaño traía sus ropas sucias y tenía algunas heridas en el rostro. Todo el castillo estaba agitado debido a la ausencia del príncipe, pues había sólo unos pocos que sabían que éste había decidido ir a tomar aire y distraerse y ya no había regresado ni él ni sus soldados. Los comentarios habían surgido sin demora, cosas como que el castaño había sido secuestrado, que había intentado escapar de algo, cualquier cosa que se les ocurriera a los sirvientes que diera tema de conversación. Incluso Joey había llegado a preocuparse.

Una vez aseado y nuevamente presentable, Seto hizo acto de presencia en el salón principal donde se encontraba su prometida y los guardias de cada uno. El príncipe observó fríamente a todos salvo a Joey, a quien ni siquiera se molestó en observar. Una sonrisa se superioridad adornaba su rostro mientras se sentaba en el trono y cruzaba sus piernas y brazos, pidiendo a sus sirvientas que le llevaran comida y algo de beber.

Algo que extrañó a Serenity y especialmente a Joey fue que Seto llevaba ropas verdes, él odiaba como le quedaban esos tonos, siempre prefería el blanco y el azul o en su defecto el celeste o dorado. Era demasiado extraño que vistiera de esa forma… Además de eso, tenía una forma de hablar diferente, se notaba un ligero tono más tosco, no tan…no tan como el de Seto  y por último, su mirada. La mirada de tranquilidad y madurez que acostumbraba tener había sido reemplazada completamente por una de frialdad y egoísmo. Pero era imposible, o sea, era él. Tenía sus ojos, su cabello, sus rasgos.

Serenity miró a Joey por encima del hombro del castaño, quien negó levemente con la cabeza en señal de que no sabía qué pasaba con el castaño. La idea de que Seto estaba enojado con el rubio fue la mejor respuesta que encontraron, aunque luego verían de averiguar qué estaba pasando. 

Notas finales:

Chan, chan... ¿qué le pasó a Seto?

 

No olviden dejar comentarios~. Hasta la próxima.


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