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Habitación 318 por InuKidGakupo

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Notas del capitulo:

Hola, primeramente una disculpa enorme, sí, sé que fue casi un año después, ¿por qué? Lo aclararé en la nota final, mientras tanto, aquí esto. 

Las acciones más claras vienen de la verdad…

…no de la obligación.

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Abrí los ojos, con pesada lentitud, cerrándolos un momento después luego que la luz exageradamente brillante lastimara mis retinas agresivamente. La conciencia me volvía lentamente a la cabeza, como quien vierte calmo el agua en un recipiente vacío, burbujeando y subiendo con ligereza hasta llenar por completo mi mente de sensatez y mi cuerpo de todos mis sentidos. Mis párpados se aprietan más, pues mi percepción de la luz iba en aumento a cada segundo, y pronto tener los ojos cerrados no era suficiente bloqueo para semejante luminiscencia.

¿Por qué demonios había tanta luz? Cuestionó mi mente, pues a primera instancia me creía recostado en la comodidad de mi lecho en la habitación del cuartel. Sin embargo, no sólo la luz me indicó que me equivocaba, mi cuerpo comenzó a percibir el entorno, los sonidos de aves cantando y el viento corriendo y rompiéndose en algún lugar, sumado, mi cabeza no tenía una almohada y comencé a sentir la arena debajo de mi cuerpo. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Dónde carajo había terminado ésta vez?

No, no quería abrir mis ojos, podía sentir ya el mareo y el dolor punzante en la cabeza, además, realmente no quería saber dónde exactamente estaba, en ocasiones anteriores había terminado en el jardín de alguien de la ciudad, en los techos de las casas o alejado en el desierto de Vigita. No estaba para enfrentar las consecuencias y problemas en los que probablemente me había metido, sencillamente no quería levantarme de ahí. Estaba molido.

Deje mis parados cerrados con suavidad, mientras sacaba fuerza de algún lado para pararme y mover mi trasero de regreso al cuartel, cuando, del mismo modo que un rayo, la certeza de un detalle que había pasado por alto estúpidamente todo ese tiempo aterrizó sobre mí pensamiento violentamente. Por sobre todo lo que me dolía y cosquilleaba en entumecimiento, mi brazo izquierdo remarcaba un agudo dolor, podía decir que había estado tanto tiempo de ese modo con eso encima, que la circulación se había cortado por completo y ahora mi extremidad estaba fría y dolorida.

Abrí los ojos con rapidez cuando los sucesos de unas horas atrás me golpeaban fuertemente en el abdomen y me hacían cosquillear. No me importó la luz esta vez, ni el dolor de cabeza, ni el sitio donde estuviera, mis ojos viraron abiertos y desesperados en esa dirección, a ese peso muerto que reposaba tranquilamente sobre mi brazo y parte de mi pecho.

Y estaba ahí.

Y no había sido un sueño.

Jadeé suavemente cuando lo miré tan cerca, con los ojos cerrados y el rostro calmo, libre de aquel ceño fruncido y gesto de pocos amigos. Mi corazón se agitó al grado que sentí que mi cabeza explotaría por la presión sanguínea, sintiendo las mejillas coloradas en el acto más obvio de emoción… y bueno, por supuesto, mi erección que había crecido y puesto tiesa como la puta madre de un momento para otro.

Negué para tratar de calmar mis fantasías ahora descaradas y frecuentes, tratando de calmar mi ritmo cardiaco y el movimiento ahora bruto y desesperado de mi pecho. Odié que mi vista diera tantas vueltas, el famoso “después” de fumar mierda siempre pesa tan profundamente que me ha costado un infierno centrar la cabeza cada vez, y por supuesto, ésta ocasión no era una excepción. Mi mente, mi vista, mi imaginación, mi corazón y mi excitación estaban en límites incontrolables, estaban en ese ligero y menos espumoso espacio entre las nubes, en la vertiginosa caída de entre los cielos impostores y felicidad momentánea y falsa que la taika te da, estaban en esa última y peligrosa curva en donde todo pasa tan rápido que te hace temblar completo…, literalmente.

Olfateé su cabello como el maldito cerdo demente en el que me había convertido, ese que cada vez era más y más cínico dentro del fuero interno de mis pensamientos, ese al que ya poco le importaba a cada segundo reconocer sus verdaderos deseos, ese que ya no quería pensar en otra cosa que no fuera el rostro y el cuerpo de ese estúpido cretino. Ese cerdo que quería estar follando duramente con él, y sí, sólo con él. Cerré los ojos un instante, tratando de acallar tanto ajetreo que sembraba en mis oídos, mi propia voz recitando un sinfín de sucios y lascivos pensamientos, poses, sexo, piel, sudor, sexo, deseo, dientes, sexo, miembros, saliva, sexo, labios, manos, piernas, penes… sexo

El aire se fue de mis pulmones y me sentí jadeando entre cálidas exhalaciones, tan hirvientes como la temperatura de mi piel que había ascendido repentinamente. No quería, no. ¡Y sin embargo era tan obvio que era un maldito maricón! ¡Que caminaba hacia atrás tan descaradamente! ¡Era tan obvio que quería follarme a Bardock de mil maneras! ¡Estaba tan claro que quería que tragase de mi esperma hasta el punto en que se volviera un maniático adicto! ¡Igual que yo!

¡No! ¡No! ¿Qué clase de cosas estaba pensando? El corazón me vibraba cada vez que ese maldito conflicto por demás estúpido entraba en mi cabeza, y digo que era tremendamente estúpido, porque ¡Era obvio! Y sin embargo, me hacía sentir un maldito enfermo, un sucio, un cerdo… sí, un cerdo… y esa maldita idea sólo lograba encenderme más. ¡¿Por qué demonios todo este tema se volvía más y más excitante conforme avanzaba?! Lo prohibido, lo sucio, lo lascivo, lo indebido, lo asqueroso, lo enfermo, y él, hacían que me volviera tremendamente loco por querer cumplir y hacer todo lo que cursase por mí mente.

Una y otra vez.

Esa estúpida taika, me estaban haciendo sentir demasiado inestable, o en realidad, demasiado decidido, demasiado carente de miedo y prejuicio. Demasiado sincero. Y esa sinceridad, esa transparencia conmigo mismo, me estremecía. Y el miedo que me hacía sentir la comodidad con el tema alimentaba la daga opresora que se imponía delante de mi rostro, esa daga que me generaba vértigo, ganas de caer, que me convertía en un enfermo que quería ser expuesto y cruzado por esa daga por decisión propia, por placer… por apego

Maldición, estaba desvariando, las ideas se volvían conjeturas y luego desaparecían en la nebulosa que aún cubría parte de mi mente, que me hacía sentir miedo de caer y al tiempo me llenaba de anhelos de arrojarme al vacío. Estaba delirando entre el dolor de cabeza y la fiebre que no era consiente que tenía, ya no tenía razón sobre mí, ya no era dueño de mis manos, de mis labios, de mi piel, de nada.

Y se sentía malditamente bien.

No recordaba haberme sentido tan desprendido de mí mismo desde que había follado por primera vez con aquella prostituta clandestina hacía muchos años, y ahora me sentía de nuevo en esa encrucijada peligrosa, lleno de adrenalina, nervios y descomunal deseo carnal que me hacía perder el control de mí mismo, Sin embargo, sabía que no era exactamente igual a aquella vez, claro que quería fornicar con Bardock, incluso cuando no tenía idea de cómo, pero… realmente, no era la único que quería de él. En realidad, yo…

Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando Bardock se movió sobre mi brazo, recostando más su rostro sobre mi pecho, pegándose más, ¡Por todos los Dioses, Bardock, ¿por qué me haces esto justo ahora?! Sentí su respiración sobre mi cuello, y su esencia inundando mis fosas nasales, me estaba nublando más y más, yo iba a…

Sin poder resistir más el dolor y la presión de mi miembro erecto contra la malla y la armadura de goma, bajé la mano derecha hasta mi pelvis, sobando el bulto que estaba hinchado e hirviente. Tocarme, incluso a través de la ropa, fue gratificante, mi respiración se agitó de nuevo, mientras una ligera sensación de electricidad comenzaba a recorrer toda mi piel, generándome leves espasmos.

No, no era igual que con la prostituta, estaba de por medio ese apego, esa admiración, esa compañía, esa estima que superaba a cualquiera. Estaba el hecho de que era Bardock y no alguien más. Si hubiese sido cualquier otra persona, no me hubiese tomado la molestia de reprimir los gemidos que solté al acariciar con más fuerza mi aprisionado pene, no me hubiese mordido los labios para contener los deseos que tenía de desnudarme, de desnudarlo, de trepar sobre él y exigirle que se hiciera cargo de lo que su presencia acababa de provocar en mis pantaloncillos.

Lo único que me atreví a hacer fue a acariciar ligeramente su piel con la yema de mis dedos, aprovechando que mi brazo aún lo rodeaba. Era tan ridículamente absurda la forma en la que me excitaba el simple hecho de tenerlo cerca, de cómo la simple caricia de las puntas de su cabello generaba en mí escalofríos, que el ritmo de mi mano tocándome ante su presencia exigiera un aumento, ¡Me estaba volviendo loco! El éxtasis de masturbarme con Bardock recostado a mí lado era descomunal, era tan bizarro, era tan estremecedor, sentía que iba a venirme sólo por la intensidad de tenerlo tan cerca… no podía resistirlo, necesitaba sacar mi miembro de ahí, necesitaba también a Bardock plenamente, para mí.

Mientras rozaba mi miembro con demencial frenesí, reparé en la idea que había estado revoloteando en mi cabeza con exhaustiva insistencia. ¿Desde cuándo? ¿Por qué justo repercutía todo como una gigantesca ola? Sí, era verdad que desde que había dicho que quería estar con él el resto de mi vida había destapado algo entre nosotros, pero, ¿por qué eso no había salido a la luz antes? ¿Por qué no se había mostrado tan claro como justo ahora? ¿Por qué no había querido profundizar todo esto antes de aquella frase? ¿Qué había cambiado? ¿Por qué era diferente?

Sentirlo sobre mi brazo izquierdo al tiempo que me masturbaba con el derecho me respondió. Antes, tanto él como yo éramos ciegos ante lo que realmente podía existir, sólo dábamos por sentado la compañía del otro y con eso estaba bien, con eso bastaba. Pero, luego de que esclarecí el entero deseo de estar a su lado, abrí esa posibilidad, abrí la cadena mental limitante, cree esa opción. Al hablar, incluso sin querer, de ello de aquella tan extraña forma en que lo hice, nos hizo pensar “mal”, imaginar de más. Y tentarnos. Y yo había caído sin resistencia, porque mi aprecio por Bardock necesitaba un desahogo, un canal, y yo sin haberlo deseado en realidad, lo había abierto y puesto sobre la mesa como una propuesta a mí mismo.

Quería estar con él.

Como hasta ahora, e incluso más, porque ahora que mi cerebro había permitido la idea de poseerlo, no podría detenerme.

Quería hacerlo.

De todas las formas.

De ahora en más.

En mí corrió un escalofrío agudo, tensando todos los músculos de mi cuerpo, avanzando desde la nuca hasta mi abdomen, el cual se apretó profusamente, terminando en el cosquilleo ya conocido en la dureza de mi pelvis. ¿Ya me venía? Pero, joder, ni siquiera había sentido que empezaba. Mi mente se nubló por el orgasmo mezclado con el aroma de Bardock en mi nariz, cegándome e impidiéndome incluso pensar más sobre mi precoz éxtasis, el cual, por supuesto, atribuí a las drogas y lo exaltado que me había sentido al despertar con Bardock allí tan cerca.

Me revoloteé sin poder evitarlo, alzando la cadera como si buscara más contacto contra mi mano, llevado por el instinto, mareado y confundido aún por la resaca que esta vez fui incapaz de no soltar un gemido grueso, apretando sin desearlo a Bardock contra de mí, fue más un movimiento involuntario generado por la fuerza del orgasmo que mi entero gusto. Mi mano, posada sobre la punta de mi pene, palpó la humedad, lo pegajoso de aquel líquido que había trasminado por la malla y había terminado por manchar mis dedos y mi palma.

¡¿Pero qué mierda acabó de hacer?! Pensé, acelerado, sintiendo la razón aterrizar en mí, ¿de verdad me había manoseado así, con él ahí? Sonreí en lugar de pensar en algo bueno, ¡Definitivamente había sido grandioso! ¿Pero ahora? Joder, debía quitarme a Bardock y hacer algo, si él despertaba y notaba que acababa de jalármela con él ahí, seguro que lo enfadaría, más por el hecho de que en realidad, muy posiblemente Bardock no tenía las mismas intenciones que yo, así que debía ser rápido si no quería…

–Tooma… ¿qué diablos crees que haces? – Mi sangre se heló cuando la voz de Bardock tronó inesperadamente, haciéndome girar mi rostro en su dirección, a apenas unos centímetros. Mi corazón se aceleró intensamente, ¡¿Qué diablos iba a decirle?! ¿Acaso me había visto? ¿Cómo iba a justificar que yo… que él… que…? – ¿Por qué diablos me estás apretando tanto, pedazo de animal?

Agregó con su ceño fruncido, percatándome de que realmente lo seguía aprisionando fuertemente contra mí, incluso cuando ya había pasado mi éxtasis. Lo solté de inmediato, estirando mi brazo al ras del suelo, permitiéndole separarse de mí si así lo quería, pero sólo se alejó levemente, recargándose sobre mi antebrazo con naturalidad, estirando su espalda y sus brazos, los cuales hicieron un leve crujido.

–Bardock… yo… no… – tartamudeé con nervios, pues a pesar de que parecía no estar enojado, seguía sin saber si se había dado cuenta o no, ¿qué debía decir? ¿Estaba bien? ¿Estaba mal? ¿Quería follar? ¿Justo ahora? Maldición, mi erección volvía a crecer con sólo pensar que a Bardock podría haberle gustado lo que vio, me estaba volviendo loco de nuevo.

–Seguro que tenías una pesadilla ¿eh? Cuando desperté por el apretón tenías una expresión tensa – me ganó a hablar, estirándose aún sobre mi brazo, mirándome a la cara y sonriendo levemente. – ¿Con qué soñabas? – oh, Bardock, créeme que no querrías saber con qué. Negué, relajando mi rostro y calmando mi respiración. Así que no se había dado cuenta..., supongo que eso estaba mejor, por ahora.

–Eh… soñaba con… con Freezer destruyendo el planeta Vegita, ¿puedes creerlo? – solté aquella tontería que había escuchado por ahí alguna vez, rascando con mi mano derecha mi rostro, sin embargo, al sentirla húmeda y recordar de qué estaba mojada, la alejé de mi rostro inmediatamente.

– Ja, ja, qué idioteces dices… – comentó, tallándose los ojos y soltando un bostezo largo. – ¿Y por qué mierda me apretaste? ¿A quién tratabas de salvar en tus sueños que sujetabas tan posesivamente? – cuestionó, mirándome de nuevo con una expresión cretina, como si yo fuese a decir alguna cosa como “Seripa” o alguna mujer loca más por ahí.

–A ti – contesté, serio, y miré su expresión divertida flaquear, haciendo bailar sobre sus labios la sonrisa que se esforzó en mantener. –Así que en realidad, no hubo ningún error, de verdad estabas aquí – traté de suavizar, mirándolo seguramente como el tipo más estúpido y embrujado del planeta.

–Tooma… eres un imbécil – me insultó, y de primera impresión me dolió su rechazo, pues aquellas palabras habían despreciado mi concepto de inmediato. Sin embargo, prosiguió, más alegre –De sobra sabes que soy más fuerte, si alguien aquí protegería al otro, ese sería yo – sonrió pretencioso y altanero, haciéndome reír con ello y sentir un alivio extremo al saber que en realidad la idea no le era irracional. –Así que no digas tonterías, aquí el que debe de apretar al otro, soy yo…

–Pero, yo soy más alto y más fornido… – comenté en mi defensa, jalándolo de regreso a mí en un movimiento. –Sería raro que tú me salves a mí… – sonreí cerca de su rostro, y… ¡Con un demonio! Era tan difícil para mí contenerme de hacer algo teniéndolo tan cerca.

–Serás imbécil, Tooma, ¿estás diciendo que me veo como una maldita hembra? – surcó la frente fingiendo enfado, enderezándose hasta mirarme directamente desde arriba, no muy lejos de mí.

–Ja, ja, ja, pues claro, de entre los dos, sin dudarlo tú serías la chica… eres demasiado lindo, así que está bien – bromeé como muchas otras veces, levantando mi mano sin pensarlo y acariciando su mejilla. Era verdad que entre Bardock y yo nunca había habido una insinuación real de algo entre él y yo hasta aquel día, sin embargo, habíamos bromeado con ello muchas veces en el pasado, llamándonos raritos uno al otro, entrando en una guerra cada vez en quien de los dos sería dominado por el otro…

Ésta vez, en cambio, cuando toqué su mejilla y solté aquellas últimas palabras en aquel seductor tono, la cosa se puso sería. Miré en sus ojos la duda, la veracidad, el temblor, la fijeza tan acelerada que tenía sobre mis ojos, que también temían, pero que resistían, peleando contra aquel terrible miedo que me invadía enfrentar a Bardock y todo lo demás. Pasé saliva discretamente, sintiendo mi corazón acelerarse de nuevo, y… ¿mierda, cuántas erección podía tener al día? Lo vi entre abrir los labios, con la intención de decir algo, ¿o es qué estaba tomando aire por la boca? Se le notó acelerado, ¿eran las drogas? ¿O estaba como yo? No lo supe, sólo quería estar en ese momento, yo estaba a punto incluso de romper con todo, yo iba a…

– ¿De qué diablos está mojada tu mano, Tooma? – ¿…qué? ¡Maldición! ¡Mi mano, el semen… la puta madre…! Me pateé internamente ante mi descuido, retirándola inmediatamente de su rostro.

–jeje, nada, nada, no es nada… yo am, era saliva… yo, me limpié al despertar – Bardock golpeó mi brazo amistosamente, negando y poniéndose de pie, manteniendo una sonrisa divertida en los labios. ¡Me odié de inmediato! Había jodido un perfecto momento… aunque, realmente, no me arrepentía de haberme masturbado hacía un momento.

–Bueno, como sea… vámonos de regreso al cuartel… muero de hambre… y me siento como la mismísima mierda… – se estiró más, haciendo tronar los huesos de su cuello y sus extremidades.

– ¿Y cómo no? Nos acabamos esa maldita porquería… – respondí, tratando de relajarme de nuevo, levantándome y resintiendo todo el dolor de mi cuerpo.

–Jaja, sí… pero… fue genial, ¿no? – me cuestionó, girando medio cuerpo hacia atrás para encararme.

–Sí… lo fue… – cómo no tienes idea… pensé, devolviendo una suave sonrisa.

–Sí, lo fue… – repitió mis palabras, mirando al frente y volando sin más, acto que yo imité de inmediato.

[…]

Habían pasado tres días desde que habíamos estado fumando en el desierto, y desde entonces, todo había parecido volver a la normalidad, a la calma y amistosa convivencia entre ambos. Sí… pero, por desgracia, no quería eso, lo había estado pensando seriamente, de una forma menos tortuosa que antes, pero agobiándome al final de cuentas. Ya había pasado por mi cabeza antes la idea de que no quería que las cosas volviesen a lo mismo, yo quería más, yo lo quería todo. Así que en esos tres días me lo había pasado dando vueltas en mi cabeza, masturbándome cada vez que podía, como un adolecente enfermo, ¡Estaba temiendo que mi pene fuese a desgastarse de tanto roce frenético! Pero resultaba inevitable, sólo lo hacía en todos lados, cuando me sentía lo suficientemente solo. Y, luego de tanto pensarlo meticulosamente, aconsejado también por mi lívido, estaba decidido.

Convencido, ésta vez.

Era suficiente, ya no podía esperar.

Bien, ya había puesto mi vida en riesgo por la misma razón en el pasado, ya no importaba si me mataba o no, tenía la determinación desde el día en que salimos a fumar, sólo que ahora, mi visión había cambiado ligeramente.

Ahora, tenía esperanza.

Ahora, tenía confianza.

Ahora, podía haber una oportunidad…

Una real…  

“No iba a rendirme.

No aún.

No hasta saber.

No hasta que correspondiera.

O hasta que estuviera muerto.”

Ese pensamiento que había atravesado mi mente hacía tres días no había dejado de sonar dentro de mi cabeza, golpeando las paredes, haciendo eco y alzándose en diversos tonos a modo de cántico. Cuando había pensado eso, estaba cargado de miedo, estaba inundado de pánico y resignación. Estaba preparado para morir, para morir por esto que sentía. Morir a causa, por y a través de ello. Morir a manos de aquel que generaba toda esta revoltura dentro de mí. Ahora, esas mismas palabras motivaban mi cabeza, claro, aunque ahora eran bañadas por algo más, una frase que brillaba al fondo y resaltaba toda aquella motivación.

Eso que podía transformar una fantasía en realidad.

“También me siento solo…”

Sus palabras, ese susurro que tronó cerca de mi oído, significaban la drástica diferencia en mi punto de vista. Significaba una posibilidad, ¡Una posibilidad! No me importaba si era una contra mil, o si mi mente estaba imaginado demasiado, o si estaba tan repleto de ideas posiblemente falsas en mi cabeza que sonaba absurdo, no me importaba. Lucharía por esa posibilidad.

Me sentía como un bobo, debía admitir, aquella frase había significado para mí una llave a la pesada e indestructible puerta que pintaba frente a mí, y recaía en mis hombros la oportunidad de saberla usar o joderlo todo –como comúnmente me sucedía–, y todo eso me traía de los nervios, demasiada emoción al día me mareaba. Y ahora, finalmente, dejaría de ser un cobarde más. Lo intentaría. No había duda…

El problema aquí era otro…

El problema que me hacía sentir como un completo bobo ya no yacía en mi determinación…

Ni en mis gustos sexuales…

Yo… yo…

¡No tenía idea de cómo coquetear con un hombre!

¡¿Qué mierda se suponía que haría para convencerlo?!

Suspiré con fastidio, mirándome frente al espejo del baño y sosteniéndome del lavamanos, quedándome fijo en mi propio rostro. Era verdad que a las hembras le gustaban los hombres masculinos y atractivos, pero… ¿y a Bardock? ¿A él le gustaría como lucía? Era un idiota al pensar en eso, no creía realmente que a Bardock le gustasen los machos en general, pero… ¿y yo? Quería pensar que sí, sin embargo, ahora no sabía cómo llegar hasta él.

Si Bardock fuese una hembra, me ducharía y con eso sería suficiente, ¿a Bardock le molestaría mi pestilencia? ¿Debería bañarme? ¡Qué maldito dilema! Negué, tratando de calmarme y pensar claramente. Según mi experiencia, a Bardock le gustaba cuando una chica era voluptuosa y tenía una gran personalidad, generalmente, cuando ella se acercaba a él… un momento, ¿voluptuosa? ¿Acaso a Bardock le gustaban mucho los senos? ¡Yo no tenía esas cosas! ¿Qué iba a hacer? No podía competir contra unos senos.

Me quité la parte superior de la armadura en un acto desesperado, contemplando mis pectorales en el espejo, ¿se veían mal? Eran grandes, voluminosos, fuertes, duros, y resaltaban las venas en los costados… a mi parecer deberían ser atractivos… pero, ¿a Bardock le gustaban? ¿Prefería los senos? Yo no podría ir y restregárselos en el cuerpo como todas esas gatas con las que se acostaba, ¿entonces qué mierda iba a hacer?

¿Cómo podía llegar hasta él? ¿Cómo haría para convencerlo, para atraerlo…? Recordé entonces aquella vez que miró mi espalda y lo descubrí haciéndolo, la forma en que sus ojos miraban deseosos mi cuerpo y me hizo exaltarme, sentirme completamente desnudo, sentirme bien. ¿Cómo provocaba eso? ¿Acaso debía andar sin nada en el torso por ahí? Sí, oficialmente era un completo imbécil.

Solté un suspiro más, tallándome la frente mientras trataba de pensar en otra cosa, en algún buen método de seducción. Me dio un escalofrío al meditar aquello, la idea de seducir un hombre me hizo sentir una ramera un momento, más porque posiblemente Bardock no necesitaba ser seducido… quizá, en realidad, Bardock sólo necesitaba darse cuenta de las intenciones que tenía para con él, quizá sólo necesitaba un empujón para caer a todo este inferno en donde yo estaba metido.

Necesitaba hacerlo ceder.

Hacerlo caer ante su propio deseo.

Necesitaba…

– ¿Cuánto maldito tiempo más estarás ahí dentro, maldición? – La voz enfadada de Bardock sonó al tiempo que abría la puerta del baño agresivamente, mirándome con irritación. Yo apenas giré a él, quedándome congelado en mi sitio, impactado, odiando mi estúpida manía de dejar todas las malditas puertas abiertas detrás de mí –Demonios, Tooma, venías a orinar, ¿qué mierda haces sin tu armadura? – gruñó, mirando mi armadura en el suelo, y yo no pude evitar sonrojarme por la vergüenza, apretando los labios, sin saber que decir a eso, ¡Había perdido la noción del tiempo pensando tonterías! –Mueve tu maldito trasero de una vez o me iré solo… – agregó luego de mi silencio, cerrando la puerta y dejándome en la ahora incómoda soledad.

Levanté mi armadura y me la coloqué a gran velocidad, mirándome al espejo una última vez antes de salir volando a la habitación. Bardock ya me esperaba en el umbral, con los brazos cruzados y el rostro retorcido en un mohín irritado, mirándome apenas antes de salir completamente, yo lo seguí inmediatamente, cerrando la puerta de la habitación sin ninguna clase de protección, ni siquiera tenía idea de donde estaba la puta tarjeta-llave que me habían dado.

Ambos caminamos a prisa por el pasillo del edificio hasta salir a la terraza, donde alzamos el vuelo a la ciudad. Habíamos quedado con el resto del equipo a ir a beber unos tragos a un bar de mala muerte en la zona de los clase baja, sin embargo, nos habíamos entretenido primeramente en hablar tonterías y finalmente nos quedamos dormidos, exhaustos por el entrenamiento de la mañana, eso sumado a mi tardanza en el baño, daba como resultado un ligero retraso… sí… ligero…

–Vamos dos horas tarde, Tooma, ¿crees que esos bastardos sigan ahí? – Cuestionó, pero más bien, pareció hablarse a sí mismo. Bien, de acuerdo, no era sólo un ligero retraso, pero no toda había sido mi culpa.

–No lo sé, probablemente anden por ahí aun… – respondí sin mucho interés, teniendo como respuesta un gruñido y polvo que comí cuando Bardock aumentó la velocidad de su vuelo.

Aterrizamos finalmente frente a aquella taberna, estaba en las afueras de la ciudad y el lugar era bastante desolado y oscuro, bastante bien para los que iban a buscar rameras, y sí, lo decía por experiencia. Entramos y Bardock avanzó en punta, andando directamente a la barra, donde llamó al barman que estaba del otro lado de aquella pieza de madera. El anciano retirado se acercó con pasmosa lentitud, divertido con el rostro apurado de Bardock y sus dedos que golpeaban insistente la superficie.

–Adivinaré, buscas a tu escuadrón – dijo divertido el ex coronel, recargándose en la barra y sonriéndole a Bardock con burla.

– ¿Los has visto? – preguntó Bardock tajante, saltando la burla del otro sujeto.

–Sí, los vi… y si hubieras llegado quince minutos antes, seguro que los habrías encontrado aún – se burló abiertamente, retirando sus brazos de la barra. –Esos idiotas ya estaban tomados, Bardock, así que deben andar por ahí quemando casas y metiéndose en problemas como muy bien se les da – agregó, haciendo una leve señal con la mano y marchándose a prisa a charlar con uno de sus clientes.

–Esos imbéciles, seguro que se fueron al desierto a fumar… el idiota de Panppukin había mencionado que consiguió un montón de esa mierda – murmuró Bardock con desagrado, recargándose en la barra y mirando al frente, pensativo.

–Son unos imbéciles, no podemos perder la noción ésta noche, mañana el teniente Gólin nos citó para establecernos misiones,  y si no estamos ahí a tiempo nos cargará a todos – Bardock gruñó ante mis palabras, asintiendo.

– ¿Entonces, qué mierda? – me preguntó, girándose hacia mí. Abrí la boca, pensando en decirle que volviéramos al cuartel a dormir temprano como idiotas puñeteros, por suerte cruzó en mí la realidad: estábamos solos. Tenía la oportunidad de convivir con él amistosamente, como aquella vez, así que no desaprovecharía la oportunidad de poder beber con él, y con suerte, quizá el alcohol podía abrirlo un poco conmigo.

–Tengo ganas de beber algo, ¿por qué no tomamos un trago acá? El resto puede joderse por mí si mañana no se presenta con el temiente – Bardock rió divertido, asintiendo y pasándose al frente de mí una vez más, parándose ligeramente en puntas para poder localizar una mesa vacía, ¡El muy hijo de puta se olvidaba de que yo era mucho más alto, ¿o qué?! –La mesa de ahí está vacía, vamos – le susurré tras agacharme un poco, Bardock miró en la dirección en la que yo señalaba y asintió, andando y abriéndose paso agresivamente entre la gente.

Se tiró sobre una de las sillas, y yo tomé lugar frente a él, suspirando con fastidio al mirar a una ramera muy conocida para los dos acercarse en nuestra dirección, cargada de coquetería. Bardock bufó con fastidio, sin disimular en lo absoluto el desagrado que le generaba, girando el rostro en otra dirección para no tener que verla. Yo, menos tajante y grosero que Bardock, la encaré cuando la muy confianzuda tomó lugar a mi lado. ¡Y al fin que estábamos solos! ¿Es que acaso no podía tener un puto momento de calma?

–Hola, guapos – típica frase de puta barata, ¿qué más tienes, mujerzuela? – ¿Por qué están tan solos? – vaya, ésta mujer no tenía nada nuevo, eran sus típicas frases ensayadas de siempre.

–Bueno, tomaremos un trago mientras charlamos, así que no requerimos de tu servicio ahora y…

– ¡Imbécil! ¿Por quién me tomas? – me gritó al tiempo que su mano pajera me golpeaba en el rostro, por suerte para mí ella era igual de fuerte que un tubérculo.

–No me digas, ¡La muy puta se ofende de que le digan puta! – Bardock intervino, riendo genuinamente divertido. –No terminas de sorprenderme – agregó, riendo aún más y provocando en ella un rostro enrojecido e irritado.

– ¡Los dos son unos imbéciles! – gritó furiosa, golpeando la mesa y marchándose, ante las carcajadas de Bardock y la mirada juzgona de muchos en el bar.

–Esa mujer, al grado que se rebaja por unos cuantos tragos – comenté en voz baja, volviendo mi mirada al frente.

–Sólo es una ramera, no importa realmente – Bardock sonó tan asqueado de todos como siempre, despreocupado y ajeno a todo el entorno, frío, distante al universo en general. Levantó su mano luego de un suspiro pesado, llamando a una de las camareras del lugar, la cual fue de inmediato al reconocerlo. Sí, otra con la que también nos habíamos acostado ambos… aunque, ella siempre había tenido preferencia por Bardock, seguro que no era más que otra interesada del montón.

–Una botella, de las grandes – ordenó a gran velocidad una vez que ella estuvo lo suficientemente cerca, sin siquiera voltearla a ver. La chica asintió y se marchó, y yo sabía que habíamos frecuentado tanto éste lugar que ella sabría qué tipo bebida traer sin necesidad de preguntar.

–Es una mierda que haya tantas mujeres que hemos fornicado en éste lugar… – dije por lo bajo, enfocando a otra vieja amiga en la lejanía.

–Sí… no me agrada… además, no tengo ganas de ninguna de ellas, me aburren, ahora sólo me producen asco – asentí a sus palabras, cayendo en cuenta que Bardock y yo solíamos follar alguna hembra de por ahí y luego jamás, realmente era demasiado raro cuando fornicábamos con alguna más de una vez.

De pronto, me invadió el miedo, ¿sería que si pasaba algo, eventualmente, se aburriría de mí? ¿O yo de él? ¿El sexo sería muy parecido? No, no lo creía. Además, nosotros éramos amigos, seguro que pasaría más de un revolcón de una noche, ¿no? Quise pensar que sí, una vez más, confiándome solo de mis propias conclusiones. Miré a Bardock, quien viajaba su vista desinteresada por el lugar, girando luego a mí, notando que yo estaba fijo en su persona.

– ¿Pasa algo? – me cuestionó, curveando una de sus cejas.

– ¿Por qué será que esas mujeres nos aburren luego de una vez? – pregunté, sin ser estúpido esta vez y darle una mejor vuelta al asunto.

–No sé… porque sólo queremos sexo con ellas, supongo – sonrió, dejando de verme y fijándose de nuevo a un lado, con desgane. –Y cuando lo tenemos, sólo… nos vamos.

–Bueno, es verdad… ellas no son guerreras, y tienen la cabeza hueca – agregué, dando un leve golpe a la mía.

–Jaja, bueno, no estoy seguro si estén más huecas que tú – bromeó, malicioso.

–Estúpido, si de entre los dos, el que tiene más cerebro sin duda soy yo – contraataqué, sonriendo orgulloso.

–Vamos, Tooma, eres olvidadizo y lento, además, yo soy el líder de escuadrón, ¿cómo podrías ser mejor? – se cruzó de brazos, colocando sobre su rostro una expresión de victoria.

–Tú eres pura fuerza bruta, yo soy el cerebro del equipo – de sobra sabía que eso no era verdad, pero, ¡Venga! Algo tenía que decir a mi favor.

–Jajaja, estar diciendo esta chorrada ya te coloca de inmediato como un imbécil – se burló, dejando ir una carcajada. – ¿No has pensando en ser prostituta? Podrías encajar muy bien con esas descerebradas – fruncí al tiempo que sentía asco de sólo pensarlo.

–Pero tú eres más lindo, quedarías muy sexy con uno de esos escotados vestidos que usan – Bardock casi se ahoga con su propia salvia al oír mis palabras, seguramente imaginándose usando uno de esos entallados y cortos vestidos rojos.

– ¡Con un carajo, no digas esas cosas! – se tapó la boca, asqueado, negando profusamente. –Me da repulsión solo de pensar que tú o yo pudiéramos ser unas rameras de esa calaña – dejó ir una risa baja, mucho más tranquilo. –Me da escalofríos sólo imaginar – se acomodó en su asiento, mirando el techo unos segundos.

–Eso significa que… ¿no te aburrirías de mí? – mi pregunta lo tomó por sorpresa, llevando sus ojos a mí en una gran interrogante.

– ¿De qué hablas? – parpadeó, sin entender realmente. ¡Kami, ¿por qué tengo que abrir mi boca y decir puras idioteces?! ¿Qué clase de pregunta más directa y estúpida acababa de decir?

–Bueno, yo digo… no soy una de esas rameras… entonces… no te aburriría como ellas… – no pude contenerle la mirada, bajé la vista a la mesa de madera, sintiendo mi cuerpo temblar, nervioso, ¡Kami, hazme un favor y mátame ahora!

–Eso… – murmuró, pausando unos segundos. – ¡Es lo más ridículo que te he escuchado decir! – gritó, revolviéndose en descontroladas risas una vez más, golpeando incluso la mesa por la intensidad. Lo encaré de nuevo, mirándolo reír un poco más. –No digas idioteces, Tooma, por favor… ¿cómo diablos puedes compararte con una ramera? – volvió a reír, y yo traté de fingir una sonrisa, ¡Eso no contestaba a mi pregunta de ninguna maldita manera! ¡Sólo se estaba burlando de mí! ¡Y yo…! – Claro que no, no lo haría… tú eres tú… ¿por qué mierda preguntas algo tan estúpidamente obvio?

Sus palabas frenaron mi pensamiento, ¿estaba hablando en serio? Negué para mis adentros, bajando la mirada y colocándome serio, tratando de tranquilizarme. Seguramente él se refería a nuestra amistad o algo parecido, y no había entendido que yo me refería a algo más allá. Asentí a esa idea, seguro que no tenía caso pensar algo más, había respondido a mi pregunta de esa forma porque sencillamente había interpretado que yo hablaba de aburrirse de mí en general.

Levanté la vista con esa resignación en la cabeza, sintiendo mi corazón dar un vuelco agitado cuando encontré sus profundos ojos negros clavados en mí, mirándome de una forma seria pero bañada con una coquetería que no podía estar confundiendo. Tenía los codos sobre la mesa y las manos entrelazadas frente a su rostro, cubriendo su boca, pero podía notar que sonreía ladino, como divertido, quizá pícaro. Su sonrisa se ensanchó levemente al mirar mi expresión, y yo estaba helado en mi lugar, ¿qué era esa mirada? Antes de que pudiese hablar o reaccionar a ese extraño gesto, Bardock me guiñó un ojo, como si con eso estuviese sellando una complicidad. Su guiño había sido malditamente atractivo, la adrenalina recorrió mi cuerpo por completo, desde la parte baja de la espalda hasta el cuello, acelerando mi corazón profusamente, quitándome el aliento, sintiendo mi cuerpo temblar descontrolado.

–Bardock, yo…

– ¡Disculpen la tardanza! – gritó la chica mesera al lado nuestro, respirando agitada y nerviosa. ¡Maldita hija de puta! ¿Por qué justo en ese momento? Volteé a verla un momento, regresando mi vista a Bardock, pero éste ya estaba entretenido en la botella.

¡¿Qué mierda había sido eso?! Esa mirada, ese guiño, ¿es qué acaso Bardock si había entendido a qué me refería? No, no… ¿o sí? ¡Por todos los cielos, necesitaba una puta señal divina que me indicara que cojones hacer ahora, porque yo estaba todo revuelto! Me centré en el momento, mirando a Bardock, quien tomaba directo de la botella y se pasaba el protocolo de los vasos entre las piernas. Sentí de nuevo odio por la chica al haber interrumpido el momento, pero, luego que lo pensaba mejor, creo que fue bueno, después de todo, ¿qué diablos se supone que le iba a decir? Seguro alguna idiotez guiado por mi encandilamiento.

–Oye, Tooma, la mesa de allá atrás está vacía al fin, vamos – Moví los ojos en esa dirección, algo distraído aun con lo ocurrido hacía unos segundos, eso que claro, seguramente sólo me estaba afectando a mí.

–Oh, esa mesa – sonreí entre divertido y entusiasta. Ese jodido lugar, en el rincón, justo en donde la oscuridad reinaba y estaba a una prudente distancia de todos, había sido nuestro lugar preferido cuando éramos adolecentes, en ese rincón incluso podías follar discretamente y nadie se daba cuenta. Sí, una vez más lo decía por experiencia.

Nos levantamos a prisa, avanzando en esa dirección, y yo sentí mi cuerpo tensarse al recaer en la idea que estaríamos totalmente solos justo en ese lugar. Sentí mis manos sudar prontamente, mientras mi espalda era atacada por ligeros tirones nerviosos. Sí, debía hacer algo, ¡Era mi oportunidad! Además, estaba bastante confundido ahora que Bardock me había guiñado el ojo, tal vez era una total tontería, pero para mí significaba un punto más para esa posibilidad por la que luchaba.

“Pues, luego de eso, sin lugar a dudas se formará un vínculo… Cuando ese vínculo se forme, es el momento de actuar, de hacer notar tus intenciones. Algo determinante, coquetería, insinuaciones…”

Por mi mente corrieron las palabras de Toteppo aquella vez que había pedido un consejo al escuadrón bajo el pretexto de querer cortejar a la familiar del capitán Niono, y comencé a repetirlas dentro de mi mente, una y otra vez, tratando de tomarles forma y usar ese consejo como una buena herramienta. Suspiré largamente, con miedo, ese profundo y avasallador, aquella sensación de incertidumbre que te sume en una desesperación e impotencia casi incontenibles, que te llena de ganas de gritar y acabar con esa incógnita. Su rechazo, ahora, me hacía temblar más que enfrentarme a la misma muerte. Ya no estaba seguro de aguantar un día más de pie sobre esa cuerda floja que no me tenía seguro en ningún lado. Quería caer, o quedarme pendiendo de éste con seguridad.

Quería algo, aunque fuese mínimo.

Lo que fuera, pero ya.

Nos sentamos finalmente en aquellas sillas de madera vieja y húmeda, sintiéndonos de inmediato cómodos en esa exclusividad que te brindaba el aislamiento con el resto de los consumidores de ese bar. Bardock finalmente se dignó a tomar dos vasos del centro de la mesa –que colocaban los dueños del bar en todas las mesas– y llenarlos con la botella de la que ya había tomado un poco, pasándome uno en un ágil deslizamiento y quedándose el otro entre los dedos, dejando a un lado la botella a la mitad con aquella bebida. Yo no reconocí que era Parfum hasta que estuvo entre mis labios, dejándome sobre la lengua su clásico sabor agrio y su irritante presencia en la garganta.

–Tenía tiempo que no veíamos aquí solo nosotros – comenté, mirándolo a pesar de que él tenía sus ojos viajando por el lugar.

–Sí, es una mierda en general, apenas tenemos tiempo con las malditas misiones – respondió, y yo sinceramente no tenía cabeza para pensar en el trabajo del ejército, pero asentí de acuerdo.

–Aunque, ha sido larga la espera para las nuevas órdenes, supongo que debió ser por el alboroto de Los tres caminos – Bardock se encogió de hombros, bebiendo de su vaso algunos tragos.

–Aquí o matando cucarachas, no hace mucho la diferencia – gruñí en mi pensamiento, de nuevo se notaba como ese Bardock frío e impenetrable.

–Es verdad… aunque al menos aquí podemos beber y follar – reí, y sin desearlo recordé mi último encuentro sexual con aquella mujer, haciéndome fruncir en desagrado.

–No todo es beber y follar, Tooma – me respondió, serio, mirándome fijamente y levantando una de sus cejas. –También podemos fumar y dormir todo el día – reí ante sus palabras, pues había pensado un momento que diría algo realmente serio, negando y llevando la orilla del recipiente hasta mi boca.

Ambos bebimos de un trago lo que estaba en nuestros respectivos vasos, estirando la mano al mismo tiempo hacia la botella que reposaba céntrica en la mesa. ¡Bendita casualidad! Pensé cuando sentí sus dedos topando los míos, sosteniendo un suspiro cuando nos quedamos quietos, moviendo con presura nuestros ojos y mirándonos de una extraña manera, tensos, a la expectativa. Y, armado de valor, en lugar de apartar mi mano o luchar por la botella, moví mis dedos, acariciando los de él, estirándolos para entrelazarlos suavemente, en un ligero roce que se apretó un poco cuando pase mis dedos entre los suyos y apliqué un poco de presión, sujetándolos. Nuestros orbes, enlazados aún, se miraron dubitativos, al menos los de él, temblorosos en una indecisión o una incomprensión. Y yo no pude hacer más que hundirme en la electricidad y adrenalina del momento, extasiado.

–Ah… toma tú primero… – retiró la mano luego de unos segundos, cruzándose de brazos y girando de nuevo su rostro a un lado, mirando sin interés a los que pasaban entre las mesas a unos metros.

Fruncí suavemente, tomando la botella y sirviéndome sin más remedio, dejándola mucho más cerca de él para que pudiese tomarla sin problemas. Mi corazón estaba agitado, no podía evitar sentirme bien, y no podía evitar sentirme un marica, por suerte, tenía justo lo que necesitaba entre mis manos: un buen trago. Lo bebí hasta el fondo, sin pensar, azotando ligeramente el vaso sobre la madera, sintiendo ese escozor en la lengua y esa voz en mi cerebro que moría de los nervios, ¡Necesitaba más! Necesitaba valor, necesitaba…

Algo llamó mi atención y mis ojos se fueron a Bardock, quien ya tenía la botella entre sus manos… y bebía directamente de ella una vez más, acabándosela toda en cuestión de segundos a base de profundas bocanadas. Terminó con ella y la soltó sobre la mesa sin interés, chiflando ruidosamente a la chica de antes, indicándole con una seña de la mano que trajera otras dos botellas más. Apreté los labios,  al parecer, no era el único que necesitaba más de ésta maldita cosa. Al parecer… no era el único en esto en general…

Me miró un momento, de nuevo con su semblante serio, ignorándome al segundo siguiente y girando su rostro a un lado, ¡Como si mirar a los ebrios del lugar fuese lo más interesante que existiera en el universo! Para mi suerte, la chica no tardó ésta vez, y pronto el par de botellas estaría delante nuestro, y no demoramos en tomar una cada uno y abrirla con una prisa realmente exagerada, como si mi vida dependiera de eso. Y muy probablemente, lo hacía.

–Bardock, luego que nos asignen misión, tardaremos en volver a Vegita, mañana será nuestra última noche aquí… así que, ¿está bien si nos pasamos un poco, no? – Me miró, como considerando mis palabras, sonriendo y asintiendo ligeramente, algo distraído.

–Pero mañana veremos al teniente, así que trata de no hacerte en los pantalones, y con eso estará bien – bromeó, bebiendo de su botella ésta vez sin tanta prisa.

–Oh, no me hagas decir quién es el que, un día, luego de que bebimos demasiado en un bar y estaba la chica que le gustaba, se puso tan nervioso que cuando ella se acercó a él, no pudo aguantar y… – no pude seguir hablando, Bardock se atravesó sobre la mesa rápidamente y me tapó la boca con una mano, mirándome con ojos molestos y avergonzados.

–Cállate, no digas ni una palabra más… dijimos que fingiríamos que no pasó, así que cierra la puta boca si no quieres que te arranque la lengua y… – ésta vez fue él quien se calló, arqueando la espalda en reacción cuando sintió mi mano sobre su cintura, rodeándolo suave con el brazo y atrayéndolo más a mí. La mesa era una rectangular barra delgada, donde él podía estar de pie sin problemas y quedar así de cerca de mí, su rostro pegando al mío, cubriéndome aun la boca con el ahora frágil apriete de su mano.

–Bien… lo he olvidado ya – respondí sobre su palma, y el vaho de mis palabras lo hizo reaccionar, destapando mis labios y regresando rígido a su asiento. Yo, por mi parte, acaricié su cuerpo desde su cintura hasta su brazo cuando él se alejó, pues mi mano siguió estática en el aire, aprovechándose de su movimiento.

–Tooma, creo que debemos seguir bebiendo… – sus ojos se movieron nerviosos, sin verme directamente, y volvió a llevar la botella a la comisura de sus labios con temblorosa prisa.

Yo estaba atónito dentro de mi propia mente, mientras bendecía la forma en que el alcohol me había desinhibido tan prontamente, ni yo podía creerlo. Bebí más, y una parte de mí no se sintió a gusto que fuese gracias a la influencia del alcohol que yo pudiese progresar, ¡Pero no podía hacer nada más! No había tenido un intento de encuentro directo de ésta manera, necesitaba valor, necesitaba sentirme menos un estúpido y más alguien que confía en sí mismo. Necesitaba toda esa confianza que no tenía.

Bebí, más y más, orillado por el nerviosismo en mi cabeza que me hacía sentir vulnerable y confundido, temeroso. ¡Cuánta maldita cobardía! Me era inaceptable, así que la cubría con un trago más. Duda, y un trago más. Temblor, y un trago más. Pánico, y un trago más. Uno tras otro tras otro, hasta que tuve aquel recipiente vacío entre mis manos. ¡Y eso no era nada considerando lo que podía llegar a beber! Pero, ¿por qué me sentía así de mareado?, ¿así de asqueado? Era la tensión, lo entendí, era el peso de mis intenciones, y me hacía sentir drogado, el miedo me hacía sentir al tiempo lleno de valor. Incluso, también podía denominársele como estupidez pura, que incluso se brincaba el miedo a las consecuencias a todo lo demás. Instinto y deseo brutal, de eso estaba hecha la estupidez, de anhelos en su estado bruto, de la incapacidad del razonamiento. La estupidez era como estar drogado, y a su vez, esas dos, demostraban quien eras en realidad, en el estado más puro y grotesco. En esos estados, siempre eras tú mismo, y nadie más.

–Bardock… – llamé con un temblor en la voz que realmente no esperaba.

Él no me miró, sus ojos ahora estaban fijos en su botella, justo delante de su rostro. Sólo comenzó a negar, primero lento, y luego rápido y tajante, deteniendo su movimiento y manteniendo sobre su rostro la seriedad. No entendí si me había negado a mí, es decir, ni siquiera había dicho nada… o… ¿es que lo imaginaba? ¿Se había adelantado a mis palabras y respondía por adelantado? Apreté los puños por debajo de la madera, bajando también mi vista, sintiendo el oscuro y gris panorama que me había estado siguiendo últimamente, esa maldita y agobiante sensación de sentirse ceniza, de sentirse nada.

No. No. Bebí más, tratando de no guiar a mi mente, ahora ahogada en ese estado de estupidez, a la oscuridad polvorienta de la que apenas había logrado alejarme. ¿A qué te rehúsas, Bardock? ¿A qué o a quién le niegas? ¿A mí? ¿A esto? ¿O a ti mismo… a tus deseos? Levanté la mirada, encontrándolo terminando ya la siguiente botella hasta el fondo. La dejó sobre la mesa con una tranquilidad casi irreal, quedándose quieto y pensativo unos segundos, con la mirada perdida al frente.

–Tooma, mejor vámonos, no será bueno ir desvelados con el teniente, y si nos quedamos sé que seguiré bebiendo – frunció, moviendo apenas un segundo sus ojos a mí, meneándolos por todas partes con indecisión luego de eso.

–No… – respondí con una tranquilidad que no tenía, tratando de buscar un pretexto dentro de mi mente para hacerlo desistir. –No he terminado con mi bebida aun – agregué, deslizando suavemente el cristal de un lado a otro frente a mi rostro.

–Entonces bébelo y andando – sentenció, mirando a la lejanía de nuevo.

–No lo sé, Bardock, es mucho para mí – agité la botella en mi mano, y él me miró interrogante un segundo antes de estirar su mano en dirección a la bebida, con la intención de tomarla él y acabar con todo eso de una vez.

Pero, cuando su mano tocó la botella yo se la sostuve fuertemente por la muñeca con mi mano izquierda. Había caído. Sus ojos, enfebrecidos un segundo, me miraron, y trató de alejar su brazo en cuanto sintió mi agarre, pero lo había tomado demasiado desprevenido, impidiéndole escapar. Le sonreí, quizá mitad amable y mitad excitado, tratando de transmitir esa coquetería que debía demostrar, rodeando su palma con mi mano derecha, sosteniéndolo aún con la izquierda. Estaba listo para lo que fuera, incluso aflojé mi agarre esperando a que se alejara de mí con velocidad.

Pero no ocurrió.

Sus ojos fueron a dar al suelo, de nuevo, pero su mano cedió a la mía y se dejó rodear, sin oponer resistencia cuando entrelacé de nuevo nuestros dedos. Noté la duda en esos ojos que no me miraban, la forma en que bailaban de un lado a otro, como si quisieran escapar, o dejar de ver, o cualquier cosa. Yo realmente no sabría qué era lo que pasaba por la mente de Bardock, y qué misterio guardaría su rostro encogido y bajo, apenado, temeroso. ¿Temeroso de qué? Me cuestioné reiterativo, considerando todas las veces en qué aquella cuestión había atravesado mis pensamientos. ¿Por qué me tienes miedo?

¿Por qué nos tienes miedo?

Miré la cicatriz en su rostro, la señal de absolutamente todo lo que había odiado y anhelado todo éste tiempo. No pude evitar sentirme mal, sentir pena por todo eso que nos había orillado tanto tiempo a aquel hielo que nos mantuvo distantes, que nos había dañado en todo sentido, que nos había marcado negativamente. Para siempre. Pero aquello, claro estaba, podía moverse a los dos lados, podía ser destructivo hasta lo indecible, pero podía ser malditamente reparador y esencial, con la misma facilidad.

Recordé alguna tontería al respecto que había mencionado mi madre, ella solía decirme que cuando uno ha elegido plenamente a alguien como su compañero, con toda la fuerza de su cuerpo y espíritu, podía ser autodestructivo o podría ser una verdadera fortuna. Pensé en aquel lejano pasado que eran boberías sentimentalistas que podían realmente no tener fundamentos. Que podía estar equivocada. Que lo estaba. Había creído que no era más que una tontería toda mi vida.

Hasta hace tan poco. Hasta hoy. Hasta sentir su mano tensa entre la mía, y mirar con un dolor y al tiempo satisfacción en el pecho su rostro indeciso. El calor que generaba en mí dolía, incineraba algo dentro de mi cuerpo, estaba seguro. Pero, ese fuego, me hacía sentir protegido. Y me hacía sentir en el todo, y en la nada, de pie, estancado en ese doloroso punto a la mitad. En la línea que dividía las cosas, en donde lo que sentía me hacía daño y a la vez me generaba satisfacción. Felicidad.

Pasé saliva y acaricié sus dedos en nuestra unión que estaba escondida de la vista de cualquiera por el par de botellas. Sólo visible para mí, y para él, aunque sus ojos prefiriesen ignorar aquello. Para mí sorpresa, respondió aquello sujetándome con más fuerza, pasando sin mucha intención su pulgar sobre mis nudillos. Era realmente impensable que el rostro pasivo e indiferente de Bardock perteneciera a esa mano que me sujetaba. Que me correspondía. Y era, sin embargo, una realidad.

Era una realidad a medias.

Negué, harto de aquella ambigüedad, pero no podía hacer nada ante la lucha interna que enfrentaba Bardock, seguramente que él se sentía a medias también, que toda esta mierda lo tenía parado donde yo, en el dolor y en la gloria. Irónicamente, a lo que le temía Bardock no era al dolor que generaba en su persona todo esto; Bardock le temía a la gloria, a la satisfacción, a sentirse bien… a ser feliz. Y le tenía miedo porque todas esas cosas agradables se lograban justamente a través de esto, y nada más. Y seguro que para él resultaba una mierda aceptar las cosas y ya.

A él le costaba aceptar esto.

Porque en el fondo no lo quería.

En el fondo, hubiese deseado cualquier otra cosa.

Me sentí un tonto al saber que yo había elegido una y otra vez esto, que le temía más al dolor, que anhelaba su aceptación, que quería estar del otro lado sin importarme un carajo nada. Y que él sencillamente se negaba porque quería algo más, algo diferente. Porque no le agradaba que fuese yo. Que fuese él. Que fuésemos nosotros. Por eso temía, por eso huía, por eso esa cicatriz estaba sobre su rostro, porque había preferido arriesgar su vida a estar a mi lado un momento. No quería que esto lo hiciera feliz.

– ¿Por qué no me miras, Bardock? – de nuevo, aquella cuestión que me había atormentado en el vacío de mis pensamientos salía brotando de entre mis labios con minuciosa calma, entonada en notas gruesas, en una voz afectada por el tormento de mi mente.

No me respondió con palabras, apretó los labios sin despegar sus ojos de la mesa, sin embargo, sus dedos se apretaron a los míos, y acarició esta vez con verdadero énfasis mi piel. ¿Qué se suponía que significaba eso? ¿Qué debía yo de decir, o de pensar, o de sentir? Y, estúpidamente como sólo yo podía, me incliné por lo que más había en mí, por lo que más generaba Bardock en mí, por el avance, por la decisión, por la esperanza, por lo emocionado que me hacía sentir, y tiré a un lado lo triste. Porque yo seguiría eligiendo este modo de complemento una y otra vez… aun si él no lo hacía.

Sonreí entonces, suspirando, y di dos leves apretones amistosos. Estar así con él, con Bardock, de un modo ya se podía considerar ganancia. Pude notar que su expresión seria varió levemente y sonrió de lado, entre divertido y nervioso. Yo sólo reí más, disfrutando de su contacto, de las yemas de sus dedos contra mi piel, de su calor, de esa conexión que no sabíamos qué era o qué significaba, pero que era lo que más habíamos tenido hasta ahora. Qué era muy significativo.

Qué era un paso más cerca de ese hasta que corresponda, de mi decisión de hacerlo caer ante la satisfacción, de que resbalara preso de su propio deseo oculto. De hacer que se dejara llevar. Me sentí de nuevo entusiasta, como al principio de esta noche, y me sentí más animado aun al saber que realmente había servido de algo todo aquel esfuerzo de coquetería, y, por sobre todo, estaba el hecho de que, incluso si no lo era por completo, él me correspondía.

Lo hacía de verdad.

Justo ahora, sosteniendo mi mano, me lo confirmaba.

Lo hacía de verdad.

Por desgracia para mí, una bulla comenzó a alzarse en el lugar, llamando nuestra atención, presenciando a un grupo de individuos que estaban comenzando a golpearse, creando alboroto rápidamente en lo que al parecer eran sus acompañantes, quienes apoyaban cada uno a su combatiente, alentándolos a continuar con aquella disputa. Bardock y yo nos miramos un segundo antes de ponernos de pie al tiempo –terminando con nuestro contacto en un suave desliz–, sabíamos cómo terminaba esta clase de mierda, y realmente no teníamos ganas de salir involucrados.

Avanzamos a prisa entre las mesas, pero el amontonamiento se generó rápido y un grupo de sujetos nos bloqueó el camino, entre ellos, un estúpido borracho que sólo estaba ahí de pie, sosteniéndose el estómago. Era un mastodonte de clase baja, demasiado corpulento para su patético poder, un viejo conocido de la base de entrenamiento militar de cuando éramos niños.

–Hey, Brago, hazte a un lado idiota – solté parado delante de él, sin querer usar la fuerza bruta, ese sujeto usaba todo el maldito paso con su débil y tambaleante cuerpo.

–Pasen por otro lado, imbéciles – respondió el muy idiota, llenando con su repugnante aliento el lugar.

– ¿Cómo mierda vamos a pasar por otro lado, eres ciego o sólo muy estúpido? Tú asqueroso cuerpo está cubriendo toda la maldita entrada – Bardock saltó, con más furia y autoridad, pasando delante de mí para enfrentarlo.

– ¿Cómo te atreves a…? – pausó, y sobre su rostro puso una expresión de dolor, cuando en realidad, ni uno de los dos lo había tocado siquiera. –Ustedes son unos… son…

Lo siguiente que vi me dejó pasmado, en completo shock por los instantes que duró aquello. Brago, quien miraba de frente a nosotros, fue víctima de una poderosa arcada, y de su boca brotó su repugnante e indeseable vómito. ¡El muy cabrón había regurgitado sobre nosotros con todo el maldito descaro del mundo! El tipo era mucho más grande que Bardock, quizá incluso más que yo, por lo que su estúpido acto nos bañó, o en realidad, bañó de lleno a Bardock, salpicándome a mí con abundancia.

No podía creer lo que acababa de suceder, de verdad había devuelto, ¡Sobre nosotros! ¡Sobre Bardock! ¡Era hombre muerto sin duda alguna! Miré a Bardock un segundo después, observándolo temblar de ira antes de que, en un movimiento veloz, golpease al tipo en el estómago con toda su fuerza, mandándolo a volar a una vertiginosa velocidad, rompiendo la pared del bar y seguramente pasando a romper algo más durante su estrepitosa trayectoria.

– ¡¿Cómo se atrevió?! – gritó Bardock, y para ese entonces ya teníamos más de una mirada sobre nosotros. Guiado aún por la furia, lanzó ataques de energía en esa dirección, con la certeza de que estaba dando justo en el blanco. – ¡Con un demonio! ¡Voy a matarlo! – Bardock hizo afán de ir a por él, pero lo frené del brazo apenas, ya había muchas cosas sobre nosotros, no podía permitirnos una más.

–Déjalo, no vamos a enfrentar al gobierno por un gusano como él… volvamos de inmediato al cuartel a quitarnos todo esto – Me miró con furia, como si hubiese sido yo quien le hubiese vomitado encima. Para sorpresa del resto de los presentes que ya estaban ansiando una pelea (o asesinato), Bardock chasqueó y se liberó de mi agarre con un tirón, frunciendo con molestia y volando de inmediato, saliendo por el hoyo que acababa de hacer el cuerpo de Brago un momento atrás.

Enseguida, alcé el vuelo detrás de él.

[…]

– ¡Hazte a un lado, por supuesto que no! – gritó, empujándome de nuevo con el brazo.

–Carajo Bardock, no me vas a hacer esperar toda esa maldita eternidad que tardas en ducharte aquí afuera, ¡Ésta cosa huele a mierda! – Repliqué, pasando ésta vez yo mi brazo frente a él, empujándolo hacia atrás.

– ¡Yo estoy más sucio que tú! ¡No esperaré un maldito segundo más aquí afuera! – jaló de mí hacia atrás con brusquedad, poniéndose enfrente de la puerta del baño, pero yo lo empuje a un lado con el codo.

– ¡Una  mierda! ¡Iré primero! ¡No tardaré! – estiré la mano a la puerta, tratando de abrirla, pero Bardock me golpeó con su brazo, haciéndome a un lado.

–Eres un imbécil si crees que entrarás primero… ¡Tendrás que pasar sobre mí!

Me jaló con fuerza, lo empuje, me apartó, lo arrastré, me pateó, le tironeé la ropa, me haló el cabello, le torcí el brazo, me alejó, lo cargué de espaldas lejos del baño, me golpeó con las palmas en la cara, bloqué con mi cuerpo la puerta, me jaló de la oreja salvajemente, justo después me arrojé sobre de él para evitar que entrara, siendo lo último que hicimos antes de detenernos en seco completamente, poniéndonos de pie totalmente serios. Nos miramos, ambos en el ceño fruncido y con vómito embarrado de uno sobre el otro, lastimados y asqueados, lo supimos.

–De acuerdo, entraremos los dos al mismo tiempo – dictaminó Bardock, visiblemente irritado ya. –No seguiré con ésta tontería, así que andando… – soltó a regañadientes, dando una zancada hasta la puerta y abriéndola de golpe, entrando primero y dejándola abierta detrás de sí.

Entré sin prejuicios, con todo el afán de quitarme aquella cosa de encima, zafándome la armadura de un tirón de inmediato, tirándola a un lado con brusquedad. Miré entonces a Bardock, quien se despojaba lentamente de su ropa, dándome la espalda, sacándose las muñequeras con una lentitud abrumadora –¿o sólo yo lo veía endemoniadamente cuidadoso? –, librándose de la armadura y dejando al aire su bien formada espalda, dejándome apreciar, gracias a su movimiento de brazos hacia arriba, cada detalle de su musculatura. Tragué con dificultad, embobado ahora en su cuerpo encorvado al frente, sacándose las botas y comenzando a deslizar fuera de sí aquellos calentadores rojos, estando totalmente agachado, parando su parte posterior en esa pose, dejándome apreciar sus bien formados glúteos y sus gruesas piernas a través de la licra negra, entrándome unas enromes ganas de llegar hasta él y tomarlo en esa pose, con deseo de separar un poco más su compás e indagar en medio de ese par de posaderas, dándole paso a mi…

–Tooma – su voz me sacó de mis fantasías, cortándome el rollo en la parte más excitante para mí. –Date la vuelta – me pidió, enderezándose bruscamente. ¿Se había dado cuenta de cómo lo miraba?

– ¿Qué? – parpadeé, extrañado, mirándolo al rostro, y él apenas giró hacia mí.

–Nos bañaremos al mismo tiempo, pero… estaremos uno de espaldas al otro – bajó la mirada, y yo arqueé una ceja, inconforme con su decisión.

– ¿Por qué? – no pude evitar preguntar, mirándolo negar discretamente.

–Porque sí, ahora mueve tu maldito trasero y date la puta vuelta – tras un mohín molesto, me di la vuelta, odiando tener que perderme aquel buen espectáculo que seguro se estaría efectuando detrás de mí, ya que miré el trayecto de su licra y su interior después de que él los aventara desde su lugar hasta la esquina donde poníamos la ropa sucia.

Terminé de desvestirme, colocándome de pie totalmente firme, mirando a la pared, sin saber qué hacer, el cuarto era malditamente pequeño, así que en realidad no tenía mucho espacio a donde moverme o algo. Escuché el ruido de la regadera, y el agua apenas salpicó mis tobillos, así que avancé un paso hacia atrás, sintiendo un poco más de agua bañarme la espalda baja. Miré de reojo por sobre mi hombro, encontrando a Bardock muy pegado a la pared de enfrente, apenas lo suficiente para poder recibir el agua de lleno.

Me moví un paso más, y sentí el agua golpeando mi cabeza, al tiempo que podía sentir en calor del cuerpo de Bardock por la cercanía que tenía con el mío. Suspiré tembloroso, ahora estábamos en una incomodidad y tensión tan malditamente fuerte que sentía que me volvería loco, que sentía que podía mandar a la mierda lo que me había dicho y darme la puta vuelta de una vez. Apreté los labios en un intento desesperado por contenerme, escuchando como él se movía suavemente por el lugar, alcanzando los jabones que ahí teníamos, quise imaginar.

El olor a antiséptico inundó mis fosas nasales, y supe que lo estaba usando en él. Recordé las viejas historias que hablaban sobre soldados enlistados en la capacitación del ejército, que terminaban caminando hacia atrás por “accidente” cuando a alguno de los dos se le caía la barra del jabón y terminaba por recogerla, el otro, por su parte, le daba una mano a su amigo con eso… tomándolo en esa posición sin dificultad…

 ¡Con un carajo! ¡Bardock, por todos los cielos, tira ese maldito jabón!

Negué, y sentí mi pené crecer y palpitar ligeramente. No, por favor, no te pares ahora, supliqué a mi miembro, tratando de centrarme en otra cosa. Sin embargo, el toque de Bardock me hizo saltar suavemente de mi lugar, asustado. Miré a mi costado, donde estaba golpeando mi mano con la suya, la cual sostenía el jabón, pasándomelo, quería suponer. Lo recibí y alejó su mano de nuevo al frente; yo comencé a pasarme esa barra por el rostro y por el cuello, levantando la cabeza para que pudiese humedecerse mejor mi piel. Sentí la barra, ya muy húmeda, bailar suavemente entre la palma de mi mano…

¡No estúpido jabón! ¡No te caigas si te tengo yo!

Sostuve la barra con fuerza, pasándola por mi cabello y por mis brazos, clavándole hasta las uñas, pero incluso aunque la idea de ser ésta vez yo el que recibiera a Bardock no me agradaba demasiado, no pude evitar sentir el palpitar en mi miembro una vez más. Suspiré, dejando la barra en mi mano derecha y quedándome quieto, cerrando mis ojos mientras dejaba que el agua cayera sobre mí, buscando un consuelo y relajación en ella, una suave satisfacción que estar bajo ese chorro provocaba, lo que necesitaba justo ahora era sentirme tranquilo.

Guiado por esa sensación, meneé la cola gentilmente tras de mí sin ser consiente, sintiendo la tensión y el escalofrío recorrerme cuando la cola topó con la de Bardock, la cual supuse también se meneaba sin pena detrás de sí. Ambos nos crispamos, pude sentir el pelaje de su extremidad erizarse al tiempo que la mía, manteniendo ese contacto accidental unos segundos más, antes de que los dos las separáramos suavemente.

Fruncí, tenado, delirante, eran demasiadas cosas en tan poco tiempo, estaba ahí, tan cerca, a medio paso, totalmente desnudo tras de mí, no podía perder ésta oportunidad, debía de nuevo hacer algo, aunque fuese el más mínimo y ridículo acercamiento una vez más. Moví mi cola ésta vez con intención, encontrando la suya de inmediato, la cual se meneó a un lado tratando de evitarme, pero logré enroscarla entre la mía, dedicando caricias con la simpatía que sólo lograba aquella peluda extremidad.

Bardock se tensó, o eso pensé, pues su cola se quedó tiesa, sólo recibiendo el apriete que yo le dedicaba, sin corresponder, pero sin moverse tampoco. Se alejó entonces, zafándose de mí, y pude apreciar de reojo que la enroscaba en su cintura, ¡Con un demonio! Apreté el ceño y dejé caer mi extremidad pesadamente, sintiendo de nuevo la parte dolorosa de aquella arma de doble filo. En el apriete inexplicable que había en mi pecho, en el fuego de llamas invisibles que me rodeaba e incineraba a la vez.

Un roce me sacó del agobio en el que enseguida me había hundido, y presté atención, sintiéndolo de nuevo, meneando la punta de mi cola para ésta vez ser yo quien lo rozara a él, teniendo como respuesta la punta de su cola golpeteando la mía de regreso, restregándose deliberadamente, de nuevo libre tras de sí. Era tan ridículamente imposible como es que mi estado de ánimo pasaba de la mismísima cagada en el profundo de un abismo a la más clara montaña en el cielo. Y a pesar de que eso resultaba estúpido, me sucedía, me sentía ahora con el corazón galopando al mil dentro de mi pecho, extasiado, emocionado.

Le seguí el juego, dedicándole suaves golpes y enrollando y desenrollando mi cola en la de él, recibiendo los mismos gestos de su parte en una armoniosa danza bastante divertida y electrizante. Su cola de pronto rodeó la mía y la apretó, enroscándose, jalándome por completo por el tirón inesperado que me dio. Mi espalda chocó contra la suya reduciendo el espacio que existía entre los dos a cero, quitándole oportunidad ahora a nuestras colas de juguetear en esa corta área donde lo habían estado haciendo, sin embargo, permanecían juntas aún, enredadas en una pequeña y peluda bola a la altura de mis muslos.

–Vamos a girar – me dijo de pronto, y yo miré de nuevo por sobre mi hombro, esperando una explicación. –Supongo que debes enjuagarte bien – agregó, y entonces recordé que era eso a lo que había venido en primer lugar, a darme un buen baño, y ya lo había olvidado. Miré mi pecho, encontrándolo lleno de espuma, y me sentí un tonto por haber perdido toda la noción al grado que Bardock lo había pensado primero que yo.

–Sí, el agua no me da de frente… así que sigo enjabonado – respondí, carraspeando un momento después tras sentir mi timbre de voz algo apretado.

–Bien, no puedes voltear, así que giraremos lentamente a la izquierda, ¿de acuerdo? – me dijo, y yo asentí a pesar de que él no podía verme hacerlo.

Nos movimos con mucha lentitud a la izquierda, manteniendo nuestras unidas colas al centro, como eje, quedando finalmente de lados opuestos, en un nuevo y renovado silencio incómodo. Bardock aflojó el agarre de su cola y comenzó a golpear de nuevo la mía de modo amistoso, regresando a los roces y juegos que teníamos en un principio. Me despojé de la espuma y residuos de jabón de mi piel y mi cabello, con una dificultad impresionante, estaba ya con la cabeza en las nubes con cada toque de su cola con la mía.

Sobra mencionar que esa extremidad es bastante sensible para los saiyajins, y con tanto que me dedicaba golpecillos y se enredaba en ella para luego soltarla y refregarse, yo ya estaba sintiéndome hipersensible, débil y mareado, posiblemente él por ser más fuerte no sentía los efectos tan intensos como yo, pero yo estaba perdiendo el control sobre mí, me sentía delirante en ese mar que generaba la excitación y su presencia, su caricia, su roce, en un punto como ese. Yo… no lo soportaría más…

Sujeté mi miembro, que ya estaba erecto en su punto máximo, comenzando a acariciarlo de arriba abajo, disfrutando enormemente el contacto, por atender ese ardor que me consumía. Recordé el día que me vine con él al lado, dormido, y ahora ésta vez, con él detrás de mí, ¡Esto era una total utopía! Era un sueño… pero era real.

No quería hacer ruido, no quería que se diera cuenta de que me estaba masturbando sin poder evitarlo, guiado y cegado por todo él. Sin embargo, mi mano comenzó a moverse casi sin mi consentimiento, y aceleró los movimientos sobre mi pene, que húmedo por el agua de la regadera, comenzó a hacer un sonido acuoso de piel chocante. La cola de Bardock se crispó y se detuvo en seco, sin despegarse de la mía, y supe que ahora era consciente de lo que yo estaba haciendo. Pero no pude detenerme. No quería detenerme.

El agua caía sobre mi piel de lleno, pero pude escuchar su respiración hacerse pesada a cada segundo, como la tensión crecía y aumentaba mi excitación, mi erección, la sangre golpeando mis oídos con desenfreno, calentando mis mejillas. Aumenté la velocidad aún más, alentado por todo eso, por el vapor que comenzaba a rodearnos, por el vacío del reducido cuarto hundiéndonos en una bizarra imagen, por la respiración de Bardock detrás de mí, tan pesada que tenía que sacar el aire por la boca, agitado, asustado, tentado.

Él, el cuarto, el agua, yo y todo se fundía en mi mano con gravedad, se refregaba en mí, estaba masturbando el ambiente, la situación, las paredes, la regadera, las llaves de paso, el jabón y la espuma debajo de nuestros pies. Mis movimientos  violaban el ambiente, lo tomaban sin piedad y lo volvían promiscuo. Mis quejidos casi inaudibles y contenidos eran en realidad gritos, eran penes propios y violaban desenfrenados los oídos de Bardock; entrando y saliendo, penetrando sin piedad sus tímpanos y dejando su cerebro inmovilizado, dejando su sucio camino marcado hasta él.

Acabé en un cosquilleó bastante fuerte, apretando su cola con la mía mientras se ponía tensa y esponjosa, sintiendo apenas la suya, rígida y fría. Solté un quejido más fuerte que los otros y apreté los ojos, inundado por el éxtasis, apretando los dientes y sosteniéndome de la pared frente a mí un momento, esperando unos segundos a que mi respiración volviese, escuchándose turbia y agitada, calmándose conforme todo volvía a calmarse a mi alrededor y tomaba su propia forma. Mientras todo volvía estrepitosamente a la realidad.

–Yo… me voy saliendo…– murmuró Bardock, con temor, como si de verdad sus oídos hubiesen sido atacados y amancillados, y quizá para él todo su cuerpo lo había sido. Quizá él se sentía ultrajado y sucio ahora. Zafó su cola con prisa y anduvo hasta la puerta veloz, como si escapara, de mí, de la obscenidad, del deseo. Salió sin pensarlo del baño, azotando la pieza al salir, dejándome ahí con la confusión y el arrepentimiento apretándome la garganta, amenazante, con toda la intención de asfixiarme a matar.

Me sentí asustado y extrañado, con el corazón agitado y el cerebro cargado de dudas y desesperado. Había perdido la razón, quizá había ido demasiado lejos de golpe, quizá… era demasiado para Bardock aún. Demonios… lo había hecho sin pensar… ¿ahora qué demonios se suponía que pasaría? Me cuestioné mirando al suelo, como si la mancha de semen sobre éste fuese de pronto a soltarme una buena respuesta… 

Notas finales:

Bueno, debo decir que no son pretextos los que voy a decir, pero si encuentro fundamental aclarar esto por respeto a las personas que estaban aquí en la historia y que yo abandoné mucho tiempo sin decir más.

Éste año fue mi último semestre de la universidad, y la verdad que resultó ser más difícil de lo que esperaba y no pude escribir por todo un semestre, hasta julio que salí. Luego empecé a trabajar de inmediato, y realmente no es pesado, así que pude retomar el mundo del fic. Por desgracia, había una historia que tengo colgada en FanFiction que en mi cabeza la relacionaba mucho a ésta, así que fui allá a arreglar las cosas y cerrar ciclos de los personajes. Y la verdad que fue buena decisión, porque ahora siento que ésta historia es libre al fin, porque ahora la siento independiente, porque la sentí mucho tiempo la sombra de la otra, y la depresión de aquella historia sumía a ésta en una oscuridad nada agradable.

Si no me tomaba tiempo para pensarla bien de nuevo, ésta historia iba a acabar siendo autodestructiva, para mí y para los personajes. Yo pensé ésta historia como algo sexy, algo intenso, no la mancha gris devora sueños e ilusiones en lo que se estaba convirtiendo. Claro que va a haber drama hasta lo impensable, pero es drama que va de acuerdo al rollo de la historia, y no a una forma casi enferma de hacer sufrir innecesariamente a los personajes (a Tooma principalmente) y a mí misma.

Creo que el tiempo que no pude escribir me sirvió para madurar… maduré junto a la historia, y estoy feliz con ello. Olvidé mucho y reescribí bastante de lo que va a ser y el rumbo que va a tomar. Ésta historia volvió a nacer. Y estoy feliz con ello.

Bueno, se supone que iba tener los capítulos cortos pero creo que no, xd espero no se vea demasiado profunda y ahora demasiado light, pero realmente creo que es parte de todo también.

Like si tampoco leíste ni madres de la nota xd :v ok no, jaja, ya no tardaré esos eones que tardé. Perdón por mil, ya estoy de regreso, gracias a Diosa de la Muerte, que fue constante y fiel a ésta historia y que yo agredí un día sin querer. Perdón y gracias.

Besos enormes! Inu… 


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