Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Promesas por kura

[Reviews - 16]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Disclaimer: Los derechos de los personajes de One Piece  le pertenecen al mangaka Eichiro Oda.


 


De antemano,  les agradezco en tomarse  tiempo para  leer este fic.

 

JIN

 

Compasión

 

 

 

«El poder que desarrolla un samurái, debe ser usado en el bien de los demás y en el de sus compañeros»

 

 

 

~ 0 ~

 

 

 

Los brazos de Sanji colgaban flácidos oscilando al ritmo que lo mecía su captor.  Su cuerpo estaba totalmente rendido e inerte.  Su mente había comprendido lo inútil que sería intentar luchar contra esa terrible musculatura que lo retenía, y teniendo en cuenta su posición,  no podía hacer mucho para atacar y alejarse de ese hombre.

 

 

¿Cómo diablos bajo la guardia dos veces contiguas?

 

 

Fue la segunda vez que Zoro lo sorprendía de sobremanera. Se movía tan imperceptible para él, como camuflado con la misma esencia de la naturaleza. Si hubiese sido un enemigo con intensión de matarlo, ya hubiera muerto dos veces sin darse cuenta. Se confió a pesar que un día se juró no hacerlo,  y ahora pagaría las consecuencias de su error.

 

 

A cada paso Zoro y él se alejaban más y más de las caballerizas y el ambiente de los guerreros samurái. Caminaban sobre una senda empedrada, rodeada de árboles de cerezo  que al ser primavera los  pétalos de color  rosa  estaban en plena flor.

 

 

El final del camino los llevaba a inmediaciones del Dojo exclusivo de Los Roronoa. El lugar era el más lejano y apartado del castillo y por lo tanto el sitio perfecto para el entrenamiento y la meditación. En la parte delantera muy cerca de la entrada, había un árbol de tronco grueso, sus hojas verdes poblaban cada una de sus ramas largas y sus raíces sobresalían de la tierra a manera de tentáculos amenazadores.

 

 

Deteniéndose y sin previo aviso, Zoro lo arrojo de un rápido movimiento contra el tronco denso del árbol.

 

 

— ¡Joder! —Sanji cerró los ojos producto del dolor producido en su espalda y nuca.  El impacto lo sacudió, aturdiéndolo levemente. Y antes de hacer siquiera algo, el brazo de Zoro se apoyó contra el tronco, pasándole  por el lado lateral del rostro, dejándolo de esa manera acorralado con su cuerpo.

 

 

El corazón de Sanji dio un vuelco y empezó a latir con muchísima fuerza cuando contemplo el rostro de su nuevo dueño a muy corta distancia del suyo. Con la cercanía pudo apreciar de mejor manera a aquel hombre y su extraño cabello verde. Su melena estaba tan enmarañada que escapaban algunos mechones por la frente. Su piel morena  brillaba como barras de oro pulido debido al sudor excesivo producto de la tarde calurosa. Pero sus ojos fueron los que llamaron más su atención, estos eran pequeños y  afilados, de un color marrón muy común pero que poseían  un brillo tan  intenso y notable, que parecían indagar en lo más profundo de su alma.

 

 

—Bien, al parecer no hay nadie por aquí cerca —comentó Zoro en voz baja—. Ahora que estamos solos, hay muchas cosas que quiero preguntarte y a las cuales tendrás que responderme.

 

 

Sanji contuvo el aliento y  alejo su rostro lo más posible moviendo su cabeza a un extremo sin perderlo de vista. Aun no comprendía nada de su situación actual.

 

 

— ¿So-Sobre qué? —Pregunto  con voz temblorosa.

 

 

Frunciendo la frente y arrugando la nariz, Zoro acorto la distancia y lo examino minuciosamente, olfateando toda la longitud de su cuello extendido, produciéndole un raro cosquilleo que lo estremeció por completo. Con ese comportamiento Sanji lo asemejo con un  animal salvaje que está  familiarizándose con su nuevo juguete, del cual se alimentaria al poco tiempo de aburrirse de él.

 

 

—Deja de fingir,  sabes muy bien de que hablo —Zoro le hablo casi en susurros muy cerca del oído.

 

 

«Si te atreves a poner una sola mano sobre mí, será mejor que estés listo para recoger  tus malditas bolas del suelo en cuanto las patee y salgan disparadas por tu estúpida  bocaza, ¡Bastardo!» pensaba Sanji para sí. 

 

 

—Mire señor, fingir suena a mentir, y yo no miento al decir que no tengo ni idea de lo que me habla —Sanji trato de que su voz se oyera rotunda y no así agresiva—. Y si no fuese mucho pedir,  le rogaría que me dejara regresar con los demás, el contacto tan cercano con otro hombre nunca fue de mi entero agrado.

 

 

Zoro bajo la cabeza junto con su brazo. Se alejó dando unos cuantos pasos atrás apoyando sus manos en su cintura — ¿Así que no sabes de qué te hablo, eh? —dándole la espalda, meneo la cabeza y comenzó a reír de forma extraña mientras pasaba una de sus manos sobre su cabeza enterrándola entre sus cabellos.

 

 

 Sanji lanzo un profundo suspiro creyendo haberse librado de esta, pero poco le duro la calma puesto que en un segundo  Zoro volteo con agresividad, y usando su puño cerrado golpeo el tronco con fuerza, rosándole la mejilla y produciendo un sonido hueco que se extendió como eco por todo el aire. Las aves camufladas en el forraje del árbol  escaparon al cielo, y en su vuelo desprendieron varias hojas que cayeron sobre ellos.

 

 

— ¡Deja esta maldita broma a un lado y responde!

 

 

—Señor… —Sanji trago fuerte y de repente el aire le pareció muy frío— ya le dije que yo no…

 

 

— ¡¿Acaso seguirás ignorándome a pesar de que logramos reunirnos como lo prometimos?! —Zoro lo interrumpió con palabras cargadas de frustración, mezcladas con una tristeza que Sanji no había apreciado desde hace años en otra persona— Nuestra niñez, nuestras promesas. ¡Ambos lo juramos, maldición! Aunque tardamos años, lo logramos. Aunque el tiempo nos haya cambiado, aquí estamos. Tú y yo, juntos de nuevo. Dime porque, ¿Por qué actúas y me miras como si no me conocieras? ¡¿Por qué?!

 

 

Sanji por un momento quedo perplejo y anonadado, no entendía nada de lo que hablaba ese hombre. ¿Promesas? ¿Amigos? ¡¿A qué demonios se refería?!

 

 

«Esto no está bien, nada bien. ¿Qué demonios le pasa a este hombre? ¿Por qué este bastardo piensa  que nos conocemos? ¿Por qué cree que  un Onmyouji haría promesas con un Samurái?»

 

 

— Será mejor que primero se tranquilice—Sanji  intentaba  controlar en lo posible su confusión—. Escúcheme, Seré muy sincero y claro con usted, esta es la primera vez que lo veo en toda mi vida, compréndalo por favor —Esa era la verdad,  Sanji no lo conocía, él  podía recordar toda su niñez como hechos que sucedieron días atrás, aunque fuera algo desagradable el hacerlo, pero ese hombre no emergía del mar de su subconsciente y definitivamente no podría olvidar un cabello tan inusual como ese.

 

 

Zoro meneo la cabeza sin cerrar los ojos, no aceptando lo que se le decía, negando a oír esa clase de mentiras.

 

 

—Tú no puedes hacerme esto. Solo por ti… ¡Solo por ti vendí mi alma al demonio! —La rabia era evidente  en el reclamo de Zoro, y Sanji creía que ese hombre podría matarlo con solo la mirada— ¿Sabes siquiera cuanta sangre manchan ahora estas manos? ¡¿Lo sabes?! Todo lo que hice fue por ti. Pensando en ti. ¡En nosotros! ¡Cómo te atreves a decir que no me conoces!

 

 

— ¡Porque es la verdad! —insistió Sanji empujándolo con ambas manos logrando alejarlo de él y sintiendo el enojo emerger de su interior ya que ese samurái no parecía ni deseaba  entender ninguna de sus palabras—Mire, no niego que oí hablar de usted y sus hazañas heroicas, muy exageradas por cierto, pero no fue hasta el día de hoy que pude conocerlo en persona, tiene que creerme. No soy un idiota descerebrado que fingiría haber perdido la memoria, usted me confunde con alguien más.

 

                                                                                         

—Mentira… ¡Mentira! —exclamo Zoro aferrándose a él con fuerza. Sanji dejó escapar un gruñido al sentir la terrible presión sobre su cuerpo, y la desesperación que emanaba el abrazo de ese hombre — ¿Por qué me haces esto? ¿Es acaso un castigo por no intentar buscarte después  de lo que ocurrió con tu familia y tu gente?

 

 

—Su… suélteme.

 

 

—Cuando me entere de lo sucedido, ya había pasado un maldito año. Trate de regresar al Norte por ti, pero mi padre lo evito. Él  me dijo que estabas con vida y bajo su protección, y si regresaba sin cumplir mis promesas no te encontraría en ese estado. Temí perderte.

 

 

—No siga por favor.

 

 

—Él y yo teníamos un  trato, un juramento entre samuráis. Espero me perdones pero no tuve elección —Zoro se separó,  y sujetándole del rostro lo obligo a verlo, aunque Sanji puso algo de resistencia en su momento—. Mírame Sanji y dime que aun recuerdas ese día en que nos separamos. Te dije que regresaría y tú dijiste que me esperarías, me esperarías esta vida y la otra si fuese necesario.  Juntos cumpliríamos nuestros sueños y metas. Yo sería el mejor samurái del país y tú serias el mejor mago que haya existido jamás.

 

 

— ¿ El mejor mago?

 

 

—Sí, ¿Lo recuerdas? Cuando eras un niño poseías más habilidad que cualquier adulto adiestrado. Eras tan ágil incluso en el manejo de la espada. Siempre traías la frente en alto y los ojos llenos de sueños y esperanzas. Querías ser el mejor de los tuyos, no te importaba cuanto tiempo te costara, cuantos sacrificios ofrendaras, lo lograrías. Tú y yo seriamos parte de la corte y regiríamos el país con paz e igualdad.

 

 

Las palabras de Zoro eran dignas de un emperador, tan elocuentes como de los sabios samuráis veteranos, y llenas de una visión de futuro como si supiera que su existencia perduraría por más de mil años.

 

 

Sin darse cuanta Sanji había quedado hechizado en la mirada de Zoro. Uno de los brazos del samurái fue deslizándose hasta su cintura, y la otra le sostenía el mentón acercándolo tentativamente hacia sus labios.

 

 

—Señor…

 

 

—Por favor, no digas nada, solo… recuérdame —murmuro Zoro rozándole los labios.

 

 

Sanji estaba demasiado sobrecargado y no se atrevió a hablar al pensar que podía decir más de lo necesario, pero creyó comprender las palabras de Zoro aunque sea una pizca de ellas. La imagen de un ser familiar brotaba en su mente haciéndose más y más visible a medida que la información se acumulaba, y un inevitable sentimiento de pesar se instaló en él cuando comenzó a  atar los cabos sueltos en esta confusa situación.

 

 

Sanji cerró los ojos y permitió que Zoro buscara su piel y su boca mientras su mente vagaba en otros  pensamientos y experimentaba nuevos sentimientos, entre miedo, rabia y compasión.

 

 

¿Cómo decirle, como explicarle a ese hombre que todo su esfuerzo no tuvo ni tendrá valor?

 

 

— ¡Amo Zoro!

 

 

Rosinante apareció corriendo sobre la vereda empedrada, haciéndose paso  entre los arboles de cerezo. Abanicaba la mano en alto para poder llamar la atención.

 

 

Los ojos de Zoro se agrandaron y velozmente se alejó de Sanji dándole la espalda. Sanji en cambio ni siquiera deparo en su maestro, estaba paralizado por lo que acababa de pasar y a la conclusión a la que termino por llegar.

 

 

— ¿Qué pasa? —murmuro Zoro aclarándose la garganta cuando Rosinante se detuvo frente a él.

 

 

Rosinante agitado, elevo la palma de la mano para que pueda darle algo de tiempo en reestablecerse.

 

 

—S-Su madre, la Señora Perona lo busca por todo el castillo. Solicita si presencia en sus aposentos lo más rápido posible. En este momento ella está retando a su equipo, bajándoles la moral y penetrando sus mentes con sus palabras de abatimiento.

 

 

Zoro deslizo una mano sobre su rostro —Mierda, espero que nadie este optando por el suicidio en este momento —. Dio un respiro muy hondo. Acomodo las katanas de su cintura, después vio atrás sobre su hombro. Sanji  continuaba con la expresión ida en el rostro.

 

 

Zoro se acercó a él y le poso ambas manos sobre sus hombros,  y antes de que Sanji reaccionara, Zoro  ya le había depositado un beso suave en la frente.

 

 

Calidez, calor y amabilidad. ¿Cuándo fue la última vez que sintió ese trato por parte de alguien? ¿Cuándo fue que alguien lo miro como un ser humano y no como un vulgar juguete? No, no lo recordaba, pero tuvo que maldecir a ese samurái por habérselo mostrado, por bajar la barrera de sus sentimientos aunque sea por unos segundos, porque Sanji entendía que aquella atención no le pertenecía a él.

 

 

—Piensa en lo que te dije, y perdona por presionarte, es solo que espere tanto por este día, y yo solo… —Zoro tomo entre sus dedos los rubios cabellos de Sanji que colgaban de su coleta  apreciando la suavidad que poseían—Yo…  ha-hablaremos con más calma más tarde— Zoro lo soltó y  emprendió el trote, alejándose más y más hasta que Sanji ya no lo contemplo en su campo visual.

 

 

Sanji se llevó la mano sobre el lugar donde había sentido ese extraño pero cálido contacto, luego bajo la cabeza ocultando media cara con su cabello dorado.

 

 

Sanji lo sintió,  sintió como algo dentro de él se estrujo. Un sentimiento parecido a la culpa, una emoción que se asemejaba a la impotencia, y un dolor tan fuerte como si hubiese sido atravesado por una larga y oxidada lanza. Sanji  creyó que ese hombre lo hirió con su mirada de esperanza, algo  que muy pocas personas poseían en estos tiempos.

 

 

—Rosinante —llamo Sanji con voz dudosa— tú… lo sabias, sabias todo lo que pasaría cuando se decidió entregarme a este samurái,  ¿verdad?

 

 

Rosinante guardo silencio y evito hacer contacto visual con él.

 

 

Sanji llevo una mano hacia su pecho y apretó sus labios ante la respuesta muda de su maestro.

 

 

—No lo entiendo ¿Por qué  no me advertiste nada de esto? ¿Acaso ya no confías en mí?  ¡¿Por qué mierda  le mentiste a ese hombre?! ¡¿Por qué ese bastardo cree que me conoce?!

 

 

 

 

 

~ 0 ~

 

                                                                                      

 

 

Dentro los bosques oscuros que rodean las tierras altas del Este, Sabo se hallaba de rodillas sobre el pasto, examinando el cuerpo en descomposición de un ser de características extrañas, aunque  muy familiares para él. El cadáver estaba tendido en el suelo, rodeado de varias aves carroñeras.  El olor nauseabundo hubiese sido insoportable para cualquier persona que estuviera cerca, pero no suponían un problema para un Onmyouji con los sentidos adiestrados como los que poseía Sabo. El problema verdadero, era la cantidad de cuerpos que contemplo en todo su recorrido. Con ese infortunado ya iban tres caídos que mostraban los mismos rasgos  de corrupción en gran parte de su cuerpo.

 

 

«Cuernos en la cabeza y garras en vez de pies —Sabo pensativo analizaba el cuerpo por un largo tiempo— Sera un Youkai o tal vez se trata de una…»

 

 

—Por el aspecto que se puede apreciar, parece ser un Oni ¿no lo cree?

 

 

Sabo escucho la voz de una mujer  proveniente de entre los  árboles que lo rodeaban. Sujeto con fuerza y con ambas manos la lanza que había dejado reposando contra una gran roca.  Poniéndose de pie se colocó en guardia.

 

 

—Hasta que decidiste hablar —dijo Sabo al aire— .Nunca imagine que la persona que estuvo siguiéndome todo este tiempo era nada menos que una mujer. Porque no sale de su escondite para presentarnos como es debido. Le aseguro que soy todo un  caballero y no me atrevería a hacerle daño alguno.

 

 

Tras la invitación, Sabo oyó un fuerte graznido que provoco que las aves negras emprendieron vuelo dejándolo solo en el lugar. El bosque permaneció en calma por unos instantes, hasta que el silencio fue total, incluso  el sonido de su respiración se disipó. Sabo se encontró aprisionado por esa quietud fantasmal por varios minutos. Sus ojos indagaron todo su alrededor y sus oídos estaban atentos a alcanzar el mínimo sonido posible que indicaran que no estaba siendo rodeado por algún tipo de espíritu, o peor aún, alguna clase  de samurái.

 

 

El pequeño crujir de una rama llamo su atención, y de un movimiento rápido miro arriba suyo, captando de inmediato la figura de un gran e imponente Youkai.

 

 

Su cabello era largo y negro. Su rostro se ocultaba tras una máscara blanca con un prominente pico de cuervo. Sus ropajes de cuero bruno estaban ceñidos a sus formas curvilíneas, y sus alas majestuosas se batían lentamente suspendiéndola en el aire.

 

 

Sabo lleno de asombro la veía fijamente mientras sus cabellos amarillos eran alborotados junto con sus ropajes blancos. Las hojas de los arboles crepitaban entre ellas ante el viento fresco que producía aquel ente sobrenatural.

 

 

—Soy consciente que un maestro Onmyouji como usted nunca dañaría a un fiel sirviente suyo, señor —dijo la mujer a medida que descendía y posaba sobre el suelo.

 

 

Sabo rompió su pose de ataque y respiro muy hondo, relajándose con ello.

 

 

—Karasu-tengu. ¡Por todas las divinidades! No vuelvas a asustarme de esa forma, casi me matas de un infarto. Por si no lo sabias los últimos días me eh sentido realmente enfermo. Me encuentro estresado y muy débil. Estuve viajando casi un mes completo para poder llegar hasta aquí. Créeme,  lo menos que podría soportar en estos momentos es un broma.

 

 

—Por favor mi señor  llámeme Robín, y perdone mi imprudencia, alguien como yo nunca podría imaginar lo duro que debió ser  para usted el  tener que  pasar por tantas travesías, tanto físicas como mentales— Sabo cruzo los brazos sobre su pecho y asintió con la cabeza.

 

 

—Cierto, cierto.

 

 

—Escabullirse de sus dueños sin que se enteren de su ausencia por un mes entero debió ser algo muy agobiante.

 

 

Sabo abrió los ojos y con un dedo se rasco la mejilla derecha.

 

—Bueno, la verdad…

 

 

—La presión de ser descubierto en cualquier momento y ser condenado a muerte como castigo, de seguro fue un tormento de pesadilla.

 

 

Sabo se aferró a sí mismo y un evidente temblor recorrió todo su cuerpo.

 

 

— ¡Ah! Y como no mencionar el viaje. Dormir en la intemperie con tantas bestias salvajes acechándolo. Ladrones y pervertidos acosándolo desde las sombras. Los grandes…

 

 

—Detente, detente por favor —Sabo extendió una mano con la palma en frente para así  detenerla en su parloteo. Se llevó la otra mano sobre la cabeza y suspiro agobiado—. Solo debo agradecer a las divinidades de estar vivo y completo, cierto.

 

 

La mujer asintió con la cabeza y se escuchó como dejo escapar una risilla burlona, que no se apreció por la máscara que portaba. Poco después su atención fue robada por el cadáver que yacía en el suelo.

 

 

—Con esos cuernos sobresaliendo de su frente se parece mucho a un Oni —comentó Robín—. Supongo que decidió morir en el mundo mortal— Inclinándose  Robín sujeto  sin temor  la mano en descomposición, valorando la rigidez, deformidad y es aspecto plomizo que había adoptado por el clima y las aves de carroña. Llamo también  su atención, el anillo de oro que aun permanecía alrededor del dedo anular.

 

 

—Sé que parece un Oni, pero no lo es —contesto Sabo—. Si pones atención a sus ropas y demás pertenencias, notaras que este desdichado solo es un simple campesino de la región. Debo asumir que su apariencia es debido a que fue poseído por un Youkai, y en este caso fue  un Oni.

 

 

Robín se puso de pie bruscamente.

 

 

— ¿Me está diciendo que uno de nosotros se atrevió a realizar una posición hacia un humano? Eso es imposible, las posesiones están prohibidas en este mundo o en el de los Youkai. Ese es el  trato que tenemos  con los humanos para que ninguno interviniese en el mundo del otro a través de ustedes lo Onmyouji.

 

 

—Sí, pero debes admitir que  los Oni no son precisamente seres conocidos por su gran obediencia y  amabilidad. Con esto estoy más que seguro que el rumor de que los Onmyouji estamos en peligro de extinción llego a los oídos y cuernos de todos tus amiguitos del otro mundo —Sabo deslizo ambas manos por su cabeza y sujeto sus cabellos con ímpetu— ¡Diablos! si llegaran a enterarse de que nuestros poderes están siendo suprimidos será un problema para el país entero.

 

 

Disparado como un felino, Sabo sujeto con una mano su lanza y con la otra un bolso sucio donde llevaba sus pertenencias. Miro al cielo orientándose con la posición del sol, y luego retomo el viaje hacia el Este.

 

 

—Vamos, debemos informar de esto a los demás.

 

 

—Señor Onmyouji, ¿cree que esto suponga un verdadero problema? —Robín lo acompañaba volando a su extremo a muy baja altura—.Si lo ordenase en este mismo momento los Karasu-tengu nos encargaremos de advertirles  a los Oni sobre el terrible poder que poseen  los magos, recordándoles  a la vez de los castigos que conlleva practicar  tan nefasto delito.

 

 

—Llámame Sabo, y te agradecería si lo hicieras, pero no lo veo conveniente,  eso solo los detendría un tiempo, aparte, hay algo más que me preocupa.

 

 

— ¿Es algo de lo que pueda enterarme, señor Onmyouji?

 

 

—Sa-bo, dime Sabo, y si, puedes saberlo. La verdad, no logro imaginar que ser pudo matar a un humano poseído sin  los poderes que posee un Onmyouji —Sabo trago fuerte y limpió el sudor que resbalaba por su mentón—. La mayoría de los mortales no pueden ver a los Youkai, y los únicos a parte de nosotros que si pueden hacerlo son los Monjes del monte Hiei, y ellos lo máximo que lograrían es deshacer la posesión o encerrarlos en algún tipo de barrera espiritual. La base de sus principios es de preservar la vida ya sea Youkai o un mortal— Sabo se llevó el dedo pulgar a la boca y mordisqueo su propia uña al no poder controlar sus nervios—. ¡A la mierda todo! Estoy más que seguro que un acontecimiento  grande y muy  peligroso se avecina.

 

 

 

 

 

~0~

 

 

 

 

—No sé a qué te refieres—respondió Rosinante que continuaba con la vista fija en la dirección donde Zoro se había dirigido.

 

 

 El viento silbaba a su alrededor mientras el naranja de la tarde llegaba a su máximo esplendor.

 

 

Sanji rechino los dientes y se abalanzo hacia su maestro, y sujetándolo del brazo lo  obligo a dar la vuelta para enfrentarlo.

 

 

— ¡Joder, no juegues conmigo Rosinante! Porque no me dijiste, ¡No me advertiste de esta situación! Esta persona no necesita un Onmyouji y nunca lo necesito. Él busca a alguien, alguien muy importante.  ¡¿Qué pasara cuando se entere que no soy a quien busca?!

 

 

—El busca a Sanji, y tú eres Sanji. Eso es lo único que debes saber y lo que realmente importa—respondió Rosinante con una voz que Sanji no recuerda haber oído jamás.

 

 

— ¡Te equivocas! —repuso Sanji en un grito sin permitir que su maestro lo intimidara. Cogiéndolo de las ropas lo amenazo con la mirada— No sé y no entiendo como esa mierda verde sabe mi nombre, pero con todas las idioteces y cursilerías que se lanzó a decirme, no cabe duda que soy la persona más alejada  a lo que él busca. Y a pesar de saberlo no me dijiste nada. ¡¿En qué mierda pensabas?!

 

 

Rosinante de un movimiento veloz lo sujeto de ambas muñecas, y con ayuda del peso de su cuerpo lo echo de espaldas contra el suelo, situándose sobre él.

 

 

—Escúchame bien, el amo Zoro lucho toda su vida por una sola persona en el mundo y esa persona es Sanji. Un Onmyouji  de cabello amarillo, ojos azules y con una extraña y ridícula ceja en espiral. Si no eres tú, ¿quien más lo seria?

 

 

—Deja de actuar como un idiota. Todo lo que dijo ese hombre, lo que recuerda, los sentimientos que alberga, está más que claro a quien verdaderamente busca.  La persona a la que busca en realidad es a Reiju y no a mí. El busca a mi hermana Reiju, y ella…

 

 

— ¡Ella está muerta! —interrumpió Rosinante en un grito.  Soltándole las manos, Rosinante se puso de pie, jadeante como si toda su energía se hubiese drenado con ese grito—.Ella está muerta, y el día que el joven amo se entere de eso, será el fin de nuestros planes y  nuestra vida. Nuestro sello nunca será roto, nuestros poderes nunca serán devueltos. ¿Comprendes ahora el terrible aprieto en el que estamos metidos?

 

 

Sanji se quedó echado en silencio, mirando el cielo, arrullado por el suave murmullo de las hojas y las flores siendo movidas por el viento. Inevitablemente los recuerdos de su familia se mostraron frente a él. Su padre y su madre. Sus tres hermanos y su única hermana. Todos le sonreían alegres y confiados, ignorándolo por su debilidad, menospreciándolo por su falta de habilidad. Y cuando creyó que el destino no podía ser más cruel, la desgracia cayó sobre su familia y su estirpe, dejándolo a merced de las peores atrocidades que él como superviviente se supone no debería experimentar.

 

 

—Yo… —Sanji volvió a hablar desde el suelo—  no ocultare esta verdad. Ese hombre espera cosas de mí  y es obvio que no podre dárselas.

 

 

—No tienes opción a decidir, es tu obligación el fingir —Rosinante se apoyó de espaldas al tronco del árbol y se dejó deslizar en este hasta quedar sentado sobre el suelo. Sujeto el rosario de perlas negras que colgaba de su cuello, viendo su propio reflejo en una de ellas—. Sabes, Reiju fue alguien con un gran talento. Ella nació con todas las aptitudes para ser el mejor Onmyouji que haya existido jamás. Se decía que era la reencarnación misma del legendario Abe no Semei, hasta ese nivel se valoraba su potencial. Pero el único error que le regalo la vida, fue haber nacido  mujer, incluso ella renegaba por ello.

 

 

—Lo sé, no tienes que decírmelo, ella era mi hermana.

 

 

—Hay muchas cosas que no sabes de ella. Estoy seguro que Reiju pudo echar un vistazo al futuro, por eso se ganó la confianza y la amistad del joven amo. Debió ver algo que la llevo a cambiarse el nombre y negar su género.

 

 

— ¿Y qué crees que vio para tener que usar mi nombre como suyo?

 

 

—No lo sé, tal vez vio en ti a la persona que sería nuestra última alternativa para escapar de esta esclavitud de mierda ¿no lo crees?

 

 

—No fingiré ser ella. Mi nombre era lo único que me quedaba y que hasta este momento me pertenecía.  No renunciare a él ni a lo que soy. Hoy mismo hablare con el hombre verde sobre este maldito error—Sanji se puso de pie, acomodo sus ropas y le dio la espalda—. Si después de lo que le diga, él aun desea que este a su servicio, aceptare que  Roronoa Zoro es un samurái diferente a los demás como me lo dijiste. Y tú podrás continuar con el plan.

 

 

— Deja de hacerte el digno. Él no tiene por qué enterarse de esto. Tenemos que aprovechar esta oportunidad. El joven amo te necesita y te quiere a su lado. Él podría romper tu sello si se lo pidieras. Estas echando el futuro de todos por la borda.

 

 

Sanji emprendió su camino alejándose de Rosinante haciendo oídos sordos a todas las posibilidades y opciones que exponía su maestro.

 

 

—Digas lo que digas, nada me hará cambiar de opinión, Reiju está muerta y todo esto es una farsa, una mentira que se me hará muy difícil de sostener. Renuncie a mi familia, a mis sueños, y  no pienso renunciar a lo que soy, a quien soy ahora.

 

 

Rosinante bajo la cabeza y saco su pipa de entre su manga llevándola a su boca sin encenderla.

 

 

— ¿Incluso si  digo,  que al decir la verdad no podrás ver a Law nunca mas?

 

 

Sanji se detuvo abruptamente y una oleada de frio recorrió sus venas llegando hasta su pecho con dolor. Trago tan fuerte que de seguro Rosinante logro oírlo. Miro atrás con sus ojos ampliamente abiertos,  y Rosinante ya se hallaba de pie nuevamente.

 

 

— ¿Q-Que dijiste?

 

 

—Si el joven amo llegara a enterarse de la verdad, es seguro que serás devuelto con tu antiguo dueño, y ese hombre volverá a encerrarte como lo hizo en los últimos tres años—Rosinante camino hacia Sanji a grandes pasos—. Escúchame Sanji, Law te estuvo buscando por mucho tiempo al igual que lo hice yo y los demás, pero él también tenía un papel muy importante que cumplir si queríamos reivindicarnos con el pueblo y recuperar nuestra antigua posición. Por diferentes circunstancias Law cree que tu estas… muerto. No tuvimos más opción que decirle que habías muerto.

 

 

— ¿Q-Que, muerto?

 

 

—Por un momento todos lo creímos así. Fue apenas hace unas semanas que me entere que continuabas con vida, Mihawk me ayudo a recuperarte, y yo…

 

 

— ¿Le dijeron a Law que yo había muerto? —Sanji se llevó las manos al pecho y su respiración se hizo errática. El aire no parecía ser suficiente.  Se sentía enfermo, mareado y confuso. Su expresión se debatía en la incredulidad y el enloquecimiento.

 

 

—Sí, pero ahora tienes la oportunidad de ver a Law nuevamente, y es seguro  que él arribe aquí mañana mismo, ya que el monje que se adherirá al equipo del joven amo, es nada menos que él. ¡Tu amigo!

 

 

—Law… Law…

 

 

Para Sanji todo estaba pasando tan rápido que incluso  el mundo parecía dar miles de vueltas distorsionando su realidad, sus pies se sintieron débiles,  su cabeza pesada y  su cuerpo perdió el equilibrio total.

 

Se dirigía a encontrarse con el suelo  hasta que Rosinante lo sujeto evitando su impacto. Sanji lo vio directamente a los ojos y trato de centrarse en ellos para evitar caer nuevamente en el abismo de la oscuridad. Sus emociones se mesclaban en un ciclón  de ansiedad del cual una vez cierre los ojos  no podrá escapar jamás.

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Holis, aun continúo escribiendo esta historia que es uno de mis retos autoimpuestos XD. Un AU para variar un poco y salir de lo normal (sea lo que sea que se considere normal en un fic con temática yaoi, pero en fin)


 


Bueno como siempre digo, si tiene alguna duda o sugerencia será bien recibida ;3; 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).