Decir que había descansado en esa noche era una completa mentira, así como decir que había pegado un ojo. Jamás el insomnio lo había atacado de forma tan fuerte y no era para menos, su cabeza se hallaba en un lío tremendo de pensamientos. Como era más que obvio, la idea de escapar junto a su castaño había hecho mella en él, expulsando gramo del deber que sentía para con él, queriendo únicamente que ambos se fueran lejos. Pero estaba siendo egoísta y uno de lo peor, lo sabía y eso era lo único que lo persuadía de no llevar a cabo el secuestro. Había dado vueltas en la cama por culpa de sus propios pensamientos, si tan sólo no hubiera pensado en aquella posibilidad no estaría debatiendo con sus responsabilidades con Seto.
Boca arriba, boca abajo, de costado, con la cabeza cubierta por la almohada. Ninguna funcionó hasta que, casi amaneciendo, decidió levantarse para poder tomar un baño relajante y salir fuera de la posada, caminando por los alrededores sin contener sus pensamientos ni menos su imaginación. Trató de ponerse en el lugar de Seto para comprender el porqué no quería vivir una vida tranquila junto a él, pero simplemente no lo comprendía y tampoco quería ser cruel, pero, ¡Seto no tenía familia ya! Salvo su extraño y malvado hermano. ¿Qué tanto podía perder? Sólo riqueza que al final no le habían dado más que problemas, poder que no necesitaba, y sus deberes podían ser llevados a cabo por Seth. Con un gruñido de frustración llevó ambas manos a la cabeza y tiró de su cabello rubio, tratando de dominar la frustración que sentía.
—¡No te entiendo! — Exclamó, alzando la mirada al cielo como si buscara alguna respuesta divina al razonar de su enamorado idiota.
—No me entenderías de cualquier forma. — Al principio, Joey se asustó ante la repentina respuesta a su exclamación, llegando a creer que el cielo había respondido a sus pedidos. Pero no, sólo era Seto recostado contra una de las paredes, observándolo con su actual semblante serio y sin gracia para el rubio. —No eres yo, no sabes lo que significa el reino para mí. Mis padres lo dejaron para mí, lo dejaron a mi cuidado y yo no puedo ignorarlo. Seth sólo quiere arrebatármelo, no tiene los conocimientos ni el honor para gobernar. — Explicó, sin esperar que Wheleer comprendiera lo que estaba diciéndole.
—Seth puede aprender, hizo todas estas tonterías para obtener el trono… Deja que se case con Serenity, ¿qué más da? ¿No me amas? Es la oportunidad perfecta para que seamos sólo tú y yo, Seto. — Alzó mi mirada hasta los ojos azules del príncipe, acercándose a él con indecisión y alzando los brazos de forma lenta para que el contrario pudiera escapar de su contacto, cosa que no hizo, permitiendo a Joey rodear su cuello. —No te faltará nada, lo prometo. Por favor, es nuestra oportunidad… Puede que no volvamos a tenerla, no arriesgues tu vida por un asiento y tierras. — Pidió, clavando sus orbes miel en las contrarias con suplica, esperando que Seto recapacitara y viera la gran oportunidad que se les presentaba.
El castaño, por su parte y con lentitud, llevó sus brazos a la cintura del rubio y dejó escapar un suspiro profundo, pensando seriamente las palabras de Joey. Por un lado, apestaba tener que escuchar los reclamos de la gente y el tener que hacer cosas sólo porque había nacido como un príncipe…pero por el otro, no sabía ser de otra forma, era un príncipe y nada más. A diferencia de Joey, él no estaba acostumbrado a hacer sus cosas por sí mismo, tal como limpiar o cocinarse. Por otra parte, estaba la tentación de dejarse llevar por las promesas del rubio y dejar todo para seguirlos y ser felices como quisieran. Cerró los ojos y se relamió el labio inferior, buscando en algún rincón de su mente algo que lo impulsara a rechazar la idea, pero cada vez era mayor su intensión de seguirlo. Wheleer había vivido siempre para él, tal vez era momento de que le devolviera algo de ese amor que él le profesaba.
—Bien, cachorro…— Concedió luego de largos minutos en silencio, abriendo sus ojos y volviendo a posarlos en los del contrario. —Tú ganas, te seguiré. — Aseguró, esbozando una pequeña sonrisa al notar cómo el semblante del menor se transformaba en uno de completa felicidad e inevitablemente le arrebataba un apasionado beso de los labios.
—¡Te prometo que no te arrepentirás! — Exclamó, estrechando el cuerpo del castaño en un fuerte abrazo antes de soltarse y tirar de su mano para que lo siguiera dentro de la posada, ahora sí podría descansar todo lo que quisiera y necesitaba. Ya no tenía preocupaciones.
Kaiba se dejó hacer sin ningún tipo de protesta, caminando detrás de Joey nuevamente dentro del lugar. A pesar de haber dicho esto, lo que el rubio no esperaba era que en realidad, Seto planeaba dejar que Seth disfrutara y saboreara la “victoria” que había obtenido, para luego arrebatarle todo cuando menos se lo esperara. Porque aquello no quedaría así, sólo le daría el placer de sentir lo que él sentía en ese momento. La venganza sería suya cuando menos lo esperara.
Al día siguiente, Seto, Joey y la familia Wheleer se dirigieron a las tierras de donde provenía Yugi con la intensión de que la mujer y los hermanos del rubio pidieran refugio luego de dar a conocer la historia falsa de que alguien los había secuestrado y había dado muerte tanto a Joey como a Seto, pudiendo escapar gracias a ellos. Hecho esto, la madre del rubio debía ir junto al nuevo rey y pedir por la restauración de su hogar, además de que el hermano siguiente a Joey jurara lealtad a la corona como el nuevo señor de las tierras. Aquello aseguraría la posición de su familia y dejaría a Seth con la tranquilidad de que los Wheleer no pensaban entrometerse en su reinado.
Y este, aún cuando imaginaba que Seto no había muerto, se conformó con enviar algunos soldados de su confianza para buscar al castaño mayor y disfrutar de su amplia victoria. Al final su vida había mejorado un poco, Serenity realmente era una mujer hermosa y no podía haber pedido mejor esposa que ella, tenía el reino de sus padres y su hermano no estaba para fastidiar nada. Estaba más que satisfecho con aquel final.
Fin.