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Luz de fuego por Himitsu furikou Akira

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Notas del capitulo:

Bien hola de nuevo, aqui les traigo un nuevo capitulo, aparecen nuevos personajes unos pueden ser odiados odienlos desde el principio creeanme lo merecen

En fin los dejo para que lo lean.. (/* . *)/

Me escondo durante el almuerzo. Cobarde, lo sé, pero cuando miro hacia las puertas que conducen a la cafetería, el ruido solo hace que me sienta enfermo.

No puedo soportar la idea de entrar. En lugar de eso, camino por los pasillos, ignorando a mi estómago hambriento y a la culpa que siento por no estar allí para Ryo. Pero en cierta forma, sé que el estará bien. Ha estado esperando este día desde que éramos niños, desde que me manifesté, y él no lo hizo.

Cuando Shoichi comenzó a ignorarle, se convirtió en un sueño que siempre estaría más allá de su alcance.

Encuentro la biblioteca. Inmediatamente, saboreo el silencio. Me deslizo cerca de las ventanas que dan al patio, y apoyo mi cabeza en una mesa fría, hasta que el timbre vuelve a sonar.

El resto del día, floto. Un poco de esperanza me rodea, cuando la última clase llega. Casi está hecho.

Mi sala de estudios del séptimo período, está llena de personas que no les gusta el atletismo, y creen que los deportes no son un requisito. Esto lo aprendí de Hiroshi, mi sombra desde el quinto período.

El camina junto a mí.

—Entonces, Kouki… ¿Qué eres? —Pestañeo, y retrocedo lentamente, antes de comprender el sentido de su pregunta. Por supuesto, él no podía referirse a eso.

—Uh, no sé.

— ¿Yo? —Apunto su pulgar hacia su pecho—. No puedo pasar inglés. Lo que es una lástima, porque nuestro equipo de básquet realmente podría ganar algún partido si yo estuviera en sus filas. ¿Qué hay acerca de ti? —Su mirada recorre mis piernas— ¿Qué estás haciendo en sala de estudios? Luces como si jugaras baloncesto. Tenemos un buen equipo. —Recoloco una hebra de pelo rebelde tras mi oreja. Pero este se suelta de nuevo y cae sobre mi cara.

—No quise unirme a ningún equipo a mitad del semestre. —Ni nunca, me es imposible si no puedo controlarme.

— ¿Quieres salir de aquí? Para que conozcas, ya sabes, por eso de que eres nuevo.

—No. Mi mamá vendrá a recogerme a mí y a mi hermano después de clases.

—Es una lástima… —Hiroshi se acerca mucho más. Yo me alejo rápidamente hacia el borde de la mesa.

Su fija mirada revolotea sobre mí. Mi codo tumba uno de mis libros, y agradecidamente, me alejo de la mesa para recogerle. Mis manos tratan de alcanzarle, y entonces los diminutos pelos en mi nuca comienzan a vibrar.

Mi respiración se acelera. Presiono mis labios, intentando acallar el sonido. Mi carne se estira y se encoge reconociéndole, ya que sé que es él antes de que entre en la habitación.

Lo sé.

 Y quiero que sea él, aun cuando la advertencia de Ryo resuena de nuevo en mi cabeza.

 Limpio mi sudorosa palma sobre mis pantalones, y miro fijamente hacia la puerta por debajo de la mesa. El reconocimiento quema profundamente en mi pecho, pero me quedo dónde estoy, agachado cerca al suelo, observando como entra.

Me quedo quieto, esperando. Pero él no entra en mi línea de visión. Se mueve por el salón, agarrando firmemente un bloc de notas. Entonces, se detiene, y gira su cabeza extrañamente, como si estuviera oyendo un sonido u oliendo algo raro, casi de la misma manera como lo había hecho en el pasillo hoy, justo antes de verme.

Jugueteo con mi libro, dejando que las esquinas pinchen las sensibles almohadillas de mis dedos.

—Hey, ¿Estas bien? —La voz de Hiroshi se eleva por encima de mí, respingando me obligo a ponerme de pie y gateo de regreso a mi taburete.

—Sí. —No podía esconderme por siempre. Estábamos en la misma escuela, y aparentemente, en la misma sala de estudios.

Poso mi fija mirada sobre la pizarra. En cualquier otra parte, lejos de él. Pero es imposible. Es como obligar a mis ojos a permanecer totalmente abiertos, cuando la biología exige que debo de pestañear; así que le miro.

Su mirada me encuentra. Camina hacia nuestra mesa. Contengo la respiración, esperando que pase de largo. Sólo que él no lo hace.

Se acerca a mí, yo miro fijamente sus ojos, y no puedo decidirme por un color. Rojo o dorado. Si clavo duramente la mirada tratando de averiguar, iba a perderme. Entonces recuerdo la cornisa. Los dos, encerrados en ese espacio húmedo, muy cerca. Su mano en mi piel dragón. La palabra que creo que él dijo.

Temblando, me libero de su mirada y bajo la mía hacia la mesa, concentrándome en respirar lentamente. Vuelvo a subir mi mirada ante el sonido de su voz, entrampado en un suave murmullo de terciopelo.

— ¿Te importa si me siento aquí? —Él le pregunta a Hiroshi, mirándome a mí.

—Supongo que no. —Hiroshi se encoge de hombros—. Me estaba dirigiendo a la biblioteca de cualquier manera. Hasta luego Kouki.

Seijuro espera un momento, mirando fijamente el taburete vacante antes de sentarse. Como si estuviera esperando que le diga algo. ¿Detenerle? ¿Invitarle? No lo sé.

Se gira ligeramente en su taburete, y me sonríe. Solo una pequeña sonrisa, pero muy hermosa. Sexy.

Un peligroso calor comienza a construirse en mi interior. El cual no deseo ahora mismo. Mi piel se estira, ansiosa por desvanecerse y dar paso a la piel dragón. La vibración familiar se hincha a través de mi pecho. Un ronroneo crece desde el fondo de mi garganta. Es el instinto, y temo que si digo algo, mi voz sonaría de manera diferente, vergonzosa.

Divertido. En este lugar, mi mayor preocupación era la marchitación de mi dragón, que este muriera, como mi madre quería.

Pero alrededor de este chico, nunca antes me había sentido tan vivo, tan volátil. Alejo mi mano de encima de mi brazo, esperando que mi piel logre enfriarse. Y así lograr que mi dragón se desvanezca. Al menos por ahora.

En silencio, nos sentamos. Y es una situación muy extraña. Él sabe de mí. Bueno, no de mí. Ahora mismo, él no podía saber lo que yo era. Sin embargo, el conoce a los de mi clase, a los de mi tipo. Me había visto. Sabía que existíamos. Me había salvado. Y ahora mismo, yo quería saber todo acerca de él. Pero no podía hablarle, no podía decirle nada. Ni una sola palabra. Ya que estoy demasiado ocupado enfocando mis pensamientos, en tratar de mantener frio y relajado mi corazón. Manteniendo alejado a mi dragón. Quiero conocerle mejor, pero sin respirar, sin hablar, y no sé cómo hacerlo.

Lo único que necesito saber de él, es que su familia nos caza. No debía de olvidar eso nunca. Ellos mataban a los de mi clase, o nos vendían a los Gaki.

En sus apestosas manos, nosotros éramos esclavizados y asesinados. Mi piel volvió a encogerse, y trate de recordar que él pertenecía a este mundo oscuro. Incluso si me había ayudado a escapar, debía de evitarle. Y no porque Ryo me lo había dicho.

—Entonces… —Él dice, como si estuviéramos en medio de una conversación. Como si nos conociéramos muy bien. Mis nervios se ponen alerta y casi respingo ante el sonido de su voz.

— ¿Eres nuevo? —Hago el uso de toda mi fuerza, para hacer algo más que solo asentir.

—Sí.

—Te he visto antes.

Asiento y digo—: En el pasillo, sí. Te vi, también.

Sus cálidos ojos, se deslizan sobre mí.

—Así es, y en deportes. —Frunzo el ceño. Ya que no recuerdo haberle visto durante ese período, no recuerdo haberle sentido.

—Ibas corriendo por la pista —explica—. Yo estaba en el natatorio. Te vi a través de las ventanas.

—Oh, ya entiendo. —No sé por qué, pero eso me emociona, saber que él estaba mirándome.

—Te caíste mientras corrías… —Sonrío avergonzado, seguramente con la cara roja.

Él me devuelve la sonrisa, formando surcos a lo largo de su mejilla, profundizándola. Mi corazón late más rápido.

—Me gusta correr, pero soy algo torpe, lo siento. —Cuando corro rápidamente, el viento golpea mi cara y casi puedo fingir que estoy volando, lástima que acabe siempre en el piso, lo mío es volar.

—A veces —él continúa—, nuestras clases corren juntas durante deportes, aunque no estoy muy seguro de poder ir a tu ritmo, soy un poco más veloz.

Su voz es baja, coqueta. El calor vuelve a atravesarme, bajando hasta mí estómago. Me imagino esa situación, me imagino corriendo junto a él. ¿Es lo que quiere hacer? El aire sale con dificultad por entre mis labios. Por supuesto, amaría correr con él. Pero sé que no debo. No puedo. No sería una buena idea.

Dos chicos entran lentamente en la sala, cuando la campana timbra. Dirigiéndose hasta nosotros. Hacia Seijuuro, no hacia mí. Me pongo en alerta de nuevo.

Uno tenía el pelo rubio y camina frente al otro. Su rostro es estrecho, con ojos verdes además de que tiene tatuajes, ¿Cómo es que le permiten venir así?

El nerviosismo se eleva en mi interior. Sus ojos eran muertos, fríos, y calculadores. Su amigo corpulento se pavonea a sus espaldas, su cabello es muy corto, rapado pero no al cero.

—Hey… —El rubio camino hacia Seijuuro, deteniéndose junto a nuestra mesa. Me encogí, sintiéndome extrañamente amenazado.

Seijuuro se acomoda de manera incomoda en el taburete.

— ¿Que sucede, Nash?

El tal Nash luce confundido. Arqueando sus cejas, mira hacia mí. Y es allí cuando entiendo todo. Él no comprende por qué Seijuuro estaba sentando, aquí. Conmigo.

Y yo tampoco lo comprendo. Tal vez en algún nivel, Seijuro   recordaba, y me reconocía. El sudor humedece mis palmas. Las presiono en mis muslos, bajo la mesa.

El rapado llega después— ¿No te sentaras con nosotros? —Le pregunta.

Seijuuro se encoge de hombros—. Esta vez no, Eikichi.

— ¿Estas molesto, o algo así? —Le pregunta.

Nash no habla. Él continúa observándome. Con esa mirada fija que me marea.

Una palabra llena mi cabeza. Maldad. Un pensamiento extraño. Pero soy un dragón. Y sé que la maldad existe. Nos caza.

Cambio de posición ansiosamente en mi taburete. Claramente Nash no había comprendido por que su amigo lo había hecho, y yo tampoco. Es más, no sé si quiera porque son amigos. Nash destila maldad y Seijuro… Quiero pensar que no.

Por alguna razón, quería sentarse conmigo. Es entonces cuando nuevamente vuelvo a considerar la idea de cambiarme de mesa, pero sé que eso sólo llamaría la atención sobre mí, mucho más.

Natural. Solo actúa natural, Kouki.

—Soy Nash. —Me dice el rubio.

—Kouki. —Le contesto, sintiendo la fija mirada de Seijuuro a un lado de mi cara.

Nash me sonríe. Misteriosamente seductor, y estoy casi seguro que eso funcionaba con los demás.

—Un gusto conocerte.

Le doy una sonrisa corta.

—Yo también.

—Creo que estas en mi clase de salud. —Su voz es suave y sedosa, me asquea.

—Debes de estar hablando de mi hermano, Ryo.

—Ahh, ¿Gemelos?

Él dice la palabra «gemelos» como si fuera algo rico y decadente, chocolate en su boca.

Su mirada fija permanece mucho tiempo en mi cara, de una manera que me hace sentir expuesto. Finalmente, él aparta la mirada, y posa su mano sobre la espalda del grandulón.

—Éste es mi amigo, Eikichi.

Parpadeo. No eran iguales, salvo en la amenaza que emiten.

Él continúa—: Y supongo que ya has conocido a Seijuro.

Asiento, aunque aún no nos habíamos presentado.

—Somos primos.

Primos.

Cazadores.

Pero no eran como Seijuro.

Mis pulmones se expanden debido al abrasante calor. Contengo mi respiración. Reprimo la oleada de calor en mi corazón, la vibración retumba en mi interior extrañamente, sin embargo, eso no me sorprende.

Eran diferentes a los humanos que me rodeaban. Eran una amenaza. El instinto me lo decía.

Nash y Eikichi nunca me dejarían escapar. Disfrutarían de la oportunidad de matarme. No sé dónde mirar, y el conocerles, a estos crueles cazadores, me llena de un temor indescriptible.

Y me preocupa que puedan ver la verdad en mis ojos. Mi mirada fija se pasea por los alrededores rápidamente, buscando un lugar seguro para posarse.

— ¿En serio? N-No se pa-parecen… —Le digo con una voz apagada.

Dirigiéndole una sonrisa afectada a Seijuro, Eikichi se encoge de hombros y camina hacia la parte trasera de la habitación, despidiéndose de mí. El alivio me inunda, solo por un segundo. Nash sigue allí. Con sus ojos astutos, él era la mayor amenaza. El más peligroso de los dos.

El me mira a mí, y después se detiene en Seijuro— ¿Vendrás esta noche? —Pregunta.

—No sé.

Los oscuros ojos de demonio de Nash, brillan intermitentemente, con molestia.

— ¿Por qué no?

—Tengo tarea.

—Tarea… —Nash deja caer la palabra como si nunca antes las hubiera escuchado. Por un momento, luce como si estuviera a punto de reírse. Pero después, su voz se convierte en un tono duro.

—Tenemos cosas que hacer. Nuestros padres esperaran allí.

La mano de Seijuuro se presiona en un puño—. Ya veremos.

Su primo se le queda mirando.

—Sí, veremos. —Entonces, me mira.

—Nos vemos, Kouki. —Con un ligero golpe de Nash en nuestra mesa, se aleja.

Una vez que él se ha ido, puedo respirar con más facilidad.

—Entonces… —Sin saber realmente que decir, me armo de valor y le hablo de nuevo—. T-Tu primo parece agradable.

Él sonríe un momento, pero sus ojos lucen serios—. Deberías de permanecer lejos de ellos.

 La voz de Seijuuro es baja, un golpe de aire caliente choca contra mi piel.

Y aunque sé que debo de apartarme, le pregunto de cualquier manera. Cualquier cosa era mejor que alejarme.

— ¿Por qué?

—No son la clase de chicos con los que un buen chico debería de juntarse, son unos idiotas. Más de uno te lo confirmaría.

Intento de un modo, aligerar el oscuro estado de ánimo.

— ¿Y qué dirían los demás sobre ti? ¿Eres un buen chico?

Él se gira hacia mí, y me afronta. Sus ojos vuelven a cambiar y me cautivan, me recuerdan a los atardeceres y exuberantes colores de la casa que deje atrás. Su cara no es suave. Los ángulos son duros, cincelados.

—No. No lo soy. —Él acerca su cara cada vez más.

Mi pecho se presiona y duele. Ardiendo a fuego lento.

— ¿Por qué te has sentado conmigo?

El silencio se extiende por un largo momento, y comienzo a preguntarme si va a contestarme, cuando él finalmente admite:

—No lo sé. Aún estoy tratando de explicármelo a mí mismo.

No sé qué esperaba que él diga. ¿Que en algún nivel él me conocía? No había posibilidad. Entonces solo respiro, asustado por el calor que se ha ido acumulando dentro de mí, y que este podría encontrar una salida por mis labios o mi nariz. Respiro pequeños sorbos de aire, mientras espero al timbre de salida.

Una carcajada surge a mis espaldas. Miro por encima de mi hombro y veo a una chica en la parte trasera, su silla esta junto a la del primo de Seijuuro, Nash le hace cosquillas en el costado y ella salta, su largo cabello vuela como serpentinas en el aire. Ella se aferra al brazo de Nash como si él pudiese salvarla de la encantadora tortura.

Nash le lanza una sonrisa perezosa, que parece aburrida. Mientras sus ojos me vigilan fijamente, la sonrisa desaparece de su cara. Sus ojos me fulminan.

—Voltea—

Mi pulso se dispara en mi garganta ante el sonido de su voz. Regreso mi mirada hacia Seijuuro.

Sus labios apenas se mueven cuando habla—. Confía en mí. No quieres ser un amigo de Nash. Nunca les va bien.

—Apenas he hablado con él. No pienso que…

—Él te tiene en la mira.

Entonces, él se ríe. Bajo y suave. Un triste sonido.

—Así que, sí. Te tiene en la mira. —Sus labios se tuercen—. Lo siento.

La campana timbra, su repique antinatural me sacude como lo ha hecho durante todo el día. Y él se va. Sale por la puerta antes de que pueda agarrar mis cosas o pueda decirle adiós.

Notas finales:

Creo que esta vez podre traer una actualizacion antes creo... gracias a todos los que siguen leyendo y a aquellas personas que me dejan una notita.  Besos

 


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