Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Un toque dulce... por Layonenth4

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Cuando Castiel tenía doce años y estaban ambos en primer año de secundaria, el primer día de clases salieron de prisa de la casa junto con todos sus hermanos restantes. Mientras que Lucifer sólo llevaba en su auto a Michael y Rachel, los demás debían sufrir en el autobús lo que para un típico adolescente norteamericano de película de comedia barata sufre. Obviamente.

En el transcurso del camino Gabriel notaba que a su hermano le ocurría algo. Castiel mostraba esta cosa llamada la mirada; la mirada, a palabras simples, son las cejas fruncidas y ojos bailantes, curiosos ante lo que lo rodeaba con un afán de buscar algún culpable por homicidio. Como su hermano siempre fue raro, la mirada no significaba nerviosismo o temor como cualquiera. No. Dicha mueca en la cara significa que Castiel está preparado para enfrentarse a una contingencia que nadie más ve venir, alguna cosa u acto que termine con el bello día soleado que aparentaba ser.

Gabriel lo sabía; el primer día en secundaría recibieron la afamada “bienvenida” por los alumnos más grandes, entre ellos sus hermanos, y él mismo terminó oliendo a huevo durante tres días.

Ese recuerdo curioso y del cual debe evitar que Sam se entere a toda costa, llegó a su mente en cuanto vio a los dos Winchester reunidos enredados en un abrazo sentimental, con ganas de compartir su sonrisa y gusto con su hermanito igualmente, giró su mirada hacía el Novak menor. Y vio la mirada.

Ahí estaba, desafiante, ahora expresada con mucha mayor elegancia y pulida, pero seguía advirtiendo el mismo nivel de peligro que puso a rezar inconscientemente al soldado.

Sam y Dean terminaron con la unión de sus pechos, más sin embargo el brazo del mayor fue dejado recargado sobre el castaño quien pese a su altura, en esa posición parecía como un verdadero hermano pequeño mirando con devoción a su figura a seguir. Por lo poco que sabía Gabriel, es un sí.

r13; ¿Qué haces aquí Sam? ¿Estás bien? r13; el rostro del mayor era solamente inquisitivo con un tono de preocupación, a lo que Sam solamente resopló

r13; Sí, todo bien. Sólo… quería verte, eso es todo. r13; el ojiverde lo miró aún más extraño, pero no dijo nada.

A percepción de Gabriel, Dean era mucho más legible que su pareja; mientras que Sam pensaba mucho las cosas, el primogénito simplemente parecía demostrar sus pensamientos, pero con las emociones era casi nulo saberse. Un don compartido entre ellos al parecer.

Por primera vez Dean volteó la mirada de su hermano y observó al reportero quien estaba algo alejado de la escena como su familiar, en cuanto lo vio, parece que la una chispa de felicidad que tuvo al inicio se apagó con su presencia.

r13; ¿Y tú que haces aquí?

Gabriel rodó los ojos. De la única vez que recuerda haber visto al pecoso de ojos esmeralda, Gabriel estaba orgullosamente ebrio y divinamente vomitando sus ácidos gástricos sobre los zapatos de su dicho “cuñado”, claramente, eso no formó una hermosa y unida relación con el hombre; añadiéndole que nunca hubo disculpas ni presentaciones, sólo Dean dijo un comentario sarcástico al día siguiente y Gabriel, con la cabeza dentro del retrete, respondió algo absurdamente fabuloso y maleducado, declarando una guerra entre ambos llena de odio por medio del teléfono a través Castiel.

r13; Mi querido chimpancé, me da gusto volver a verte.

r13; Cas. r13; Dean giró su cuerpo en la dirección del ojiazul, con tono de reclamo, que el ojiazul seguramente no entendió y ladeó la cabeza en incomprensión.

r13; La verdad Dean, es que Gabriel viene conmigo. r13; ante esto Sam también giró su cuerpo en dirección al reportero, quien sonrió con autosuficiencia

r13; ¿Contigo?

r13; Sí, ignorancia andante, vine como acompañante de mi alce. r13; como tal parecía que a Sam no le molestaba mostrarse frente a su hermano, Gabriel hizo alarde de esto

Mientras tanto, la cara de Dean fue como si su hermano hubiese perdido la cordura.

r13; ¿Sales con él?

r13; Dean. r13; el regaño salió con dos voces diferentes, curiosamente ambas sonaban acostumbradas a sermonear al mayor.

Gabriel dejo de ver cómo Dean revoloteaba los ojos maldiciendo para sus adentros, concentrándose en Sam, quien saboreó aquel regaño humectándose los labios, sonriendo un poquito mientras negaba con la cabeza ante las ideas desconocidas para el mayor Novak. El ojimiel sinceramente no podía comprender porque Castiel esperaba a que detonara algún tipo de bomba, sí ante él y ante las mil muecas sentimentales que hizo Sam en menos de un minuto, todo estaba bien. Muy bien.

.

.

.

Dean informó que debía subirse para cambiarse porque el traje lo estaba asfixiando, Sam podía entender de que estaba hablando hasta que notó que el traje no era nada barato, y el hecho de que su hermano estaba usando un traje se volvía por sí solo desconcertante. De hecho, el tamaño de la casa era desconcertante. Entonces entraron a la espaciosa cocina electrónica inteligente con sistema operativo propio de acero inoxidable. Y la palabra desconcertante se volvió descarada e inútil.

r13; Hombre, ¿cómo llegaron a vivir aquí? r13; cuestionó Sam admirándolo todo junto a Gabriel.

Ambos tomando asiento en bancos altos frente a una mesa de mármol, Castiel se quedó del otro lado donde iba sacando las cosas de su brillante refrigerador para empezar la cena.

r13; Es el único lugar que encontramos para que mi trabajo y las oficinas de Dean no quedaran tan lejos una de la otra.

r13; ¿Oficinas?

r13; Así las llama Cas. No son gran cosa. r13; respondió su hermano mayor entrando a la cocina a paso fácil entre pantalones desgastados y camisa térmica roja

r13; Dean es el CEO de MOTOR W&S, una cadena de talleres mecánicos y fábricas de carrocerías.

r13; ¡Asombroso! r13; Sam sonrió entre orgulloso y maravillado, mientras que Gabriel bufo indulgente, sólo para cabrear al otro.

Dean pareció cohibirse un poco ante la reacción de su hermano y la forma tan reveladora que tenía Castiel al hablar sobre él. Logró recuperar el control de sus emociones mientras tomaba lugar al lado de Castiel para preparar la cena. r13; Nah. Sólo tenemos seis sucursales, con Bobby cómo cofundador.

r13; ¿Cómo formaron la fábrica de carrocerías¹? r13; volvió a preguntar Sam con esa chispa de nerd que era parte de él. Dean sonrió un poco al reconocer que su hermano no había cambiado.

r13; Se le ocurrió a Cas cuando uno de sus polluelos dijo que necesitaba hacer un proyecto para mantener su beca. Ahora utilizan el taller de atrás para labrar sus diseños.

r13; No son pollos, son alumnos brillantes. r13; aclaró Castiel de la misma forma como estuviese dando clases. r13; Un chico llamado Jesse encontró la forma de reciclar metales viejos para hacer carrocerías menos pesadas, Kevin se le unió cuando logró que basura inorgánica pudiese ser gasolina. Otros tres se preparan para ser grandes diseñadores o mecánicos. Dean los aprueba.

r13; Tienen uno que otro talento decente. Y no queman la casa. r13; desdeñó el mayor con una insinuación final que iba contra Castiel, suponiendo, puesto que el ojiazul volteó los ojos e hizo una mueca ofendida

Entonces Gabriel recordó a todos esos jóvenes que iban uno sobre otro en bolita dentro del carro de su hermano, muy familiarizados con el camino.

r13; ¿Viven aquí?

r13; La mayoría. El pasillo largo que está en la entrada los lleva a su parte de la casa. r13; señaló Castiel con el cuchillo más grande. Dean se encogió de hombros.

r13; Esos chicos invaden mis territorios de todos modos. No te sorprendas si Ben o Alffie vienen para abrir el refrigerador a las tres de la mañana. r13; y de dicho congelador sacó unas cervezas y las empezó a repartir con tapa abierta

r13; Pero tú les dijiste que se podían quedar con nosotros.

r13; ¡Por algunos días!

r13; Eso no lo recuerdo. r13; era difícil saber sí Castiel se estaba burlando de Dean o si aquella cara de genuina inocencia era un rasgo natural en el menor de los Novak, pero Sam realmente lo encontró divertido.

.

.

.

La cena serían unos sencillos filetes con ensaladas de rajas y pimientos, sopa fría más unas cervezas, simplemente porque Dean no tenía muchas ganas de cocinar y Cas parecía que sólo era bueno en el papel de cortar vegetales y lavar la carne. Al menos eso fue lo que Sam dedujo cuando Gabriel y Dean le prohibieron cautelosa y sutilmente que se acercara a la estufa. Sam quería realmente saber la historia detrás de aquellos movimientos de pánico.

Pero no pudo preguntar porque cuando ya sólo faltaba que se cociera bien la carne, Gabriel los mando a que bajaran el equipaje del auto, que, aunque sólo eran dos mochilas promedio, su novio fue muy insistente.

Subieron por las escaleras y Sam conoció que arriba había tres habitaciones más aparte del baño, una de ellas ocupada por Claire, aprendiz favorita de Dean y la única mujer del grupo de alumnos refugiados, pero que ella estaba en una gira de Coldplay con una amiga. La otra obviamente la que compartía con Castiel y la tercera para él y Gabriel.

Sencilla en todo sentido como el resto del interior de la casa, pero con una gran vista hacía el bosque.

— Aquí estamos, la suite principal. r13; Dean dejó una de las mochilas sobre la cama, su hermano menor imitándolo.

— Gracias. r13; el castaño no podía dejar de mirar el paisaje nocturno. r13; Se siente una gran calma.

— Nada parecido a Brooklyn, ¿eh?

Brooklyn. Sam se estaba olvidando que la última vez que habló con su hermano fue apenas en sus primeros días de mudanza en Brooklyn cuando entró a trabajar para el buffet de tercera que apenas mantenía el gobierno. Ahora de él y con sus mejoras.

r13; Vivo en New York. Y no, nada es más silencioso que aquí.

— ¿New York? Claro, sólo ahí podías conocer a ese duende insoportable. r13; Dean bufó y se sentó en la cama y Sam lo miró con ojo critico

r13; No es un duende.

r13; ¡Pero es insoportable!

r13; ¿Por qué se llevan tan mal?

r13; El idiota empezó a molestarme.

r13; Que maduro de tu parte.

Ante la mirada negativa que recibió, el rubio revoloteó sus ojos con fastidio r13; Debiste recibir un buen golpe sí estas con ese cabrón. Me preocupo.

— La verdad es, que tal vez el que debe estar mal de la cabeza debe ser él. r13; el tono que uso posiblemente pasaba como descuidado, pero con la mueca de asco de Dean, estaba claro que fue lo suficientemente cursi para una década.

r13; ¿Quieres que te haga trenzas mientras hablas de tus sentimientos? r13; el tono sarcástico usado por el mayor fue omitido por Sam

Entonces cayó un silencio en la habitación que poco a poco, en realidad a una velocidad gigantesca, se tornó muy frio y aislado. El de ojos más claros se quedó parado observando fijo la ventana sin ver realmente lo que había detrás de ella, jugando con el cierre de una de las mochilas que aún colgaba sobre su hombro.

¿Y ahora? ¿Hablaban del clima? Ciertamente uno creería que sería tan fácil como antes; cuando uno de los dos se molestaba y el otro lo ignoraba olímpicamente por un rato hasta que se pasará el berrinche y el calor de la situación, entonces uno de los dos llegaría con alguna ofrenda de paz, cerraría el tema a discutir y como si nada seguirían el día a día.

Pero tal parece que los años pesaban mucho cómo para que un simple cierre del problema superficial solucionara lo que estaba pasando ahí, mucho menos un cambio de tema debido a la falta de conocimiento que pudiese crear uno.

Pudieron haber crecido juntos en todo sentido, pero siete años hacían una gran diferencia entre conocimiento mutuo como el hecho del lugar donde vivían ahora. Sam quería saber muchas cosas, desde cómo conoció a Castiel hasta cómo terminaron en un terreno con estudiantes refugiados, y por favor, ¿presidente de una compañía en su máximo esplendor? No que dudara de la capacidad de su propia sangre, pero estaba tan ansioso que realmente todo le parecía alucinante. Eso sólo era superficial, porque en realidad Sam quería saber cómo se encontraba su hermano, esa espinita de que nada importaba más que una cosa, aunque no reconociera que fuera. Dean parecía saber menos que él en como iniciar la pregunta en cadena.

— ¿Y cuando vuelven? r13; escuchó la voz de su hermano, sacándolo de sus pensamientos como resorte. Pero la pregunta en realidad lo desconcentro en verdad, no la entendía. O tal vez sí, pero de ser lo que pensaba, Dean comenzaba a ponerse idiota. Más.

— No lo sé. r13; miró con extrañeza a su hermano. Dean en realidad intentaba no mirarlo a los ojos y también jugaba con sus manos, con sus pies y apretando los labios.

Sam en realidad sabía lo que le había preguntado, pero no podía entender, aceptar, captar o simplemente asimilar la cuestión. Porque sí lo hacía, en forma literal, le estaba preguntando cuando se marchaba para fingir que todo estaba bien.

Nada estaba bien. Creyó que todo era perfecto, el abrazó, la mano sobre su hombro, la ensalada que había añadido al menú porque simplemente era su favorita. Nada estuvo bien.

— No puedes hacer esto. r13; apenas y deslizó las palabras de sus labios sin tanto acido

— ¿Hacer qué? r13; el tono de Dean cambio también, sañoso. Entonces Sam perdió el control de su voz.

— ¡Correrme! Alejarme de ti la primera hora que te veo. — sí, eso estaba haciendo Dean. Alejarlo de nuevo, pero Sam no estaba tan seguro si en esa ocasión era por su “propio bien”.

Algo que compartían los Winchester, era una lengua afilada para decir la verdad y que doliera como un puñetazo en la cara, más aparte el puñetazo literal. Con una pizca de sarcasmo agrio.

— ¡Oh, lo siento si no te cargo hasta tu habitación, te arropo y te cuento una historia!

— ¡Casi siete años, Dean! ¡Siete años de no saber de ti y lo primero que quieres es alejarme de ti! ¡Otra vez!

— ¡Tu reputación dependía de ello!

— ¡Lo dejamos muy claro, pero fue un completo error que me separo de mi única familia! ¡No tenías que irte! ¡No tienes por qué seguir escondiéndote de mí!

— ¡Estaba cuidando de ti y tu brillante maldito futuro!

— ¡No te lo pedí!

— Tal vez no Sam, ¡pero no había nadie más allí que lo hiciera! ¡Y lo volvería a hacer de todas formas si eso significa salvarte! r13; Sam se quedó callado, pestañeando con sorpresa y boqueando con ingenuidad, porque no podía creer que aún con treinta años, después de todo lo que han pasado, su hermano siga con ese pensamiento. — ¡Todos estábamos rotos! Mamá, papá, yo, incluso Bobby. ¡Pero tú no, y debía salvarte de estarlo!

Y dolía. Porque lo que Sam lo que menos quería ser para su hermano era una carga, una piedra en su camino. Demostrarle que era autosuficiente, incluso porque no, influyente, podía hacer una diferencia de la dependencia en la que tanto se aferraron en la niñez. Que no fue dañado por la maldición del dolor, de una forma tan brusca y solitaria, pero Sam no se rompió. Dolía.

Dolía también porque Dean en siete años logró formar un lugar en su hogar, en donde llegaba después de un día tan cansado y no seguía conduciendo toda la vida por carretera, aunque despedirse de aquello también entristeciera. Pero el mayor lo logró.

Ahora el menor no podía saber si le calaba más el hecho de que su hermano también pudo crecer sólo, o que en algún punto de su mente seguía viéndolo como una responsabilidad. Que a pesar de todo Dean necesitaba seguir creyendo que lo protegía, y Sam necesitaba sentirse protegido.

Dolía porque no pudo darse cuenta que tan fácil era levantar el teléfono para preguntar por su día, y no perderse nada de aquellas victorias y derrotas que lo llevaron a una enorme casa para ambos y personas importantes en sus vidas.

Pero no había fotografías de navidad enmarcadas en la pared, no existían los trofeos de secundaria de ninguno como decoraciones en sus salas, ni tarjetas de navidad salvaguardadas en un cajón. Que tan vacíos podían mostrarse sabiendo que había tanta lealtad y amor.

La voz de Dean era un murmullo entrando en su visión en rojo.

— Míranos ahora Sammy, sentados aquí, los dos juntos, pero sin saber que decir. ¿Esto es lo que querías? r13; Dean sonaba menos que calmado, pero aquel sobrenombre causaba burbujas dentro de su estómago, viniendo solo de la voz de su hermano.

No eran de alegría. Eran de furia.

Sam salió de la habitación concentrando en su respiración pesada semejante a la de una bestia, así como sus pasos secos y el trote rápido bajo las escaleras, sin ser consciente de que lo seguían.

No lo sabía, estaba furioso.

Bajó los escalones y se detuvo en la puerta, tratando de buscar más aire para enfriarse los pensamientos, pero no funcionaba, todo era falso y sentía sus puños arder de ansiedad.

r13; ¿Sam? r13; ese era Gabriel, el mencionando no tenía que voltearse para descubrirlo y saber que posiblemente estaba causando todo un drama innecesario. Pero entonces escuchó el trote de Dean detrás suyo y a Cas llamándolo. El temblor en sus extremidades ya no se diferenciaba entre las ganas de gritar, llorar o golpear algo.

Nunca había sentido tanta furia contra su hermano más que una sola ocasión, y fue cuando detuvieron a Dean por haber robado una gasolinera y él termino en un orfanato. Logró escapar de servicios infantiles, pero también ser perdió y nadie lo podía encontrar, mucho menos Dean; encontró a su hermano mayor todo histérico en un campamento reformatorio gracias a Jody, pero después de tres meses enteros sin verse lo primero que Sam hizo a los doce años, aterrado y confundido, fue taclear a su hermano mayor y golpearlo. Furia por haberle mentido, por haberlos separados, por sobreprotegerlo y tratarlo como un niño. Okey, lo era, pero en el momento donde rodaban por el césped con la aguacil y Sony tratando de separarlos no le importó a ninguno de los dos y los puños y patadas simplemente volaron.

Curiosamente la situación actual era muy similar. Dean lo sobreprotegía, sus acciones lo separaron, Sam era el hermano pequeño idiota que queriendo obedecer a su hermano mayor y enorgullecerlo hizo las cosas más difíciles. Era un mal enfermizo. Un espiral de dolor.

Sam abrió la puerta ante la sacudida eufórica que paso por su cuerpo y la mala idea que paso por su mente, intentando salir, detenido por su hermano llamándolo

r13; ¡Sam!

Y Sam realmente no escuchó.

Para cuando giro su cuerpo dio un tirón más en su cadera, lo suficiente para que la fuerza de su anatomía cayera sobre su brazo y del brazo al puño, que terminó en el rostro de Dean.

Ahora los papeles estaban intercambiados, Sam creció mucho más que su hermano y no había necesidad de taclearlo. Pero ya sea porque el castaño perdió practica o porque el rubio realmente era de quijada dura, pero este simplemente dio dos pasos hacías atrás con la cara ladeada.

Dean se tomó su tiempo de limpiarse la sangre de la boca, con los dientes completos pero el labio roto, el rubio apretó sus befos en una línea recta y enderezando la espalda haciendo que su pecho se viera más fornido de lo aparentado

r13; Dean. r13; volvió a llamar Castiel, esta vez con una amenaza en su tono, pero ningún Winchester escuchó

Dean parecía no tener intención de regresar el golpe, pero en realidad su técnica fue otra. Tacleó a su hermanito.

Con la puerta abierta y en las posiciones dadas, al taclearlo Sam cayó de espaldas por el cobertizo de madera y rodaron escalones abajo, el menor todavía debajo del mayor.

John Wínchester fue un padre poco convencional, cierto, pero algo muy importante que les enseño a sus hijos fue a defenderse con todo lo que se pudiese considerar un arma, incluso el mismo cuerpo. Ninguno de los dos parecía que háyase seguido con las clases de artes marciales, pero salieron a relucir movimientos que, si bien no era agresivos, hacían caerse el uno al otro.

Después y fuera del puñetazo de Sam y el haberlo utilizado como colchón, simplemente estuvieron rodando por el suelo gritándose y estirándose la cara como dos niños chiquitos.

r13; ¡Siempre haces lo que te conviene! ¡Mimado!

r13; ¡Tú tomas decisiones estúpidas! ¡Idiota!

r13; ¡Perra!

Y volvieron a rodar.

r13; ¡Ya no puedes más! ¡Ríndete!

r13; ¡Tú eres más viejo!

Entre la tierra seca, la tierra húmeda y pedazos de césped, las posiciones en las que quedaron parecían sacadas de algún juego de torcedura adolescente. Al final, cuando Sam ya no sentía su cuello bajo el brazo de Dean, y el mayor ya no sentía su otra mano por el esguince que le estaba proporcionando Sam, los dos tuvieron que soltarse.

Hombro con hombro, pechos subiendo y bajando con exhalaciones de aire muy fuertes por su carencia, los dos terminaron con espaldas al suelo y mirando al cielo estrellado que les presentaba el campo sin contaminantes.

Antes de la muerte de John, una de las últimas noches de sobriedad y vida del hombre, los tres se subían sobre el capo del Impala y contemplaban las constelaciones. John se sabía todas, Dean creaba historias con cada una de ellas y Sam a sus quince años se mostraba feliz y entusiasmado de escucharlos toda la noche. Ahí estaba cisne, al menos fue la única que siempre pudo reconocer y se sorprende de que aún lo haga con tanta facilidad.

También, con mucha facilidad reconoció por fin la espinita que durante siete años lo ha estado atormentando. Él era un adulto, creció profesionalmente y como persona; en el amor tardo un poco más, pero al fin tenía una relación en la que sin miedo podía seguir diciendo un poco más. No tenía por qué ser una carga para nadie, ni para el mismo, porque aceptar a su hermano mayor en su vida fuese lo que fuese, sí quería tenerlo a su lado.

Se río, porque así de fácil fue aceptarlo, justo como encontrar al cisne en el firmamento.

— ¿De qué mierdas te ríes? — pregunto Dean a su lado, sin enojo alguno, solo intrigado y posiblemente preocupado de haberle golpeado la cabeza muy fuerte para volverlo loco.

r13; Lo siento. Por todo. — fue lo único que dijo.

Su hermano lo entendería rápido y podían saltarse las palabras cliché que en alguna novela de superación estarían bien, y de hecho para Sam también sería lo correcto, pero estaba hablando de Dean. Para Dean Winchester, eso era demasiado rosa.

r13; Has crecido bien, Sammy. — fue lo único que respondió el mayor. Lo único que se necesitaba decir al aire y que alegrase el corazón del hermano menor.

r13; Hiciste un buen trabajo. —

r13; Sí, lo hice. — Dean se rio muy lento, disfrutando del suave comentario. Pasaron segundos y fue como si hubiera agarrado valor para susurrar lo siguiente: r13; Siempre te pondré antes que a nadie. Antes qué a todo, ya no puedes evitarlo. Pero puedes cooperar.

Sí. Sam podía hacer eso.

r13; ¿Qué te parece una barbacoa el próximo mes?

r13; Hecho. r13; aceptó el mayor, y aunque parecía que ninguno de los dos quería ponerse de pie por el cuerpo adolorido, el portazo de la entrada resonó en todo el lugar y cuadras más allá, haciendo que el ojiesmeralda gimiera angustiado. r13; Oh, Cas. ¡Cas!

La espalda de Sam dolía con creces, pero para Dean fue como si nada hubiera pasado después de tronarse casi todos los huesos con rapidez. Se puso de pie apoyándose en su rodilla y después se estiro recto. Sam apenas lo siguió apoyando su peso en sus codos, pero sin muchas energías renovadas como su hermano, quien fijó sus ojos en la puerta sellada con un Gabriel ocultando su sonrisa entre su palma.

r13; Bien chicos, comiencen a servir la cena. Bajamos en un momento. — después de decir eso Dean salió a trotes directo a la entrada y perderse dentro de ella, seguramente para seguir a su pareja.

—¿Cómo se ve todo desde abajo? — preguntó Gabriel viéndolo desde arriba y justo a su lado.

—Ahora sé cómo me ves tu a mí.

—Jodete. — Gabriel bufó ofendido y Sam simplemente rio, porque sencillamente era feliz.

Con la ayuda de su pareja un poco recia, Sam logró ponerse de pie y sentir como los músculos de su cuerpo se quejaban, pero alivianado de todo peso en sus hombros, por supuesto.

—¿Paso algo con Cas?

—Tal vez se deba a que mi hermanito el raro no le gusta la agresividad. Menos entre familia. — Gabriel se encogió de hombros quitándole importancia, pero de pronto Sam se sintió un poco culpable pinchando su burbuja de felicidad

—Diablos. No era mi intención.

—Se le pasara. — el fotógrafo volvió a quitarle importancia. Entonces se puso un poco más serio — ¿Cómo estás?

La pregunta era general, desde emocional hasta lo físico. Sam no pudo evitar volver a poner una sonrisa en su cara sin timidez. —Bien.

—Bien magullado, creo yo. — bromeó de nuevo Gabriel, acercando sus manos al rostro del castaño donde claramente un hematoma iba a aparecer a la mañana siguiente. Pero sería un lindo recordatorio.

—Todo está bien. — desmintió Sam, tan feliz y despreocupado que se acercó a su pareja sin ningún inconveniente. Y añadió una caricia de labios, sin profundizar, considerándose tierno — Gracias. Por apoyarme en esto.

—Obvio. ¿Qué serías tu sin mí? — Gabriel no lo dejó replicar, cuando volvieron a unirse en otro beso, mucho más tierno pero travieso, considerando que ambos estaban alegres por esa noche. 

La cena estuvo servida minutos después y la pareja de la casa bajo justo a tiempo, tal parece que sin ningún asilamiento de pelea entre ellos. La charla se remontó al principio en cosas banales, en una paz agradable. Entonces llegaron seis adolescentes bastantes extraños y muy ruidosos.

La pareja de New York conoció a Kevin, Jesse, Ben, su hermanita Krissy, Alffie y Joseph. Todos universitarios a excepción de la niña, eran bastante llamativos con sus personalidades tan disparejas, pero de pronto todos se encontraron envueltos en historias descabelladas y graciosas; entre ellas, Gabriel pudo descubrir ciertamente que la niñez de su pareja no fue tan oscura, no realmente si él y Dean eran capaces de sobrepasar un barranco en bicicleta para terminar en excremento de caballo.

Definitivamente la cena fue mejor de lo pensado.

.

.

.

Sam regresó de la casa de su hermano una semana después, el primero de mayo justamente para iniciar su jornada laboral como dios manda y bajo la enorme torre de papeleo que Gadreel no quiso ordenar. Con la promesa de volver el tercer domingo del mes para una carne asada, se separó de su hermano con un abrazo prometedor y la finalización de seguir conversando con Kevin y sus muy excitantes ideas de protección al medio ambiente.

Curiosamente, regresó a su apartamento en su lujoso edificio, pero no sólo. Se trajo consigo una humilde y noble cantidad de fotocopias de buena calidad de su mamá, de John teniéndolo en brazos dentro del impala, de su madre de nuevo y hasta Bobby aparecía en algunas de su cumpleaños; según Castiel, Dean las mantiene dentro de su estudio o de su dormitorio porque se le hacía injusto que sólo el presumiera de ellas y Sam no. Ahora sin esa excusa, Sam gozaba de esas fotos en su propia sala por primera vez decorada a su personalidad con esos marcos. Seguramente la sala de Dean estaba igual.

La segunda cosa que trajo consigo fue el número telefónico de su hermano, el cual parece descubrió el maravilloso mundo de las redes sociales, evitando las llamas incomodas rescatadas por mensajes en chat. Dios salve al creador de las aplicaciones de WhatsApp, y los memes. Según Dean y su retorcido sentido del humor.

La tercera e igual de importante, es que desde la primera noche de regreso Gabriel se quedó con él, y no ha vuelto a su propio apartamento. No que le molestara, en realidad.

De hecho, esa mañana días después de su regresó Sam seguía acostado en su cama apenas despierto por la luz del día. Fueron largos días de papeleo, pero por fin había terminado y ningún caso pendiente por el aire, sin obligarle a levantarse temprano, sobretodo porque el sexo de la noche anterior fue intenso.

Fue en esos momentos tranquilos donde apenas se da cuenta que la maleta de su novio sigue ahí en su habitación, que la chaqueta de Gabriel sigue colgando del perchero al lado de la puerta de entrada y que ahora seguramente habrá dos pares de tazas de café de la cena que no deberían estar sucias al mismo tiempo.

No era distraído, no era una de las características de su sangre ser así, sino que al contrario su cuerpo aceptaba lo normal como algo fundamental y lo que pareciera raro era rechazado de inmediato alertándolo. Entonces, se puede decir que tener ahí a Gabriel era de lo más normal del mundo para él y su sistema nervioso.

El apartamento de Sam era extenso y abierto por completo, sin paredes que dividieran más que la cocina, y eso que tenía un gran cuadro ventanal a la vista de todo el lugar. De dos pisos, en la parte de arriba su cama y su librero, más allá su escritorio personal y su closet que era una habitación chiquita pese a que solo colgaban los trajes necesarios de la semana.

Dada a la perfecta visión del sitio, Sam desde la cama podía ver como Gabriel ya estaba de pie y en pantalones de chándal, moviendo sus pies sobre el piso liso y lavando su recientemente usada taza de café e ignorando las de la cena aún sucias. Sam no pudo evitar pensar que ahí, justamente como estaba su novio, lucía bien; fuera de lo físico, lucía bien, normal, adecuado, realmente no había definición correcta que pudiera dedicarse al hermoso y gustoso sentimiento que atravesó a Sam al ver al reportero en su cocina como si fuera la propia.

Tal vez por eso Sam apenas se dio cuenta que su novio ha vivido con él casi cinco días, y que han sido de lo más hermosas, por su misma hermosura de lo más normal en su vida desde que Gabriel entró en ella.

Hacía todo en movimientos lentos, perezosos y miraba fijamente a través de los ventanales que daban directo al panorama de la ciudad; sus cabellos más claros colgando sin impedimentos sobre sus hombros y en su concentración a veces tapaban sus ojos, los bellitos de sus brazos relucientes por su tono oro y los nacimientos de su barba comenzando a notar su presencia. Entonces eso ya parecía un poco fuera de lugar en el hombre, que regularmente se caracteriza a si mismo por no estar en un solo lugar ni dentro de un cuarto de 4x4 con un aspecto estrenado de cine.

Gabriel debió sentir su potente mirada sobre sí mismo, porque cerró la llave y giró su cuerpo desnudo del torso para arriba en dirección al abogado, quien, sin moverse de su misma postura adormilada, atrajo al ojimiel sin decir nada.

Gabriel sonrió en su lugar y decidió arrastrar sus pies por el piso hasta empezar a subir las escaleras que iban directo a la cama. A Sam comenzaba a encantarle la arquitectura de su casa, por la imagen del cuerpo de Gabriel subiendo frente a sus ojos sin obstáculo alguno.

El fotógrafo llegó al segundo piso y en su mano llevó un vaso con agua, conociendo a Sam y su afán por tomar algo de líquido matutino para quitar lo pastoso de su boca. Otro bonito revoloteó paso dentro de Sam y el pequeño gesto iracundo de su pareja.

Al terminar de beber del vaso y acomodarse sobre las almohadas en el proceso, lo dejo sobre su buró al lado de su cama, notando apenas que había un sobre y una carta mal doblada en el mismo lugar. Sam la ignoró, con ganas de ver los ojos dorados del fotógrafo de nuevo.

Gabriel notando que la tradición de la bebida fue terminada, se acostó sin palabras sobre el cuerpo de Sam, algo inclinado por la montaña de almohadas detrás de él, pero en el ángulo perfecto para que la cabeza de Gabriel terminara bajo su barbilla.

El momento en sí era tranquilo, arrullador y daban ganas enserio de no tener que ponerse de pie el resto del día. Apenas darían las ocho de la mañana, pero eso motivaba más a no abandonar tan agradable cama y caliente compañía.

Así había sido los últimos días, silenciosos y relajantes. Se despertaban un poco antes que el despertador y ya sea que Sam se recostaba sobre su pareja para que le pasara sus dedos quemados por la pólvora del pasado por su cabello, o que Gabriel intentara despertar a Sam a besos y cosquillas, según el incitándolo a pararse cuando al contrario, quería tenerlo todo el día así con él; seguía el compartir el baño o la ducha, los dos intentando cocinar algo decente y después verse de nuevo hasta la noche, cuando Sam pasaba por Gabriel para cenar y terminar en la cama. Días agradables, ciertamente.

Esa mañana Sam pasaba sus dedos estirándolos y retrayéndolos sobre la piel bronceadita del fotógrafo, sintiendo bajo sus yemas la suavidad de esta y su temperatura, sobre los hombros y la cintura. También la tensión que estaba cubriendo toda la espina vertebral de Gabriel, así como los pequeños y apenas detectables temblores que traspasaban a su propio pecho. Eso ya no era tan normal.

—¿Gabe? ¿Qué ocurre? — el castaño intentó separarse para checarlo, pero Gabriel se aferró más a su pecho escondiendo su rostro.

—Lee la carta. — eso no fue una orden, ni una petición. Fue como una obligación soltar esas palabras, de las que apenas fueron audibles y seguras.

Sam preocupado, dejando un brazo sobre el hueco en la espalda baja de su extraño novio, extendió el izquierdo para tomar la dichosa carta del muro que causaba tanta turbulencia. Entonces el castaño va notando, que es la misma carta de hace unas semanas que estaba sobre la mesita de té en la casa de Gabe; arrugas viejas competían con nuevas, manchas de café y lo que parecía ser marcas de uñas en las esquinas. El sobre amarillento y la hoja gruesa.

Abrirla fue una odisea con una mano, el sonido del papel desdoblado era lo único que tenía audio en la escena, mientras Sam iba desplegando la hoja y lo primero que ve es el sello de la oficina presidencial de los Estados Unidos de América.

Las palabras eran muy huecas, demasiado fuertes y muchos tecnicismos en sus líneas sumándole una narrativa bastante brusca y seca. Para Sam y su entrenamiento en leyes no debería ser un problema, pero el después del shock de los primeros renglones, todo lo demás fue volviéndose confuso hasta cierta parte: a expensas de su gran historial, se le solicita a expansión inmediata, que considere como solicitud volver al servicio de la nación².

“Volver al servicio” fue suficiente frase para dejarlo helado y que todo lo demás en la hoja desapareciera de forma literal. De forma inconsciente, Sam aferro su brazo y su mano a la piel desnuda de Gabriel.

— ¿Qué es esto? — cuestionó con un hilo de voz. Buscando la forma de que su cuerpo recibiera más aire comenzó a subir y bajar su pecho de forma un poco más necesitada

Quien había mantenido la cabeza escondida en su pecho decidió armarse de valor y subir la mirada. Sam encontró aquellos iris dorados, temblando.

— Una carta del ejército. — la voz de Gabriel sonó forzada a ser escuchada, así que tragó en seco lambiéndose los labios, para que la siguiente oración saliera con más volumen. — Sam, debo volver a Afganistán.

La respiración del castaño se detuvo, los temblores de Gabriel pararon y la carta de pronto empezó a pesar tanto, que fue a parar al suelo y ellos dos seguían detenidos en el tiempo, porque eso simplemente inicio toda una paradoja oscura cubriéndoles. Pero ninguno era de los que se quedaban quietos ni reaccionaban lento, pese a lo que se hiciera no fuese correcto.

— ¿Por qué?

—Intente decírtelo, pero no podía. No encontraba la…-

—¿Por qué? — Sam no quería excusas, jamás le han gustado, siempre yendo tras la verdad, aunque doliera.

— Todo teniente o capitán en vigencia deberá volver a servicio como instructor de fuerzas afganas hasta finalizar el último mandatario presidencial. Volveré hasta el próximo año, en enero.

El próximo año. Enero. Más de seis meses lejos, más de seis meses en la línea de fuego; sin verse, sin tocarse, Sam estaba seguro que en zonas restringidas como lo era todo aquel país ni siquiera una maldita llamada telefónica. Cartas, muy apenas, y posiblemente Sam estaría tan ansioso como de recibirlas como que no, porque una de ellas podía ser escrita a computadora notificando que Gabriel cayó en combate.

Caer en combate.

— No, Gabriel. — Sam se sentó de un salto, llevándose a Gabriel dejándolo sobre su regazo. El fotógrafo buscaba aire para hablar, pero manteniéndose firme.

— Debo ir.

— ¡¿Pero por qué, maldita sea, quieres volver allí?! — gruñó Sam sin entender

— ¡Son niños, Sam! — gritó Gabriel con fuerzas para detener su balbuceo, como recordándose a sí mismo el motivo — Los que mandan a pelear, a quienes van a abandonar. Sí puedo enseñarle a alguien como sobrevivir, lo haré. ¡¿No lo harías tú?! ¡¿No lo hizo Dean?!

Sam tenía en sus brazos un cuerpo caliente, suave, con cicatrices que le hacían ver como la persona más valiente y maravillosa del mundo; maldita sea si no lo creía, si no pensara el también en que niños en Afganistán o jóvenes soldados novatos como Jake Thaley, merecían la oportunidad de sobrevivir. ¿Pero a costa de estar lejos de Gabriel? ¿De posiblemente no volverlo a ver?

 — Sam — Gabriel intentaba estar más sereno, posiblemente porque Sam no lo estaba dejando respirar muy bien, pero no había queja —, cuando paso lo de Amal y Héctor me sentí un inútil creyendo que de nada servía intentar salvar una vida, porque no valía la pena este infierno que se convirtió el mundo. Pero te conocí, Sam, y demostraste que a pesar de toda atrocidad, siempre hay esperanza. Eres mi esperanza, y ahora necesito ir a enmendar mi error, mi cobardía, y darle este valioso tesoro a alguien más.

 

Lo peor de todo es que no era algo a discusión, ni siquiera una pregunta de su opinión, Gabriel se quedó todos esos días disfrutando de algo que pudo durar toda una vida, de degustarlo, disfrutar lo que era ser mundano. Ahora todo se terminaba, el sueño bonito acababa.

Sam tuvo que abrazarlo, abrazarlo tan fuerte como pudo y sentir que el gesto se le devolvía igual y con intensidad.

Pronto terminaría, iba a terminar. Sam lo apretujo más, antes de dejarlo ir.

 

Notas finales:

-------------------

 

¹Fabrica de carrocerías me refiero al lugar donde hacen las partes externas del auto

²Una sola vez en mi vida vi una carta que solicitaba a un soldado regresar de forma activa a la base. No recuerdo las palabras y a esa edad no entendía las mayorías, pero en mi cabeza y en mis pesadillas, fueron lo que más se gravo en mi memoria.

La razón por la que me tarde mucho, pese a mis planes, es porque mi relación con mi pareja termino. El pedo fue que este fic estaba basado en mi relación, en mi Gabriel. ¡El amor no existe, así que nadie debe amar nunca!! 

.

.

.

ALV! :v

Si estoy deprimida chicos pero no es para tanto, ya en un ratito subo el epilogo para que no se me desanimen xD


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).