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L'appel de la vie por Girlyfairly

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Notas del capitulo:

Hola chiquitos. 

Segun esta cosa mi última actualización fue el 14 de Enero :o lamento mucho el retraso, pero es que estaba bloqueada, algo así.

Les confesaré algo y espero no se molesten, aún pienso mantenerme fiel al final que tenía en mente desde que inicié la historia, pero me salí levemente de mi trama original, lo que originó posiblemente mi bloqueo, pero ya está aquí el nuevo capítulo. 

Les confieso que tengo mucho miedo y no sé porqué, bueno si sé, más bien son nervios antes que miedo, porque he trabajado como una semana en este capítulo, me costó mucho hacerlo y estoy con los nervios de no sé si les gustara, porque créanme que lo he borrado al menos cuatro veces. Si sabía lo que quería pero cuando lo escribía no me gustaba, cambiaba un poco las escena sin despegarme de lo que quería pero sucedía lo mismo. No diré que es el mejor capítulo del mundo pero me siento satisfecha, y realmente espero que les guste :)

Tengo dos historias largas y otra que actualizare cada que pueda al no ser tan "seria" pero yo contesto reviews solo de la historia que actualizo, por los que los reviews de mi novela mexicana "No te enamores" los llevo al día, pero también me actualizare con los reviews de éste fic, siempre los contesto todos :*

Hoy si, empecemos.

8.RESTE AVEC MOI.

Un minuto más significaba uno menos para seguir encerrado en ese lugar, uno menos que lo separaba de poder escuchar su voz, uno menos para volver a ver los únicos orbes miel capaces de apaciguar la ansiedad que le embargaba las últimas semanas cada que las agujas del reloj se acercaban tortuosamente lentas a la hora que anunciaba su libertad.

Sus informes yacían apilados al lado izquierdo del escritorio. Ahora su quijada posaba desganada sobre una de sus manos, mientras sus profundos orbes se mantenían abiertos de par en par, casi sin parpadear, fijos en el reloj que colgaba en la pared frente a todos los cubículos, entretanto los dedos de su otra mano tamborileaban firmes sobre la madera. Un golpeteo al cual sus compañeros ya estaban acostumbrados luego de semanas, ya no parecía importarles, ni mucho menos incomodarles, todos sabían que ese repiquetear cesaría una vez la aguja grande del reloj se posase sin miedos apuntando al número doce, la señal que todos tomaban como el fin de la jornada laboral, aprovechando para estirarse un poco sobre sus asientos y desentumecerse antes de pensar en dejar sus puestos. Claro que todos esperaban con ansias que esa hora llegase, pero en Lawliet la emoción era más evidente, o al menos es lo que la mayoría había notado cada que lo veían dejar la oficina a grandes zancadas, agitando la mano a todos a manera de despedida, mientras una sonrisa jamás dejaba sus labios.

Y no era para menos, el júbilo que embargaba en su pecho quizá solo podía ser comparado con el de un niño que acaba de descubrir que su regalo de Navidad será la bicicleta que tanto quería. Un regocijo tan palpable que no era interrumpido o modificado ni cuando Matsuda le molestaba fingiéndose indignado porque habían días que el azabache no compartía las horas de almuerzo con él; en cambio se iba a un lugar alejado, pareciendo querer esconderse o no ser molestado por los demás.

Porque las ultimas ocho semanas Lawliet aprovechaba cualquier momento libre, por ínfimo que fuese, para llamarlo. Escuchar su voz, su risa, sus quejas y alegría le llenaban  de tantas emociones que a veces no entendía como su pecho podía soportarlas todas sin colapsar en el intento.

Light le había explicado lo que el doctor le había dicho respecto al "estirón" pero jamás pensó que cada cambio, por mínimo que fuese, iba impactar tanto en él. En él quien ahora se imaginaba un futuro muy distinto al cual alguna vez quiso, un futuro donde ahora formaba parte una pequeña personita cuyo rostro desconocía.

Mentiría si dijese que el miedo no se hacía presente de vez en cuando, pero era más un miedo a lo desconocido que un rechazo en sí. Un miedo que a veces lo atacaba cuando regresando a casa debía meterse solo en su cama, ese colchón que se sentía igual de vacío desde que Light había partido.

Porque aún él se negaba a regresar, y Lawliet había prometido no presionarlo. La espera podría resultarle tortuosa sino fuese porque consideraba que, pese a todo, estaba atravesando uno de los momentos más felices de su vida.

Cada día, en lugar de regresar a casa luego del trabajo, desviaba un poco su camino para dirigirse a casa de Misa, donde pasaba al menos dos horas antes de partir.

En algunas tardes Misa se encontraba libre, tardes que aprovechaba para charlar un rato con ella. Pero en algunas otras ocasiones ella se encontraba ausente, ya fuese por el trabajo o la universidad, y aunque fuese alguien que le agradaba y con quién estaba eternamente agradecido, prefería cuando no estaba presente, poder disfrutar del tiempo a solas con Light era lo que más ansiaba día con día.

Y éste no sería la excepción. Con una mano intentaba ingresar la llave en la puerta del auto mientras con la otra manejaba su celular, marcando con su dedo pulgar aquel numero que de memoria ya sabia, solo para notificarle que pronto llegaría, como siempre lo hacía.

—Te ves muy feliz.

Se irguió por completo dando un leve respingo, el celular casi resbaló de su mano pero logró tomarlo a tiempo. Y es que no era el repentino susto que le había causado aquella monótona voz lo que lo había puesto más pálido, era que él reconocía a quién pertenecía.

—Kiyomi...— jadeó torciendo una sonrisa, intentando modular la voz mientras giraba lento para poder dar la cara a la pelínegra, cuyos ojos estaban sobre unas marcadas ojeras rojizas, odio y decepción fue lo que percibió en ellos.

—Solo pase a dejarte esto— manteniendo su rostro estoico extendió uno de sus brazos, entregando una sudadera color negro, la cual Lawliet reconoció como suya antes de tomarla tímidamente —. Me la prestaste la noche que fuimos a ver el juego de béisbol, cuando terminamos haciendo el amor en tu auto, ¿recuerdas?— continuó, hablando entre dientes, sintiendo que la garganta podría cerrársele a causa de todo el dolor que tenía atorado.

Quería gritarle y hasta golpearlo, que sintiera aunque fuese la mitad de un cuarto de todo el dolor que ella había sentido, porque verlo tan sonriente le había hecho hervir la sangre. Pero se contuvo, aunque sentía los ojos anegados retuvo las lágrimas y prefirió morderse la lengua antes de soltar alguna otra palabra, porque aunque quería gritárselo todo una y otra vez en la cara, quería convencerse que no valía la pena como le había dicho Jeannette. Y es que ella estaba segura que no lo valía, pero eso no significaba que no le dolía.

Un dolor que Lawliet pudo percibir, porque aunque fuese en un rostro diferente, ese semblante ya lo había visto antes. Un par de ojos anegados en decepción lo estaban atravesando de nuevo, saberse que era el causante le dolía en demasía. No la amaba, pero eso no significaba que ella lo merecía.

—Kiyomi... yo...

—Ayer lo he visto— interrumpió, cruzándose de brazos y apartando la mirada, sin agachar el rostro —. Al igual que tú se veía muy feliz— finalizó tosca, sin poder evitar traer a su mente el efímero instante que lo había visto en el almacén, acompañado de otra chica mientras ambos esculcaban emocionados en el área de bebés. Y a Kiyomi se le había hecho claro el motivo, ese vientre abultado era difícil de ignorar, pero su envidia no le permitió decir algo al respecto, no porque odiase al muchacho, más bien odiaba lo que tanta felicidad podía significar: ellos estaban juntos.

—Sé que fui... 

—¿Han podido solucionarlo?, ¿están de nuevo juntos?— interrumpió de nuevo. Las lagrimas de sus ojos se habían secado, pero su mandíbula se negaba a relajarse.

—¿Puedo hablar?— se cruzó de brazos apoyándose levemente sobre su auto. Sabía que ella no dejaría de existir de la faz de la tierra, pero había deseado no encontrarla de nuevo, justamente porque no sabía que diría el día que la tuviese enfrente otra vez, y el hecho que lo estuviese interrumpiendo cada que abría la boca no le estaba haciendo las cosas más fáciles.

—¿Alguna vez me quisiste?— las palabras le resultaban pesadas e hirientes, dañándole la garganta al salir. Pero necesitaba saberlo. Por fuera su rostro podía mantenerse severo, aunque por dentro sentía que el corazón le temblaba inundado en miedo.

—Si— confesó suave luego de meditarlo unos segundos, levemente encorvado porque todo el peso que debía cargar debido a su error era patente —. Pero no te amé— finalizó, tragando grueso al ver el flaquear en aquellos ojos grisáceos, perdiendo cualquier brusquedad a causa de sus palabras.

—No se te ocurra decir que a él sí lo amas— masculló al verlo abrir los labios para continuar, viéndolo arquear una ceja confundido —Cuando amas a alguien no vas y te revuelcas con otra persona.-

—Cometí un error, no quise lastimar a nadie, pero amo a Light— aseguró levemente indignado porque nadie mejor que él sabía lo que sentía. Era su corazón el que se aceleraba al verlo, eran sus manos las que temblaban por sentirlo, eran sus labios los que ansiaban besarlo.

—Eres lo suficientemente maduro para tener una idea de cuáles serán los resultados de tus decisiones, pero fuiste lo suficientemente egoísta para continuar de todas formas, no importándote a quien dañabas, solo pensando en tu satisfacción.

Kiyomi sonrío ladinamente al verlo desviar la mirada. Y es que esas palabras le habían calado, era sincero al decir que el daño causado era algo que le había quitado el sueño muchas noches, pero no había manera de refutarla, egoísmo lo describía perfectamente.

—Hay errores que no tienen remedio— continuó ella —, aunque ahora sonrías te aseguro que la persona a la que decías amar no será feliz a tu lado, vivirá con el miedo que vuelvas a engañarle, con la incertidumbre de si tus labios se recrean en la piel de alguien más, intranquilo de cada una de tus salidas y esculcando en tus cosas constantemente. Eso no es vida, o para mí no lo sería— giró sin esperar respuesta, encaminándose decidida, un taconeo que hacía eco mientras algunos se giraban ante su contonear. Una silueta que, aunque se volvía difusa mediante se alejaba, no podía dejar de ver; erguida, elegante, confiada, con fornidas pisadas que le retumbaban en la cabeza casi al mismo duro ritmo de su agitado corazón, quedándose inerte, completamente helado, incapaz de reaccionar por culpa de sus palabras, las cuales se reproducían y clavaban sin piedad en su mente.

 


-_-_-

 

 

Uno a uno los días en el calendario se iban tachando, así el mes se iba acabando. Se había pasado la tarde limpiando la habitación en la cual dormía, dejándola lo más decente que había podido con su limitación de movimientos. Marcó una nueva X de color rojo sobre el día que estaba por acabar para luego dirigirse por un vaso con agua a la cocina.

Quizá la limpieza no hubiese sido tan difícil sino fuese por el hecho que ya no podía ni ver sus pies al agachar la cabeza. Su vientre había crecido tanto que dormir cómodamente por las noches era todo un reto, ni hablar de levantarse de la cama por las mañanas, de las maniobras que se tenía que armar para lograrlo, aunque lo más difícil, según él, era buscar la forma de recoger algo que había caído al suelo.

Sus pantalones hace semanas ya no cerraban, había debido cambiarlos todos por unos deportivos, los cuales todos casi parecían del mismo estilo, solo cambiando un poco el color. Sus camisas tampoco le abrochaban, y las que lo hacían los botones quedaban demasiado tensos, debiendo cambiar por camisas mucho más holgadas, de esas extra grandes que jamás pensó que podría usar.

Pero aún, aún con todos los cambios en su cuerpo se sentía feliz, hasta el más mínimo avance lograba emocionarlo en demasía, y ni mencionar el hecho que en cada uno Lawliet hubiese decidido estar presente.

Se sentó con sumo cuidado en el sofá de la sala, viendo su reloj de muñeca para tener una idea de cuánto más tenía que esperarlo. Porque aunque no le había llamado como usualmente lo hacía luego del trabajo, estaba seguro que llegaría, como había llegado a diario.

Fuese quizá la sensibilidad por su embarazo o el amor que aún le sentía, pero muchas veces se había descubierto sonriendo solo de recordarlo, y es que Lawliet ya no sólo preguntaba por él, hace semanas que los tomaba en cuenta a ambos, tomándose el tiempo de acuclillarse para acariciarle el vientre mientras saludaba al bebé cada que llegaba en la tarde, y Light podía sentir derretirse de solo verlo agachado hablando de manera cariñosa con su hijo.

Y es que por una parte le emocionaba ver a Lawliet tan deseoso de ser parte de la vida del bebé, porque es lo que él deseaba para su hijo, que pudiese crecer con el amor de ambos. Pero cada vez le era más difícil intentar verlo solo como el padre y no como lo que aún era, su esposo también.

A veces no sabía ni de dónde sacaba fuerzas para ladear el rostro cuando veía al azabache acercarse con claras intenciones de besarle los labios, el como lograba separarse de él luego de un abrazo cuando lo que realmente deseaba era seguir embriagándose con la calidez de su piel.

Misa ya sabía lo que pasaba, ella lo apoyaría en lo que él decidiese al final, pero también le había recalcado que todos merecemos una segunda oportunidad, y por supuesto que Light creía en ellas. Muchas mañanas se despertó con la idea de poder hablarlo con Lawliet, de decirle que deseaba continuar con su matrimonio, que quizá no podrían solucionarlo de un día para otro, pero que estaba dispuesto a darle una segunda oportunidad. Podía pasarse el día entero pensando en las palabras idóneas, esperando el momento en el que Lawliet pasase a visitarlo luego del trabajo. Pero la cantidad de veces que se armó de valor creyendo que podría, fue la misma cantidad de veces que se arrepintió, porque al tenerlo enfrente las palabras no salían, todas las ideas que había tenido no lograban articularse en sus labios.

Lawliet no era malo, su inhabilitad de llevar a cabo lo que tanto quería no era un mero deseo sádico de verlo sufrir, ya había perdido la cuenta de la cantidad de veces que éste había dicho "lo siento" ni cuantas veces tembló cada que le escuchó decir "te amo". Pero le daba miedo, le daba miedo porque él también lo amaba y cada vez un poco más, le daba miedo intentarlo y que no fuese a funcionar, porque si la situación ya se le hacía difícil y aún a veces dolía, no quería imaginarse lo que tendría que soportar si su matrimonio fallase de nuevo.

Recostó la cabeza sobre el sofá, pero abrió los ojos abruptamente al escuchar el motor de un auto apagándose frente a la casa, dando un leve respingo al sentir un brusco movimiento en su interior, lo que le hizo sonreír antes de intentar ponerse de pie. Parecía que Light no era el único que se emocionaba cuando Lawliet llegaba.

—¿Me estabas esperando?— bromeó cuando se quedó con el puño alzado, la puerta se había abierto antes que él llamase a la puerta.

—Solo escuché el auto....— masculló levemente sonrojado, estaba tan ansioso por abrir que no se percató que lo había hecho antes de tiempo — ¿Qué traes ahí?—  se inclinó un poco curioso hacia adelante al ver que Lawliet traía una bolsa café en una mano, dejando de lado la vergüenza que había sentido antes.

—Es una sorpresa, pero antes permíteme terminar de saludar— se adentró a la casa, estirando una mano tomó por la nuca al castaño, para luego acercarse y hacer el amague de besarle la mejilla, pero el beso fue plantado justo en la comisura de sus labios, dejándolo inerte.

Pero sin darle tiempo de reaccionar o reclamar, procedió a agacharse para quedar a la altura del vientre de Light, dando un beso en la abultada zona antes de saludarlo de manera tierna, hasta pidiéndole disculpas por haber tardado.

—Hoy ha estado muy inquieto— comentó, con el rostro un poco desencajado ante un nuevo repentino movimiento dentro de su vientre.

—Quizá me extrañó— sonrió, acariciándole porque sentir esos movimientos le emocionaba, pero a la vez para calmarlo antes de erguirse nuevamente —Misa me ha contado que ayer fueron a comprar ropa, ¿encontraste algo?

—¡Si!, Misa está como loca, compró muchas cosas— con efusividad le tomó la mano sin pensarlo, antes de llevarlo a su habitación, Lawliet solo dejándose guiar, yendo detrás sin soltarle la mano —Me he pasado parte de la tarde acomodando algunas prendas en el gavetero.

Se quedó de pie casi en el medio de la habitación, sintiéndose dichoso de ser testigo de la emoción que embargaba al castaño mientras se sentaba con cuidado en la orilla de la cama, abriendo las gavetas del mueble que estaba al lado de ella, colocando mini camisas, mamelucos y pequeños pantalones sobre el colchón para que el azabache los viese.

—Se nota que lo eligió Misa— comentó divertido, tomando un pequeño mameluco color blanco entre manos, el cual en el medio decía "I get my awesomeness from my aunt" (obtengo mi genialidad de mi tía), lo gracioso es que la mayoría de prendas decían frases similares.

—Si, bueno, tomando en cuenta que ella compró la mayoría, no podía decirle nada. Además están muy tiernas, ¿no crees?— tomó una pequeña camisa sin mangas y de botones al frente color amarilla, extendiéndola hacia adelante para mostrársela al azabache —Le dije que nos esperáramos a saber el sexo, pero no quiso escucharme, por lo que la mayoría de prendas son lo que la gente llamaría como unisex.

—¿Y para ti no compraste nada?— se acercó para sentarse al lado de Light, ayudándole a doblar una a una las prendas que iba viendo.

—No...— masculló —Es que todos los pantalones de embarazo son para mujer, y las camisas tienen la parte de arriba grande como si yo tuviese pechos — se cruzó de brazos, haciendo un leve puchero que hizo a Lawliet reír por lo bajo, y es que verlo refunfuñando le había causado ternura —¿Te imaginas si tuviese que ir a un evento social?, lo único que tengo son pantalones deportivos, ¿sabes qué combina con pantalones deportivos? ¡Absolutamente nada!

—Pero si tú no asistes a eventos sociales— terminó de acomodar la ropa del bebé, intentando que estas quedasen por el momento en las gavetas de abajo, para dejar solo la ropa de Light en las de arriba y así evitarle que éste se tuviese que agachar.

—¡Pero si lo hiciese tendría que presentarme mal arreglado!— agitó los brazos levemente al hablar, intentando que el azabache que estaba agachado frente a sí entendiese la gravedad del asunto —Con pantalones que más parecen mallas y camisas cuyas mangas son como cinco veces más anchas que mi brazo, además... ¡auch!— se encorvó levemente manteniendo una mueca de dolor, abrazando su vientre, situación que provocó que el azabache dejase su labor y se desplazase con rapidez al lado de Light.

—¿Estás bien?, ¿¡que sucede!?— aunque se consideraba alguien calmado, se descubrió con el corazón agitado mientras con un brazo le rodeaba la cintura a su esposo, quien para tranquilizarlo alzó el rostro sonriendo lo mejor que pudo.

—Tranquilo, es solo que a veces realmente patea fuerte. Recuerdo que cuando te peleabas en la escuela casi nunca usabas los puños, solo los pies, a lo mejor y heredó de ti esa fascinación de patear cuando menos lo espero— bromeó, acariciando su vientre para intentar calmarlo, no había mentido al decir que se la había pasado inquieto el día completo.

—De seguro fue su manera de recordarte que ir por la calle mal arreglado es pecado, eso definitivamente lo heredaría de ti— se puso de pie frente al castaño, mostrándole la bolsa café que había traído, la cual Light le arrebató.

—¡Yo no soy así!— espetó ofendido, pero sus facciones se relajaron al sacar una camisa gris cuello redondo que en la parte del abdomen traía un dibujo que simulaba una abertura de la cual un bebé intentaba salir, con una frase arriba que decía "pandita en camino". —¡Lawliet, es perfecta! ¿Donde la compraste?

—La mande a hacer para que fuese justo para ti, que no quedase tan floja en la parte del pecho, pero con el espacio necesario para tu abdomen... ¡anda, pruébatela!— se encorvó un poco para tomar la floja camisa blanca de Light por la parte de abajo, jalándola hacia arriba para poder quitarla antes que el castaño pudiese reaccionar, porque Lawliet se moría por verlo con la nueva camisa puesta.

Se puso de pie para poder verse en el espejo de cuerpo completo que estaba frente a la cama, su vientre abultado solo hacía que esa zona de la camisa se viese completamente tensa, pero en lugar de verse raro, el dibujo del bebé intentando salir lo hacía ver adorable. Las mangas tenían el tamaño perfecto, sin apretar su brazo pero sin ser horriblemente flojo

—¡Me encanta!— con una sonrisa dijo las palabras que Lawliet tanto había esperado escuchar.

—Prometo comprarte más, pero primero quería ver si las medidas eran las correctas— se situó detrás, apoyando su mentón en el hombro del castaño, rodeándole con ambos brazos abarcándole apenas el abdomen —¿Tienes sueño?— preguntó al verlo restregarse los ojos con pereza por un leve momento.

—No ha parado de moverse, las veces que intenté dormir comenzaba a moverse más, como si le dijese que era hora de jugar— sonrió, dejándose guiar por Lawliet quien le había tomado la mano para llevarlo a la cama.

—Entonces debería dejarte descansar— Le acomodó una almohada al costado para que Light pudiese acostarse de lado y que el peso de su vientre quedase apoyado en ella sin causarle molestias, luego le acomodó una más entre las piernas tal como había leído en internet, todo para hacerle más llevadera la noche que, según Light, a veces se le volvían largas por la incomodidad. Se encorvó para darle una beso en la frente, pero antes de erguirse sintió un agarre en su camisa.

—Misa volverá muy noche.... puedes q-quedarte, acostarte s-si quieres— susurró desviando la vista, pasando desapercibido el brillo que se hizo presente en los ojos de Lawliet.

—¿Estás seguro?— tragó grueso y una sonrisa nerviosa se hizo presente al verlo asentir suavemente.

Se sentó con cuidado en la orilla, sintiendo sus manos temblar mientras intentaba soltar las agujetas de ssu zapatos. Con el corazón agitándose peligrosamente mientras a gatas se arrastraba sobre el colchón, completamente helado una vez se situó a su lado, ambos frente a frente, sintiendo en su abdomen la presión del vientre del castaño.

—Cuando tú lo acaricias se calma— bostezó cansado, pero sintiendo como adentro para su bebé la fiesta parecía seguir.

Y Lawliet ni lento ni perezoso posó su mano sobre la abultada zona, comenzando a hacer suaves movimientos sobre ella, pero sin dejar de ver los ojos miel de su esposo, los cuales a pesar de estar un poco cerrados por el cansancio no le apartaban la vista.

—Pensé que a las veinticuatro semanas ibas a querer saber el sexo de nuestro bebé, pero Misa me ha dicho que quieres que sea sorpresa.

—Si, y me dijo que no se iba a poder aguantar hasta el final de mi embarazo para comprarle ropa, por eso se aprovechó el día de ayer y me anduvo por todos lados— sonrió de lado, articulando cada palabra lentamente, la mano de Lawliet sobre su vientre no sólo estaba tranquilizando al bebé.

—Respecto a lo de antes...— comentó abrupto al notar que aunque Light lo seguía viendo, sus ojos cada vez se cerraban más y no quería que se durmiese sin dejar claro algo —-No te enojes si dije que nuestro hijo heredaría algo de ti que no te gustó, no lo dije por burlarme, amo hasta esa forma de ser tuya, es más, no tendría problemas si nuestro hijo se parece solo a ti.

—No digas tonterías— balbuceó levemente sonrojado, sintiendo los párpados cada vez más pesados —Se parecerá a ambos y será lindo... mientras no herede tus ojeras— bromeó, logrando que el azabache riese por lo bajo —O tu piel seca que se rehusa a volverse sedosa ni invirtiendo mis mejores tratamientos, o tu color peligrosamente pálido, o tu cabello rebelde que no agarra puesto ni con mis mejores cremas, o...

—¿Y que se supone que deba heredarle yo?— rió, divertido de verlo con los ojos cerrados pero sin parar de balbucear.

—Quizá... tu apellido...— bromeó, no pareciendo inmutarse ni cuando sintió la peligrosa cercanía de Lawliet, acabando con un sonoro beso en su mejilla.

Se acomodó sobre el colchón con cuidado, no queriendo incomodar a Light, que aunque podía asegurar que aún no estaba profundamente dormido, su respiración ya era más pausada. Le siguió acariciando, más por placer propio, le fascinaba la sensación de la tensa pero igualmente suave piel del abdomen del castaño, aunque más le emocionaba saber el motivo de su estado, que dentro cargaba una pequeña personita que llevaría la sangre de ambos, el resultado del amor que los había unido.

Un amor que temía no recuperar. Sabía que no debía ser tan pesimista, después de todo esto es lo más que había logrado en semanas, estaba a su lado viéndolo dormir, escuchando como su respiración se volvía más profunda mediante los minutos pasaban, pero que en ese silencio casi sepulcral las palabras de Kiyomi volvían a su mente, reproduciéndose una y otra vez.

Light se encontraba en su sexto mes de embarazo, hacia un poco más de cuatro meses que éste había tomado sus maletas para dejarlo. Le resultaba demasiado tiempo, de hecho cada día se le hacía eterno sin estar a su lado, pero sabía que su idiotez no era algo que podía solucionarse de un momento a otro. Sin embargo le agobiaba que su presencia pasase a significar solo como padre de su hijo, y no como esposo. Es decir, aunque en un principio se mostrase renuente, ahora estaba ansioso de formar parte de la vida de su bebé, pero también ansiaba por seguir siendo parte de la vida de Light, que ambos pudiesen considerarse uno mismo como lo había dicho en sus votos el día de su boda.

—Light...— susurró intentando no despertarlo, haciendo círculos con su dedo índice sobre la tersa mejilla del castaño para intentar calmarse, pero sentía la garganta cada vez más cerrada —Quiero que s-seas feliz... pero t-tengo miedo que tu f-felicidad no sea a mi lado...q-quédate conmigo, Light.

 

Notas finales:

Nuevamente, espero que les haya gustado.

Nos vemos en la próxima.


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