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¿Tú? ¡No puede ser! por Liss83

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Después de llegar de la fiesta en casa de los lores, Severus Snape le dijo a su esclavo que iría a su laboratorio a terminar unas pociones y que era libre de sentirse en su casa y usase lo que gustase

- ¿Donde puedo recuperar mi ropa? – dijo Sirius cruzando sus manos a la altura del pecho
- La llevas puesta – contesto el pocionista con una sonrisa picara -. Y te hace ver extremadamente bien, debo decir
- A mi todo me queda bien – dijo con arrogancia – soy un Black
- Y hablando así hasta pareces un Sliffering – siguió Severus picándolo
- ¡No me insultes Severus Snape! – grito indignado, empuñando la mano – yo soy un Gryffindor de pies a cabeza
- Mmm – dijo el aludido acercándose lentamente – eso tendría que comprobarlo
- ¿ A…qu… que… te… te… re… fieres? – tartamudeo retrocedió nervioso hasta caer sentado en un sillón, pero apelando a su lado Gryffindor se puso de pie al instante para replicar - ¿A que te refieres, serpiente ponzoñosa?
- ¿Tú que crees? – se inclino sobre su esclavo – demuéstrame que… - la chistas de la chimenea anunciaron que alguien quería pasar -. Hoy te salvo la campana. Pero no siempre será así – y alejándose dio la autorización para que pase la visita.


Por la chimenea paso Lucius Malfoy, con su porte aristocrático saludo a Severus e hizo una inclinación ante Sirius mientras le tomaba la mano para besarla, aunque Sirius quiso resistirse, pero termino sonrojándose
- Severus – se volvió hacia este – ¿ya tienes mi encargo?
- Claro – dijo este – vamos a mi laboratorio

Ambos hombres se fueron, olvidando que la chimenea estaba conectada. Sirius miro hacia todos lados y la atravesó rápidamente ¿Y ahora donde lo busco? Pensó regañándose por no haber querido nunca relacionarse con su prima después que esta se caso con la serpiente desteñida. Camino por unos pasillos, hasta que escucho unos pasos 
- ¿Lucius? ¿Eres tú cariño? – dijo la voz de Remus. - Ya tengo todo listo en la habitación – apareció detrás de un pasillo – para nues… ¡Sirius! ¿Qué haces aquí?
- ¡Moría por verte! - dijo abrazándolo - ¿estas bien? ¿no te ha lastimado? – le dijo poniéndole las manos ha ambos lado del rostro lo beso con toda la pasión y amor que sentía por él desde los once años, pero algo estaba mal, porque Remus, su Remus, no estaba respondiendo su beso como siempre
- Basta Sirius – le dijo separándose -. ¡Por Merlín! Eres un adulto para que te comportes de esa manera – lo regaño frunciendo el entrecejo -. Ahora pongamos las cosas claras. ¡Mírate! Eres… Ya no eres nada. Ahora todos te reconocerán como lady Snape, un pobretón. – Sirius no daba crédito a lo que escuchaba – La fortuna Black esta en manos de Bella. En cambio Lucius – dijo sonriendo – me puede dar todo lo que tenia contigo y hasta más. Te imaginas, ¿si le diera un hijo? Nadie cuestionaría mi posición en el mundo mágico

No. Definidamente ese no era su Remus. Y lo confirmo cuando antes de dar media vuelta y dejarlo solo ahí, le exigió que se fuera antes Malfoy los viera y arruinara sus planes. 

Lo que no había logrado ni la muerte de James, ni la traición de Peter, ni el ministerio con su persecución durante años, nisiquiera el lord con su collar o Snivellus con sus humillaciones, lo había hecho Remus Lupin en cinco minutos. ¡Lo había vencido!

Regresar a casa de Snape ya no tenía la misma gracia. Durante las últimas horas su mundo se había en picado y él estaba atado de pies y manos. Horas después su amo regresó. Este ordeno que se sirviese la cena, pero la comida no tenía sabor, el vino le sabia amargo después de aquel encuentro. Tras eso fueron a la recamara y Severus le indico donde podía encontrar ropa de dormir. Al revisar nuevamente el armario, igual que antes, todo lo que encontró allí fue ropa de mujer. Lo miro detenidamente, pero no tenía ganas de pelar. Por lo menos hoy no. Se vistió y se metió en la cama, desando tener la poción para dormir más fuerte que existiese. No. Él no quería dormir, él quería morir, pero su ahijado lo necesitaba y no lo abandonaría


* * *


Remus Lupin estaba sentado en el suelo de la habitación, con el rostro bañado en lagrimas intentando clavarse un cuchillo en el vientre o cortarse las venas, pero era imposible simplemente su piel parecía impenetrable. Le había roto el corazón al amor de su vida. A su otra mitad. Él no había querido decir aquellas malditas palabras. Salieron sola y no entendía el porqué. Todo el tiempo había intentado decirle a Sirius que por primera vez en su vida tenía terror. Terror de perderlo a él

Lucius no era nada en su vida. Nunca lo había sido, ni nunca lo seria. Él se lo dejo claro en sus tiempos de colegio, cuando el rubio le había ofrecido el cielo y las estrellas.
- No podrás – dijo una voz tras él – tu cuerpo me pertenece y yo no quiero que mueras – se acercó y se sentó detrás de él y le acaricio la cintura -. Tengo grandes planos para nosotros – le beso el cuello. 
- ¿Por qué? – susurro - ¿Por qué? – sus lágrimas cayeron libremente
- Porque soy un Malfoy – le empieza a sacar la túnica – y siempre tengo lo que quiero y te quiero a ti. Sin contar que necesito un hijo.
- Tienes a Draco – replico el Gryffindor – sin contar qué soy un hombre

Malfoy hizo honor a su nombre haciendo aquella sonrisa
- Pero él no nació de ti. -
Lentamente bajo sus manos por su cintura, le acaricio sus muslos, colando sus manos por debajo del pantalón. Lo jalo lentamente hacia abajo y beso sus muslos desnudos. Los mismos que tantas veces se habían abierto solamente para que Sirius se deleitara en ellos. 

Lucius los acaricio mientras lo acomodaba sobre la alfombra. Sintió como una lengua intrusa degustaba su esencia de hombre sin ningún tipo de pudor. No supo cuando cerro los ojos, pero los abrió cuando una voz le ordeno que lamiera aquel pedazo de carne que estaba colgando sobre su cabeza a la altura de su boca, la misma que se abrió para tragar entera una hombría que no era la de Sirius. Su lengua acariciaba ese trozo de carne del cual extraía un manjar tan diferente aquel que lo llevaba al firmamento e incluso mas allá aun 
- Abre las piernas – se le ordeno y su cuerpo lo estaba traicionando vilmente un instante después. Unos dedos se abrían paso por aquella cueva oscura y húmeda que había entre sus muslos. De su boca salían gemidos que se convertían en gritos de placer cuando fueron remplazados por mástil erecto que el mismo se había preparado. 
Jamás se había sentido tan pleno teniendo a un hombre dentro suyo. Y no a cualquier hombre, sino a aquel que jamás quiso cerca suyo.
Las certeras embestidas lentas y tortuosas fueron seguidas de una explosión de sensaciones en su piel que solamente debería sentir en otros brazos. Escucho una carcajada, mientras su boca se abría y el mismo infierno bajaba por du garganta, arrasando su cordura a su paso

 


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