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Luz de fuego por Himitsu furikou Akira

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Notas del capitulo:

Esta pronto todo cerca del el fin, bueno no el fin fin pero algo asi.

Estoy pensando en hacerlo todo como uno sola historia o dividirlo en tres partes... Ustedes opinen de que manera lo quieren o ven mejor

Gracias por seguir leyendo y comentando, me hacen muy feliz

Estoy despierto, cuando Ryo se va a la escuela el lunes por la mañana, pero no me levanto. Me hago el dormido, mientras se viste. Cuando él y mamá se fueron, me levanto, y me preparo un omelet como los que me hacía papá, y no puedo evitar entristecerme porque fue el quien me enseño.

Por la tarde, ya he tenido suficiente del silencio sepulcral de casa. Ya es suficiente de preocuparme sobre qué hará o no hará Seijuuro. Salgo a caminar. Después de cinco minutos, llego al campo de golf, y hago una pausa para disfrutar la vista de la verde inmensidad tan fuera de lugar en medio de tanto edificio y asfalto.

Me detengo, y recorro la hierba con mis dedos, hasta ganarme miradas curiosas de los ancianos jubilados que abarrotan el lugar.

Jurando tratar de volar otra vez esta semana, me dirijo a casa, planeando mi siguiente movida, algo como irrumpir en la casa de Seijuuro y ver de nuevo ese mapa, aunque me de escalofrios. Cuando llego, la Sra. Reika está afuera, regando sus plantas.

—Entonces eres tú —Detengo mis pasos, dirigiéndole la mirada cuando le escucho llamarme.

— ¿Disculpe?

—Tu madre me dijo que uno de ustedes había sido suspendido del colegio.

Genial. He confirmado todas sus sospechas sobre que había dejado a una familia de sinvergüenzas, rentar su casa de la piscina.

—Supuse que habías sido tú. —Añade con cierta cantidad de entusiasmo, y me giro para seguir caminando en dirección a la casa— Preparé pastel de carne —grita.

— ¿Qué es eso? —Me detengo para preguntarle.

—Carne molida de res, y de cerdo, cebolla, pimientos. Un poco de crema agria encima. —Se encoje de hombros—. En caso de que tengas hambre, preparé bastante. Nunca me acostumbré a cocinar para una persona.

La miro fijamente por un momento, reevaluando mi opinión sobre ella. Tal vez no era entrometida, solo algo solitaria. Especialmente atrapada todo el día y la noche, sola en una silenciosa casa. Sola, como yo.

— ¿Está segura? —Respondo— ¿Cuando?

—Sí, está caliente justo ahora. —Se acerca a mí de manera natural, y me arrastra dentro de su casa.

Al día siguiente, no espero una invitación. Me dirijo hacia donde la Sra. Reika tan pronto como mamá y Ryo se han ido; quiero acompañarla, me nace, y ella así me lo ha pedido.

La Sra. Reika no habla mucho. Ella cocina, y hornea mucho. No estaba bromeando cuando dijo que siempre estaba preparando mucha comida. Me alimenta como si fuera un inválido que necesitara engordar. Es agradable.

Su compañía mantiene a Seijuuro fuera de mi mente.

Después de un desayuno de tostadas espolvoreadas con azúcar en polvo y cajeta, oigo un sonido, y bajo mi tenedor hacia el plato.

La Sra. Reika también lo oye.

— ¿Esa es tu puerta?

Me levanto hacia la ventana de su sala.

—No sé quién podría ser… —Le digo, mientras me asomo a través de las persianas.

Seijuuro está parado frente a la puerta de la casa de la piscina.

Me congelo, sopesando mis opciones. ¿Puedo tirarme al piso y esconderme sin que él se dé cuenta de que estoy aquí? No estoy listo para esto. Para él.

— ¿Es tu novio? —Escucho la voz divertida de la Sra. Reika a mis espaldas—. Es muy guapo.

Ladeo mi cabeza.

—No… si... no.

Ella se ríe, un sonido bajito, pero sin burla.

—Bueno, está aquí por ti, eso es seguro. ¿Por qué no vas a hablar con él?

Yo le doy una mirada.

— ¿Qué? ¿Mala idea? —Pregunta — ¿A qué le temes?

Sacudo la cabeza un poco ferozmente.

—A na-nada.

Pero eso es mentira. Sí, tengo miedo. Temo lo que él dirá. Temo las palabras que él no pudo decir en el baño cuando me vio, pero que estaban ahí, en sus ojos. Y ahora, las pronunciaría, listo para lanzármelas como flechas de púas.

De pronto, me llama a través de la puerta.

— ¿Kouki?

La Sra. Reika mira de reojo a través de las persianas abiertas.

— ¿Si no tienes miedo, por qué te escondes? Él no es abusivo, ¿O sí?

—No. Él nunca me haría daño… —Por lo menos no creo que lo haría. No lo hizo la primera vez que nos conocimos. Pero ahora… resoplo. Entierro mis manos temblorosas en mi camiseta.

Mi piel se aprieta. Escaneo el patio trasero, como si esperara ver a sus primos escondidos en los arbustos, esperando para saltar encima de mí. Miro hacia arriba, a través de las persianas. No hay helicópteros circulando.

Lo recuerdo en el baño, mirándome desde encima del cubículo. No he podido olvidar la expresión de su cara. Los ojos completamente abiertos con terror. El shock mientras me miraba, el chico que le gustaba, transformado en la mismísima criatura que él había sido criado para cazar. Un contraste demasiado grande desde la última vez que me vio en mi forma dragón. La diferencia es lo que hace que mi estómago se retuerza en nudos.

—Bueno, ¿Entonces qué estas esperando?

A que todo se vuelva más fácil. A que la vida deje de ser tan difícil.

Como nada de eso va a pasar, le doy a la Sra. Reika una sonrisa temblorosa, y salgo.

—Ho-Hola, Seijuuro… —Digo suavemente.

Él gira, y me mira como si estuviera revisando algo. ¿Qué? ¿Espera que me presente ante él manifestado por completo? ¿Alas, piel fiera, expulsando fuego y todo?

Su mirada pasa sobre mi hombro, y sé que está viendo a la Sra. Reika en la ventana.

—Vamos adentro. —Camino rápidamente, pasándolo, y entro a la casa.

Estoy especialmente contento por eso ahora. Con él aquí.

Oigo la puerta cerrarse tras de mí. En el medio de nuestra pequeña sala, me giro para enfrentarlo.

Entierro mis manos profundamente entre los bolsillos de mis shorts.

— ¿No deberías estar en la escuela?

Él me mira fijamente. Sus ojos son intensos, brillantes. El dorado brillando más que el rojo, y mi corazón se aprieta un poco cuando recuerdo el ámbar que mi mamá vendió, una parte de mi alma pérdida. Sus ojos siempre han sido penetrantes, pero esto es diferente. Es como si me estuviera viendo por primera vez.

Y creo que en cierta forma, lo está haciendo.

Está ahí, con esos ojos llenos de resentimiento. La traición. Yo le hice eso a él, y no puedo huir. Herirlo me hiere más de lo que nunca esperé. El dolor está ahí arriba, junto con el de haber perdido a papá. Con haber dejado al clan, a Kazunari, Tetsuya, y los demás. Con sentir a mi dragón esfumarse como niebla entre mis dedos, y haber traicionado a mi raza… aún si ellos estaban planeando cortar mis alas y traicionarme también.

—Me tomé el día libre. —Anuncia, como había preguntado.

— ¿Tu padre te deja…?

—No le pido permiso a mi padre para prácticamente nada. Mientras no repruebe, y sea el mejor en todo, a él no le importa. —Su mirada se profundiza—. A él le importan otras cosas. —Asiente, caminando lentamente hacia mí. Mi estómago se acalambra—. Puedes adivinar cuáles son esas otras cosas.

El calambre se convierte en un retorcijón severo. Aquí vamos. Igual podría decirlo yo, sacarlo ahí. Él sabe que yo lo sé.

—El negocio familiar. —Ofrezco.

Sus labios se aprietan en una severa línea.

—Sí. El negocio de mi familia, es cazar a la tuya.

Yo inhalo, odio preguntar, pero tengo que saber.

 —Les dijiste sobre...

Su voz se endurece.

— ¿Realmente crees que todavía estarías vivo si lo hubiera hecho? —Sus furiosos ojos me desgarran.

Me hundo en el sofá más cercano.

—Imagino que no.

Él sacude la cabeza.

—Viste esa habitación en mi casa…

—Si. —Dije rápidamente, sin querer discutir la sala de trofeos de su familia. Me atormentaba cada vez que cierro los ojos—. Sé de lo que es capaz tu familia.

— ¿Y aun así fuiste a mi casa? —Suelta— ¿Quieres morir?

— ¡No tenía opción! —Me abrazo a mí mismo, presionando fuertemente, como si pudiera escudarme de su furia.

Suspirando, él se agacha a mi lado, más cerca de lo que esperaba. Más cerca de lo que lo quiero ahora. Huelo su jabón. Su piel. Lentamente, el ardor crece en mi pecho hasta que saboreo el calor en mi boca. Humo en mi nariz.

—Imagino que tú no eres un Gaki… —Dice—. Eres un... dragón.

Puedo ver que le cuesta decir eso. Casi sonrío.

—No. No soy un Gaki, y no somos dragones. No desde hace mucho tiempo. Nosotros descendemos de ellos.

Asiente lentamente, después se inclina más cerca, con ojos enojados.

—Te divertiste mucho con todo esto, ¿No? —Su voz es como un cuchillo de metal, arrastrándose sobre un vidrio, muy molesto.

—No. — Tiemblo. No sé si por temor o placer. Tal vez los dos. Él realmente no debería estar tan cerca de mí—. Nada de esto ha sido lo que yo llamaría divertido.

—Creo que no. Sabes, podrías habérmelo dicho…

— ¿Podría? —Paso una mano sobre mi frente—. Como si tú hubieras sido tan abierto conmigo… —Por lo menos mi voz es fuerte, pero aún si me estremezco por dentro.

Su expresión se endurece como piedra.

— ¿Qué esperabas que hiciera? ¿Decirle al chico que no puedo sacarme de la cabeza, que mi familia caza criaturas míticas? ¿Qué están obsesionados con la persecución? La matanza, haciendo dinero por asesinar…

— ¡Para! —Subo mis manos, tratando de deshacerme del mal sabor en mi boca, detener el rebote en mi estómago. Porque no quiero saber todos los detalles. No puedo soportar escuchar lo que su familia le hace a mi raza. Lo que él los ha visto hacer… tal vez hasta los haya ayudado. De pie ante toda esa tienda de horrores que él llama hogar, es un recuerdo que aún tengo que borrar de mi mente.

—Pero tú sabías… —Dice—. Tú me viste antes —Sus ojos son fieros, sus palabras son salvajes, cada una como la afilada herida de un cuchillo— Me conocías desde las montañas. Ese primer día en el pasillo, me reconociste —Sus ojos recorrieron mi cara, bajando a mi cuello y después por mi cuerpo. De nuevo, como si me estuviera viendo como me vio en esa cueva. En el baño.

Viendo a través de mi piel humana al dragón debajo de ella.

—Tenías que saber que yo nunca podría herirte. No lo hice entonces. ¿Cómo podría hacerlo ahora?

Me levanto, y voy hacia la cocina, desesperado por distanciarme de él en ese momento. Pero no me permite eso.

Me sigue, pisándome los talones.

—Supe que eras tú todo este tiempo. No te engañes. —Su mirada quema, fervientemente brillante. Toma mi cara con ambas manos, como si fuera a acercarme para darme un beso.

— ¿A qué te refieres? —Me libero, y camino alrededor de la pequeña mesa, confortado por tener algo entre nosotros.

Frunciendo el ceño, me mira fijamente y continúa.

—Antes de poder entenderlo, yo… te recordaba. Te sentía. —De alguna forma, eso no me sorprende. Parado frente a mi casillero con Ryo, había algo en sus ojos, en su cara.

Él levanta su mano de nuevo, y esta vez le dejo tocar mi cara. Me giro hacia su mano. Mi piel suspira contra su palma.

Su voz aviva el fuego en mi interior.

—Te recuerdo. Eras como fuego ardiente en esa cueva, todo brillante, y un color bronceado danzante. —Me inclino más cerca sobre la mesa, hipnotizado por sus palabras, y su mano en mi cara.

—Si sigues hablando así, me verás de esa forma otra vez.

Mis labios se movieron sin mi permiso.

— Dime que pensaste en mí. Que me piensas ahora.

Él deja caer la mano, y me siento repentinamente frío. Despojado. De la forma que me he sentido por tanto tiempo ahora. Aún antes de llegar a Tokio. Desde que me manifesté a los once años y me perdí a mi mismo. Me convertí simplemente en un respira fuego para todos los que me conocían. Mis padres, mi hermano, Shoichi... Me veían de esa forma en primer lugar. Creo que hasta yo soy culpable de eso, de verme a mí mismo como nada más que el último dragón respira fuego.

Solo ahora, aquí con Seijuuro, me doy cuenta de que soy algo más. Alguien libre de las reglas de su clan, su raza, su familia. Alguien que puede ser amado por ser sí mismo, dragón o no.

—Pensé en ti. —Susurro, mi voz no es la mía. Pertenece a alguien más. Alguien valiente, alguien a punto de arriesgar todo y seguir a su corazón—. Nunca he dejado de pensar en ti. —De alguna forma, dudaba que dejara de hacerlo.

Entonces, soy recompensado con sus manos en mi cara otra vez. Sus labios en mi boca, rozándolos suavemente, tan tiernamente, pero el deseo está ahí, contenido. Lo siento como una tormenta levantándose en el aire. Mi respiración se estremece contra sus labios, y él me besa más fuertemente, sus manos apretando mi cara. Por un momento, me permito olvidar los vientos turbulentos. Mientras sus manos sostienen mi cabeza, agarro la dura curva de sus bíceps y disfruto la presión de su cuerpo contra el mío.

Sus labios empiezan a sentirse fríos, moviéndose helados contra los míos, y me doy cuenta que no es él. Soy yo calentándome cada vez más. Demasiado caliente. Con un grito ahogado, me separo de él, rodeo la mesa y cojo el borde con las dos manos. Los vientos tormentosos se calman. Él todavía no sabe sobre mi talento particular, y prefiero que no se entere de esta manera.

Su pecho sube y baja con la respiración entrecortada. Dice mi nombre con tal necesidad, que parpadeo lentamente. Cuando reabro mis ojos, él se ve más calmado, estable. No siento exactamente la misma necesidad de escapar, cuando vuelve a estirar su mano. Sus ojos prometen el refugio que ansío.

Poniendo mi mano en la de él, me guía de regreso a la sala.

—Dímelo ahora. —Me dice, el brillo en sus ojos es desesperado y hambriento por la verdad—. Quiero saberlo todo sobre ti.

Él ya lo sabe. Por lo menos el secreto más grande de todos, y mientras lógicamente sé que debería guardarme lo más que pueda, por el bienestar de mi clan, mi especie, no puedo.

Ya no más.

No con él. No puedo retener nada. No con el chico que me protegió incontables veces en las montañas. En su casa. Hasta ese día en la escuela. Si quisiera hacerme daño, lo habría hecho hace mucho tiempo. Si quisiera herirme, no me miraría de la forma en la que lo hace. Él no podría fingir eso. No quiero que nada se interponga entre nosotros otra vez.

—Mi mamá, Ryo…  no son como yo. No son… dragones. —Me mira confundido, mientras toma mi otra mano entre la suya. Me sumerjo, y le explico sobre el clan, el cómo vivimos, nos manifestamos y nos desmanifestamos. Cómo nuestra evolución nos ha proveído con el más grande medio de protección, permitiéndonos cambiar a una forma humana, pero omito el hecho de que pueda quedar embarazado, no sé cómo él podría con esa noticia, no sé qué haría si me llegase a despreciar por eso—. Veras, es imposible mantener la forma humana mientras estamos asustados o amenazados. Es un mecanismo de defensa de nuestra especie… regresar a nuestra verdadera forma, en la que somos más fuertes y podemos usar nuestros talentos. Por eso fue que empecé a manifestarme en el baño cuando Satsuki y su pandilla saltaron sobre mí.

Estamos en silencio por unos momentos, y después Seijuuro pregunta:

—Mencionaste talentos, ¿Cuál es el tuyo?

Desvío la mirada.

—Tal vez ya hayas notado el mío. —Respirando profundamente, lo enfrento—. So-Soy un res-respira fuego, o escupe fuego, como quieras verlo.

Él se ve confundido, y anhelo poder suavizar la arruga en su frente.

—No hay nada como eso. Ya no. —Dice—. No hay ningún reporte sobre un respira fuego.

—Creo que saqué algunos afortunados genes recesivos.

Él no sonríe. Su mano se agita en mi cara, revoloteando, pero esta vez no me toca. Gradualmente, la comprensión llena sus ojos—. En las escaleras… tu piel se volvió muy caliente. Tus labios… justo ahora…

Mi cara se calienta, aún si sus palabras me hacen sentir amargamente frío por dentro. Asiento.

—Sí, algo así co-como que… me ca-caliento cuando me besas.

—Entonces… ¿Qué significa eso? ¿Que cuando nos besemos, podrías prenderme fuego o algo? —Sus ojos se abren entonces— Por eso es que has estado evitándome. La razón por la que corriste cuando nos besamos esa noche.

Me resisto a señalar que por eso es que he huido cada vez, no solo esa noche.

Sus manos tocan sus labios, como si estuviera recordando el calor de mis labios unos momentos antes.

¿Podría esto ser más mortificante?

—Solo puedo herir a alguien si suelto fuego o vapor —Confieso. Por lo menos pienso que eso es verdad.

Mientras hablo, sus dedos recorren mi brazo. Simplemente estoy aliviado de que él esté dispuesto a tocarme después de lo que le he dicho, y desechando de mi mente que no le he contado todos mis secretos.

Voltea mi mano, y traza las finas líneas de mi palma.

— ¿Y? —Levanta la mirada— ¿Qué más debería saber de ti?

—Mi piel… —Me detengo, y paso saliva. Sentí como si hubiera leído mi mente, como si supiera que le oculto algo mucho más importante, pero nuevamente sus acciones me hacen olvidarlo.

Él se agacha, y presiona sus labios contra mi muñeca en un suave beso.

— ¿Qué hay sobre tu piel?

—T-Tu sabes, lo ha-has visto… —Carraspeo—. Cambia. El color se vuelve…

—Brillante. —Su mirada se levanta de mi muñeca, y dice la palabra que había dicho tanto tiempo atrás rodeado en la fría niebla, escondido en una cueva sobre una  piscina de agua—. Hermoso.

—Dijiste eso antes. En las montañas.

—Lo dije en serio. Todavía lo digo.

Me río débilmente.

—Creo que esto significa que no estás enojado conmigo.

—Estaría enojado si pudiera… —Frunce el ceño—. Debería estarlo, lo estoy un poco. —Se me acerca un poco más en el sofá, y nos hundimos en los cojines—. Esto es un poco imposible.

— ¿Qué lo es? —Aprieto el cuello de su camiseta entre mis dedos. Su cara está tan cerca, que puedo estudiar el variante color de sus ojos.

Por un largo tiempo, él no dice nada. Me mira fijamente en esa forma que me hace querer removerme.

Por uno momento, parece que sus iris brillan, y las pupilas se reducen a rendijas, como los míos. Entonces, él murmura—: Un cazador enamorándose de su presa.

Mi pecho se aprieta. Aspiro profundamente. Bastante sorprendente, creo, pero estoy demasiado avergonzado para decirlo. Aún después de lo que acabo de admitir.

¿Él me ama?

Estudiándolo, me permito considerar esto, y si es posible que lo haya dicho en serio. ¿Pero que más podría ser? ¿Qué más podría llevarlo a este momento conmigo? ¿Darle la espalda a la forma de vida de su familia?

Mientras me mira en esa forma desesperada y devoradora, recuerdo esos momentos en su carro cuando él atendió el corte en mi mano y paso su mano sobre mi pierna. Mi estómago se retuerce.

Miro alrededor, viendo cuan serio y peligrosamente estamos. Más solos que en la escalera. Más aún que la primera vez juntos, en la cueva. Humedezco mis labios. Ahora estamos solos sin un timbre de escuela listo para apartarnos. Aún más alarmante, no hay barreras. Nada que pueda detenernos.

Contengo el aliento, hasta que siento el primer toque de sus labios, seguro de que nunca he estado así de cerca de otra alma, así de vulnerable. Nos besamos hasta que ambos quedamos sin aliento, cálidos y sonrojados, retorciéndonos en el sofá. Sus manos rozan mi espalda bajo mi camiseta, trazando cada parte de mi columna. Mi espalda tironea, las alas vibrando justo bajo la superficie.

Bebo el aire frío de sus labios, arrastrándolo a mis pulmones ardientes. Ni siquiera me importa cuando él se detiene, y observa mi piel cambiar de colores, o cuando toca mi cara mientras se desdibuja. Besa mi cara cambiante. Mejillas, nariz, las esquinas de mis ojos, suspirando mi nombre como una bendición entre cada caricia. Sus labios se deslizan a mi cuello y yo gimo y me arqueo, perdido a todo menos a él. En esto, con él… estoy tan cerca al cielo como nunca lo he estado.

Nos besamos hasta que mi piel brilla entre dorada y roja. Se calienta al tacto desde la profunda quemadura en mi alma. Él se detiene a mirar. Inclina su cara cerca de mi cuello y huele mi piel, como si fuera algo que pudiera probar. Pasa sus manos sobre mis brazos… haciendo que me queme aún más.

— ¿Así es siempre para los otros respira fuego? —Me pregunta, sosteniendo mi mano en su palma— ¿O soy yo y mis manos mágicas?

 Sacudo la cabeza.

—No lo sé. Soy el único en mi clan. —Su mirada se ajusta a la mía, la risa se ha ido.

— ¿En serio? —Asiento en respuesta.

—Por eso dejamos el clan. Mamá dice que ahí ya no es seguro para mí.

Su mano en mi brazo se aprieta.

— ¿Te herirían?

Tiemblo, pensando en el plan que tenían para cortarme mis alas. Cierro mi mano sobre la de él, forzando su mano a aflojar su agarre.

—No. No como tú piensas. Ellos quieren planear mi vida por mí. —Pienso en Shoichi, y tiemblo otra vez—. Poseerme.

Sus cejas se fruncen, y su mirada se afila.

— ¿A qué te refieres?

—Tu información no estaba por completo equivocada. Se pensaba que los respira fuego estaban extintos, perdidos. Entonces llegué yo. Soy el primer respira fuego en mi clan en generaciones… —Me encojo de hombros, tratando de restarle importancia a mis palabras—. Y ellos quieren más como yo. En realidad es simple, me casarían con quien en un futuro heredaría el mando del clan. Nuestro alfa escogió a su hijo Shoichi, para mí…

Deliberadamente, no le digo sobre lo de cortar mis alas, y es por eso que no me doy cuenta de que ya hable de más, no quiero que piense que somos criaturas barbáricas.

Teniendo en cuenta a su familia, sé que no debería importarme, pero me importa. Me avergüenza que mis hermanos hayan planeado usarme tan cruelmente.

Me mira fijamente por largo tiempo, sus ojos duros, penetrantes, procesando. Entonces lo entiende. Entiende cómo es que mi clan planea obtener más respira fuego como yo. Sus ojos se abren e intensifican. Entonces, habla como si pronunciara una blasfemia—. Tu clan espera que tu… pero eres un chico, eso es… no es posible ¿Qué es lo que no me has dicho?

—No todo el clan… —Digo rápidamente, hago una mueca de dolor ante su expresión, y deslizo mis dedos sobre la palma de su mano—. Hay ma-maneras, y-yo bu-bueno es… Está bien, es algo que no necesitas comprender. Estoy aquí ahora. Contigo. Ellos no van a encontrarme. —Bueno, excepto Shoichi por supuesto. Él ya lo hizo. Pero me encargaré de él después. Todavía tengo unas cuantas semanas hasta su regreso.

Gira sus manos para enlazar sus dedos con los míos.

—Prométeme que no te iras.

Contengo el aliento, lo miro a los ojos, y sé que debo decidir ahora. No si regresaré a mi clan. Eso ya está decidido. Nunca podré regresar allá, pero necesito decidir de una vez por todas si me voy a quedar aquí en Tokio y olvidarme de encontrar a otro clan. Seijuuro podría ayudarme a irme. Sé que lo haría si yo se lo pidiera, si lo convenciera de que necesito irme. Si le explicara que Shoichi vendrá por mí pronto. Le importa lo suficiente como para hacer eso por mí aún si él no quiere verme ir.

Él aprieta mi mano.

—Promételo.

—Lo pro-prometo. —Susurro, aún si no debería. Aún si una pequeña parte de mí nunca se sentirá a salvo aquí y nunca deberá.

Por lo menos ya no tengo que irme para mantener a mi dragón con vida. Con Seijuuro a mi lado, nunca se desvanecerá. Y juntos, podemos mantener lo que soy, oculto al mundo. Creo que juntos podemos hacer lo que sea. Mamá y Ryo obtendrán las vidas que quieren. Ganancia para todos.

                                                                                        &

Esa tarde, Aida viene después de la escuela.

— ¿Me has extrañado? —Me pregunta, tirando su maleta en el suelo, y dejándose caer en la cama a mi lado, como si viniera a visitarme todo el tiempo—. Me siento como una rebelde solo por conocerte. Todo el mundo me anda preguntando si en realidad le prendiste fuego a Satsuki.

Levanto una ceja.

— ¿Que si le prendí fuego?

Aida ahueca una almohada debajo de su cabeza.

—El evento verdadero se ha vuelto un poco exagerado. —Sus labios se tuercen—. Tal vez yo haya tenido algo que ver con eso.

—Genial. Gracias.

—No hay problema.

—Así que, al parecer, ya estoy expulsado de la escuela. —Por primera vez me importa. Si me voy a quedar aquí y hacer que funcione, no haría daño tener algunos amigos. No ser un paria social. Especialmente desde que también parece bastante importante para el éxito de Ryo en la escuela.

— ¿Estas bromeando? Eres un héroe. —Sus labios se tuercen en una sonrisa.

Es casi demasiado dulce para creerlo.

—Entonces… —Comienza Aida. —Akashi faltó hoy.

— ¿Si? —Trato aparentar indiferencia.

—Si. —Dice, alargando la palabra, con sus ojos mirando significativamente a los míos.

—Y sus primos si estaban por ahí, entonces él no salió a algún lado con ellos. Me pregunto... —Ladea la cabeza— ¿Dónde podría haber estado?

Me encojo de hombros, y ella continúa.

—Sé dónde Nash piensa que estaba.

Mi mirada regresa a su cara.

— ¿Nash habló contigo?

—Increíble, ¿Cierto? ¿Podría ser que mis días como paria estén llegando a su fin?

— ¿Dónde piensa él que Seijuuro estaba?

—Contigo, por supuesto.

— ¿Conmigo? —Humedezco mis labios— ¿Él dijo eso?

—Bueno, prácticamente. Él esperaba que yo se lo confirmara cuando me arrinconó en el salón de estudio.

Paso saliva. No es posible evitarlo. Nash piensa que se demasiado, y mi relación con Seijuuro no va a cambiar eso.

— ¿Por qué ese chico pregunta por ti? —Pregunta Aida.

—N-No lo sé.

—Sí, bueno, él definitivamente me asusta. Me recuerda al viejo novio de mi vecina. Él tiene esa misma mirada intensa. Finalmente tuvo que conseguir una orden de restricción para él.

—N-No creo que lle-lleguemos a eso. —Aunque en el fondo, le imagino espiándonos todo el tiempo.

Ella niega con la cabeza, con una sabiduría mayor a sus años.

—Nunca se sabe con estas cosas, Kouki. Nunca llegas a conocer a nadie. No realmente.

—Cierto… —Murmuro, deseando que no fuera nada más que… deseando poder ver a todo el mundo, y las personas como son realmente. Sin mentiras, sin pretensiones, sin máscaras. Pero entonces, yo no viviría una vida muy larga sin mis propias máscaras.

Más tarde esa noche, mi piel todavía zumba con calidez, brillando tenuemente por el día que pasé con Seijuuro.

Tengo la casa para mí solo. Aida se quedó a cenar, pero se fue antes de que mamá fuera a trabajar, y después Ryo se fue a un grupo de estudio. Estoy leyendo en mi cama, pero no he pasado de página desde hace media hora.

Mi concentración se desvía. Los ruidos en mi ventana empiezan sutilmente. Primero, pienso que no es nada más que una rama, moviéndose en una brisa inexistente.

Un escalofrío recorre mi piel. Me deslizo fuera de mi cama, y miro duramente a la ventana que está entre mi cama y la de Ryo. Bajo el suave brillo de la lámpara, y distingo una forma sombría detrás de las persianas. Inmediatamente visualizo a Nash, imaginándome que sabe la verdad y está aquí para reclamarme. No porque Seijuuro le haya dicho, por supuesto, sino porque Nash lo descubrió por sí mismo.

Después, pienso en mi clan. Shoichi, Osamu.

Tomo aire profundamente, expandiendo mis pulmones, un poco asustado.

— ¿Q-Quién está ahí? —Demando.

El sonido en mi ventana se vuelve más fuerte, como si alguien estuviera peleando con la pantalla metalica. Oigo un pop, y después un tirón vibrante, hasta que no escucho nada.

— ¿Quién está ahí? —Repito, con el humo llenando mi boca, inflando mis mejillas y saliendo de mis labios en ráfagas de nubes. Mi espalda tironea. Mis alas se mueven, se arrastran bajo mi piel como bestias buscando un escape. El miedo me está invadiendo por todos los poros de mi piel.

La ventana se desliza abriéndose. Las persianas suenan ruidosamente, ondeándose con el movimiento. Mi piel ondea también. El calor recorre mi carne como una corriente. Separo mis labios, listo para soplar fuego.

Las persianas se recogen hacia arriba, y la cabeza de Seijuuro aparece en el interior. Esos brillantes ojos fijos en mí.

—Hey… —Dice tranquilamente imperturbable, absolutamente confiado.

— ¡Seijuuro! —Me apresuro hacia delante, y sostengo la persiana para que pueda entrar a la habitación— ¿Qué estás haciendo? Casi me da un paro cardiaco.

—Vi a tu hermano irse, pero imaginé que no debería tocar la puerta. ¿Tu mamá está aquí?

—Está trabajando.

Él sonríe, entra, y envuelve sus brazos suavemente a mí alrededor.

—Entonces te tengo todo para mí.

Sonrío, y lo abrazo también, amando que me extrañe como yo a él. Aunque nos vimos hoy más temprano, me siento más fuerte con él aquí, el mundo no es tan espantoso y abrumador.

Nos sentamos en el suelo con nuestras espaldas contra mi cama. Con nuestras manos entrelazadas, y hablamos. Me cuenta más sobre su familia, sobre sus primos. Todos. Hasta de sus tíos y otros primos.

Pero es Nash el que me preocupa.

—Nash odia mi carácter —Comenta Seijuuro. Como si leyera mi mente.

— ¿Por qué?

Seijuuro se detiene, y siento la tensión que aprieta su cuerpo.

—Mi papá, mis tíos… me favorecen.

— ¿Por qué?

Él suspira, y hay dolor en el sonido.

—No quiero hablar sobre…

—Dime. —Insisto, determinado a entender esto de Nash.

—Supongo que soy mejor en ciertas cosas.

— ¿Qué clase de cosas? —Pregunto, aún mientras un susurro me atraviesa con el viento, advirtiéndome que pare este interrogatorio, que realmente no quiero saber.

—Soy un mejor cazador, Kouki.

Mi mano se congela en la de él. La miro fijamente, maravillándome de verla situada tan confiadamente en la de él, y me siento un poco enfermo. Trato de liberarla. Porque simplemente es demasiado. ¿Cómo se supone que maneje eso?

Él mantiene mi mano entre las suya.

—No quiero mentirte, Kouki. Soy el mejor rastreador en mi familia. Es como si estuviera sintonizado con tu raza… no puedo explicarlo. Es solo un sentimiento que tengo cada vez que estoy cerca de…

Asiento. Ahora tiene sentido. La forma en la que reaccionó ese día en el pasillo, fue como si me hubiera sentido antes de siquiera haberme visto.

—Está bien… —Murmuro, y me doy cuenta de que lo digo en serio. Si eso es parte de la razón por la que él se siente atraído hacia mí, no podía usarla en su contra. No cuando lo anhelo como el oxígeno para que mis pulmones hambrientos mantengan mi dragón con vida—. Entonces, por eso es que tu familia te necesita tanto.

—Si… —Asiente, con su cabello rojo cayendo sobre su frente—. Pero nunca se sintió bien. Nunca he creído que los dragones, mmmm, fueran peligrosas criaturas que fuera necesario matar. No como mi padre quiere que piense. Desde que te vi en las montañas, no los he guiado hacia más dragones. No puedo. No lo haré.

Sonrío, y empiezo a preguntarme si mi llegada aquí fue por esta razón. Por Seijuuro. Por mí. Por mi especie en todos lados.

Eventualmente, llegamos a la pregunta que yo esperaba que a él nunca se le ocurriera preguntar. Otro asunto en el que no me he permitido pensar demasiado, porque no soporto la perspectiva.

— ¿Y qué hay sobre el tiempo de vida? —Su cabeza cae hacia atrás sobre el borde de la cama, mirándome— ¿Es cierto? —Tan calmado. Tan natural. Siempre es así con él. Como si no estuviera preguntándome esto, sobre mi fecha de expiración— ¿Puedes vivir para siempre?

—No somos inmortales. —Trato de esconder una risa como si tosiera, pero fallo—. No podemos vivir para siempre.

Se queda en silencio por un momento. Todavía mirándome con una tranquilidad que no concuerda con el brillante brillo en sus ojos, porque lo sabe. Él sabe que aunque no somos inmortales, no es tan simple como ser mortal— ¿Por cuánto tiempo viven?

Humedezco mis labios.

—Es di-diferente para todos, claro...

— ¿Cuánto tiempo? —Su voz suena seria y gruesa.

—Ayumi, la dragón más vieja de nuestro clan, tiene cuatrocientos ochenta y siete años —Por un segundo, él se ve afectado. Después ya no está. La fría neutralidad está de nuevo en su lugar. Yo agrego rápidamente—: Eso es mucho. Muy vieja para nosotros. No es la norma. Doscientos… trescientos es un promedio más cercano. S-se llega a una edad despues de la pubertad en, en la que uno ya no envejece igual

—Promedio… —Repite.

Continúo hablando, como si pudiera hacer que deje de pensar en eso… sobre el abismo que mis palabras crearon entre nosotros. No es que no tengamos ya suficientes obstáculos.

—Pe-Pensamos que lo que mantiene viva a Ayumi es pura voluntad. Ella es es-especial en nuestro clan. La necesitamos demasiado, entonces ella está agu-aguantando por nosotros. —Me río débilmente, nervioso, odiando lo silencioso que está.

—Entonces, tu no empezaras a verte viejo hasta… ¿Cuando?

Me encojo de hombros intranquilo.

—Bueno, no-nosotros nunca nos vemos realmente… viejos. No viejos de la forma «humana», de todas formas.

— ¿Qué tan vieja se ve Ayumi?

Me muerdo el labio, y miento.

—Tal vez cincuenta y cinco. Sesenta. —No es completamente verdad. Ella se ve más cerca a los cuarenta y tantos, y eso es tan viejo como nunca he visto a otro dragón. Simplemente nosotros no envejecemos de la forma en que los humanos lo hacen. Mi mamá solo está empezando a envejecer porque ella ha suprimido su dragón por mucho tiempo.

—Entonces, cuando yo sea canoso de sesenta años, tú te verás...

—Más joven. —Digo, con la garganta apretada y dolorosa, y no es porque él se verá más viejo o menos hermoso, sino porque si yo estoy ahí, no podré hacer nada. Nada más que verlo decaer, debilitarse y finalmente morir. Bajo la mirada, evitándole en todo momento; no quiero que note que ya he empezado a pensar en eso, y que vea que mis ojos se han llenado de lágrimas, más obstáculos, muchos— ¿Po-Podemos hablar so-sobre alguna otra cosa? —Saco mi mano de entre la suya, para arrastrarla entre la impenetrable masa de mi pelo, esperando que él no se dé cuenta cuando la paso para frotar mis ojos.

Justo entonces, oigo la puerta de enfrente abrirse y cerrarse.

Nos ponemos en pie en una rápida carrera. Seijuuro sale por la ventana minutos antes de que Ryo entre a la habitación. Sentándome en mi cama, trato de parecer casual, trato de no echar un vistazo a la ventana por la que él desapareció. Trato de no pensar en nuestras últimas palabras, la mirada en su cara… el escalofrío en mi corazón de saber que él va a morir mucho antes que yo.

Nunca antes me permití pensar en eso, nunca reflexioné sobre la remota posibilidad. Pero sabiendo lo que sé ahora, que él me ama, que nunca me iré de aquí, que quiero que estemos juntos para siempre, es imposible impedir que el terror hunda sus dientes en mí.

El paso del tiempo.                    

El para siempre no durara tanto con él.


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