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Lo siento, Naruto. por OnlyYou

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“El sol del alba es siempre una promesa. El del mediodía, implacable, nos juzga. Y el del ocaso, irremediablemente, ya nos ha condenado.”

Las noches se le antojaban realmente largas, extrañaba el calor de su pareja y los brazos protectores de este abrazándolo. La casa también se le hacía enorme, no estaba acostumbrado a la soledad de la misma, incluso en el silencio y la tranquilidad, todo parecía tan frío… Fue a visitar a Sasuke varios fines de semana junto a Itachi y Deidara en el transcurso de los dos primeros meses, en los cuales volvía a sentirse él mismo otra vez. No quería decirle al Uchiha lo mucho que lo necesitaba y extrañaba, sabía que este sentía lo mismo y si le daba una razón para querer volver, aquello sólo haría que todo fuera más difícil. El recuerdo de todo lo que habían aguantado Itachi y su pareja para que ellos pudieran ser felices le impedía ser egoísta,

En la mirada de Sasuke se notaba el orgullo de ser quien llevaba adelante esa sucursal, había sido participe del respeto que sus trabajadores tenían con él y por varios días se había planteado el aceptar mudarse a Sapporo, conseguir un nuevo trabajo allí… Pero no había tenido oportunidad de hacerlo, además, quería encontrar un trabajo antes de trasladarse allí, una pequeña sonrisa para el moreno.

Había estado pensando en ello toda la semana, incluso durante el trabajo. No tenía problemas en reconocer que tenía una sonrisa de tonto cada vez que se ponía a pensar en que podría volver a estar con su malhumorado esposo, jamás había interferido en su trabajo como ese día. Se encontraba subido en la escalera de la biblioteca acomodando algunos libros, algo bastante rutinario en su trabajo. Al levantar uno de los últimos libros y más pesados, sintió como si la fuerza de su brazo se esfumara de un momento a otro, dejándolo caer al suelo ruidosamente. Asustado por la torpeza y pidiendo perdón repetidamente a las personas que había molestado, se dispuso a bajar la escalera para recoger el libro y cuando fue a apoyar el pie derecho en el escalón de abajo con total seguridad, se encontró con que su pie trataba de hacer apoyo en el aire. La fuerza en sus brazos volvió a fallar e, irremediablemente, cayó hacia atrás con una exclamación de sorpresa y miedo.

Todo se volvió negro.

Al despertar, se encontró en la sala de un hospital con un horrible dolor en la cabeza y el cuerpo, Gaara se encontraba en la habitación sentado en un pequeño sofá, tenía su teléfono en la oreja y hablaba con alguien que claramente lo conocía.

—Acaba de despertar. — Informó el pelirrojo, levantándose de la silla luego de unos segundos para extenderle el teléfono. —Es Sasuke, le conté lo que pasó.— Comentó con naturalidad, para luego hacer un pequeño movimiento con la cabeza y señalar la puerta, seguramente para darle privacidad.

—“Maldito Gaara, ahora se burlará de mi.” — Pensó segundos antes de llevarse el celular a la oreja. —¿Hola, Sasuke? — Preguntó casi con timidez, haciéndose pequeño en la cama. Llevó la mano libre a su cabeza, encontrándose con unas vendas rodeándola.

—¡Naruto! Idiota, ¿en qué estabas pensando? El mapache me dijo que te caíste de la escalera y casi te partes la cabeza. — Su tono era claramente molesto y no burlón como había pensado en un principio, sacándole una pequeña sonrisa avergonzada.

—Estaba distraído.— Respondió, riendo de forma nerviosa. —Pero estoy bien, de veras. — Aseguró, queriendo transmitirle tranquilidad. —¿Qué estás haciendo tú? — Preguntó luego de unos segundos, estando feliz de poder compartir unas palabras con él cuando seguramente se encontraba trabajando.

—Estoy preparando mi maleta, voy a ir una semana de vuelta a Tokio. Eres un peligro para ti mismo. — Contestó, esbozando una pequeña sonrisa que el rubio no llegó a percibir en su tono de voz.

—¡No! ¿Y tu trabajo? Ellos cuentan contigo, Sasuke. Fue sólo un golpe tonto, de veras, no tienes que venir.— Aseguró, sintiéndose una molestia por primera vez, cosa que lo frustró aún más. —¡Estoy bien!— Exclamó, dejando ver un ligero tono de molestia en su voz, cosa que a su vez, hizo que Sasuke se molestara.

—¿Y a mi qué? Pueden hacerlo solos por una semana, tu salud es más importante para mi.— Aseguró, frunciendo el ceño pronunciadamente y tomando asiento para continuar la conversación con la mayor tranquilidad.

—Que estoy bien, Sasu.— Insistió, formando un leve puchero en sus labios. —Si me dan algunos días libres en el trabajo por el golpe puedo ir a Sapporo, si quieres…— Ofreció, pensando que era una mejor alternativa que el que Sasuke abandonara la ciudad por su culpa. —Así te quedas tranquilo.— Sonrió ampliamente a la nada, sin poder negar que disfrutaba como nadie la preocupación de su esposo.

—Bien, le avisaré a Itachi que vaya por ti mañana y te lleve al aeropuerto, vendrás en nuestro avión. ¿Sabes si te darán el alta hoy? ¿Cómo te sientes? — Preguntó, estando más satisfecho con la aceptación de Naruto por ir junto a él.

—¿Mañana? Vaya que me extrañas. — Trató de molestarlo, recostándose nuevamente en la cama. —Llamaré al señor Matsumoto cuando corte, te avisaré si me da los días.— Avisó. —Me siento bien, me duele la cabeza como la mierda, pero es obvio. No sé, aún no he visto a la enfermera, le pediré a Gaara que la llame luego.— Murmuró.

—Está bien… si te los niega, me avisas. Tal vez necesita que le hable alguien más persuasivo. — Ante aquella declaración, Naruto no pudo evitar soltar una carcajada que provocó una sonrisa en el rostro del Uchiha menor.

—¡Nada de amenazar a mi jefe! ¡Ni de comprar la biblioteca! Ni extorciones, amenazar a su familia o lo que sea, Sasuke Uchiha. Ya te conozco.— Casi podía ver la sonrisa del pelinegro como si estuviera frente a él, así como los métodos que él llamaba “persuasivos” para endulzar a su jefe.

—Bien, bien, demonios. No haré nada.— Aceptó, cruzando los dedos.

—Cruzaste los dedos.— Afirmó el rubio, siendo imposible que su Sasuke aceptara algo así de manera tan tranquila y rápida, sin ningún tipo de enojo de por medio.

—Imaginas cosas, tonto.— Contestó como si Naruto estuviera loco, divertido por la “discusión” que mantenían. Sintió su celular vibrar, sin necesitar verlo para saber de qué se trataba. —Naruto, tengo que colgar… Te llamaré en la noche, cuídate, de verdad.— Pidió, despidiéndose del menor con un suave “Te amo” que fue correspondido por el ex Namikaze, para luego colgar.

—¿Gaara? — Preguntó momentos después de terminar la llamada, levantando el tono para que su amigo supiera que podía volver a entrar. Apenas pasaron unos instantes para cuando por la puerta ingresó el conocido pelirrojo con una enfermera morena detrás. —Buenas tardes.— Saludó a ambos con una pequeña sonrisa, incorporándose. —¿Ya puedo irme?— Preguntó esperanzado, mirando a la mujer con los ojos brillantes para que se apiadara de él.

—Buenas tardes, señor Uchiha, mi nombre es Shizune. Podrá irse luego de que conteste algunas preguntas y de que le saque unas muestras de sangre, para estar seguros. Le haremos algunos estudios que podrá retirar la semana que viene.— Se acercó a él con una pequeña sonrisa amable y, extendiendo la mano para que Naruto le permitiera su brazo, el cual tardó en obtener, limpió una superficie con un algodón mojado en alcohol. —Cierre el puño, por favor.— Pidió, sacando una jeringa y pinchando una de las venas, llenó cuatro frasquitos con la sangre del rubio. —Se le avisará cuando estén listos, ahora, ¿notó algo extraño antes de caer? ¿Qué merezca la pena comentarme? — Preguntó, sacando una pequeña libretita donde se dispuso a anotar lo que el rubio le dijera.

—No realmente, creí que estaba pisando el escalón cuando no fue así, jeje. Ah, por un momento no pude sentir los brazos…— Comentó, recordando el momento en que los brazos le fallaron.

—Entiendo.— Murmuró ella, anotando aquello en la libreta. —¿Ha estado comiendo bien? ¿Tiene algún antecedente que deba mencionarnos?— Volvió a preguntar.

—Sí, sólo no he podido dormir bien en estos días, tal vez es cansancio. Soy huérfano, en verdad no sé si mis padres tenían alguna enfermedad…— Respondió tranquilamente, girándose un poco en la cama para poder levantarse de una vez.

—Entiendo.— Volvió a murmurar, moviendo la cabeza de forma leve. —Muy bien, señor Uchiha, le recetaré algunos calmantes para el dolor de cabeza. Si siente que no mejora en unos días, por favor no dude en volver o consultar con su médico. Puede retirar la venda mañana. Ha sido un placer.— Estiró su mano para estrechar  la del paciente, regalándole una sonrisa antes de hacer una reverencia a ambos y abandonar la habitación.

—¿Cómo estás, Naruto? Nos diste un susto a todos.— El tono acusador de Gaara lo hizo sentir como un niño otra vez.

—Estoy bien, tranquilo… Sólo fue un golpe, es más el susto que lo que duele.— Aseguró , levantándose y caminando a la salida, siendo seguido por el pelirrojo.

—Te llevaré a tu casa, ¿necesitas algo? Hablé con tu jefe hace un rato, estaba preocupado por ti. Me dijo que lo llamaras luego, insistió en que te tomaras unos días, seguro que no quiere más accidentes.— Comentó, formando una pequeña sonrisa en su rostro mientras caminaba al lado del rubio, guiándolo en silencio hasta la salida.

—No, no. ¿Quieres decirle a Sai y venir a comer a casa esta noche? Me siento solo sin Sasuke.— Se quejó de forma caprichosa, mirando a su amigo con un nuevo puchero en los labios.

—Está bien, podemos ir a ese restaurante de ramen que tanto te gusta si lo prefieres.— Ofreció, sabiendo que eso sin duda lo animaría más que quedarse en la casa.

—¡Sí! Eres genial, Gaara, de veras.— Le regaló una amplia sonrisa al contrario, estando verdaderamente emocionado por salir junto a la pareja. Ellos eran sin duda sus mejores amigos.

Aquella noche volvió a sentirse como en una familia, entre los comentarios desubicados de Sai, los enojos y sonrojos de Gaara a causa de su pareja, y su nuevo buen humor, la estaba pasando genial junto a ellos. Itachi ya le había hablado para confirmar la hora en la que pasaría por él, habiéndose preocupado por él por el accidente en su trabajo, le encantaba que el pelinegro lo tratara como a si se tratara de otro hermano menor. Estaba muy agradecido con él.

Al día siguiente abordó el avión privado de la familia Uchiha, tardando apenas 1 hora en encontrarse en el aeropuerto de Saporro, donde su amado lo esperaba. Sasuke se encontraba vestido con un típico traje occidental que lo hacía ver de lo más guapo y respetable. Apenas lo vio, no dudó en correr hacia él y lanzarse a abrazarlo, aferrándose a su cuello con una amplia sonrisa, para luego darle un buen beso en los labios.

—Luce demasiado bien, señor Uchiha, ¿quiere que a su esposo le den celos por cómo lo miran?— Preguntó en broma, apartándose y permitiendo que el pelinegro tomara su mano.

—Mi esposo es un tonto, ya debería saber que no me importa nadie más.— Oh, y vaya que hablaba en serio, Naruto había estado presente en algunas ocasiones en las que Sasuke había rechazado a sus pretendientes sin el más mínimo tacto ni amabilidad alegando que si no lo hacía de aquella forma, no dejarían de molestarlo y él no tenía porque darles falsas esperanzas ni soportar nada.

—Eres un insensible, Uchiha.— Lo miró a la vez que ponía los ojos en blanco, ganándose una mirada molesta del moreno y su tan conocido ceño fruncido. —Aah~ odio volar.— Canturreó, reconociendo el auto que había conseguido Sasuke para su estancia allí y abriendo la puerta una vez que estuvo frente al lugar del copiloto, tomó asiento junto al moreno. —¿Dónde vamos, Sasuke?— Preguntó, volteando a verlo en una clara indirecta de que no quería ir al hotel donde vivía el contrario.

—¿A dónde quieres ir?— Preguntó en respuesta, ya sabiendo qué estaba tramando su querido rubio.

—¡Vayamos a cenar!— Exclamó con alegría, colocándose el cinturón de seguridad antes de que Sasuke se incorporara al tráfico.

Una vez más volvían a ser sólo ellos dos, estuvieron juntos hasta en el trabajo de Sasuke, en el cual Naruto ayudó en cosas simples como un asistente personal. Por la noche volvían al hotel juntos y se dejaban llevar por los impulsos, teniendo sexo como hacía mucho no lo hacían. Para suerte del rubio o mala, había tenido nuevos problemas con su pierna derecha, la cual simplemente no coordinaba con sus pensamientos; la parte buena era que lo hacía en momentos en los que era fácil de disimular a la atenta mirada de su esposo, quien se mostraba más sobre protector que nunca. Disfrutó de sus atenciones durante toda una semana, ya teniendo pocas ganas de regresar a Tokio, no quería volver a su fría casa.

Sin embargo no dijo nada, guardó para sí ese sentir y, al momento de tener que regresar, se despidió de Sasuke con todo el afecto del mundo, prometiéndole que estaría bien como antes y que pronto volvería a visitarlo.

Lo primero que hizo al día siguiente fue ir al hospital a recoger los estudios que le habían hecho, pero grande fue su sorpresa cuando la enfermera le indicó que debía hacerse más estudios por una anormalidad que habían encontrado en su sangre. También, le pidió que evitara tener que hacer grandes esfuerzos hasta que supieran qué era lo que pasaba, así como que evitara exaltarse o colocarse en situaciones peligrosas. En las siguientes semanas tuvo que visitar en más de una ocasión el hospital para los múltiples estudios, los cuales lo preocupaban cada vez más. Pasados dos meses, supo qué le sucedía… y fue como si el mundo a su alrededor se desmoronara como un castillo de naipes.

Sin embargo, Naruto no era el único que parecía tener problemas. A escondidas de todos, Sasuke había comenzado a salir con una de las empleadas de su empresa, una pelirrosa llamada Sakura. Si bien esta sabía que estaba metiéndose con un hombre casado, poco le importó, a nadie le importaría si es que podía conseguir a uno de los hombres más guapos de Japón, Sasuke Uchiha. Al principio sólo fue un método de distracción por parte de él, ya que su trabajo le impedía ver a su esposo y este parecía totalmente negado a que volviera, no vio nada de malo en buscar una distracción. Sólo fue un mes que a ambos les bastó.

A Sasuke para saber que aquella mujer era una aprovechadora y a Sakura para embarazarse de él.

Paralelamente a lo que sucedía con Naruto, el mundo de Sasuke se tiñó de un color negro y la frialdad se volvió parte de su semblante luego de la mañana en la que la pelirrosa llegó a su oficina amenazando con que si no se hacía cargo de ella y de su bebé, le contaría todo a sus padres y peor aún, le mandaría la prueba de embarazo y le contaría a Naruto que éste le había sido infiel con ella. Y por primera vez en su vida, Sasuke no supo qué debía hacer para arreglar aquella situación. Bien podría hacer desaparecer a Sakura sin problemas, pero si era verdad que ese hijo era suyo, no podría simplemente darle la espalda. Quería ser padre. Por otro lado, era imposible que Naruto no se enterara en algún momento y sabía lo mal que le caería saber que le había sido infiel, lo perdería para siempre.

Estuvo días y días pensando por una solución que lo dejara mejor parado de lo que Sakura quería dejarlo. Decirle la verdad a Naruto no era una posibilidad considerable siquiera. La mejor opción era mantener cerca y contenta a Sakura para que no hiciera ninguna estupidez, darle el dinero o lo que fuera que quisiera a cambio de su hijo y luego sacarla del camino de una vez. Tendría que pedirle un tiempo a Naruto para justificar la extraña aparición de un hijo suyo, pero podría atribuirlo a que la mujer lo había emborrachado y se había aprovechado de él. Una vez que el niño naciera, volvería a Tokio, a los brazos de su rubio de donde no volvería a alejarse.

La culpa lo carcomía cada vez que su esposo le hablaba, sin poder evitar tratarlo con frialdad y en muchas ocasiones ignorando sus mensajes y llamadas con la excusa de que no tenía tanto tiempo como él para molestarlo con sus cosas.

Casi cumpliendo los 6 meses en Sapporo y dos meses de embarazo, la Haruno le dijo que quería casarse con él para que tanto su hijo como ella tuvieran el tan respetado y deseado apellido Uchiha. Aquello fue un golpe duro para Sasuke, quien no tuvo más opción que aceptar aquella idea descabellada, consiguiendo un abogado para que fuera a Tokio y tramitara los papeles del divorcio con Naruto y su propio abogado. Las cosas se complicaron aún más entonces, ¿qué le diría cuando quisiera volver? ¿Qué se había arrepentido y que no sabía lo que hacía? Ningún imbécil se tragaría ello, de seguro Naruto lo dejaría de una vez por todas luego de ello… y no se merecía menos.

Llevó a cabo el divorcio con todo el pesar de su corazón, enviándoles los papeles ya firmados a Naruto por medio de Kakashi, su abogado. Grande fue su sorpresa pocos días después, cuando los papeles se le fueron devueltos con la firma de Naruto, una firma que, aunque en ese momento no se dio cuenta, se notaba que había sido hecha por una mano que no tenía el pulso firme. Durante la semana siguiente de volver a ser oficialmente un soltero, estuvo encerrado en su oficina, volviendo sólo al hotel para bañarse, nada podía aplacar la furia ciega que había desarrollado por su ex esposo.

Naruto no lo llamó enfurecido para reclamarle por el imprevisto divorcio. No lo llamó llorando por una explicación. No le exigió y menos le pidió que volviera a Tokio para aclarar las cosas… Y tampoco se apareció en Sapporo para molerlo a golpes como creía que se merecía. Su frialdad para con él lo había dejado helado y, peor aún, paranoico. ¿Tendría alguien más que lo hizo olvidarlo? ¿Por eso era que no quería que volviera, estaba viéndose con alguien más? Tenía sentido, estúpido de él que pensó que ninguno de los amigos de Naruto u hombre que pudiera cruzarse querría algo con él. Joder, que Naruto era perfecto en casi todos los sentidos; era amable, gracioso, amoroso, guapo, inocente, desinteresado, y todas las virtudes que se le pudieran ocurrir.

¿Debería volver a buscarlo…?

No. Definitivamente no. Si Naruto había podido olvidarlo, sin duda él también podría, seguiría adelante y le demostraría qué tan mal hizo al dejarlo ir sin pelear por él.

Cuán equivocado se daría cuenta que había estado.

Luego de haber pasado por todas las pruebas necesarias, la reconocida doctora Tsunade Senju pudo asegurarle cuál era la enfermedad que estaba consumiéndolo rápidamente, tanto como si de una vela se tratara. Había descubierto en él una enfermedad llamada esclerosis lateral amiotrófica. La misma enfermedad mataba a sus neuronas y le impedía poder enviar mensajes a sus músculos, imposibilitándolo cada vez más a realizar simples tareas del día a día. El día que se enteró de ello, deseó con todo su corazón llamar a Sasuke y pedirle que por favor regresara a Tokio, esa misma mañana habían discutido acerca de que él se encontraba demasiado ocupado como para perder el tiempo con él y sus tonterías de atención. Entonces se resistió a llamarlo, estaba seguro de que algo malo pasaba con su esposo, pero le daría el espacio que tanto parecía pedirle. Semanas atrás, se había enterado de que Gaara y Sai se habían trasladado a Osaka ante una mejor oferta de trabajo para Sai… no tuvo la fuerza de llamarlos siquiera para refugiarse con ellos, sabía que le contarían su situación a Sasuke o a Itachi, de cualquier manera Sasuke acabaría enterándose y esperaba que fuera cuando estuvieran en una mejor situación, no peleados. No quería que se sintiera obligado a cuidarlo o a estar con él si no quería.

Tal vez había conocido a alguien más allí, después de todo, estaban muy lejos el uno del otro. Tal vez una linda mujer que pudiera tener los bebés que sabía bien que quería, no había familia que esperara tanto expandir su familia como lo era la Uchiha. No había cosa más importante para ellos que la descendencia. Mentiría si dijera que al principio su enojo se dirigió al Uchiha menor, ¿por qué no podía decirle de frente que ya no lo quería? Era lo único que podía pedirle ya, sinceridad, que lo mirara a los ojos y le dijera que tenía a alguien más. ¿No se merecía al menos eso? Siempre había sido fiel, buscaba hacerlo feliz y sabía que tenía sus fallos, pero eso era lo que hacía que su relación no fuera monótona.

Los meses pasaron con lentitud, había tenido que renunciar a su trabajo por su incapacidad, pasando a vivir de sus ahorros. No iba a pedirle un centavo a Sasuke mientras las cosas continuaran así de mal. Irremediablemente acabó necesitando una silla de ruedas para poder moverse por la casa luego de que casi caer en el baño. Ese día lloró hasta que se quedó dormido. Al día siguiente, Hinata entró en su vida.

Hinata Hyūga, una enfermera la cual la misma Tsunade le había recomendado pasó a hacerse cargo de él. Era dulce, tranquila y se preocupaba por él sinceramente. No tardaron más que unos días en entablar una verdadera amistad, siendo ella la única que estaba al tanto de su estado además del personal del hospital. Trataba de animarlo por todos los medios ya que la depresión sólo haría que la enfermedad avanzara sin ningún impedimento, pero, ¿qué más daba? Tsunade le había dicho el primer día que la “ELA” no tenía cura, sólo un tratamiento para tratar de retrasar lo inevitable.

Sus gastos se incrementaron considerablemente sin un trabajo y sin la ayuda monetaria que le había brindado Sasuke mientras compartieron el hogar. La silla de ruedas, mantener la casa, pagarle a Hinata y ni hablar del precio de los medicamentos. Aún cuando Hinata lo regañaba las pocas veces que exteriorizaba sus pensamientos, por una vez quiso rendirse, de allí que casi no consumiera sus medicinas. Su corazón había acabado de romperse cuando recibió en su casa al abogado de Sasuke, que aunque no había llegado a ver gracias a que Hinata le había dicho que no se encontraba, le dejó los papeles del divorcio ya firmados por su ex esposo. Sus peores temores se habían hecho realidad ese día, se había quedado solo. Sus padres muertos, ningún familiar vivo, la única persona que había amado y él amaba lo había dejado, sus amigos ocupados en sus propios proyectos. Y él allí, encerrado en su casa viendo día a día cómo el sol salía por una de las ventanas y se escondía por la otra.

Varias veces había llegado a comparar su vida con el día; el amanecer brillaba con su nacimiento y la alegría de tener a sus padres, el medio día cálido con Sasuke y sus amigos a su lado y luego, el implacable atardecer, el cual marcaba el fin de su vida y de la relación con el Uchiha. Volvía a ser sólo Naruto Namikaze una vez más.

Para su suerte, Hinata lograba distraerlo durante el día, pero en algún momento debía dejarlo solo y era entonces cuando se permitía hundirse una vez más en la depresión que lo consumía. Extrañaba a Sasuke con toda su alma, se moría por llamarlo y rogarle que volviera con él, pedirle aunque fuera que fingiera volverlo a amar hasta su muerte, como había prometido en altar el día de su boda. Sentía que tenía un puñal en el corazón, el cual se removía cada vez que pensaba en el que era su ex esposo.

Su dulce enfermera se encargaba de hacer prácticamente todo por él, desde ir de compras, cocinarle, ayudarlo a bañarse, contestar los mensajes de Gaara preguntando por él para que estuviera tranquilo. Ella no estaba de acuerdo con que sufriera todo eso por sí mismo, pero simplemente no era capaz de decirle a nadie. Se encerró en sí mismo, negándose a todo que no fuera ver televisión y dormir, ocasionalmente salir a su patio a ver las flores.

El tiempo parecía haberse detenido para él, el pasar de los días le era completamente indiferente, ya no había nada que hacer con él. Cada día le costaba más poder respirar, negándose a ser trasladado al hospital, si iba estaba seguro que de alguna forma, Itachi se enteraría de su situación. ¿Sabría este que Sasuke se encontraba con alguien más? Tal vez era un idiota y al Uchiha mayor no le importaba ya.

Esa noche, cubierto con una fina sábana, soñó con el día de su boda y con el brillo en los ojos de Sasuke. Sonrió durante toda la noche.

Ya había pactado la fecha del casamiento con Sakura, quien quería hacerlo antes de que el bebé que llevaba en su vientre naciera. Todo aquel que lo viera podía confundirlo con un autómata, no levantaba la vista de su computadora y lo único que se oía en la habitación era el sonido de sus dedos al teclear. La mañana se encontraba extrañamente brillante en ese día, el sol pegaba en su espalda gracias al enorme ventanal tras él. De repente, sintió una mano cálida en su hombro y, al girar sorprendido, no encontró al dueño de dicha mano, sólo al brillante sol. Inmediatamente la imagen de los cabellos de Naruto y sus ojos celestes vinieron a su mente. Una lágrima que no supo de dónde previno bajó por su ojo y un mal presentimiento estrujó su corazón con fuerza.  De inmediato lo supo. Naruto.

Tomó su teléfono y marcó el número de su hermano mayor, exigiéndole en ese mismo momento que dejara cualquier cosa que se encontrara haciendo y fuera a la biblioteca donde su ex esposo trabajaba. El dolor en su pecho se calmó apenas colgó, levantándose y caminando por la habitación como un animal enjaulado, pensando que había enloquecido de una buena vez. Durante una hora se dedicó a ir y venir por la habitación hasta que Itachi le devolvió la llamada. Naruto había renunciado a su trabajo hacía ya varios meses. El dolor en su pecho volvió y le impidió respirar con normalidad durante varios minutos y sin agradecer, le colgó y llamó al aeropuerto para que le reservaran un boleto para el próximo vuelo a Tokio, necesitaba volver urgentemente, todo en él lo sentía.

Dos horas después, se encontraba conduciendo como un loco hasta la casa que había compartido con Naruto durante tanto tiempo. Aporreó la puerta hasta que una pelinegra le abrió, al ver su semblante supo que todo estaba mal, pero no emitió sonido alguno. Corrió por la casa como si su vida dependiera de encontrar a Naruto. No lo encontró, en cambio, escuchó los sollozos de la chica que le había abierto la puerta.

Se giró hacía ella y la tomó por los hombros con rudeza, sacudiéndola a la vez que le gritaba en busca de respuestas.

—Na-Na-Naruto murió anoche.— Consiguió revelar a duras penas, casi cayendo al suelo cuando el Uchiha le soltó con brusquedad. Las piernas le fallaron y se dejó caer al suelo de la sala donde tantas tardes habían compartido, tratando de procesar la información.

—¡Debes estar jodiéndome! Naruto no pudo morir, ¿dónde está? ¿Qué clase de puto juego o broma es esta?— Gritó, levantándose con renovadas fuerzas y encarando a Hinata.

—Le descubrieron una enfermedad terminal hace meses, no había nada que él pudiera hacer.— Limpió sus ojos con una tranquilidad que no sentía, recordando la carta que Naruto le había dejado para ser entregada al hombre que se encontraba frente a ella. Rápidamente, corrió escaleras arriba y buscó entre algunos papeles del rubio hasta dar con la preciada carta para el Uchiha. Al volver, se la extendió con ambas manos. —Naruto quería que te la diera.— Reveló, dejándola en manos del moreno.

 De pronto, todo tuvo sentido para él. La mano que había sentido esa mañana era Naruto despidiéndose de él, su calidez le hacía creer que no lo culpaba por nada, ¿era posible que su espíritu hubiera ido a saludarlo? Ese estúpido… ¿Por qué nadie le había dicho lo que le pasaba? Las constantes discusiones no tardaron en volver a su mente, teniendo que reconocer que había sido su culpa. Por como siempre había sido Naruto y su estúpido complejo de no querer sentirse como un estorbo o molestia se había guardado todo para él y no le había contado a nadie para que él no se enterara ni se preocuparan. Estaba seguro de ello.

—¿Dónde se llevaron a Naruto?— Preguntó, aguantando las ganas de romper todo lo que se encontraba en la habitación. Necesitaba ver al rubio por última vez o no podría estar en paz, aunque dudaba que ello se la diera realmente.

—Al cementerio que está en las afueras de la ciudad, van a enterrarlo en unas horas junto a sus padres. ¿Puedes avisarle a sus amigos? Naruto no le dijo a nadie…— Confirmó sus sospechas con lo último dicho, moviendo la cabeza de forma suave para que dejara que él se encargara. Sin más ánimos que para enviar un mensaje, le avisó a Itachi y a Sai lo que había pasado en resumidas cuentas para que entendieran lo urgente que era que fueran al cementerio. 


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