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Paro de emergencia por Shinjimasu

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Me levanté de golpe cuando escuché que golpeaban la puerta, causándome un mareo –Maldita sea- me quejé obligatoriamente.

Lo hubiera dejado pasar, pero sabía que aunque me volviera a acostar de cualquier manera mi cabeza dolería después y no podría dormir de nuevo, así que caminé hacia la entrada dispuesto a golpear a quien fuera que me obligó a levantarme tan temprano sin necesidad.

Cuando abrí me topé de frente con ese idiota -¿Qué quieres?-

-Antes solías darme los buenos días, Shi- dijo con esa estúpida expresión en su rostro.

-¿Qué quieres?- pregunté de nuevo. Era muy temprano como para querer soportar sus tonterías.

-¿No me invitarás a pasar?-

Solo me bastó eso para cerrarle la puerta en la cara, pero el idiota me logró detener.

-Oye, no tienes que ser tan grosero- dijo con una absurda sonrisa –Solo vine a preguntarte si no habías visto a nuestro pequeño Príncipe-

-¿Por qué debería saberlo?-

-No lo sé, quizá porque eres el único que se ha desaparecido las últimas semanas sin motivo alguno-

-Me estoy alejando de ustedes ¿No es obvio? - respondí –Ya te lo había dicho, no voy a seguir manejando las cosas de esa manera. Ahora tengo mis prioridades-

-¿Y una de ellas es el Principito? Porque parece que últimamente lo has estado protegiendo mucho-

-¿Qué si así fuera?- contesté irritado.

Me enfadé mucho cuando ese idiota me sonrió –Tranquilízate Shi, no hay razones para que algo malo suceda ¿O sí?-

-No, no las hay- contesté conteniéndome de una manera impresionante para no partirle la cara en ese momento –Y no las habrá-

-Bien, bien, entonces me iré ya… por cierto, dile al Principito que le mando saludos- dijo alejándose –Ah, y también dile que… tenga cuidado al salir, últimamente estas calles ya no son tan seguras como antes-

No quise responder y solo cerré la puerta. Era muy temprano para pelear y también para molestarme por estúpidas amenazas como esas. Regresé a la cama y me senté en un extremo, alborotándome el cabello antes de mirar a mis espaldas. Yoshio se veía tan tranquilo en medio de su sueño, vestido aún con mi jersey azul, que desee despertarlo con brusquedad y causarle un gran susto.

Era inevitable para mí. Al verlo siempre sucedía lo mismo. Esa sensación de querer hacerle daño me dominaba hasta realmente anhelar causarle lágrimas de intenso dolor. Acerqué mi mano lentamente hasta su cuello y lo sujeté. Él no se había percatado de ello y seguía dormido. Sería tan fácil acabar con su vida en ese momento…

Deslicé mi agarre hasta su mejilla y me acerqué para besar su frente. Fue cuando me di cuenta.

Me apoyé a su lado solo para confirmar que tenía fiebre. Retiré con cuidado las sabanas dándome cuenta de lo acalorado que estaba, todo su cuerpo transpiraba y se sentía muy caliente: hubiera deseado dejar a Yoshio dormir un poco más, pero no podía hacerlo ahora. Odiaba que sucediera eso, pero no tanto como odiaba el no darme cuenta desde el principio.

-Yoshio, despierta- lo llamé en voz baja mientras acariciaba su cabello –Oye…-

-Mmm…-

-Vamos, levántate- lo animé intentando enderezarlo –Te prepararé un baño-

-Nnn… no quiero- se quejó sentándose aún adormilado –Tengo sueño-

-Podrás dormir toda la tarde si quieres- le dije recorriendo el pequeño pasillo para entrar al baño y abrir las llaves de la regadera, pero él no me había seguido –Yoshio, no me obligues a ir por ti- le grité, pero claramente fue lo que terminé haciendo.

Aquello ya había sucedido antes. Sin causa aparente, la temperatura de Yoshio subía de pronto. No era algo que le sucediera regularmente, pero cuando lo hacía, debía tratarla de inmediato si no quería tener daños posteriores. Me costó trabajo entender que los médicos no tuvieran una explicación para ello, pero al desconfiar de ellos desde hacía mucho tiempo, dejaba pasar mi enojo. Solo era gente estúpida vestida de blanco.

Cuando volví cambié las sábanas de la cama y metí las que había quitado en la lavadora. Me di tiempo de preparar algo para desayunar mientras Yoshio terminaba de remojarse, pero realmente no sabía qué prepararle. Corté un poco de fruta mientras irremediablemente recordaba las palabras del idiota de Fukui. Temía que en verdad intentara hacer algo contra Yoshio, pero sabía que por más que tratara de impedirlo sería casi imposible.

“-¡Ya deja de bromear Shi!- gritó  molesto -¿Me dirás que ese idiota es mejor que yo?-

-No se trata de eso, deja de exagerar la situación- respondió Shingo dándole la espalda, Fukui lo sujetó con fuerza del brazo e intentó besarlo, pero él lo evitó –Ya basta-

-Vamos Shi, solo será una vez más... no quieras cambiar un buena noche de sexo por jugar a las princesas- respondió sonriendo mientras acariciaba su rostro –Podemos volver a los viejos tiempos-

Shingo no se molestó en irritarse y se alejó de él –Te lo repito, no se trata de tener sexo; ya no podemos seguir juntos, eso es todo-

-¿Entonces prefieres quedarte con ese estúpido mocoso?- preguntó cruzándose de brazos.

Shingo pensó muchas cosas en ese momento, pero nada salió de su boca. No estaba seguro sobre lo que quería, pero sí sobre lo que no volvería a hacer –No me busques-”

 -Shingo…- escuché que Yoshio me llamaba. Volteé y lo vi parado del otro lado de la mesa. Llevaba puesta su ropa del día anterior, misma que ya se había secado y detrás de su espalda ocultaba la ropa con la que había dormido.

-Me da mucha pena lo que pasó- dijo con voz temblorosa –Lo siento mucho, yo… lo solucionaré, lo prometo-

-No te preocupes por eso-

-No, yo… de verdad, me haré cargo de limpiar correctamente-

-Ya lo hice- le sonreí acercándome hasta donde estaba –Está bien ¿SÍ?-

Me miró, pero casi de inmediato apartó la vista –Es muy vergonzoso-

-Quizá lo sea, pero lo que importa es que tú estés bien- respondí acercándome para tomar la ropa de sus manos y echarla a la lavadora con el resto.

Un sonrojo cubrió sus mejillas, haciéndome querer devorar su linda expresión en ese momento, pero tuve que contenerme por factores ajenos a mí. Tuve oportunidad entonces para quitarle las prendas de sus manos y evitar que él las tomara de nuevo. Por supuesto se negó ante la idea de no ser él quien tuviera que lavarlo, pero no logró convencerme de lo contrario. Después de todo no me molestaba en lo absoluto.

Almorzamos antes de que tuviera que salir y dejarlo solo, no sin antes pedirle a Yoshio que se quedara ahí a esperarme. No hubiera querido separarme de él, especialmente por la amenaza que representaba Fukui, pero por ahora era necesario. Traté de tardarme lo menos posible, así que transcurridas un par de horas ya estuve de vuelta en casa.

No encontré a Yoshio en la entrada como usualmente lo hacía y por un momento creí que había vuelto a su departamento; no tardé en darme cuenta de que me había equivocado: estaba recostado sobre mi cama, quejándose en voz baja.

-Yoshio- lo llamé sentándome a su lado. En un principio no se había percatado de mi presencia, por lo que se asustó un poco.

-Shingo… bienvenido a casa- respondió débilmente.

-¿Te sientes mal?- pregunté tocando su frente, pero no tenía fiebre.

-Estoy bien…- dijo de manera para nada convincente mientras presionaba contra su vientre una larga almohada que rozaba su mentón.

-Te duele-

-Es por el medicamento… ya pasará- susurró acomodándose de nuevo. Tal parecía que el moverse aliviaba un poco el dolor.

Desvié mi vista a un lado de la cama y encontré en el suelo una bolsa de supermercado -¿Saliste de la casa?-

-Tuve que hacerlo…- respondió apenado –Necesitaba el medicamento-

-¿Y por qué no me llamaste para que yo fuera?-

-No quería molestarte más. Además solo planeaba ir a mi casa, pero en la entrada había unos sujetos extraños, así que tuve que ir a la tienda-

-¿Qué sujetos extraños?-

-No lo sé- se quejó cerrando sus ojos –No pude ver quiénes eran…-

Rápidamente deduje que eran del grupo del imbécil de Fukui, pero aunque odiara admitirlo, no podía estar del todo seguro.

Tomé su mano y me quedé a su lado, observándolo sufrir por el efecto secundario de la medicina, se lo creí merecido por desobedecerme, pero era Yoshio después de todo.


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