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Paro de emergencia por Shinjimasu

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“-¡Te odio!- exclamó alejándolo -¡No vuelvas a tocarme!-

-¿Qué si lo hago?- sonrió Shingo aprisionando sus manos a cada lado de su cuerpo mientras aprovechaba para lanzarle una mirada asesina que pudo más que el repentino valor del chico rubio.

-¡Llamaré a la policía!-

-La policía nunca viene por estos rumbos. Saben que si lo hacen la pasarán muy mal-

-¡Haré que te encarcelen y te pudrirás en la cárcel!-

Shingo rió en voz baja –Me gustaría verte intentarlo- respondió besándolo de nuevo. Al principio Yoshio no quiso abrir su boca, pero terminó por ceder al poco tiempo. Mordió su lengua casi al inicio, lo que obligó a Shingo a alejarse –Qué rudo- agregó besándolo con fuerza de nuevo”

Reaccioné en cuanto llegue a la esquina, dándome cuenta que me había pasado por una calle: había dejado el departamento atrás. Debía poner más atención cuando caminaba por la calle, o de lo contrario podría tener un accidente que resultaría más contraproducente de lo normal, pero es que no podía evitar distraerme, no ahora con todo lo que sucedió esos últimos días.

El dejar a Yoshio solo era un tormento para mí. Simplemente no quería que estuviera solo, no con la banda de Fukui rondando y yo metido en los entrenamientos del equipo. Si no fueran necesarios, los habría dejado desde hacía mucho tiempo aunque necesitara el dinero de la beca, pero si ahora quería que  Yoshio viviera conmigo, debía esforzarme mucho más.

Precisamente ese tema era uno sobre los que venía pensando antes de divagarme.

Ya lo habíamos hablado y concordamos que sería lo mejor, pero aún no terminábamos por establecernos juntos y a mí me urgía hacerlo: de esa manera podía salir sin preocuparme tanto, sabiendo que Yoshio estaba a salvo. Por lo pronto me contentaba con que estuviera quedándose conmigo esos últimos días.

Subí las escaleras del edificio y entré al departamento.

-Shingo, bienvenido- me saludó con una sonrisa -¿Cómo estuvo el entrenamiento?-

-Bien, supongo- contesté dejando caer mi maleta a un lado de la puerta, notando las bolsas que estaban en el suelo -¿Saliste?-

-Fui al supermercado-

-¿Solo?-

Yoshio se detuvo y guardo silencio unos segundos –No quería molestarte-

-Pues lo hiciste- respondí caminando hacia él enfrente de la estufa -¿Cuántas veces debo decirte que no salgas solo? Es peligroso-

-Lo sé, pero no respondiste tu celular y…-

-¿Y acaso no podías llamar de nuevo? ¿Qué tenías que comprar que fuera tan importante?-

-Shingo, no te enfades por eso- respondió mirándome de frente, pero no podía ignorarlo: de verdad estaba asustado.

-¡No me digas que no me enfade!-

-¡No puedo quedarme encerrado!- contestó cambiando su actitud en uno de sus repentinos actos de valor -¡No soy un prisionero!-

Eso me hizo enfadar más ¿Acaso realmente lo trataba como si lo fuera? -Si me desobedeces de nuevo, lo serás- contesté antes de darme la vuelta y entrar al baño.

Odiaba molestarme con él, pero odiaba más que me desobedeciera de esa manera. Todo el tiempo me preocupaba por él, no quería a los hombres de Fukui cerca porque de antemano sabía que lo dañarían cuando tuvieran la oportunidad, el mismo Fukui idiota me lo dijo la última vez que lo vi y yo no podía permitirlo.

Yoshio… él era demasiado importante para mí. En un principio lo tomé como un niñito mimado que no duraría mucho tiempo viviendo en un lugar así, pero con todo lo que sucedió después me di cuenta de lo especial que era para mí, y finalmente que no podría perderlo. Ese también sería mi fin.

¿Cómo una persona como yo podía encontrar a alguien como él? Yo soy un delincuente y… un asesino.

Decidí tener la vida que tenía y nunca me arrepentí de ello, por el contrario, pensaba que así era mejor, pero cuando Yoshio apareció… sabía que no podía renunciar a mi vida, después de todo era la única manera en que sabía desenvolverme y por ello tampoco odie haberla elegido, pero entendí que si quería adueñarme de un niño rico como él, debía esforzarme aún más y entender verdaderamente lo que significa cuidar a alguien y hacerse responsable de él.

Por eso algunas veces actuaba como un idiota, porque era inseguro.

Cuando salí no me sorprendió que no estuviera ahí. Caminé hacia el espacio de la habitación y encontré que la ventana estaba abierta. La atravesé y salí al descanso de emergencia, encontrándolo sentado del otro extremo junto a las escaleras.

-¿Acaso eres un niño pequeño?- le dije para llamar su atención, pero no me miró ni respondió. Suspiré y me senté a su lado –Oye, no quise decir todo eso-

-Soy una molestia ¿Verdad?-

-Sí, pero eres molestia- sonreí acariciando su cabello –Lamento haber actuado como un idiota-

-Solo te preocupas por mí. No puedo perdonarte por eso- contestó moviéndose para soportar su cabeza en mi hombro –Lamento haber salido sin avisar. No lo volveré a hacer-

-Está bien, no puedo controlar tus acciones- le dije –Pero para la próxima vez… solo asegúrate de avisarme antes ¿Está bien?-

Él asintió.

La brisa que sopló en ese momento se sintió muy bien. Me sentí tranquilo entonces.

-Oye, Yoshio…- lo llamé tomando su rostro para que me mirara -¿Quieres hacerlo?-

Se ruborizó de inmediato -¿E-Esa es tu manera de solucionar nuestras discusiones?-

-¿Se te ocurre algo mejor?-

-Eres un idiota- se quejó intentando soltarse, pero logré besarlo antes. No puso resistencia y nos quedamos así por unos segundos.

No quería ser imprudente, pero necesitaba olvidar esa estúpida discusión. Tomé su mano sin separarme de sus labios y entramos de nuevo al departamento; apenas me sentí cerca de la cama lo derribé sobre ella y me recosté sobre su cuerpo para tocarlo. Nuestro beso era suave y lento. No quería atacarlo desde el principio, así que me tomé mi tiempo. Era en momentos como ese, cuando discutíamos, que me daba cuenta de lo mucho que lo quería.

-Yoshio, no eres una molestia- le dije moviéndome para besarle el cuello –Perdóname por eso-

-Fui yo quien exageró las cosas- respondió acariciando mi cabello –Pero creo que deberías confiar más en mí-

“Confío en ti, pero no en los demás” pensé responder, pero sonaría como todos los demás idiotas que lo hacen para ocultar su miedo –Soy inseguro-

-Entonces desde hoy seré yo el que tenga que cuidarte- sonrió sujetándome el rostro para besar mi frente.

Amaba ese tipo de actitudes dominantes en él, más aún cuando parecía estar tan indefenso. Fue entonces cuando una idea pervertida cruzó mi mente.


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