Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

[Reviews - 530]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola. Bueno, la verdad que me siento un poco mal porque el capítulo de hoy es especialmente corto, pero les prometo que al final habrá satisfactorias sorpresas, lo aseguro.

Disfrútenlo aunque sea chiquito~

Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

—¡Miroku! —vociferó sabiendo que ese idiota estaba ahí afuera—. ¡Cuando salga voy romperte la cara!

 

—Calma, Inuyasha —dijo el monje con su habitual tranquilidad—. Sabes que esto lo hacemos por tu bien.

 

—¡Carajo! ¿Era necesario atarme a una silla? —Intentó liberarse de sus ataduras, pero no sabía por qué esa cuerda de mierda estaba tan dura. Seguro estaba reforzada por Sango o por ese monje idiota—. ¡Voy a matarte cuando salga!

 

—Eso tendrá que esperar hasta mañana —contestó Sango sosteniendo a Hiraikotsu sobre su hombro y preparada con su traje de taijiya—. Y te atamos porque no querrías quedarte allí por voluntad propia.

 

—¡Odio cuando te pones en perra, Sango! —masculló Inuyasha, pero al instante se le ocurrió algo para escapar de allí—. Seguramente estás demasiado gorda para tu traje, ¿aún te queda o tener a los hijos de ese monje te dejó hecha una vaca?

 

—¡¿Qué dijiste?! —La taijiya estuvo a punto de volar el techo de esa casa con su arma, pero Miroku la detuvo antes de hacer cualquier movimiento.

 

—Tranquila, Sango. Justamente eso es lo que él quiere, molestarte para que entres y lo saques de ahí.

 

—¡Mierda, Miroku! Deja que tu gorda esposa venga a golpearme, si es que puede.

 

Sango tuvo que contenerse con ese tonto y respiró hondo mientras se volteaba para retirarse de aquel lugar.

 

—Vámonos antes de que pierda la paciencia.

 

—Enseguida —contestó el monje mientras se aseguraba que todo estuviera en orden—. Bien, Inuyasha. Con esta barrera que pusimos nadie te encontrará, estás a salvo de cualquier demonio que quiera venir a divertirse contigo.

 

—¡Maldición, te dije que no necesito esto! Si alguien viene a joderme lo haré pedazos.

 

—No podemos confiarnos. La última vez saliste lastimado y no queremos que vuelva a pasar. No te preocupes, Inuyasha. Sango y yo nos haremos cargo de los yōkai que se aproximen. Tú descansa y relájate mientras protegemos tu honor.

 

—¡Qué no soy una puta mujer, mierda!

 

Por más que gritara todo lo que quisiera, el desgraciado ya se había marchado. Inuyasha bufó molesto y siguió forcejeando un rato más con las cuerdas. ¿Por qué mierda no podía romperlas? Tal vez se debía al maldito celo, su fuerza había menguado como la última vez, pero en esta ocasión no se sentía tan mal. Al contrario, sentía su piel levemente afiebrada pero suponía que era porque estaba enojado con esos idiotas. Más inconvenientes que esos no tenía. ¿Será que se estaría acostumbrando a esos extraños cambios? Ojalá esto acabara pronto.

 

Ahora tenía al séquito de tontos detrás de él haciendo todas estas payasadas. ¡Como si él no pudiera cuidarse solo y no les hubiera salvado un millón de veces el trasero! Por más que dijeran que lo hacían para ayudarlo, Inuyasha sólo sentía que se burlaban de él, pero ya verían cuando salga de esa choza en la cual lo encerraron.

 

Por más que lo intentó, llegó a un punto donde se cansó de pelear con esas cuerdas, pero no se resignó, sólo se tomaría un descanso y juntaría fuerzas para romperlas más fácilmente. Cuando eso pasara, tomaría a Tessaiga y saldría a cortar cabeza. Eso sí que sería muy divertido.

 

Inuyasha suspiró un momento, pensando en cómo fue que acabó así. Pasaron unos cuantos meses desde la última época de apareamiento y ahora que ésta volvió a comenzar, sus tontos amigos decidieron tomar algunas "precauciones" para que no se repitiera lo de la última vez. Esa Kaede era una chismosa. ¿Por qué tenía que andar contando que tuvo algunas peleas y que no se sintió bien a causa de ese maldito celo? Vieja bruja, ella también disfrutaba molestarlo.

 

Así que, ideando un estúpido plan, consiguieron encerrarlo allí y ahora estaba ansioso por salir a destruirlos a todos. Aunque, si lo pensaba bien, tal vez un poco se preocupaban por él. Eran estúpidos, sí; se burlaban de él, demasiado; pero también sabía que lo apreciaban. Por esa razón tal vez no los mataría, pero sí consideraba necesario que sufran.

 

¿Tanto escándalo por el tema del apareamiento? Qué pesados. A Inuyasha esas cosas no le importaban, no entendía por qué a los demás sí y tanto. En todo ese tiempo había querido olvidar esas cuestiones, pero parecía que esa impactante noticia regresaba a él sin que pudiera evitarlo. Sin embargo, había podido pensar mucho al respecto y entender ciertas cuestiones sobre sí mismo.

 

A esta altura de su vida, era capaz de admitir que había sentido amor por Kikyo. Que ella fue la primera persona que le tendió una mano desinteresada y bondadosa, una persona que le enseñó otra perspectiva del mundo, un lado amable que no había experimentado desde que su madre le dejó a tan temprana edad. Él amó mucho a Kikyo y siempre pensaría en ella, incluso consideró en compartir su vida volviéndose humano, pero ahora veía todo desde otra perspectiva. En ese momento, era su propio lado humano, ese lado sentimental y compasivo de su ser, quien le guió a tomar esa decisión. Jamás se sintió tan humano como cuando estaba con Kikyo, por lo que quería dejarlo todo para aceptar ese lado suyo y volverse uno completo con esa parte que Izayoi le heredó.

 

Amó a Kikyo, pero no pudo ser. Quizás incluso nunca podría haber sido, por más que en ese momento la viera como su único futuro, pero ahora tenía la sensación que ese amor que compartieron no pudo completarse. Algo faltó y seguramente fue el tiempo, ese que les arrebataron, pero también había más.

 

Jamás imaginó a Kikyo como su compañera o alguien con quien tener descendencia, justamente porque ese tipo de deseos se los exigía su instinto yōkai. Amó a Kikyo como un humano, pero nunca pudo amarla como la completa persona que era.

 

Ahora se daba cuenta que eso mismo le ocurrió con Kagome. Con ella le había faltado tiempo y por más que fue la segunda persona que se adentró en su corazón, tampoco se había quedado. Tal vez podría haber funcionado, pero Inuyasha debía alejar esa idea de su mente porque Kagome no regresaría. Varias veces supo que ella no pertenecía a ese mundo, jamás estuvo absolutamente cómoda en esa época, y en su casa tenía gente que también la necesitaba. No podía pretender que la persona que quería realizara ese cambio tan drástico. Él no podría vivir en la época de Kagome y sabía que ella en la suya tampoco.

 

Inuyasha prometió dejar de ir al pozo a esperar. Intentaría que sus sentimientos por Kagome se transformaran en lo mismo que era Kikyo para él, una parte muy importante de su ser. Jamás olvidaría todo lo que hizo por él, todo lo que había obtenido con su ayuda y la tranquilidad que le generaba verla sonreír.

 

A pesar de lo mucho que quiso a ambas mujeres, una parte de su ser seguía inquieta. Quizá fuese por ese celo que empezaba a experimentar. Un molesto recordatorio de su parte monstruosa y lo que ésta le exigía. Inuyasha sabía muy bien qué pretendía su demonio interno de él, pero no lo satisfacería tan fácilmente porque seguía pensando como un humano. Estaba seguro que su fortaleza era suficiente para resistir cualquier burdo impulso, porque ningún demonio sería suficiente. A ninguno lo amaría ni le interesaría tanto como para llegar a las últimas consecuencias. Cada vez que se repetía eso, algo en su interior dudaba, pero intentaba ignorarlo. Eran tonterías, nada importante.

 

Permaneció un rato más intentando zafarse de las sogas hasta que sus sentidos lo alertaron sobre qué pasaba a su alrededor. Sango y Miroku, podía olerlos, estaban peleando contra algunos yōkai, pero no percibía peligro importante. No olía miedo en ellos, tenían la situación controlada. Los aldeanos estaban todos en sus casas. Kaede estaba con Rin, Shippo y las niñas de Miroku y Sango. El pequeño zorro estaba alerta. Estaba bien, después de todo, él tendría que actuar si la situación se les escapaba de las manos, pero Inuyasha lo dudaba que algo malo pasase.

 

Nada parecía andar mal. ¡Entonces para qué mierda lo habían dejado atado! Serviría mucho más fuera de esa tonta barrera. Volvió a forzar las cuerdas, dándose cuenta que éstas comenzaban a ceder, cosa que le puso feliz, pero detuvo sus movimientos cuando sintió algo más.

 

Tuvo la necesidad de parpadear lentamente, analizando si no estaba equivocándose o su corto encierro había sido suficiente para volverlo loco. Sabía que su presencia estaba oculta por el kekkai y su aroma se encontraba mitigado, pero Inuyasha sí podía percibir todo. Allí estaba una fragancia que viajó por su memoria y no fue capaz de explicar de dónde provenían.

 

Lo conocía, sabía que sí. Sin embargo, ¿por qué le costaba tanto concentrarse para dar con su origen? No era capaz de pensar al respecto, sólo podía oler aquello y algo dentro de él vibró sofocado. Podía notar que se trataba de su yōki, quien le pedía ir hacia el origen de esa fragancia, pero no quería hacerlo. No haría caso a esa pulsión, por más que le desesperara. Ceder ante algo semejante era por demás humillante, pero el olor le resultaba cada vez más agobiante.

 

Allí tuvo la gran idea de destruir al causante de esa peste tan deliciosa. Si acababa con el demonio que lo molestaba ya no tendría por qué lidiar con eso, ¡era tan simple! Mataría al desgraciado.

 

Cuando finalmente encontró la fuerza suficiente y se liberó de sus ataduras se rió por la tonta de Sango al pensar que eso lo detendría. Buscó a su Tessaiga y se abrió paso hacia el exterior. Fuera de la barrera era mucho más claro todo.

 

¿Dónde? ¿Dónde estaba el maldito?

 

No sería difícil encontrarlo, sólo tenía que sentir ese aroma y lo hallaría.

 

Corrió entre el bosque, saltó árboles y en su carrera lastimó su mano provocando que sangrara, pero ni siquiera lo notó, tampoco dolía, lo único que le importaba era hacer pedazos al causante de ese tormento.

 

Inuyasha se regocijó internamente cuando su presa permaneció quieta, sin moverse un ápice, esperando su inminente final. Podría librarse de esa tensión y demostraría que sus instintos no lo dominaban completamente. Él decidiría con quién mierda acostarse, no su yōki ni nada más.

 

Por más que estuviera decidido y su mano ya se encontrase sobre la empuñadura de Tessaiga, no fue capaz de sacarla. Esto debía ser una jodida broma.

 

—¿Sesshomaru? —espetó cuando vislumbró a su hermano y se acercó a él—. ¿Qué se supone que…?

 

Cortó su palabras y su caminar cuando lo notó. Ese olor estaba ahí. Tan molesto y persistente como su mismo dueño. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? ¿Tan ciego estuvo como para notar que se trataba de él? Inuyasha no podía entender su error ni por qué ahora Sesshomaru olía tan… diferente, aunque la palabra que debería haber usado era cautivador.

 

Su hermano no le contestó nada, sólo se acercó a él e instintivamente retrocedió un paso. Algo no andaba bien en él. De hecho, algo no andaba bien en los dos y lo comprobó cuando, en un descuido, Sesshomaru apretó su mano con intención de atraerlo hacia él.

Notas finales:

La verdad es que este capítulo iba a estar unido con el siguiente, pero mientras lo escribía quise dividirlo para crear un poco de suspenso y cliffhanger —cosa que no me sale tan bien como en otras épocas—. Básicamente, quiero hacerlos sufrir(?, pero en compensación el próximo capítulo lo subiré el jueves. El domingo que viene no voy a tener oportunidad de subir nada, así que será un poquito antes.

Además... —redoble de tambores— va a haber una sexy el próximo capítulo. Sólo eso diré.

Nos vemos el jueves!

Saludos~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).