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"Esclavo de tu amor" por ShineeLuhan

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Notas del capitulo:

Hola lectoras amantes del yaoi!!!!


Acá me tienen con una entrega más de esta apasionada historia. Que por cierto, es el penúltimo capítulo, disfrútenlo. Les aconsejo que lo lean con pañuelos en mano jejejeje. Ah, se me olvidaba, hubo una lectora que preguntó cuantos años tienen los protagonistas pues ahora se los diré:


Rowen ronda por los diecisiete añitos *_*


William por los treinta *_*


Alexander por los veintitres >_<


Y como tb algunas me mencionaron acerca de la gestasión de Rowen pues ronda los tres meses. Al fin podremos verlo con su pancita más abultadita.


Muchas gracias por todos sus comentarios, esta vez fueron más que la vez anterior…Arigatou!!!! Pero no los puede contestar porque tengo polizontes en casa >_<, pero los leí y me animaron un montón, gracias *_*

CAPITULO TREINTA

 

 

 

Rowen vio acercarse a los dos guardias, en actitud tan decidida que supo a qué atenerse. Antes de que ellos abrieran la boca, él ya sabía a lo que venían. No necesitaban decírselo, pero lo hicieron.

 

--Señor, tenemos un mensaje de lord William. En adelante, tendrás que alojarte en la mazmorra.

 

Rowen había sabido que dirían exactamente eso; pero aun así palideció intensamente cuando lo vio confirmado.

 

--Él dijo…¿por cuánto tiempo?

 

--En adelante- repitieron los hombres.

 

Lo cual, por supuesto, significaba indefinidamente…o para siempre.

 

--¿Dijo cuál era el motivo?

 

Una pregunta estúpida. ¿Por qué se torturaba él mismo? Rowen había sabido que eso era lo que sucedería si William descubría que Alexander d´Ambray era su propio hermanastro. Rowen hubiera podido cobrar valor y decírselo cuando se le ofreció la oportunidad. Es cierto que habría afrontado la cólera de William, pero se le habría dado la oportunidad de intentar algo para calmarlo, o por lo menos de decirle por qué había guardado silencio. Ahora, William había llegado a la peor conclusión posible, y no deseaba tener ninguna relación más con su prisionero, quería la venganza…no, no se trataba de eso. Esto era rabia pura, y definitiva.

 

Los guardias se habían limitado a menear la cabeza ante la pregunta de Rowen, y después le ordenaron que los acompañase. Él obedeció. ¿Qué alternativa tenía ya? Por lo menos había estado solo en el gran salón cuando fueron a buscarlo. Emma no estaba allí para protestar, y tampoco Ágata. Rowen habría tenido que esforzarse mucho para evitar que se enredasen en una discusión con los dos guardias.

 

Sí, él sabía que William le haría eso, pero en lo más profundo de su ser no había creído que eso fuera posible.

 

 

****

 

 

Cuando el carcelero a quien él temía apareció con la sonrisa sensual en los labios, gozoso porque de nuevo tenía en su poder a Rowen, éste le volvió la espalda, porque sintió que la náusea lo invadía. No era el hijo en su vientre el que provocaba esa reacción. Era la opresión que sentía en el pecho. Y ahora deseaba que las lágrimas fluyeran, pero no aparecieron.

 

Cuando John Giffard llegó menos de una hora más tarde, para decirle que esta vez había tenido que golpear al otro carcelero para lograr que se marchase, Rowen le formuló una sola pregunta:

 

--¿Estás aquí por pedido de William?

 

--No, mi señor. Se difundió de prisa la noticia de que te traían de nuevo aquí. Vine con la mayor rapidez posible.

 

En ese momento el pequeño y frágil doncel lloró. Ignoraba por qué la última vez lo habían asignado a John. Nunca lo había preguntado. Pero que no hubiesen hecho lo mismo esa vez se explicaba por sí mismo. A William no le importaba lo que le sucediera ahora, mientras su prisionero de nueva cuenta estuviese encerrado y él no tuviese que volver a verlo, lo satisfacía.

 

Un rato después oyó una discusión en la sala de guardia. Reconoció la voz de Ágata. Ella y John habían llegado a ser muy amigos últimamente. Ahora, no era el caso. Cuando retornó el silencio, Rowen comprendió que John se había impuesto, y también supo cuál había sido la causa probable de la discusión. No se permitía a Ágata que lo viese, y John no se atrevía a desobedecer a su señor.

 

Pasaron dos horas más, y volvió John a abrir la puerta.

 

--Señor, cambió de idea. Sabía que lo haría, pero…debo encerrarte en su habitación y no aquí, con un guardia en la puerta.

 

--¿Qué sucederá si prefiero quedarme aquí?- quiso saber el menor.

 

--No lo dirás en serio.

 

--Sí, lo digo en serio.

 

John suspiró.

 

--El guardia tiene sus órdenes. Te arrastrará fuera de aquí si no vas por propia voluntad.

 

--En ese caso, caminaré.

 

--Anímate…

 

--No, John- le interrumpió el doncel- Mi corazón está muerto, pues ya no me duele.

 

Dios santo, ¿por qué eso no podía ser cierto? Rogó que se le entumecieran los sentimientos, pero al parecer no podía lograrlo. De todos modos, nadie lo sabría, ni John, y sobre todo William.

 

El cambio de cárcel no le aportó ninguna esperanza. Seguramente William había recordado que su prisionero estaba embarazado. Y más aún si el vientre ya se le notaba. Sin embargo, era evidente que lo había olvidado en su primer acceso de cólera, y lo había irritado todavía más el hecho mismo de recordar que estaba obligado a hacer concesiones a Rowen aunque sólo fuera para proteger al niño. Rowen ni por un momento pensó que Fulkhurst podía tener otros motivos para ordenar que lo trasladasen a la prisión más cómoda.

 

No le permitían ver a nadie, excepto al guardia, que le entregaba la comida todos los días. Cada vez que había intentado hablarle, Rowen había recibido gruñidos o murmullos como respuesta, de modo que ya no lo intentaba. Ciertamente, habría preferido permanecer en la mazmorra con John.

 

Se sentaba a menudo en el hueco de la ventana, y desde allí podía contemplar el patio. No había mucha actividad allí abajo, pero era mejor ver eso que nada. También cosía mucho, pues ya llevaba tres meses de embarazo; camisolas suaves para Emma y nada en absoluto para William. Lo que había confeccionado para William antes de salir con destino a Ambray, ahora lo destruyó para preparar minúsculas túnicas con destino a su hijo.

 

Nadie le había dicho una palabra acerca del sitio de Ambray. Si William había conocido la verdad acerca de la identidad de Rowen, ello significaba que se había apoderado del castillo. ¿Alexander estaba allí? ¿Lo habían capturado muerto? ¿Su madre estaba bien? ¿Se hallaba en libertad? ¿En una nueva cárcel como consecuencia de la furia de William?

 

Contaba los días. Por cada uno que pasaba perforaba un orificio profundo con su cuchillito en uno de los postes de la cama. Había sido una hermosa cama, bien trabajada. Ahora tenía veinticinco agujeros feos que él mismo admiraba. Antes de que pudiese agregar el vigésimo sexto, William regresó.

 

Rowen no recibió ninguna advertencia. Apareció allí, entrando en la habitación, deteniéndose frente al hueco de la ventana, donde el doncel estaba sentado, los pies apoyados en el asiento del frente, las manos en el vientre, más abultado pero aún no redondeado. Rowen había estado tratando de determinar si el movimiento que sentía era el niño o una indigestión. Echó una ojeada a William, y llegó a la conclusión de que era indigestión.

 

--De modo que el poderoso guerrero regresa- dijo Rowen, sin preocuparse si al otro le agradaba o no el tono de voz- ¿Mataste a Alexander?

 

--Todavía no lo encontré, y no porque no lo buscase durante estas semanas.

 

--Entonces, ¿Por qué vuelves aquí? Pues no tenías prisa por regresar, ¿verdad? Enviaste tus órdenes. Eso fue suficiente.

 

--¡Por Dios, te atreves…!

 

William se interrumpió cuando Rowen desvió los ojos y miró por la ventana, ignorándolo intencionalmente. No se lo veía atemorizado ni arrepentido. Su expresión era la seguridad misma. El corpulento caballero no había esperado eso, pero por otra parte o había pensado mucho en el asunto, pues había intentado expulsarlo de su mente para concentrar la atención sólo en la búsqueda de D´Ambray.

 

Pero ahora se dijo que no le agradaba el tono de resentimiento de Rowen. Y la cólera que había sentido esa noche en la conversación con la madre de éste, ahora comenzaba a reavivarse.

 

William se sentó en el banco que estaba enfrente, para mirar a su prisionero.

 

--Un comportamiento tan inocente para ocultar tanto engaño- comentó fríamente.

 

El doncel lo miró con el entrecejo enarcado, y preguntó con voz serena:

 

--¿Cuándo te engañe? ¿En Ginza, cuando no sabía quién eras? ¿En Ginza, cuando llegaste con tu ejército para matar a mi hermanastro, sin saber quién era realmente? Pero yo creí que estaba allí porque venías a buscar a Alexander d´Ambray, tu enemigo jurado, de modo que debía decírtelo entonces, cuando estaba seguro de que me matarías también a mí, si sabías que él era mi hermanastro. O tal vez debí revelártelo cuando me retiraste de tu mazmorra la primera vez para explicarme cuál sería tu venganza. William, ¿debía decírtelo entonces, para agravar lo que ya habías planeado para mí?

 

--¡Sabías que yo no te mataría!

 

--No, ¡en ese momento no lo sabía!

 

Se miraron hostiles. Rowen ahora no se mostraba sereno. En sus ojos había veinticinco días de cólera reprimida. Los de William tenían una mirada helada.

 

--¿Qué excusa me ofreces por el silencio que mantuviste después, cuando escapaste, y D´Ambray te devolvió? ¿Te envió de regreso con el fin de que me espiases?

 

--Estoy seguro de que me lo habría pedido si hubiese pensado en ello. Pero hasta que llegaste, él creyó que había triunfado, y que tendría los medios necesarios para doblegarte. Cuando en efecto llegaste, no tuvo tiempo de pensar en otra cosa que no fuese la fuga. Pero no te dije entonces que él era D´Ambray por la misma razón que no te lo dije cuando me llamaste a su castillo. No deseaba afrontar de nuevo tu cólera…o esto.

 

Movió la mano para indicar la habitación.

 

--¿Debo creer eso, cuando es más probable que tú y D´Ambray colaboren en este engaño? Te dejó en Ginza con el fin de que yo te encontrase- dijo William con voz dura- ¿Debía dejarme seducir por ti y revelarte todos mis planes?

 

--Él supuso que concertarías un acuerdo conmigo. Pero me dejó a mí porque el pánico lo dominó. Tú te acercabas con quinientos hombres, y él tenía tan sólo un puñado. Se proponía regresar con el ejército de Lyons, que había sido enviado para arrebatarte Tures. Quizás abrigó la esperanza de que yo te distraería el tiempo necesario de modo que él pudiese escapar. Y es más probable aún que pensara que yo lo retrasaría si me obligaba a acompañarlo. No sé si tuvo otras cosas en su mente ese día, además del temor y la rabia. Pero sé que no tenía el propósito de dejarme contigo más tiempo que lo que él necesitara para retornar. Y en efecto retornó. Cuando me encontró ese día en los bosques, me dijo que creía que me habías dado muerte.

 

William rezongó:

 

--Doncel, lo dices con mucha inteligencia, pero no te creo una sola palabra.

 

--¿Piensas que me importa lo que tú crees? Hace un mes me habría preocupado, pero ahora ya no.

 

--Doncel, tus circunstancias dependen de lo que yo crea- le recordó William.

 

--Mis circunstancias no pueden ser peores que estas.

 

--¿Eso crees?- replicó el otro en tono amenazador- Tal vez deba castigarte como corresponde, y no limitarme a reducir tu libertad.

 

Estas últimas palabras determinaron que Rowen se incorporarse bruscamente en un acceso de cólera.

 

--Adelante, ¡maldito seas! ¡Hazlo! No por eso te despreciaré más que ahora.

 

--Siéntate- rezongó Fulkhurst con voz ronca.

 

Sin embargo, Rowen rehusó sentarse al lado de William. Rodeó el fuego para acercarse a la otra ventana y ocupó allí un asiento, la espalda rígida medio vuelta hacia la habitación. Miró sin ver por la ventana, tan irritado que las manos le temblaban sobre el regazo. Lo odiaba, lo despreciaba. Deseaba que ese maldito hombre se…No tenía caso, lo odiaba.

 

Oyó que el corpulento rubio se acercaba por detrás y obstruía el paso para llegar al hueco de la otra ventana, de modo que Rowen no podía salir de allí sin apartar a William. Lo cual no estaba al alcance de sus fuerzas, de modo que él se irritó aún más ante ese hecho.

 

--Doncel, no has explicado tu conducta. Realmente, no creo que jamás vuelva a creer en tus palabras. Lo que hiciste estuvo a un paso de la traición. Si me hubieses dicho que D´Ambray era el que se había acercado a mi castillo, lo habría capturado a pesar de la oscuridad de la noche. Si me hubieses dicho que eras Rowen de Tures, yo podría haberme apoderado antes de tus propiedades restantes, y de ese modo…

 

--¿Antes?- le interrumpió el menor con voz agria- Y no creerás que ahora te ayudaré a conseguirlas, ¿verdad? No te ayudaría aunque tú…

 

--¡Cállate!- exclamó William- Tu resentimiento está fuera de lugar. No podía dejarte en libertad de mantener comunicación con ese hijo del demonio, y no dudo de que él consiguió infiltrar a alguien para llevar tus mensajes. Ahora necesito interrogar a mi gente para eliminar a los que no estaban aquí antes de tu llegada, sean o no inocentes. Y agradece que no te dejo en la mazmorra.

 

--¿Qué agradezca esta tumba, donde no he tenido con quien hablar desde que me encerraron aquí? Sí, te estoy muy agradecido- dijo con acento burlón.

 

Después, se hizo el silencio. Rowen no se volvió para comprobar si el otro demostraba arrepentimiento, si Fulkhurst por lo menos había comprendido a qué pena lo sentenciaba al ordenar su confinamiento. Impulsado por la cólera, William lo había condenado sin juicio, sin preguntarle siquiera si era culpable. Ese dolor infernal que Rowen había creído que se suavizaría, ahora era más y más agudo, y le oprimía el pecho y le apretaba la garganta.

 

Finalmente, oyó que William suspiraba.

 

--Regresarás a tus obligaciones, las que se te asignaron al principio. Pero no dudes de que te vigilarán. Y jamás volverán a confiar en ti.

 

--¿Cuándo confiaron en mí?- preguntó Rowen con una voz tenue y agria, sintiendo que el dolor casi lo sofocaba.

 

--Doncel, cuando compartiste mi lecho, confié en que no me traicionarías.

 

--Y no te traicioné. Lo que hice se denomina defensa propia.

 

--¿La apariencia de que me deseabas?

 

Rowen habría deseado decir: “Sí, también eso”, pero no deseaba lastimarlo como William lo estaba lastimando a él.

 

--No. Pero no necesitas temer que mi conducta impropia del pasado volverá a molestarte. Lo que sentí por ti ya no existe más en mi pecho.

 

--¡Maldito seas, Rowen, no conseguirás que mis actos me pesen! Sucede que tú…

 

--Acaba con tus recriminaciones. No deseo oír de ti nada más, excepto…dime qué hiciste con mi madre.

 

El otro guardó silencio tanto tiempo que Rowen no pensó que le contestaría. Quizás era tan cruel que deseaba dejarle la duda. No, eso no era posible.

 

--La entregué al cuidado de mi amigo, Sheldon de Vere. Ella me ayudó a ocupar el castillo D´Ambray. Por lo cual le debo gratitud. También ayudó a ocupar tus propiedades restantes, lo que tú debiste hacer. Los hombres de D´Ambray fueron eliminados con escaso derramamiento de sangre. Él ya no controla lo que es tuyo.

 

Rowen no le agradeció eso. Ahora el aguerrido rubio controlaba todo lo que pertenecía a Rowen, además de su propia persona. Y no era probable que jamás renunciaría a eso.

 

En voz baja, sin mirarlo, agobiado por el sentimiento de la desesperación, el joven doncel dijo:

 

--El día que tú entraste triunfal en Ginza, yo había pensado ofrecerte mi fidelidad, a pesar de los relatos horribles que había escuchado acerca de tu persona, si demostrabas que eras un poco menos despreciable que Alexander…pero no fue así. Me enviaste directamente a tu mazmorra. No debe extrañar que jamás deseara revelarte mi propia identidad.

 

William salió antes de que las lágrimas traicionaran a Rowen.

 

 

 

****

 

 

Rowen retornó a sus obligaciones anteriores, pero eso no disipó la atmósfera sombría que se había instalado en el castillo de Fulkhurst. Mary Blanz no se alegraba al verse obligada a controlar nuevamente a Rowen. Melissa lloraba a menudo. Ágata rezongaba siempre. Emma dirigía miradas tan odiosas a su padre que él hubiera debido reprenderla por eso, pero no lo hacía. Y el salón era un lugar tan silencioso durante las comidas que incluso un acceso de tos parecía embarazoso.

 

Rowen rehusaba hablar del asunto con nadie, y ni siquiera lo comentaba con Ágata, con quien estaba muy irritado por haber promovido un plan que había tenido consecuencias tan contraproducentes para él. William no había caído en aquella trampa de seducción, pero Rowen sí. De modo que ahora él escuchaba a Ágata sin prestarle demasiada atención, y sin formular comentarios.

 

Las semanas que siguieron se parecieron mucho a sus primeros días al servicio de William, con unas pocas y notables excepciones. Ahora no tenía que ayudarlo a tomar su baño ni acompañarlo compartiendo la cama. Tampoco recibía esas sonrisas sin alegría que Rowen tanto había odiado. El señor del castillo apenas lo miraba, y cuando lo hacía, su rostro carecía de expresión. El joven doncel no era más que lo que el corpulento caballero le había impuesto al principio: un criado a quien no se prestaba la menor atención. En una actitud perversa, Rowen había cesado de usar sus propias ropas, a pesar de que William no había insistido en eso. Pero si el menor no era más que un criado, se parecería precisamente a un criado.

 

Aún enseñaba a Emma cuando disponía de tiempo. Le  agradaba hacer eso, y por lo mismo intentaba demostrar sus sentimientos a la joven. Dichos sentimientos oscilaban entre la depresión y la amargura, o simplemente eran manifestaciones amargas. Pero se esforzó todavía más para evitar que William conociera lo que su criado sentía.

 

Pero llegó el día en que Emma se alejó, y fue al hogar de Sheldon, para casarse con el joven Richard. No se permitió a Rowen presenciar la boda. Había cosido el vestido con que Emma se casaría, pero no podía estar allí para verlo sobre el cuerpo de la joven.

 

A partir de ese momento, Rowen ya no disimuló su resentimiento.

 

William percibió de inmediato el cambio. Dos veces en un mismo día le volcaron la comida sobre las piernas. Nadie hubiera podido creer que las dos ocasiones habían sido accidentes. Y él ya no podía hallar en su cofre ropas que no necesitaran arreglos mayores o menores. Hacia el fin de la semana su dormitorio estaba sucio. Las sábanas de su cama no habían sido bien lavadas, y eso le provocó sarpullido. Su vino era cada vez más agrio, la cerveza llegaba cada vez más caliente, la comida que Rowen depositaba frente a él era cada vez más salada.

 

William no dijo nada a Rowen acerca de cualquiera de estos aspectos. No estaba seguro de poder hablar al joven sin llevárselo a su lecho. Lo asediaba tan intensamente que debía apelar a los mayores esfuerzos para abstenerse de tocarlo. Pero no se le acercaba. El doncel lo había engañado. Había conspirado con su enemigo contra él. Su risa, sus burlas, su deseo del propio William, todas eran mentiras. Pero no podía odiarlo. Jamás lo perdonaría, jamás volvería a tocarlo, nunca le demostraría cuán vulnerable era ante él; pero no podía odiarlo, ni cesar de desearlo.

 

William no sabía por qué permanecía allí para torturarse. Necesitaba salir a buscar a D´Ambray, en lugar de enviar a otros con esa misión. O visitar a Sheldon y su nueva esposa. ¿Había ordenado a alguien que mencionase a Rowen ese matrimonio? Sin duda, no lo había hecho, pues seguramente esa información no había suspendido, por lo menos provisionalmente, el resentimiento que éste demostraba. Como si  Rowen tuviese motivo para experimentar resentimiento. Él sí, pero Rowen no.

 

Aunque debía partir, no lo hizo. De modo que dos días más tarde, Sheldon apareció con su nueva esposa.

 

William los recibió en la escalinata de acceso a la fortaleza. Sheldon se limitó a sonreír y dijo al dueño de la casa que “se preparase”, y después entró en el salón, dejando a William solo con lady Anne. Los labios apretados de la dama le advirtieron lo que se le venía encima. Y llegó sin preámbulos.

 

--Estoy aquí para ver a mi hijo, y no intentes negármelo. Tu propia hija acaba de confiarme el tratamiento atroz que Rowen recibió de ti. No estoy muy segura de que pueda perdonar a Sheldon de no habérmelo dicho él mismo. Si lo hubiese sabido antes, te habría tendido una trampa en Ambray, en lugar de entregarte el castillo. Que un hombre pueda ser tan…

 

--¡Basta, señora! No sabes nada de lo que ha ocurrido entre Rowen y yo. No sabes de lo que tu hijo me hizo. Es mi prisionero, y así continuará. Puedes verlo, pero no lo sacarás de aquí. ¿Eso está claro?

 

Anne abrió la boca para discutir esa afirmación, y después la cerró. Lo miró hostil un momento más, antes de asentir brevemente y de comenzar a pasar frente a él. Pero apenas había dado dos pasos se volvió con brusquedad.

 

--Lord William, no me dejaré intimidar por ti. Mi esposo me asegura que tienes buenos motivos para ser así. Lo dudo, pero también me dijo que tal vez crees que Rowen fue un instrumento voluntario en los planes de Alexander.

 

--No lo creo, lo sé- replicó fríamente William.

 

--En ese caso, estás mal informado- insistió Anne. Pero agregó en un tono más razonable- Mi hijo me ama. ¿Crees que ayudaría a Alexander después de verlo mientras me castigaba cruelmente para conseguir su cooperación?

 

William endureció el cuerpo.

 

--¿Cooperación por qué?

 

--Alexander había concertado un acuerdo con Rupert Lyons, un convenio referido a Rowen: él rehusó. Yo también rechacé la unión. Él era un viejo lascivo de fama escandalosa. De ningún modo, el igual de Rowen. Pero Lyons había prometido su ejército a Alexander, para combatirte. De modo que él lo trajo a Ambray y lo obligó a presenciar mientras me castigaba.

 

--¿Por qué a ti? ¿Por qué tu hijo no recibía los golpes?

 

--Porque aunque sea de un modo retorcido, creo que Alexander le profesa afecto. En todo caso, no habrá deseado perjudicar su belleza, pues la boda se celebraría apenas llegasen a Ginza. Pero Alexander no tropezaba con ninguna dificultad para golpearme, y no se habría detenido hasta que mi amado hijo aceptara casarse con Lyons. Pero le dije que sin duda él se retractaría apenas lo alejaran de mí. Después de todo, es un muchacho obstinado y bien pudo desear que se le ofreciera la oportunidad de arruinar los planes de Alexander después de lo que él me hizo. Pero cuando mi hijastro estuvo en Ambray unos pocos días, se vanaglorió de haberlo acobardado totalmente, y que mi hijo haría lo que se le exigiera, porque él le había advertido que me mataría si Rowen no le obedecía. No sé si lo habría hecho. Alexander no es tan cruel como era su padre. Sin embargo, Rowen seguramente le creyó, y lo habría odiado por…¿qué pasa?- exclamó la dama cuando vio el rostro color ceniza de William.

 

William meneó la cabeza, pero emitió un gemido mientras recordaba otras palabras y veía a Rowen a horcajadas sobre su cuerpo cuando lo secuestraron y encadenaron aquella vez en la fortaleza de Lyons, mientras explicaba a William lo que el doncel haría: “Esto no me agrada, lo mismo que a ti, pero no tengo alternativa…y tú tampoco”No tenía alternativa. Había tratado de salvar la vida de su madre. No había deseado violar a William, y había lamentado tanto lo que había hecho que había considerado que la venganza se justificaba.

 

--¡Ahhh!- exclamó angustiado, y el dolor que le atravesaba el pecho le pareció insoportable.

 

Anne se alarmó.

 

--Un momento, iré a buscar…

 

--No…no tengo nada grave, nada que un buen látigo no pueda curar- dijo William con un sentimiento de humillación- Señora, tuviste buenas razones para criticarme. Soy el peor de los…¡ah, Dios mío, qué hice!

 

Pasó frente a la mujer y entró en el salón. Vio a Sheldon y se limitó a decirle:

 

--Mantén aquí a tu esposa- y después subió corriendo la escalera.

 

Rowen estaba en la habitación dedicado a la costura, y no se encontraba solo. Lo acompañaba Ágata y tres mujeres más. Vieron a William, y se retiraron de prisa, Ágata tardó más en desaparecer. Dirigió a William una de esas miradas frígidas que había estado prodigándole durante semanas, sin que él lo advirtiese. Tampoco ahora prestó atención, pues tenía los ojos clavados en Rowen.

 

Éste se puso de pie y dejó a un costado el lienzo que descansaba sobre su regazo; su expresión era la misma que había mostrado durante varias semanas, un profundo desagrado.

 

--Ahora que has interrumpido nuestro trabajo- dijo, contrariado- ¿qué deseas?

 

--Acabo de hablar con tu madre.

 

La expresión de Rowen manifestó sorpresa y placer.

 

--Sí, y podrás verla enseguida. Pero necesito hablar primero contigo.

 

--¡Ahora no, William!- dijo Rowen con impaciencia- Hace tres años que no veo a mi madre. La vi apenas una vez hace unos meses, cuando…

 

Las palabras de Rowen se perdieron, y determinaron que William lo apremiase.

 

--¿Cuándo qué?

 

--No importa.

 

--Importa. ¿Cuándo D´Ambray la castigó?

 

--¿Ella te dijo eso?

 

--Sí. Y aún más. ¿Por qué tú nunca dijiste que él había amenazado tu vida?

 

Rowen abrió muy grande los ojos, y después miró a William con una chispa de irritación.

 

--¿Y te atreves a pregúntame eso? No quisiste escuchar razones. “Nunca me traigas de nuevo una excusa para justificar lo que hiciste”. Ésas fueron tus palabras.

 

William se estremeció.

 

--Lo sé. Es probable que en ese momento no hubiese importado que yo lo supiera. Estaba muy encolerizado. Pero ahora importa- vaciló un instante- Pero era necesario que supiese. ¿También te obligó a espiarme?

 

--Ya te lo dije. Nunca pensó en eso. Estaba muy atareado pensando cómo podía usar contra ti el ejército que acababa de conseguir.

 

William apoyó el cuerpo contra la puerta cerrada, en el rostro una expresión sombría.

 

--Entonces, ¿me equivoqué aún más de lo que había pensado al principio? Dios mío, fuiste inocente de todo, incluso del engaño del cual te acusé más recientemente.

 

Rowen lo miró con incredulidad.

 

--¿Inocente de todo? Yo te violé. ¿Olvidas eso?

 

--No. Te lo perdoné. Pero…

 

--¿Cuándo me perdonaste?- preguntó el doncel- No recuerdo que me hayas dicho nada en ese sentido.

 

William frunció el entrecejo ante la interrupción y la testarudez de Rowen.

 

--Doncel, sabes exactamente cuándo. Fue el día que me pediste una gracia…La noche que no dormiste.

 

El color tiñó las mejillas de Rowen.

 

--Podías haberlo mencionado- murmuró el menor, y agregó al recordar esas semanas- No es que eso importe ahora.

 

--Tienes razón. Eso poco importa cuando yo no tenía nada que perdonar. Pero ahora tú tienes muchísimo que perdonar. ¿No es así?

 

El menor lo miró fijamente un momento prolongado, y después se encogió de hombros, en un gesto prolongado.

 

--Ciertamente, estás perdonado. Ahora, ¿puedo ver a mi madre?

 

William frunció el entrecejo.

 

--No puedes absolver mi culpa tan fácilmente.

 

--¿No puedo? ¿Por qué no? ¿O no pensaste que sencillamente no me importa que lo lamentes?

 

--Todavía estás enojado- conjeturó William, como si eso explicase la extraña conducta de Rowen- No te critico, pero te compensaré. Nos casaremos, y cuando…

 

--No me casaré contigo- lo interrumpió Rowen, en voz baja…demasiado baja.

 

Ahora tocó a William el turno de mirarlo con dureza, y después de estallar.

 

--¡Tienes que casarte conmigo!!!

 

--¿Por qué? ¿Para que puedas expiar tu culpa?- el doncel meneó lentamente la cabeza- ¿No estabas escuchando el día que te dije que lo que sentía por ti ya no existe? ¿Por qué querría casarme contigo, William?- y entonces el control de sí mismo en él se desplomó- ¡Dame una buena razón!

 

--De eso modo nuestro hijo no nacerá como un bastardo.

 

Rowen cerró los ojos para ocultar su pesar. ¿Qué había esperado? Qué ese estúpido hombre dijese: ¡Porque te amo!

 

Rowen suspiró. Cuando volvió a mirarlo, su cara era una máscara inexpresiva o casi.

 

--Bien, así están las cosas- admitió Rowen con voz neutra- Pero eso no es razón suficiente…

 

--¡Maldito seas, Rowen, tú…!

 

--¡No me casaré contigo!- gritó Rowen a William, ahora incapaz de soportar más, expresando todo el resentimiento que experimentaba- ¡Intenta obligarme a hacerlo, y te envenenaré! ¡Te castraré mientras duermes! Y además…

 

--No necesitas continuar.

 

William tenía la misma expresión que lo había engañado antes, la de un hombre agobiado por el dolor. Pero Rowen esta vez no cayó en la trampa.

 

--William, si quieres expiar tu culpa, déjame libre. Renuncia a tus derechos sobre mi hijo y déjame volver a mi casa.

 

Después de un momento interminable, a William, se le hundieron los hombros…pero asintió.  

 

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

OMG!!!!


Qué pasó ahí????


Será que en verdad William dejará ir a su pícaro y bello doncel???


Esto estará que arde en el último capítulo de la historia. No se lo vayan a perder.


Espero que hayan disfrutado con el capítulo de hoy. Vaya, al menos Anne se reivindicó esta vez con la metedura de pata de la vez anterior…Despejó las dudas de William de lo que pensaba acerca de Rowen. Mendigo ahora ruega por su perdón…¿Será que nuestro Rowen lo perdona??? Y ¿será que Alexander aparezca al fin en el último capítulo???? Sheldon si que no perdió el tiempo ¿verdad? Amo a este hombre jajajajajaja.


Espero con ansias sus RWs. Nos vemos el siguiente jueves con el final de la historia. Bye bye.


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