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Apuestas y demostraciones por InuKidGakupo

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Notas del capitulo:

Me regresé un poco en la historia para ver qué fue lo que hizo Sokka en el tiempo que estuvieron separados luego de su charla y cuál fue la razón para volver a la Nación del Fuego, ya después sigue normalmente la continuidad luego de repetir la última escena del capítulo anterior desde la perspectiva de Sokka. 

Se miró de nuevo al espejo y su frente volvió a fruncirse, lanzó otra breve maldición que murió en la soledad de aquel pequeño baño donde el goteo de la llave era lo único que rebotaba alrededor, poniéndolo más tenso de lo que ya se sentía sencillamente con esa premisa. Desvió la mirada al suelo, como si ignorando aquello terminaría por desaparecer, por no existir, pero al levantar la vista al cristal frente a él volvió a contemplar aquello sobre su cuello, tan claro y tan remarcado que lo exaltó una vez más, haciéndolo golpear la pared suavemente ante la impotencia, nervios y miedo que agobiaron su mente.


— Estúpido Zuko, le dije que no dejara marcas — acarició de nuevo aquel trazo de piel amoratado en tres diferentes puntos y deseó con toda su fuerza que Katara lo curara, pero, ¿cómo hacerlo? ¿Qué iba a decirle? ¿Cómo explicar que eso había llegado ahí cuando todos sabían de sobra que había estado en la Nación del Fuego?, Suspiró, derrotado, deseando que aquello se desvaneciera de su cuerpo por sí solo, que desapareciera también de su cabeza, porque estaba por volverse loco.


Soltando un bufido impaciente se colocó la gruesa y pesada chamarra azul que llevaba consigo desde la tribu agua, odiando el hecho de que estuviera en el reino tierra exactamente en una región donde hacía demasiado calor. Tras abrochar el último botón de su atuendo caluroso se contempló ligeramente satisfecho cuando las marcas quedaban perfectamente ocultas detrás de la tela esponjosa de su gorro, subiendo aún más la vestimenta para asegurarse de que no hubiera fallas.


Salió tras un suspiro hondo y haber llenado su cuerpo de valor, dejando ver su presencia en una reducida sala donde Katara, Aang y Suki aguardaban charlando un par de cosas que él no prestó atención, solo anduvo demasiado tieso y nervioso hasta poder reunirse con ellos, quienes giraron en su dirección emocionados y alegres de tenerlo de vuelta en Yu Dao, donde seguían ayudando a las colonias re establecidas luego del incidente del Movimiento de la Restauración de la Armonía.


— ¡Sokka! ¡Qué alegría! — Suki fue la primera en saltar a él, rodeándolo posesiva y plantando más de un beso sobre sus labios que él apenas correspondido, seguía demasiado nervioso por todo lo acontecido con Zuko, más aún por tener sobre de sí la premisa que cernía en su cuello al poder ser descubierto. — ¿Cómo te fue en la Nación del Fuego? ¿Por qué saliste tan a prisa? ¿Todo está bien con Zuko? — asintió a aquello, recordando brevemente que había recibido el llamado del Señor del Fuego por una "emergencia" y había partido sin decir nada, por todo lo que había pasado, era un detalle que prácticamente había olvidado.


— Sí, todo está perfecto con él... — respondió en un susurro y al instante carraspeó, sintiendo un dolor en la boca del estómago al decir aquello, al mal pensar sus propias palabras y traer a su mente su pasada conversación, su manera estúpida de haberle confesado que creía que era perfecto. —Todo está tranquilo en la Nación del Fuego... sí— trató de corregirse a sí mismo, pero de nuevo sus palabras quedaron fuera de lugar.


— Deberíamos ir a ver a Zuko todos juntos, Sokka pasó un tiempo allá y jugaron muchos juegos, ¿No es así? — habló Katara, animada, parafraseando las cosas que su hermano le había contado brevemente luego de que volviera la primera vez que había llegado al castillo del Señor del Fuego luego de "retarlo" a un sin fin de bobos desafíos. Dónde todo ese embrollo había comenzado.


— Ah sí claro todo muy divertido — soltó apático y hasta cierto punto sarcástico, pero estaban tan acostumbrados a que Sokka nunca hablara en serio que ni uno de los presentes le tomó la debida atención.


— Me alegra oírlo, entonces ahí iremos la siguiente vez — saltó Aang esta vez, ya ilusionado con la idea de volver a ver a su ahora mejor amigo.


— Sokka, ¿no tienes calor? ¿Por qué traes la gabardina del Polo Sur? — Katara tenía que ser la que notara aquello, haciendo a Sokka maldecir a su hermana ante su imprudente comentario, incluso se sintió irritado y tuvo ganas de protestar groseramente, pero debía contenerse, no tenía caso hacer un escándalo que llamara más la atención de todos a las marcas en su cuello que estúpidamente intentaba ocultar.


— Después de estar en la Nación del Fuego tanto tiempo siento frío en cualquier otro lado — justificó rápidamente en un tonto pretexto, pero al ver la calma en los demás se tranquilizó de igual manera, por lo menos brevemente.


— Tienes razón, ¡la Nación del Fuego es tan caliente! — comentó Aang, negando suavemente y riendo a Sokka, observando su esponjoso traje cubriéndolo. — Seguro que cualquier lugar es más frío que ahí — los otros tres rieron y Sokka apenas gesticuló una breve sonrisa.


— Aunque para nosotros que venimos del polo sur resulta aún más caluroso. Pero supongo que ellos están muy acostumbrados, ¿Han tocado la piel de Zuko? Su temperatura corporal es mucho más elevada que la muestra — soltó Katara con naturalidad, recibiendo un asentamiento de Aang y Suki, quienes parecían asombrados con su comentario pues se habían dado cuenta de aquello alguna vez. — Cuando toqué su pecho estaba muy sorprendida, estaba realmente caliente — agregó conmocionada, recibiendo un nuevo asentimiento por los demás.


Sokka, sin embargo, al escuchar aquello se sintió él mismo arder, la imagen de su hermana tocando el pecho de Zuko lo alteró, imaginar a cualquiera tocando a Zuko en realidad lo puso inmediatamente de malas por una razón que no comprendió. Arrugó el rostro y le lanzó una mirada fiera y retadora a Katara que ya estaba contando alguna otra cosa que él no prestó atención. Sin pensarlo bien se puso de pie arrebatadoramente, con sus ojos desafiantes y molestos clavados en la morena que lo miró con extrañeza junto al resto.


— ¿Y qué rayos hacías tú tocando el pecho de Zuko? — decirlo en voz alta fue lo que lo trajo de vuelta a la cordura y se sonrojó al instante, sintiendo como si el resto pudiera leerle la mente y mirar los propios recuerdos de aquel cuerpo semi-desnudo tocándolo, confirmando con su propia piel aquel hecho, la idea de que el cuerpo de Zuko era realmente cálido, realmente cómodo al tacto..., y que él estaba ahí haciendo un escándalo por nada. Sacudió la cabeza un momento para centrarse, pero pensar también en que Zuko iba por ahí tocando y dejándose tocar por quién fuera lo sobresaltó, lo hizo extrañarse en su mente confundida y lo hizo rabiar al instante, logrando lucir alterado, más que por lo dicho, por su imaginación, por su culpa y recuerdos que lo atormentaban, que lo hacían sentir descubierto.


— Lo dije una vez, cuando Azula lo golpeó yo tuve que curarlo — murmuró Katara con una expresión incrédula y un tanto asustada, sin comprender. Ni siquiera Aang se había visto molesto al respecto y todos recordaban claramente la historia del rayo que había impactado al entonces príncipe Zuko, lanzando la misma cuestión a Sokka, quién de pie al centro ya no supo qué hacer.


Era un idiota y no podía dejar de pensar en lo sucedido, en lo que había hecho y sentido, ya ni siquiera podía pensar las cosas claramente y algo más fuerte que él estaba tomando el control. Negó suavemente y se reprochó sus actos, que descuidado era. Que imbécil era.


— ¿Estás bien, Sokka? — preguntó Suki, escudriñado a su novio con la mirada, una que el guerrero del sur esquivó, dándose la vuelta para que nadie notara su rostro afligido y preocupado, bastante confundido con sus propias palabras y sus propios actos.


— Estoy bien solo... necesito un momento — levantó su morral azul que llevaba a cuestas y comenzó a caminar por la casa donde se quedaban alojados para ayudar a las personas. Aang y Katara compartieron una mirada fugaz ante aquello, mirando a la guerrera Kyoshi levantarse e ir tras él.


— Sokka... ¿quieres que vaya contigo? — le preguntó apenas lo alcanzó, mostrando un rostro preocupado al ver a Sokka alterado y furioso por alguna razón. Este al instante negó y la adelantó por un par de pasos, sintiéndose extraño.


— No hace falta, solo estoy cansado por el viaje, tomaré una siesta... — le sonrió forzadamente y anduvo a prisa por el pasillo, deseando como nunca había querido estar lo más lejos de su propia novia.


Se encerró en la habitación donde lo habían alojado y se tumbó en la cama, sosteniendo la almohada contra su cabeza para tratar de calmar su respiración y su corazón, para ahogar en ella el quejido y el grito de su mente. ¿Qué se suponía que había sido eso? ¿Qué se suponía que era todo eso? Desde que había besado a Zuko por primera vez hasta el día de hoy, todo para Sokka no tenía sentido, todo era una completa locura, parecía un sueño, una pesadilla, no sabía que pensar al respecto.


Sostuvo su cabeza entre sus manos y suspiró hondo, quería aclarar toda su mente pero los pensamientos saltaban enloquecidos y sin sentido gritaban cosas que él no podía ni comprender.


Estaba fuertemente incómodo y frustrado, una sensación de impotencia venía a su pecho y lo ahogaba, no sabía que era correcto pensar y que era una estupidez, tenía la sensación de que no debió haberse ido del castillo así como así, sin entender ni un poco, pero otra parte de él le gritaba que el verdadero error había sido ir ahí en primer lugar, haber permitido que todo eso pasara.


¿Qué demonios se supone que significaba después de todo? Zuko se veía realmente convencido, realmente a gusto con todo eso, y él se preguntaba por qué. ¿Qué era todo eso para Zuko? ¿Qué pensaba él? ¿A qué demonios se supone que estaba jugando?


Apretó los ojos, deseando que toda esa congoja se detuviera, que los recuerdos se olvidaran, que su piel dejará de arder. ¿Por qué lo había hecho? ¿Cuál era el propósito de jugar así con él? Ahora sólo pensaba que todo entre ambos se había arruinado, que no tendría rostro para volver a ver al Señor del Fuego, y que en parte, en realidad tampoco tenía ganas de verlo. Se suponía que eran amigos pero... ¿ahora? ¿Podrían seguir siéndolo? ¿Aún podía pararse frente a él sin desear hacer algo, sin debatirse entre querer desnudarlo y querer golpearlo?


Aquel pensamiento lo abrumó, lo hizo resaltar esa vocecita que decía que había dejado algo muy grande inconcluso en la Nación del Fuego, algo a medias que se había extendido solo para él, algo con lo que tenía que terminar entre las manos. Al tiempo, claro, eso lo aquejaba, ¿qué era eso que en el fondo sentía que debió hacer? ¿Cómo poder siquiera concebir alguna idea, un algo más que pudiera nacer de esa situación, de esa relación amistosa entre los dos?


¿Amigos? ¿Aún podían llamarse así? Un amigo no te besaba, no te tocaba como ellos lo habían hecho, no apretaban su cuerpo y su dureza contra tu espalda mientras te aprisionaba y gemían sobre la piel, un amigo no dejaba huellas de sus labios sobre la espalda y marcaba sus dientes contra tu cuello. Entonces, ¿Qué se suponía que eran ellos ahora? ¿Qué se suponía que harían ahora?


¿Fingir? ¿Olvidar? ¿Intentar ignorar la erección que se asomaba de sus pantalones cada vez que recordaba la sensación de las manos humeantes de Zuko sobre su pecho, sobre sus piernas, hacer de cuenta que no sentía aún su aliento en contra de su oreja?


Soltó una maldición y una sensación vomitiva lo embargó, quería que todo eso desapareciera, odiaba la incertidumbre, odiaba la incógnita y el temor, el deseo filtrado, la duda y al mismo tiempo el asco revuelto con la pasión. La aberrante idea que nacía y moría en su cabeza iba a volverlo loco, la certeza de que algo muy malo en realidad había pasado lo sacudió, lo preocupó incluso cuando no estaba seguro de qué había sido eso. Probablemente las consecuencias de aquel juego y lo que había parecido una tontería iba más allá de lo que hubiera imaginado, de lo que hubiera creído, de lo que él mismo y su juicio podían soportar.


Sin darse cuenta, en el silencio en el que se encontraba, se quedó dormido con el rostro de Zuko plasmado al final de sus pupilas.


[...]


— ¿Sokka? — la voz y la luz que de pronto cayó en su cara lo despertó un tanto agitado, incorporándose en su sitio mientras la figura de Suki se hacía presente y se adentraba en su habitación. Parpadeó muchas veces y se talló los ojos suavemente, sonriéndole con más sinceridad que en la tarde que había llegado de su viaje. La guerrera se sentó en la orilla de la cama, dejando en el suelo a un lado de ellos el candelabro de una vela que llevaba en una de sus manos el cual los alumbró apenas lo suficiente para poder mirarse a la cara entre la suave luz naranja. — ¿Cómo estás? — cuestionó en un susurro, colocando una mano en su hombro consoladoramente.


— Bien... ¿Dormí demasiado? — se acomodó en su lugar, enderezando su espalda mientras miraba a Suki darle una negativa ante su pregunta.


— Sokka... ¿en verdad está todo bien? Te noto extraño — él negó de inmediato, tratando de no regresar toda la basura a su mente ahora que había despertado y se sentía un tanto tranquilo.


— Lo está, solo... no me gusta que mi hermana ande por ahí tocando gente — justificó, imaginando que Suki hacía alusión a su tontería de esa misma tarde que ahora sonaba tan fuera de lugar incluso para él mismo, pero había llegado tan abrumado y pensar en todo eso lo tenía tan confundido que no se había detenido realmente a pensar.


— Lo entiendo, está bien — ella le sonrió y recargó su cabeza en el hombro del muchacho, tomando su mano en un movimiento suave y entrelazando sus dedos en ese aire romántico que siempre portaba. — Te extrañé — susurró cerca de su rostro, recargándose aún más en él hasta que sus brazos rodearon por completo su cuerpo.


Ambos entendían y sabían leer rápidamente el ambiente, por lo que ambos sintieron nacer la premisa de la consumación de su amor ahí mismo, sobre esa cama. Sokka comenzó a besarla y tocarla, a tratar de sentir placer en las manos de Suki, en sus caricias, a llevar el mismo sus dedos sobre las curvas femeninas, a desearla y poseerla y así borrar también la huella de sus errores. Gracias a la tenue y casi nula luz fue capaz de quitarse el enorme suéter y también de quitarse por completo la camisa, dejando que su novia amorosa y pasional rozara sin vergüenza su cuerpo para prender la chispa del amor.


Aquello sin pensarlo lo descolocó, haciéndolo apretar los ojos cuando las manos de Suki se sintieron demasiado frías, demasiado delgadas, les faltaba algo que tardó en focalizar, les faltaba una esencia que no sabía identificar, pero fue cuando los labios de ella rozaron su cuello, específicamente esa parte de su cuello, cuando Sokka entendió que todo estaba demasiado frío. Que le faltaba calor.


La empujó suavemente sin poder evitarlo, sintiéndose culpable al segundo siguiente, mirando avergonzado el rostro extrañando de ella, que le miraba en cuestión, totalmente estupefacta. Tragó sonoramente y le preguntó a sus manos qué estaba haciendo, le preguntó a sus labios porque habían imaginado a alguien más, le preguntó a su corazón por qué no podía seguir con eso, por qué su piel se rehusaban a ser marcada por alguien más.


— Yo... — bajó el rostro un segundo, llevando sus dedos al puente de su nariz, donde masajeó un momento tratando se recobrar la compostura. —No es nada, perdón... — sonrió y extendió los brazos, acogiéndola de nueva cuenta.


Suki dudó un segundo, pero no lo rechazó, solo volvió a besarlo está vez con remarcada vehemencia, como si quisiera ayudarlo con la caricia de sus besos, como si buscara aliviar ese dolor que veía al final de los orbes azules del hombre al que ella amaba, ella solo quería ayudar, solo quería ofrecerle un cobijo entre sus brazos, quería des estresarlo tu hacerlo feliz.


No imaginaba por supuesto que su intención estaba saliendo de un modo completamente opuesto, que su novio quería alejarla de él una vez más, que al cerrar los ojos eran los ojos dorados los que pintaban tras sus párpados, que sentía secos y escuetos sus labios y sus manos reclamaban las de alguien más. Suki hizo el beso más intenso a la par de sus caricias robándole a Sokka el aliento, haciéndolo recordar la forma en la que Zuko besaba, en su forma tan particular, tan excitante, tan extraña y anhelada. Sobre su piel ardió la huella de sus manos como si fuese una herida, como si ardiera, como si el fuego que Zuko emanaba se hubiera quedado impregnado en su piel y ahora lo llamara desde sus memorias, ahora le pedía volver a él.


— No — volvió a separarse y tomó una ligera distancia, pasándose una de sus manos por el rostro para tratar de calmarse, para tratar de diferir la realidad.


— Sokka... ¿qué está pasando? ¿Qué está mal? — Suki notó el claro nerviosismo en su novio, sintió más que eso el rechazo implícito en su ser, en sus manos que se alejaban de ella, como si la repudiara... o como si buscara a alguien más.


— No es nada, solo... —"solo no puedo dejar de pensar en Zuko mientras te beso a ti, lo único que pasa es que no puedo sacarlo de mi mente, que no puedo olvidar las caricias que compartimos. Que quiero poseerlo a él en tu lugar". Su mente recitó el resto de su idea y al instante apartó el rostro a un lado, fuertemente avergonzado y ofuscado por lo que conllevaba aquella cuestión. — Solo... me duele demasiado la cabeza Suki, quiero dormir un poco más... — dijo y la miró dudar de ello, la miró darse cuenta de que le mentía, de que había algo más.


Pero luego, sus ojos ya no pudieron mirarla. La culpa fue lo que cubrió el resto.


— Bien, avísame si necesitas algo — se paró de la cama claramente molesta y ofendida, bastante tocada por la situación y el rechazo, pero era demasiado bondadosa, demasiado tolerante y por supuesto demasiado inocente como para sí quiera imaginar la realidad.


— Soy un idiota — dijo para sí cuando se sintió en soledad, golpeando su frente y apretando los ojos mientras buscaba una explicación a todo eso.


Quería volver y solamente llevaba un día lejos del Señor del Fuego Zuko, quería regresar y saber qué era eso que había detrás del ligero cristal que había quebrado entre ellos, quería sentir de nuevo sus brazos, quería arder en esa sensación, quería mirar sus ojos escudriñarlo, charlar, olerlo, estar cerca, eso, nada más.


Maldijo por enésima vez que así fuera, que solo hubiera bastado aquella tarde llena de locuras y sensaciones para tenerlo así de confundido, así de intrigado y ansioso por probar, por averiguar. Aun así, una picazón más grande le decía que quería más que solo poseer a Zuko, que había descubierto algo dentro de sí que finalmente podía llegar a admitir, algo que quizá ya existía dentro hacía un breve tiempo.


A pesar de todo no podía dejar de sentirse mal, ni siquiera podía tocar a su novia sin llenar su mente de ideas pervertidas con Zuko y aquello lo hacía sentir culpable y dolido, lo hacía sentir que no tenía valor ni honor, que deshonraba y ofendía la belleza y naturaleza de Suki al rechazarla, al tener a alguien más en su mente, al haberle sido infiel.


¿Era esa la palabra que buscaba? ¿Infidelidad? ¿Realmente era así? Había sido un juego... al menos al principio lo había sido. Pero ahora era un pecado, una traición, un engaño, una mentira, había manchado su relación y había tirado al suelo su confianza y el tiempo que llevaban juntos, que llevaban queriéndose. Y todo eso, ¿por qué? ¿Había valido la pena sentirse como un mentiroso e infiel bastardo?


Su piel ardiendo y vibrando ante el recuerdo le dijo que sí, que había valido cada segundo de aquello. La razón le dictaba una vez más que nada de eso debió tener cabida en primer lugar y que nada justificaba haber traicionado de esa forma tan ruin a su querida novia, nada en el mundo podría cubrir lo suficiente una infidelidad. Incluso si había sido un juego. Incluso si era con otro hombre.


Aquello le dio escalofríos y necesitó volver a cubrirse y enredarse entre las sábanas. Nunca se había imaginado a sí mismo fallándole así a una mujer, mucho menos con un hombre, y aquella idea lo tocaba y preocupaba, lo hacía temblar en preocupación y sentía que su cuerpo no soportaba la idea, el saber. Nunca en su vida había gustado de un hombre antes, mucho menos había siquiera intentado algo con alguno ni en el más recóndito lugar en su imaginación, era una idea que no concebía y su gusto por las mujeres era claro y el mundo así lo conocía.


¿Qué sucedía entonces? ¿Qué tenía Zuko? ¿Qué demonios había pasado por su mente al haber propuesto algo tan indecente la primera vez que habían terminado por darse un beso? Y sobre todo, ¿Por qué quería seguir haciéndolo? ¿Por qué creía que era realmente bonito? ¿Por qué quería volver? ¿A qué?


No quiso responder ninguna de sus preguntas, temeroso por supuesto de las posibles respuestas, solo cubrió de nuevo su rostro con la almohada y deseó morir ahí mismo para ya no tener que pensar más, para no preocuparse más.


[...]


Tres semanas fue el tiempo máximo que pudo soportar aquel suplicio. No podía dormir bien, no podía pensar y seguía sin poder tocar a su hermosa mujer. Había esperado que con el tiempo aquella sensación se esfumara, que lo olvidara y superara y así nunca tendría que volver a pensar en ello, ya no debía de cuestionarse más. Al contrario de sus suposiciones la cosa había empeorado y cada día podía dormir y comer un poco menos, cada día sentía que aquello que le faltaba se hacía más grande y sencillamente llegó al punto en que ya no lo pudo soportar. Necesitaba saber. Necesitaba volver.


Tomó una maleta un tanto más grande que su simple morral azul y comenzó a meter todas sus cosas con presura, sin siquiera meditar, no estaba seguro cuanto tiempo le llevaría averiguar lo que fuera que necesitara saber y debía estar totalmente preparado, para todo, sin importar que fuera.


— ¿Qué haces? ¿A dónde vas? — la voz preocupada de Suki sonó detrás suyo y giró apenas para contemplarla un segundo antes de seguir armando su improvisada maleta.


— Iré a la Nación del Fuego — susurró apenas en respuesta y su tono frío ya no fue sorpresa para a chica que llevaba soportando su mal humor todos esos días.


— ¿Sucedió algo? ¿Recibiste un llamado de Zuko? — Sokka negó al instante y aquello lo irritó. No, no había sabido nada de Zuko desde ese día y aquello también lo preocupaba, le dolía, ni siquiera se había molestado en preguntar por él. ¿Acaso todo eso era así de fácil para Zuko? ¿Él estaba tan tranquilo mientras él ni siquiera podía dormir? ¿Es que ya lo había olvidado?


— Es un asunto importante pero no es demasiado que no seamos capaces de manejar — inventó, ya no valían nada sus mentiras a ese punto así que no le preocupó.


— ¿Estás seguro? ¿Quieres que vaya contigo, que llame a Aang? — recibió otra negativa como respuesta lográndose hacerse a un lado apenas cuando Sokka pasó por su lado, listo para partir.


— Es algo que tengo que hacer solo, Suki — su voz profunda la asustó, la hizo sentir que de algún modo la estaba excluyendo, que no quería que se entrometiera en sus asuntos, por supuesto en retrospectiva, así era. — Discúlpame con Katara y dile que no podré volver con ella al Polo Sur, regresaré cuando tenga que hacerlo — lo dijo más como orden que como petición, sonriéndole brevemente y dándole la espalda completamente para finalmente partir a prisa, sin querer pensar más, sin poder esperar más, ante la mirada atónita de aquella que era su novia.


Se marchó en una nave pequeña de carga del Reino Tierra que le fue asignada, abandonado Yu Dao a la brevedad en camino a la Nación del Fuego, con urgencia. En la barricada a las afueras del territorio del Señor del Fuego las tropas lo detectaron, dejándolo pasar al instante de reconocerlo, incluso sin anunciar, las puertas de Azulón estaban abiertas todo el tiempo a los héroes de la guerra de cien años.


Anduvo como en su propia casa por el palacio una vez que su nave arribó aquel atardecer, dejándola en las afueras de su jardín sin una clase de prioridad u orden, ya no tenía más tiempo que perder. Llegó hasta el patio central donde el pequeño estanque de patos-tortuga pintaba y ahí, como espejismo, como una obra de arte bella e irreal el Señor del Fuego Zuko descansaba sentado sobre su verde césped, distraído, cabizbajo y evidentemente cansado, incluso podía asegurar que estaba ligeramente triste.


—Luces muy estresado — soltó sin meditarlo demasiado, deteniendo su andar una vez que Zuko giró el rostro a él, luciendo claramente impresionado.


— ¿Sokka? ¿Qué haces aquí? — preguntó y Sokka escuchó en su voz la urgencia misma que él también sentía, la emoción que disfrazó con un poco de desinterés, luchando contra su instinto que gritaba perder la cordura y abandonar la lucidez. Se encogió de hombros al contrario de todos sus pensamientos, sin aguardar más tiempo avanzó a él, deteniéndose a su lado y clavando sus ojos ansiosos en él.


—No sé, de pronto... me he sentido aburrido, me han entrado ganas de jugar — Soltó, claramente jugando, evidentemente sarcástico y se obligó a reír cuando Zuko lo hizo, cuando lo miró tan disperso y tan confiado, tan contento, a diferencia de él. Suspiró hondo cuando la tensión comenzó a ganar y temía por absolutamente todo, por la premisa de lo que había ido buscando al llegar ahí.


— Sokka... — la voz de Zuko sonó suave y pasiva y Sokka temió. No quería oírlo, no quería que llenara sus oídos de palabras bonitas o absurdas, no quería su empatía o su corazón, quería respuestas, quería hechos, ya no quería tampoco exponer sus sentimientos, estaba asustado y solo deseaba poder sentirlo un poco, entender. Negó antes de que Zuko pudiera decir algo y este calló, extrañado.


—Hay que jugar un partido de Pai Sho, Zuko — dijo en su lugar para desviar la atención, para hacer de cuenta que todo estaba bien, que no ocurría nada. Le miró de soslayo y Zuko evitó mirarlo, quizá un poco apenado, quizá sintiendo el mismo miedo e interés que llevaba él.


—Bien, pero... ¿qué me darás si gano? — Sokka rió sin chiste ante aquella tentativa de lo absurdo, de la ironía al insinuar repetir los hechos que aún no sabía si habían sido o no un error.


—Eso depende de lo que quieras perder — dejó ir con saña y verdadero reto, tomando lugar al lado de Zuko sin darse cuenta, sin poder resistir más.


—Entonces que así sea — Sokka asintió ante eso y giró su rostro a Zuko, quien a su vez imitó el gesto y lo encaró.


Ambos se quedaron suspendidos en ello y sobre el pecho de Sokka nació un ardor que no reconoció, pero que era quizá lo que estaba esperando, a lo que había llegado ahí. Achicó los ojos y le miró entre retador y provocativo, lo miró de un modo que ni él entendió. Por lo bajo y discretamente la mano de Zuko se movió y tomó la suya, apretándolo, haciendo a su corazón saltar dentro, fuerte y dolorosamente al punto de que se sintió morir. Era esa la señal que necesitaba para saber que podía proceder en lo que fuera que quisiera, era eso el pequeño brillo destellante que le indicaba que tenía paso libre a experimentar, a poseer, a probar, y con todo eso, a comenzar a olvidar.


—Esta vez, te juro que voy a vencerte... — lo dijo sonando juguetón pero era más bien una amenaza, una hacía Zuko, hacia él mismo, hacía la idea de enfrentar aquello sin vacilar y sin resistirse más.


— ¿Vamos? — preguntó el joven monarca, mirándolo sonrojado y apretando suavemente los dientes para que no se notara su nerviosismo y su alegría por tenerlo de nuevo ahí, quizá por unas razones un tanto equivocadas a lo que él esperaba.


— ¿A dónde? — preguntó apenas antes de que Zuko deshiciera el agarre que tenían entre sus manos y se pusiera de pie con su ostentoso y pesado traje, sacudiéndose unos momentos antes de sonreír de lado y aguardar a que Sokka hiciera lo mismo, después de todo, ya llevaban algunos minutos ahí, la noche pintaba apenas sobre el firmamento y anunciaba a ambos que el día y el trabajo había llegado a su fin. Que algo nuevo había comenzado.


— No sé… adentro — se rió por lo bajo entre su tensión, encogiéndose de hombros mientras trataba de no darle importancia al hecho de que latía demasiado fuerte su corazón. Sokka asintió levemente antes de ponerse en pie y armarse de fuerza y valor para estar seguro de que quería seguir con ese juego.


Anduvieron por los silenciosos y oscuros pasillos a través del elegante y hasta cierto punto tétrico palacio de Zuko, quién dirigía el camino y andaba con ligereza, con tranquilidad y entusiasmo que resonaba en cada paso remarcado que daba contra el suelo y creaba un eco inundando el lugar. Sokka temía incluso respirar y pisar demasiado fuerte, sentía que si era demasiado ruidoso aquella atmósfera se rompería y terminaría por pensar demasiado el lugar o lo que se supone que harían.


Zuko se detuvo frente a la puerta de su habitación y le sonrió ladinamente al moreno antes de abrir suavemente y pasar primero, dejándolo detrás y sin percatarse de que Sokka suspiraba fuertemente y tragaba con dificultad antes de atreverse a poner un pie dentro de aquel lugar, a esa que no era una prisión pero le daba la sensación de que estaban apartados, aprisionados bajo las cadenas de sus propios deseos y premisas, que era otro lugar, un sitio en otro mundo, en donde solo estaban los dos, en donde eran ciegos y nadie más excepto ellos tenían que verlos.


— Hoy no está el tablero...— murmuró casi sin querer, mirando con temor aquel lugar en el piso donde hacía un par de semanas las manos de Zuko palpaban su cuerpo. El otro se detuvo un poco antes de dar un breve asentimiento y ladear los labios en una mueca apenada e incluso divertida.


— No íbamos a jugar de verdad, ¿o sí? — soltó su cuestión y luego se sentó en la orilla de su cama pesadamente y quitándose la capa y artilugios de los hombros, dejando espalda curva y los brazos recargados sobre sus rodillas, manteniendo los ojos fijos en Sokka, escudriñando, provocando. — ¿Por qué no mejor pasamos a las demostraciones? ¿Es por lo que viniste aquí, no? — el guerrero del sur odió un momento el tono arrogante y extrañamente seductor que usó el Señor del Fuego, pero al instante se recompuso, en realidad, tenía razón.


— No he podido dormir bien — soltó sin mucho sentido, dejando sus cosas caer al suelo cerca de una pared y finalmente andando a Zuko, deteniéndose apenas a un metro de él, quedándose fijo y firme para contemplar desde su altura al maestro fuego. — Yo... no puedo creer que estés tan tranquilo. Me molesta que lo estés — Zuko arrugó el entrecejo, dejando ver en su expresión la incomprensión y la extrañeza que al instante descolocó aún más a Sokka. — Todo este tiempo... no te he podido sacar de mi cabeza, no puedo hacer nada sin pensar en... — frenó sus palabras, era demasiado vergonzoso admitir todo incluso para alguien que no tenía demasiada prudencia como él.


El Señor del Fuego apartó la mirada un segundo, clavándola al suelo y luciendo sinceramente conmovido. No entendían, por supuesto, nada de lo que pasaba en la mente del otro, sus intenciones, sus pensamientos y sus deseos. Zuko sintió su alma picar y quiso sinceramente abrazar al otro, sin nada, solo saber que todo estaba bien, solo saber que de algún modo eran importantes, que podían hablar y conocerse un poco más, llevarse mejor, volverse más unidos. Él tampoco había dejado de pensar en Sokka pero entendía que si se había ido era su decisión y él era desconfiado y tímido como para tener valor de ir a enfrentarlo, a buscar algo que le atemorizaba y quizá ni siquiera obtendría. Tenía miedo al rechazo, a ser vulnerable y dejar ver sus sentimientos que comenzaban a tener sentido dentro de él. Escuchar a Sokka lo tranquilizaba ahora y lo hacía sentir menos solo, menos tonto, menos fuera de lugar.


No tenía modo de saber que las palabras de Sokka estaban distorsionadas a lo que él pensaba, que dentro de la mente y las palabras del moreno no corría más que el deseo brutal de desnudarse ahí mismo y concluir de una vez lo que tuviera que hacer. No sabía que cuando hablaba de pensar en él solo eran insinuaciones carnales de sus fantasías pervertidas y bajas, descaradas, vibrantes y viscerales.


Sokka sonrió ante el rostro avergonzado del otro y él mismo pensó que estaban pensando en lo mismo, que tenían bajo su pensamiento la misma premisa encarnada. Sus ojos volvieron a toparse en el aire y lentamente se fueron atrayendo, como si no quisieran, como si no pudieran, como si quisieran engañarse o fingir frente a alguien.


Finalmente Sokka perdió la paciencia de la lentitud y de la dolorosa espera, cortó la distancia en un largo paso y terminó en un segundo frente a Zuko, aún de pie, detenido en medio del compás abierto entre las piernas Zuko, quién suspiró pesadamente y nervioso tembló cuando las manos de Sokka aprisionaron su rostro hasta casi lastimarlo, quemándolo con las caricias suaves de sus manos.


Se agachó lo suficiente para besarlo y enseguida se perdió en la sensación, en la adrenalina que le generó finalmente probarlo de nuevo, de desafiar el todo, de actuar por impulsos, nada más. Zuko se estremeció al sentir aquel beso que no esperaba, respondiendo al instante que salió de su breve sorpresa y siguiendo el ritmo tan arrebatador que el otro le mostraba.


La adrenalina de estar haciendo lo incorrecto los azotó y se agotaron fuertemente, convulsionaron hipotéticamente en la situación, en la premisa, en saberse ahí, de alguna manera -similar pero distinta- siendo correspondidos.


Sokka no esperó ni meditó, empujó al otro hasta recostarlo y luego él mismo trepó en la cama quedándose a horcajadas  sobre su cuerpo, besándolo y comenzando a subir el tono y la intensidad el movimiento de sus labios, lanzando caricias que ahora eran más mordidas y lengüeteos por todos lados, su boca estaba ansiosa y pronto abandonó la boca de Zuko para comenzar a plantar suaves mordiscos y fuertes besos remarcados en las mejillas y cuello del Señor del Fuego, quién apenas podía digerir todo, soltando suspiros entrecortados y sintiéndose extrañamente acorralado, ligeramente asustado.


Trató de seguir el ritmo y quitar de su mente la preocupación, estaba realmente feliz de que Sokka no lo odiara y sobre eso que hubiera regresado a sus brazos pidiendo más, pero eso no lo hizo sentir mejor cuando descaradamente Sokka comenzó a quitarse la camisa y a desabrochar la cinta de sus pantalones, llevando sus manos presurosas y temblorosas al pecho de Zuko, haciendo lo propio en la de él y dejando al desnudo su tórax en un segundo, uno en el que el maestro fuego no pudo ni protestar ni participar.


Un segundo de alivio sucedió cuando Sokka se recostó suavemente en él y sus pechos cálidos y fornidos se apretaron, se frotaron y les dieron la sensación de que encajaban, de que se complementaban y se correspondían. Gimió sin desearlo cuando las manos del moreno le apretaron los pectorales y jugaron con su cuerpo de forma lasciva hasta hacerlo incluso doler. Parecía una venganza justa tomando en cuenta que Zuko había hecho lo mismo con él aquella vez que lo obligó a desnudarse, así que no replicó en absoluto y decidió apretar los labios y cerrar los ojos para tratar de centrarse únicamente en lo agradable que era sentir a Sokka acariciándolo, queriéndole.


La escena se transformó cuando la boca de Sokka bajó por su cuello y mordió sin dudar un segundo una de sus tetillas, logrando hacer a Zuko gritar ligeramente de dolor y llevar las manos a la cabeza de Sokka para tratar de alejarlo ante lo brusco e inesperado del acto. Este por supuesto que no se dejó y en cuanto Zuko quiso apartarlo sus manos apresaron con vehemencia las muñecas de Zuko y forzó sus brazos a los lados, dejándolo indefenso y totalmente expuesto a su fantasía, a su necesidad.


Probablemente si Zuko de esforzaba lo suficiente podría quitarse a Sokka de encima, después de todo siempre había sido más fuerte que él y contaba con su habilidad de Fuego Control, pero hacerlo sería usando demasiada violencia y una gran parte de él no quería parar, no quería alejarlo y terminar con eso, aunque aún no entendía bien qué era. Admitía que en sus fantasías había imaginado un bello reencuentro y con suerte un par de besos, pero ahora no sabía si esto era lo que buscaba, si era lo correcto, estaba entrando lentamente en pánico y ansiedad, contrariamente su cuerpo también estaba despertando ante la insistente caricia de la lengua de Sokka que no paraba de estimular sus rosáceas tetillas, abdomen y pecho.


Soltó otro gruñido gutural cuando la boca de Sokka descendió lo suficiente para provocarle escalofríos al sentir su lengua marcando surcos en la parte inferior de su abdomen, demasiado cerca de su pelvis que ya ardía demencialmente. Sokka liberó sus brazos buscando comodidad y también buscando desatar los pantalones de Zuko y dedicar caricias posesivas en sus muslos y caderas, clavando sin consideración sus uñas en la piel ajena que incluso a través de la piel a Zuko le dolieron fuertemente. Pensó en volver a alejarlo pero mirarlo tan entregado lo hizo sentir culpable y simplemente estiró sus manos para acariciar los hombros desnudos de Sokka, quien mantenía sus caricias en la parte baja de su abdomen.


Sokka tomó la mano de Zuko y trepó de rodillas un poco para dejar su pelvis contra la del otro en una provocativa y sugerente pose que no dejó nada a la imaginación, que los hizo sentir su masculinidad hirviente a través de la ropa golpeando una fuertemente contra la otra. Zuko soltó un suspiro ahogado ante la sensación de ser tocado y al tiempo tocar de ese modo en esa parte tan íntima y sensible, mirando expectante y extrañado a Sokka, quien aprisionaba su mano contra la suya y filtraba en sus azules ojos un jugueteo extrañamente malicioso que lo tensó.


El momento finalmente colapsó y se vio fuertemente ofuscado y dramáticamente tenso. Sokka besó suavemente la mano de Zuko antes de dirigirla con la suya, guiándola hasta su entrepierna, donde literalmente obligó a Zuko a palpar su hombría. El Señor del Fuego se encogió en su sitio cuando Sokka aprisionó su mano fuertemente y la pegó a su miembro firme y terriblemente listo, apretando más fuerte para hacer que Zuko acariciara sin desearlo con más profundidad y énfasis en su extremidad a través de la ligera tela.


—Sokka… espera… — pidió, preso del pánico, logrando tensar su brazo y su muñeca para tratar de liberarse y finalizar aquel bizarro acto en donde literalmente parecía que Sokka pretendía masturbarse ahí mismo usando la mano de Zuko como instrumento principal. Por supuesto que el moreno no se detuvo e hizo caso omiso, simplemente aumentó la fuerza que tenía sobre su agarre para no dejarlo ir, restregando casi por instinto su abultada entre pierna con la de Zuko, la cual ya no sabía si estaba “despierta” o no. — P-Por favor… So-Sokka — tartamudeó por todo el cúmulo de emociones que lo embargaban, preso de las sensaciones de su cuerpo que contrariamente le pedían no parar. De nuevo no hubo respuesta por parte del otro, ni siquiera se inmutó en absoluto, al contrario de ello, su mano libre bajó y descaradamente comenzó a palpar el miembro de Zuko, levantándose lo suficiente para poder hacer aquello sin dificultad. De los labios temblorosos del Señor del Fuego salió un suspiro terriblemente complacido por el tacto, pero su mente estaba demasiado tensa y asustada que incluso eso no lo convencía de seguir. No, parecía que el moreno ni siquiera lo estaba tomando mínimamente en consideración, y Zuko no quería que todo fuera así, tan repentino, tan precipitado, tan sencillo, tan vacío. Tuvo miedo un segundo de todo, de que Sokka estuviera ahí solo por eso, de que no lo escuchara, de que no se detuviera, si no hacía algo en ese momento, no había duda de que lo terminaría por violar. — ¡Sokka! ¡Es Suficiente! ¡Detente ahora! — gritó fuera de sí, tomando por el brazo a Sokka y agitándolo, como para traerlo de nuevo a la realidad, para dejarle en claro que no estaba de acuerdo con nada de eso, al menos no precisamente ahora.


— ¿Qué pasa? ¿Te lastimé? — Sokka finalmente retiró sus manos de Zuko y detuvo todos sus movimientos, mirándose finalmente cuerdo y vuelto en sí. Su rostro se vio suavemente preocupado y lanzó sus ojos celestes a Zuko, extrañado, como si realmente tuviese que ser él el sorprendido.


— ¿Qué demonios… estás haciendo? — sus labios temblaron al igual que sus palabras y en ese momento notó el ardor sobre la muñeca que Sokka había apretado rudamente. Este mismo le miró y levantó las cejas en duda, como si no entendiera a qué se refería, como si fuera demasiado evidente y no necesitara explicar aquello.


— ¿Y tú qué piensas que es esto? ¿La cena? — se burló en su clásico tono bromista y charlatán, como si ni siquiera pudiera notar la forma tan estúpida y desconsiderada en la que estaba actuando ahí mismo.


—Me refiero a… Sokka tú… yo no… — no pudo completar ni una de las ideas y oraciones que se le venían a la cabeza, estaba demasiado impactado e impresionado, nervioso y también extrañamente excitado. Quería empujarlo, golpearlo, besarlo, golpearse él mismo, llorar.


— No me digas… ¿tú…? ¿Es tu primera vez? — preguntó vacilante ante el silencio del Señor del Fuego, como si el miedo reflejado en los ojos dorados del otro se debieran a una timidez o inexperiencia y no a todo lo demás. Zuko frunció con violencia e hizo el rostro a un lado, por un lado tratando de calmarse y explicar su verdadera razón, por el otro ligeramente avergonzado porque de hecho, aquello era cierto. — Yo pensé que tú… — murmuró el moreno ante el evidente sonrojo y evasiva de Zuko que confirmaba su teoría, pero apenas abrió la boca Zuko le miró fieramente, sin poder creer que fuera realmente así de estúpido.


— ¡Ese no es el punto, Sokka! — gritó, empujando finalmente al guerrero del sur fuera de sí para poder recomponer su postura y sentarse nuevamente en su cama, esta vez tomando una buena distancia del moreno, quien se puso de pie sorprendido y dejando ver un aire decepcionado ante tan brusca y repentina interrupción.


— Entonces dime cuál es el punto… yo… trataré de ser suave si tienes miedo… — Zuko negó con frustración y apretó los ojos mientras acariciaba el puente de su nariz en exasperación, en incredulidad ante aquella desfachatez en sus palabras, en lo absurdo y lamentable de aquella situación.


—No es nada de eso, Sokka… yo sólo pensaba que tú y yo… — cubrió su rostro con ambas manos y calló abruptamente, ¿qué iba a decirle? ¿Qué esperaba flores y chocolates? ¿Qué quería tomar primero una taza de té? ¿Qué quería un anillo o algo por el estilo para que al fin pudieran estar cómodos, seguros? De nuevo se sintió un imbécil, un total loco que andaba en todo eso de forma unilateral, que se había hecho imaginaciones e ilusiones demasiado pronto. Que era otra de esas mierdas tontas y dolorosas de las que no hacía caso probar, ni esperar.


Hubiera querido pensar en algo lo suficientemente bueno, en darse su lugar y saber que eso no era lo que quería, en decirle a Sokka que se marchara de su habitación, pero claramente no podía hacerlo, su mente prontamente comenzaba a inventar excusas para defenderlo y para guardar ilusiones absurdas sobre un “algo más”. Finalmente volvió sus ojos a Sokka, quien ahora lucía asustado y retraído, sin saber qué hacer o decir, seguramente ni siquiera sabía que pensar, él no entendía absolutamente nada, él no veía que nada estuviera mal.


—Si no quieres ahora… podemos parar… — soltó, sin nada más que decir, entendiendo que su primera vez debía ser algo preciado para alguien en su posición, o quizá solo tenía miedo y estaba demasiado confundido al respecto de lo que conllevaba todo eso, él mismo estaba un tanto aterrado ante la idea de hacerlo con un hombre, así que atribuyó el rechazo asustadizo a aquello, a pensar que Zuko dudaba de su hombría o su masculinidad al entregarse a alguien de su mismo género, después de todo, hasta hacía muy poco aquellos actos eran condenados como un delito en aquella Nación.


— Yo… no… — suspiró y la molestia del rostro se le escapó como arrastrada por el viento, removida por su consideración y por su ilusión, por todos sus miedos, por su joven idealismo. — Podemos… ¿podemos sólo dormir hoy? Aquí… los dos… — soltó con un tono suplicante y palmeó s cama, lo dijo sin saber por qué lo decía en realidad, entendiendo que quería más tiempo a Sokka entre sus brazos pero también quería mantener su auto respeto intacto, incluso si sabía bien que no podía hacer ambos, al menos por esa noche, quería soñarlo, quería intentarlo.


— Oh… — Sokka apretó los labios y guardó silencio, como si lo considerara, como si estuviera seriamente desilusionado al respecto que aquella idea le resultara una estupidez. Gritó para sus adentros en frustración y quiso arrancarse la piel porque de otro modo sentía que no lo resistiría, que lo obligaría, que se orillaría a terminar finalmente. Asintió ante la propuesta, sonriendo forzadamente un momento antes de tomar aire con vehemencia. Había estado tan cerca. —Bien… está bien… — finalmente tras unos momentos que lucieron eternos se calmó. Todo era demasiado complicado, así que, creía que lo entendía.


Zuko evitó fruncir en tristeza cuando notó aquel semblante que decía que no era lo que quería, que no era la forma que él esperaba de pasar la noche juntos. Pero por supuesto, no dijo nada, lo disfrazó tras su rostro firme y recto, tras esa seriedad y propiedad que tanto lo clasificaba. Sokka asintió varias veces para sí mismo y luego se dejó caer en la cama, sin fuerza, cubriéndose el rostro con las manos mientras intentaba pensar con claridad.


— ¿De verdad íbamos a hacerlo? — soltó al cabo de un buen rato donde su voz fue más rápida que él mismo y filtró la duda en sus palabras, al instante se sintió estúpido por aquello, no quería hacer un drama ni mucho menos, pero todo sonaba tan escalofriante, tan seco, tan repentino que por un momento pensó que quizá se estaba confundiendo, que probablemente no era lo que él creía, que lo anterior había sido un sueño, que Sokka no podía ser así. Sabía, por supuesto, que no eran más que intentos estúpidos de auto consolación y auto engaño, así que solamente se encogió en su sitio y miró a Sokka esperando una respuesta. Buscando esperanza que probablemente no existía.


El moreno lo escuchó pero no pareció hacerlo, ni siquiera lo miró o pareció cambiar de posición. Sokka odiaba las palabras, odiaba tener que hablar de los sentimientos o los problemas, odiaba hablar, le encantaba actuar, hacer, lanzarse a lo que fuera con un plan a medias en la cabeza y esperando a que las cosas resultaran bien. Pero ahí estaba, con su plan a medias tirado en el suelo, sin saber qué más hacer. Había fallado en su primera idea estúpida de poseer el cuerpo de Zuko a su gusto sin importar lo que viniera después, y ahora estaba atrapado en una situación incómoda y extraña, sin un plan ni siquiera a medias en algo que no comprendía, en algo de lo que no quería hablar. Hablar significaba sacar los pensamientos, los sentimientos, y él no quería tener ninguno de los dos.


—No sé — soltó una evasiva como única respuesta, soltando aquello con demasiada ambigüedad en comparación con los decisivos y firmes de sus actos hacía apenas unos minutos. Era obvio que sí, que iban a hacerlo, la pregunta era porqué lo frenó, su duda era porqué quería ahora dormir ahí, juntos… como si fueran algo más.


Bufó en su lugar y no volteó ni un segundo al Señor del Fuego que ya había apartado el rostro, confundido con aquella respuesta, sin saber qué pensar al respecto de aquella declaración. La cabeza le dio vueltas y entonces se preguntó a sí mismo una vez más qué estaba haciendo ahí, si no iba a tener lo que quería, ¿por qué no se iba? ¿Tenía la esperanza de conseguirlo de algún modo al siguiente día? ¿Esperaba que en la noche bajo las mismas sábanas se pudiera aprovechar? No, que estupideces decía, poco a poco él mismo se sentía como un loco. Sentía que detrás de todo eso, había algo más. Algo a lo que le tenía miedo, algo que quería evitar, por eso mismo es que no quería hablar.


— Sólo… vamos a dormir, ¿bien? No pienses mucho — se permitió un segundo de tranquilidad para intentar vagamente hacer sentir mejor a Zuko, pues se veía realmente tocado por todo, mucho más que él. Este asintió breve y Sokka se puso de pie para tomar sus cosas del suelo y andar a prisa al baño interior de la habitación, necesitaba estar completamente tranquilo antes de decidir volver a su lado.


Tardó unos largos minutos en volver, regresando a la habitación y llevando consigo sólo su ropa interior como vestimenta más cómoda, mirando a Zuko cambiado también en una camiseta delgada y su ropa íntima, ambos listos para intentar dormir. Se recostaron y Sokka no podía creer todo lo estúpido de todo eso, no había ido ahí a jugar o perder el tiempo, ni siquiera había imaginado eso, y ahora estaba sin forma de poder despotricar en contra, siendo arrastrado exageradamente temprano a dormir en una situación como esa, con él, que estupidez.


Zuko le dio la espalda y él se cuestionó qué entonces para qué lo quería ahí, ¿de verdad iban solo a dormir? ¿Así? ¿De la nada? Tenía tanto en la cabeza, en la entrepierna, ¿lo estaba tentando? ¿Era un reto? Ni siquiera le había dicho nada. Se sintió fastidiado y estuvo a nada de levantarse y salir de ahí, lejos de lo que fuera eso, pero como esa misma tarde, sin esperarlo, sin entenderlo, la mano de Zuko se deslizó bajó las sábanas que compartían y lo sujetó con esa misma fuerza, una que se sentía casi lastimosa, demencial.


De nuevo la urgencia le nació y quiso romper el cristal entre los dos, y un momento vaciló sobre cuál era el modo de hacerlo. No hizo nada, sin embargo, solo devolvió el agarre y sin darse cuenta o esperarlo recibió a Zuko en sus brazos, quien se giró a él, quien seguía soñando despierto en su epifanía imaginativa y casi etérea, que en realidad no tenía sueño pero sólo quería retenerlo ahí, a su lado, en una fantasía sin sentido. En un intento absurdo, pensaría él. Ni uno dijo nada, sólo recargaron su humanidad en el otro y sin siquiera pensarlo, en la comodidad, en la confianza, en la duda y el miedo de romper una escena como esa, ambos durmieron.


[…]


Pasó el día pegado a Zuko, lo siguió a todas partes en todos sus tediosos trabajos y asuntos propios del Señor del Fuego a los cuales no prestó atención, solamente lo miró de soslayo todo el rato, lo acosó al extremo con sus ojos azules que lo hacían incomodar y lograban hacer que las manos de Zuko temblaran por sí solas en el aire.


Pasado el mediodía se quedaron finalmente solos y en calma; Zuko lo llevó por el castillo y las praderas a mirar algunas cosas, a tratar de despejarse y entretenerse con banalidades varias, para tratar sencillamente de convivir. Ni uno dijo nada al respecto de todo, solamente charlaron tonterías de la vida y comentaban efusivos bobadas de su cotidianidad. Parecían dos amigos, los amigos que eran antes, con naturalidad, con la calidez que le regalas a un familiar, solo disfrutando el momento, con alegría, con aparente paz.


En la mente de Zuko pasaba la idea de poder poseerlo, así, sin ataduras físicas, sin necesidad de profundidad, sin nada más que obteniendo su empatía para conseguir por siempre su presencia, su sonrisa, sus palabras y sus sorpresas, quería convencerlo de no volver a querer irse. Sokka pensaba en como haría para seducirlo y obtener su cuerpo y su pureza esa misma noche, para luego poder marchar en paz.


Entrada la noche y tras una ducha individual ambos terminaron de pie en el silencio de la habitación de Zuko, sabiendo que era tras esas puertas cerradas donde podían finalmente dejar de contenerse, dejar de actuar. Sokka jugaba con la tela de su vestimenta abierta mientras meditaba el todo y la nada, Zuko de espaldas a él se desvestía para entrar a la cama, para saber si iba a ser esta la última vez que pudiera retenerlo de este modo o no.


Ni uno de los dos podía creer que fueran los mismos del día, los juguetones, los risueños, bromistas, alegres, felices, ¿dónde quedaba esa compatibilidad cuando estaban ahí? ¿Es qué se iba? ¿O es que era tanta que no podían siquiera con ella, que necesitaban más? Zuko bajó la mirada y sintió los ojos celestes del otro en su desnuda espalda, sintió en ellos el deseo ardiente y supo que lo mal pensaba, que en el rostro de Sokka al girar encontraría la lujuria a la que le temía, contra la que no podía.


— ¿Qué quieres de mí? — preguntó, su voz resonó en el cuarto y golpeó incesante las paredes en un eco escalofriante hasta desaparecer, hasta perderse en una falta de respuesta.


Giró tras unos largos segundos donde solo obtuvo nada, sintiendo solo aquellos ojos aún sobre él. Encontró en el rostro de Sokka la dureza y tensión combinada con lo que ya esperaba, con esa sugerencia sexual que destilaba. Sokka levantó las cejas y luego apretó los labios, encogiéndose de hombros, como si no comprendiera o como si realmente no hubiera una respuesta, como si no existiera una razón.


— No entiendo — finalmente respondió secamente y la ligereza de su voz se había esfumado y quedaba solo aquel tono firme y grueso, ya estaba convertido en todo un hombre, al final.


— Todo ese tiempo luego de que tú y yo... luego del último juego, tuviste mucho tiempo para pensar, para saber qué querías hacer, ¿no? Por eso estás aquí... por eso volviste... así que dime, ¿qué vienes buscando, Sokka? — la garganta del guerrero del sur se secó y se sintió incapaz de articular palabra alguna, sentía que todo lo que venía a su cabeza estaba mal, no podía decir en voz alta lo que quería, ni siquiera podía pensarlo claramente para sus adentros, ¿qué se supone que iba a decir? ¿Para qué quería oírlo de todos modos?


— Tú también tuviste el mismo tiempo, ¿no? ¿Tú qué estás esperando qué pase? ¿Tú que quieres? — le regresó la pregunta con un dejo de molestia, pero Zuko no se alteró en absoluto, solo suspiró con cansancio o quizá con dolencia, con resignación ante sus propias conjeturas de su posición en esa historia.


No dijo nada, solamente cortó la distancia y colocó una mano cálida sobre el hombro de Sokka, quién al principio se mostró tenso y reacio mirando con duda y expectación, clavando su retadora mirada en los orbes dorados que en contrario a él lo miraron con nobleza, con gentileza.


— Yo estoy seguro de lo que quiero — murmuró a esa distancia y no hubo nada más que decir.


Sokka necesitó apartar el rostro para no seguirse quemando con aquella determinación, con aquella intensidad, con esa transparencia que podía volverlo loco, que lo hacía entender, que lo hizo llenamente sentirse culpable. Zuko le estaba mostrando el corazón en una imagen parpadeante de sus ojos de estrellas y él tembló ante la calidez y la potencia de aquello, tembló de miedo ante esa filtrada realidad. Lo quería. De otra forma al deseo que él sentía, lo anhelaba más allá de lo corporal. Había sin desearlo realmente despertado en Zuko un amor hacia él que no esperaba, que no podía corresponder.


Quiso llorar ante una tragedia que especulaba en la escena, ante un malentendido, ante un juego que no soportaba, que había provocado sin desear. Lo ideal era recoger sus cosas, lo correcto era abrochar el lazo alrededor de su cintura y atravesar esa puerta para no mirar atrás, para no dejar que Zuko encontrara la culpa y lo frío de su postura, era su amigo y lo último que quería era hacerle daño de esa forma, de engañarlo hasta hacerlo mirar otra realidad. Eso era lo adecuado para eso, luego de entender por completo, luego de saber que entonces no podía poner las manos en el fuego, porque no estaban pensando lo mismo, porque nada era igual.


Sus dedos al contrario de su mente tocaron el rostro de Zuko con tentativa y sus ojos volvieron suplicantes a los suyos, acariciando sin entender, forzando la distancia chispeante de sus cuerpos que desapareció cuando sus brazos lo rodearon por la cintura y se sintió prontamente correspondido, agradecido por el calor de los brazos que apretaron su espalda, que lo cubrieron, que lo sintieron sanar.


Besó su boca con la fuerza de un demente, con la posesión de una bestia, con el calor de un sentimiento que se coló del alma del otro y él recogió con un sabor dulce en sus labios. ¿Por qué había tenido que ser así? ¿Por qué Zuko tenía que quererle? ¿Por qué se repetía la forma en la que ambos habían hablado y las palabras de Zuko adulándolo lo enternecían ahora? ¿Por qué sus propios diálogos resonaban en sus memorias y le recordaban lo mucho que lo admiraba, lo mucho que lo apreciaba y los deseos enloquecidos de ser su amigo, de estar junto a él? ¿Por qué todo se manchaba ahora con el salpicado y rojizo tinte de algo más? Quería volver al punto donde no había ocurrido todo eso, dónde no hubiera provocado aquello, donde solo se miraran en las reuniones de amigos y su mirada pendiera un segundo en la espalda de Zuko pero fuera tan cobarde que no se atreviera a acercarse más, deseaba haberse quedado siempre en su posición, a unos metros de él, a mirarlo con ojos encandilados, a admirarlo y envidiarlo como un niño, como un tonto, a desearlo en sus silencios perpetuos y al tiempo efímeros para luego ya no sentir nada. ¿Por qué debía ser tan difícil, tan complicado, tan tonto? ¿Qué había encontrado Zuko en él, de todos modos? ¿Por qué todo eso era tan contradictorio? ¿Por qué, ahora mismo, Zuko lloraba, hundido en una absurdez, en la epifanía, en la posibilidad de lo imposible?


¿Por qué él también quería llorar sintiendo que se avecinaba algo demasiado peligroso, algo que los lastimaría?


El cristal quebrado que los separaba aún tambaleó hipotético en su cabeza y tuvo miedo, vaciló y aquello lo hizo aferrarse más al otro, a tatuar sus dedos en la piel clara y curtida del hombre que al tiempo también lo aprisionaba en un fuerte y masculino pecho. ¿Por qué? Repetía su mente incesante ante la situación, ante el ritmo de sus corazones acompasados que resonaban dolientes en sus oídos, ¿Por qué lo acariciaba? ¿Por qué sus manos lo buscaban? ¿Por qué lo conducía a la cama y con la calma del mismo tiempo recogía cada latido y vibración de aquella piel? ¿Por qué entre caricias y besos más que excitado, más que cualquier sucia fantasía vulgar, lo que salía de entre su alma parecía algo más, más peligroso, más mordaz?


Hicieron el amor sin hacerlo, sin hacer más que besarse y acariciar sus rostros, a rozarse en la desnudez misma sin prisa, sin morbo, con una pasión que quebró el todo y los hizo venirse en su cabeza, en sus pensamientos. Compartieron el todo que ya conocían en una mirada y al final en un casto beso, en la expresión más visceral que tenía el cuerpo de decir lo que pensaba, lo que deseaba.


¿Por qué? Susurró su mente doliente una vez que Zuko giró en la cama compartida y cayó dormido, ¿por qué estaba ahí? ¿Por qué se dejaba confundir? ¿Por qué no podía ser todo más fácil? La cuestión de Zuko se repitió en su pensamiento y él mismo se la volvió a plantear, ¿Qué estaba buscando ahí? ¿Besos, caricias, una figurativa amorosa, una historia de cariño y corazón, entregar el alma a un hombre?


No, él no quería nada de eso.


Eso no era lo que él buscaba ahí.


O al menos, eso era lo que creía en ese momento.


[...]


Despertó tras el temblor en su cuerpo y se abrazó a sí mismo, sintió sus brazos fríos y recordó su propia desnudez, se giró lo suficiente entre la cama para poder levantarse y buscar algo abrigador, no pudo, sin embargo, sus ojos cayeron en el espacio vacío a su lado y estúpidamente palpó las cobijas, las sintió lejanamente tibias y aquella frialdad lo asustó. Giró a prisa al cuarto de baño y lo encontró en penumbras, luego, tras un chasquido rápido de sus dedos las luces crecieron en los candelabros y sus ojos dieron contra la pared donde se suponía yacían las cosas de Sokka, donde está vez no encontró nada.


Se levantó como un trueno y olvidó cualquier otra cosa que no fuera encontrarlo, simplemente se puso de pie y salió en unos pantalones cortos a toda prisa fuera de su habitación. Sus pies descalzos sonaron en los pasillos y ni siquiera supo en qué dirección sus piernas se movían por casi un instinto, se dejó hacer por su corazonada. Apretó los puños en su andar y maldijo el todo entre su camino, quiso incendiar el palacio entero si eso lograba cesar aquella sensación dolorosa que crecía en su pecho. La duda, la decepción de sí mismo, la ínfima posesión de autoconfianza lo hizo sentirse una basura, un sinsentido, algo que no valía nada, ni siquiera la pena decir algo, sencillamente, lo había abandonado.


Quiso detener sus pies, quiso tener la fuerza de entender que se había marchado y respetar su decisión, aceptar que aquellos brazos acogiéndolo esa tarde y ese calor que sintió entre los dos había sido su forma de despedirse, de disculparse, que había preferido dejarlo dormir y ahorrarle a ambos una dramática o incómoda despedida. Pero sus cuerpo no se frenó y se vio a sí mismo en la necia y determinante idea de encontrarlo, de enfrentarlo, de mirarlo, de presenciar él mismo que su huida era real, de escuchar de su labios que quería irse, que no quería permanecer a su lado, que no compartían nada, que todo estaba mal.


Su cuerpo se entumió un momento cuando lo topó en la distancia y supo que sus conjeturas eran ciertas, que no había duda, que era una trágica verdad. Sokka, de pie en la nave pequeña en la que había llegado saltó en su sitio por sorpresa y miedo cuando encontró los ojos dorados que lo recriminaban, que se acercaban poderosos e intimidantes a él.


— ¡¿Es en serio, Sokka?! — gritó desde su sitio ya sin importarle si había o no alguien cerca, estaba realmente furioso, se sentía seriamente traicionado de alguna retorcida manera. — ¿Te vas así? ¿Sin decir nada? — sus pies se movieron a él y Sokka solo pudo apretar el rostro, impacientado y claramente incómodo, filtró en sus facciones la expresión de un niño que ha sido descubierto en sus travesuras y por instinto sintió el impulso de guardar sus manos detrás de su espalda, como si con ello pudiera ocultar el miedo y la culpa, como si se minimizara lo peliagudo de la situación.


— No quise despertarte — soltó cuando Zuko frenó sus pasos un metro frente a él, dejándole ver ese ceño fruncido que le hacía temblar y lo intimidaba igual o incluso más que cuando los perseguía durante la guerra años atrás.


— ¿No quisiste despertarme? ¡¿Qué basura es esa?! ¡¿Por qué no esperaste hasta partir por la mañana?! — espetó con acidez en su tono de voz y Sokka volvió a bajar la mirada, sin tener una respuesta en realidad, manteniendo su mano tiesa e intacta en la nave pequeña de globo que lo había llevado hasta ahí, a un paso de marcharse, dando a entender con su silencio y la forma en la que se aferraba al marco de la cesta que no había cambiado su postura, que iba a partir. — ¡Eres un imbécil cobarde, Sokka! ¿Tanto miedo te daba enfrentarme? ¡Al demonio, yo no soy un niño! ¡Di lo que tengas que decir aquí y ahora! — el moreno chasqueó y apretó los dientes, manteniendo los ojos aún pegados al piso antes de finalmente sentir toda la adrenalina correr en su cuerpo y enfrentar aquellos ojos que lo señalaban acusadores y dolidos. Zuko afiló la mirada y apretó los labios, dejándole ver qué estaba listo para lo que fuera que pudiera decir.


— Bien, creo que todo ya está muy raro, es... es suficiente, todo lo que sucedió fue algo muy loco pero... no es más que un error, ¿sí? — siseó y ambos sintieron un dolor fuerte en el pecho ante esa palabra, ante esa definición, todo se cayó prontamente en sus cabezas y las caricias se volvieron vacías y escuetas, la suciedad de aquella palabra hizo a Zuko sentir una presión en la boca del estómago y quiso arquear ante la idea, ante el saber que el otro lo miraba así, al sentirse un estúpido. De nuevo la mente le rogó darse la vuelta y partir, ¿qué podía esperar luego de eso? ¿Para qué quería quedarse a oír más sandeces? Pero sabía también que no sería él mismo si no daba batalla, si no escupía su propio veneno en la cara ajena, no estaría satisfecho hasta no llegar a la última consecuencia de todo eso. — Además, no sé qué hago aquí, quiero decir, yo tengo a Suki... y la amo — más dolor sumado a lo anterior y el Señor del Fuego necesitó apretar los dientes para no permitirse volver el estómago ahí mismo ante aquella gravedad.


Rió en su lugar y Sokka le miró extrañado ante aquella reacción, ante su sonrisa extrañamente tétrica y la forma mordaz en que lo miró, con reto y con rabia. La sonrisa sin chiste se desvaneció de sus labios y Sokka sinceramente tuvo que temer, supo que había cruzado la línea de abrir la boca a sabiendas de lo que sentía el otro y necesitó aferrarse con más fuerza a la canasta de vuelo de su nave, sintiendo sus labios vibrar en nerviosismo ante lo que sabía sería una dura charla, una discusión, un momento donde abrirían las bocas apuntando a matar, del modo que fuera, con verdades, seguramente, que era a lo que más le temía en ese momento, lo que más lo había hecho dudar.


— ¿Y si la amas entonces qué haces aquí? — la pregunta congeló al moreno y sus labios temblaron en duda, su lengua se pegó a su paladar y de pronto no existieron palabras en su mente. Zuko frunció el ceño y dio medio paso a él, como si quisiera encararlo de más cerca y dejarlo sin escapatoria, sin mentiras, sin máscaras. Sokka bajó el rostro y el otro se sorprendió un tanto al notar en sus facciones un dolor que no entendió, no hasta que finalmente abrió la boca.


— Amar es diferente a desear  — soltó con culpa y el dolor que encontró en la expresión del guerrero del sur se repitió en él mismo, se multiplicó y las piernas le temblaron hasta el punto en que necesitó sujetarse también de la canasta de la nave a un lado para no caer, para no desvanecerse como sentía que pasaría. El mundo tembló alrededor y se sintió gravemente mareado, como si lo hubieran golpeado y abatido en un movimiento, con una palabra, con esa idea. Él lo sabía, sí, pero escucharlo directamente de su boca lo destrozó, lo ofendió, lo tocó a un punto que no creyó posible considerando que ya había visto venir esa razón. Aun así, no dejó que todo el pánico y dolor que lo embargó se filtrara de sus ojos y mantuvo la mirada firme en Sokka, quién le miró con lástima y arrepentimiento, con un algo más escondido tras las pupilas que motivó a Zuko a continuar, a no marcharse aún.


— ¡¿Y entonces porque no me tomas ahora y te jactas, cumples tu asquerosa fantasía de poseerme y te olvidas de todo lo demás?! — gritó, retándolo, filtrando el pinchazo satírico de la situación, maldijo que su voz temblara tanto, que Sokka filtrara en sus ojos la compasión ante su tono apretado por todos los sentimientos que se revolvían en su interior, entre los dos. Tomó aire fuertemente para calmarse, para volver su dolor en una simulada furia propia del momento, de la humillación. El moreno bajó el rostro y tembló también, sintiendo las palabras que había dicho el otro rebotando en su cabeza y entendiendo lo que decía, lo que significaba. — ¡Anda! — le gritó en la cara pero él no tuvo el valor de hacer nada más que encogerse en su lugar y querer esconder la mirada, sintiendo su propia declaración como lo más bajo y bizarro que pudiera haber dicho, que pudiera haber pensado jamás. — ¡Así regresas a la normalidad con la mujer que amas, mientras detrás de ella te acuestas con otros hombres! — lo empujó al tiempo que eso último salió de su boca, ya sin poder contener el todo que luchaba y golpeaba sus venas con vehemencia.


Sokka cayó al suelo de espaldas sosteniéndose apenas con los antebrazos para no impactar de forma tan brusca. Miró con miedo a Zuko, pero también con confusión, con un dolor que iba y venía de uno a otro llevando a cuestas la ofensa. Parpadeó confundido y sintió la ultraje sobre de sí ante su insinuación, ante la premisa que soltaba diciendo que detrás de Suki, detrás del mismo Zuko, había más.


— ¿Qué? — soltó una vez que pudo recomponerse, poniéndose de pie y levantando también la guardia. — ¡No hay más hombres, no hay nadie más, lo sabes! — chasqueó, sin poder creer que dijera algo así considerando que Zuko conocía toda su vida, todos sus secretos, la idea de que realmente pensara eso de él lo enloqueció, lo enfureció y de pronto ya no sintió control de su lengua o su pensamiento. — ¡El problema solo eres , tú y tu estúpida cara bonita! — le señaló con frustración, haciendo que su corazón latiera fuerte ante su propia confesión, ante la claridad que salía a flote en su nebulosa mente a causa de sus provocaciones.


— ¿Yo? Acabas de decir que todo esto no significa nada, ¿no? ¿Entonces qué me diferencia de los demás? — de nuevo Sokka se encontró sin palabras y su cabeza dio vueltas, confundido, sobrepasado con todo, demasiado tocado por la frustración y el miedo, demasiado temeroso del ardor en su pecho. Sabía que Zuko tenía razón en su análisis, sabía que él mismo había dicho eso, que había afirmado que lo deseaba nada más, que creía no haber encontrado una respuesta a todo, pero justo ahí, todo se sentía como una gran mentira, todo le sabía a una falsedad, a una porquería. —  ¿Qué me hace pensar o que te hace creer que como me deseas a mí no lo harás después con alguien más? — dejó sonar el caos de su duda y su premisa estalló en la cabeza de los dos.


— ¡PORQUÉ SÍ ERES ESPECIAL, MALDITA SEA! — finalmente admitió todo en un grito sin poder soportar más la idea de que Zuko pudiera realmente pensar eso de él, de sus intenciones, de que creyera que lo que había entre ellos podría tenerlo con alguien más, de que sólo lo viera como un objeto, que no era sincero, que no era genuino, que no ardía como lo hacía cuando sus ojos topaban su figura, de que él mismo pintara una cortina de humo que era mentira, que usaba cobardemente para no admitir lo que sentía, lo que de verdad quería. Zuko abrió los ojos al tope y el brillo resaltó en sus ojos emocionados, estupefactos, aquello que Sokka escondía al fondo de sus orbes claros salió al frente y lo hizo vibrar, lo hizo saber. —  ¡No puedo dejar de pensar en ti, ni en tu voz y tu sonrisa! Pero… ¡tengo miedo, porque no sé qué hacer! — cayó derrotado ante la realidad que admitía en ese momento incluso para sí mismo, ante la claridad que se cernía en el ambiente y la derrota de su necedad, de sus deseos de que aquello no fuera trascendente, de que no doliera, de que no lo comprometiera, de que realmente no lo quisiera. —Sólo sé… sólo sé que cuando te veo, cuando estoy cerca de ti, siento algo que no he sentido con nadie… y no sabía si escapar o quedarme… — bajó el rostro un segundo pero su rostro esta vez suave y dócil lo volvió a encarar, arrepentido. —Pero… en realidad… nunca había querido tanto permanecer al lado de alguien… — suspiró y bajó los hombros, vencido — Supongo que… sólo… ah… sólo soy un tonto…


Se miraron a los ojos fijamente y el aire les regresó a los pulmones, el sonrojo apareció en sus rostros y de pronto la tensión y la dolencia se desvaneció ante aquel discurso, ante la pieza que faltaba en su alterado y juvenil rompecabezas, ante la sonrisa complacida de Zuko que iluminó aquella noche gris y le hizo saber a Sokka que no había la más mínima razón para querer marcharse. El cristal finalmente se rompió entre ellos y se sintieron en desnudez, esta vez, solamente en el alma. Sokka sonrió un poco y  le tendió la mano, sin saber qué más decir, soltando un perdón inexistente que se grabó en sus ojos e inundó sus mentes, Zuko tomó la mano y sintió en su piel la conexión fantástica e imaginativa, sintió el todo finalmente atravesando su ser. Sokka, al sujetar la piel cálida del otro supo que había tenido la respuesta a sus dudas frente a él todo el tiempo, que la verdad tenía forma, nombre y era tremendamente apuesto. Zuko rió ante el giro de la situación y abrió la boca, pero de sus labios no salió sonido, no había nada más por decir.


Se abrazaron bajó un cielo estrellado, aliviados de que finalmente todo estuviera claro, de que todo estuviera bien, de que no hubiera pasado más tiempo, al final, parecía que ninguno de los dos había podido huir más de eso. En la locura de la juventud subieron esa misma noche a la nave de vuelo y en el silencio y la soledad del lugar, como si fuera un juego estrellado y fantasioso, se entregaron en ese mismo sitio una vez ya no hubieron dudas, ardieron en el deseo que también era amor, que era un algo incomprensible pero vivo, en la diversión y el compañerismo, en la locura y la seriedad. Se besaron como se rieron y sin vergüenzas se conocieron en totalidad, en la desnudez, en la ironía de los resultados de un bobo juego, en el destino y la gravedad.


[…]


El sol brillaba en lo alto y la brisa del mar no muy lejano a sus pies descalzos sobre las piedras los refrescó ante el inclemente calor del medio día, ante el ajetreo de su reciente entrenamiento compartido en un duelo de espadas. Sokka dejó ir un suspiro y finalmente miró al hombre a su lado que lucía mucho más calmo que él, que no novia un músculo del rostro y permanecía impasible y pensativo mirando a la nada en el firmamento azul de su Nación.


— ¿Pensaste en algo? — preguntó de pronto sin mirarlo y lo hizo saltar levemente en su sitio, en su contemplación.


— Sí, que es imposible — respondió y apartó la vista al mismo punto donde Zuko apreciaba el paisaje. Se quedaron en silencio ante aquella idea los suficientes segundos para que Sokka recuperara el aliento, para que Zuko frunciera sin ser consiente, para que el silencio volviera a impacientarlos y supieran que el tiempo y la vida seguía avanzando y necesitaban una resolución a todo eso. — Necesitas herederos y yo... yo ni siquiera sé que necesito — agregó el moreno luego de sentir el frío del momento y de la tensión, de la inmutabilidad del otro, del silencio ahogado que predecía y reiteraba la dificultad.


— Pero, tal vez no todo está perdido — de nuevo la voz calma del Señor del Fuego adornó el entorno y Sokka arqueó una ceja, interrogativo. — Si de algún modo... sí de algún modo pudiéramos mantenerlo en secreto... — cortó su idea ante la risa seca del guerrero del sur y sus labios se apretaron en dolencia.


— ¿Hablas de mentirle a todo el mundo? ¿Aparentar? ¿Buscar una mujer que acepte lo nuestro y al mismo tiempo darte hijos? No digas esas cosas, Zuko — negó, recargando su espada al frente y recargándose en ella con casualidad, como si no sintiera el pánico que en realidad lo sometía en su pensamiento.


— ¿Y porque no? — Sokka borró la media sonrisa ante lo absurdo de la idea ante la forma totalmente seria en que Zuko soltó aquello, en saber que en realidad lo estaba tomando en consideración.


— Suena como un sueño. Y los sueños no se hacen realidad, Zuko — el mencionado se encogió de hombros, apretó las bases de sus espadas gemelas que aún sostenía entre sus puños apretados con frustración, con dolencia.


— Tal vez con la ayuda del resto... — intentó soltar algo, lo que fuera para tratar de que aquello no volara al viento fuera de sus manos. Sokka negó apenas dijo eso y su lengua se vio pegada dentro de su boca una vez más.


—No creo que el Avatar tenga el poder de arreglar esto... — Zuko asintió, dándole la razón, a sabiendas que toda alternativa resultaba ridículamente absurda, innecesaria, incluso imposible si cabía mencionar.


— No quiero que se acabe, Sokka — se sinceró, apretando con más fuerza sus espadas, con ira, con impotencia y frustración.


— Ni yo... — concedió en un tono mucho más tranquilo, suspirando mientras volvía a apoyarse en su espada.


— ¿Entonces? — insistió el otro, Sokka se encogió una vez más de hombros y tomando un largo suspiro se giró a él, decisivo.


—Tal vez podríamos hacerlo... no sé, tal vez... si hablamos con el resto... — ambos asintieron apenas, sonriendo dificultosos ante aquella idea. Ante la esperanza y la fe.


— Supongo que... no hay peor lucha que la que no se hace... — ambos rieron secamente ante aquello, mirando la lejanía del cielo pintando sobre ellos la interrogante de una posibilidad, mientras saliera el sol, mientras hubiera vida, había entonces sueños, había caminos y deseos que perseguir. Había razones para  seguir intentando, incluso si les llevaba toda la vida, siempre podrían volver a empezar.


[...]


 Katara sonrió tan maternal como siempre y le dedicó un apretón a su hermano, tratando por enésima vez de calmarlo, de darle una confianza y fuerza que no parecía tener. Sokka intentó imitar su gesto amable, aunque por supuesto no mejoró, sus manos seguían temblando de nervios y su rostro se fruncía en un pánico que lo incitaba a querer salir corriendo, sin embargo, sabía que estaba haciendo lo correcto.


La puerta se abrió bruscamente y el guerrero del sur se puso en pie por mera reacción, mirando con ojos grandes a Aang, quién asintió y le sonrió con confianza y compañerismo, detrás de él Suki atravesó la puerta y frunció el ceño ante la escena, ante la tensión que se generó, ante los rostros expectantes del resto y ante su novio que tembloroso la miraba con miedo. Detrás, apartado y con rostro serio, Zuko la miró y sintió que le temblaron las piernas.


Quizá habían logrado armarse de valor para continuar, quizá habían descubierto que entre ellos había algo más, pero la historia, su historia, esa acaba de comenzar. 


— Suki... tenemos que hablar...

Notas finales:

XD creo que pasó demasiado en muy poco pero quería tratar el tema, ver si realmente podían o no tener algo fuera de sus juegos tontos. Sorry si se vio muy acelerado.


Ah, puse las dos últimas escenas para cerrar la idea y no verme tentada después a querer volver por más x,D


En fin, ahora sí ya se acabó, me disculpo por no poner el lemon explícito pero creo que estaba de más considerando el resto de las cosas xD (?


Esperemos en la nueva serie de Netflix los hagan Canon xD (? Ok no


En fin, saludos, suerte!


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